La Madre Caridad consideró la Sagrada Eucaristía como el corazón del mundo y el aliento vital de su Instituto Religioso. Desde los primeros años de la fundación de la comunidad, se tributó el culto Eucarístico con adoración diurna y nocturna a pesar de las precarias condiciones. La Madre Caridad quiso que el homenaje de adoración al Sacramento del amor fuera público y esperaba que esa consagración a Jesús Hostia impregnara todo su Instituto del espíritu de reparación.