Este documento presenta dos anécdotas del compañero de clases Vicente Alvarado, apodado "El Tuerto", de cuando estudiaban en tercero de secundaria en 1950-1951. La primera anécdota cuenta cómo El Tuerto apiló pupitres durante un recreo y estos se derrumbaron cuando el inspector abrió las puertas del aula, causando risas. La segunda anécdota narra cómo cuatro estudiantes, incluido el narrador, se fueron a nadar en lugar de asistir a clases un sábado,
Anécdotas de tercero segunda que muestran el valor del profesor Vicente Alvarado
1. ANÉCDOTAS DE TERCERO SEGUNDA
VICENTE ALAVARADO VILLAVICENCIO
Le decíamos el Tuerto. Es uno de los compañeros que
más recuerdo; siempre nos estimamos mucho. Tengo
dos anécdotas inolvidables de este amigo… Ambas
sucedieron cuando estábamos en tercer curso segunda
sección, en el año lectivo 1950-1951.
En aquella época estudiábamos en dos jornadas
diarias. En la mañana, teníamos cuatro horas clase, con
recreos de cuarto de hora entre clase y clase.
Terminado el recreo, nos formábamos en el patio para
subir a nuestras aulas. El tercero segunda estaba en el
tercer piso, en el extremo del ala sur. Llegábamos en
Lic. Edwin Guerrero Blum dos filas: junto a la pared, la una, y al frente, la otra. El
inspector de curso era Alfonso “el Cura” López. Se
paraba en la grada superior y decidía cual era la fila que debía pasar primero. Se daba
media vuelta y con las dos manos, empujaba las puertas del aula, para que sigamos los
alumnos. En el día de esta anécdota, estaba como “semanero”, Vicente Alvarado. Al
empujar las puertas, el Cura López vio derrumbarse una fila de pupitres que el Tuerto
se había dado el trabajo de apilar durante el recreo, produciendo el consiguiente susto
y el enojo del inspector y el goce nuestro. No recuerdo cuál fue la sanción que se llevó
el Viche Alvarado, pero no fue mayor, en todo caso.
En cambio, la que nos íbamos a llevar cuatro alumnos del mismo curso, en otra
ocasión, era muy grave, las cosas sucedieron así. Teníamos clases los sábados por la
mañana, a cambio de las tardes de los miércoles que eran libres, Un sábado de esos, a
la hora de ingreso, las puertas del colegio se encontraban cerradas. No podíamos
entrar ni veíamos que los profes llegaban. Recuerdo que teníamos Literatura con el
“Choclo” Miño; Matemáticas con el Ingeniero Almeida; Física con el “Colorado”
Barragán y Química con el “Chupete” Ramos. Líbranos de esas cuatro clases nos
pareció una excelente cosa y al seguir las puertas cerradas, decidimos formarnos e
irnos a la piscina de Guápulo. Yo era el presidente del curso y dirigí la marcha que se
cumplió con toda disciplina. El lunes concurrimos a clases; teníamos la primera hora
con el profesor Vicente Alvarado Montesdeoca, en el Gabinete de Ciencias Naturales.
Apenas iniciada la clase, irrumpió el “Pupo” Fierro, y después de pedir disculpas al
profesor, dijo en voz alta. “¡Guerrero, Salas, Navarro y Arboleda cojan sus útiles, están
expulsados del colegio!”. Asustados naturalmente, obedecimos la orden, tomamos
2. nuestros cuadernos y nos dispusimos a salir. Entonces, oímos al Tuerto Alvarado que
se levantó y dijo: “Perdón, señor Fierro. El sábado nos fuimos todos, de manera que
todos debemos ser sancionado y no solo los cuatro compañeros”. El Pupo, con la
sensibilidad que le caracterizaba; (como a todo buen maestro) le respondió; “Me gusta
tu franqueza y tu valentía. Voy a consultar con el señor rector”. Y dirigiéndose a los
cuatro “expulsados”, dijo “Vuelvan a sus puestos”. Al terminar la clase, volvió el
Inspector General, y expresó que se había cambiado la sanción, y que todo el curso se
quedaría aplazado para septiembre en las cuatro materias que debimos recibir el
sábado. La sanción a la postre, no se hizo efectiva, y se quedaron aplazados
únicamente los alumnos que no completaron los puntos necesarios para rendir los
exámenes finales en julio.
Años más tarde, el mismo Vicente Alvarado Villavicencio, cuando fungía de dirigente
de los servidores públicos, se enfrentó al Presidente Velasco Ibarra, cuando se suscitó
un problema con el gremio que representaba, su temple le venía desde las aulas del
Mejía.