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Siria, Medio Oriente y el mundo. 
Por Mariela Cuadro 
Suele exigirse a quien se dedica al estudio de las RRII que otorgue respuestas y dé soluciones a 
los desafíos que propone la “realidad”. Con bastante menor frecuencia, en cambio, se le pide que 
formule preguntas. Ante los sucesos en Siria no existen respuestas fáciles. Y, curiosamente, la 
intervención militar en nombre de la defensa de los DDHH se ha convertido en una de éstas. En 
efecto, la mayor parte de los especialistas, acompañados por la amplísima mayoría de los medios 
de comunicación, la apoyan, si no directamente, sí de modo indirecto. 
Entre estos últimos parece pertinente resaltar el caso de Al-Jazeera en su versión en inglés. Su 
política editorial ha experimentado un giro radical en los últimos años que se graficó en el apoyo 
a la intervención militar por parte de la OTAN en Libia en el año 2011 y en su cobertura 
tendenciosa hacia una política del mismo tipo, esta vez en Siria. El análisis debe descartar 
cualquier lectura que vaya en la dirección de pensar este giro como una evolución en términos de 
bondad del medio. En efecto, haciendo un seguimiento de su cobertura de la “Primavera árabe”, 
es posible notar un desbalance en la atención prestada al conflicto en Siria, por un lado, y a aquél 
en Bahréin y Yemen, por otro, por poner sólo unos ejemplos. La atención de Al-Jazeera inglés se 
centró casi exclusivamente en la cuestión siria una vez “finalizado” el conflicto en Libia con el 
asesinato del ex presidente Muammar Gaddafi. A partir de entonces, otros acontecimientos, 
también importantes y también ligados a las revueltas árabes, como la intervención de las tropas 
del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG1) en Bahréin o las revueltas que allí o en Yemen se 
despliegan, apenas si fueron cubiertos. Al igual que en Siria, tanto en Bahréin como en este 
último país, el conflicto está lejos de haberse solucionado y pueden contarse en ambos países una 
importante cantidad de muertos y violaciones a los DDHH políticos de todo tipo. 
Como se decía más arriba, la ligereza con la que se encaran las intervenciones militares en países 
del hemisferio sur ha habilitado el terreno para que la discusión en torno del conflicto en Siria 
pase por el eje intervención/no intervención, en lugar de dedicar esa energía a la búsqueda de una 
salida negociada. Este resquemor a la apuesta al diálogo entre las fuerzas internas que se baten 
en el país árabe está basado en el hecho de que el conflicto ha sido desde un comienzo 
internacionalizado. Por un lado, porque no se pueden despegar los acontecimientos en Siria de las 
revueltas populares que desde fines del año 2010 tienen lugar en los países árabes. Por otro lado, 
1 Arabia Saudita, E.A.U., Omán, Kuwait, Bahréin y Qatar –este último sede de Al-Jazzera-
porque al ser Siria un aliado fundamental de Irán, en el conflicto han intervenido abierta o 
solapadamente: Israel, los países de la península arábiga (sobre todo, Arabia Saudita y Qatar), las 
potencias europeas con mayor peso en la Unión Europea (UE), Estados Unidos, Rusia, China, 
Irán y Turquía, por nombrar los actores estatales con mayor protagonismo. 
La revuelta en Siria encuentra las mismas explicaciones que los movimientos contestatarios que 
desde diciembre del año 2010 hicieron temblar a los gobiernos árabes. Por un lado, el rechazo a 
un régimen autoritario con potestad soberana y exclusiva sobre todas las instituciones del Estado 
que ha llegado a banalizar la utilización de los más feroces métodos represivos. Por otro lado, la 
instauración - alentada por el Occidente septentrional - de ciertas pautas neoliberales en el plano 
socio-económico que, entre otras consecuencias, implica una desigualdad creciente potenciada 
por el retiro del Estado de los ámbitos más sensibles a nivel social. En este contexto, el aumento 
en los precios de los alimentos en un 30% durante junio y diciembre del año pasado, según la 
FAO2, no hizo más que agravar la situación. Por último, el fuerte peso demográfico de una 
juventud que, dotada de altos niveles de educación formal, no logra insertarse a nivel laboral3, 
pero tampoco en el estrecho ámbito político. 
Las respuestas de los distintos gobiernos y las relaciones de los distintos países con ellos hicieron 
que el desarrollo de los sucesos tomara rasgos singulares: 
- En Túnez, el proceso democrático se despliega sin demasiadas dificultades, resultando 
victorioso el partido islámico Al-Nahda, luego de las manifestaciones que tuvieron lugar entre 
diciembre 2010 y enero 2011 y que el ex Presidente derrocado, Ben Ali, se refugiara en Arabia 
Saudita con el permiso de la Casa de Saúd. 
- En Libia, las fuerzas de la OTAN y los “rebeldes” asesinaron al ex Presidente Muammar al- 
Gaddafi. A partir de entonces, la mayoría de los medios de comunicación internacionales que 
habían apoyado la intervención militar, dejaron de informar. Según pudimos conocer, la situación 
es cuanto menos desordenada, no pudiendo el Consejo Nacional de Transición4 centralizar el 
poder y desarmar a las milicias armadas por esa misma entidad y por la OTAN. Los distintos 
grupos que ejercen el poder en distintas zonas geográficas del país han sido denunciados por 
organizaciones defensoras de los DDHH. 
2 http//:www.fao.org/worldfoodsituation/wfs-home/foodpricesindex/en 
3 Ésta también es una consecuencia del achicamiento del Estado que fuera el que, con anterioridad al neoliberalismo, 
absorbiera a la masa de profesionales. 
4 Entidad reconocida como gobierno libio por la mayoría de los países del mundo, con las excepciones notables de 
Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela, entre otros.
- Luego de un año de enfrentamientos armados entre defensores y detractores del gobierno del 
Presidente Saleh, Yemen ha vivido una suerte de llamado a la participación popular para 
refrendar en el poder a su Vice-presidente, Mansur Hadi, quien, de esta manera, se ha convertido 
en el nuevo mandatario. De todas formas, Yemen dista de ser un Estado unificado; el país se 
encuentra dividido fundamentalmente en tres regiones: norte, centro y sur. En el norte, los 
Huthis, tribu shiíta, han aprovechado el conflicto y han incrementado los niveles de autonomía en 
su región. Algo parecido puede decirse con respecto al sur, en el que militantes de Al-Qaeda, 
grupos autonomistas y fuerzas nacionales y de Estados Unidos, luchan por el control del 
territorio. El centro, si bien más controlado por el nuevo gobierno, no está exento de luchas 
intertribales. El ex Presidente, luego de retirarse del poder secundado por un plan de pacificación 
pergeñado por el CCG, se dirigió a Estados Unidos, según se sostiene, para recibir tratamiento 
médico. 
- En Egipto, el Consejo de Seguridad de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas en inglés), 
luego de sostener que entregaría el poder a civiles en junio del 2011, ahora sostiene que lo hará 
en mayo de este año. No sin razón, los sectores que aún permanecen en las calles exigiendo su 
inmediata disolución, dudan de esta aseveración. Entre tanto, se desarrollan las elecciones y los 
Hermanos Musulmanes, que ocupan la enorme mayoría de los asientos parlamentarios, por 
momentos parecen defender al SCAF. Entre tanto, continúa la represión y los juicios militares 
contra presos políticos y Estados Unidos continúa enviando a los militares anualmente 1300 
millones de dólares en concepto de “ayuda”. A esto se puede sumar que, unas semanas después 
de levantada la Ley de Emergencia, un partido de fútbol deja casi un centenar de muertos como 
resultado de la no injerencia de las fuerzas de seguridad, enviando el mensaje de que sin esa 
poderosa arma en manos de las fuerzas armadas, reina el caos. 
- En Bahréin, luego de un impasse generado por la represión llevada a cabo por el CCG, se 
multiplican las manifestaciones de una población mayormente shiíta y, por ello, acusada de estar 
asociada a Irán, y se multiplican, también, los muertos y las denuncias de violaciones de los 
DDHH. 
Si hicimos esta reseña apresurada acerca de la situación actual en los países meso-orientales que 
atraviesan un proceso de reconfiguración de sus relaciones de poder internas con impacto a nivel 
regional, es para situar el conflicto en Siria en un contexto más amplio y, de esta manera, romper 
con el aislamiento discursivo que la selectiva cobertura mediática y el selectivo tratamiento por
parte de especialistas en RRII, le imponen. Siria forma parte de todos estos procesos, sin dejar de 
tener sus propias especificidades. Rápidamente: las manifestaciones comenzaron el 26 de marzo 
del año 2011 en Deraa, provincia sureña, y, dada la respuesta represiva del régimen, se 
diseminaron por el resto del territorio. Asimismo, y al aumentar la belicosidad de la respuesta del 
gobierno, lo que comenzó como una serie de protestas pacíficas, exigiendo las reformas 
prometidas por Al-Assad al llegar al poder en el año 2000, en unos meses dejó de serlo. Los 
grupos armados (Ejército Sirio Libre –ESL- y Consejo Militar Revolucionario Supremo) que el 
gobierno sirio rotula como “terroristas” y sus enemigos como “luchadores democráticos”, están 
formados por sectores que han desertado del ejército, a los que se han sumado civiles y que han 
sido armados militar y logísticamente por los países enemigos del gobierno. La oposición siria no 
constituye un grupo homogéneo. Entre los distintos grupos armados y los políticos civiles, 
nucleados en torno del Consejo Nacional Sirio (CNS) en el exilio, pero también del Movimiento 
Nacional para el Cambio que acusa al anterior de ser islamista, existen marcadas diferencias. Si 
bien el ESL reconoció al CNS como representante sirio, esta última institución pretende una 
subordinación de los militares al ala civil que, de momento, los primeros no están dispuestos a 
aceptar. Hay voces que ya han calificado a esta situación, bastante confusa, de guerra civil. A 
estos rasgos particulares del conflicto, se agrega la especificidad, quizás de mayor impacto en el 
plano internacional, de que el gobierno de Damasco es un histórico aliado regional de Irán. 
De allí que sea polémico el hablar de la situación actual en Siria sin tener en cuenta esta 
dimensión. Pues ésta explica el grado de intervencionismo que es ejercido por otros países en el 
conflicto. Fundamentalmente, se trata de detener a Irán en su vocación nuclear. En este punto, los 
intereses de los países noroccidentales, de Israel, de Turquía y de los países de la península 
arábiga, se encuentran. Para Estados Unidos y las potencias europeas, la cuestión no es tanto el 
“peligro para la humanidad” que pudiera implicar un Irán nuclear, sino más bien el hecho de que 
funcionaría como un nuevo balanceador de poder a nivel mundial. Lo mismo puede decirse para 
Turquía y los países de la península arábiga, pero esta vez en el plano regional. El enfrentamiento 
entre Irán y Arabia Saudita se remonta a 1979, año de la Revolución Islámica y del comienzo de 
la lucha por la hegemonía regional entre ambos países. Israel, por su parte, continuando con la 
línea de victimización que guía su política exterior, teme por su existencia. En este punto es 
necesario no pasar por alto las efectivas amenazas que, en su construcción de hegemonía 
regional, Teherán ha lanzado contra Tel Aviv.
Todos estos países interesados han intervenido de manera abierta o encubierta. Arabia Saudita, 
secundado por Qatar, ha movilizado la Liga Árabe (LA) de una manera que contrasta fuertemente 
con el quietismo de la organización con anterioridad a la invasión de Irak en el año 2003. Como 
sucesos destacables, la organización internacional, que estuvo a punto de suspender a Siria 
acusándola de violación de los DDHH, ha elaborado un plan de pacificación del país árabe que 
supone el abandono del cargo del presidente alauita, Bashar Al-Assad; ha organizado misiones de 
observación, detenidas por Riad, que durante los meses que funcionaron sirvieron para disminuir 
el grado de violencia entre las partes enfrentadas5; y ha participado de la Conferencia “Amigos de 
Siria” que tuvo lugar hace unas semanas en Túnez. Todas las políticas en este sentido estuvieron 
dirigidas no sólo a poner fin al conflicto, sino a hacerlo en una dirección bien determinada: el 
cambio de gobierno. Las potencias noroccidentales, por su parte, se han pronunciado a favor de 
cada una de las declaraciones de la LA y han buscado formalizar las distintas intervenciones a 
través de la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas 
(CSNU) en la cual se ofrecía apoyo para facilitar una “transición política” hacia la democracia. Si 
bien se expresó una y otra vez que dicha resolución no habilitaría la intervención con la finalidad 
de llevar a la práctica un nuevo cambio de régimen en la región de Medio Oriente, el texto hacía 
referencia al plan de la LA que implicaba hacer a un lado a Al-Assad. El antecedente de la 
resolución 1973, respecto al conflicto en Libia, llevó a China y a Rusia a utilizar en esta 
oportunidad el veto del que son beneficiarios. Esto último no implicó una luz verde por parte de 
Beijing y de Moscú que continúan presionando a Assad para que se siente a negociar. De hecho, 
bajo la presión de los rusos, el gobierno sirio se abstuvo de utilizar la aviación y armas pesadas en 
la represión. 
El Estado de Israel, por su parte, tiene un perfil más bajo con respecto a Siria, concentrado como 
está en su enfrentamiento directo con Irán. En los últimos meses hemos sido testigos de una 
fuerte escalada verbal por parte de las distintas autoridades y funcionarios israelíes planteando la 
necesidad de atacar Irán ante la supuesta inminencia (negada incluso por la inteligencia de 
Washington) de su conversión en potencia nuclear. En cuanto a Teherán, no ha intentado ocultar 
lo mucho que le interesa apoyar al actual gobierno sirio y demostrar poderío militar ante las 
amenazas israelíes: el envío de dos buques de guerra al puerto sirio de Tartous en el Mar 
5 Los reportes de dichas misiones, por otra parte, se encuentran bien lejos de lo que a diario transmiten los medios de 
comunicación internacionales.
Mediterráneo así lo atestigua. Es éste el segundo movimiento de este tipo que la potencia persa 
realiza desde 1979. 
Las intervenciones en nombre de la democracia (liberal) y los DDHH, sobre cuyo carácter 
universal e individual es posible y necesario reflexionar, se han vuelto una constante en la 
política internacional. Al respecto es necesario, por un lado, no dejar de enunciar que el respeto a 
los DDHH de los países que se encuentran al frente de estas intervenciones no ha sido tan 
inmaculado como se pretende (allí están, entre otras, la política migratoria restrictiva de muchos 
de los países europeos y las torturas que aún siguen siendo aplicadas por Washington a los presos 
de la “Guerra Global contra el Terror”, entre otras). Y, por otro lado, es necesario también llamar 
la atención sobre la homologación que se ha dado entre DDHH y libertades y derechos políticos. 
Los DDHH, tal como están expresados en la Declaración no significan sólo eso, comprenden 
también derechos económicos y sociales: al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la vivienda. 
Derechos que sólo algunos países –entre los que no se encuentran ninguno de los fomentadores 
de la intervención a Siria- pueden ufanarse de respetar. 
Tanto la política israelí como la iraní, sumado al hecho de que Rusia y China se están preparando 
efectivamente para la posibilidad cada vez más cercana de un enfrentamiento bélico, y al 
aumento del intervencionismo de Washington y las potencias europeas en la región, hace que una 
intervención militar en Siria sea un opción cuanto menos peligrosa para ser la única que 
verdaderamente se baraja.
Mediterráneo así lo atestigua. Es éste el segundo movimiento de este tipo que la potencia persa 
realiza desde 1979. 
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los DDHH de los países que se encuentran al frente de estas intervenciones no ha sido tan 
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efectivamente para la posibilidad cada vez más cercana de un enfrentamiento bélico, y al 
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Siria, Medio Oriente y el mundo: análisis del conflicto sirio en el contexto regional

  • 1. Siria, Medio Oriente y el mundo. Por Mariela Cuadro Suele exigirse a quien se dedica al estudio de las RRII que otorgue respuestas y dé soluciones a los desafíos que propone la “realidad”. Con bastante menor frecuencia, en cambio, se le pide que formule preguntas. Ante los sucesos en Siria no existen respuestas fáciles. Y, curiosamente, la intervención militar en nombre de la defensa de los DDHH se ha convertido en una de éstas. En efecto, la mayor parte de los especialistas, acompañados por la amplísima mayoría de los medios de comunicación, la apoyan, si no directamente, sí de modo indirecto. Entre estos últimos parece pertinente resaltar el caso de Al-Jazeera en su versión en inglés. Su política editorial ha experimentado un giro radical en los últimos años que se graficó en el apoyo a la intervención militar por parte de la OTAN en Libia en el año 2011 y en su cobertura tendenciosa hacia una política del mismo tipo, esta vez en Siria. El análisis debe descartar cualquier lectura que vaya en la dirección de pensar este giro como una evolución en términos de bondad del medio. En efecto, haciendo un seguimiento de su cobertura de la “Primavera árabe”, es posible notar un desbalance en la atención prestada al conflicto en Siria, por un lado, y a aquél en Bahréin y Yemen, por otro, por poner sólo unos ejemplos. La atención de Al-Jazeera inglés se centró casi exclusivamente en la cuestión siria una vez “finalizado” el conflicto en Libia con el asesinato del ex presidente Muammar Gaddafi. A partir de entonces, otros acontecimientos, también importantes y también ligados a las revueltas árabes, como la intervención de las tropas del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG1) en Bahréin o las revueltas que allí o en Yemen se despliegan, apenas si fueron cubiertos. Al igual que en Siria, tanto en Bahréin como en este último país, el conflicto está lejos de haberse solucionado y pueden contarse en ambos países una importante cantidad de muertos y violaciones a los DDHH políticos de todo tipo. Como se decía más arriba, la ligereza con la que se encaran las intervenciones militares en países del hemisferio sur ha habilitado el terreno para que la discusión en torno del conflicto en Siria pase por el eje intervención/no intervención, en lugar de dedicar esa energía a la búsqueda de una salida negociada. Este resquemor a la apuesta al diálogo entre las fuerzas internas que se baten en el país árabe está basado en el hecho de que el conflicto ha sido desde un comienzo internacionalizado. Por un lado, porque no se pueden despegar los acontecimientos en Siria de las revueltas populares que desde fines del año 2010 tienen lugar en los países árabes. Por otro lado, 1 Arabia Saudita, E.A.U., Omán, Kuwait, Bahréin y Qatar –este último sede de Al-Jazzera-
  • 2. porque al ser Siria un aliado fundamental de Irán, en el conflicto han intervenido abierta o solapadamente: Israel, los países de la península arábiga (sobre todo, Arabia Saudita y Qatar), las potencias europeas con mayor peso en la Unión Europea (UE), Estados Unidos, Rusia, China, Irán y Turquía, por nombrar los actores estatales con mayor protagonismo. La revuelta en Siria encuentra las mismas explicaciones que los movimientos contestatarios que desde diciembre del año 2010 hicieron temblar a los gobiernos árabes. Por un lado, el rechazo a un régimen autoritario con potestad soberana y exclusiva sobre todas las instituciones del Estado que ha llegado a banalizar la utilización de los más feroces métodos represivos. Por otro lado, la instauración - alentada por el Occidente septentrional - de ciertas pautas neoliberales en el plano socio-económico que, entre otras consecuencias, implica una desigualdad creciente potenciada por el retiro del Estado de los ámbitos más sensibles a nivel social. En este contexto, el aumento en los precios de los alimentos en un 30% durante junio y diciembre del año pasado, según la FAO2, no hizo más que agravar la situación. Por último, el fuerte peso demográfico de una juventud que, dotada de altos niveles de educación formal, no logra insertarse a nivel laboral3, pero tampoco en el estrecho ámbito político. Las respuestas de los distintos gobiernos y las relaciones de los distintos países con ellos hicieron que el desarrollo de los sucesos tomara rasgos singulares: - En Túnez, el proceso democrático se despliega sin demasiadas dificultades, resultando victorioso el partido islámico Al-Nahda, luego de las manifestaciones que tuvieron lugar entre diciembre 2010 y enero 2011 y que el ex Presidente derrocado, Ben Ali, se refugiara en Arabia Saudita con el permiso de la Casa de Saúd. - En Libia, las fuerzas de la OTAN y los “rebeldes” asesinaron al ex Presidente Muammar al- Gaddafi. A partir de entonces, la mayoría de los medios de comunicación internacionales que habían apoyado la intervención militar, dejaron de informar. Según pudimos conocer, la situación es cuanto menos desordenada, no pudiendo el Consejo Nacional de Transición4 centralizar el poder y desarmar a las milicias armadas por esa misma entidad y por la OTAN. Los distintos grupos que ejercen el poder en distintas zonas geográficas del país han sido denunciados por organizaciones defensoras de los DDHH. 2 http//:www.fao.org/worldfoodsituation/wfs-home/foodpricesindex/en 3 Ésta también es una consecuencia del achicamiento del Estado que fuera el que, con anterioridad al neoliberalismo, absorbiera a la masa de profesionales. 4 Entidad reconocida como gobierno libio por la mayoría de los países del mundo, con las excepciones notables de Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela, entre otros.
  • 3. - Luego de un año de enfrentamientos armados entre defensores y detractores del gobierno del Presidente Saleh, Yemen ha vivido una suerte de llamado a la participación popular para refrendar en el poder a su Vice-presidente, Mansur Hadi, quien, de esta manera, se ha convertido en el nuevo mandatario. De todas formas, Yemen dista de ser un Estado unificado; el país se encuentra dividido fundamentalmente en tres regiones: norte, centro y sur. En el norte, los Huthis, tribu shiíta, han aprovechado el conflicto y han incrementado los niveles de autonomía en su región. Algo parecido puede decirse con respecto al sur, en el que militantes de Al-Qaeda, grupos autonomistas y fuerzas nacionales y de Estados Unidos, luchan por el control del territorio. El centro, si bien más controlado por el nuevo gobierno, no está exento de luchas intertribales. El ex Presidente, luego de retirarse del poder secundado por un plan de pacificación pergeñado por el CCG, se dirigió a Estados Unidos, según se sostiene, para recibir tratamiento médico. - En Egipto, el Consejo de Seguridad de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas en inglés), luego de sostener que entregaría el poder a civiles en junio del 2011, ahora sostiene que lo hará en mayo de este año. No sin razón, los sectores que aún permanecen en las calles exigiendo su inmediata disolución, dudan de esta aseveración. Entre tanto, se desarrollan las elecciones y los Hermanos Musulmanes, que ocupan la enorme mayoría de los asientos parlamentarios, por momentos parecen defender al SCAF. Entre tanto, continúa la represión y los juicios militares contra presos políticos y Estados Unidos continúa enviando a los militares anualmente 1300 millones de dólares en concepto de “ayuda”. A esto se puede sumar que, unas semanas después de levantada la Ley de Emergencia, un partido de fútbol deja casi un centenar de muertos como resultado de la no injerencia de las fuerzas de seguridad, enviando el mensaje de que sin esa poderosa arma en manos de las fuerzas armadas, reina el caos. - En Bahréin, luego de un impasse generado por la represión llevada a cabo por el CCG, se multiplican las manifestaciones de una población mayormente shiíta y, por ello, acusada de estar asociada a Irán, y se multiplican, también, los muertos y las denuncias de violaciones de los DDHH. Si hicimos esta reseña apresurada acerca de la situación actual en los países meso-orientales que atraviesan un proceso de reconfiguración de sus relaciones de poder internas con impacto a nivel regional, es para situar el conflicto en Siria en un contexto más amplio y, de esta manera, romper con el aislamiento discursivo que la selectiva cobertura mediática y el selectivo tratamiento por
  • 4. parte de especialistas en RRII, le imponen. Siria forma parte de todos estos procesos, sin dejar de tener sus propias especificidades. Rápidamente: las manifestaciones comenzaron el 26 de marzo del año 2011 en Deraa, provincia sureña, y, dada la respuesta represiva del régimen, se diseminaron por el resto del territorio. Asimismo, y al aumentar la belicosidad de la respuesta del gobierno, lo que comenzó como una serie de protestas pacíficas, exigiendo las reformas prometidas por Al-Assad al llegar al poder en el año 2000, en unos meses dejó de serlo. Los grupos armados (Ejército Sirio Libre –ESL- y Consejo Militar Revolucionario Supremo) que el gobierno sirio rotula como “terroristas” y sus enemigos como “luchadores democráticos”, están formados por sectores que han desertado del ejército, a los que se han sumado civiles y que han sido armados militar y logísticamente por los países enemigos del gobierno. La oposición siria no constituye un grupo homogéneo. Entre los distintos grupos armados y los políticos civiles, nucleados en torno del Consejo Nacional Sirio (CNS) en el exilio, pero también del Movimiento Nacional para el Cambio que acusa al anterior de ser islamista, existen marcadas diferencias. Si bien el ESL reconoció al CNS como representante sirio, esta última institución pretende una subordinación de los militares al ala civil que, de momento, los primeros no están dispuestos a aceptar. Hay voces que ya han calificado a esta situación, bastante confusa, de guerra civil. A estos rasgos particulares del conflicto, se agrega la especificidad, quizás de mayor impacto en el plano internacional, de que el gobierno de Damasco es un histórico aliado regional de Irán. De allí que sea polémico el hablar de la situación actual en Siria sin tener en cuenta esta dimensión. Pues ésta explica el grado de intervencionismo que es ejercido por otros países en el conflicto. Fundamentalmente, se trata de detener a Irán en su vocación nuclear. En este punto, los intereses de los países noroccidentales, de Israel, de Turquía y de los países de la península arábiga, se encuentran. Para Estados Unidos y las potencias europeas, la cuestión no es tanto el “peligro para la humanidad” que pudiera implicar un Irán nuclear, sino más bien el hecho de que funcionaría como un nuevo balanceador de poder a nivel mundial. Lo mismo puede decirse para Turquía y los países de la península arábiga, pero esta vez en el plano regional. El enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudita se remonta a 1979, año de la Revolución Islámica y del comienzo de la lucha por la hegemonía regional entre ambos países. Israel, por su parte, continuando con la línea de victimización que guía su política exterior, teme por su existencia. En este punto es necesario no pasar por alto las efectivas amenazas que, en su construcción de hegemonía regional, Teherán ha lanzado contra Tel Aviv.
  • 5. Todos estos países interesados han intervenido de manera abierta o encubierta. Arabia Saudita, secundado por Qatar, ha movilizado la Liga Árabe (LA) de una manera que contrasta fuertemente con el quietismo de la organización con anterioridad a la invasión de Irak en el año 2003. Como sucesos destacables, la organización internacional, que estuvo a punto de suspender a Siria acusándola de violación de los DDHH, ha elaborado un plan de pacificación del país árabe que supone el abandono del cargo del presidente alauita, Bashar Al-Assad; ha organizado misiones de observación, detenidas por Riad, que durante los meses que funcionaron sirvieron para disminuir el grado de violencia entre las partes enfrentadas5; y ha participado de la Conferencia “Amigos de Siria” que tuvo lugar hace unas semanas en Túnez. Todas las políticas en este sentido estuvieron dirigidas no sólo a poner fin al conflicto, sino a hacerlo en una dirección bien determinada: el cambio de gobierno. Las potencias noroccidentales, por su parte, se han pronunciado a favor de cada una de las declaraciones de la LA y han buscado formalizar las distintas intervenciones a través de la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) en la cual se ofrecía apoyo para facilitar una “transición política” hacia la democracia. Si bien se expresó una y otra vez que dicha resolución no habilitaría la intervención con la finalidad de llevar a la práctica un nuevo cambio de régimen en la región de Medio Oriente, el texto hacía referencia al plan de la LA que implicaba hacer a un lado a Al-Assad. El antecedente de la resolución 1973, respecto al conflicto en Libia, llevó a China y a Rusia a utilizar en esta oportunidad el veto del que son beneficiarios. Esto último no implicó una luz verde por parte de Beijing y de Moscú que continúan presionando a Assad para que se siente a negociar. De hecho, bajo la presión de los rusos, el gobierno sirio se abstuvo de utilizar la aviación y armas pesadas en la represión. El Estado de Israel, por su parte, tiene un perfil más bajo con respecto a Siria, concentrado como está en su enfrentamiento directo con Irán. En los últimos meses hemos sido testigos de una fuerte escalada verbal por parte de las distintas autoridades y funcionarios israelíes planteando la necesidad de atacar Irán ante la supuesta inminencia (negada incluso por la inteligencia de Washington) de su conversión en potencia nuclear. En cuanto a Teherán, no ha intentado ocultar lo mucho que le interesa apoyar al actual gobierno sirio y demostrar poderío militar ante las amenazas israelíes: el envío de dos buques de guerra al puerto sirio de Tartous en el Mar 5 Los reportes de dichas misiones, por otra parte, se encuentran bien lejos de lo que a diario transmiten los medios de comunicación internacionales.
  • 6. Mediterráneo así lo atestigua. Es éste el segundo movimiento de este tipo que la potencia persa realiza desde 1979. Las intervenciones en nombre de la democracia (liberal) y los DDHH, sobre cuyo carácter universal e individual es posible y necesario reflexionar, se han vuelto una constante en la política internacional. Al respecto es necesario, por un lado, no dejar de enunciar que el respeto a los DDHH de los países que se encuentran al frente de estas intervenciones no ha sido tan inmaculado como se pretende (allí están, entre otras, la política migratoria restrictiva de muchos de los países europeos y las torturas que aún siguen siendo aplicadas por Washington a los presos de la “Guerra Global contra el Terror”, entre otras). Y, por otro lado, es necesario también llamar la atención sobre la homologación que se ha dado entre DDHH y libertades y derechos políticos. Los DDHH, tal como están expresados en la Declaración no significan sólo eso, comprenden también derechos económicos y sociales: al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la vivienda. Derechos que sólo algunos países –entre los que no se encuentran ninguno de los fomentadores de la intervención a Siria- pueden ufanarse de respetar. Tanto la política israelí como la iraní, sumado al hecho de que Rusia y China se están preparando efectivamente para la posibilidad cada vez más cercana de un enfrentamiento bélico, y al aumento del intervencionismo de Washington y las potencias europeas en la región, hace que una intervención militar en Siria sea un opción cuanto menos peligrosa para ser la única que verdaderamente se baraja.
  • 7. Mediterráneo así lo atestigua. Es éste el segundo movimiento de este tipo que la potencia persa realiza desde 1979. Las intervenciones en nombre de la democracia (liberal) y los DDHH, sobre cuyo carácter universal e individual es posible y necesario reflexionar, se han vuelto una constante en la política internacional. Al respecto es necesario, por un lado, no dejar de enunciar que el respeto a los DDHH de los países que se encuentran al frente de estas intervenciones no ha sido tan inmaculado como se pretende (allí están, entre otras, la política migratoria restrictiva de muchos de los países europeos y las torturas que aún siguen siendo aplicadas por Washington a los presos de la “Guerra Global contra el Terror”, entre otras). Y, por otro lado, es necesario también llamar la atención sobre la homologación que se ha dado entre DDHH y libertades y derechos políticos. Los DDHH, tal como están expresados en la Declaración no significan sólo eso, comprenden también derechos económicos y sociales: al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la vivienda. Derechos que sólo algunos países –entre los que no se encuentran ninguno de los fomentadores de la intervención a Siria- pueden ufanarse de respetar. Tanto la política israelí como la iraní, sumado al hecho de que Rusia y China se están preparando efectivamente para la posibilidad cada vez más cercana de un enfrentamiento bélico, y al aumento del intervencionismo de Washington y las potencias europeas en la región, hace que una intervención militar en Siria sea un opción cuanto menos peligrosa para ser la única que verdaderamente se baraja.