2. Por cada cosa que sabemos, ignoramos infinidades. Y cuantas más cosas nos interesan,
más desconocimiento nos acompaña.
Ante la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos, no hay actitud más estimulante y
constructiva que la humildad. El conocimiento acumulado entre todos los humanos es tan extenso,
profundo y potente que casi cada uno pudiera pesar en una báscula lo que sabe y lo comparase
con lo que desconoce, el resultado sería que todos, sin excepción, somos unos pobres ignorantes.
La humildad es la levadura que hace crecer el conocimiento. En cualquier materia, los
“sabelotodo” que se cierran ante cualquier aportación ajena y desprecian
cuando no proviene de sus propios criterios, lo único que consiguen es blindar su cerebro al aire
fresco del exterior: han entrado en un proceso de oxidación y herrumbre de sus neuronas. Sin la
menor duda, al mayor cambio al que estamos asistiendo y que configura en silencio un mundo
definitivamente nuevo, es la democratización del conocimiento, un bien supremo que a lo largo de
la historia siempre estuvo limitado a ciertas elites. Jamás en la historia ha habido tanta gente
formándose en universidades y escuelas. La enciclopedia quedo sustituida por unas diminutas
teclas conectadas a Google o Yahoo!, que ya podemos llevar en el bolsillo. El nivel del
conocimiento medio no para de elevarse en cada una de las ramas del saber. Desde un punto de
vista de elección de saber, sufrimos un exceso de información. Estamos viviendo en la época más
fascinante de extensión del saber. Para los que quieren participar activamente en la carrera del
desarrollo, jamás han tenido enfrente tanta pista. Por eso es tan decisivos estar abiertos y
absorbentes. Inteligente es aquel que cada vez que desea aprender, toma una intensa conciencia
de su ignorancia.