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Barry Carr
La izquierda mexicana
a través del siglo XX
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Colección
Problemas de México
~
Ediciones Era
05249,1
..,
Traducción de
Paloma Villegas
Fotografía de portada
Francisco Mata
Primera edición en inglés: 1982, The University ofNebraska Press, Lincoln, Nebraska
Título original: Marxism and Communism in Twentieth Century Mexico
Primera edición: 1996
ISBN: 968-411-387-0
DR © 1996, Ediciones Era, SA de C.V.
Calle del Trabajo 31, 14269 México, D.F.
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico
Este libro no puede ser fotocopiado ni reproducido
total o parcialmente por ningún otro medio o método
sin la autorización por escrito del editor.
This book may not be reproduced, in whole or in jJart,
in anyJorm, without written permission Jrom the publishers.
~ Índice
Agradecimientos, 11
Principales siglas citadas, 13
INTRODUCCIÓN, 17
La naturaleza de los protagonistas, 17
Para entrar en el mundo de la izquierda, 19
El comunismo, el marxismo y la sociedad mexicana, 20
El marco internacional, 22
La sociología del comunismo mexicano, 25
Delimitación cronológica, 27
l. LOS ORÍGENES DEL PARTIDO COMUNISTA MEXICANO, 29
Introducción, 29
La formación del Partido Comunista Mexicano, 31
Los años rojos, 32
El Congreso Socialista Nacional y la fundación del PCM, 34
La primera década del comunismo mexicano, 41
El comunismo mexicano y el campesinado, 46
El papel de los intelectuales y artistas, 48
Número de miembros, 50
Actitud frente al estado, 51
El giro a la izquierda, 56
11. UN LEGADO AMBIGUO: EL COMUNISMO MEXICANO Y EL PERIODO DE
CÁRDENAS, 61
Introducción, 61
El Partido Comunista durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, 64
Los orígenes del Congreso Extraordinario, 76
7
III. LOS COMUNISTAS MEXICANOS Y LA REFORMA AGRARIA
EN LA LAGUNA, 1920-1940, 93
Introducción, 93
¿Triunfo proletario o campesino?, 93
La Laguna, 94
La fuerza de trabajo de La Laguna, 95
Nexos y simbiosis entre obreros y campesinos, 98
La experiencia de los años veinte: tradiciones de lucha, 100
El PCM en La Laguna, 103
La Depresión, 104
Se inicia la gran lucha, 106
El planteamiento del reparto de tierras, 109
Importancia del reparto para la alianza obrero-campesina, 113
IV. LAS RELACIONES ENTRE LOS COMUNISTAS MEXICANOS
Y ESTADOUNIDENSES: LA HEREJÍA BROWDERISTA, 1934-1946, 117
Introducción, 117
Browder y el browderismo, 121
El browderismo de Cuba a México, 124
El Partido Comunista Mexicano, 125
La Unidad Nacional, 127
Las relacione~ con Lombardo Toledano, 130
El browderismo en México: primeras etapas, 131
La realidad de la experiencia browderista, 137
La inversión extranjera y la libre empresa, 141
Desintegración y postmortem, 1945-1946, 143
Conclusión, 149
V. EL FRENESÍ DEL DESARROLLISMO: MIGUEL ALEMÁN Y LA
IZQUIERDA DOMADA, 1946-1950, 151
Introducción, 151
Un reto para la izquierda mexicana, 157
La elección de Miguel Alemán, 158
El consenso socialista en torno a la industrialización, 161
La mesa redonda marxista de 1947, 164
La izquierda y la clase obrera organizada, 1946-1950, 171
La izquierda sale de la CTM, 175
Los "charrazos", 177
1 Crisis y recomposición de la izquierda mexicana: cambios en la
respuesta de la izquierda frente a Alemán, 182
Conclusión: los "días terrenales" de José Revueltas, 189
VI. LA INSURGENCIA OBRERA Y LA RECOMPOSICIÓN DE LA IZQUIERDA,
1950-1961, 193
Introducción, 193
Situación y fuerza del PCM y del POCM: partidos, prensa
y número de miembros, 196
El Partido Popular, 202
Movimiento agrario y obrero, 206
La insurgencia ferrocarrilera, 1958-1959, 208
La izquierda, 1956-1960, 212
Febrero-marzo de 1959, 220
El XIII Congreso del Partido Comunista Mexicano, 223
Conclusión, 227
VII. EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA IZQUIERDA, 1960-1975, 229
Introducción, 229
Nuevos sujetos históricos, 230
Un contexto internacional distinto, 236
Nuevas formas de hacer política, 238
La esfera cultural y académica como terreno de crítica
y combate, 242
Los viejos protagonistas, 248
Conclusión, 258
VIII. LA REBELIÓN ESTUDIANTIL Y LA LUCHA GUERRILLERA:
1968 Y SUS SECUELAS, 261
Introducción, 261
Los antecedentes de Tlatelolco, 262
Las demandas del movimiento, 267
Las respuestas a 1968. Hacia el pueblo: la lucha armada
y los nuevos movimientos urbanos populares, 270
Los nuevos proyectos de la izquierda, 274
Las reacciones del gobierno al movimiento de 1968: Echeverría,
la apertura democrática y las respuestas de la izquierda, 276
Conclusión, 279
9
,
IX. LA CRISIS ECONÓMICA Y LA UNIFICACIÓN DE LA IZQUIERDA
MEXICANA, 1976-1987, 281
Introducción, 281
El PSUM, 284
El Partido Comunista Mexicano, el PSUM y el eurocomunismo, 284
Socios de izquierda, 290
Los antecedentes de la fusión, 291
¿Un "partido de nuevo tipo"?, 294
La cuestión electoral y parlamentaria, 296
La crisis económica y la austeridad, 298
El PSUM y las organizaciones de masas, 302
Conclusión, 303
X. DESPUÉS DE CUAUHTÉMOC O EL RETO DE LAS MUCHAS
MODERNIZACIONES: EL FUTURO DE LA IZQUIERDA EN MÉXICO, 305
Introducción, 305
Los protagonistas de la izquierda, 306
El FDN y las elecciones de julio de 1988, 31O
El futuro de la "izquierda independiente", 316
Un desafío para la izquierda, 320
Múltiples modernizaciones, 323
ABREVIATURAS DE LAS FUENTES DE ARCHIVO, 327
NOTAS, 329
BIBLIOGRAFÍA SELECTA, 397
ÍNDICE DE NOMBRES, 413
Agradecimientos
En el curso de la investigación para este libro he contraído deudas de
gratitud con un gran número de individuos e instituciones en México,
Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda y Australia. Mi principal deuda
institucional es con el departamento de Historia y el Instituto de Estu-
dios Latinoamericanos de La Trabe University, que me proporcionaron
un ambiente de trabajo favorable, tiempo para investigar y fondos para
viajar. En Estados Unidos, el Center for us-Mexican Studies de la Univer-
sidad de California, San Diego, me otorgó una beca de investigación por
seis meses en 1984, financiamiento y apoyo organizativo para una con-
ferencia sobre la respuesta de la izquierda y el movimiento popular me-
xicanos a las políticas de austeridad, así como un medio académico
inmejorable para escribir, investigar y reflexionar. He recibido apoyo y
asesoría excepcionales del director del Centro, Wayne Cornelius.
En México, el personal del Archivo General de la Nación, la Biblioteca
Nacional y la Hemeroteca Nacional me ayudó enormemente. Me gustaría
agradecer especialmente el apoyo que me dieron el Centro de Estudios
del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) y su predecesor, el Centro de
Estudios Marxistas (CEM). Estas organizaciones poseen una colección
única de fuentes de archivo, panfletos y periódicos relativos a la historia
del movimiento obrero y socialista mexicano en el siglo XX. Sin el acceso
a los registros del Partido Comunista Mexicano y a los papeles de Carlos
Sánchez Cárdenas que posee el CEMOS, yo no habría podido entrar en el
mundo del comunismo mexicano. Gracias especialmente al director del
CEMOS, Arnoldo Martínez Verdugo y a Ricardo Espinosa, Eduardo !barra,
Antonio !barra, Raquel Sosa, Rocío Culebra y UrielJarquín.
Entre los muchos estudiosos y activistas mexicanos que me concedie-
ron entrevistas o con quienes he discutido mi investigación, quisiera des-
tacar a Miguel Ángel Velasco, Adolfo Gilly, Gerardo Unzueta, Fabio
Barbosa, Gerardo Peláez, Marcela de Neymet, Rodolfo Echeverría (El
Chicali), Alejandro Álvarez, Gilberto Rincón Gallardo, Roger Bartra,
Olivia Gall, Luis Hernández, Samuel León, Joel Ortega, Octavio Rodrí-
guez Araujo, Alicia Torres, Enrique González Rojo, Héctor Aguilar Ca-
mín y Gilberto Guevara. Pero debo agradecer especialmente a Arnaldo
Córdova y Enrique Semo, que han sido durante años extraordinaria-
mente generosos con su tiempo y su hospitalidad.
11
~
He hablado sobre muchos de los temas que se presentan en este libro
con colegas de diversos países. En particular quiero agradecer a Alan
Knight, Judith Adler Hellman, Kevin Middlebrook, Rodney Anderson,
Dawn Raby, Tim Harding, Nora Hamilton, Ann Craig, Daniela Spenser,
Paul Vanderwood, Steve Haber, Dan Lund yJeff Rubín. Steve Niblo ha
leído varios borradores del libro y ha sido fuente de excelentes comen-
tarios desde el principio.
Algunas secciones de este libro aparecieron en artículos y libros pu-
blicados independientemente y quisiera agradecer a los siguientes edi-
tores por el permiso para reproducir este material. A Duke University
Press, por una porción del capítulo 1 que se publicó como "Marxism
and Anarchism in the Formation of the Mexican Communist Party,
1910-1919", en Hispanic American Historical Review, vol. 63, n. 2 (1983), y
una parte importante del capítulo III que fue publicada como "The Me-
xican Communist Party and Agrarian Mobilizations in the Laguna 1920-
1940: A Worker-Peasant Alliance?" en la misma revista, vol. 67, n. 3
(1987). A The Guilford Press, por el capítulo 11, que apareció como "Cri-
sis in Mexican Communism: the Extraordinary Congress of the Mexican
Communist Party", en Science and Society, vol. 50, n. 4 (invierno de 1986-
1987), y vol. 51, n. 1 (primavera de 1987). A Cambridge University Press,
por partes del capítulo IX que aparecieron en "Mexican Communism
1968-1981: Eurocommunism in the Americas",journal ofLatin American
Studies, n. 17 (mayo de 1985) y al Center for us-Mexican Studies por par-
tes que aparecieron en la introducción a Barry Carry Ricardo Anzaldúa
(comps.), The Mexican Left, the Popular Movements and the Politics ofAuste-
rity, Center for us-Mexican Studies, University of California, San Diego,
LaJolla, 1986. Una gran parte del capítulo X apareció como "The Left
and Its Potential Role in Political Change", en Wayne Cornelius,Judith
Gentleman y Peter Smith (comps.), Mexico's Alternative Political Futures,
Center for us-Mexican Studies, LaJolla, 1989.
El poema de Efraín Huerta "Desconcierto", que se utiliza como epí-
grafe para el capítulo VIII, fue originalmente publicado en Los poemas
prohibidos, Joaquín Mortiz, México, 1969. Se reproduce con el permiso
de Andrea Huerta Bravo.
12
Principales siglas citadas
AFL
ANOCP
AOCM
ASARCO
ASU
BOC
CCI
CCM
CD
CDP
CEM
CEMOS
CENCOS
CFE
CGOCM
CGT
CIA
CIO
CIOAC
CJM
CNC
CNDEP
CNDP
CNED
CNF
CNH
CNIT
CNPA
CNTE
CME
COCEI
CON
COCM
CONAMUP
COR
American Federation of Labor
Asamblea Nacional Obrera, Campesina y Popular
Alianza de Obreros y Campesinos de México
American Smelting and Refining Company
Acción Socialista Unificada
Bloque Obrero y Campesino
Central Campesina Independiente
Confederación Campesina Mexicana
Corriente Democrática
Comité de Defensa Popular
Centro de Estudios Marxistas
Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista
Centro Nacional de Comunicación Social
Comisión Federal de Electricidad
Confederación General de Obreros y Campesinos de México
Confederación General de Trabajadores
Central Intelligence Agency
Congress of Industrial Organization
Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos
Confederación de Jóvenes Mexicanos
Confederación Nacional Campesina
Comité Nacional en Defensa de la Economía Popular
Comité Nacional de Defensa Proletaria
Central Nacional de Estudiantes Democráticos
Consejo Nacional Ferrocarrilero
Consejo Nacional de Huelga
Cámara Nacional de la Industria de la Transformación
Coordinadora Nacional "Plan de Ayala"
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
Confederación Mexicana de Electricistas
Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo
Consejo Obrero Nacional
Confederación de Obreros y Campesinos de México
Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano y Popular
Confederación Obrera Revolucionaria
13
---..,
COSINA Coordinadora Sindical Nacional
CPN Confederación Proletaria Nacional
CRDP Comité Regional de Defensa Proletaria
CROM Confederación Regional Obrera Mexicana
CSUM Confederación Sindical Unitaria de México
CTAL Confederación de Trabajadores de América Latina
CTC Confederación de Transporte y Comunicaciones
CTM Confederación de Trabajadores de México
CUT Central Única de Trabajadores
FAT Frente Auténtico del Trabajo
FBI Federal Bureau of Investigation
FDN Frente Democrático Nacional
FEG Federación Estudiantil de Guadalajara
FEP Frente Electoral del Pueblo
FEU Federación Estudiantil Universitaria
FPP Federación de Partidos del Pueblo Mexicano
FMI Fondo Monetario Internacional
FNCR Frente Nacional Contra la Represión
FNDSCAC Frente Nacional por la Defensa del Salario Contra la
Austeridad y la Carestía
FNET Federación Nacional de Estudiantes Técnicos
FNTICE Federación Nacional de Trabajadores de la Industria de
Comunicaciones y Electricidad
FPAC de M Frente Popular Anti Comunista de México
FSI Frente Sindical Independiente
FSOC Federación de Sindicatos de Obreros y Campesinos
de Durango
FSOCRL Federación de Sindicatos de Obreros y Campesinos
de la Región Lagunera
FSROC Federación Sindical Revolucionaria de Obreros
y Campesinos
FSTSE Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio
del Estado
FUZ Frente Urbano Zapatista
GCCT Gran Cuerpo Central de Trabajadores
IMSS Instituto Mexicano del Seguro Social
IPN Instituto Politécnico Nacional
ISSSTE Instituto de Seguridad y Servicios Sociales
de los Trabajadores del Estado
IWW Industrial Workers of the World
]CM Juventud Comunista de México
]OC Juventud Obrera Católica
14
LNC
LOPPE
MAP
MAR
MAS
MAUS
MEP
MLN
MRM
MRP
MRPCM
MSF
MSR
OIR-LM
PAN
PARM
PAUS
PCEU
PCM
PCUS
PFCRN
PLM
PMS
PMT
PNR
POCM
POS
pp
PPM
PPR
PPS
PRD
PRI
PRM
PRS
PRT
PSM
PSP
PSR
PST
Liga Nacional Campesina
Ley Orgánica de Partidos Políticos y Elecciones
Movimiento de Acción Popular
Movimiento Acción Revolucionaria
Movimiento al Socialismo
Movimiento de Acción y Unidad Socialista
Movimiento Estudiantil Profesional
Movimiento de Liberación Nacional
Movimiento Revolucionario del Magisterio
Movimiento Revolucionario del Pueblo
Movimiento Reivindicador del Partido Comunista
Mexicano
Movimiento Sindical Ferrocarrilero
Movimiento Sindical Revolucionario
Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas
Partido Acción Nacional
Partido Auténtico de la Revolución Mexicana
Pacto de Unidad Sindical
Partido Comunista de Estados Unidos
Partido Comunista Mexicano
Partido Comunista de la Unión Soviética
Partido del Frente Cardenista para la Reconstrucción
Nacional
Partido Liberal Mexicano
Partido Mexicano Socialista
Partido Mexicano de los Trabajadores
Partido Nacional Revolucionario
Partido Obrero-Campesino Mexicano
Partido Obrero Socialista
Partido Popular
Partido del Pueblo Mexicano
Partido Patriótico Revolucionario
Partido Popular Socialista
Partido de la Revolución Democrática
Partido Revolucionario Institucional
Partido Revolucionario Mexicano
Partido de la Revolución Socialista
Partido Revolucionario de los Trabajadores
Partido Socialista de México
Partido Socialista Popular de Cuba
Partido Socialista Revolucionario
Partido Socialista de los Trabajadores
15
PSUM
SITMMSRM
SME
SNTE
SPAUNAM
SSM
STERM
STERM
STEUNAM
STUNAM
STFRM
STPRM
SUTERM
SUTIN
TD
UAG
UAM
UAP
UAS
UGOCM
UIC
UMM
UNAM
URC
UOI
WFTU
16
Partido Socialista Unificado de México
Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros,
Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana
Sindicato Mexicano de Electricistas
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
Sindicato del Personal Académico de la Universidad
Nacional Autónoma de México
Secretariado Social Mexicano
Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República
Mexicana
Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República
Mexicana
Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad
Nacional Autónoma de México
Sindicato de Trabajadores de la Universidad
Nacional Autónoma de México
Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República
Mexicana
Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República
Mexicana
Sindicato Único de Trabajadores Electricistas
de la República Mexicana
Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear
Tendencia Democrática (del SUTERM)
Universidad Autónoma de Guerrero
Universidad Autónoma Metropolitana
Universidad Autónoma de Puebla
Universidad Autónoma de Sinaloa
Unión General de Obreros y Campesinos de México
Unidad de Izquierda Comunista
Unión Minera Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Unión Revolucionaria Comunista
Unidad Obrera Independiente
World Federation ofTrade Unions
-~----,
Introducción
La idea de un libro sobre la historia del marxismo y el comunismo en
México surgió mientras investigaba el desarrollo del movimiento obrero
en las dos primeras décadas de la Revolución Mexicana. Mi interés en la
prehistoria del socialismo mexicano y el descubrimiento accidental, a me-
diados de los setenta, de un valioso fondo de documentos relativos a
los primeros años del Partido Comunista Mexicano (PCM) me incitaron
a empezar a trabajar en una historia del PCM.1
Sin embargo, pronto se
hizo evidente que para relatar la historia del PCM había que ocuparse
también de la izquierda mexicana en un sentido más amplio.
LA NATURALEZA DE LOS PROTAGONISTAS
¿Qué es la izquierda? ¿Quiénes son los protagonistas de este relato?
El actor principal es el movimiento comunista mexicano, cuyos ante-
cedentes ehistoria (desde 1919 -cuando se fundó el PCM- hasta la diso-
lución del último fragmento del partido a fines de los años ochenta)
constituyen el núcleo central de este estudio.
Me refiero al movimiento comunista y no al partido porque ha habi-
do varios comunismos mexicanos. Ése fue el resultado de la orgía de ex-
pulsiones que forzaron a sucesivas oleadas de "disidentes" a salir del PCM
a lo largo de las décadas. En los años cuarenta, por ejemplo, varios cientos
de comunistas fueron echados del partido, entre ellos figuras importan-
tes como Hernán Laborde, Valentín Campa, Miguel Angel Velasco y
Carlos Sánchez Cárdenas. Estos hombres constituyeron un foro marxis-
ta independiente en los años cuarenta, y los últimos tres formaron el
Partido Obrero-Campesino Mexicano (POCM), que desempeñó un pa-
pel importante en los diez años que van de 1950 a 1960. Tanto Campa
como Velasco militan todavía en la izquierda en el momento de escribir
esta introducción.
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre la historia del PCM (y
en particular la semioficial Historia del comunismo mexicano publicada en
1984) han pasado por alto o prestado escasa atención a esos aconteci-
mientos. Se trata de una omisión grave, ya que los "disidentes" fueron
con frecuencia los primeros hombres y mujeres que rompi<:ron con la
ortodoxia estéril e intentaron una reconciliación de la tradición so-
17
cialista con las realidades cambiantes de la sociedad mexicana, uno de
los temas principales de este libro. Sus voces deben ser rescatadas.
Aunque los comunismos mexicanos son la "constante" en este libro,
la izquierda no comunista ocupa un papel importante también, espe-
cialmente en el periodo posterior a 1960, cuando el número de prota-
gonistas de la izquierda aumentó notablemente. En los años sesenta y
setenta las fronteras del marxismo y el socialismo en México explotaron
de modo similar a lo que ocurría en otros lugares del mundo: la emer-
gencia de la "Nueva Izquierda" como consecuencia del XX Congreso del
Partido Comunista de la Unión Soviética y el inicio de la revolución cu-
bana fueron, tal vez, los acontecimientos formadores más importantes.
Estar "en la izquierda socialista" dejó de significar automáticamente ser
parte de la tradición comunista y sus partidos. Esto no significa que no
hubiera marxistas independientes antes de 1960. El economista Narciso
Bassols y el diplomático e intelectual Eduardo Villaseñor, por ejemplo,
formaron una agrupación socialista influyente en los años cuarenta
(Liga de Acción Política), y desde fines de los cuarenta había socialistas
de diferentes matices militando en el Partido Popular creado por Vicen-
te Lombardo Toledano, el decano de los marxistas mexicanos. Uno de
Íos objetivos de este libro es examinar la corriente política intelectual
asociada con la figura de Lombardo Toledano (a la que comúnmente se
hace referencia como lombardismo).
A partir de los sesenta la izquierda se expandió enormemente y sur-
gió una amplia gama de nuevas formaciones partidarias y organizacio-
nes, la mayoría de ellas después de la sangrienta derrota del movimiento
estudiantil-popular de 1968. Aún más importante fue la aparición de
nuevas sensibilidades y formas de organizar la intervención política a
través del arte, la literatura y la cultura popular. Paralelo a estos aconte-
cimientos fue el surgimiento de nuevas formas de asociación vinculadas
a una diversidad de proyectos que eran críticos del capitalismo de
posguerra. A la clase obrera y el campesinado, tradicionalmente consi-
derados como sujetos naturales de la izquierda, se unieron nuevos mo-
vimientos sociales urbanos y coaliciones, especialmente en los setenta y
los ochenta. La "clase" era ahora sólo uno de los muchos temas en torno
a los cuales se coaligaban la izquierda y los movimientos populares. La
"comunidad", el "lugar de residencia", la "religiosidad", el "género" tam-
bién se convirtieron en poderosas fuerzas movilizadoras. Por tanto, con-
forme el libro avanza en el tiempo y el mapa de la izquierda se hace más
complejo, la definición de izquierda que utilizo se vuelve necesariamen-
te más amplia.
18
PARA ENTRAR EN EL MUNDO DE LA IZQUIERDA
¿Quiénes son los sujetos históricos del desarrollo del marxismo y el co-
munismo en México? La mayoría de los estudios de la izquierda han
subrayado tradicionalmente el papel desempeñado por la ideología
formal, las organizaciones políticas, la alta política ("el drama del Comi-
té Central") y los líderes nacionales y locales. Esta perspectiva institu-
cionalista ha sido criticada con frecuencia. Supuestamente estudia a la
izquierda en los términos de la lógica de sus propias organizaciones, sus
propias luchas internas y su propio discurso oficial; da demasiado peso
a los líderes y demasiado poco a las bases, y destaca lo nacional por en-
cima de lo local.
Comparto algunas de estas dudas aunque no todas. Un capítulo de
este libro se aparta del nivel nacional para examinar el desarrollo del Par-
tido Comunista Mexicano en el área de La Laguna, al norte de México,
una región económicamente estratégica en la que el Partido Comunista
logró intersectar creativamente las tradiciones de oposición anteriores a
1910 y determinar los tiempos y la forma inicial, si no el resultado final,
de una importante reforma agraria en 1936. El capítulo r examina la vin-
culación entre el Partido Comunista y los pintores muralistas que cons-
tituyeron la vanguardia artística de la Revolución Mexicana. En el
capítulo V, una revisión de la obra del principal novelista y ensayista mar-
xista de México, José Revueltas, nos ayuda a entender las tensiones y
contradicciones que existían dentro del comunismo mexicano a finales
de los cuarenta. Al tratar los acontecimientos posteriores a 1960, se pres-
ta atención a la relación entre la izquierda y la cultura popular, las uni-
versidades y las ciencias sociales políticamente comprometidas. Sin
embargo, el desarrollo del impacto del marxismo sobre la vida intelec-
tual y académica de México debe aguardar otro estudio.2
Me parece justificado prestar atención a la ideología, a la ''voz oficial",
y al zigzag entre táctica y estrategia en dos sentidos principales. Muchos
de los momentos claves en la historia de la izquierda mexicana han esta-
do relacionados con cuestiones de lucha ideológica ypolítica. Este temajus-
tifica que se privilegie un tanto los asuntos ideológicos y políticos. En
segundo lugar, y más importante aún, la preocupación por lo que la "cú-
pula" de la izquierda piensa es crucial para uno de los temas centrales de
este libro: las luchas de la izquierda a lo largo de los años para adaptarse a
las características cambiantes de la sociedad mexicana.
La lucha por comprender y transformar la sociedad mexicana plan-
teó grandes retos a la izquierda marxista. La izquierda socialista se vio
confrontada con la difícil cuestión de qué tanto se ajustaba México a las
categorías y consignas entonces disponibles para los marxistas. Una
19
preocupación igualmente urgente fue cómo la izquierda podía intersec-
tar las tradiciones indígenas de resistencia y liberalismo para que pudie-
ran ser utilizadas en la construcción de un programa y una práctica
progresistas y anticapitalistas auténticamente mexicanos.
Estos problemas y los debates en torno a ellos fueron planteados pre-
cisamente por cuadros políticos profesionales (surgidos de todas las
clases) y por los intelectuales revolucionarios. Para examinarlos, es im-
prescindible ocuparse de los protagonistas de estos debates y de las for-
mas en que fueron resueltos. De ahí la importancia dada en este estudio
a las deliberaciones que tuvieron lugar en foros como la Mesa Redonda
de Marxistas Mexicanos, en 1947.
EL COMUNISMO, EL MARXISMO Y LA SOCIEDAD MEXICANA
Gramsci decía que escribir la historia de un partido comunista significa-
ba escribir la historia de toda una sociedad, y Perry Anderson ha escrito
sobre la necesidad de integrar la evolución de los comunismos naciona-
les con la historia del "equilibrio nacional de fuerzas" (clases, partidos,
instituciones) en cada sociedad. En otras palabras, la izquierda sólo se
puede entender en términos de los objetivos, las personas involucradas
y las estructuras del medio económico y político en que actúa.
Cumplir la meta fijada por Gramsci es una ardua tarea, ya que es im-
posible en un libro de esta extensión rastrear la evolución global de la
sociedad mexicana. Pero el reto permanece. ¿Junto a qué fuerzas políti-
cas y socioeconómicas ha actuado la izquierda marxista? El libro des-
cribe un terreno económico familiar: la participación de la izquierda en
la lucha en torno a la producción (huelgas, conflicto económico, lucha
por la tierra) y sus intentos arduos y, durante mucho tiempo, vergonzo-
samente insuficientes por reconocer la naturaleza predominantemente
capitalista de la economía política mexicana.
Pero más allá de la cuestión de mejorar las condiciones materiales de
existencia de la población se hallan las luchas por defender, ampliar o
reconquistar la autonomía de las organizaciones populares. Éstas eran al
principio los habituales órganos de clase de los obreros y los campesi-
nos, por ejemplo, los sindicatos. Pero conforme el mapa de la izquierda
se ampliaba y diversificaba, otras formas de representación creadas por
el movimiento popular (organizaciones de colonos, grupos estudian-
tiles, focos guerrilleros) pasaron al primer plano.
La lucha por la autonomía de las iniciativas y organizaciones popula-
res en la sociedad civil a menudo produjo confrontaciones con el esta-
do, cuya masiva expansión fue uno de los rasgos principales de la
Revolución Mexicana. Ha habido choques especialmente violentos en
20
torno a quién ha de·controlar las organizaciones de masas de obreros,
campesinos y pobres urbanos cuya cooptación por el estado tanto con-
tribuyó a la fuerza y la estabilidad de los gobiernos en el periodo poste-
rior a 1920. Una preocupación central de este estudio ha sido, por lo
tanto, relacionar el desarrollo de la izquierda con la evolución política del
México posrevolucionario y en particular con la historia tanto de las or-
ganizaciones de masas "oficiales" como la Confederación de Trabajado-
res de México (CTM), la Confederación Nacional Campesina (CNC) y el
partido oficial (conocido sucesivamente como PNR, PRM y PRI) que ha
dominado la vida política desde 1929.
Pero sería un gran error suponer que la historia del comunismo me-
xicano sólo ha consistido en el conflicto violento con las estructuras cor-
porativas del estado. Durante una gran parte del periodo anterior a
1960 (y más obviamente entre mediados de los treinta y finales de los
cuarenta), el PCM y sus aliados, como los seguidores de Vicente Lombar-
do Toledano, se dedicaron a la búsqueda obsesiva de convergencias (e in-
cluso fusiones) con el partido oficial y su base de masas.
La respuesta de la izquierda marxista a la Revolución Mexicana y su
"ideología" hegemónica, de la que la mayor parte de la izquierda fue
una (voluntaria) cautiva hasta los años sesenta, es uno de los temas cen-
trales de este estudio. Algunas de las cuestiones claves son los diferentes
proyectos gubernamentales emanados de la Revolución Mexicana y las
reacciones del PCM a cada uno de ellos: los primeros intentos vacilantes
de reconstrucción económica y centralización estatal asociados a los ge-
nerales de la dinastía del Norte, que dominaron los gobiernos de Álvaro
Obregón (1920-1924) y Plutarco Elías Calles (1924-1928) en los años
veinte; el radical nacionalismo económico del presidente Lázaro Cárde-
nas (1932-1940), con su énfasis en la reforma agraria, la movilización de
masas y la recuperación de la soberanía nacional; el desarrollismo con-
servador de los años de Miguel Alemán (1946-1952), que privilegiaba
la industrialización y el crecimiento económico a la vez que buscaba disci-
plinar a las organizaciones obreras y campesinas, más que la redistri-
bución y la justicia social; el "presidencialismo despótico" de finales de
los sesenta y principios de los setenta (tras el aplastamiento del movi-
miento estudiantil-popular de 1968), y las estrategias neoliberales de mo-
dernización económica y política seguidas por los gobiernos de De la
Madrid y Salinas de Gortari durante la crisis de endeudamiento de los años
ochenta.
El estudio también se ocupa de la relación entre el desarrollo delco-
munismo mexicano y otras tradiciones progresistas y de izquierda. No se
pretende hacer una historia de la idea del socialismo en México, pero sí
trata temas como los orígenes del marxismo y el "socialismo científico";
21
la relación entre el marxismo y la tradición libertaria (el anarquismo y
el anarcosindicalismo en particular) dentro del PCM en sus primeros
años (capítulo 1), y finalmente las relaciones, cruciales pero siempre po-
lémicas, entre el PCM, la tradición lombardista (representada por el Par-
tido Popular y luego el PPS) y lo que se ha conocido como la tradición
del "nacionalismo revolucionario".
A pesar de sus experiencias con el frentismo popular (1936-1940) y la
unidad nacional (1941-1947) y de sus tratos siempre ambiguos con los
sucesivos gobiernos mexicanos, el PCM luchó por conservar su compro-
miso con la idea de un proyecto socialista independiente del estado y de
la burguesía. Las tradiciones lombardista y nacionalista revolucionaria,
por otra parte, aunque propugnaban el socialismo, nunca abandonaron
la esperanza de que el contenido progresista de la Revolución Mexicana
(simbolizado por su antimperialismo y sus ambiciones estatistas) pudie-
ra rencauzarse hacia metas socialistas mediante alianzas amplias con los
segmentos progresistas del partido oficial.
En los veinticinco años transcurridos tras las históricas revelaciones de
Jrushev en el XX Congreso del PCUS en 1960, la brecha que separaba a la
tradición comunista del nacionalismo revolucionario se ensanchó casi
hasta la ruptura. Para los años setenta, el PCM y un sector cada vez mayor
de la izquierda socialista habían concluido que el potencial progresista de
la Revolución Mexicana se había agotado. Sin embargo, paradójicamen-
te, este estudio concluye con un reencuentro histórico y un tanto ines-
perado entre los supervivientes del proyecto comunista y los más recientes
defensores del nacionalismo revolucionario: los disidentes neocardenis-
tas del partido oficial (PRI) agrupados en torno a la figura de Cuauhté-
moc Cárdenas que tan espectacular aparición hizo en las elecciones de
julio de 1988.
EL MARCO INTERNACIONAL
Ciertamente ningún estudio sobre el marxismo y el comunismo en un
escenario nacional puede ignorar la dimensión internacional de lo que
(ante todo era un movimiento que trascendía las fronteras nacionales. La
l Comintern, fundada en 1919 (y disuelta en 1943), proporciona los ladri-1 •
~ l_los principales para la construcción de este proyecto. Establecida entre
í las ruinas de la Segunda Internacional, la Comintern, una Internacional
: de la Acción, era, como han señalado Fernando Claudín, Perry Ander-
; son y otros, "un fenómeno sociológicamente único... una organización
que exige una lealtad absoluta, una fidelidad disciplinada, entre sus sec-
ciones constitutivas".' Esto no debe disimular el hecho de que durante
los cinco primeros años de existencia de la Comintern el proceso de
22
creación de la famosa estructura disciplinada y centralizada que funcio-
naría en los años posteriores fue lento y a menudo contradictorio. Las
comunicaciones y otros problemas obstaculizaban y desorganizaban la
comprensión y el manejo de las situaciones europeas por la Comintern.
Por eso resulta todavía más difícil aceptar la seriedad de aquellos estu-
dios históricos que sostienen de una manera rígidamente teleológica
que había una correspondencia exacta, desde el principio mismo, entre
las acciones del Partido Comunista Mexicano y el Comité Ejecutivo de la
Comintern.
El historiador aún tiene la tarea de descubrir hasta qué punto la Co-
mintern determinaba la dirección y el estilo del Partido Comunista Me-
xicano en los diferentes periodos de su historia. A esta tarea hay que
añadir la cuestión de la relación entre el PCM y otros centros de la iz-
quierda marxista mexicana (los grupos en torno a Lombardo Toledano,
por ejemplo) y otros partidos del hemisferio occidental: el Partido So-
cialista Popular de Cuba (PSP), por ejemplo, y el Partido Comunista dJ
Estados Unidos (PCEU), que desde 1920 estuvo encargado por la Comin-
tern de una "supervisión" sobre sus partidos hermanos de América
Latina. -
Las relaciones con el PCEU fueron extremadamente estrechas durante
los primeros treinta años de la vida del PCM, y en algún momento ciertas
figuras del PCEU se convirtieron en miembros de los cuerpos directivos
del partido mexicano y guiaron la toma de decisiones en plenos funda-
mentales del Comité Central o actuaron como árbitros finales en las
grandes cuestiones de la época. El contenido y los límites de esta rela-
ción casi "tutelar" deben ser examinados con cuidado si hemos de sacar
conclusiones sobre la posible doble dependencia del PCM respecto de la
arena internacional. Este tema es estudiado a todo lo largo del libro, y
más particularmente en los capítulos 11 y IV.
Sin embargo, hay que contemplar estas cuestiones con cautela, si no
queremos caer en las explicaciones simplistas y reduccionistas que pre-
sentan la historia del PCM como una serie de incidentes en que éste res-
ponde pasivamente a los agentes de la Comintern y al "oro de Moscú".
Tenemos que reconocer que las políticas y directivas de la Comintern
eran con frecuencia bien recibidas y aceptadas con entusiasmo por las
direcciones nacionales de los partidos comunistas, y hay que explorar.
las circunstancias que explican este paralelismo de intereses en cada
contexto nacional. En otros casos, ciertos procesos mexicanos, indepen-
dientes del marco internacional, preveían o anticipaban las políticas de
la Comintern. Una última advertencia se refiere al peligro de aceptar sin
reservas la homogeneidad internacional del movimiento comunista.
Todos los partidos, sin importar cuán estalinizados y serviles fueran, in-
23
variablemente asimilaban muchas de las características peculiares de la
cultura nacional y las tradiciones radicales de su país.
,../¿Cuáles, pues, son las grandes coyunturas en que la Comintern jugi>
: un papel decisivo? Ante todo, el "giro a la izquierda" délllamado Tercer
·Periodode1á Comintern, iniciado en 1928, cuyos rasgos mexicanos cla-
ves fueron establecidos en el pleno del Comité Central del PCM celebra-
do en julio de 1929. En esta reunión se concluyó que los gobiernos de
Plutarco Elías Calles y Emilio Portes Gil (1928-1929) habían capitulado
ante el imperialismo angloamericano y que de ahí en adelante la lucha
de las masas recientemente radicalizadas tomaría una forma irrenuncia-
blem~nte anticapitalista y antimperialista. El resultado fue una condena
global al bloque de generales revolucionarios que dominaban la dinas-
tía del Norte y una posición intransigente respecto de los sectores mera-
mente "reformistas" de la sociedad mexicana.
En segundo lugar, los cambios de actitud del PCM respecto del go-
bierno de Cárdenas en su primer año (diciembre de 1934-diciembre de
1935), simbolizados por el paso de la consigna "Ni CaHe.~_rü. Cárdenas"
y de la afirmación complementaria de que Lázaro·c·ií:rélenas preparaba
el camino al fascismo, a l/ consigna "Unidad a toda costa" a mediados
de 1937. El impacto del VII Congreso de la Comi11tern (agosto de 1935)
.y la intervención del líder detPCEU, Earl Browder~ en las deliberaciones
.del PCM en 1937 fueron cruciales en ese abrupto cambio de postura po-
lítica.
El tercer episodio se refiere a la crisis de liderazgo que se produjo en
! 1939-1940, en que tuvo lugar la purga del Secretario General del PCM,
Hernán Laborde y otro destacado líder comunista, Valentín Campa, y su
expulsión del partido. Aquí de nuevo la influencia externa (esta vez
bajo la forma de una delegación de la Comintern) desempeñó un papel
clave en la campaña del PCM para purgar a su directiva. Las memorias de
Valentín Campa y los papeles de Earl Browder arroj<¡-n nueva luz sobre
este periodo crucial, y sugieren que el motivo principal de las expulsio-
nes fue que ciertos líderes del PCM se opusierpn a 1~ presión soviética
para que el partido colaborara en los preparativos para eliminar a León
Trotsky, que entonces vivía exiliado en la ciudad de México.
L~ cuarta y última coyuntura se refiere al impacto del browderismo
1
sobre los movimientos comunista y marxista mexicanos, que se examina
! __en el capítulo IV. La predicción de Earl Browder según la cual la cola-
boración entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética aca-
baría con la dominación colonial del ter~er mundo tuvo un profundo,
aunque muy breve, impacto sobre muchos partidos comunistas lati-
noamericanos durante 1944 y 1945. Aunque el PCM nunca fue tan lejos
como algunos de sus·partidos hermanos (el PSP cubano, por ejemplo),
24
sí asimiló acríticamente el experimento browderista de "marxismo crea-
tivo" hasta casi liquidar la identidad del partido como fuerza socialista
independiente.
LA SOCIOLOGÍA DEL COMUNISMO MEXICANO
Otro tema que intenta abordar el libro es lo que podría llamarse la so-
ciología de los movimientos mexicanos comunista y marxista. Ésta es la
menos estudiada de todas las problemáticas esbozadas en esta introduc-
ción. ¿Cuál ha sido la base social de la presencia comunista y de otras
agrupaciones de izquierda en el México posterior a 1920? Necesitamos
saber en qué sectores de la clase obrera, el campesinado y la intelligent-
sia han encontrado seguidores-el comunismo y las diferentes combina-
ciones de socialismo e izquierdismo, cómo se organizaba su apoyo y
cómo se conservaba o perdía. También debemos identificar a los nuevos
protagonistas y simpatizantes a que se ha dirigido la izquierda, especial-
mente a partir de los sesenta.
Cuadro 1
NÚMERO DE MIEMBROS DEL PCM, 1919-1981
Noviembre de 1922 1 500
Abril de 1925 191
1927 600
Julio de 1929 1 500
Diciembre de 1934 600
Junio de 1936 5 000
Enero de 1937 10 000
Junio de 1938 17 756
Enero de 1939 25 000
Enero de 1939 30 125
1944 5 331
Marzo de 1945 10 000
Noviembre de 1947 15 559
1960 1900
1974 1 500
1981 15 000
FUENTEo Barry Carr. "Temas del comunismo mexicano", Nexos, n. 54, junio de 1982, p. 24.
25
Para responder a estas cuestiones sería necesario poseer datos estadís-
ticos básicos, aunque difíciles de obtener, sobre cuestiones tan elementa-
les como el tamaño y la distribución geográfica cambiantes de la membre-
sía del PCM y de otras fuerzas. Mortunadamente, el acceso a materiales de
archivo del PCM y de algunos comunistas destacados ha hecho posible ha-
cer alguna reconstrucción preliminar de las bases del PCM, por lo menos
para fines de los treinta y-la década de los cuarenta.
El cuadro 1 se ha elaborado a partir de fuentes de variada credibilidad.
En todos los casos excepto uno (1960) las cifras proceden de fuentes per-
tenecientes al PCM como la prensa del partido o informes presentados
ante congresos nacionales por el secretario de organización del partido.
Siempre hay presión para inflar el tamaño de la membresía, y esto proba-
blemente explica, por ejemplo, la discrepancia entre las dos cifras relati-
vas a 1939, ambas tomadas del periódico del PCM, La Voz de México."
A pesar de éstas y otras deficiencias, las tendencias generales del nú-
mero de miembros del PCM entre los veinte y el final de los setenta son
bastante claras. El partido fue minúsculo a lo largo de los veinte, como
resultado de graves dificultades organizativas, abruptos cambios de direc-
ción y la continua resistencia de los miembros de base a la política de
frente unido dentro de la "reformista" Confederación Regional de Obre-
ros Mexicanos (CROM) y los sindicatos independientes. La violencia en-
tre caudillos en los años veinte también se cobraba su diezmo; la rebelión
delahuertista de 1923-1924, por ejemplo, destruyó vínculos entre el cuer-
po central del partido y sus ra..mas locales, y una mayoría de las secciones
(en Veracruz, Yucatán, Michoacán) fueron destruidas o debilitadas por
los rebeldes. Para fines de 1928, la organización del partido se había
recuperado hasta el punto de que estaban funcionando en todo el país
más de treinta secciones, con un número total de quince mil miembros.
Sin embargo, la represión lanzada por los gobiernos durante el periodo
1929-1934 y el sectarismo exhibido por el PCM durante su periodo iz-
quierdista fueron causa de que dicha recuperación se detuviera rápida-
mente, de modo que para principios de la presidencia de Cárdenas el
número de miembros no era mayor que diez años antes.
La edad de oro del PCM en cuanto a número de miembros es sin duda
la segunda mitad de los treinta, cuando ese número aumentó a grandes
saltos, a tono con la inspiración radical de la estrategia política y econó-
mica cardenista, el nacimiento de los grandes sindicatos industriales na-
cionales (de ferrocarrileros, petroleros y mineros) y la consolidación de
un poderoso sindicato de maestros. La crisis de liderazgo de 1940 y el gi-
ro a la derecha del gobierno bajo Manuel Ávila Camacho (diciembre de
1940-1946), debido a la cual pertenecer al Partido Comunista dejó de ser
útil como trampolín para alcanzar influencia sindical y política, invirtió
26
espectacularmente el crecimiento del PCM. Además, las dos grandes ra-
chas de expulsiones masivas (1943 y 1947) redujeron aún más el núme-
ro de miembros del PCM. La formación del Pªr:tido Qbrero~Campesino --
Mexican_Q(POCM) en 1950 y las defecciones en favor del Partido Popular
deLo-~bard-oTüledano~(-á cuya consolidación irónicamente había con-
tribuido el PCM al prestarle un buen número de sus cuadros) ahondaron
la decadencia del partido. La cifra de mil novecientos miembros en
1960 es probablemente una exageración, ya que con la excepción de la
base ejidataria siempre importante en la región lagunera, el PCM estaba
desde cualquier punto de vista a punto de desaparecer en vísperas de su
XIII Congreso, en 1960.
Es necesario hacer una advertencia general sobre el manejo de estas
cifras. Debemos estar conscientes del peligro de sacar conclusiones sim-
plistas sobre la influencia del PCM a partir del número de sus miembros.
El modesto número de miembros que había en los veinte, por ejemplo,
nos llevaría a subestimar el papel del PCM en la organización campesina
y el trabajo antimperialista así como la influencia del partido y de sus
distinguidos artistas (David Alfara Siqueiros, Diego Rivera) sobre la vida
cultural ypolítica de México.
DELIMITACIÓN CRONOLÓGICA
Este libro sigue el ascenso y luego la desaparición formal de la tradició~-,
comunista y marxista representada por el PCM y sus sucesores (el Partido
Socialista Unificado de México [PSUM], 1981-1987, y el Partido Mexica-
no Socialista [PMS], 1987-1989). Cu.o:ul<fQ elP)'ISdec!dió disolverse a prin-
cipios de 1989 y fusionarse con el nuevo partido de centro-izquierda
creado en torno a la figura de Cuauhtémoc Cán:l.erias (el PRD), una era
se cerró definitivamente. Desde luego, esto no equivale a decir que nada
queda de la "izquierda'', aunque existen voces que sostienen precisa-
mente eso. Porque para 1990 el mapa de la izquierda, tal como espero
haber demostrado, ya no estaba dominado por la antigua tradición co-
munista. Se había ampliado para incluir una serie de perspectivas y prác-
ticas radicales mucho más abarcadoras y, factiblemente, más ricas que
las de la era anterior a 1960.
Aunque el libro avanza de década en década, no hay ninguna preten-
sión de proporcionar una visión completa de la historia de la izquierda
marxista y comunista año por año, ni siquiera sexenio por sexenio. El li-
bro está organizado en torno a algunos episodios importantes elegidos
porque marcan "rupturas" o avances significativos en la evolución de la
izquierda o porque proporcionan una ventana particularmente ilumi-
nadora a través de la cual observar los procesos claves.
27
El libro se inicia con un estudio de los orígenes del Partido Comunis-
ta Mexicano y su primera década. Esto va seguido de un examen de las
experiencias del PCM durante la época dorada de los años de Cárdenas,
con especial atención a la crisis interna que condujo a la convocatoria
del Congreso Extraordinario de 1940. El capítulo 111 estudia el papel de-
sempeñado por los comunistas mexicanos en la organización agraria de la
región lagunera en el norte-centro de México, y especialmente las histó-
ricas expropiaciones agrarias de 1936. El capítulo IV contempla la here-
jía browderista tal como fue experimentada en México durante 1943-1945.
El capítulo V examina las respuestas comunistas y marxistas al giro con-
servador en los planteamientos políticos y económicos del gobierno
de Miguel Alemán (1946-1952), utilizando la Mesa Redonda Marxista de
1947 para estudiar las concepciones de la izquierda de posguerra. El ca-
pítulo VI investiga los inicios de la desintegración del PCM de viejo estilo
bajo el impacto de las jornadas obreras de 1958-1959 y el XIII Congreso del
PCM. Los capítulos VII y VIII examinan el movimiento estudiantil-popular
de 1968 y las muchas y variadas respuestas de la izquierda a su sangrienta
represión. El capítulo IX se ocupa de la unificación de la izquierda en
los setenta y ochenta. El libro concluye con un examen del surgimiento
del poderoso reto neocardenista a la hegemonía del PRI, que tuvo su clí-
max en las elecciones de 1988, y contempla el significado de este terre-
moto para el futuro de la izquierda mexicana.
28
1. Los orígenes del Partido Comunista Mexicano
INTRODUCCIÓN
En Europa central y occidental, los partidos comunistas fueron resulta-
do de los efectos radicalizadores de la primera guerra mundial y de las
dramáticas escisiones que se produjeron dentro de los poderosos movi-
mientos socialdemócratas. La socialdemocracia, por su parte, tenía una
influencia importante en una amplia clase obrera industrial con una lar-
ga historia de organización política. Sin embargo, a principios de 1917,
la socialdemocracia marxista no estaba muy extendida entre los trabaja-
dores e intelectuales mexicanos. Los preceptos anarquistas y libertarios
aún dominaban al sector más radical de la clase obrera, que estaba sólo
parcialmente organizada y en la que el liberalismo y el mutualismo te-
nían todavía gran peso.
Más importante aún: México acababa de salir de treinta y cuatro
años de dictadura: el porfiriato, o gobierno del general Porfirio Díaz
(1876-1911). La dictadura no había extinguido todo rastro de actividad
popular política y sindical, como la leyenda negra solía afirmar, pero
ciertamente no permitió a la pequeña clase obrera mexicana desarrollar
la rica vida asociativa y política que el sufragio y otras conquistas polí-
ticas (y concesiones de la clase dominante) permitían a los obreros en
algunos países europeos. Los obreros no obtenían gran cosa mediante
la actividad política, y el recuerdo de la represión estatal estaba aún fres-
co. Así pues, no es necesario recurrir a la influencia del pensamiento
anarquista y libertario para explicar la muy difundida suspicacia respec-
to del estado y respecto de cualquier esperanza de obtener beneficios a
partir del ejercicio convencional del poder político, suspicacia que carac-
terizó durante tanto tiempo al ala radical de la clase obrera mexicana.
Antes de la revolución de 1910, la presencia del marxismo y el socia-
lismo en México era débil.1
Sí existía una generalizada conciencia, por
lo menos hasta mediado~ de la década de 1880, acerca dedos rasgos prin-
cipales del crecimiento de la socialdemocracia europea. Paul Zierold, un
refugiado de la legislación antisocialista bismarck.iana, corresponsal de
Die Neue Zeit, parece haber establecido algún grado de contacto, antes
de 1912, con un pequeño núcleo de sus compatriotas que eran traba-
jadores en una cervecería de Toluca. Para 1914 se podía comprar en Mé-
29
xico la bibliografía socialista europea y es posible incluso que circulara
en medios reducidos, a juzgar por la lista de títulos a la venta en las li-
brerías de la ciudad ele México.
Evidentemente el socialismo gozó de prestigio entre una amplia gama
de intelectuales y figuras políticas durante la épica revolución. El derro-
camiento del régimen de Díaz en 1911 inauguró una década de luchas
entre diferentes coaliciones revolucionarias por el control sobre la forma-
ción del nuevo orden. Para muchos revolucionarios, ya fueran seguidores
de los movimientos de base campesina de Zapata o Villa o de la coalición
multiclasista de los carrancistas, que dominó la revolución a partir de
1916, el socialismo disfrazaba posiciones esencialmente populistas y esta-
tistas. El uso del término reflejaba la idea cada vez más difundida de que
la meta suprema del estado revolucionario era establecer la paz social y el
bienestar colectivo imponiendo el equilibrio entre las clases. Para otros,
socialismo era una palabra en clave utilizada para distinguir entre aque-
llos sectores que se identificaban con la estrategia social y política de la
Revolución Mexicana y quienes pertenecían al campo "reaccionario".
¿Yqué ocurría con la práctica política? El primer foco verdadero de ac-
tividad política socialista fue el Partido Obrero Socialista (POS), fundado
en 1911 por Paul Zierold y un abogado de la ciudad de México, Adolfo
Santibáñez, secretario del partido y activista en la política socialista hasta
1919. Dicho partido estaba influido por la perspectiva reformista del Par-
tido Socialista Español, aunque algunos de sus primeros miembros esta-
ban mucho más cerca de posiciones anarquistas y libertarias que de la
socialdemocracia. Los libertarios abandonaron el partido en junio de
1912 para formar aquel mismo año el grupo Luz, un centro racionalista
y libertario que fue el núcleo en torno al cual nacería la primera organi-
zación obrera nacional de México, la Casa del Obrero Mundial.
Tras el asesinato en 1913 del primer presidente del México revolucio-
nario, Francisco I. Madero, el POS desapareció de la vista, aunque al pa-
recer mantuvo actividades de organización y conferencias en la ciudad
de México en 1915. Durante las repetidas ocupaciones y evacuaciones de
la ciudad por las fuerzas constitucionalistas y convencionistas (estas últi-
mas constituidas por los seguidores de Emiliano Zapata y Francisco
Villa), a fines de 1914 y en la primera mitad de 1915, las simpatías de
los líderes del POS se inclinaron fuertemente hacia el campo de Villa y
Zapata. Esta posición contrastaba agudamente con las fuertes simpatías
constitucionalistas de una gran parte de la Casa del Obrero Mundial,
que organizó brigadas militares (los Batallones Rojos) para apoyar al
movimiento constitucionalista.
La incursión de la Casa del Obrero Mundial en la política resultó de-
sastrosa. En 1916, tras aplastar a las fuerzas zapatista-villistas, los consti-
30
tucionalistas se volvieron contra sus aliados obreros durante la huelga
general convocada por la Casa. La derrota de la huelga general en la
ciudad de México ese año y la disolución de la Casa del Obrero Mundial
por el gobierno de Venustiano Carranza suscitó una revisión a fondo de
la estrategia de los obreros, la cual tendría sus frutos en los siguientes
tres años con la formación de dos corrientes claramente diferenciadas
dentro de la clase obrera de la parte central del país: el sindicalismo
reformista de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), fun-
dada en marzo de 1918, y la fusión temporal de las corrientes anarcosin-
dicalista y marxista del Gran Cuerpo Central de Trabajadores (GCCT)
con el Partido Comunista Mexicano durante 1919.
LA FORMACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA MEXICANO
Los tres años que precedieron a la fundación del Partido Comunista Me-
xicano (PCM) en noviembre de 1919 fueron de gran actividad para la iz-
quierda mexicana, que aún resentía las repercusiones de la confrontación
entre la Casa del Obrero y los constitucionalistas. La CROM adoptó muy
pronto una posición abiertamente reformista, a pesar de la permanente
presencia de matices anarquistas en su nombre y su constitución. La CROM
esperaba obtener por sus actividades el apoyo de patronos poderosos,
pero la creciente hostilidad del gobierno de Carranza contra los obreros
obligó al líder de la federación, Luis Morones, y a sus seguidores a buscar,
durante 1919, nuevos y más amables patronos con la ayuda de su ala polí-
tica, el Partido Laborista. Éste obtuvo la atención y el apoyo de los gene-
rales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, miembros destacados de lo
que se conocería como la dinastía sonorense, y en 1920 apoyó la revuelta
de Agua Prieta, la cual puso fin a la administración de Carranza e inau-
guró el dominio de los "norteños", que duraría los ocho años siguientes.
Otro indicio de la futura orientación de la CROM y urí.a fuente de con-
flicto con sindicatos más radicales fueron los estrechos vínculos que la
organización estableció con la American Federation of Labor (Federa-
ción Obrera Norteamericana). Durante la primera guerra mundial, la
AFL se había identificado totalmente con los planteamientos militaristas
del gobierno de Estados Unidos; también se hallaba a la vanguardia de
los intentos por crear una federación obrera latinoamericana "modera-
da" y antisocialista, objetivo para el que la CROM mexicana era una
afiliada clave.
Sin embargo, en ese periodo el grueso de la clase obrera organizada
se movía todavía dentro del marco ideológico de las ideas mutualistas o
libertarias. Un gran número de trabajadores se alejaron de la CROM por
su orientación y, en particular, por su adopción de la estrategia de
31
"acción múltiple", una combinación de acción industrial "directa" e in-
tervención en la arena política. A fines de 1918, algunos de estos des-
contentos crearon una nueva organización obrera, que ha pasado casi
inadvertida para los historiadores del movimiento obrero mexicano: el
Gran Cuerpo Central de Trabajadores. Fuertemente orientado hacia los
trabajadores de la ciudad de México, el Gran Cuerpo agrupaba a los obre-
ros más radicalmente independientes y militantes de la capital y de sus
suburbios sureños, muchos de los cuales ingresarían, en febrero de 1921,
a la Confederación General de Trabajadores (CGT). El Gran Cuerpo
contaba con el apoyo de los panaderos, los trabajadores tranviarios y los
empleados de la compañía telefónica (ambos sindicatos habían sido
muy activos a fines de 1914 y en 1915), los choferes y algunos sectores
de los movimientos de obreros textiles del Distrito Federal. También es-
tableció fuertes vínculos con el antiguo Partido Socialista Mexicano, que
revivió un tanto en enero de 1918.2
LOS AÑOS ROJOS
No se puede estudiar la formación del comunismo latinoamericano sin
tomar en consideración la nueva era inaugurada por la revolución rusa.
Las noticias de las revoluciones de 1917llegaron a México a través de la
prensa radical española (Tierra y Libertad de Barcelona, por ejemplo) y
a través de los relatos a menudo distorsionados que aparecían en la
prensa diaria.' La orientación anarquista de la mayoría de los trabajado-
res politizados no empañaba su entusiasmo por los formidables aconte-
cimientos que tenían lugar en eljoven estado soviético! En cambio, esos
sucesos revolucionarios eran interpretados de acuerdo con las creencias
anarquistas y sindicalistas. La prensa mexicana radical prestaba particu-
lar atención al soviet, o consejo de trabajadores, como la institución más
característica e importante creada por la oleada revolucionaria. Para los
anarquistas mexicanos, la revolución rusa era un magnífico ejemplo de
acción directa, llevada a cabo por una minoría activa con las conocidas
consignas anarquistas y libertarias de antimilitarismo, libertad individual
y destrucción del estado. El mundo era testigo de un levantamiento
espontáneo de las masas desesperadas por las miserias de la guerra. Hasta
cierto punto, las distorsiones de la prensa burguesa en realidad alenta-
ba estos intentos de ver la revolución bolchevique como la encarnación
de la meta anarquista de revolución social. La respuesta de los radicales
mexicanos a los acontecimientos revolucionarios en Rusia era, casi exac-
tamente, la de muchos sindicalistas y anarquistas en España y en toda
Europa durante los años de la inmediata posguerra.'
La entrada de Estados Unidos en la guerra, en abril de 1917, también
32
influyó en el desarrollo del radicalismo y el socialismo mexicanos. Los
intentos de la administración Wilson por conseguir que el gobierno de
Carranza modificara su postura neutral suscitaron un resentimiento cre-
ciente de los mexicanos contra las presiones e interferencias del podero-
so vecino. La política agresiva de Estados Unidos agudizó la hostilidad,
en particular, de la opinión radical y nacionalista de México. Su reacción
tomó la forma de un estridente neutralismo o de un antimperialismo a
veces acompañado de sentimientos favorables a la potencia alemana,
que era considerada como un posible contrapeso a las pretensiones he-
gemónicas de Estados Unidos.6
La declaración de guerra estadounidense tuvo otros efectos en Méxi-
co. Muchos cientos de ciudadanos estadounidenses que se oponían al
ingreso de su país en el conflicto armado cruzaron el río Bravo. Tal vez
sólo unas docenas de los cientos de slackers (desertores) que pasaron a
México habían tenido actividades socialistas e izquierdistas en Estados
Unidos. Algunos de ellos, como Irving Granich (más tarde conocido co-
mo Mike Gold, un destacado escritor comunista), Carleton Beals, Char-
les Phillips (más tarde, el experto del Partido Comunista de Estados
Unidos en cuestiones latinoamericanas que escribió bajo el pseudónimo
de Manuel Gómez) y el caricaturista de The Masses, Henryd Glinten-
kampf, llegaron tanto por accidente como por decisión al movimiento
obrero y socialista mexicano del que surgiría el Partido Comunista Me-
xicano a fines de 1919.
México también albergó temporalmente a contestatarios de otro
tipo: los representantes del movimiento anticolonialista hindú, que ha-
bía alcanzado considerable fuerza en América del Norte en la década
anterior a 1917.7
La estrecha vigilancia de la inteligencia británica y esta-
dounidense sobre las actividades de los antimperialistas hindúes, acre-
centada al conocerse los vínculos alemanes de un sector del movimiento,
llevaron a varios nacionalistas hindúes a refugiarse en México en 1917 y
1918." Uno de ellos, el bengalí M. N. Roy, desempeñaría un importante
papel no sólo en el nacimiento del comunismo mexicano, sino en la
evolución que seguiría en los años veinte la postura de la Comintern res-
pecto de las cuestiones coloniales.9
Roy llegó a México en junio de 1917 con su esposa estadounidense,
Evelyn Trent, que tomó contacto con los grupos feministas mexicanos y
colaboró en la fundación del Consejo Feminista Mexicano, a fines de
1919.10
En los últimos meses de su estancia en Nueva York, el nacionalis-
mo anticolonialista de Roy había adquirido gradualmente rasgos socia-
listas. A su llegada a la ciudad de México, fue tomando poco a poco
contacto con el Partido Socialista Mexicano recientemente revivido y, a
principios de 1919, ayudó a sanear las finanzas de su periódico."
33
Finalmente, la estratégica situación de México en las fronteras de Es-
tados Unidos y el impacto mundial del radicalismo social y agrario de la
Revolución Mexicana atrajeron la admiración y la atención de secto-
res de la izquierda europea y en particular de la recién formada Tercera
Internacional. Mijail Borodin, un agente de la Comintern que visitó Mé-
xico a fines de 1919, no fue sino la primera de numerosas figuras de la
Comintern y del comunismo que dejaron su huella en el desarrollo del
comunismo mexicano.
EL CONGRESO SOCIALISTA NACIONAL Y LA FUNDACIÓN DEL PCM
El paso más importante hacia la creación de un partido comunista me-
xicano lo dio el Congreso Socialista Nacional de agosto-septiembre de
1919. La reunión fue convocada por el Partido Socialista Mexicano, una
de las pocas organizaciones relacionadas con la tradición marxista y so-
cialdemócrata, aunque, como hemos visto, su relación con esa tradición
era ambigua. Tras varios años de inactividad, a fines de 1917 el partido
resurgió bajo el liderazgo del licenciado Adolfo Santibáñez y Francisco
Cervantes López. Santibáñez era un abogado de edad madura que des-
de hacía tiempo se había especializado en casos de trabajadores. Había
servido al gobierno zapatista-villista de la Convención en 1915 y había ha-
blado en defensa de los obreros de la Casa del Obrero Mundial proce-
sados durante la huelga general de 1916 en la ciudad de México. El
partido publicaba un periódico, El Socialista, que empezó a circular en
algún momento de 1917 primero semanal y luego mensualmente, pero
los problemas financieros lo forzaron a suspender la publicación a fines
de 1918.12 La ayuda financiera de M. N. Roy permitió al periódico volver
a difundirse en forma más amplia en enero de 1919.
Roy, al recordar las reuniones en que, durante 1918, habló con San-
tibáñez y algunos miembros del Partido Socialista, señalaba que, con la
excepción del "muy burgués Santibáñez y un maestro", todos los miem-
bros ejecutivos eran "proletarios de pura sangre"." Probablemente el
partido no tenía más que un par de docenas de miembros activos, aun-
que recibía el apoyo de varios cientos de simpatizantes y lectores de su
publicación. Para empezar, el Partido Socialista no estaba formalmente
vinculado a los sindicatos obreros, si bien a fines de 1918 estableció es-
trecho contacto con el Gran Cuerpo Central de Trabajadores a través de
las actividades de un nuevo recluta, José Allen.
· José Allen sería más tarde el primer secretario general del Partido Co-
munista Mexicano, pero a principios de 1919 sus vínculos tanto con el
movimiento obrero mexicano como con el Partido Socialista eran toda-
vía recientes. Ingeniero electricista por su formación, Allen, como sugie-
34
re su nombre, era descendiente de una familia angloamericana: su
abuelo había sido un ingeniero del ejército estadounidense que se esta-
bleció en México en la década de 1840. Aunque Allen afirmaría más
adelante que había militado largo tiempo en la política estudiantil y
obrera, no hay prueba de que participara en actividades obreras o socia-
listas antes del final de 1918.14
En realidad, Allen era, por confesión propia; un agente de la inteli-
gencia militar de Estados Unidos que había sido reclutado, a fines de
1918, cuando trabajaba en una de las plantas manufactureras militares
del gobierno mexicano, por el mayor R. M. Campbell, agregado militar de
la embajada de Estados Unidos en la ciudad de México.15
Tras propor-
cionar información sobre las instalaciones militares del país, Allen fue
persuadido de entrar en el Gran Cuerpo Central de Trabajadores e in-
sertarse en el mundo de la política obrera radical.16
En poco tietnpo se
había ganado la confianza de los dirigentes del Gran Cuerpo y del Par-
tido Socialista Mexicano, y sus informes semanales a la embajada de Es-
tados Unidos nos proporcionan un valioso panorama de la vida de los
trabajadores contrarios a la CROM, en la ciudad de México, en los años
inmediatamente posteriores a la primera guerra mundial.17
A pesar del tono explícitamente antianarquista de las publicaciones
del Partido Socialista, los obreros que formaban parte de él estaban aún
profundamente imbuidos de las ideas anarquistas y sindicalistas, hasta el
punto de que se negaron a apoyar las acciones concretas ideadas para
protestar por las amenazas estadounidenses de castigar a México por el
nacionalismo económico que propugnaba la Constitución de 1917. Por
muchas dudas que tuvieran algunos miembros del partido sobre la for-
ma adecuada de responder a tan graves conflictos, a mediados de 1919
el Partido Socialista Mexicano había adoptado una firme posición con-
tra el imperialismo británico y estadounidense, utilizando un lenguaje
militante que mostraba la influencia de M. N. Roy. El 11 de julio de
1919, el partido adoptó una resolución para protestar contra la inten-
ción de Washington de deportar a los nacionalistas hindúes y para reco-
nocer el derecho del pueblo hindú a rebelarse contra el colonialismo
británico.18
A principios de agosto, el partido denunció furiosamente una
presunta intervención de Estados Unidos en los asuntos de México y lla-
mó al proletariado estadounidense a "organizar acciones económicas
concertadas para evitar la intervención". Se convocaba a los trabajadores
mexicanos a respaldar plenamente al gobierno de Carranza en la defen-
sa de los intereses mexicanos; aunque se dejaba claro que esto no impli-
caba un apoyo irrestricto a dicho gobierno.19
Entre tanto, en Europa, entre las ruinas de la Segunda Internacional,
se daban los primeros pasos para la formación de una nueva "Interna-
35
¡'
'
1
1
1 ¡
cional de la Acción", en el congreso inaugural de la Comintern en Mos-
cú celebrado en marzo de 1919. Afines de enero se emitieron invitacio-
nes para acudir al congreso constituyente a todos los partidos que se
oponían a la Segunda Internacional. Es interesante observar que pocos
de los partidos o grupos considerados como posibles asistentes al con-
greso procedían de fuera de Europa?0
El Manifiesto de la Internacional Comunista al proletariado de todo el
mundo, imbuido del optimismo revolucionario reinante, llamaba a los
obreros de todos los países a unirse bajo la bandera comunista. Aun-
que hacía referencia específica a las condiciones en los países coloniales
de Asia y África propugnando la lucha por la revolución proletaria más
que por la simple liberación del gobierno colonial, no había ninguna re-
ferencia a América Central o del Sur y, con la excepción de un delegado
de Estados Unidos, América no estaba representada en el congreso.
Tampoco había representantes latinoamericanos en la conferencia de
Bakú sobre cuestiones coloniales, celebrada poco después del primer
congreso de la Comintern, aunque el delegado estadounidense, John
Reed, incluyó varias referencias a México en el discurso que pronunció
en dicha reunión.21
Tras el llamado de la Comintern, y bajo la presión de un movimiento
obrero cada vez más radicalizado, se formaron partidos comunistas en
diversos países europeos, y la lucha entre las facciones de izquierda, cen-
tro y derecha dentro de los partidos socialistas se intensificó. Algunas fi-
guras claves del Partido Socialista Mexicano, especialmente Roy y
Santibáñez, querían que el partido definiera su posición en el campo in-
ternacional. El programa del partido, todavía en agosto de 1919, refle-
jaba la heterogeneidad de sus bases y de su orientación ideológicaY
El Partido Socialista extendió a mediados de julio las primeras invita-
ciones a un Congreso Socialista Nacional. Cuando el congreso se reunió
en la ciudad de México, el 22 de agosto, asistieron sesenta delegados
acreditados por diversas organizaciones.23
Un obrero del Partido Socia-
lista Mexicano informó al periódico socialista de Nueva York, The Call,
que: "Han sido invitados delegados de todos los estados, que representan
a los sindicatos obreros, las ligas de resistencia y todas las publicaciones
liberales, así como a los grupos puramente socialistas y radicales".
24
Las veintiún firmas que suscriben la Declaración de Principios que se
redactó al final del congreso nos dan una idea del tipo de delegados que
asistieron.25 Había nueve delegados de sindicatos u organizaciones obre-
ras individuales; entre ellos se encontraban algunos hombres que ha-
bían estado ya vinculados con círculos socialistas, comoJosé Median, re-
presentante de la Cámara Obrera de Zacatecas, y Leonardo Hernández,
delegado del Sindicato de Molineros de México y destacado miembro
36
del Gran Cuerpo. Entre las grandes figuras del Partido Socialista Mexi-
cano que asistieron se hallaban Francisco Cervantes López, José Allen,
Eduardo Camacho (que representaba a un grupo llamado Cien Jóvenes
Socialistas Rojos de México) y M. N. Roy (como representante del órga-
no noticioso del partido, El Socialista).
Pocas referencias al congreso han sobrevivido, y la mayoría de las cró-
nicas contemporáneas eran muy parciales. Todas coinciden en que hu-
bo una fuerte disputa sobre el lugar que le correspondía a Luis Morones
y los relatos subsecuentes han tratado de identificar tres corrientes de
opinión opuestas dentro del congreso: la posición reformista de Moro-
nes y la CROM, la línea oportunista del espiritualista y autonombrado
"Lenin de las Américas", Linn Gale, fugitivo del reclutamiento militar, y
la posición socialista revolucionaria de los líderes del Partido Socialista
Mexicano, especialmente Roy yAllen.26
Sin embargo, cabe dudar de que
tal claridad de postura y línea fuera evidente durante el desarrollo del
congreso. Linn Gale y su colega filipino Fulgencio Luna se representa-
ban sólo a sí mismos, aunque expresaban simpatía por el sindicalismo
revolucionario de la Industrial Workers of the World (IWW). Morones y
otro miembro destacado de la CROM, Samuel Yúdico, cuyas credenciales
también fueron impugnadas, parecen no haber obtenido al final nin-
gún apoyo político de ninguno de los delegados presentes. Laversión final
de la Declaración de Principios se votó unánimemente el último día, in-
mediatamente después de que Morones se retirara del congreso. Las cró-
nicas de Linn Gale sobre el congreso, que circularon ampliamente en la
prensa obrera de Estados Unidos, estaban sin duda teñidas por super-
sonal enemistad para con Morones. En un momento durante los de-
bates, Morones interrumpió a Gale blandiendo un ejemplar de la revista
que éste publicaba en español, Nueva Civilización, que contenía un retra-
to del ministro del interior de Carranza, Manuel Aguirre Berlanga, con
quien Gale había tenido relaciones amistosas durante todo 1918 y 1919.
La Declaración de Principios tomaba algunos de sus puntos de las
conclusiones del congreso inaugural de la Comintern, pero ponía más
énfasis en los puntos más estrechamente ligados a, o menos conflictivos
para, el pensamiento libertario. Así, en un párrafo, el congreso adjudi-
caba la etiqueta de "traidor a los intereses de la clase obrera" a cualquie-
ra que "tratara de desviar a los trabajadores hacia la creencia de que la
clase obrera puede ser liberada mediante la acción política, es decir, me-
diante la participación en los parlamentos burgueses".27
La actitud de la
recién formada Tercera Internacional, particularmente su temporal en-
tusiasmo por la "espontaneidad" y sus virulentas denuncias contra el
parlamentarismo de la vieja Segunda Internacional, llevó a los socialis-
tas mexicanos a derivar fácilmente conocidas conclusiones de natura-
37
1 ¡
leza libertaria y antipolítica a partir de los primeros pronunciamientos de
la Comintern. Finalmente, en un acto que selló la decisión del congreso
de afiliarse al nuevo movimiento comunista internacional, los delegados
aprobaron el envío de un telegrama de saludo al Partido Comunista de
Estados Unidos, que estaba reunido en ese momento en Chicago.28
En
ese saludo, el Partido Socialista Mexicano anunciaba: "Estamos nom-
brando delegados a la Tercera Internacional".
Sin embargo, el Congreso Socialista Nacional no tuvo como resultado
inmediato la creación de un partido comunista mexicano. El Partido So-
cialista Mexicano sólo cambió su nombre por el de Partido Comunista
Mexicano en noviembre, varios meses tras la clausura del congreso. Por
esta razón, ha habido mucha confusión en torno a la aparición a media-
dos de septiembre de un "partido comunista" dirigido por Linn Gale. A
pesar de los ataques que sufrió durante el congreso, Gale se quedó hasta
el amargo final y firmó la Declaración de Principios. Poco después, sin
embargo, fue expulsado del local del Partido Socialista en la ciudad de
México debido en parte a sus vínculos políticos con Aguirre Berlanga.
Prontamente formó su Partido Comunista de México, que nunca fue
más que una organización de papel.
Durante el resto de 1919, Gale y su camarilla de seguidores hicieron un
elaborado intento por desacreditar las actividades del Partido Socialista
dirigido por Roy y Allen. El Partido Comunista de México apenas era algo
más que una oscura extensión organizativa del Gale's Magazine, una revista
socialista que Gale había publicado en México desde su llegada en julio
de 1918.29
El partido de Gale se proyectaba casi exclusivamente fuera de
México, con la intención de convencer al movimiento obrero y socialista
de Estados Unidos de que Gale era el único exponente del "verdadero
bolchevismo" en este país. Olvidando convenientemente la historia de su
propia asociación con el gabinete de Carranza y con la embajada de
Alemania en México, Linn Gale tildaba a Roy de espía del gobierno ale-
mán y principal cómplice de la capitulación del Partido Socialista ante las
estratagemas de Luis Morones y la CROM.30
El partido de Gale mostraba particular interés en llegar a la prensa de
la IWW en Estados Unidos, y sus programas y declaraciones públicas subra-
yaban que el partido "estaba inequívocamente comprometido con el
IWWismo y dispuesto a hacer cuanto fuera posible por promover la idea
de Un Gran Sindicato". A diferencia del Partido Socialista (luego PCM),
que todavía gozaba de estrechos vínculos con un sector reconocidamen-
te pequeño del movimiento obrero de la ciudad de México, el Partido
Comunista de México se hallaba completamente al margen de la clase
obrera mexicana. Dos miembros de su comité nacional, los estadouni-
densesJ. C. Parker y M. Tabler, sostenían que habían establecido víncu-
38
los con la IWW en Tampico, pero no hay verdaderas pruebas de ninguna
conexión importante entre el partido y los trabajadores de la zona pe-
trolera.31
La decisión de crear un partido comunista que buscara formalmente
afiliarse a la Tercera Internacional se tomó entre la clausura del Congre-
so Socialista Nacional y noviembre de 1919. Desde luego, la resolución
del congreso para enviar delegados a la siguiente reunión de la Comin-
tern ya auguraba la formación de ese partido. A principios de octubre,
un grupo de miembros del Partido Socialista, encabezado porJosé Allen
y Eduardo Camacho, empezó a publicar una revista semanal, El Soviet,
cuyo título no dejaba dudas en cuanto a la dirección que estaba toman-
do el partido.32 El Soviet se describía a sí mismo como "semanario de pro-
paganda socialista" y era publicado por el grupo "Hermanos Rojos" de
la central del Sindicato de Panaderos de la ciudad de México.
Los editores consideraban que la punta de lanza de la revolución
mundial eran los bolcheviques rusos, los espartaquistas alemanes y los
wobblies estadounidenses, que abarcaban no sólo Europa, sino también
Estados Unidos y México. El lenguaje de los artículos y las consignas de
la primera plana ("Por la Salud y Emancipación Universal"), sin embar-
go, indican que la inminente ruptura revolucionaria todavía era conce-
bida en un estilo semilibertario, como culminación de una lucha general
de acción directa de las masas." La elección del título era especialmente
significativa. El ala izquierda del movimiento obrero mexicano, influida
por las ideas sindicalistas y libertarias, tenía particular entusiasmo por
los conceptos de soviet y de consejo de trabajadores, a los que daba un
significado en ciertos aspectos muy diferente del que le daban los bol-
cheviques. El soviet se convirtió en el epítome de la acción directa de la
clase obrera en su lucha por destruir el estado autoritario.
Roy y Allen tomaron la decisión de instituir formalmente un Partido
Comunista Mexicano con la asesoría del delegado de la Comintern so-
viética, Mijail Borodin, cuya presencia en México a fines de 1919 es uno
de los aspectos más fascinantes y peor entendidos de los orígenes delco-
munismo mexicano. Borodin, cuyo nombre original era Mijail Grusen-
berg, había sido miembro activo de la facción de Lenin en el Partido
Socialdemócrata Ruso antes de emigrar a Estados Unidos en 1906. Su
conocimiento del inglés y sus contactos con la izquierda estadounidense,
adquiridos mientras fue miembro del Partido Socialista de Norteamé-
rica, eran muy interesantes para el estado soviético, económica y política-
mente presionado, que necesitaba desesperadamente revivir los vínculos
comerciales con el mundo capitalista. La primera tarea de Borodin a su
regreso al Nuevo Mundo, durante el verano y el otoño de 1919, consistió
en proporcionar asistencia financiera al negociado del Gobierno Sovié-
39
tico en Nueva York, del que estaba encargado Ludwig Martens, y desa-
rrollar el comercio de materias primas con México.34
Tras una compli-
cada serie de viajes en los que tuvo que recorrer el Caribe y Estados
Unidos, Borodin llegó a México a fines de septiembre o principios de
octubre. Por tanto, Borodin no pudo estar presente durante los debates
del Congreso Socialista Nacional, como comúnmente se cree.3
'
Pero lo más difícil de aclarar son las tareas políticas y diplomáticas
más amplias que asumió Borodin en su visita a México. La inteligencia
británica y estadounidense creía que, antes de dejar Moscú, Borodin
había recibido el mismo útulo para Centro y Sudamérica que Martens
para América del Norte, junto con instrucciones de influir sobre el go-
bierno mexicano para que abasteciera a Rusia de alimentos y materias
primas.36
El negociado del gobierno soviético en Nueva York era ante
todo un organismo comercial; Martens, a pesar de sus evidentes filiacio-
nes bolcheviques, se negó tercamente a entrar en el campo político, pa-
ra disgusto de los socialistas estadounidenses. Sólo hasta julio de 1920
creó la Comintern una sección con especial responsabilidad para Amé-
rica del Norte. Sin embargo, El Soviet anunció la formación de un Buró
Latinoamericano de la Tercera Internacional a principios de diciembre
de 1919.37
Dadas la evidente falta de interés de la Comintern por Amé-
rica Latina en esa época y su tendencia a considerar el conflicto entre el
mundo imperialista y el mundo colonial como un asunto Este-Oeste,
que concernía a los pueblos de Asia y Medio Oriente, la visita de Boro-
din se vuelve todavía más problemática.
¿Cómo se explica su estancia de casi dos meses y medio en México? Las
negociaciones comerciales con el gobierno mexicano pueden haber sido
una ocupación importante. Ciertamente, Borodin tuvo reuniones regula-
res con varios funcionarios del gobierno, incluido el propio Carranza."
Claramente, Borodin estaba interesado también en recuperar unas valio-
sasjoyas (que había abandonado en Santo Domingo a su paso hacia Nue-
va York y que servirían para financiar las actividades comerciales de Rusia
y posiblemente las de la Comintern en América del Norte). Según M. N.
Roy, Borodin estaba también interesado en conseguir el apoyo mexicano
y posiblemente incluso el reconocimiento diplomático para el nuevo go-
bierno soviético. Carranza quedó adecuadamente impresionado por la
declaración rusa de apoyo a la lucha de los pueblos latinoamericanos con-
tra el colonialismo y el imperialismo y, si hemos de creer a Roy, le dio au-
torización a Borodin de utilizar los canales diplomáticos mexicanos para
comunicarse con la Comintern en Europa.39
¿Cuál fue exactamente el papel de Borodin en la formación del Par-
tido Comunista Mexicano durante esos meses? A su llegada, Borodin no
intentó ponerse en contacto directamente con el Partido Socialista. Sólo
40
acordó sus primeras reuniones con Roy y los demás dirigentes cuando
ya había contactado a varios simpatizantes estadounidenses del partido,
los cuales habían llamado su atención sobre el tono radical de la página
en inglés del periódico de la capital El Heraldo de México, que ellos edi-
taban. Después, Borodin se alojó en la palaciega residencia de Roy y los
demás miembros del Partido Socialista lo vieron muy pocas veces."'
¿Es cierto, como se ha dicho, que Borodin convirtió a Roy al marxis-
mo y al comunismo? Aparte de que diez semanas parecen poco tiempo
para realizar semejante tarea, está claro que el nacionalismo anticolo-
nialista de Roy había ido adquiriendo un carácter cada vez más socia-
lista desde que salió de Estados Unidos a mediados de 1917!' Además,
a pesar del verdadero aislamiento que sufrió el Partido Socialista Mexi-
cano y del que se quejaba Francisco Cervantes López, el partido había
empezado a discutir su relación con la Tercera Internacional mucho
antes de que Borodin llegara México. Es muy probable, sin embargo,
que Borodin proporcionara a Roy y al partido información detallada y
actualizada sobre el crecimiento del movimiento comunista en Europa,
sobre las diferencias fundamentales que separaban a la socialdemocra-
cia del comunismo, y sobre los requisitos para ingresar en la Comintern,
que se formalizarían al año siguiente en las famosas veintiuna condi-
ciones.
El28 de noviembre de 1919, en una sesión extraordinaria del Partido
Socialista Mexicano se cambió el nombre del partido por el de Partido Co-
munista Mexicano y se nombró una comisión para decidir la composi-
ción de la delegación del mismo que acudiría al siguiente congreso de
la Tercera Internacional. Pocos días después, Borodin escribió a José
Allen que el partido sería admitido en la Comintern con todos los dere-
chos de los partidos afiliados en cuanto los delegados mexicanos llega-
ran a Moscú. Dos semanas más tarde, el 8 de diciembre, el PCM creó un
Buró Latinoamericano de la Tercera Internacional con el supuesto apo-
yo de ésta y con el objetivo de establecer vínculos entre organizaciones
del continente americano cuyos programas y principios fueran cercanos
a los de la CominternY
LA PRIMERA DÉCADA DEL COMUNISMO MEXICANO
El joven Partido Comunista Mexicano tuvo una existencia precaria du-
rante sus primeros cinco años. Luchó al principio por dominar y luego
por diferenciarse del medio radical principalmente anarquista y de
influencia anarcosindicalista del que había surgido. Casi sin fondos, con
la presunción de algunos cientos de miembros y con una débil estructu-
ra organizativa que no iba más allá de media docena de estados, el PCM
41
sufrió además numerosos cambios en el personal dirigente y grandes
oleadas de represión por parte del gobierno federal, los gobiernos esta-
tales y los caudillos militares.
El idioma también era un grave problema que dificultaba la comuni-
cación con el movimiento comunista internacional. Pocos de los prime-
ros dirigentes del PCM podían leer otros idiomas aparte del español, y la
mayoría de los documentos de la Comintern no podían conseguirse en
español hasta 1924.43
Rafael Carrillo, entonces dirigente de la juventud
Comunista, sostiene que sólo en 1923, con ocasión de una visita a Mos-
cú, tuvo oportunidad de leer las importantes Tesis sobre la cuestión colonial
promulgadas en el 11 Congreso de la Internacional Comunista en 1920!4
A pesar de estos problemas los comunistas mexicanos pronto tuvie-
ron una presencia significativa (aunque a menudo pasajera) en varios
segmentos importantes de la población urbana y especialmente en la
campesina, así como entre los artistas e intelectuales de vanguardia. En
sus primeros años (1919-1922), el PCM logró atraerse el apoyo de sus-
tanciales núcleos de trab~adores de la ciudad de México (panaderos,
tranviarios, telefonistas, carpinteros, obreros textiles). Sus cuadros tam-
bién contribuyeron a organizar un poderoso movimiento inquilinario
en Veracruz y la ciudad de México en 1922.
A mediados de 1924, después de que la rebelión delahuertista enca-
bezada por caudillos militares disidentes destruyera gran parte de la es-
tructura del partido y tras la pérdida de su influencia en el movimiento
inquilinario de la ciudad de México y de Veracruz, el PCM se encontraba
en graves dificultades.
Algo más tarde (1925-1929), la influencia del partido creció entre los
ferrocarrileros (y trajo al partido figuras tan importantes como Valentín
Campa, Elías Barrios y Hernán Laborde) y en la industria petrolera, así
como entre los mineros de varios estados, en particularJalisco, donde el
pintor David Alfaro Siqueiros actuó como organizador sindical. Irónica-
mente, la Liga de Comunidades Agrarias, integrada por los sectores más
conscientes y mejor organizados del campesinado, una clase casi com-
pletamente ignorada en el Congreso Socialista Nacional de 1919, fue la
que dio al partido su primer contacto sustancial y duradero con las ma-
sas en zonas como Michoacán yVeracruz. Durante la segunda mitad de la
década, la organización campesina más importante y militante del país,
la Liga Nacional Campesina, estuvo bajo influencia comunista. A prin-
cipios de 1929, el PCM se había convertido en el más exitoso de los par-
tidos comunistas de América Latina.
Las tendencias ultraizquierdistas y sectarias del Tercer Periodo de la
Comintern (1928-1934), sin embargo, acabaron con buena parte de esos
logros. El PCM expulsó a un numeroso grupo de sus miembros más ca-
42
paces, rompió con sus aliados no-comunistas ("socialfascistas"), destruyó
sus vínculos con la organización campesina nacional más importante del
país y volvió extremadamente difícil su participación en las acciones
sindicales y agrarias.
La base del PCM: los g;rupos urbanos
Entre 1919 y 1921-1922, el PCM trabajó en difícil alianza con grupos e
individuos de orientación predominantemente anarquista o anarcosin-
dicalista. El enemigo común era la "reformista" organización obrera
nacional, la CROM, que al principio de los veinte ya se había ganado repu-
tación de ultraoportunista, corrupta y proclive a subordinar los intereses
de sus miembros a las necesidades del estado central. Con apoyo del go-
bierno, la CROM se convertiría a fines de los veinte en la mayor con-
federación obrera.
Dado que los panaderos, telefonistas, obreros textiles, choferes radi-
cales y otros "rojos" cortejados por el PCM y los grupos anarquistas tenían
simpatías libertarias, su fusión temporal con los primeros comunistas
creó un partido comunista de base extremadamente heterogénea y con
gran potencial para los desacuerdos graves en cuanto a estrategias y
posturas. Las tensiones crecieron con particular ferocidad durante el pri-
mer año de existencia de la Confederación General de Trabajadores
(CGT). Fundada en febrero de 1921, la CGT reunía a comunistas y anar-
quistas que intentaban constituir conjuntamente una oposición de iz-
quierda a la CROM. Pero la unidad no duró mucho. Las enérgicas medidas
contra los radicales extranjeros que adoptó el gobierno de Álvaro Obre-
gón (1920-1924) y las noticias acerca de la persecución contra los anar-
quistas que llegaban del joven estado soviético causaron una escisión de
la CGT en septiembre de 1921, apenas nueve meses después del naci-
miento de la organización.
Durante los ocho años siguientes, el PCM evitó crear una federación
nacional obrera de influencia comunista. En cambio, instruyó a sus
cuadros para que trabajaran dentro de las organizaciones obreras exis-
tentes (la CROM y, en menor medida, la CGT) y de los sindicatos indepen-
dientes cada vez más numerosos (ferrocarrileros, algunos sectores de la
minería y de la industria petrolera) que lucharon arduamente para po-
ner coto a las pretensiones hegemónicas de la CROM.
La tensión generada por la coexistencia de tendencias marxistas y li-
bertarias dentro del partido y la violencia empleada para aislar las acti-
vidades comunistas hicieron que algunas secciones del PCM se resistieran
a aceptar la estrategia del trabajo sindical dentro y junto a la "refor-
mista" CROM. Durante los primeros años veinte (de 1923 a principios de
43
1925) surgieron pequeños núcleos comunistas dentro de algunos sindi-
catos de la CROM en la capital (carpinteros, periodistas, metalúrgicos),
pero no duraron mucho.'' La dirección nacional de la CROM adoptó un
tono anticomunista cada vez más estridente, acentuado por sus vínculos
con la American Federation of Labor (AFL) y la Pan American Federa-
tion of Labor dominada por aquélla. La política nacional de la CROM
consistía en impedir a los comunistas el ingreso en las organizaciones
afiliadas a ella.
Sólo a mediados y finales de los veinte el PCM emprendió con serie-
dad la tarea de organizarse dentro de algunos sindicatos de la CROMen
estados como Puebla y Veracruz, aprovechando la actitud más tolerante
de esos sindicatos en el nivel local. En el IV Congreso de PCM (mayo de
1926) se suavizó la línea respecto de organizaciones como la CROM. Se
llamó a poner fin al izquierdismo y, con mayor énfasis aún, se convocó
a los comunistas a trabajar dentro de las organizaciones reformistas para
crear fracciones rojas capaces de tomar el poder desde dentro.'"
Las tensiones entre libertarios y comunistas también contribuyeron a
marginar al partido comunista del movimiento inquilinario que surgió
en varias ciudades en 1922-1923.47
Los alquileres aumentaron enorme-
mente a principios de los veinte, y las noticias sobre la legislación de
control de rentas aprobada en Yucatán junto con la indignación de las
prostitutas (uno de los grupos urbanos más explotados) contra sus
arrendadores suscitaron las primeras grandes luchas de inquilinos en
Veracruz a principios de 1922. El movimiento se extendió rápidamente
a la ciudad de México y a otros centros urbanos en los que proliferaron
las huelgas de alquileres, las manifestaciones callejeras y las ocupaciones
de casas. Sólo en la ciudad de México el número de participantes en el
movimiento se ha calculado en treinta y cinco mil.'"
El Partido Comunista, aún no repuesto de su ruptura con la CGT en
1921, procuró ganarse adeptos en los recién fundados sindicatos de in-
quilinos, aunque los choques entre los activistas del PCM y entre comu-
nistas y no comunistas en torno a los métodos de lucha eran cada vez
más frecuentes. A pesar de que las luchas inquilinarias no lograron pro-
porcionarle al PCM una nueva base urbana, sí contribuyeron de manera
importante al desarrollo del partido en otras áreas, del que la creación
de dos periódicos es el ejemplo más significativo.49
Fue en las comunicaciones y en la industria minera donde el PCM lo-
gró mayor inserción. Los ferrocarrileros (organizados primero en la
Confederación de Sociedades Ferrocarrileras y, luego, en la Confedera-
ción de Transporte y Comunicaciones, CTC), que estaban estratégica-
mente bien situados, sostuvieron una batalla permanente durante los
años veinte contra los intentos de la CROM por absorberlos en su crecien-
44
te imperio. Los sindicatos ferrocarrileros también resistieron firmemen-
te los intentos de los gobiernos de Obregón y Calles por reducir el
empleo como parte de las medidas necesarias para llegar a un acuerdo
con los acreedores extranjeros de México.
Unos cuantos ferrocarrileros militaban en el PCM desde sus primeros
años. Algunos comunistas (Juan González y Carlos Rendón, por ejem-
plo) habían trabajado intensamente en el Sindicato de Carpinteros
(uno de los gremios que integraban la Confederación de Sociedades Fe-
rrocarrileras) y con los oficinistas de los ferrocarriles en la ciudad de
México.5° De la agrupación de los trabajadores de oficina surgió otra im-
portante figura comunista: Hernán Laborde. Originalmente empleado
como oficinista de ferrocarriles, Laborde dirigió la lucha por la sindica-
liz<;lción de los trabajadores de las líneas del Pacífico sur en el oeste y el
noroeste de México.
Pero los primeros vínculos importantes entre el PCM y el sector ferro-
carrilero se establecieron entre 1926 y 1927, durante los agitados acon-
tecimientos suscitados por dos grandes huelgas contra los Ferrocarriles
Nacionales. Un comunista, Elías Barrios, fue elegido secretario general
de la CTC, y varios militantes ferrocarrileros, entre ellos Valentín Campa,
fueron atraídos al partido durante el curso de la huelga general decla-
rada en febrero de 1927.51
Aunque la Secretaría del Trabajo, dominada
por la CROM que era hostil a la huelga, logró romperla y muchos de los
ferrocarrileros del núcleo comunista perdieron sus puestos de trabajo,
la militancia y la conducta honesta de cuadros comunistas como Labor-
de, Campa, Barrios, Alfonso Muriedas y Mario H. Hernández le ganaron
considerables simpatías al PCM entre los ferrocarrileros. Estas primeras
experiencias contribuyeron para que el partido lograra crearse, en los
años treinta y cuarenta, una base fuerte dentro de la industria ferroca-
rrilera.
En el occidental estado de Jalisco, los comunistas también lograron
una buena inserción entre los mineros de la región de Etzatlán, de 1925
a 1928. Dos comunistas, José F. Díaz y el muralista revolucionario David
Alfaro Siqueiros, colaboraron para organizar la Federación Minera, de
influencia comunista, y luego la Confederación Obrera de Jalisco, y a la
vez a establecer fuertes vínculos entre los mineros y los sindicatos agra-
rios recién organizados.52
A pesar de estos avances organizativos logrados en la segunda mitad
de los veinte, la membresía obrera del PCM era débil y fragmentaria. El
cuarto congreso de los comunistas en 1926 propuso que el partido fuera
reorganizado en células de taller, fábrica y oficina, aunque señaló que
esto sería difícil de lograr debido a que había pocos miembros en la in-
dustria y muy pocos en las grandes fábricas. La excepción a esta regla era
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Barry Carr "la izquierda mexicana a travez del siglo XX"

  • 1.
  • 2. r1 J ·~ ~· .··:·:·''".,..:::! ~t;. ·.:_¿,. ;: :r¡· .~¿::.( ~ 'l~·~. •:'"!' .. ?;~;:·~~",::} ·~ · .. ~-t'f¡¡1,..,, ~··..,;,.., ·... ''·+ ',. /~ .r.;~: r... ..¡ !, . };. ~¡ •· 11"' l't- "');) 1"1- ..... 1 ~ .,.. ~ lt '.-, ~ '" 1.O. !'lo.' ~ tN "" Barry Carr La izquierda mexicana a través del siglo XX ~ ·. . :.MEJc~eo . ,; ,,~ ..~ .·' . Colección Problemas de México ~ Ediciones Era 05249,1 ..,
  • 3. Traducción de Paloma Villegas Fotografía de portada Francisco Mata Primera edición en inglés: 1982, The University ofNebraska Press, Lincoln, Nebraska Título original: Marxism and Communism in Twentieth Century Mexico Primera edición: 1996 ISBN: 968-411-387-0 DR © 1996, Ediciones Era, SA de C.V. Calle del Trabajo 31, 14269 México, D.F. Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico Este libro no puede ser fotocopiado ni reproducido total o parcialmente por ningún otro medio o método sin la autorización por escrito del editor. This book may not be reproduced, in whole or in jJart, in anyJorm, without written permission Jrom the publishers. ~ Índice Agradecimientos, 11 Principales siglas citadas, 13 INTRODUCCIÓN, 17 La naturaleza de los protagonistas, 17 Para entrar en el mundo de la izquierda, 19 El comunismo, el marxismo y la sociedad mexicana, 20 El marco internacional, 22 La sociología del comunismo mexicano, 25 Delimitación cronológica, 27 l. LOS ORÍGENES DEL PARTIDO COMUNISTA MEXICANO, 29 Introducción, 29 La formación del Partido Comunista Mexicano, 31 Los años rojos, 32 El Congreso Socialista Nacional y la fundación del PCM, 34 La primera década del comunismo mexicano, 41 El comunismo mexicano y el campesinado, 46 El papel de los intelectuales y artistas, 48 Número de miembros, 50 Actitud frente al estado, 51 El giro a la izquierda, 56 11. UN LEGADO AMBIGUO: EL COMUNISMO MEXICANO Y EL PERIODO DE CÁRDENAS, 61 Introducción, 61 El Partido Comunista durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, 64 Los orígenes del Congreso Extraordinario, 76 7
  • 4. III. LOS COMUNISTAS MEXICANOS Y LA REFORMA AGRARIA EN LA LAGUNA, 1920-1940, 93 Introducción, 93 ¿Triunfo proletario o campesino?, 93 La Laguna, 94 La fuerza de trabajo de La Laguna, 95 Nexos y simbiosis entre obreros y campesinos, 98 La experiencia de los años veinte: tradiciones de lucha, 100 El PCM en La Laguna, 103 La Depresión, 104 Se inicia la gran lucha, 106 El planteamiento del reparto de tierras, 109 Importancia del reparto para la alianza obrero-campesina, 113 IV. LAS RELACIONES ENTRE LOS COMUNISTAS MEXICANOS Y ESTADOUNIDENSES: LA HEREJÍA BROWDERISTA, 1934-1946, 117 Introducción, 117 Browder y el browderismo, 121 El browderismo de Cuba a México, 124 El Partido Comunista Mexicano, 125 La Unidad Nacional, 127 Las relacione~ con Lombardo Toledano, 130 El browderismo en México: primeras etapas, 131 La realidad de la experiencia browderista, 137 La inversión extranjera y la libre empresa, 141 Desintegración y postmortem, 1945-1946, 143 Conclusión, 149 V. EL FRENESÍ DEL DESARROLLISMO: MIGUEL ALEMÁN Y LA IZQUIERDA DOMADA, 1946-1950, 151 Introducción, 151 Un reto para la izquierda mexicana, 157 La elección de Miguel Alemán, 158 El consenso socialista en torno a la industrialización, 161 La mesa redonda marxista de 1947, 164 La izquierda y la clase obrera organizada, 1946-1950, 171 La izquierda sale de la CTM, 175 Los "charrazos", 177 1 Crisis y recomposición de la izquierda mexicana: cambios en la respuesta de la izquierda frente a Alemán, 182 Conclusión: los "días terrenales" de José Revueltas, 189 VI. LA INSURGENCIA OBRERA Y LA RECOMPOSICIÓN DE LA IZQUIERDA, 1950-1961, 193 Introducción, 193 Situación y fuerza del PCM y del POCM: partidos, prensa y número de miembros, 196 El Partido Popular, 202 Movimiento agrario y obrero, 206 La insurgencia ferrocarrilera, 1958-1959, 208 La izquierda, 1956-1960, 212 Febrero-marzo de 1959, 220 El XIII Congreso del Partido Comunista Mexicano, 223 Conclusión, 227 VII. EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA IZQUIERDA, 1960-1975, 229 Introducción, 229 Nuevos sujetos históricos, 230 Un contexto internacional distinto, 236 Nuevas formas de hacer política, 238 La esfera cultural y académica como terreno de crítica y combate, 242 Los viejos protagonistas, 248 Conclusión, 258 VIII. LA REBELIÓN ESTUDIANTIL Y LA LUCHA GUERRILLERA: 1968 Y SUS SECUELAS, 261 Introducción, 261 Los antecedentes de Tlatelolco, 262 Las demandas del movimiento, 267 Las respuestas a 1968. Hacia el pueblo: la lucha armada y los nuevos movimientos urbanos populares, 270 Los nuevos proyectos de la izquierda, 274 Las reacciones del gobierno al movimiento de 1968: Echeverría, la apertura democrática y las respuestas de la izquierda, 276 Conclusión, 279 9 ,
  • 5. IX. LA CRISIS ECONÓMICA Y LA UNIFICACIÓN DE LA IZQUIERDA MEXICANA, 1976-1987, 281 Introducción, 281 El PSUM, 284 El Partido Comunista Mexicano, el PSUM y el eurocomunismo, 284 Socios de izquierda, 290 Los antecedentes de la fusión, 291 ¿Un "partido de nuevo tipo"?, 294 La cuestión electoral y parlamentaria, 296 La crisis económica y la austeridad, 298 El PSUM y las organizaciones de masas, 302 Conclusión, 303 X. DESPUÉS DE CUAUHTÉMOC O EL RETO DE LAS MUCHAS MODERNIZACIONES: EL FUTURO DE LA IZQUIERDA EN MÉXICO, 305 Introducción, 305 Los protagonistas de la izquierda, 306 El FDN y las elecciones de julio de 1988, 31O El futuro de la "izquierda independiente", 316 Un desafío para la izquierda, 320 Múltiples modernizaciones, 323 ABREVIATURAS DE LAS FUENTES DE ARCHIVO, 327 NOTAS, 329 BIBLIOGRAFÍA SELECTA, 397 ÍNDICE DE NOMBRES, 413 Agradecimientos En el curso de la investigación para este libro he contraído deudas de gratitud con un gran número de individuos e instituciones en México, Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda y Australia. Mi principal deuda institucional es con el departamento de Historia y el Instituto de Estu- dios Latinoamericanos de La Trabe University, que me proporcionaron un ambiente de trabajo favorable, tiempo para investigar y fondos para viajar. En Estados Unidos, el Center for us-Mexican Studies de la Univer- sidad de California, San Diego, me otorgó una beca de investigación por seis meses en 1984, financiamiento y apoyo organizativo para una con- ferencia sobre la respuesta de la izquierda y el movimiento popular me- xicanos a las políticas de austeridad, así como un medio académico inmejorable para escribir, investigar y reflexionar. He recibido apoyo y asesoría excepcionales del director del Centro, Wayne Cornelius. En México, el personal del Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y la Hemeroteca Nacional me ayudó enormemente. Me gustaría agradecer especialmente el apoyo que me dieron el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) y su predecesor, el Centro de Estudios Marxistas (CEM). Estas organizaciones poseen una colección única de fuentes de archivo, panfletos y periódicos relativos a la historia del movimiento obrero y socialista mexicano en el siglo XX. Sin el acceso a los registros del Partido Comunista Mexicano y a los papeles de Carlos Sánchez Cárdenas que posee el CEMOS, yo no habría podido entrar en el mundo del comunismo mexicano. Gracias especialmente al director del CEMOS, Arnoldo Martínez Verdugo y a Ricardo Espinosa, Eduardo !barra, Antonio !barra, Raquel Sosa, Rocío Culebra y UrielJarquín. Entre los muchos estudiosos y activistas mexicanos que me concedie- ron entrevistas o con quienes he discutido mi investigación, quisiera des- tacar a Miguel Ángel Velasco, Adolfo Gilly, Gerardo Unzueta, Fabio Barbosa, Gerardo Peláez, Marcela de Neymet, Rodolfo Echeverría (El Chicali), Alejandro Álvarez, Gilberto Rincón Gallardo, Roger Bartra, Olivia Gall, Luis Hernández, Samuel León, Joel Ortega, Octavio Rodrí- guez Araujo, Alicia Torres, Enrique González Rojo, Héctor Aguilar Ca- mín y Gilberto Guevara. Pero debo agradecer especialmente a Arnaldo Córdova y Enrique Semo, que han sido durante años extraordinaria- mente generosos con su tiempo y su hospitalidad. 11 ~
  • 6. He hablado sobre muchos de los temas que se presentan en este libro con colegas de diversos países. En particular quiero agradecer a Alan Knight, Judith Adler Hellman, Kevin Middlebrook, Rodney Anderson, Dawn Raby, Tim Harding, Nora Hamilton, Ann Craig, Daniela Spenser, Paul Vanderwood, Steve Haber, Dan Lund yJeff Rubín. Steve Niblo ha leído varios borradores del libro y ha sido fuente de excelentes comen- tarios desde el principio. Algunas secciones de este libro aparecieron en artículos y libros pu- blicados independientemente y quisiera agradecer a los siguientes edi- tores por el permiso para reproducir este material. A Duke University Press, por una porción del capítulo 1 que se publicó como "Marxism and Anarchism in the Formation of the Mexican Communist Party, 1910-1919", en Hispanic American Historical Review, vol. 63, n. 2 (1983), y una parte importante del capítulo III que fue publicada como "The Me- xican Communist Party and Agrarian Mobilizations in the Laguna 1920- 1940: A Worker-Peasant Alliance?" en la misma revista, vol. 67, n. 3 (1987). A The Guilford Press, por el capítulo 11, que apareció como "Cri- sis in Mexican Communism: the Extraordinary Congress of the Mexican Communist Party", en Science and Society, vol. 50, n. 4 (invierno de 1986- 1987), y vol. 51, n. 1 (primavera de 1987). A Cambridge University Press, por partes del capítulo IX que aparecieron en "Mexican Communism 1968-1981: Eurocommunism in the Americas",journal ofLatin American Studies, n. 17 (mayo de 1985) y al Center for us-Mexican Studies por par- tes que aparecieron en la introducción a Barry Carry Ricardo Anzaldúa (comps.), The Mexican Left, the Popular Movements and the Politics ofAuste- rity, Center for us-Mexican Studies, University of California, San Diego, LaJolla, 1986. Una gran parte del capítulo X apareció como "The Left and Its Potential Role in Political Change", en Wayne Cornelius,Judith Gentleman y Peter Smith (comps.), Mexico's Alternative Political Futures, Center for us-Mexican Studies, LaJolla, 1989. El poema de Efraín Huerta "Desconcierto", que se utiliza como epí- grafe para el capítulo VIII, fue originalmente publicado en Los poemas prohibidos, Joaquín Mortiz, México, 1969. Se reproduce con el permiso de Andrea Huerta Bravo. 12 Principales siglas citadas AFL ANOCP AOCM ASARCO ASU BOC CCI CCM CD CDP CEM CEMOS CENCOS CFE CGOCM CGT CIA CIO CIOAC CJM CNC CNDEP CNDP CNED CNF CNH CNIT CNPA CNTE CME COCEI CON COCM CONAMUP COR American Federation of Labor Asamblea Nacional Obrera, Campesina y Popular Alianza de Obreros y Campesinos de México American Smelting and Refining Company Acción Socialista Unificada Bloque Obrero y Campesino Central Campesina Independiente Confederación Campesina Mexicana Corriente Democrática Comité de Defensa Popular Centro de Estudios Marxistas Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista Centro Nacional de Comunicación Social Comisión Federal de Electricidad Confederación General de Obreros y Campesinos de México Confederación General de Trabajadores Central Intelligence Agency Congress of Industrial Organization Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos Confederación de Jóvenes Mexicanos Confederación Nacional Campesina Comité Nacional en Defensa de la Economía Popular Comité Nacional de Defensa Proletaria Central Nacional de Estudiantes Democráticos Consejo Nacional Ferrocarrilero Consejo Nacional de Huelga Cámara Nacional de la Industria de la Transformación Coordinadora Nacional "Plan de Ayala" Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación Confederación Mexicana de Electricistas Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo Consejo Obrero Nacional Confederación de Obreros y Campesinos de México Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano y Popular Confederación Obrera Revolucionaria 13 ---..,
  • 7. COSINA Coordinadora Sindical Nacional CPN Confederación Proletaria Nacional CRDP Comité Regional de Defensa Proletaria CROM Confederación Regional Obrera Mexicana CSUM Confederación Sindical Unitaria de México CTAL Confederación de Trabajadores de América Latina CTC Confederación de Transporte y Comunicaciones CTM Confederación de Trabajadores de México CUT Central Única de Trabajadores FAT Frente Auténtico del Trabajo FBI Federal Bureau of Investigation FDN Frente Democrático Nacional FEG Federación Estudiantil de Guadalajara FEP Frente Electoral del Pueblo FEU Federación Estudiantil Universitaria FPP Federación de Partidos del Pueblo Mexicano FMI Fondo Monetario Internacional FNCR Frente Nacional Contra la Represión FNDSCAC Frente Nacional por la Defensa del Salario Contra la Austeridad y la Carestía FNET Federación Nacional de Estudiantes Técnicos FNTICE Federación Nacional de Trabajadores de la Industria de Comunicaciones y Electricidad FPAC de M Frente Popular Anti Comunista de México FSI Frente Sindical Independiente FSOC Federación de Sindicatos de Obreros y Campesinos de Durango FSOCRL Federación de Sindicatos de Obreros y Campesinos de la Región Lagunera FSROC Federación Sindical Revolucionaria de Obreros y Campesinos FSTSE Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado FUZ Frente Urbano Zapatista GCCT Gran Cuerpo Central de Trabajadores IMSS Instituto Mexicano del Seguro Social IPN Instituto Politécnico Nacional ISSSTE Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado IWW Industrial Workers of the World ]CM Juventud Comunista de México ]OC Juventud Obrera Católica 14 LNC LOPPE MAP MAR MAS MAUS MEP MLN MRM MRP MRPCM MSF MSR OIR-LM PAN PARM PAUS PCEU PCM PCUS PFCRN PLM PMS PMT PNR POCM POS pp PPM PPR PPS PRD PRI PRM PRS PRT PSM PSP PSR PST Liga Nacional Campesina Ley Orgánica de Partidos Políticos y Elecciones Movimiento de Acción Popular Movimiento Acción Revolucionaria Movimiento al Socialismo Movimiento de Acción y Unidad Socialista Movimiento Estudiantil Profesional Movimiento de Liberación Nacional Movimiento Revolucionario del Magisterio Movimiento Revolucionario del Pueblo Movimiento Reivindicador del Partido Comunista Mexicano Movimiento Sindical Ferrocarrilero Movimiento Sindical Revolucionario Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas Partido Acción Nacional Partido Auténtico de la Revolución Mexicana Pacto de Unidad Sindical Partido Comunista de Estados Unidos Partido Comunista Mexicano Partido Comunista de la Unión Soviética Partido del Frente Cardenista para la Reconstrucción Nacional Partido Liberal Mexicano Partido Mexicano Socialista Partido Mexicano de los Trabajadores Partido Nacional Revolucionario Partido Obrero-Campesino Mexicano Partido Obrero Socialista Partido Popular Partido del Pueblo Mexicano Partido Patriótico Revolucionario Partido Popular Socialista Partido de la Revolución Democrática Partido Revolucionario Institucional Partido Revolucionario Mexicano Partido de la Revolución Socialista Partido Revolucionario de los Trabajadores Partido Socialista de México Partido Socialista Popular de Cuba Partido Socialista Revolucionario Partido Socialista de los Trabajadores 15
  • 8. PSUM SITMMSRM SME SNTE SPAUNAM SSM STERM STERM STEUNAM STUNAM STFRM STPRM SUTERM SUTIN TD UAG UAM UAP UAS UGOCM UIC UMM UNAM URC UOI WFTU 16 Partido Socialista Unificado de México Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana Sindicato Mexicano de Electricistas Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación Sindicato del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México Secretariado Social Mexicano Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad Nacional Autónoma de México Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear Tendencia Democrática (del SUTERM) Universidad Autónoma de Guerrero Universidad Autónoma Metropolitana Universidad Autónoma de Puebla Universidad Autónoma de Sinaloa Unión General de Obreros y Campesinos de México Unidad de Izquierda Comunista Unión Minera Mexicana Universidad Nacional Autónoma de México Unión Revolucionaria Comunista Unidad Obrera Independiente World Federation ofTrade Unions -~----, Introducción La idea de un libro sobre la historia del marxismo y el comunismo en México surgió mientras investigaba el desarrollo del movimiento obrero en las dos primeras décadas de la Revolución Mexicana. Mi interés en la prehistoria del socialismo mexicano y el descubrimiento accidental, a me- diados de los setenta, de un valioso fondo de documentos relativos a los primeros años del Partido Comunista Mexicano (PCM) me incitaron a empezar a trabajar en una historia del PCM.1 Sin embargo, pronto se hizo evidente que para relatar la historia del PCM había que ocuparse también de la izquierda mexicana en un sentido más amplio. LA NATURALEZA DE LOS PROTAGONISTAS ¿Qué es la izquierda? ¿Quiénes son los protagonistas de este relato? El actor principal es el movimiento comunista mexicano, cuyos ante- cedentes ehistoria (desde 1919 -cuando se fundó el PCM- hasta la diso- lución del último fragmento del partido a fines de los años ochenta) constituyen el núcleo central de este estudio. Me refiero al movimiento comunista y no al partido porque ha habi- do varios comunismos mexicanos. Ése fue el resultado de la orgía de ex- pulsiones que forzaron a sucesivas oleadas de "disidentes" a salir del PCM a lo largo de las décadas. En los años cuarenta, por ejemplo, varios cientos de comunistas fueron echados del partido, entre ellos figuras importan- tes como Hernán Laborde, Valentín Campa, Miguel Angel Velasco y Carlos Sánchez Cárdenas. Estos hombres constituyeron un foro marxis- ta independiente en los años cuarenta, y los últimos tres formaron el Partido Obrero-Campesino Mexicano (POCM), que desempeñó un pa- pel importante en los diez años que van de 1950 a 1960. Tanto Campa como Velasco militan todavía en la izquierda en el momento de escribir esta introducción. Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre la historia del PCM (y en particular la semioficial Historia del comunismo mexicano publicada en 1984) han pasado por alto o prestado escasa atención a esos aconteci- mientos. Se trata de una omisión grave, ya que los "disidentes" fueron con frecuencia los primeros hombres y mujeres que rompi<:ron con la ortodoxia estéril e intentaron una reconciliación de la tradición so- 17
  • 9. cialista con las realidades cambiantes de la sociedad mexicana, uno de los temas principales de este libro. Sus voces deben ser rescatadas. Aunque los comunismos mexicanos son la "constante" en este libro, la izquierda no comunista ocupa un papel importante también, espe- cialmente en el periodo posterior a 1960, cuando el número de prota- gonistas de la izquierda aumentó notablemente. En los años sesenta y setenta las fronteras del marxismo y el socialismo en México explotaron de modo similar a lo que ocurría en otros lugares del mundo: la emer- gencia de la "Nueva Izquierda" como consecuencia del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y el inicio de la revolución cu- bana fueron, tal vez, los acontecimientos formadores más importantes. Estar "en la izquierda socialista" dejó de significar automáticamente ser parte de la tradición comunista y sus partidos. Esto no significa que no hubiera marxistas independientes antes de 1960. El economista Narciso Bassols y el diplomático e intelectual Eduardo Villaseñor, por ejemplo, formaron una agrupación socialista influyente en los años cuarenta (Liga de Acción Política), y desde fines de los cuarenta había socialistas de diferentes matices militando en el Partido Popular creado por Vicen- te Lombardo Toledano, el decano de los marxistas mexicanos. Uno de Íos objetivos de este libro es examinar la corriente política intelectual asociada con la figura de Lombardo Toledano (a la que comúnmente se hace referencia como lombardismo). A partir de los sesenta la izquierda se expandió enormemente y sur- gió una amplia gama de nuevas formaciones partidarias y organizacio- nes, la mayoría de ellas después de la sangrienta derrota del movimiento estudiantil-popular de 1968. Aún más importante fue la aparición de nuevas sensibilidades y formas de organizar la intervención política a través del arte, la literatura y la cultura popular. Paralelo a estos aconte- cimientos fue el surgimiento de nuevas formas de asociación vinculadas a una diversidad de proyectos que eran críticos del capitalismo de posguerra. A la clase obrera y el campesinado, tradicionalmente consi- derados como sujetos naturales de la izquierda, se unieron nuevos mo- vimientos sociales urbanos y coaliciones, especialmente en los setenta y los ochenta. La "clase" era ahora sólo uno de los muchos temas en torno a los cuales se coaligaban la izquierda y los movimientos populares. La "comunidad", el "lugar de residencia", la "religiosidad", el "género" tam- bién se convirtieron en poderosas fuerzas movilizadoras. Por tanto, con- forme el libro avanza en el tiempo y el mapa de la izquierda se hace más complejo, la definición de izquierda que utilizo se vuelve necesariamen- te más amplia. 18 PARA ENTRAR EN EL MUNDO DE LA IZQUIERDA ¿Quiénes son los sujetos históricos del desarrollo del marxismo y el co- munismo en México? La mayoría de los estudios de la izquierda han subrayado tradicionalmente el papel desempeñado por la ideología formal, las organizaciones políticas, la alta política ("el drama del Comi- té Central") y los líderes nacionales y locales. Esta perspectiva institu- cionalista ha sido criticada con frecuencia. Supuestamente estudia a la izquierda en los términos de la lógica de sus propias organizaciones, sus propias luchas internas y su propio discurso oficial; da demasiado peso a los líderes y demasiado poco a las bases, y destaca lo nacional por en- cima de lo local. Comparto algunas de estas dudas aunque no todas. Un capítulo de este libro se aparta del nivel nacional para examinar el desarrollo del Par- tido Comunista Mexicano en el área de La Laguna, al norte de México, una región económicamente estratégica en la que el Partido Comunista logró intersectar creativamente las tradiciones de oposición anteriores a 1910 y determinar los tiempos y la forma inicial, si no el resultado final, de una importante reforma agraria en 1936. El capítulo r examina la vin- culación entre el Partido Comunista y los pintores muralistas que cons- tituyeron la vanguardia artística de la Revolución Mexicana. En el capítulo V, una revisión de la obra del principal novelista y ensayista mar- xista de México, José Revueltas, nos ayuda a entender las tensiones y contradicciones que existían dentro del comunismo mexicano a finales de los cuarenta. Al tratar los acontecimientos posteriores a 1960, se pres- ta atención a la relación entre la izquierda y la cultura popular, las uni- versidades y las ciencias sociales políticamente comprometidas. Sin embargo, el desarrollo del impacto del marxismo sobre la vida intelec- tual y académica de México debe aguardar otro estudio.2 Me parece justificado prestar atención a la ideología, a la ''voz oficial", y al zigzag entre táctica y estrategia en dos sentidos principales. Muchos de los momentos claves en la historia de la izquierda mexicana han esta- do relacionados con cuestiones de lucha ideológica ypolítica. Este temajus- tifica que se privilegie un tanto los asuntos ideológicos y políticos. En segundo lugar, y más importante aún, la preocupación por lo que la "cú- pula" de la izquierda piensa es crucial para uno de los temas centrales de este libro: las luchas de la izquierda a lo largo de los años para adaptarse a las características cambiantes de la sociedad mexicana. La lucha por comprender y transformar la sociedad mexicana plan- teó grandes retos a la izquierda marxista. La izquierda socialista se vio confrontada con la difícil cuestión de qué tanto se ajustaba México a las categorías y consignas entonces disponibles para los marxistas. Una 19
  • 10. preocupación igualmente urgente fue cómo la izquierda podía intersec- tar las tradiciones indígenas de resistencia y liberalismo para que pudie- ran ser utilizadas en la construcción de un programa y una práctica progresistas y anticapitalistas auténticamente mexicanos. Estos problemas y los debates en torno a ellos fueron planteados pre- cisamente por cuadros políticos profesionales (surgidos de todas las clases) y por los intelectuales revolucionarios. Para examinarlos, es im- prescindible ocuparse de los protagonistas de estos debates y de las for- mas en que fueron resueltos. De ahí la importancia dada en este estudio a las deliberaciones que tuvieron lugar en foros como la Mesa Redonda de Marxistas Mexicanos, en 1947. EL COMUNISMO, EL MARXISMO Y LA SOCIEDAD MEXICANA Gramsci decía que escribir la historia de un partido comunista significa- ba escribir la historia de toda una sociedad, y Perry Anderson ha escrito sobre la necesidad de integrar la evolución de los comunismos naciona- les con la historia del "equilibrio nacional de fuerzas" (clases, partidos, instituciones) en cada sociedad. En otras palabras, la izquierda sólo se puede entender en términos de los objetivos, las personas involucradas y las estructuras del medio económico y político en que actúa. Cumplir la meta fijada por Gramsci es una ardua tarea, ya que es im- posible en un libro de esta extensión rastrear la evolución global de la sociedad mexicana. Pero el reto permanece. ¿Junto a qué fuerzas políti- cas y socioeconómicas ha actuado la izquierda marxista? El libro des- cribe un terreno económico familiar: la participación de la izquierda en la lucha en torno a la producción (huelgas, conflicto económico, lucha por la tierra) y sus intentos arduos y, durante mucho tiempo, vergonzo- samente insuficientes por reconocer la naturaleza predominantemente capitalista de la economía política mexicana. Pero más allá de la cuestión de mejorar las condiciones materiales de existencia de la población se hallan las luchas por defender, ampliar o reconquistar la autonomía de las organizaciones populares. Éstas eran al principio los habituales órganos de clase de los obreros y los campesi- nos, por ejemplo, los sindicatos. Pero conforme el mapa de la izquierda se ampliaba y diversificaba, otras formas de representación creadas por el movimiento popular (organizaciones de colonos, grupos estudian- tiles, focos guerrilleros) pasaron al primer plano. La lucha por la autonomía de las iniciativas y organizaciones popula- res en la sociedad civil a menudo produjo confrontaciones con el esta- do, cuya masiva expansión fue uno de los rasgos principales de la Revolución Mexicana. Ha habido choques especialmente violentos en 20 torno a quién ha de·controlar las organizaciones de masas de obreros, campesinos y pobres urbanos cuya cooptación por el estado tanto con- tribuyó a la fuerza y la estabilidad de los gobiernos en el periodo poste- rior a 1920. Una preocupación central de este estudio ha sido, por lo tanto, relacionar el desarrollo de la izquierda con la evolución política del México posrevolucionario y en particular con la historia tanto de las or- ganizaciones de masas "oficiales" como la Confederación de Trabajado- res de México (CTM), la Confederación Nacional Campesina (CNC) y el partido oficial (conocido sucesivamente como PNR, PRM y PRI) que ha dominado la vida política desde 1929. Pero sería un gran error suponer que la historia del comunismo me- xicano sólo ha consistido en el conflicto violento con las estructuras cor- porativas del estado. Durante una gran parte del periodo anterior a 1960 (y más obviamente entre mediados de los treinta y finales de los cuarenta), el PCM y sus aliados, como los seguidores de Vicente Lombar- do Toledano, se dedicaron a la búsqueda obsesiva de convergencias (e in- cluso fusiones) con el partido oficial y su base de masas. La respuesta de la izquierda marxista a la Revolución Mexicana y su "ideología" hegemónica, de la que la mayor parte de la izquierda fue una (voluntaria) cautiva hasta los años sesenta, es uno de los temas cen- trales de este estudio. Algunas de las cuestiones claves son los diferentes proyectos gubernamentales emanados de la Revolución Mexicana y las reacciones del PCM a cada uno de ellos: los primeros intentos vacilantes de reconstrucción económica y centralización estatal asociados a los ge- nerales de la dinastía del Norte, que dominaron los gobiernos de Álvaro Obregón (1920-1924) y Plutarco Elías Calles (1924-1928) en los años veinte; el radical nacionalismo económico del presidente Lázaro Cárde- nas (1932-1940), con su énfasis en la reforma agraria, la movilización de masas y la recuperación de la soberanía nacional; el desarrollismo con- servador de los años de Miguel Alemán (1946-1952), que privilegiaba la industrialización y el crecimiento económico a la vez que buscaba disci- plinar a las organizaciones obreras y campesinas, más que la redistri- bución y la justicia social; el "presidencialismo despótico" de finales de los sesenta y principios de los setenta (tras el aplastamiento del movi- miento estudiantil-popular de 1968), y las estrategias neoliberales de mo- dernización económica y política seguidas por los gobiernos de De la Madrid y Salinas de Gortari durante la crisis de endeudamiento de los años ochenta. El estudio también se ocupa de la relación entre el desarrollo delco- munismo mexicano y otras tradiciones progresistas y de izquierda. No se pretende hacer una historia de la idea del socialismo en México, pero sí trata temas como los orígenes del marxismo y el "socialismo científico"; 21
  • 11. la relación entre el marxismo y la tradición libertaria (el anarquismo y el anarcosindicalismo en particular) dentro del PCM en sus primeros años (capítulo 1), y finalmente las relaciones, cruciales pero siempre po- lémicas, entre el PCM, la tradición lombardista (representada por el Par- tido Popular y luego el PPS) y lo que se ha conocido como la tradición del "nacionalismo revolucionario". A pesar de sus experiencias con el frentismo popular (1936-1940) y la unidad nacional (1941-1947) y de sus tratos siempre ambiguos con los sucesivos gobiernos mexicanos, el PCM luchó por conservar su compro- miso con la idea de un proyecto socialista independiente del estado y de la burguesía. Las tradiciones lombardista y nacionalista revolucionaria, por otra parte, aunque propugnaban el socialismo, nunca abandonaron la esperanza de que el contenido progresista de la Revolución Mexicana (simbolizado por su antimperialismo y sus ambiciones estatistas) pudie- ra rencauzarse hacia metas socialistas mediante alianzas amplias con los segmentos progresistas del partido oficial. En los veinticinco años transcurridos tras las históricas revelaciones de Jrushev en el XX Congreso del PCUS en 1960, la brecha que separaba a la tradición comunista del nacionalismo revolucionario se ensanchó casi hasta la ruptura. Para los años setenta, el PCM y un sector cada vez mayor de la izquierda socialista habían concluido que el potencial progresista de la Revolución Mexicana se había agotado. Sin embargo, paradójicamen- te, este estudio concluye con un reencuentro histórico y un tanto ines- perado entre los supervivientes del proyecto comunista y los más recientes defensores del nacionalismo revolucionario: los disidentes neocardenis- tas del partido oficial (PRI) agrupados en torno a la figura de Cuauhté- moc Cárdenas que tan espectacular aparición hizo en las elecciones de julio de 1988. EL MARCO INTERNACIONAL Ciertamente ningún estudio sobre el marxismo y el comunismo en un escenario nacional puede ignorar la dimensión internacional de lo que (ante todo era un movimiento que trascendía las fronteras nacionales. La l Comintern, fundada en 1919 (y disuelta en 1943), proporciona los ladri-1 • ~ l_los principales para la construcción de este proyecto. Establecida entre í las ruinas de la Segunda Internacional, la Comintern, una Internacional : de la Acción, era, como han señalado Fernando Claudín, Perry Ander- ; son y otros, "un fenómeno sociológicamente único... una organización que exige una lealtad absoluta, una fidelidad disciplinada, entre sus sec- ciones constitutivas".' Esto no debe disimular el hecho de que durante los cinco primeros años de existencia de la Comintern el proceso de 22 creación de la famosa estructura disciplinada y centralizada que funcio- naría en los años posteriores fue lento y a menudo contradictorio. Las comunicaciones y otros problemas obstaculizaban y desorganizaban la comprensión y el manejo de las situaciones europeas por la Comintern. Por eso resulta todavía más difícil aceptar la seriedad de aquellos estu- dios históricos que sostienen de una manera rígidamente teleológica que había una correspondencia exacta, desde el principio mismo, entre las acciones del Partido Comunista Mexicano y el Comité Ejecutivo de la Comintern. El historiador aún tiene la tarea de descubrir hasta qué punto la Co- mintern determinaba la dirección y el estilo del Partido Comunista Me- xicano en los diferentes periodos de su historia. A esta tarea hay que añadir la cuestión de la relación entre el PCM y otros centros de la iz- quierda marxista mexicana (los grupos en torno a Lombardo Toledano, por ejemplo) y otros partidos del hemisferio occidental: el Partido So- cialista Popular de Cuba (PSP), por ejemplo, y el Partido Comunista dJ Estados Unidos (PCEU), que desde 1920 estuvo encargado por la Comin- tern de una "supervisión" sobre sus partidos hermanos de América Latina. - Las relaciones con el PCEU fueron extremadamente estrechas durante los primeros treinta años de la vida del PCM, y en algún momento ciertas figuras del PCEU se convirtieron en miembros de los cuerpos directivos del partido mexicano y guiaron la toma de decisiones en plenos funda- mentales del Comité Central o actuaron como árbitros finales en las grandes cuestiones de la época. El contenido y los límites de esta rela- ción casi "tutelar" deben ser examinados con cuidado si hemos de sacar conclusiones sobre la posible doble dependencia del PCM respecto de la arena internacional. Este tema es estudiado a todo lo largo del libro, y más particularmente en los capítulos 11 y IV. Sin embargo, hay que contemplar estas cuestiones con cautela, si no queremos caer en las explicaciones simplistas y reduccionistas que pre- sentan la historia del PCM como una serie de incidentes en que éste res- ponde pasivamente a los agentes de la Comintern y al "oro de Moscú". Tenemos que reconocer que las políticas y directivas de la Comintern eran con frecuencia bien recibidas y aceptadas con entusiasmo por las direcciones nacionales de los partidos comunistas, y hay que explorar. las circunstancias que explican este paralelismo de intereses en cada contexto nacional. En otros casos, ciertos procesos mexicanos, indepen- dientes del marco internacional, preveían o anticipaban las políticas de la Comintern. Una última advertencia se refiere al peligro de aceptar sin reservas la homogeneidad internacional del movimiento comunista. Todos los partidos, sin importar cuán estalinizados y serviles fueran, in- 23
  • 12. variablemente asimilaban muchas de las características peculiares de la cultura nacional y las tradiciones radicales de su país. ,../¿Cuáles, pues, son las grandes coyunturas en que la Comintern jugi> : un papel decisivo? Ante todo, el "giro a la izquierda" délllamado Tercer ·Periodode1á Comintern, iniciado en 1928, cuyos rasgos mexicanos cla- ves fueron establecidos en el pleno del Comité Central del PCM celebra- do en julio de 1929. En esta reunión se concluyó que los gobiernos de Plutarco Elías Calles y Emilio Portes Gil (1928-1929) habían capitulado ante el imperialismo angloamericano y que de ahí en adelante la lucha de las masas recientemente radicalizadas tomaría una forma irrenuncia- blem~nte anticapitalista y antimperialista. El resultado fue una condena global al bloque de generales revolucionarios que dominaban la dinas- tía del Norte y una posición intransigente respecto de los sectores mera- mente "reformistas" de la sociedad mexicana. En segundo lugar, los cambios de actitud del PCM respecto del go- bierno de Cárdenas en su primer año (diciembre de 1934-diciembre de 1935), simbolizados por el paso de la consigna "Ni CaHe.~_rü. Cárdenas" y de la afirmación complementaria de que Lázaro·c·ií:rélenas preparaba el camino al fascismo, a l/ consigna "Unidad a toda costa" a mediados de 1937. El impacto del VII Congreso de la Comi11tern (agosto de 1935) .y la intervención del líder detPCEU, Earl Browder~ en las deliberaciones .del PCM en 1937 fueron cruciales en ese abrupto cambio de postura po- lítica. El tercer episodio se refiere a la crisis de liderazgo que se produjo en ! 1939-1940, en que tuvo lugar la purga del Secretario General del PCM, Hernán Laborde y otro destacado líder comunista, Valentín Campa, y su expulsión del partido. Aquí de nuevo la influencia externa (esta vez bajo la forma de una delegación de la Comintern) desempeñó un papel clave en la campaña del PCM para purgar a su directiva. Las memorias de Valentín Campa y los papeles de Earl Browder arroj<¡-n nueva luz sobre este periodo crucial, y sugieren que el motivo principal de las expulsio- nes fue que ciertos líderes del PCM se opusierpn a 1~ presión soviética para que el partido colaborara en los preparativos para eliminar a León Trotsky, que entonces vivía exiliado en la ciudad de México. L~ cuarta y última coyuntura se refiere al impacto del browderismo 1 sobre los movimientos comunista y marxista mexicanos, que se examina ! __en el capítulo IV. La predicción de Earl Browder según la cual la cola- boración entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética aca- baría con la dominación colonial del ter~er mundo tuvo un profundo, aunque muy breve, impacto sobre muchos partidos comunistas lati- noamericanos durante 1944 y 1945. Aunque el PCM nunca fue tan lejos como algunos de sus·partidos hermanos (el PSP cubano, por ejemplo), 24 sí asimiló acríticamente el experimento browderista de "marxismo crea- tivo" hasta casi liquidar la identidad del partido como fuerza socialista independiente. LA SOCIOLOGÍA DEL COMUNISMO MEXICANO Otro tema que intenta abordar el libro es lo que podría llamarse la so- ciología de los movimientos mexicanos comunista y marxista. Ésta es la menos estudiada de todas las problemáticas esbozadas en esta introduc- ción. ¿Cuál ha sido la base social de la presencia comunista y de otras agrupaciones de izquierda en el México posterior a 1920? Necesitamos saber en qué sectores de la clase obrera, el campesinado y la intelligent- sia han encontrado seguidores-el comunismo y las diferentes combina- ciones de socialismo e izquierdismo, cómo se organizaba su apoyo y cómo se conservaba o perdía. También debemos identificar a los nuevos protagonistas y simpatizantes a que se ha dirigido la izquierda, especial- mente a partir de los sesenta. Cuadro 1 NÚMERO DE MIEMBROS DEL PCM, 1919-1981 Noviembre de 1922 1 500 Abril de 1925 191 1927 600 Julio de 1929 1 500 Diciembre de 1934 600 Junio de 1936 5 000 Enero de 1937 10 000 Junio de 1938 17 756 Enero de 1939 25 000 Enero de 1939 30 125 1944 5 331 Marzo de 1945 10 000 Noviembre de 1947 15 559 1960 1900 1974 1 500 1981 15 000 FUENTEo Barry Carr. "Temas del comunismo mexicano", Nexos, n. 54, junio de 1982, p. 24. 25
  • 13. Para responder a estas cuestiones sería necesario poseer datos estadís- ticos básicos, aunque difíciles de obtener, sobre cuestiones tan elementa- les como el tamaño y la distribución geográfica cambiantes de la membre- sía del PCM y de otras fuerzas. Mortunadamente, el acceso a materiales de archivo del PCM y de algunos comunistas destacados ha hecho posible ha- cer alguna reconstrucción preliminar de las bases del PCM, por lo menos para fines de los treinta y-la década de los cuarenta. El cuadro 1 se ha elaborado a partir de fuentes de variada credibilidad. En todos los casos excepto uno (1960) las cifras proceden de fuentes per- tenecientes al PCM como la prensa del partido o informes presentados ante congresos nacionales por el secretario de organización del partido. Siempre hay presión para inflar el tamaño de la membresía, y esto proba- blemente explica, por ejemplo, la discrepancia entre las dos cifras relati- vas a 1939, ambas tomadas del periódico del PCM, La Voz de México." A pesar de éstas y otras deficiencias, las tendencias generales del nú- mero de miembros del PCM entre los veinte y el final de los setenta son bastante claras. El partido fue minúsculo a lo largo de los veinte, como resultado de graves dificultades organizativas, abruptos cambios de direc- ción y la continua resistencia de los miembros de base a la política de frente unido dentro de la "reformista" Confederación Regional de Obre- ros Mexicanos (CROM) y los sindicatos independientes. La violencia en- tre caudillos en los años veinte también se cobraba su diezmo; la rebelión delahuertista de 1923-1924, por ejemplo, destruyó vínculos entre el cuer- po central del partido y sus ra..mas locales, y una mayoría de las secciones (en Veracruz, Yucatán, Michoacán) fueron destruidas o debilitadas por los rebeldes. Para fines de 1928, la organización del partido se había recuperado hasta el punto de que estaban funcionando en todo el país más de treinta secciones, con un número total de quince mil miembros. Sin embargo, la represión lanzada por los gobiernos durante el periodo 1929-1934 y el sectarismo exhibido por el PCM durante su periodo iz- quierdista fueron causa de que dicha recuperación se detuviera rápida- mente, de modo que para principios de la presidencia de Cárdenas el número de miembros no era mayor que diez años antes. La edad de oro del PCM en cuanto a número de miembros es sin duda la segunda mitad de los treinta, cuando ese número aumentó a grandes saltos, a tono con la inspiración radical de la estrategia política y econó- mica cardenista, el nacimiento de los grandes sindicatos industriales na- cionales (de ferrocarrileros, petroleros y mineros) y la consolidación de un poderoso sindicato de maestros. La crisis de liderazgo de 1940 y el gi- ro a la derecha del gobierno bajo Manuel Ávila Camacho (diciembre de 1940-1946), debido a la cual pertenecer al Partido Comunista dejó de ser útil como trampolín para alcanzar influencia sindical y política, invirtió 26 espectacularmente el crecimiento del PCM. Además, las dos grandes ra- chas de expulsiones masivas (1943 y 1947) redujeron aún más el núme- ro de miembros del PCM. La formación del Pªr:tido Qbrero~Campesino -- Mexican_Q(POCM) en 1950 y las defecciones en favor del Partido Popular deLo-~bard-oTüledano~(-á cuya consolidación irónicamente había con- tribuido el PCM al prestarle un buen número de sus cuadros) ahondaron la decadencia del partido. La cifra de mil novecientos miembros en 1960 es probablemente una exageración, ya que con la excepción de la base ejidataria siempre importante en la región lagunera, el PCM estaba desde cualquier punto de vista a punto de desaparecer en vísperas de su XIII Congreso, en 1960. Es necesario hacer una advertencia general sobre el manejo de estas cifras. Debemos estar conscientes del peligro de sacar conclusiones sim- plistas sobre la influencia del PCM a partir del número de sus miembros. El modesto número de miembros que había en los veinte, por ejemplo, nos llevaría a subestimar el papel del PCM en la organización campesina y el trabajo antimperialista así como la influencia del partido y de sus distinguidos artistas (David Alfara Siqueiros, Diego Rivera) sobre la vida cultural ypolítica de México. DELIMITACIÓN CRONOLÓGICA Este libro sigue el ascenso y luego la desaparición formal de la tradició~-, comunista y marxista representada por el PCM y sus sucesores (el Partido Socialista Unificado de México [PSUM], 1981-1987, y el Partido Mexica- no Socialista [PMS], 1987-1989). Cu.o:ul<fQ elP)'ISdec!dió disolverse a prin- cipios de 1989 y fusionarse con el nuevo partido de centro-izquierda creado en torno a la figura de Cuauhtémoc Cán:l.erias (el PRD), una era se cerró definitivamente. Desde luego, esto no equivale a decir que nada queda de la "izquierda'', aunque existen voces que sostienen precisa- mente eso. Porque para 1990 el mapa de la izquierda, tal como espero haber demostrado, ya no estaba dominado por la antigua tradición co- munista. Se había ampliado para incluir una serie de perspectivas y prác- ticas radicales mucho más abarcadoras y, factiblemente, más ricas que las de la era anterior a 1960. Aunque el libro avanza de década en década, no hay ninguna preten- sión de proporcionar una visión completa de la historia de la izquierda marxista y comunista año por año, ni siquiera sexenio por sexenio. El li- bro está organizado en torno a algunos episodios importantes elegidos porque marcan "rupturas" o avances significativos en la evolución de la izquierda o porque proporcionan una ventana particularmente ilumi- nadora a través de la cual observar los procesos claves. 27
  • 14. El libro se inicia con un estudio de los orígenes del Partido Comunis- ta Mexicano y su primera década. Esto va seguido de un examen de las experiencias del PCM durante la época dorada de los años de Cárdenas, con especial atención a la crisis interna que condujo a la convocatoria del Congreso Extraordinario de 1940. El capítulo 111 estudia el papel de- sempeñado por los comunistas mexicanos en la organización agraria de la región lagunera en el norte-centro de México, y especialmente las histó- ricas expropiaciones agrarias de 1936. El capítulo IV contempla la here- jía browderista tal como fue experimentada en México durante 1943-1945. El capítulo V examina las respuestas comunistas y marxistas al giro con- servador en los planteamientos políticos y económicos del gobierno de Miguel Alemán (1946-1952), utilizando la Mesa Redonda Marxista de 1947 para estudiar las concepciones de la izquierda de posguerra. El ca- pítulo VI investiga los inicios de la desintegración del PCM de viejo estilo bajo el impacto de las jornadas obreras de 1958-1959 y el XIII Congreso del PCM. Los capítulos VII y VIII examinan el movimiento estudiantil-popular de 1968 y las muchas y variadas respuestas de la izquierda a su sangrienta represión. El capítulo IX se ocupa de la unificación de la izquierda en los setenta y ochenta. El libro concluye con un examen del surgimiento del poderoso reto neocardenista a la hegemonía del PRI, que tuvo su clí- max en las elecciones de 1988, y contempla el significado de este terre- moto para el futuro de la izquierda mexicana. 28 1. Los orígenes del Partido Comunista Mexicano INTRODUCCIÓN En Europa central y occidental, los partidos comunistas fueron resulta- do de los efectos radicalizadores de la primera guerra mundial y de las dramáticas escisiones que se produjeron dentro de los poderosos movi- mientos socialdemócratas. La socialdemocracia, por su parte, tenía una influencia importante en una amplia clase obrera industrial con una lar- ga historia de organización política. Sin embargo, a principios de 1917, la socialdemocracia marxista no estaba muy extendida entre los trabaja- dores e intelectuales mexicanos. Los preceptos anarquistas y libertarios aún dominaban al sector más radical de la clase obrera, que estaba sólo parcialmente organizada y en la que el liberalismo y el mutualismo te- nían todavía gran peso. Más importante aún: México acababa de salir de treinta y cuatro años de dictadura: el porfiriato, o gobierno del general Porfirio Díaz (1876-1911). La dictadura no había extinguido todo rastro de actividad popular política y sindical, como la leyenda negra solía afirmar, pero ciertamente no permitió a la pequeña clase obrera mexicana desarrollar la rica vida asociativa y política que el sufragio y otras conquistas polí- ticas (y concesiones de la clase dominante) permitían a los obreros en algunos países europeos. Los obreros no obtenían gran cosa mediante la actividad política, y el recuerdo de la represión estatal estaba aún fres- co. Así pues, no es necesario recurrir a la influencia del pensamiento anarquista y libertario para explicar la muy difundida suspicacia respec- to del estado y respecto de cualquier esperanza de obtener beneficios a partir del ejercicio convencional del poder político, suspicacia que carac- terizó durante tanto tiempo al ala radical de la clase obrera mexicana. Antes de la revolución de 1910, la presencia del marxismo y el socia- lismo en México era débil.1 Sí existía una generalizada conciencia, por lo menos hasta mediado~ de la década de 1880, acerca dedos rasgos prin- cipales del crecimiento de la socialdemocracia europea. Paul Zierold, un refugiado de la legislación antisocialista bismarck.iana, corresponsal de Die Neue Zeit, parece haber establecido algún grado de contacto, antes de 1912, con un pequeño núcleo de sus compatriotas que eran traba- jadores en una cervecería de Toluca. Para 1914 se podía comprar en Mé- 29
  • 15. xico la bibliografía socialista europea y es posible incluso que circulara en medios reducidos, a juzgar por la lista de títulos a la venta en las li- brerías de la ciudad ele México. Evidentemente el socialismo gozó de prestigio entre una amplia gama de intelectuales y figuras políticas durante la épica revolución. El derro- camiento del régimen de Díaz en 1911 inauguró una década de luchas entre diferentes coaliciones revolucionarias por el control sobre la forma- ción del nuevo orden. Para muchos revolucionarios, ya fueran seguidores de los movimientos de base campesina de Zapata o Villa o de la coalición multiclasista de los carrancistas, que dominó la revolución a partir de 1916, el socialismo disfrazaba posiciones esencialmente populistas y esta- tistas. El uso del término reflejaba la idea cada vez más difundida de que la meta suprema del estado revolucionario era establecer la paz social y el bienestar colectivo imponiendo el equilibrio entre las clases. Para otros, socialismo era una palabra en clave utilizada para distinguir entre aque- llos sectores que se identificaban con la estrategia social y política de la Revolución Mexicana y quienes pertenecían al campo "reaccionario". ¿Yqué ocurría con la práctica política? El primer foco verdadero de ac- tividad política socialista fue el Partido Obrero Socialista (POS), fundado en 1911 por Paul Zierold y un abogado de la ciudad de México, Adolfo Santibáñez, secretario del partido y activista en la política socialista hasta 1919. Dicho partido estaba influido por la perspectiva reformista del Par- tido Socialista Español, aunque algunos de sus primeros miembros esta- ban mucho más cerca de posiciones anarquistas y libertarias que de la socialdemocracia. Los libertarios abandonaron el partido en junio de 1912 para formar aquel mismo año el grupo Luz, un centro racionalista y libertario que fue el núcleo en torno al cual nacería la primera organi- zación obrera nacional de México, la Casa del Obrero Mundial. Tras el asesinato en 1913 del primer presidente del México revolucio- nario, Francisco I. Madero, el POS desapareció de la vista, aunque al pa- recer mantuvo actividades de organización y conferencias en la ciudad de México en 1915. Durante las repetidas ocupaciones y evacuaciones de la ciudad por las fuerzas constitucionalistas y convencionistas (estas últi- mas constituidas por los seguidores de Emiliano Zapata y Francisco Villa), a fines de 1914 y en la primera mitad de 1915, las simpatías de los líderes del POS se inclinaron fuertemente hacia el campo de Villa y Zapata. Esta posición contrastaba agudamente con las fuertes simpatías constitucionalistas de una gran parte de la Casa del Obrero Mundial, que organizó brigadas militares (los Batallones Rojos) para apoyar al movimiento constitucionalista. La incursión de la Casa del Obrero Mundial en la política resultó de- sastrosa. En 1916, tras aplastar a las fuerzas zapatista-villistas, los consti- 30 tucionalistas se volvieron contra sus aliados obreros durante la huelga general convocada por la Casa. La derrota de la huelga general en la ciudad de México ese año y la disolución de la Casa del Obrero Mundial por el gobierno de Venustiano Carranza suscitó una revisión a fondo de la estrategia de los obreros, la cual tendría sus frutos en los siguientes tres años con la formación de dos corrientes claramente diferenciadas dentro de la clase obrera de la parte central del país: el sindicalismo reformista de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), fun- dada en marzo de 1918, y la fusión temporal de las corrientes anarcosin- dicalista y marxista del Gran Cuerpo Central de Trabajadores (GCCT) con el Partido Comunista Mexicano durante 1919. LA FORMACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA MEXICANO Los tres años que precedieron a la fundación del Partido Comunista Me- xicano (PCM) en noviembre de 1919 fueron de gran actividad para la iz- quierda mexicana, que aún resentía las repercusiones de la confrontación entre la Casa del Obrero y los constitucionalistas. La CROM adoptó muy pronto una posición abiertamente reformista, a pesar de la permanente presencia de matices anarquistas en su nombre y su constitución. La CROM esperaba obtener por sus actividades el apoyo de patronos poderosos, pero la creciente hostilidad del gobierno de Carranza contra los obreros obligó al líder de la federación, Luis Morones, y a sus seguidores a buscar, durante 1919, nuevos y más amables patronos con la ayuda de su ala polí- tica, el Partido Laborista. Éste obtuvo la atención y el apoyo de los gene- rales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, miembros destacados de lo que se conocería como la dinastía sonorense, y en 1920 apoyó la revuelta de Agua Prieta, la cual puso fin a la administración de Carranza e inau- guró el dominio de los "norteños", que duraría los ocho años siguientes. Otro indicio de la futura orientación de la CROM y urí.a fuente de con- flicto con sindicatos más radicales fueron los estrechos vínculos que la organización estableció con la American Federation of Labor (Federa- ción Obrera Norteamericana). Durante la primera guerra mundial, la AFL se había identificado totalmente con los planteamientos militaristas del gobierno de Estados Unidos; también se hallaba a la vanguardia de los intentos por crear una federación obrera latinoamericana "modera- da" y antisocialista, objetivo para el que la CROM mexicana era una afiliada clave. Sin embargo, en ese periodo el grueso de la clase obrera organizada se movía todavía dentro del marco ideológico de las ideas mutualistas o libertarias. Un gran número de trabajadores se alejaron de la CROM por su orientación y, en particular, por su adopción de la estrategia de 31
  • 16. "acción múltiple", una combinación de acción industrial "directa" e in- tervención en la arena política. A fines de 1918, algunos de estos des- contentos crearon una nueva organización obrera, que ha pasado casi inadvertida para los historiadores del movimiento obrero mexicano: el Gran Cuerpo Central de Trabajadores. Fuertemente orientado hacia los trabajadores de la ciudad de México, el Gran Cuerpo agrupaba a los obre- ros más radicalmente independientes y militantes de la capital y de sus suburbios sureños, muchos de los cuales ingresarían, en febrero de 1921, a la Confederación General de Trabajadores (CGT). El Gran Cuerpo contaba con el apoyo de los panaderos, los trabajadores tranviarios y los empleados de la compañía telefónica (ambos sindicatos habían sido muy activos a fines de 1914 y en 1915), los choferes y algunos sectores de los movimientos de obreros textiles del Distrito Federal. También es- tableció fuertes vínculos con el antiguo Partido Socialista Mexicano, que revivió un tanto en enero de 1918.2 LOS AÑOS ROJOS No se puede estudiar la formación del comunismo latinoamericano sin tomar en consideración la nueva era inaugurada por la revolución rusa. Las noticias de las revoluciones de 1917llegaron a México a través de la prensa radical española (Tierra y Libertad de Barcelona, por ejemplo) y a través de los relatos a menudo distorsionados que aparecían en la prensa diaria.' La orientación anarquista de la mayoría de los trabajado- res politizados no empañaba su entusiasmo por los formidables aconte- cimientos que tenían lugar en eljoven estado soviético! En cambio, esos sucesos revolucionarios eran interpretados de acuerdo con las creencias anarquistas y sindicalistas. La prensa mexicana radical prestaba particu- lar atención al soviet, o consejo de trabajadores, como la institución más característica e importante creada por la oleada revolucionaria. Para los anarquistas mexicanos, la revolución rusa era un magnífico ejemplo de acción directa, llevada a cabo por una minoría activa con las conocidas consignas anarquistas y libertarias de antimilitarismo, libertad individual y destrucción del estado. El mundo era testigo de un levantamiento espontáneo de las masas desesperadas por las miserias de la guerra. Hasta cierto punto, las distorsiones de la prensa burguesa en realidad alenta- ba estos intentos de ver la revolución bolchevique como la encarnación de la meta anarquista de revolución social. La respuesta de los radicales mexicanos a los acontecimientos revolucionarios en Rusia era, casi exac- tamente, la de muchos sindicalistas y anarquistas en España y en toda Europa durante los años de la inmediata posguerra.' La entrada de Estados Unidos en la guerra, en abril de 1917, también 32 influyó en el desarrollo del radicalismo y el socialismo mexicanos. Los intentos de la administración Wilson por conseguir que el gobierno de Carranza modificara su postura neutral suscitaron un resentimiento cre- ciente de los mexicanos contra las presiones e interferencias del podero- so vecino. La política agresiva de Estados Unidos agudizó la hostilidad, en particular, de la opinión radical y nacionalista de México. Su reacción tomó la forma de un estridente neutralismo o de un antimperialismo a veces acompañado de sentimientos favorables a la potencia alemana, que era considerada como un posible contrapeso a las pretensiones he- gemónicas de Estados Unidos.6 La declaración de guerra estadounidense tuvo otros efectos en Méxi- co. Muchos cientos de ciudadanos estadounidenses que se oponían al ingreso de su país en el conflicto armado cruzaron el río Bravo. Tal vez sólo unas docenas de los cientos de slackers (desertores) que pasaron a México habían tenido actividades socialistas e izquierdistas en Estados Unidos. Algunos de ellos, como Irving Granich (más tarde conocido co- mo Mike Gold, un destacado escritor comunista), Carleton Beals, Char- les Phillips (más tarde, el experto del Partido Comunista de Estados Unidos en cuestiones latinoamericanas que escribió bajo el pseudónimo de Manuel Gómez) y el caricaturista de The Masses, Henryd Glinten- kampf, llegaron tanto por accidente como por decisión al movimiento obrero y socialista mexicano del que surgiría el Partido Comunista Me- xicano a fines de 1919. México también albergó temporalmente a contestatarios de otro tipo: los representantes del movimiento anticolonialista hindú, que ha- bía alcanzado considerable fuerza en América del Norte en la década anterior a 1917.7 La estrecha vigilancia de la inteligencia británica y esta- dounidense sobre las actividades de los antimperialistas hindúes, acre- centada al conocerse los vínculos alemanes de un sector del movimiento, llevaron a varios nacionalistas hindúes a refugiarse en México en 1917 y 1918." Uno de ellos, el bengalí M. N. Roy, desempeñaría un importante papel no sólo en el nacimiento del comunismo mexicano, sino en la evolución que seguiría en los años veinte la postura de la Comintern res- pecto de las cuestiones coloniales.9 Roy llegó a México en junio de 1917 con su esposa estadounidense, Evelyn Trent, que tomó contacto con los grupos feministas mexicanos y colaboró en la fundación del Consejo Feminista Mexicano, a fines de 1919.10 En los últimos meses de su estancia en Nueva York, el nacionalis- mo anticolonialista de Roy había adquirido gradualmente rasgos socia- listas. A su llegada a la ciudad de México, fue tomando poco a poco contacto con el Partido Socialista Mexicano recientemente revivido y, a principios de 1919, ayudó a sanear las finanzas de su periódico." 33
  • 17. Finalmente, la estratégica situación de México en las fronteras de Es- tados Unidos y el impacto mundial del radicalismo social y agrario de la Revolución Mexicana atrajeron la admiración y la atención de secto- res de la izquierda europea y en particular de la recién formada Tercera Internacional. Mijail Borodin, un agente de la Comintern que visitó Mé- xico a fines de 1919, no fue sino la primera de numerosas figuras de la Comintern y del comunismo que dejaron su huella en el desarrollo del comunismo mexicano. EL CONGRESO SOCIALISTA NACIONAL Y LA FUNDACIÓN DEL PCM El paso más importante hacia la creación de un partido comunista me- xicano lo dio el Congreso Socialista Nacional de agosto-septiembre de 1919. La reunión fue convocada por el Partido Socialista Mexicano, una de las pocas organizaciones relacionadas con la tradición marxista y so- cialdemócrata, aunque, como hemos visto, su relación con esa tradición era ambigua. Tras varios años de inactividad, a fines de 1917 el partido resurgió bajo el liderazgo del licenciado Adolfo Santibáñez y Francisco Cervantes López. Santibáñez era un abogado de edad madura que des- de hacía tiempo se había especializado en casos de trabajadores. Había servido al gobierno zapatista-villista de la Convención en 1915 y había ha- blado en defensa de los obreros de la Casa del Obrero Mundial proce- sados durante la huelga general de 1916 en la ciudad de México. El partido publicaba un periódico, El Socialista, que empezó a circular en algún momento de 1917 primero semanal y luego mensualmente, pero los problemas financieros lo forzaron a suspender la publicación a fines de 1918.12 La ayuda financiera de M. N. Roy permitió al periódico volver a difundirse en forma más amplia en enero de 1919. Roy, al recordar las reuniones en que, durante 1918, habló con San- tibáñez y algunos miembros del Partido Socialista, señalaba que, con la excepción del "muy burgués Santibáñez y un maestro", todos los miem- bros ejecutivos eran "proletarios de pura sangre"." Probablemente el partido no tenía más que un par de docenas de miembros activos, aun- que recibía el apoyo de varios cientos de simpatizantes y lectores de su publicación. Para empezar, el Partido Socialista no estaba formalmente vinculado a los sindicatos obreros, si bien a fines de 1918 estableció es- trecho contacto con el Gran Cuerpo Central de Trabajadores a través de las actividades de un nuevo recluta, José Allen. · José Allen sería más tarde el primer secretario general del Partido Co- munista Mexicano, pero a principios de 1919 sus vínculos tanto con el movimiento obrero mexicano como con el Partido Socialista eran toda- vía recientes. Ingeniero electricista por su formación, Allen, como sugie- 34 re su nombre, era descendiente de una familia angloamericana: su abuelo había sido un ingeniero del ejército estadounidense que se esta- bleció en México en la década de 1840. Aunque Allen afirmaría más adelante que había militado largo tiempo en la política estudiantil y obrera, no hay prueba de que participara en actividades obreras o socia- listas antes del final de 1918.14 En realidad, Allen era, por confesión propia; un agente de la inteli- gencia militar de Estados Unidos que había sido reclutado, a fines de 1918, cuando trabajaba en una de las plantas manufactureras militares del gobierno mexicano, por el mayor R. M. Campbell, agregado militar de la embajada de Estados Unidos en la ciudad de México.15 Tras propor- cionar información sobre las instalaciones militares del país, Allen fue persuadido de entrar en el Gran Cuerpo Central de Trabajadores e in- sertarse en el mundo de la política obrera radical.16 En poco tietnpo se había ganado la confianza de los dirigentes del Gran Cuerpo y del Par- tido Socialista Mexicano, y sus informes semanales a la embajada de Es- tados Unidos nos proporcionan un valioso panorama de la vida de los trabajadores contrarios a la CROM, en la ciudad de México, en los años inmediatamente posteriores a la primera guerra mundial.17 A pesar del tono explícitamente antianarquista de las publicaciones del Partido Socialista, los obreros que formaban parte de él estaban aún profundamente imbuidos de las ideas anarquistas y sindicalistas, hasta el punto de que se negaron a apoyar las acciones concretas ideadas para protestar por las amenazas estadounidenses de castigar a México por el nacionalismo económico que propugnaba la Constitución de 1917. Por muchas dudas que tuvieran algunos miembros del partido sobre la for- ma adecuada de responder a tan graves conflictos, a mediados de 1919 el Partido Socialista Mexicano había adoptado una firme posición con- tra el imperialismo británico y estadounidense, utilizando un lenguaje militante que mostraba la influencia de M. N. Roy. El 11 de julio de 1919, el partido adoptó una resolución para protestar contra la inten- ción de Washington de deportar a los nacionalistas hindúes y para reco- nocer el derecho del pueblo hindú a rebelarse contra el colonialismo británico.18 A principios de agosto, el partido denunció furiosamente una presunta intervención de Estados Unidos en los asuntos de México y lla- mó al proletariado estadounidense a "organizar acciones económicas concertadas para evitar la intervención". Se convocaba a los trabajadores mexicanos a respaldar plenamente al gobierno de Carranza en la defen- sa de los intereses mexicanos; aunque se dejaba claro que esto no impli- caba un apoyo irrestricto a dicho gobierno.19 Entre tanto, en Europa, entre las ruinas de la Segunda Internacional, se daban los primeros pasos para la formación de una nueva "Interna- 35 ¡' ' 1 1 1 ¡
  • 18. cional de la Acción", en el congreso inaugural de la Comintern en Mos- cú celebrado en marzo de 1919. Afines de enero se emitieron invitacio- nes para acudir al congreso constituyente a todos los partidos que se oponían a la Segunda Internacional. Es interesante observar que pocos de los partidos o grupos considerados como posibles asistentes al con- greso procedían de fuera de Europa?0 El Manifiesto de la Internacional Comunista al proletariado de todo el mundo, imbuido del optimismo revolucionario reinante, llamaba a los obreros de todos los países a unirse bajo la bandera comunista. Aun- que hacía referencia específica a las condiciones en los países coloniales de Asia y África propugnando la lucha por la revolución proletaria más que por la simple liberación del gobierno colonial, no había ninguna re- ferencia a América Central o del Sur y, con la excepción de un delegado de Estados Unidos, América no estaba representada en el congreso. Tampoco había representantes latinoamericanos en la conferencia de Bakú sobre cuestiones coloniales, celebrada poco después del primer congreso de la Comintern, aunque el delegado estadounidense, John Reed, incluyó varias referencias a México en el discurso que pronunció en dicha reunión.21 Tras el llamado de la Comintern, y bajo la presión de un movimiento obrero cada vez más radicalizado, se formaron partidos comunistas en diversos países europeos, y la lucha entre las facciones de izquierda, cen- tro y derecha dentro de los partidos socialistas se intensificó. Algunas fi- guras claves del Partido Socialista Mexicano, especialmente Roy y Santibáñez, querían que el partido definiera su posición en el campo in- ternacional. El programa del partido, todavía en agosto de 1919, refle- jaba la heterogeneidad de sus bases y de su orientación ideológicaY El Partido Socialista extendió a mediados de julio las primeras invita- ciones a un Congreso Socialista Nacional. Cuando el congreso se reunió en la ciudad de México, el 22 de agosto, asistieron sesenta delegados acreditados por diversas organizaciones.23 Un obrero del Partido Socia- lista Mexicano informó al periódico socialista de Nueva York, The Call, que: "Han sido invitados delegados de todos los estados, que representan a los sindicatos obreros, las ligas de resistencia y todas las publicaciones liberales, así como a los grupos puramente socialistas y radicales". 24 Las veintiún firmas que suscriben la Declaración de Principios que se redactó al final del congreso nos dan una idea del tipo de delegados que asistieron.25 Había nueve delegados de sindicatos u organizaciones obre- ras individuales; entre ellos se encontraban algunos hombres que ha- bían estado ya vinculados con círculos socialistas, comoJosé Median, re- presentante de la Cámara Obrera de Zacatecas, y Leonardo Hernández, delegado del Sindicato de Molineros de México y destacado miembro 36 del Gran Cuerpo. Entre las grandes figuras del Partido Socialista Mexi- cano que asistieron se hallaban Francisco Cervantes López, José Allen, Eduardo Camacho (que representaba a un grupo llamado Cien Jóvenes Socialistas Rojos de México) y M. N. Roy (como representante del órga- no noticioso del partido, El Socialista). Pocas referencias al congreso han sobrevivido, y la mayoría de las cró- nicas contemporáneas eran muy parciales. Todas coinciden en que hu- bo una fuerte disputa sobre el lugar que le correspondía a Luis Morones y los relatos subsecuentes han tratado de identificar tres corrientes de opinión opuestas dentro del congreso: la posición reformista de Moro- nes y la CROM, la línea oportunista del espiritualista y autonombrado "Lenin de las Américas", Linn Gale, fugitivo del reclutamiento militar, y la posición socialista revolucionaria de los líderes del Partido Socialista Mexicano, especialmente Roy yAllen.26 Sin embargo, cabe dudar de que tal claridad de postura y línea fuera evidente durante el desarrollo del congreso. Linn Gale y su colega filipino Fulgencio Luna se representa- ban sólo a sí mismos, aunque expresaban simpatía por el sindicalismo revolucionario de la Industrial Workers of the World (IWW). Morones y otro miembro destacado de la CROM, Samuel Yúdico, cuyas credenciales también fueron impugnadas, parecen no haber obtenido al final nin- gún apoyo político de ninguno de los delegados presentes. Laversión final de la Declaración de Principios se votó unánimemente el último día, in- mediatamente después de que Morones se retirara del congreso. Las cró- nicas de Linn Gale sobre el congreso, que circularon ampliamente en la prensa obrera de Estados Unidos, estaban sin duda teñidas por super- sonal enemistad para con Morones. En un momento durante los de- bates, Morones interrumpió a Gale blandiendo un ejemplar de la revista que éste publicaba en español, Nueva Civilización, que contenía un retra- to del ministro del interior de Carranza, Manuel Aguirre Berlanga, con quien Gale había tenido relaciones amistosas durante todo 1918 y 1919. La Declaración de Principios tomaba algunos de sus puntos de las conclusiones del congreso inaugural de la Comintern, pero ponía más énfasis en los puntos más estrechamente ligados a, o menos conflictivos para, el pensamiento libertario. Así, en un párrafo, el congreso adjudi- caba la etiqueta de "traidor a los intereses de la clase obrera" a cualquie- ra que "tratara de desviar a los trabajadores hacia la creencia de que la clase obrera puede ser liberada mediante la acción política, es decir, me- diante la participación en los parlamentos burgueses".27 La actitud de la recién formada Tercera Internacional, particularmente su temporal en- tusiasmo por la "espontaneidad" y sus virulentas denuncias contra el parlamentarismo de la vieja Segunda Internacional, llevó a los socialis- tas mexicanos a derivar fácilmente conocidas conclusiones de natura- 37 1 ¡
  • 19. leza libertaria y antipolítica a partir de los primeros pronunciamientos de la Comintern. Finalmente, en un acto que selló la decisión del congreso de afiliarse al nuevo movimiento comunista internacional, los delegados aprobaron el envío de un telegrama de saludo al Partido Comunista de Estados Unidos, que estaba reunido en ese momento en Chicago.28 En ese saludo, el Partido Socialista Mexicano anunciaba: "Estamos nom- brando delegados a la Tercera Internacional". Sin embargo, el Congreso Socialista Nacional no tuvo como resultado inmediato la creación de un partido comunista mexicano. El Partido So- cialista Mexicano sólo cambió su nombre por el de Partido Comunista Mexicano en noviembre, varios meses tras la clausura del congreso. Por esta razón, ha habido mucha confusión en torno a la aparición a media- dos de septiembre de un "partido comunista" dirigido por Linn Gale. A pesar de los ataques que sufrió durante el congreso, Gale se quedó hasta el amargo final y firmó la Declaración de Principios. Poco después, sin embargo, fue expulsado del local del Partido Socialista en la ciudad de México debido en parte a sus vínculos políticos con Aguirre Berlanga. Prontamente formó su Partido Comunista de México, que nunca fue más que una organización de papel. Durante el resto de 1919, Gale y su camarilla de seguidores hicieron un elaborado intento por desacreditar las actividades del Partido Socialista dirigido por Roy y Allen. El Partido Comunista de México apenas era algo más que una oscura extensión organizativa del Gale's Magazine, una revista socialista que Gale había publicado en México desde su llegada en julio de 1918.29 El partido de Gale se proyectaba casi exclusivamente fuera de México, con la intención de convencer al movimiento obrero y socialista de Estados Unidos de que Gale era el único exponente del "verdadero bolchevismo" en este país. Olvidando convenientemente la historia de su propia asociación con el gabinete de Carranza y con la embajada de Alemania en México, Linn Gale tildaba a Roy de espía del gobierno ale- mán y principal cómplice de la capitulación del Partido Socialista ante las estratagemas de Luis Morones y la CROM.30 El partido de Gale mostraba particular interés en llegar a la prensa de la IWW en Estados Unidos, y sus programas y declaraciones públicas subra- yaban que el partido "estaba inequívocamente comprometido con el IWWismo y dispuesto a hacer cuanto fuera posible por promover la idea de Un Gran Sindicato". A diferencia del Partido Socialista (luego PCM), que todavía gozaba de estrechos vínculos con un sector reconocidamen- te pequeño del movimiento obrero de la ciudad de México, el Partido Comunista de México se hallaba completamente al margen de la clase obrera mexicana. Dos miembros de su comité nacional, los estadouni- densesJ. C. Parker y M. Tabler, sostenían que habían establecido víncu- 38 los con la IWW en Tampico, pero no hay verdaderas pruebas de ninguna conexión importante entre el partido y los trabajadores de la zona pe- trolera.31 La decisión de crear un partido comunista que buscara formalmente afiliarse a la Tercera Internacional se tomó entre la clausura del Congre- so Socialista Nacional y noviembre de 1919. Desde luego, la resolución del congreso para enviar delegados a la siguiente reunión de la Comin- tern ya auguraba la formación de ese partido. A principios de octubre, un grupo de miembros del Partido Socialista, encabezado porJosé Allen y Eduardo Camacho, empezó a publicar una revista semanal, El Soviet, cuyo título no dejaba dudas en cuanto a la dirección que estaba toman- do el partido.32 El Soviet se describía a sí mismo como "semanario de pro- paganda socialista" y era publicado por el grupo "Hermanos Rojos" de la central del Sindicato de Panaderos de la ciudad de México. Los editores consideraban que la punta de lanza de la revolución mundial eran los bolcheviques rusos, los espartaquistas alemanes y los wobblies estadounidenses, que abarcaban no sólo Europa, sino también Estados Unidos y México. El lenguaje de los artículos y las consignas de la primera plana ("Por la Salud y Emancipación Universal"), sin embar- go, indican que la inminente ruptura revolucionaria todavía era conce- bida en un estilo semilibertario, como culminación de una lucha general de acción directa de las masas." La elección del título era especialmente significativa. El ala izquierda del movimiento obrero mexicano, influida por las ideas sindicalistas y libertarias, tenía particular entusiasmo por los conceptos de soviet y de consejo de trabajadores, a los que daba un significado en ciertos aspectos muy diferente del que le daban los bol- cheviques. El soviet se convirtió en el epítome de la acción directa de la clase obrera en su lucha por destruir el estado autoritario. Roy y Allen tomaron la decisión de instituir formalmente un Partido Comunista Mexicano con la asesoría del delegado de la Comintern so- viética, Mijail Borodin, cuya presencia en México a fines de 1919 es uno de los aspectos más fascinantes y peor entendidos de los orígenes delco- munismo mexicano. Borodin, cuyo nombre original era Mijail Grusen- berg, había sido miembro activo de la facción de Lenin en el Partido Socialdemócrata Ruso antes de emigrar a Estados Unidos en 1906. Su conocimiento del inglés y sus contactos con la izquierda estadounidense, adquiridos mientras fue miembro del Partido Socialista de Norteamé- rica, eran muy interesantes para el estado soviético, económica y política- mente presionado, que necesitaba desesperadamente revivir los vínculos comerciales con el mundo capitalista. La primera tarea de Borodin a su regreso al Nuevo Mundo, durante el verano y el otoño de 1919, consistió en proporcionar asistencia financiera al negociado del Gobierno Sovié- 39
  • 20. tico en Nueva York, del que estaba encargado Ludwig Martens, y desa- rrollar el comercio de materias primas con México.34 Tras una compli- cada serie de viajes en los que tuvo que recorrer el Caribe y Estados Unidos, Borodin llegó a México a fines de septiembre o principios de octubre. Por tanto, Borodin no pudo estar presente durante los debates del Congreso Socialista Nacional, como comúnmente se cree.3 ' Pero lo más difícil de aclarar son las tareas políticas y diplomáticas más amplias que asumió Borodin en su visita a México. La inteligencia británica y estadounidense creía que, antes de dejar Moscú, Borodin había recibido el mismo útulo para Centro y Sudamérica que Martens para América del Norte, junto con instrucciones de influir sobre el go- bierno mexicano para que abasteciera a Rusia de alimentos y materias primas.36 El negociado del gobierno soviético en Nueva York era ante todo un organismo comercial; Martens, a pesar de sus evidentes filiacio- nes bolcheviques, se negó tercamente a entrar en el campo político, pa- ra disgusto de los socialistas estadounidenses. Sólo hasta julio de 1920 creó la Comintern una sección con especial responsabilidad para Amé- rica del Norte. Sin embargo, El Soviet anunció la formación de un Buró Latinoamericano de la Tercera Internacional a principios de diciembre de 1919.37 Dadas la evidente falta de interés de la Comintern por Amé- rica Latina en esa época y su tendencia a considerar el conflicto entre el mundo imperialista y el mundo colonial como un asunto Este-Oeste, que concernía a los pueblos de Asia y Medio Oriente, la visita de Boro- din se vuelve todavía más problemática. ¿Cómo se explica su estancia de casi dos meses y medio en México? Las negociaciones comerciales con el gobierno mexicano pueden haber sido una ocupación importante. Ciertamente, Borodin tuvo reuniones regula- res con varios funcionarios del gobierno, incluido el propio Carranza." Claramente, Borodin estaba interesado también en recuperar unas valio- sasjoyas (que había abandonado en Santo Domingo a su paso hacia Nue- va York y que servirían para financiar las actividades comerciales de Rusia y posiblemente las de la Comintern en América del Norte). Según M. N. Roy, Borodin estaba también interesado en conseguir el apoyo mexicano y posiblemente incluso el reconocimiento diplomático para el nuevo go- bierno soviético. Carranza quedó adecuadamente impresionado por la declaración rusa de apoyo a la lucha de los pueblos latinoamericanos con- tra el colonialismo y el imperialismo y, si hemos de creer a Roy, le dio au- torización a Borodin de utilizar los canales diplomáticos mexicanos para comunicarse con la Comintern en Europa.39 ¿Cuál fue exactamente el papel de Borodin en la formación del Par- tido Comunista Mexicano durante esos meses? A su llegada, Borodin no intentó ponerse en contacto directamente con el Partido Socialista. Sólo 40 acordó sus primeras reuniones con Roy y los demás dirigentes cuando ya había contactado a varios simpatizantes estadounidenses del partido, los cuales habían llamado su atención sobre el tono radical de la página en inglés del periódico de la capital El Heraldo de México, que ellos edi- taban. Después, Borodin se alojó en la palaciega residencia de Roy y los demás miembros del Partido Socialista lo vieron muy pocas veces."' ¿Es cierto, como se ha dicho, que Borodin convirtió a Roy al marxis- mo y al comunismo? Aparte de que diez semanas parecen poco tiempo para realizar semejante tarea, está claro que el nacionalismo anticolo- nialista de Roy había ido adquiriendo un carácter cada vez más socia- lista desde que salió de Estados Unidos a mediados de 1917!' Además, a pesar del verdadero aislamiento que sufrió el Partido Socialista Mexi- cano y del que se quejaba Francisco Cervantes López, el partido había empezado a discutir su relación con la Tercera Internacional mucho antes de que Borodin llegara México. Es muy probable, sin embargo, que Borodin proporcionara a Roy y al partido información detallada y actualizada sobre el crecimiento del movimiento comunista en Europa, sobre las diferencias fundamentales que separaban a la socialdemocra- cia del comunismo, y sobre los requisitos para ingresar en la Comintern, que se formalizarían al año siguiente en las famosas veintiuna condi- ciones. El28 de noviembre de 1919, en una sesión extraordinaria del Partido Socialista Mexicano se cambió el nombre del partido por el de Partido Co- munista Mexicano y se nombró una comisión para decidir la composi- ción de la delegación del mismo que acudiría al siguiente congreso de la Tercera Internacional. Pocos días después, Borodin escribió a José Allen que el partido sería admitido en la Comintern con todos los dere- chos de los partidos afiliados en cuanto los delegados mexicanos llega- ran a Moscú. Dos semanas más tarde, el 8 de diciembre, el PCM creó un Buró Latinoamericano de la Tercera Internacional con el supuesto apo- yo de ésta y con el objetivo de establecer vínculos entre organizaciones del continente americano cuyos programas y principios fueran cercanos a los de la CominternY LA PRIMERA DÉCADA DEL COMUNISMO MEXICANO El joven Partido Comunista Mexicano tuvo una existencia precaria du- rante sus primeros cinco años. Luchó al principio por dominar y luego por diferenciarse del medio radical principalmente anarquista y de influencia anarcosindicalista del que había surgido. Casi sin fondos, con la presunción de algunos cientos de miembros y con una débil estructu- ra organizativa que no iba más allá de media docena de estados, el PCM 41
  • 21. sufrió además numerosos cambios en el personal dirigente y grandes oleadas de represión por parte del gobierno federal, los gobiernos esta- tales y los caudillos militares. El idioma también era un grave problema que dificultaba la comuni- cación con el movimiento comunista internacional. Pocos de los prime- ros dirigentes del PCM podían leer otros idiomas aparte del español, y la mayoría de los documentos de la Comintern no podían conseguirse en español hasta 1924.43 Rafael Carrillo, entonces dirigente de la juventud Comunista, sostiene que sólo en 1923, con ocasión de una visita a Mos- cú, tuvo oportunidad de leer las importantes Tesis sobre la cuestión colonial promulgadas en el 11 Congreso de la Internacional Comunista en 1920!4 A pesar de estos problemas los comunistas mexicanos pronto tuvie- ron una presencia significativa (aunque a menudo pasajera) en varios segmentos importantes de la población urbana y especialmente en la campesina, así como entre los artistas e intelectuales de vanguardia. En sus primeros años (1919-1922), el PCM logró atraerse el apoyo de sus- tanciales núcleos de trab~adores de la ciudad de México (panaderos, tranviarios, telefonistas, carpinteros, obreros textiles). Sus cuadros tam- bién contribuyeron a organizar un poderoso movimiento inquilinario en Veracruz y la ciudad de México en 1922. A mediados de 1924, después de que la rebelión delahuertista enca- bezada por caudillos militares disidentes destruyera gran parte de la es- tructura del partido y tras la pérdida de su influencia en el movimiento inquilinario de la ciudad de México y de Veracruz, el PCM se encontraba en graves dificultades. Algo más tarde (1925-1929), la influencia del partido creció entre los ferrocarrileros (y trajo al partido figuras tan importantes como Valentín Campa, Elías Barrios y Hernán Laborde) y en la industria petrolera, así como entre los mineros de varios estados, en particularJalisco, donde el pintor David Alfaro Siqueiros actuó como organizador sindical. Irónica- mente, la Liga de Comunidades Agrarias, integrada por los sectores más conscientes y mejor organizados del campesinado, una clase casi com- pletamente ignorada en el Congreso Socialista Nacional de 1919, fue la que dio al partido su primer contacto sustancial y duradero con las ma- sas en zonas como Michoacán yVeracruz. Durante la segunda mitad de la década, la organización campesina más importante y militante del país, la Liga Nacional Campesina, estuvo bajo influencia comunista. A prin- cipios de 1929, el PCM se había convertido en el más exitoso de los par- tidos comunistas de América Latina. Las tendencias ultraizquierdistas y sectarias del Tercer Periodo de la Comintern (1928-1934), sin embargo, acabaron con buena parte de esos logros. El PCM expulsó a un numeroso grupo de sus miembros más ca- 42 paces, rompió con sus aliados no-comunistas ("socialfascistas"), destruyó sus vínculos con la organización campesina nacional más importante del país y volvió extremadamente difícil su participación en las acciones sindicales y agrarias. La base del PCM: los g;rupos urbanos Entre 1919 y 1921-1922, el PCM trabajó en difícil alianza con grupos e individuos de orientación predominantemente anarquista o anarcosin- dicalista. El enemigo común era la "reformista" organización obrera nacional, la CROM, que al principio de los veinte ya se había ganado repu- tación de ultraoportunista, corrupta y proclive a subordinar los intereses de sus miembros a las necesidades del estado central. Con apoyo del go- bierno, la CROM se convertiría a fines de los veinte en la mayor con- federación obrera. Dado que los panaderos, telefonistas, obreros textiles, choferes radi- cales y otros "rojos" cortejados por el PCM y los grupos anarquistas tenían simpatías libertarias, su fusión temporal con los primeros comunistas creó un partido comunista de base extremadamente heterogénea y con gran potencial para los desacuerdos graves en cuanto a estrategias y posturas. Las tensiones crecieron con particular ferocidad durante el pri- mer año de existencia de la Confederación General de Trabajadores (CGT). Fundada en febrero de 1921, la CGT reunía a comunistas y anar- quistas que intentaban constituir conjuntamente una oposición de iz- quierda a la CROM. Pero la unidad no duró mucho. Las enérgicas medidas contra los radicales extranjeros que adoptó el gobierno de Álvaro Obre- gón (1920-1924) y las noticias acerca de la persecución contra los anar- quistas que llegaban del joven estado soviético causaron una escisión de la CGT en septiembre de 1921, apenas nueve meses después del naci- miento de la organización. Durante los ocho años siguientes, el PCM evitó crear una federación nacional obrera de influencia comunista. En cambio, instruyó a sus cuadros para que trabajaran dentro de las organizaciones obreras exis- tentes (la CROM y, en menor medida, la CGT) y de los sindicatos indepen- dientes cada vez más numerosos (ferrocarrileros, algunos sectores de la minería y de la industria petrolera) que lucharon arduamente para po- ner coto a las pretensiones hegemónicas de la CROM. La tensión generada por la coexistencia de tendencias marxistas y li- bertarias dentro del partido y la violencia empleada para aislar las acti- vidades comunistas hicieron que algunas secciones del PCM se resistieran a aceptar la estrategia del trabajo sindical dentro y junto a la "refor- mista" CROM. Durante los primeros años veinte (de 1923 a principios de 43
  • 22. 1925) surgieron pequeños núcleos comunistas dentro de algunos sindi- catos de la CROM en la capital (carpinteros, periodistas, metalúrgicos), pero no duraron mucho.'' La dirección nacional de la CROM adoptó un tono anticomunista cada vez más estridente, acentuado por sus vínculos con la American Federation of Labor (AFL) y la Pan American Federa- tion of Labor dominada por aquélla. La política nacional de la CROM consistía en impedir a los comunistas el ingreso en las organizaciones afiliadas a ella. Sólo a mediados y finales de los veinte el PCM emprendió con serie- dad la tarea de organizarse dentro de algunos sindicatos de la CROMen estados como Puebla y Veracruz, aprovechando la actitud más tolerante de esos sindicatos en el nivel local. En el IV Congreso de PCM (mayo de 1926) se suavizó la línea respecto de organizaciones como la CROM. Se llamó a poner fin al izquierdismo y, con mayor énfasis aún, se convocó a los comunistas a trabajar dentro de las organizaciones reformistas para crear fracciones rojas capaces de tomar el poder desde dentro.'" Las tensiones entre libertarios y comunistas también contribuyeron a marginar al partido comunista del movimiento inquilinario que surgió en varias ciudades en 1922-1923.47 Los alquileres aumentaron enorme- mente a principios de los veinte, y las noticias sobre la legislación de control de rentas aprobada en Yucatán junto con la indignación de las prostitutas (uno de los grupos urbanos más explotados) contra sus arrendadores suscitaron las primeras grandes luchas de inquilinos en Veracruz a principios de 1922. El movimiento se extendió rápidamente a la ciudad de México y a otros centros urbanos en los que proliferaron las huelgas de alquileres, las manifestaciones callejeras y las ocupaciones de casas. Sólo en la ciudad de México el número de participantes en el movimiento se ha calculado en treinta y cinco mil.'" El Partido Comunista, aún no repuesto de su ruptura con la CGT en 1921, procuró ganarse adeptos en los recién fundados sindicatos de in- quilinos, aunque los choques entre los activistas del PCM y entre comu- nistas y no comunistas en torno a los métodos de lucha eran cada vez más frecuentes. A pesar de que las luchas inquilinarias no lograron pro- porcionarle al PCM una nueva base urbana, sí contribuyeron de manera importante al desarrollo del partido en otras áreas, del que la creación de dos periódicos es el ejemplo más significativo.49 Fue en las comunicaciones y en la industria minera donde el PCM lo- gró mayor inserción. Los ferrocarrileros (organizados primero en la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras y, luego, en la Confedera- ción de Transporte y Comunicaciones, CTC), que estaban estratégica- mente bien situados, sostuvieron una batalla permanente durante los años veinte contra los intentos de la CROM por absorberlos en su crecien- 44 te imperio. Los sindicatos ferrocarrileros también resistieron firmemen- te los intentos de los gobiernos de Obregón y Calles por reducir el empleo como parte de las medidas necesarias para llegar a un acuerdo con los acreedores extranjeros de México. Unos cuantos ferrocarrileros militaban en el PCM desde sus primeros años. Algunos comunistas (Juan González y Carlos Rendón, por ejem- plo) habían trabajado intensamente en el Sindicato de Carpinteros (uno de los gremios que integraban la Confederación de Sociedades Fe- rrocarrileras) y con los oficinistas de los ferrocarriles en la ciudad de México.5° De la agrupación de los trabajadores de oficina surgió otra im- portante figura comunista: Hernán Laborde. Originalmente empleado como oficinista de ferrocarriles, Laborde dirigió la lucha por la sindica- liz<;lción de los trabajadores de las líneas del Pacífico sur en el oeste y el noroeste de México. Pero los primeros vínculos importantes entre el PCM y el sector ferro- carrilero se establecieron entre 1926 y 1927, durante los agitados acon- tecimientos suscitados por dos grandes huelgas contra los Ferrocarriles Nacionales. Un comunista, Elías Barrios, fue elegido secretario general de la CTC, y varios militantes ferrocarrileros, entre ellos Valentín Campa, fueron atraídos al partido durante el curso de la huelga general decla- rada en febrero de 1927.51 Aunque la Secretaría del Trabajo, dominada por la CROM que era hostil a la huelga, logró romperla y muchos de los ferrocarrileros del núcleo comunista perdieron sus puestos de trabajo, la militancia y la conducta honesta de cuadros comunistas como Labor- de, Campa, Barrios, Alfonso Muriedas y Mario H. Hernández le ganaron considerables simpatías al PCM entre los ferrocarrileros. Estas primeras experiencias contribuyeron para que el partido lograra crearse, en los años treinta y cuarenta, una base fuerte dentro de la industria ferroca- rrilera. En el occidental estado de Jalisco, los comunistas también lograron una buena inserción entre los mineros de la región de Etzatlán, de 1925 a 1928. Dos comunistas, José F. Díaz y el muralista revolucionario David Alfaro Siqueiros, colaboraron para organizar la Federación Minera, de influencia comunista, y luego la Confederación Obrera de Jalisco, y a la vez a establecer fuertes vínculos entre los mineros y los sindicatos agra- rios recién organizados.52 A pesar de estos avances organizativos logrados en la segunda mitad de los veinte, la membresía obrera del PCM era débil y fragmentaria. El cuarto congreso de los comunistas en 1926 propuso que el partido fuera reorganizado en células de taller, fábrica y oficina, aunque señaló que esto sería difícil de lograr debido a que había pocos miembros en la in- dustria y muy pocos en las grandes fábricas. La excepción a esta regla era 45