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RREEGGLLAASS DDEE LLAA MMEENNTTEE
Todo pensamiento o idea causa una reacción física:
Los pensamientos de preocupación, impotencia, desesperanza y tragedia
suelen tener un efecto supresor en las reacciones de defensa y en la bioquímica
celular, así como pensamientos de alegría, seguridad y confianza producen el
efecto contrario. Es muy común en el ámbito de la consulta médica ver personas
que realmente no presentan lesiones importantes en ninguno de sus órganos y, sin
embargo, se sienten realmente muy enfermas, generalmente estos individuos
mantienen su atención mental en el malestar o pensando en la posibilidad de
desencadenar una enfermedad grave, se sienten desdichadas por cualquier
situación, recuerdan más los velorios que las fiestas. Peregrinan de consulta en
consulta con la intención, ¡inconsciente!, de encontrar la enfermedad que ha estado
gravitando en sus mentes, así pasan buena parte de su tiempo de vida y, en la
mayoría de los casos, tiempo después aparece un diagnostico y el clásico: “yo lo
sabía, con razón siempre sentía algo”. Desconocen estas personas que la
conciencia crea la realidad, como reza la física moderna.
Somos artífices de nuestra propia realidad, creamos nuestro propio mundo
con la materia prima de los pensamientos.
Hay casos emblemáticos que corroboran esta nueva epistemología del
paradigma emergente. El primero al que me referiré en este espacio es el de un
hombre de mediana edad que con frecuencia asistía a la emergencia de un hospital
con un dolor en el pecho, muy alarmado pedía al personal de turno que lo asistiera
rápido porque lo más seguro es que tenía un infarto en el corazón, una vez
realizado el electrocardiograma y las pruebas de sangre se comprobaba que no
había ningún infarto y que seguro era una contractura muscular o una neuritis, se le
orientaba tratamiento y se retiraba, al parecer no muy convencido. El episodio se
repetía con cierta frecuencia, el personal del hospital ya lo conocía y para algunos
era un verdadero fastidio la presencia de aquel hombre con las crisis de dolor en el
pecho, cada vez más frecuentes. Hasta que un día el hombre llega más alarmado
que de costumbre y visiblemente se percibía bastante afectado, incluso la
coloración violácea de la piel evidenciaba un verdadero ataque al corazón, era ya
pasada la media noche por lo que el especialista de guardia dormía en el cuarto de
descanso, el médico interno llama al teléfono del especialista y este al oír el nombre
del paciente le ordena al interno que le ponga un calmante que ese es un caso de
hipocondría y que seguramente no era nada importante, sin embargo, a los pocos
minutos vuelve a llamarlo el interno y a regañadientes el especialista decide ir a
calmar a este hombre que ya era conocido en el centro hospitalario como
hipocondriaco (persona que se inventa las enfermedades), para su sorpresa el
doctor ve que aquel hombre se está muriendo, se le acerca a la camilla y le toma la
mano, el hombre abre los y al ver que era el médico que casi siempre lo recibía le
dice: “ahora si me cree doctor”, a los pocos minutos murió.
Lo más alarmante de este caso es que al realizarle la necropsia las arterias
coronarias estaban totalmente limpias.
El otro caso que confirma la fuerza de los pensamientos, y su influencia en el
cuerpo, fue un famoso experimento que fue publicado en el año 2007 realizado en
el estado de Arizona de los Estados Unidos. Un hombre fue condenado a pena de
muerte con inyección letal y un grupo de investigadores de la Universidad de
Arizona idearon experimentar con este hombre. Se convino con el tribunal del
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estado hacer un ensayo con el preso. Antes de administrarle la inyección mortal, se
le diría que la manera como sería ejecutado era cortándole las venas del brazo
derecho y que de esta manera perdería toda la sangre y moriría, los médicos que
propusieron el experimento se hicieron pasar por verdugos ante la mirada impávida
del infeliz sentenciado, se le vendaron los ojos y lo amarraron a la camilla, debajo
de la misma se escuchaba un goteo espeso en un recipiente de aluminio, al cabo de
unos minutos el hombre fue perdiendo la consciencia y a la media hora
aproximadamente quedó sin signos vitales, no obstante, el líquido que caía en el
cubo era una solución salina preparada por los especialistas, de manera que este
hombre, se convenció que moriría desangrado aunque en su torrente sanguíneo
permanecía su sangre intacta.
Estos casos ilustran con toda claridad que el cuerpo es un niño inocente
que cree lo que la mente le dice, o como dijera un psicoanalista: “El cuerpo es el
teatro donde la mente ejecuta su obra”. Esta pauta mental está íntimamente
relacionada a esta otra que dice: Un síntoma inducido emocionalmente, si
persiste lo suficiente tiende a generar cambios orgánicos
Por supuesto que así como estas reglas funcionan para enfermarnos
también funciona para mantenernos libre de enfermedad. Las personas sanas son
aquellas que su atención mental está casi siempre enfocada a las experiencias
agradables de la vida y cuando aparece un malestar no piensan que algo ha venido
desde el exterior a sacarlos del juego, inmediatamente creen que son capaces de
recuperar la salud, no se angustian y generalmente el malestar pasa, solo si este
aumenta o se mantiene, entonces acuden al médico sin mucho aspaviento, cumplen
las indicaciones del facultativo y san se acabó. Estos individuos son más resistentes
a las frustraciones y toleran mejor las situaciones difíciles de la vida, su actitud se
enfoca en lo positivo y ven los momentos trágicos como señales determinantes de
la naturaleza, Aquí traigo a colación el caso de un conocido que sufrió la muerte de
su hija de nueve años y cuando me acerco para darle apoyo me dice: “Sólo le
agradezco a Dios que me haya dejado por nueve años disfrutar de uno de sus
Ángeles especiales”, aquello me dejó sin palabras, pensando que estaba en
presencia de un ser que no pierde la perspectiva espiritual como elemento
fundamental de la vida, especialmente cuando ya nada tiene explicación en este
plano.
Otra regla de la mente que se relaciona con las mencionadas arriba es la que
plantea: Lo que se espera tiende hacerse realidad.
Cuando la mente recibe una información congruente repetidas veces, tiende a crear
pautas fijas. El inconsciente es extraordinariamente obediente y como tal va
creando el camino para confirmar la información que le han obligado a fijar.
También está muy relacionada esta pauta mental con lo que últimamente llaman la
ley de la atracción.
Todo pensamiento es onda, así ha sido comprobado en los aceleradores de
partículas donde se pudieron ver los destellos que se desprendían del cráneo de un
físico que caminaba en el interior de un inmenso acelerador y otro investigador
constataba los rastros de esos destellos en el monitor del aparato en el exterior del
mismo, estas ondas fueron bautizadas con el nombre de PSITRONES o partículas-
ondas del pensamiento. De tal manera que si los pensamientos son ondas deben
tener una vibración determinada por la frecuencia en la que oscilan, por lo tanto esa
frecuencia hace resonancia con ondas parecidas, al parecer el cerebro es una
especie de antena que recibe y emite ondas que comparten la misma sintonía y/o
los mismos canales, de allí que si pensamos frecuentemente en desdichas nuestras
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vidas estarán llenas de desdichas, como dijera Ramtha: “una tragedia puede traer
una segunda y una segunda tragedia merece una tercera”. De allí la importancia de
entrenar la mente para mover la atención hacia los pensamientos de optimismo. De
esta manera estaremos creando las condiciones subjetivas, que siempre preceden
a la realidad objetiva, para crear una vida venturosa, es decir, que si pensamos en
dicha y plenitud llegaran a nuestras vidas experiencias de dicha y plenitud, puesto
que la frecuencia de nuestros pensamientos resonará en ese canal y atraeremos a
la vida las experiencia que sintonizan la frecuencia del mismo, cual radio transmisor.