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Antecedentes del viejo mundo

I.PROBLEMAS SOCIALES
La ANTROPOLOGIA y la sociología moderna han permitido iniciar la sociedad humana. Desde los
albores mismos del desarrollo humano, esta ayuda mutua puede ser considerada como uno de los
impulsos fundamentales, que compensa el de destruir o esclavizar a los semejantes. La ayuda mutua
sirvió como medio de protección para la familia o para la tribu, contra el mundo hostil.
La devoción religiosa se convirtió en el incentivo más poderoso para la benevolencia y la caridad. Era
esencial para la iglesia como fuerza moral; para el otorgante como medio de satisfacción y de
esperanza; para el desamparado y para la comunidad, como una ayuda bien recibida. Los primeros
cristianos se ayudaban mutuamente a enfrentarse a la pobreza y a la persecución; pero la iglesia
medieval confió la administración de la caridad a los obispos, a los sacerdotes locales y a los
diáconos. Con la creciente influencia de la iglesia y la aceptación del cristianismo como religión de
estado, se establecieron instituciones para los pobres en los monasterios, instituciones que servían
como orfelinatos, como asilos para los ancianos, para los enfermos y los inválidos, así como refugio
para la gente sin hogar, con lo cual se continuo la tradición de las casas de huéspedes griegas. Sus
actividades principales consistían en la predicación evangelizadora, la recolección de limosnas y la
distribución de ayuda entre los desamparados. Este conflicto entre la iglesia y el Estado existió hasta
fines de la Edad Media.
Los hospitales se fundaron con la ayuda de los donativos hechos por los reyes. Sin embargo, solo
algunos de los desamparados encontraron protección y refugio en estas instituciones. La diferencia
ideológica respecto a los mendigos no era el único conflicto en el campo de la caridad entre la iglesia
y las autoridades seculares. Otro conflicto surgió a causa de la mala administración de las
instituciones eclesiásticas y de los hospitales, así como de la malversación de los fondos destinados a
ellos, que dieron como resultado el que se hicieran criticas, se establecieron medidas de control y
grupos de inspección manejados por los estados. Con objeto de poner un alto a la vagancia y a la
mendicidad, muchos estados europeos promulgaron leyes de represión que imponían castigos
brutales; pero ninguno logro realmente hacer desaparecer en forma total la vagancia.
Aunque estos métodos reconocían la responsabilidad legal de la comunidad para el sostenimiento de
los pobres, hicieron muy poco para cambiar las condiciones sociales de las familias desamparadas.
Cada barrio tenía aproximadamente el mismo número de familias pobres. Las investigaciones eran
realizadas de acuerdo con reglamentos establecidos por una junta central compuesta por cinco
senadores y diez ciudadanos particulares. Los niños y los adolescentes eran preparados en escuelas
elementares y en una escuela industrial adscrita al orfelinato central.
II. LAS PRIMERAS OBRAS DE CARIDAD EN INGRATERRA
En la Inglaterra medieval, el cuidado de los pobres era una actividad de la iglesia. Como el principal
motivo de la caridad era la salvación del alma del donante, generalmente le preocupaba muy poco a
ésta el ser humano que recibía su caridad. Al iniciarse el siglo XIV, sin embargo, se empezó a
distinguir entre dos tipos de pobres: el pobre capacitado para ganarse la vida, y el pobre incapacitado
que no podía trabajar: el ciego, el cojo, el anciano, el enfermo, el niño y la mujer embarazada. Para el
cuidado de los para el cuidado de los pobres, la iglesia destinaba de un cuarto a un tercio de las
dadivas y limosnas que recolectaba entre sus feligreses.
La ayuda a los desamparados fue primero distribuida por el sacerdote de la parroquia, es
auxiliado por los diáconos y sacristanes. En los siglos XIII y XIV, las órdenes religiosas y las
instituciones eclesiásticas liberaron a las iglesias parroquiales de la mayor parte de los deberes de
cuidar a los pobres. En el siglo XV, más de mil monasterios, conventos, hospitales y abadías
proporcionaban refugio, limosna, comida y ropa para los pobres o para los mendigos ambulantes.
Muchas instituciones eran sostenidas por medio de los donativos hechos para fines caritativos por los
miembros de la familia real y la aristocracia.
Hasta el siglo XIV el rey o el parlamento no se ocuparon por las obras de caridad que
hacían la iglesia y las sociedades privadas. Con la lenta desaparición del feudalismo y con los cambios
sociales producidos por un nuevo orden económico, que liberó a los ciervos y empezó a emplear a
peones agrícolas asalariados, el rey y sus nobles se enfrentaron al problema de cómo mantener el
orden entre los trabajadores y evitar la vagancia.
La emancipación del trabajador rural, que dejo de ser ciervo de las grandes haciendas, creó
nuevos problemas. La emancipación dio al trabajador y a su familia la libertad para ir de un lado a
otro; pero lo privó de su antigua seguridad. En épocas de desempleo, de enfermedad, de ancianidad,
o de invalidez, se veía obligado a mendigar. Al iniciarse la revolución industrial, la elaboración de la
lana ofreció nuevas oportunidades a la clase trabajadora, pero los trabajadores residentes fueron los
primeros contratados. Durante el verano, los trabajadores emigraban de una parte del país a otra
para encontrar trabajo recolectando cosechas. Los soldados que volvían de las guerras en
Francia con frecuencia preferían vivir en las poblaciones al volver del trabajo de las haciendas, un
trabajo duro, mal pagado, de completa dependencia. En estas condiciones sociales aumentaron el
peligro de la pobreza.
La primera ley que se promulgo en Inglaterra acerca de los pobres fue originada por una
catástrofe nacional.
La primera medida constructiva tomada por el gobierno para ayudar a los pobres fue la ley
promulgada por Enrique VIII. Ordenaba que los alcaldes y jueces de paz debían investigar las
solicitudes de los ancianos e indigentes incapacitados requisitos importantes para recibir la
asistencia pública, ha continuado siendo un problema vital en la asistencia pública hasta la época
presente. Esta cuestión de la responsabilidad de la familia ha continuado siendo un problema serio
en la asistencia pública, la ley distinguió tres clases de pobres:
1) El pobre corporalmente capacitado. Estos eran llamados “mendigos fuertes” y se les obligaba a
trabajar en la “correccional” u “hospicio”. Los ciudadanos tenían prohibido darles limosna, y los
indigentes que llegaban de otras parroquias eran devueltos al lugar donde habían vivido durante un
año o más. Un mendigo o “vagabundo valerosos”, que se negaba a trabajar en la correccional era
puesto en el cepo o encarcelado.
2) El pobre incapacitado. Estas eran las personas que no podían trabajar: los enfermos, los viejos, los
ciegos, los sordomudos, los cojos, los dementes y las madres con hijos pequeños. Estas personas eran
colocadas en el asilo, donde debían ayudar dentro de los límites de su capacidad. Si los pobres
impedidos tenían un lugar donde vivir y resultaba menos costoso sostenerlos en su propia casa, los
inspectores de los pobres podían concederles “socorro exterior”, generalmente “en especie”, es
decir, que les enviaban comida, ropa, y combustible a sus hogares.
3) Los niños dependientes. Eran los huérfanos, los expósitos y los niños que habían sido abandonados
por sus padres, o cuyas familias eran tan pobres que no podían sostenerlos. Estos niños se
entregaban a cualquier ciudadano que se mostrara dispuesto a mantenerlos sin cobrar nada. Si no se
disponía de una “casa gratis” de este tipo, el niño se entregaba a quien cobrara menos por su
sostenimiento. Los niños de 8 o más años, que podían realizar algún trabajo doméstico o de otro tipo,
eran colocados a cargo de alguno de los habitantes de la población.
Los muchachos aprendían el oficio de su amo y tenían que trabajar a su servicio hasta los 24 años.
Las niñas se educaban como sirvientas y continuaban en servicio hasta que cumplían 21 años o se
casaban.
Los “inspectores de los pobres” se encargaban de aplicar la ley de los pobres en su parroquia. Eran
nombrados por los jueces de paz o magistrados. Su función consistía en recibir la solicitud del pobre
que deseaba socorro, investigar su condición y decidir si era o no merecedor de ayuda. Los
inspectores decidían si el solicitante y su familia debían ser colocados en el hospicio o en el asilo, si
debían ser “ofrecidos al mejor postor”, o si debían recibir ayuda en su propia casa. Como regla
general, un viejo edificio en desuso servía como asilo y hospicio. En el hospicio los internos eran
obligados a trabajar duramente, bajo la vigilancia de un superintendente nombrado por los
inspectores de los pobres. Los inspectores tenían que recaudar el impuesto para los pobres fijado
sobre la tierra y las casas, así como los diezmos de todos los habitantes, y llevar un registro de lo que
recibían y de lo que pagaban. El impuesto para los pobres era la fuente principal del financiamiento
para el socorro público. Se complementaba, además, con donativos y legados privados, y mediante el
uso
de
multas
por
la
violación
de
ciertas
leyes.
Por iniciativa de Edwin Chadwick, el Consejo de la Ley de Pobre presento a la atención del
Parlamento todas estas condiciones. Chadwick se convirtió, en el iniciador de la higiene pública.
Trazo un programa de protección contra las enfermedades contagiosas por medio de medidas
sanitarias por conducto de las cuales se proporcionó agua, desagüe y alcantarillas. Lucho también por
el establecimiento de parques y jardines para recreo del pueblo. Gracias a su insistencia, se introdujo
la vacunación pública gratuita contra el cólera, el tifo y la viruela, en 1840. El Consejo apoyaba a las
autoridades locales en su lucha contra las epidemias, en el mejoramiento de las viviendas en los
barrios bajos, y en la implantación de medidas sanitarias. A pesar de los magníficos servicios que
había prestado, Edwin Chadwick encontró nuevamente severa oposición, Después de 6 años de
servicio fue despedido porque la Cámara de los Comunes consideraba que había depositado un grado
excesivo de poder en una autoridad sanitaria central, y que porque los médicos se quejaban de que
estada afectando los intereses creados de la profesión médica. Los dueños de funerarias y las
compañías de abastecimiento de agua se quejaron de que las reglamentaciones del Consejo de
Sanidad habían reducido sus utilidades. Chadwick fue un profeta con una visión mucho más
avanzada que la de sus contemporáneos. Se necesitaron muchas décadas para que su ideal de un
sistema de gobierno que proporcionara, bajo una dirección central, ayuda decorosa a los pobres, una
firme protección sanitaria al público, viviendas adecuadas, facilidades de recreo y escuelas públicas
para toda la población, se convirtiera en un concepto aceptado por la sociedad.

V. EL TRABAJO INFANTIL Y LA LEGISLACION FABRIL
Hasta principios del siglo XIX, la política social práctica había sido usada en Inglaterra para reprimir las
clases trabajadoras en defensa de los terratenientes, los manufactureros y los mercaderes.
Los niños indigentes eran puestos a trabajar “vendiéndolos” a los agricultores, poniéndolos bajo el
dominio de artesanos, o en el duro trabajo impuesto en los asilos. El desarrollo de las fábricas textiles
en el silo XIX, sin embargo, ofreció una oportunidad sin precedentes para emplear en sus labores a
los niños de los asilos. Se ofrecían a los manufactureros textiles como trabajo barato. El destino de
estos niños llego a ser deplorable. Algunos tenían apenas 4, 5 o 6 años de edad, y no había límite
legal para las horas de trabajo. Los llamados “capataces” los mantenían despiertos dándoles latigazos
cuando se quedaban dormidos. Los niños generalmente disponían de media hora para un frugal
desayuno y de una hora para un almuerzo de calidad similar. Durante las horas de trabajo tenían que
permanecer de pie y no les permitían abandonar su lugar de trabajo, excepto a la hora de la comida,
ni para ir a la letrina ni para beber un vaso de agua. Esto último estaba estrictamente prohibido, y si
ocurría, el desventurado chiquillo era brutalmente castigado por medio de latigazos. Como regla
general, el trabajo del niño terminaba después de las 5 o 6 de la tarde, con mucha frecuencia horas
más tardes, de tal manera que la jornada de trabajo duraba algunas veces de 16 a 18 horas. La falta
de dormir, de sol y de aire fresco, de descanso y de todo tipo de vacación, convertía a muchos de
estos niños en criaturas desnutridas, débiles y enfermas. Muchos de ellos morían en la adolescencia,
cuando verdaderamente habían trabajado hasta morir.
El primer paso que se dio para la protección de estos niños correspondió a la Ley de Sanidad y de
Moralidad de 1802, aprobada por iniciativa de Sir Robert Peel, quien se oponía a que se emplearan
niños en el trabajo de las fábricas textiles. Esta ley de 1802 redujo las horas de trabajo de los
“aprendices indigentes” a sólo doce horas al día, y prohibió el trabajo nocturno para los niños.
Sin embargo, la ley se aplicaba solamente a los niños indigentes contratados a los hospicios. Los
dueños de las fábricas, sin embargo, contrataban niños directamente a sus padres y continuaban
explotándolos sin ningún límite en cuanto a las horas de trabajo.
El desarrollo industrial de Inglaterra y la crisis económica que acompañó a la introducción de
maquinaria moderna produjo varios periodos de desempleo. Los consejos locales de guardianes se
vieron obligados a pedir prestado dinero para sostener los hospicios o para continuar las obras
públicas, en tiempos de considerable desempleo. Aun así, las condiciones de muchos hospicios eran
insoportables. La mayor parte de ellas tenían servicios sanitarios inadecuados, mala ventilación, falta
de atención médica y de enfermería para los pacientes y los ancianos. Las camas eran tan pequeñas
que los internos no podían dormir bien. Pero, sobre todas las cosas, los superintendentes y los
empleado eran, por regla general, gente ignorante y cruel.

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  • 1. Antecedentes del viejo mundo I.PROBLEMAS SOCIALES La ANTROPOLOGIA y la sociología moderna han permitido iniciar la sociedad humana. Desde los albores mismos del desarrollo humano, esta ayuda mutua puede ser considerada como uno de los impulsos fundamentales, que compensa el de destruir o esclavizar a los semejantes. La ayuda mutua sirvió como medio de protección para la familia o para la tribu, contra el mundo hostil. La devoción religiosa se convirtió en el incentivo más poderoso para la benevolencia y la caridad. Era esencial para la iglesia como fuerza moral; para el otorgante como medio de satisfacción y de esperanza; para el desamparado y para la comunidad, como una ayuda bien recibida. Los primeros cristianos se ayudaban mutuamente a enfrentarse a la pobreza y a la persecución; pero la iglesia medieval confió la administración de la caridad a los obispos, a los sacerdotes locales y a los diáconos. Con la creciente influencia de la iglesia y la aceptación del cristianismo como religión de estado, se establecieron instituciones para los pobres en los monasterios, instituciones que servían como orfelinatos, como asilos para los ancianos, para los enfermos y los inválidos, así como refugio para la gente sin hogar, con lo cual se continuo la tradición de las casas de huéspedes griegas. Sus actividades principales consistían en la predicación evangelizadora, la recolección de limosnas y la distribución de ayuda entre los desamparados. Este conflicto entre la iglesia y el Estado existió hasta fines de la Edad Media. Los hospitales se fundaron con la ayuda de los donativos hechos por los reyes. Sin embargo, solo algunos de los desamparados encontraron protección y refugio en estas instituciones. La diferencia ideológica respecto a los mendigos no era el único conflicto en el campo de la caridad entre la iglesia y las autoridades seculares. Otro conflicto surgió a causa de la mala administración de las instituciones eclesiásticas y de los hospitales, así como de la malversación de los fondos destinados a ellos, que dieron como resultado el que se hicieran criticas, se establecieron medidas de control y grupos de inspección manejados por los estados. Con objeto de poner un alto a la vagancia y a la mendicidad, muchos estados europeos promulgaron leyes de represión que imponían castigos brutales; pero ninguno logro realmente hacer desaparecer en forma total la vagancia. Aunque estos métodos reconocían la responsabilidad legal de la comunidad para el sostenimiento de los pobres, hicieron muy poco para cambiar las condiciones sociales de las familias desamparadas. Cada barrio tenía aproximadamente el mismo número de familias pobres. Las investigaciones eran realizadas de acuerdo con reglamentos establecidos por una junta central compuesta por cinco senadores y diez ciudadanos particulares. Los niños y los adolescentes eran preparados en escuelas elementares y en una escuela industrial adscrita al orfelinato central. II. LAS PRIMERAS OBRAS DE CARIDAD EN INGRATERRA En la Inglaterra medieval, el cuidado de los pobres era una actividad de la iglesia. Como el principal motivo de la caridad era la salvación del alma del donante, generalmente le preocupaba muy poco a ésta el ser humano que recibía su caridad. Al iniciarse el siglo XIV, sin embargo, se empezó a distinguir entre dos tipos de pobres: el pobre capacitado para ganarse la vida, y el pobre incapacitado que no podía trabajar: el ciego, el cojo, el anciano, el enfermo, el niño y la mujer embarazada. Para el cuidado de los para el cuidado de los pobres, la iglesia destinaba de un cuarto a un tercio de las dadivas y limosnas que recolectaba entre sus feligreses.
  • 2. La ayuda a los desamparados fue primero distribuida por el sacerdote de la parroquia, es auxiliado por los diáconos y sacristanes. En los siglos XIII y XIV, las órdenes religiosas y las instituciones eclesiásticas liberaron a las iglesias parroquiales de la mayor parte de los deberes de cuidar a los pobres. En el siglo XV, más de mil monasterios, conventos, hospitales y abadías proporcionaban refugio, limosna, comida y ropa para los pobres o para los mendigos ambulantes. Muchas instituciones eran sostenidas por medio de los donativos hechos para fines caritativos por los miembros de la familia real y la aristocracia. Hasta el siglo XIV el rey o el parlamento no se ocuparon por las obras de caridad que hacían la iglesia y las sociedades privadas. Con la lenta desaparición del feudalismo y con los cambios sociales producidos por un nuevo orden económico, que liberó a los ciervos y empezó a emplear a peones agrícolas asalariados, el rey y sus nobles se enfrentaron al problema de cómo mantener el orden entre los trabajadores y evitar la vagancia. La emancipación del trabajador rural, que dejo de ser ciervo de las grandes haciendas, creó nuevos problemas. La emancipación dio al trabajador y a su familia la libertad para ir de un lado a otro; pero lo privó de su antigua seguridad. En épocas de desempleo, de enfermedad, de ancianidad, o de invalidez, se veía obligado a mendigar. Al iniciarse la revolución industrial, la elaboración de la lana ofreció nuevas oportunidades a la clase trabajadora, pero los trabajadores residentes fueron los primeros contratados. Durante el verano, los trabajadores emigraban de una parte del país a otra para encontrar trabajo recolectando cosechas. Los soldados que volvían de las guerras en Francia con frecuencia preferían vivir en las poblaciones al volver del trabajo de las haciendas, un trabajo duro, mal pagado, de completa dependencia. En estas condiciones sociales aumentaron el peligro de la pobreza. La primera ley que se promulgo en Inglaterra acerca de los pobres fue originada por una catástrofe nacional. La primera medida constructiva tomada por el gobierno para ayudar a los pobres fue la ley promulgada por Enrique VIII. Ordenaba que los alcaldes y jueces de paz debían investigar las solicitudes de los ancianos e indigentes incapacitados requisitos importantes para recibir la asistencia pública, ha continuado siendo un problema vital en la asistencia pública hasta la época presente. Esta cuestión de la responsabilidad de la familia ha continuado siendo un problema serio en la asistencia pública, la ley distinguió tres clases de pobres: 1) El pobre corporalmente capacitado. Estos eran llamados “mendigos fuertes” y se les obligaba a trabajar en la “correccional” u “hospicio”. Los ciudadanos tenían prohibido darles limosna, y los indigentes que llegaban de otras parroquias eran devueltos al lugar donde habían vivido durante un año o más. Un mendigo o “vagabundo valerosos”, que se negaba a trabajar en la correccional era puesto en el cepo o encarcelado. 2) El pobre incapacitado. Estas eran las personas que no podían trabajar: los enfermos, los viejos, los ciegos, los sordomudos, los cojos, los dementes y las madres con hijos pequeños. Estas personas eran colocadas en el asilo, donde debían ayudar dentro de los límites de su capacidad. Si los pobres impedidos tenían un lugar donde vivir y resultaba menos costoso sostenerlos en su propia casa, los inspectores de los pobres podían concederles “socorro exterior”, generalmente “en especie”, es decir, que les enviaban comida, ropa, y combustible a sus hogares. 3) Los niños dependientes. Eran los huérfanos, los expósitos y los niños que habían sido abandonados por sus padres, o cuyas familias eran tan pobres que no podían sostenerlos. Estos niños se entregaban a cualquier ciudadano que se mostrara dispuesto a mantenerlos sin cobrar nada. Si no se disponía de una “casa gratis” de este tipo, el niño se entregaba a quien cobrara menos por su
  • 3. sostenimiento. Los niños de 8 o más años, que podían realizar algún trabajo doméstico o de otro tipo, eran colocados a cargo de alguno de los habitantes de la población. Los muchachos aprendían el oficio de su amo y tenían que trabajar a su servicio hasta los 24 años. Las niñas se educaban como sirvientas y continuaban en servicio hasta que cumplían 21 años o se casaban. Los “inspectores de los pobres” se encargaban de aplicar la ley de los pobres en su parroquia. Eran nombrados por los jueces de paz o magistrados. Su función consistía en recibir la solicitud del pobre que deseaba socorro, investigar su condición y decidir si era o no merecedor de ayuda. Los inspectores decidían si el solicitante y su familia debían ser colocados en el hospicio o en el asilo, si debían ser “ofrecidos al mejor postor”, o si debían recibir ayuda en su propia casa. Como regla general, un viejo edificio en desuso servía como asilo y hospicio. En el hospicio los internos eran obligados a trabajar duramente, bajo la vigilancia de un superintendente nombrado por los inspectores de los pobres. Los inspectores tenían que recaudar el impuesto para los pobres fijado sobre la tierra y las casas, así como los diezmos de todos los habitantes, y llevar un registro de lo que recibían y de lo que pagaban. El impuesto para los pobres era la fuente principal del financiamiento para el socorro público. Se complementaba, además, con donativos y legados privados, y mediante el uso de multas por la violación de ciertas leyes. Por iniciativa de Edwin Chadwick, el Consejo de la Ley de Pobre presento a la atención del Parlamento todas estas condiciones. Chadwick se convirtió, en el iniciador de la higiene pública. Trazo un programa de protección contra las enfermedades contagiosas por medio de medidas sanitarias por conducto de las cuales se proporcionó agua, desagüe y alcantarillas. Lucho también por el establecimiento de parques y jardines para recreo del pueblo. Gracias a su insistencia, se introdujo la vacunación pública gratuita contra el cólera, el tifo y la viruela, en 1840. El Consejo apoyaba a las autoridades locales en su lucha contra las epidemias, en el mejoramiento de las viviendas en los barrios bajos, y en la implantación de medidas sanitarias. A pesar de los magníficos servicios que había prestado, Edwin Chadwick encontró nuevamente severa oposición, Después de 6 años de servicio fue despedido porque la Cámara de los Comunes consideraba que había depositado un grado excesivo de poder en una autoridad sanitaria central, y que porque los médicos se quejaban de que estada afectando los intereses creados de la profesión médica. Los dueños de funerarias y las compañías de abastecimiento de agua se quejaron de que las reglamentaciones del Consejo de Sanidad habían reducido sus utilidades. Chadwick fue un profeta con una visión mucho más avanzada que la de sus contemporáneos. Se necesitaron muchas décadas para que su ideal de un sistema de gobierno que proporcionara, bajo una dirección central, ayuda decorosa a los pobres, una firme protección sanitaria al público, viviendas adecuadas, facilidades de recreo y escuelas públicas para toda la población, se convirtiera en un concepto aceptado por la sociedad. V. EL TRABAJO INFANTIL Y LA LEGISLACION FABRIL Hasta principios del siglo XIX, la política social práctica había sido usada en Inglaterra para reprimir las clases trabajadoras en defensa de los terratenientes, los manufactureros y los mercaderes. Los niños indigentes eran puestos a trabajar “vendiéndolos” a los agricultores, poniéndolos bajo el dominio de artesanos, o en el duro trabajo impuesto en los asilos. El desarrollo de las fábricas textiles en el silo XIX, sin embargo, ofreció una oportunidad sin precedentes para emplear en sus labores a los niños de los asilos. Se ofrecían a los manufactureros textiles como trabajo barato. El destino de estos niños llego a ser deplorable. Algunos tenían apenas 4, 5 o 6 años de edad, y no había límite legal para las horas de trabajo. Los llamados “capataces” los mantenían despiertos dándoles latigazos
  • 4. cuando se quedaban dormidos. Los niños generalmente disponían de media hora para un frugal desayuno y de una hora para un almuerzo de calidad similar. Durante las horas de trabajo tenían que permanecer de pie y no les permitían abandonar su lugar de trabajo, excepto a la hora de la comida, ni para ir a la letrina ni para beber un vaso de agua. Esto último estaba estrictamente prohibido, y si ocurría, el desventurado chiquillo era brutalmente castigado por medio de latigazos. Como regla general, el trabajo del niño terminaba después de las 5 o 6 de la tarde, con mucha frecuencia horas más tardes, de tal manera que la jornada de trabajo duraba algunas veces de 16 a 18 horas. La falta de dormir, de sol y de aire fresco, de descanso y de todo tipo de vacación, convertía a muchos de estos niños en criaturas desnutridas, débiles y enfermas. Muchos de ellos morían en la adolescencia, cuando verdaderamente habían trabajado hasta morir. El primer paso que se dio para la protección de estos niños correspondió a la Ley de Sanidad y de Moralidad de 1802, aprobada por iniciativa de Sir Robert Peel, quien se oponía a que se emplearan niños en el trabajo de las fábricas textiles. Esta ley de 1802 redujo las horas de trabajo de los “aprendices indigentes” a sólo doce horas al día, y prohibió el trabajo nocturno para los niños. Sin embargo, la ley se aplicaba solamente a los niños indigentes contratados a los hospicios. Los dueños de las fábricas, sin embargo, contrataban niños directamente a sus padres y continuaban explotándolos sin ningún límite en cuanto a las horas de trabajo. El desarrollo industrial de Inglaterra y la crisis económica que acompañó a la introducción de maquinaria moderna produjo varios periodos de desempleo. Los consejos locales de guardianes se vieron obligados a pedir prestado dinero para sostener los hospicios o para continuar las obras públicas, en tiempos de considerable desempleo. Aun así, las condiciones de muchos hospicios eran insoportables. La mayor parte de ellas tenían servicios sanitarios inadecuados, mala ventilación, falta de atención médica y de enfermería para los pacientes y los ancianos. Las camas eran tan pequeñas que los internos no podían dormir bien. Pero, sobre todas las cosas, los superintendentes y los empleado eran, por regla general, gente ignorante y cruel.