Clase 15 Artrologia mmii 1 de 3 (Cintura Pelvica y Cadera) 2024.pdf
Evolucion del cerebro humano
1. Evolución del cerebro
Ocupémonos ahora de la evolución del cerebro que ha permitido a la mente
humana alcanzar su capacidad actual. La hipótesis de la que partimos es que la
mente es un producto de la evolución, así como el producto de la actividad
cerebral. El hombre moderno, Homo sapiens, pertenece al orden de los primates,
que a su vez son una rama de la clase de los mamíferos. De todos los primates,
los que se parecen más al hombre son los monos antropoides, de ahí el nombre.
Sus características anatómicas son similares a las nuestras, por ejemplo, el
esqueleto del tronco y de las extremidades; pero, sobre todo, se parecen a
nosotros porque su cerebro está mucho más desarrollado que el del resto de los
mamíferos. Otra característica anatómica que hace a estos animales similares al
hombre es la sustitución de la garra con uñas afiladas por la mano con uñas
aplanadas, mucho más útil para la prensión, sobre todo en la vida arbórea de los
antropoides. También con este tipo de vida se relaciona la reducción del sentido
del olfato y el aumento progresivo de la visión y de las áreas visuales de la
corteza cerebral que la controlan y la hacen posible. En este sentido, el
desplazamiento de los ojos hacia delante, de forma que los campos visuales de
ambos puedan solaparse, en vez de ser independientes como en otros animales,
ha permitido la visión estereoscópica, con profundidad, lo que, sin duda,
representa una gran ventaja para la vida arbórea. Aunque en los monos
antropoides la bipedestación es sólo ocasional, sin embargo pueden apreciarse
en ellos cambios en la forma de la pelvis y de los huesos de la extremidad
posterior que van a permitir, en evoluciones posteriores, la marcha bípeda
característica del hombre y de algunos de sus predecesores. En este sentido, el
pie va perdiendo su capacidad prensil y se va transformando para poder sostener
el peso de todo el cuerpo. Donde se manifiestan las mayores diferencias entre
los primates primitivos y los monos antropoides, y se pone de relieve la
proximidad de éstos con el hombre, es en el desarrollo del cerebro, que no sólo
aumenta de tamaño de forma absoluta, sino que también lo hace de forma
relativa al tamaño corporal. Además, la corteza cerebral aumenta
considerablemente su superficie al incrementarse el número de circunvoluciones
cerebrales. Parece claro que compartimos con los monos antropoides un
antecesor común que podría remontarse a hace unos 24 millones de años. Los
2. primeros homínidos fueron los Australopitecinos, que existieron desde los 4
millones de años hasta los 1,5 millones antes de nuestro tiempo. El primer
ejemplar del género Homo fue el Homo habilis que vivió desde hace 2 millones
hasta hace 1,5 millones de años.
Durante miles de años, el Homo habilis convivió con otro ejemplar, el Homo
ergaster-, que tenía un cerebro mayor y del que procede la rama que llegaría
hasta nosotros. Descendiente del Homo ergaster parece ser el Homo
antecessor, encontrado en la Sierra de Atapuerca en Burgos. Este Homo
antecessor sería el precursor tanto del hombre de Neandertal como del Homo
sapiens moderno. La especie radicalmente distinta con respecto a sus
antecesores y más cercana al hombre moderno es la del Homo erectus, que vivió
desde hace 1,5 millones hasta hace unos 300.000 años. A este Homo erectus le
siguió el Homo sapiens arcaico que vivió hace unos 250.000 años y, finalmente,
el Homo sapiens sapiens (hombre que sabe que sabe) que no data de hace más
de unos 50.000 años. Del Homo heidelbergensis se supone que desciende el
Homo neanderthalensis, que se extiende desde hace 150.000 años hasta su
extinción hará unos 35.000 años. Sabemos que el australopiteco ya andaba
erecto, es decir que, al parecer, la bipedestación comienza con este antecesor
nuestro. La fabricación de herramientas se iniciaría más tarde, con la aparición
del Homo habilis, aunque serían toscas y no tan elaboradas como las que
después va a realizar el Homo erectus. Al Homo erectus se le atribuye el uso del
fuego por vez primera, lo que le permitió vivir en cualquier entorno y migrar fuera
de África. La hipótesis que afirma que la bipedestación permitió, al liberar la
mano, la fabricación de herramientas e instrumentos diversos, no parece ser
correcta, ya que en el australopiteco se libera la mano gracias a la locomoción
bípeda, pero, sin embargo, la manufactura de herramientas no aparece hasta la
llegada del Homo habilis. Al investigar cómo ha evolucionado el cerebro a lo largo
de los millones de años de existencia de los homínidos nos encontramos con un
problema: sólo se conservan los fósiles óseos del cráneo, y generalmente de
forma fragmentada, mientras que las partes blandas han desaparecido para
siempre. No obstante, mediante el análisis de los moldes endocraneanos, es
decir de los moldes que se forman con las paredes internas del cráneo en donde
han quedado las impresiones de las huellas de los lóbulos cerebrales, así como
3. las venas de las meninges, se puede inferir, al menos, el tamaño aproximado de
los distintos lóbulos cerebrales.
El volumen cerebral es más fácil de conocer, sobre todo cuando se poseen
fósiles en buen estado de conservación. En este sentido se sabe que si se coloca
el volumen cerebral en relación con la masa corporal, lo que se denomina
coeficiente de encefalización, los grandes monos tenían 2,5 veces más cerebro
para la misma masa corporal que los prosimios. Los australopitecus tenían más
cerebro que los grandes monos, pero el rango de variación se solapa con el de
los monos antropoides. Lo mismo ocurre con el Homo habilis. El primer gran
salto lo da el Homo erectus que dobla el coeficiente de los grandes monos. Y el
otro gran salto lo da el Homo sapiens, cuyo cerebro llega a tener casi tres veces
más volumen en relación con la masa corporal que los de sus predecesores. Es
decir, entre los prosimios y el ser humano moderno, el volumen cerebral se
multiplica por siete. Y el gran incremento de ese tamaño tiene lugar en los últimos
cientos de miles de años. Se han vinculado estos incrementos con la cultura
desarrollada por los distintos géneros de homínidos. Parece existir una relación
entre el aumento de volumen cerebral experimentado por el Homo erectus y las
innovaciones culturales que le acompañaron, como la producción de
herramientas más refinadas, la domesticación del fuego y la migración hacia
distintas regiones del planeta. El resto de las innovaciones culturales están
lógicamente en relación con el enorme incremento en volumen cerebral que
experimentó el Homo sapiens. En cualquier caso, y por lo que sabemos de seres
humanos modernos cuyo volumen cerebral es muy inferior al normal, no parece
que este factor sea decisivo en relación con las funciones intelectuales. En
cuanto a las zonas del cerebro que se han desarrollado más, desde los simios al
hombre moderno, los moldes endocraneanos revelan que las partes más
antiguas del cerebro, como el tronco del encéfalo y el cerebro medio, no
aumentaron mucho de tamaño. Como era de esperar, aquellas regiones
cerebrales que están en relación con funciones cognitivas son las que más han
crecido, a saber, el hipocampo, relacionado con la memoria y la espacialidad, el
cerebelo, relacionado con la coordinación v finura de los movimientos, incluido
el lenguaje, y la corteza cerebral, especialmente aquellas áreas de asociación
que posibilitan nuestras funciones superiores o intelectivas. Así, la corteza
4. premotora, encargada de elaborar complicadas estrategias motoras, se
desarrolla mucho más que la corteza sensorial o motora primaria. Asimismo
aumentaron de tamaño las áreas temporales y frontales que están en estrecha
relación con el lenguaje, así como aquellas áreas parietales, temporales y
frontales que son consideradas áreas de asociación. Los moldes endocraneanos
también nos dicen que ya en el Homo erectus aquellas regiones frontales y
temporales que corresponden a lo que hoy denominamos área motora del
lenguaje, o área de Broca, y área sensorial o receptiva del lenguaje, o área de
Wernicke, ya estaban muy desarrolladas, por lo que algunos autores han
concluido que es probable que el Homo erectus poseyera la capacidad lingüística
que nos caracteriza. Otros autores le niegan al Homo erectus esta capacidad,
así como al hombre de Neandertal, más moderno, como antes dijimos,
basándose en la reconstrucción del tracto vocal.
Texto extraído de forma integra del libro: El Cerebro nos Engaña de Francisco J. Rubia