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Vivo
Vivo en una cabaña, una pequeña cabaña en el
medio del bosque, a varios kilómetros del pueblo
donde, mis glamorosos y excéntricos padres, viven.
Tengo mi bella y equipada cocina, mi pequeño y
acogedor baño y mi confortante, cómoda y calentita
habitación. Todo de colores como negro, gris y
blanco, con mí acolchado verde y amarillo, mi sillón
violeta y mi mesa celeste, haciendo contraste. Tengo
aire acondicionado para el verano y la mejor
calefacción para el invierno. Y una hermosa piscina
en el “patio trasero”.
Pero no todo es color de rosa.
Hace unos meses, un viejo cura se mudó, algo
cerca y algo lejos de mi casa, casi en el medio de mi
hogar y el pueblo; nunca lo he visto ni dentro ni
fuera de su casa, que es similar a una iglesia. Creo
que es debido a que se ha venido a este bosque en
busca de soledad, alejarse de extravagante pueblo,
como yo. Voy al pueblo una vez a la semana (recorro
quince kilómetros), donde escuché que el cura,
supuestamente tiene un hijo, que no quería que
nadie se entere, por eso lo arrastró, junto a su
arrugado trasero, al bosque. Dudo que el cura sepa
que vivo aquí.
El cura, cada noche (exactamente a las once),
hacía sonar una campana, como si su casa enserio
fuese una iglesia, y después, siempre, se escuchaba
un motor, unos gritos ahogados, como si quien
gritaba estuviese amordazado, ó… amordazada,
luego esos horribles gemidos de dolor y el
inconfundible sonido de un disparo.
Eso cada noche.
Sentía que el cura, con ayuda de su “hijo”,
raptaba, violaba y mataba mujeres, a quienes traía el
hijo en la vieja camioneta, que poseía el viejo, desde
el pueblo.
Decidí llamar a mi vieja amiga y contarle de la
situación.
— ¿Hola? — me atendió, como si estuviese
ocupada, y al parecer no tenía agendado mi número.
—Anna, soy yo, Emma — ella no respondió —.
Ya sabes, Emma Le’Fid. La loca a quien le juraste
lealtad eterna, ¿te suena?
—Hey, Em, perdón, estoy ocupada — escuché
unos susurros del otro lado —. Eu, amor, no puedo
ahora, está mi mejor amiga de toda la vida al
teléfono — no sabía que An tenía novio, volvió
conmigo —. Perdón, bonita. ¿Qué ocurre?
—Creo que mi “vecino”, entre comillas — hice
comillas con mis dedos por costumbre, inconsciente
de que ella no podía verme —, rapta, viola y mata
mujeres.
—Supongo que tienes un plan de espionaje en
mente — adivinó —. Te permito hacerlo, pero con
cuidado. ¿Quién es?
—Un viejo cura — respondí quitándole
importancia — Charles-algo.
— ¿Charleston? — indagó mi amiga.
—Tal vez, al parecer tiene un hijo — dije
dándole información.
—Ohh, los conozco, son amigos de mis padres,
buenas personas, dudo que sean capaces de algo así
— ella bostezó.
—Bueno, mañana te llamo,bye.
—Cuidado.
Al cortarle, fui a darme una ducha caliente, al
salir me puse toda ropa negra y unas botas negras.
Me dirigí a su casa, recorrí los siete kilómetros
trotando. Al llegar me escondí detrás de un árbol,
donde tenía buena visión del camino y de la casa.
Las once. Las campanadas, el motor, vi llegar la
vieja camioneta y vi como salía un joven un poco
mayor que yo, tal vez de unos veinticinco, cabello
pelirrojo en ondas suaves y cortas, unos ojos verdes,
alto, musculoso; seguramente el hijo del cura,
llevando a una joven mujer, quizás una adolescente,
rubia de ojos azules, con sólo ropa interior,
amordazada y atada de manos, ella estaba en
silencio y con el maquillaje corrido por el llanto; fue
arrastrada a una pequeña casa, seguramente el
garaje, y ahí oí los terribles gemidos, luego vino el
cura con una escopeta y entró al garaje. El disparó.
Ambos salieron con una sonrisa en su boca y
riéndose. Me vieron, me atacó el viejo y casi me
pega con la escopeta. Gracias al cielo que papá me
obligó a ir a clases de defensa personal. Lo derribé
y le pegué un tiro con su propia escopeta. El hijo me
agarró por los hombros, pero no pude escapar. Me
giró para mirarme fijamente a los ojos, y yo no pude
apartar los míos, lágrimas corrían por nuestros ojos,
como ríos enloquecidos.
—Gracias— me dijo.
—Maté a tu padre — dije confundida.
—No era mi padre, estaba obligado a esto
porque sabía algo y me raptó.
No sabía qué hacer, así que, lo besé.
Esta es la primera parte de una historia que
estoy escribiendo llamada “Cosas de la Vida”.
Caro 

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  • 2. quince kilómetros), donde escuché que el cura, supuestamente tiene un hijo, que no quería que nadie se entere, por eso lo arrastró, junto a su arrugado trasero, al bosque. Dudo que el cura sepa que vivo aquí. El cura, cada noche (exactamente a las once), hacía sonar una campana, como si su casa enserio fuese una iglesia, y después, siempre, se escuchaba un motor, unos gritos ahogados, como si quien gritaba estuviese amordazado, ó… amordazada, luego esos horribles gemidos de dolor y el inconfundible sonido de un disparo. Eso cada noche. Sentía que el cura, con ayuda de su “hijo”, raptaba, violaba y mataba mujeres, a quienes traía el hijo en la vieja camioneta, que poseía el viejo, desde el pueblo. Decidí llamar a mi vieja amiga y contarle de la situación. — ¿Hola? — me atendió, como si estuviese ocupada, y al parecer no tenía agendado mi número.
  • 3. —Anna, soy yo, Emma — ella no respondió —. Ya sabes, Emma Le’Fid. La loca a quien le juraste lealtad eterna, ¿te suena? —Hey, Em, perdón, estoy ocupada — escuché unos susurros del otro lado —. Eu, amor, no puedo ahora, está mi mejor amiga de toda la vida al teléfono — no sabía que An tenía novio, volvió conmigo —. Perdón, bonita. ¿Qué ocurre? —Creo que mi “vecino”, entre comillas — hice comillas con mis dedos por costumbre, inconsciente de que ella no podía verme —, rapta, viola y mata mujeres. —Supongo que tienes un plan de espionaje en mente — adivinó —. Te permito hacerlo, pero con cuidado. ¿Quién es? —Un viejo cura — respondí quitándole importancia — Charles-algo. — ¿Charleston? — indagó mi amiga. —Tal vez, al parecer tiene un hijo — dije dándole información. —Ohh, los conozco, son amigos de mis padres, buenas personas, dudo que sean capaces de algo así — ella bostezó. —Bueno, mañana te llamo,bye. —Cuidado.
  • 4. Al cortarle, fui a darme una ducha caliente, al salir me puse toda ropa negra y unas botas negras. Me dirigí a su casa, recorrí los siete kilómetros trotando. Al llegar me escondí detrás de un árbol, donde tenía buena visión del camino y de la casa. Las once. Las campanadas, el motor, vi llegar la vieja camioneta y vi como salía un joven un poco mayor que yo, tal vez de unos veinticinco, cabello pelirrojo en ondas suaves y cortas, unos ojos verdes, alto, musculoso; seguramente el hijo del cura, llevando a una joven mujer, quizás una adolescente, rubia de ojos azules, con sólo ropa interior, amordazada y atada de manos, ella estaba en silencio y con el maquillaje corrido por el llanto; fue arrastrada a una pequeña casa, seguramente el garaje, y ahí oí los terribles gemidos, luego vino el cura con una escopeta y entró al garaje. El disparó. Ambos salieron con una sonrisa en su boca y riéndose. Me vieron, me atacó el viejo y casi me pega con la escopeta. Gracias al cielo que papá me obligó a ir a clases de defensa personal. Lo derribé y le pegué un tiro con su propia escopeta. El hijo me agarró por los hombros, pero no pude escapar. Me giró para mirarme fijamente a los ojos, y yo no pude apartar los míos, lágrimas corrían por nuestros ojos, como ríos enloquecidos.
  • 5. —Gracias— me dijo. —Maté a tu padre — dije confundida. —No era mi padre, estaba obligado a esto porque sabía algo y me raptó. No sabía qué hacer, así que, lo besé.
  • 6. Esta es la primera parte de una historia que estoy escribiendo llamada “Cosas de la Vida”. Caro 