1. GRATITUD A QUIEN HIZO UN LAUREL
“Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía,
sino hacer de él alguien que no existía” Ruskin John
El 13 de abril de 1920, el Presidente Baquerizo Moreno declaró a esta fecha como el “Día del Maestro
ecuatoriano”, en honor a célebres personajes que a través de la historia dejaron su legado, entre ellos Juan
Montalvo, Federico González Suárez y Luis Felipe Borja. Con motivo de la próxima celebración del Día del
Maestro, hemos considerado reflexionar acerca de nuestra práctica educativa.
Se dice que existen tres grandes vocaciones: el sacerdocio, la medicina y la docencia. Por las diestras manos
de un docente pasan presidentes, congresistas, militares, ministros y profesionales de todas las
especialidades. El maestro es considerado uno de los principales personajes del cambio social. Su sabiduría
descansa en una visión integral de la vida, que ofrece día a día en las aulas. Su capacidad de autonomía y
reflexión crítica le facilitan que encuentre soluciones a la problemática que enfrenta diariamente y busca
propiciar estas capacidades en sus estudiantes, a los que adicionalmente les brinda afecto en un ambiente de
confianza y seguridad.
El docente, inmerso hoy en día, en una burocracia que asfixia el quehacer pedagógico, no es solamente un
simple funcionario de una educación ajena a la vida. En su labor tantas veces reconocida, tantas otras
cuestionada y desprestigiada, que exige un gran desgaste intelectual y emocional, sin duda alguna obtiene
satisfacciones, pero también demanda grandes renunciamientos. No es fácil ser docente, a pesar de ello,
existen todavía un gran número que sobresalen en sus claustros por realizar su labor con dedicación y
excelencia. Educadores a quienes los retos a los que se enfrentan no les han quitado las ganas de enseñar.
Ese es el caso del Educador de nuestra noble Institución, que realiza su encomiable trabajo al servicio de las
diversas generaciones que han pisado la Casona de la Vargas.
En una entrevista realizada a Fernando Sabater, expresaba que el objetivo fundamental de la educación es
cultivar la humanidad, entendida esta como la transmisión de una herencia de pensamiento, valores,
interpretación del mundo, incluso sentimientos. Todo lo que precisamente se transmite con la educación y por
tanto humaniza. El escritor español, señala al docente como una pieza esencial de la educación, pues la
transmisión de la humanidad solo se puede hacer desde un ser humano que encarne de alguna manera esa
herencia que se quiere transmitir.
Por todo ello, ser maestro es antes que nada, una actitud ante la vida. Aunque en la mayoría de los casos
nunca sabremos si hemos hecho bien el trabajo que se nos ha encomendado, el enorme privilegio de haber
tocado tantas almas nos reconforta y nos impulsa con mayor brío a seguir nuestro camino.
Compañeros, compañeras, reciban el respeto, felicitación y reconocimiento a su labor diaria; quienes
conformamos el Consejo Editorial de Café Mejía, les enviamos un saludo fraterno en su día.
¡FELICIDADES!