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La Pared Azul Cielo
José Acevedo Jiménez
Al igual que todas las mañanas, la mamá de Miguel le acompañaba camino
a la escuela. Paralela al plantel, a unos diez metros más o menos, había una pared
pintada de azul cielo.
Al voltear para despedirse de su madre, el joven Miguel, vio la pared y se quedó
contemplándola. Es preciso puntualizar que días antes, aquella misma pared
estuvo pintada de otro color, nada agradable para el sentido de la vista por cierto,
razón por la cual el pequeño, de no más de ocho años, quizás no se había fijado
en ella antes.
¿Qué observas, Miguel? Ven y dale un beso a tu madre antes de irme a trabajar.
¡Mamá, mamá, es el más hermoso de los caballos!
¿Dónde, dónde?
Está justo allí, en aquella pared azul.
¡Que imaginación tienes! Ven y despídete de tu madre.
Los días pasaron y la visión del caballo en la pared se acentuaba con el pasar de
las estaciones, y con ellas se agregaban nuevos detalles que antes se le habían
escapado a Miguel.
Madre, ¡mira, mira, su larga cabellera parece moverse con el viento, sus ojos
negros como el azabache brillan cual claro de luna, sus patas fuertes y firmes
galopan a la puesta del sol… - y así cada día un detalle nuevo. Pero la madre de
Miguel no comprendía aquello que veían los ojos de su único hijo, para ella no
era más que una simple pared. Tal era la incertidumbre de la madre, que hasta
llegó a poner a Miguel en manos de profesionales de la salud para que le
explicaran aquello que ella consideraba un problema, pero los médicos no
encontraron trauma alguno, y le explicaron que su hijo poseía una gran
imaginación y que debía ser fomentada por algún curso de arte, como la pintura
por ejemplo.
Tranquila por aquello que le habían dicho los expertos, la madre de Miguel se
llevó de consejo e inscribió a Miguel en un curso de pintura. Al poco tiempo el
joven demostró poseer un talento nato que sólo se ve en los grandes maestros del
arte y efectivamente con el paso del tiempo Miguel se convirtió en un gran pintor
de renombre mundial.
Como sucede con muchos de los hijos valerosos de un país pobre, Miguel tuvo
que abandonar el suyo cuando apenas era un adolescente. Había conseguido una
beca para estudiar artes en Europa y no podía desperdiciar aquella oportunidad
que le había dado la vida. Sin embargo la imagen de aquél caballo que sólo él
podía ver en la pared azul, seguía lucido en su mente. Regresar a su patria era su
más ferviente deseo, volver a contemplar aquella pared y poner a la vista de todos
aquello que sólo existía en su mente, su único sueño.
Al fin, llegó el día en que Miguel pudo regresar a su patria. Y luego de contarle su
sueño de infancia a las autoridades correspondientes, para que lo dejasen pintar
el muro que pertenecía al ayuntamiento, aquellas no se pudieron negar a su
petición; ¡claro, tratándose del gran Miguel, quien se negaría!
Una vez obtenido el permiso Miguel puso todo su empeño en la obra, y después
de unos cuantos meses, ante la presencia de todo el pueblo e invitados
internacionales Miguel reveló su gran obra, la cual dejó grabada una expresión
de asombro entre los presentes. Entre tantas personas, Miguel se dirigió hacia
donde estaba su madre, que ya era una anciana de edad avanzada, y tomándola
del brazo la acercó a la pintura, para que sus ojos cansados por la edad pudiesen
verla mejor. Cuando los ojos de la anciana pudieron apreciar la majestuosa
pintura, no pudo decir otra cosa más que: ¡mira Miguel, es el caballo!
- Si querida madre, ahora todos lo pueden ver.
Así como la madre de Miguel, muchos de nosotros no podemos ver un futuro de
bienestar y prosperidad, sin embargo mientras existan personas como Miguel
siempre habrá esperanzas.

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La pared azul cielo

  • 1. La Pared Azul Cielo José Acevedo Jiménez Al igual que todas las mañanas, la mamá de Miguel le acompañaba camino a la escuela. Paralela al plantel, a unos diez metros más o menos, había una pared pintada de azul cielo. Al voltear para despedirse de su madre, el joven Miguel, vio la pared y se quedó contemplándola. Es preciso puntualizar que días antes, aquella misma pared estuvo pintada de otro color, nada agradable para el sentido de la vista por cierto, razón por la cual el pequeño, de no más de ocho años, quizás no se había fijado en ella antes. ¿Qué observas, Miguel? Ven y dale un beso a tu madre antes de irme a trabajar. ¡Mamá, mamá, es el más hermoso de los caballos! ¿Dónde, dónde? Está justo allí, en aquella pared azul. ¡Que imaginación tienes! Ven y despídete de tu madre. Los días pasaron y la visión del caballo en la pared se acentuaba con el pasar de las estaciones, y con ellas se agregaban nuevos detalles que antes se le habían escapado a Miguel. Madre, ¡mira, mira, su larga cabellera parece moverse con el viento, sus ojos negros como el azabache brillan cual claro de luna, sus patas fuertes y firmes
  • 2. galopan a la puesta del sol… - y así cada día un detalle nuevo. Pero la madre de Miguel no comprendía aquello que veían los ojos de su único hijo, para ella no era más que una simple pared. Tal era la incertidumbre de la madre, que hasta llegó a poner a Miguel en manos de profesionales de la salud para que le explicaran aquello que ella consideraba un problema, pero los médicos no encontraron trauma alguno, y le explicaron que su hijo poseía una gran imaginación y que debía ser fomentada por algún curso de arte, como la pintura por ejemplo. Tranquila por aquello que le habían dicho los expertos, la madre de Miguel se llevó de consejo e inscribió a Miguel en un curso de pintura. Al poco tiempo el joven demostró poseer un talento nato que sólo se ve en los grandes maestros del arte y efectivamente con el paso del tiempo Miguel se convirtió en un gran pintor de renombre mundial. Como sucede con muchos de los hijos valerosos de un país pobre, Miguel tuvo que abandonar el suyo cuando apenas era un adolescente. Había conseguido una beca para estudiar artes en Europa y no podía desperdiciar aquella oportunidad que le había dado la vida. Sin embargo la imagen de aquél caballo que sólo él podía ver en la pared azul, seguía lucido en su mente. Regresar a su patria era su más ferviente deseo, volver a contemplar aquella pared y poner a la vista de todos aquello que sólo existía en su mente, su único sueño. Al fin, llegó el día en que Miguel pudo regresar a su patria. Y luego de contarle su sueño de infancia a las autoridades correspondientes, para que lo dejasen pintar el muro que pertenecía al ayuntamiento, aquellas no se pudieron negar a su petición; ¡claro, tratándose del gran Miguel, quien se negaría!
  • 3. Una vez obtenido el permiso Miguel puso todo su empeño en la obra, y después de unos cuantos meses, ante la presencia de todo el pueblo e invitados internacionales Miguel reveló su gran obra, la cual dejó grabada una expresión de asombro entre los presentes. Entre tantas personas, Miguel se dirigió hacia donde estaba su madre, que ya era una anciana de edad avanzada, y tomándola del brazo la acercó a la pintura, para que sus ojos cansados por la edad pudiesen verla mejor. Cuando los ojos de la anciana pudieron apreciar la majestuosa pintura, no pudo decir otra cosa más que: ¡mira Miguel, es el caballo! - Si querida madre, ahora todos lo pueden ver. Así como la madre de Miguel, muchos de nosotros no podemos ver un futuro de bienestar y prosperidad, sin embargo mientras existan personas como Miguel siempre habrá esperanzas.