Este documento resume la película de Disney La Bella y la Bestia de 2017. Se describe como una mezcla de acción en vivo y animación digital dirigida por Bill Condon que cuenta con actuaciones destacadas de Emma Watson y Dan Stevens. Aunque basada en la película animada clásica de 1991, esta nueva versión logra tener una frescura propia y una historia de amor conmovedora sin resultar forzada.
4. Texto
The Lion King, es una animación dirigida por Rob Minkoff y Roger Allers, con guión de Irene
Mecchi, Jonathan Roberts y Linda Woolverton, fuertemente influenciada por Kimba; El león blanco
(1965) y la típica tragedia shakesperiana planteada en Hamlet.
Siendo la obra cumbre de la animación 2D de Disney que entraría en su fase de decadencia con el
cine de animación 3D iniciado con Toy Story (1995) de John Lasseter, que duraría menos de una
década en terminar con el cierre de los Disney's Hollywood Studios en el Lake Buena Vista, Florida,
en el año 2003 y sin lograr un revival luego de una modesta recaudación en The Princess and the
Frog (2009) que ya era hecho completamente por estudios subcontratados.
En su tiempo la película recibió una atención inusitada que Disney no había logrado en décadas, fue
la película más exitosa de animación 2D de la historia.
Aún así los problemas de concepción que rodearon su creación -La cuestión de las similitudes con
Kimba el León blanco- no la hicieron todo lo innovadora que debió ser pese a ser toda una nueva
revolución de las técnicas de animación asistida con computadoras que desde ese momento se
hicieron inseparables.
Trama
El hijo del rey Mufasa (James Earl Jones) ha nacido, el pequeño Simba (Jonathan Taylor Thomas),
que es el orgullo de su padre. Un pequeño que nace con una buena estrella, tiene una prometida,
un reino devoto y fiel a su rey, pero nada bueno y puro viene sin sus claroscuros, pues en el reino
hay envidias al hijo del rey.
5.
6. Como dice la letra de una de las canciones de La bella y la bestia: “Y puede ser que haya algo más allí”. Desde luego, todos los elementos que ya conocemos
están en su lugar. Después de todo es La bella y la bestia… un cuento clásico, con canciones y rimas legendarias, pero también con momentos que inspiran
nostalgia, evocaciones visuales de la gloria predigital de Busby Berkeley, Ray Harryhausen y otros maestros del género fantástico.
Sin embargo, este híbrido de acción en vivo y material digital, dirigido por Bill Condon y protagonizado por Emma Watson y Dan Stevens, es más que una
nueva versión de carne y hueso (o pelo y cuernos prostéticos) del clásico animado de hace 26 años. También es mucho más que un viaje obligado al océano de
los cuentos de hadas pop. Su clasicismo es fresco y no resulta forzado. Su romance no es complaciente ni escaso, se mueve con gracia y deja un sabor de boca
limpio y estimulante. Casi no reconocía el sabor: creo que le decimos alegría.
Esto de ninguna manera fue una conclusión preconcebida. Cuando se reviven estos preciados productos —el horrible término que se utiliza en Hollywood— el
resultado a menudo es una película mutilada y rígida, pues viejos arquetipos vuelven a la vida, rodeados de llamativos y modernos efectos sintéticos.
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Eso fácilmente pudo haber pasado aquí. Nada más vean (o mejor no lo hagan) los horrores que se han hecho con las nuevas versiones de Alicia en el país de las
maravillas, Peter Pan y El mago de Oz en años recientes. Además, aunque Disney hubiese hecho un trabajo mucho más convincente que con El libro de la selva,
la sola existencia de una nueva versión de La bella y la bestia pudo haber ofendido a los fanáticos del filme animado de 1991. Esa película, un punto cumbre del
Disney de los ochenta y noventa, es casi perfecta. ¿Quién podría atreverse a remplazar a Angela Lansbury como la señora Potts?
La única respuesta posible es Emma Thompson, cuya interpretación se une a la de otros grandes actores que dan su voz (y, brevemente, también sus rostros) a
los otros objetos de la película. Stanley Tucci y Audra McDonald interpretan al agitado clavecín y el dramático armario; Ewan McGregor e Ian McKellen son el
elegante candelabro y el ansioso reloj. Gugu Mbatha-Raw es el agraciado plumero. Su forma de cantar y bromear es tan vívida y natural que casi olvidamos que
son objetos que caminan y giran junto a los personajes humanos.
Hay algunos momentos —como una batalla climática vista desde el aire parecida a cualquier otra escena climática de una batalla vista desde el aire; una
persecución en el bosque, con lobos— en los que se notan los efectos digitales, y nos percatamos de la fría presencia de los códigos de programación que hay
tras las imágenes. Sin embargo, la mayor parte del tiempo el resultado es convincente y, además, mágico. Los espectáculos visuales más impresionantes
acompañan a las mejores canciones de Howard Ashman y Alan Menken. “Be Our Guest”, en particular, es una fantasía coreográfica que engloba décadas de
historia de Disney (y recuerda a éxitos del pasado como Blancanieves y Fantasía) y de su arte cinemático contemporáneo.
No obstante, la tradición de las películas de Disney, tanto actuadas como animadas, utiliza el espectáculo a favor del argumento. La audiencia a veces necesita
sentirse reconfortada y sorprendida; también que la guíen a través de sucesos impactantes y llenos de suspenso para llegar a un final definitivo. La nueva
versión de La bella y la bestia, escrita por Stephen Chbosky y Evan Spiliotopolous, actualiza —y hasta cierto punto censura— una historia con un subtexto
psicosexual potencialmente espinoso, el cuento de la animalidad de un hombre y la cautividad de una mujer. Él es bestia y príncipe. Ella es su prisionera y
terapeuta. Si lo pensamos bien, todo el asunto es un poco perverso y también (por decirlo de manera responsable) un poco problemático.