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Cultural
Chapter 7. The rebelion -El Cascajo combat- Death of Pascual Bravo
Capítulo 7. La rebelión – El combate de Cascajo –
Muerte de Pascual Bravo
27 de Octubre de 2014
El ingeniero civil José María Bravo Betancur compartió el Capítulo 7 de su libro Pascual
Bravo Ciudadano y Mártir, en exclusiva con los lectores de EL MUNDO.
Foto: Cortesía 
José María Bravo Betancur, autor del libro Pascual Bravo Ciudadano y Mártir, es un ingeniero civil de amplia
experiencia.
José María Bravo Betancur
Especial para EL MUNDO
"Corta, pero intensamente vivida para las luchas de la democracia colombiana y el afianzamiento de las libertades
ciudadanas, fue la existencia de Pascual Bravo”.
Párrafo de la exposición de motivos del Homenaje a Pascual Bravo por parte de El Congreso de Colombia en 1937.
El presidente Pascual Bravo, finalizando el año 1863, esperaba que su programa de gobierno y las medidas
tomadas para el ejercicio de su mandato lograran convencer de sus bondades a sus adversarios políticos.
Pero la realidad era que ellos se estaban armando para derrocarlo y acabar con su vida. Ante este hecho que había
previsto, dio órdenes para que las fuerzas militares se organizaran. 
Pascual Bravo pensaba en lo que podía suceder, ante el hecho de que los generales Cosme Marulanda, José María
Gutiérrez, Joaquín María Córdova, Gregorio Gutiérrez González y otros jefes del conservatismo, habían desconocido
su gobierno, y la guerra civil sería inevitable.
El conservatismo de la montaña, inconforme en la oposición, buscó y se lanzó a la guerra civil en 1863. Rebelión
que se debió en gran parte, a la posición pasiva del doctor Manuel Murillo Toro, quien, en lugar de contenerla,
mostró tolerancia con ella.
El armamento que el general Mosquera había pedido al exterior para las milicias de este Estado, era esperado por
Bravo con ansiedad. Con su oportuna llegada podía dotar y tener un Ejército fuerte, para dominar rápidamente la
rebelión. Por otro lado, sus contrarios, durante su mandato, habían ocultado armas y elementos de guerra
suficientes para dotar a un ejército más grande.
Mientras la oposición conservadora de Antioquia tramaba la rebelión contra el gobernante Bravo, la situación en el
Sur del país no era buena. El general Mosquera, en carta de su puño y letra fechada en Pasto el 27 de octubre de
1863, manifestaba, entre otras cosas, que: el Gobierno de Ecuador le había notificado al encargado de Negocios de
Colombia, que debía salir en el término de 24 horas, lo que verificó inmediatamente, quitando el pabellón
colombiano; y que en el Congreso ecuatoriano se discutía un proyecto de ley dándole autorizaciones amplias a su
presidente, para declararle la guerra a Colombia; además, que el general Flores estaba en Ibarra, a unas 30 leguas
de la frontera colombiana, con un ejército de 5.000 o 6.000 hombres, lo que lo llevó a ponerse a la cabeza del
ejército para batir a los ecuatorianos.
Dicha campaña terminó con la batalla de Cuaspud el 6 de diciembre; en donde el general Mosquera logró la victoria
y se hizo acreedor al título de Gran General como lo habían distinguido antes.
El primer estallido de la revuelta en Antioquia, contra el Gobierno de Pascual Bravo, promovida por los generales
Joaquín María Córdoba, Cosme Marulanda y el coronel José María Gutiérrez (Botella), coincidió con la batalla que
se había dado en el Sur. Esta insurrección en Antioquia fue apoyada en otros sitios por jefes del conservatismo.
La chispa se encendió en Abejorral el 7 de diciembre, en donde el general José María Gutiérrez (Botella) se tomó la
plaza rápidamente. Continuó en Sonsón con el coronel Francisco Londoño y con el poeta Gregorio Gutiérrez
González. De allí pasó a Aguadas, Marinilla, Salamina, Manizales, Neira y toda la zona del Suroeste.
En el Norte, el movimiento brotó en Yarumal, de donde pasó a Santa Rosa de Osos y los pueblos vecinos. Para el
general Berrío era precipitada la acción, ya que no se tenían los recursos de guerra necesarios.
Berrío tenía además de ser contrario a las políticas de Bravo, otras razones personales para enfrentarse al régimen.
Cuando el Estado de Antioquia cayó en manos de los mosqueristas, se vio obligado a huir a pie desde Santa Rosa
hasta Yarumal, y se escapó de ser recluido en las bóvedas de Bocachica, porque se fugó y se refugió en los
bosques vecinos.
El 9 de diciembre mientras los amigos del presidente Bravo se preparaban para asistir a las veladas del Teatro de
Medellín y el presidente preparaba sus clases, los conservadores lanzaron el grito de rebelión durante las
festividades Marianas de la Inmaculada Concepción; primero en Barbosa, luego en Abejorral, Sonsón, Marinilla, San
Carlos. La discordia se extendió por todo el Estado, hombres y mujeres se armaron y se dieron cita gritando vivas a
la religión. 
El día 12 siguiente, el presidente, al mando de sus ejércitos abandonó su despacho y entró en campaña. Se trasladó
a la población de Rionegro y la convirtió en la base de sus operaciones militares.
Pascual Bravo, como presidente, y el general José Antonio Plaza, como jefe Militar, siguieron preparándose para la
lucha y tomaban las medidas necesarias para la defensa de las instituciones.
Bravo esperaba impasible el momento para actuar. Él era de la tierra de Córdoba y tenía muy claro que el que no
espera vencer ya está vencido, y que si es imposible vencer, no es imposible morir.
Amenazaban por el Oriente las fuerzas del coronel Gutiérrez y por el Norte las del general Berrío y el coronel
Barrientos. Pascual Bravo marchó con la Primera División, al mando del coronel Enrique Lara, y confió la Segunda al
general Plaza. Cuando recibió aviso de que el doctor Berrío se dirigía al Centro, y que sus tropas estaban en el sitio
El Venteadero, Bravo se dirigió a Niquía y dispuso, que dos batallones salieran a cortar el paso por el Alto de
Medina; los contrarios al conocer la maniobra, se desviaron y pudieron esquivar el encuentro. Pascual Bravo los
siguió hasta Riochico, en donde logró derrotarlos. 
De allí se dirigió Bravo a Rionegro, con el fin de enfrentar las fuerzas del Oriente y dispuso que el general Plaza
siguiera en persecución de los fugitivos.
El general Berrío, conocedor de las tierras del Norte y de sus veredas, logró despistar a sus perseguidores. Plaza
perdió la pista de sus enemigos y ocupó tranquilamente a Yarumal el 1 de enero de 1864. Desde allí notificó a Bravo
que el contingente de Berrío había sido destruido.
En Santa Rosa reorganizó Berrío sus tropas, y cayó el 2 de enero sorpresivamente en Yarumal sobre sus rivales. El
general Plaza y sus valerosos compañeros de lucha se defendieron valientemente, pero fueron derrotados. En el
campo de batalla perecieron, entre otros, el general Plaza y sus inmediatos seguidores, debido a la táctica que
practicaba el ejército conservador: eliminar a los jefes con sus mejores tiradores debidamente resguardados, para
así desconcertar a las filas contrarias. Eso se vio dos días después en Cascajo, en donde calló en forma similar
Bravo. 
El resultado de ese combate debilitó profundamente el ánimo de las fuerzas que formaban la Segunda División del
ejército gobiernista, no sólo por la muerte de sus jefes sino por haber caído prisioneros valiosos miembros de la
oficialidad.
La rebelión siguió extendiéndose por todo el Estado, fueron surgiendo fuerzas reaccionarias y entre agitación de
guerra, transcurrió la Navidad y el fin del año 1863.
El nuevo año 1864 sorprendió al presidente de los antioqueños persiguiendo al enemigo desde los llanos de Niquía
hasta Santa Rosa de Osos. El 2 de enero, cuando el presidente Bravo regresaba a Rionegro convencido de haber
puesto al enemigo en desbandada, sus tropas habían sido batidas en el Norte. El día siguiente, 3 de enero, llegó la
noticia a Medellín. A Pascual Bravo se le comunicó a Rionegro y ante el hecho cumplido tomó la decisión de atacar
a los conservadores acantonados en Marinilla. 
El levantamiento revolucionario de 1863
El abogado historiador antioqueño Jorge Ospina Londoño, en su obra Pascual Bravo- Los paridos políticos en
Colombia, recrea los acontecimientos previos a la batalla de Cascajo así:
En Medellín se tuvo noticia de estas agitaciones revolucionarias el 8 de diciembre del 63, y el presidente Bravo,
comprendiendo el trance fatal en que había colocado a su gobierno la demagogia conservadora, trasladó el Cuartel
General de las Fuerzas del Estado a la ciudad de Rionegro -diciembre 11 del 63-, tres días después de haberle
dirigido la palabra al pueblo en esos términos: “Antioqueños! La guerra civil ha prendido en el Estado: malos hijos
de la patria son sus inicuos autores,  ingratos que abusan de la jenerosidad de los vencedores de ayer, i no tiene
otro motivo para tamaño crimen que su sed de oprimirnos i vejarnos (…) Antioqueños! El Gobierno tiene un alto
deber que cumplir i lo cumplirá: dadme vuestro apoyo, y pronto podréis recomenzar vuestras pacíficas labores (…)”.
Las cabezas de la reacción conservador: Coronel Obdulio Duque, jefe miliar de Marinilla, Cosme Marulanda,
Joaquín María Córdoba y el doctor Pedro Justo Berrío, se mantenían en un inteligenciamiento completo a pesar de
las medidas de control por parte del gobierno.
Después del alzamiento en Marinilla, el coronel Duque llevó con la rapidez del caso su espíritu reaccionario a las
poblaciones de San Carlos y Canoas, y procedió a trasladar a la ciudad de donde había salido, los armamentos que
por medio del soborno fueron adquiridos en otras poblaciones, como también los petardos que en abundancia
tenían en las bodegas de Remolino.
Pascual Bravo entró a Rionegro en medio de los vítores
y del júbilo que sus paisanos le tributaron. Allí, el pueblo
sin distingos de clases y de edad se ofreció voluntario y
entusiasta para defender los fueros del gobierno y de la
democracia. Al día siguiente de su llegada marchó
sobre Marinilla y obtuvo el primer triunfo: los
conservadores abandonaron la ciudad en retirada y el
ejército liberal quedó dueño de ella. Después del triunfo,
Bravo regresó a Rionegro. La noticia se esparció
rápidamente y en un principio se creyó que la
tranquilidad perturbada por los conservadores volvía
para bien de todos. Pero tal cosa no resultó así: los
jefes de la reacción no cesaron en sus empeños de
rebeldía por el primer fracaso de la ‘División Giraldo’ en
Marinilla, sino que explotaron a las mil maravillas el voto
de confianza que el gobierno liberal les dio a los
habitantes del Estado, en la franca creencia de que la
paz iría a ser una realidad.
Las fuerzas derrotadas que comandaba el coronel
Duque se detuvieron en el campamento de Perico, cerca
a Marinilla, y allí después de haber recibido los
armamentos y los pertrechos que aún tenían
escondidos en las vecindades, pues los que trasladaron
de Remolino en un principio, según ellos, no fueron
suficientes, y de haber reclutado con embustes y por la
fuerza –aparte de los voluntarios- un número crecido de
hombres, regresaron a Marinilla con un ejército
prepotente en medio del entusiasmo de la gente del
lugar. No tuvieron ningún contratiempo  a la entrada,
pues Pascual Bravo poco permaneció en esa ciudad
después de la derrota que sufrieron estas, y regresó a
su ciudad natal en donde tenía el Cuartel General.
Debido a que la situación en el Norte auguraba serios trastornos para el gobierno, Pascual procedió con rapidez a
dictar las medidas conducente a la situación que lo rodeaba; salió hacia esa región, y dejó un pequeño
destacamento en el Cuartel Geneal -150 hombres-. Este puñado de valerosos rionegreros, entre los cuales se
encontraban Londoño y Uribe, supo debelar las pretensiones de los marinillos contra esa ciudad heroica, la cual
siempre ha sabido rechazar a los enemigos de la libertad y del pueblo. No son sino 150 hombres, pero las sombras
de sus antepasados alentaban esos 150 corazones y determinaban 150 murallas inexpugnables.
Bravo condujo su ejército por la Hoya de la Mosca, pasó por Guarne, trasmontó la cordillera occidental y cayó a
Copacabana. La salida a esta población fue un gran acierto, pues interrumpió las comunicaciones de los
conservadores del Norte con los de otras regiones, desorientó la fuerzas reaccionarias al mando de Berrío, quien
huyó a Yarumal en franca derrota, y las huestes liberales se tomaron a Santa Rosa. Luego Berrío se unió con el jefe
conservador, coronel Barrientos, quien había salido de Angostura. Esta plaza ya había sido tomada por los
conservadores Bravo en un principio dominó la situación en el Norte y Berrío, a marchas forzadas, tuvo que
emprender la fuga; después en San Pedro, a la media noche, este sorprendió las fuerzas del gobierno.
Bravo una vez informado de la maniobra de Berrío, quien dominaba la región -la conocía- descendió a Niquía y
dispuso que las fuerzas se dividieran para cortarles el paso en el alto de Medina. Pero Berrío supo burlar el plan del
gobierno, y en vez de presentar combate, dio la vuelta con su tropa, y precipitadamente huyó. Pascual lo persiguió, y
en Riochico, obtuvo sobre ellos, los reaccionarios, el más absoluto triunfo.
En vista de que los marinillos presentaban un ejército prepotente y creaban un estado de cosas que ponía en
peligro la vida del gobierno democrático, Pascual resolvió dejar las fuerzas del Norte al mando del general Plaza, -
las cuales se hallaban ocupadas en la persecución de los reaccionarios- y regresó a Rionegro. Allí se informó de las
José María Bravo Betancur nació en Medellín, es ingeniero civil de la Facultad de Minas de Medellín. 
Realizó estudios de posgrado en Ingeniería Avanzada de Carreteras, Ingeniería de Tránsito, Ingeniería de
Transportes, en la Ohio State University, Ohio, Estados Unidos. Es también magister en Planeación Física Urbana de
la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
Fue docente durante 35 años en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional sede Medellín y en el
Colegio Mayor de Antioquia, Escuela de Turismo, y en el Instituto Pascual Bravo.
Entre sus libros publicados están la Monografía del Ferrocarril de Antioquia, Monografía sobre la Escuela de Minas,
Biografía de Francisco Javier Cisneros, Diseño geométrico de vías y Apuntes para una historia de la ingeniería
antioqueña.
Bravo Betancur ha sido también columnista de diferentes periódicos y revistas nacionales. Entre sus
reconocimientos están la Medalla del Centenario de la Academia Antioqueña de Historia, Gran maestro de la
Ingeniería por la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y la Orden Julio Garavito grado comendador.
“Al evocar la memoria de Pascual Bravo, sucede algo semejante a lo que se experimenta al pensar en José María
Córdova: el ánimo se contrista y la resignación difícilmente encuentra campo. Dos jóvenes generosos, denodados,
paladines de ideas utópicas, a las que sacrifican su vida tan fácilmente, esas vidas llenas de ilusiones y que
ofrecían las mejores perspectivas a la patria”. Restrepo Posada, José F. Biografías Gran Enciclopedia de Colombia
del Círculo de Lectores.
Pascual murió siendo presidente del Estado Soberano de Antioquia, el 4 de enero de 1864 en la Batalla de Cascajo.
La batalla se inició al medio día. Hizo en ella prodigios de valor, combatiendo todo el día contra un enemigo
superior y defendido por trincheras. A las cinco de la tarde acabó su vida corta pero llena de honor y de gloria. Su
muerte decidió la batalla. El 5 de enero recibimos tan desgraciada noticia en Medellín. Lucrecia Gómez me
despertó en la Secretaría, antes de las cinco de la mañana para comunicármela.
condiciones favorables que rodeaban a los conservadores de Oriente y del Sur, e inmediatamente procedió a la
organización de la tropa para presentar campaña en los momentos en que fuera menester.
Los conservadores del Norte luchaban con empeño y optimismo por la circunstancia de que su causa corría mejor
suerte en el Oriente y en el Sur, es decir, los medios de defensa del gobierno eran escasos en estas regiones.
Como se notará, la actividad que Bravo desplegó fue asombrosa; ya lo vemos derrotando a los conservadores del
Norte, ora en Rionegro neutralizando las fuerzas del Oriente y del Sur, y a la vez atendiendo a las urgencias del
Estado en el campo administrativo. El conservatismo había hecho del cielo antioqueño antes tan apacible y límpido
un motivo de tormento y de desasosiego; el trueno del cañón y del arcabuz eran constantes, todo era opaco y
oloroso a pólvora. Los continuadores de Mariano Opina Rodríguez llevaban por delante sus empeños egoístas: la
patria chica, la tranquilidad, el progreso, el destrozamiento y físico del pueblo, nada significaban para sus instintos
cavernarios y medioevales. ¿Defendían una tesis social? Se consolidó el gobierno por la explotación infame de los
caciques engrandecidos a título gratuito? Hubo una representación medianamente proporcional de los diferentes
grupos en el gobierno? No. Luchaban ventajosamente es verdad, pero a base de embustes y carameleos; exaltaban
el sentimiento de las masas ingenuas e incultas, pero en esencia sólo perseguían una finalidad: la realización de los
egoísmos de un número limitado, de un grupo, de una oligarquía desesperadamente ambiciosa. 
Pero la democracia iba ser herida mortalmente por la reacción que encabezaban Berrío y Barrientos en el Norte,
pues el general Plaza, quien quedó encargado del ejército gobiernista en esa región, fue sorprendido por Berrío.
Plaza había dividido la tropa en Santa Rosa, e indicado la unión de la misma en Yarumal, con el objetivo de
adelantar las operaciones militares. Pero Berrío y su gente eran muy conocedores de la topografía de esa
montañosa región, y con maneras hábiles y circunstancias preparadas adrede para desorientar las fuerzas
democráticas, arribaron sorpresivamente a Yarumal, lugar en donde se encontraban las huestes democráticas.
Los liberales fueron sitiados y eliminados como ratones en sus nidos, y las fuerzas dizque defensoras de la Iglesia,
hicieron proezas de crueldad y de sevicia. Ellos, dominadores de la región, superiores en cantidad y protegidos por
la posición especial del sitiador, tenían que triunfar de razón y por fuerza.
Después de esa desventurada lucha -2 de enero del 64- en que el valiente General Plaza perdió la vida, junto con lo
más sobresaliente del ejército, las fuerzas democráticas sufrían otro descalabro en Higuerón.
El 4 de enero del 64 llegó a Rionegro la infausta nueva de Yarumal; Bravo, que en su ciudad natal se encontraba,
salió a la plaza pública, y como Córdoba, treinta y cinco años atrás, llevó el heroísmo y el entusiasmo a los
corazones de sus conterráneos, al pronunciar una bella y conmovedora oración.
Aspectos muy semejantes presentan las agitaciones revolucionarias de Córdoba y de Bravo: el primero fue a una
muerte segura con un batallón de muchachos colegiales sin más técnica que su patriotismo -claro que lo
acompañaban algunos veteranos-; y el segundo, después de la fatal noticia del Norte, y de estar suficientemente
informado de la preponderancia del enemigo que tenía al frente, salió hacia Marinilla el mismo día, 4 de enero, o
sea pocas horas después de la noticia de Yarumal. Nada más propio para designar el nombre de la tropa que
acompañó a Bravo, que el de “galanteadores de la muerte”. Profundamente significativo fue y será el hecho que
presentó el pueblo de Rionegro por segunda vez: los jóvenes rionegreros sin distingos sociales, de doce años en
adelante, formaron en las filas liberales, para momentos después, ofrecer su sangre en aras de la democracia, de la
causa del pueblo.
El autor
Muerte
El joven Guillermo de Greiff le envió al presidente de la Academia Antioqueña de Historia que suscribe, la siguiente
plegaria que el autor llevaba en el bolsillo que rompió la bala que le produjo la muerte en el combate de Cascajo.
Dice el señor de Greiff que él no pudo hallar el escrito original, pero lo suplió la buena memoria de su abuela
materna doña Magdalena Nicholls, viuda de don Jorge Bravo, quien es de suponerse lo hubiera aprendido
literalmente en aquella época remota (1864). E. Gómez Barrientos.
“Oye, Señor, esta oración sincera!
Nunca abandones a tu humilde siervo.
Mi mente inspire tu divino verbo.
¡Tu sacro fuego anime el cazón!
Dé a mi brazo vigor tu fortaleza:
Mi voluntad dirija Tu justicia:
Tu pureza me libre de inmundicia,
¡Tu gracia, de temor y de aflicción!
 
Sólo el honor dirija mis acciones,
El valor y la fe le den firmeza:
Que jamás la traición y la bajeza
Puedan, Señor, mi alma dominar.
¡Que la verdad, el bien y la belleza
Sean para siempre el fin de mis acciones! 
¡Broten mis labios cantos y oraciones
Que celebren Tu gloria sin cesar!
 
Que los sucesos prósperos o adversos
No me lancen a torpe incontinencia:
Vea siempre y doquier Tu Providencia,
Y en bien o en mal alabe Tu Poder.
Ni me turben el triunfo y la alegría,
Ni el temor de la muerte me conmueva,
Mas Tu Poder que aquí o allí me lleva 
Reconozca y alabe por doquier”.
Pascual Bravo. Repertorio Histórico, órgano de la Academia Antioqueña de Historia.
Prohibida su reproducción total o parcial. La traducción a cualquier idioma está permitida estrictamente para usos
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  • 2. Foto: Cortesía  José María Bravo Betancur, autor del libro Pascual Bravo Ciudadano y Mártir, es un ingeniero civil de amplia experiencia. José María Bravo Betancur Especial para EL MUNDO "Corta, pero intensamente vivida para las luchas de la democracia colombiana y el afianzamiento de las libertades ciudadanas, fue la existencia de Pascual Bravo”. Párrafo de la exposición de motivos del Homenaje a Pascual Bravo por parte de El Congreso de Colombia en 1937. El presidente Pascual Bravo, finalizando el año 1863, esperaba que su programa de gobierno y las medidas tomadas para el ejercicio de su mandato lograran convencer de sus bondades a sus adversarios políticos. Pero la realidad era que ellos se estaban armando para derrocarlo y acabar con su vida. Ante este hecho que había previsto, dio órdenes para que las fuerzas militares se organizaran.  Pascual Bravo pensaba en lo que podía suceder, ante el hecho de que los generales Cosme Marulanda, José María Gutiérrez, Joaquín María Córdova, Gregorio Gutiérrez González y otros jefes del conservatismo, habían desconocido su gobierno, y la guerra civil sería inevitable. El conservatismo de la montaña, inconforme en la oposición, buscó y se lanzó a la guerra civil en 1863. Rebelión que se debió en gran parte, a la posición pasiva del doctor Manuel Murillo Toro, quien, en lugar de contenerla, mostró tolerancia con ella.
  • 3. El armamento que el general Mosquera había pedido al exterior para las milicias de este Estado, era esperado por Bravo con ansiedad. Con su oportuna llegada podía dotar y tener un Ejército fuerte, para dominar rápidamente la rebelión. Por otro lado, sus contrarios, durante su mandato, habían ocultado armas y elementos de guerra suficientes para dotar a un ejército más grande. Mientras la oposición conservadora de Antioquia tramaba la rebelión contra el gobernante Bravo, la situación en el Sur del país no era buena. 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El primer estallido de la revuelta en Antioquia, contra el Gobierno de Pascual Bravo, promovida por los generales Joaquín María Córdoba, Cosme Marulanda y el coronel José María Gutiérrez (Botella), coincidió con la batalla que se había dado en el Sur. Esta insurrección en Antioquia fue apoyada en otros sitios por jefes del conservatismo. La chispa se encendió en Abejorral el 7 de diciembre, en donde el general José María Gutiérrez (Botella) se tomó la plaza rápidamente. Continuó en Sonsón con el coronel Francisco Londoño y con el poeta Gregorio Gutiérrez González. De allí pasó a Aguadas, Marinilla, Salamina, Manizales, Neira y toda la zona del Suroeste. En el Norte, el movimiento brotó en Yarumal, de donde pasó a Santa Rosa de Osos y los pueblos vecinos. Para el general Berrío era precipitada la acción, ya que no se tenían los recursos de guerra necesarios. Berrío tenía además de ser contrario a las políticas de Bravo, otras razones personales para enfrentarse al régimen. Cuando el Estado de Antioquia cayó en manos de los mosqueristas, se vio obligado a huir a pie desde Santa Rosa hasta Yarumal, y se escapó de ser recluido en las bóvedas de Bocachica, porque se fugó y se refugió en los bosques vecinos. El 9 de diciembre mientras los amigos del presidente Bravo se preparaban para asistir a las veladas del Teatro de Medellín y el presidente preparaba sus clases, los conservadores lanzaron el grito de rebelión durante las festividades Marianas de la Inmaculada Concepción; primero en Barbosa, luego en Abejorral, Sonsón, Marinilla, San Carlos. La discordia se extendió por todo el Estado, hombres y mujeres se armaron y se dieron cita gritando vivas a la religión.  El día 12 siguiente, el presidente, al mando de sus ejércitos abandonó su despacho y entró en campaña. Se trasladó a la población de Rionegro y la convirtió en la base de sus operaciones militares. Pascual Bravo, como presidente, y el general José Antonio Plaza, como jefe Militar, siguieron preparándose para la lucha y tomaban las medidas necesarias para la defensa de las instituciones. Bravo esperaba impasible el momento para actuar. Él era de la tierra de Córdoba y tenía muy claro que el que no espera vencer ya está vencido, y que si es imposible vencer, no es imposible morir. Amenazaban por el Oriente las fuerzas del coronel Gutiérrez y por el Norte las del general Berrío y el coronel Barrientos. Pascual Bravo marchó con la Primera División, al mando del coronel Enrique Lara, y confió la Segunda al general Plaza. Cuando recibió aviso de que el doctor Berrío se dirigía al Centro, y que sus tropas estaban en el sitio El Venteadero, Bravo se dirigió a Niquía y dispuso, que dos batallones salieran a cortar el paso por el Alto de Medina; los contrarios al conocer la maniobra, se desviaron y pudieron esquivar el encuentro. Pascual Bravo los siguió hasta Riochico, en donde logró derrotarlos.  De allí se dirigió Bravo a Rionegro, con el fin de enfrentar las fuerzas del Oriente y dispuso que el general Plaza siguiera en persecución de los fugitivos. El general Berrío, conocedor de las tierras del Norte y de sus veredas, logró despistar a sus perseguidores. Plaza perdió la pista de sus enemigos y ocupó tranquilamente a Yarumal el 1 de enero de 1864. Desde allí notificó a Bravo que el contingente de Berrío había sido destruido. En Santa Rosa reorganizó Berrío sus tropas, y cayó el 2 de enero sorpresivamente en Yarumal sobre sus rivales. El general Plaza y sus valerosos compañeros de lucha se defendieron valientemente, pero fueron derrotados. En el campo de batalla perecieron, entre otros, el general Plaza y sus inmediatos seguidores, debido a la táctica que practicaba el ejército conservador: eliminar a los jefes con sus mejores tiradores debidamente resguardados, para así desconcertar a las filas contrarias. Eso se vio dos días después en Cascajo, en donde calló en forma similar Bravo.  El resultado de ese combate debilitó profundamente el ánimo de las fuerzas que formaban la Segunda División del ejército gobiernista, no sólo por la muerte de sus jefes sino por haber caído prisioneros valiosos miembros de la oficialidad. La rebelión siguió extendiéndose por todo el Estado, fueron surgiendo fuerzas reaccionarias y entre agitación de guerra, transcurrió la Navidad y el fin del año 1863. El nuevo año 1864 sorprendió al presidente de los antioqueños persiguiendo al enemigo desde los llanos de Niquía hasta Santa Rosa de Osos. El 2 de enero, cuando el presidente Bravo regresaba a Rionegro convencido de haber puesto al enemigo en desbandada, sus tropas habían sido batidas en el Norte. El día siguiente, 3 de enero, llegó la
  • 4. noticia a Medellín. A Pascual Bravo se le comunicó a Rionegro y ante el hecho cumplido tomó la decisión de atacar a los conservadores acantonados en Marinilla.  El levantamiento revolucionario de 1863 El abogado historiador antioqueño Jorge Ospina Londoño, en su obra Pascual Bravo- Los paridos políticos en Colombia, recrea los acontecimientos previos a la batalla de Cascajo así: En Medellín se tuvo noticia de estas agitaciones revolucionarias el 8 de diciembre del 63, y el presidente Bravo, comprendiendo el trance fatal en que había colocado a su gobierno la demagogia conservadora, trasladó el Cuartel General de las Fuerzas del Estado a la ciudad de Rionegro -diciembre 11 del 63-, tres días después de haberle dirigido la palabra al pueblo en esos términos: “Antioqueños! La guerra civil ha prendido en el Estado: malos hijos de la patria son sus inicuos autores,  ingratos que abusan de la jenerosidad de los vencedores de ayer, i no tiene otro motivo para tamaño crimen que su sed de oprimirnos i vejarnos (…) Antioqueños! El Gobierno tiene un alto deber que cumplir i lo cumplirá: dadme vuestro apoyo, y pronto podréis recomenzar vuestras pacíficas labores (…)”. Las cabezas de la reacción conservador: Coronel Obdulio Duque, jefe miliar de Marinilla, Cosme Marulanda, Joaquín María Córdoba y el doctor Pedro Justo Berrío, se mantenían en un inteligenciamiento completo a pesar de las medidas de control por parte del gobierno. Después del alzamiento en Marinilla, el coronel Duque llevó con la rapidez del caso su espíritu reaccionario a las poblaciones de San Carlos y Canoas, y procedió a trasladar a la ciudad de donde había salido, los armamentos que por medio del soborno fueron adquiridos en otras poblaciones, como también los petardos que en abundancia tenían en las bodegas de Remolino. Pascual Bravo entró a Rionegro en medio de los vítores y del júbilo que sus paisanos le tributaron. Allí, el pueblo sin distingos de clases y de edad se ofreció voluntario y entusiasta para defender los fueros del gobierno y de la democracia. Al día siguiente de su llegada marchó sobre Marinilla y obtuvo el primer triunfo: los conservadores abandonaron la ciudad en retirada y el ejército liberal quedó dueño de ella. Después del triunfo, Bravo regresó a Rionegro. La noticia se esparció rápidamente y en un principio se creyó que la tranquilidad perturbada por los conservadores volvía para bien de todos. Pero tal cosa no resultó así: los jefes de la reacción no cesaron en sus empeños de rebeldía por el primer fracaso de la ‘División Giraldo’ en Marinilla, sino que explotaron a las mil maravillas el voto de confianza que el gobierno liberal les dio a los habitantes del Estado, en la franca creencia de que la paz iría a ser una realidad. Las fuerzas derrotadas que comandaba el coronel Duque se detuvieron en el campamento de Perico, cerca a Marinilla, y allí después de haber recibido los armamentos y los pertrechos que aún tenían escondidos en las vecindades, pues los que trasladaron de Remolino en un principio, según ellos, no fueron suficientes, y de haber reclutado con embustes y por la fuerza –aparte de los voluntarios- un número crecido de hombres, regresaron a Marinilla con un ejército prepotente en medio del entusiasmo de la gente del lugar. No tuvieron ningún contratiempo  a la entrada, pues Pascual Bravo poco permaneció en esa ciudad después de la derrota que sufrieron estas, y regresó a su ciudad natal en donde tenía el Cuartel General. Debido a que la situación en el Norte auguraba serios trastornos para el gobierno, Pascual procedió con rapidez a dictar las medidas conducente a la situación que lo rodeaba; salió hacia esa región, y dejó un pequeño destacamento en el Cuartel Geneal -150 hombres-. Este puñado de valerosos rionegreros, entre los cuales se encontraban Londoño y Uribe, supo debelar las pretensiones de los marinillos contra esa ciudad heroica, la cual siempre ha sabido rechazar a los enemigos de la libertad y del pueblo. No son sino 150 hombres, pero las sombras de sus antepasados alentaban esos 150 corazones y determinaban 150 murallas inexpugnables. Bravo condujo su ejército por la Hoya de la Mosca, pasó por Guarne, trasmontó la cordillera occidental y cayó a Copacabana. La salida a esta población fue un gran acierto, pues interrumpió las comunicaciones de los conservadores del Norte con los de otras regiones, desorientó la fuerzas reaccionarias al mando de Berrío, quien huyó a Yarumal en franca derrota, y las huestes liberales se tomaron a Santa Rosa. Luego Berrío se unió con el jefe conservador, coronel Barrientos, quien había salido de Angostura. Esta plaza ya había sido tomada por los conservadores Bravo en un principio dominó la situación en el Norte y Berrío, a marchas forzadas, tuvo que emprender la fuga; después en San Pedro, a la media noche, este sorprendió las fuerzas del gobierno. Bravo una vez informado de la maniobra de Berrío, quien dominaba la región -la conocía- descendió a Niquía y dispuso que las fuerzas se dividieran para cortarles el paso en el alto de Medina. Pero Berrío supo burlar el plan del gobierno, y en vez de presentar combate, dio la vuelta con su tropa, y precipitadamente huyó. Pascual lo persiguió, y en Riochico, obtuvo sobre ellos, los reaccionarios, el más absoluto triunfo. En vista de que los marinillos presentaban un ejército prepotente y creaban un estado de cosas que ponía en peligro la vida del gobierno democrático, Pascual resolvió dejar las fuerzas del Norte al mando del general Plaza, - las cuales se hallaban ocupadas en la persecución de los reaccionarios- y regresó a Rionegro. Allí se informó de las
  • 5. José María Bravo Betancur nació en Medellín, es ingeniero civil de la Facultad de Minas de Medellín.  Realizó estudios de posgrado en Ingeniería Avanzada de Carreteras, Ingeniería de Tránsito, Ingeniería de Transportes, en la Ohio State University, Ohio, Estados Unidos. Es también magister en Planeación Física Urbana de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Fue docente durante 35 años en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional sede Medellín y en el Colegio Mayor de Antioquia, Escuela de Turismo, y en el Instituto Pascual Bravo. Entre sus libros publicados están la Monografía del Ferrocarril de Antioquia, Monografía sobre la Escuela de Minas, Biografía de Francisco Javier Cisneros, Diseño geométrico de vías y Apuntes para una historia de la ingeniería antioqueña. Bravo Betancur ha sido también columnista de diferentes periódicos y revistas nacionales. Entre sus reconocimientos están la Medalla del Centenario de la Academia Antioqueña de Historia, Gran maestro de la Ingeniería por la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y la Orden Julio Garavito grado comendador. “Al evocar la memoria de Pascual Bravo, sucede algo semejante a lo que se experimenta al pensar en José María Córdova: el ánimo se contrista y la resignación difícilmente encuentra campo. Dos jóvenes generosos, denodados, paladines de ideas utópicas, a las que sacrifican su vida tan fácilmente, esas vidas llenas de ilusiones y que ofrecían las mejores perspectivas a la patria”. Restrepo Posada, José F. Biografías Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores. Pascual murió siendo presidente del Estado Soberano de Antioquia, el 4 de enero de 1864 en la Batalla de Cascajo. La batalla se inició al medio día. Hizo en ella prodigios de valor, combatiendo todo el día contra un enemigo superior y defendido por trincheras. A las cinco de la tarde acabó su vida corta pero llena de honor y de gloria. Su muerte decidió la batalla. El 5 de enero recibimos tan desgraciada noticia en Medellín. Lucrecia Gómez me despertó en la Secretaría, antes de las cinco de la mañana para comunicármela. condiciones favorables que rodeaban a los conservadores de Oriente y del Sur, e inmediatamente procedió a la organización de la tropa para presentar campaña en los momentos en que fuera menester. Los conservadores del Norte luchaban con empeño y optimismo por la circunstancia de que su causa corría mejor suerte en el Oriente y en el Sur, es decir, los medios de defensa del gobierno eran escasos en estas regiones. Como se notará, la actividad que Bravo desplegó fue asombrosa; ya lo vemos derrotando a los conservadores del Norte, ora en Rionegro neutralizando las fuerzas del Oriente y del Sur, y a la vez atendiendo a las urgencias del Estado en el campo administrativo. El conservatismo había hecho del cielo antioqueño antes tan apacible y límpido un motivo de tormento y de desasosiego; el trueno del cañón y del arcabuz eran constantes, todo era opaco y oloroso a pólvora. Los continuadores de Mariano Opina Rodríguez llevaban por delante sus empeños egoístas: la patria chica, la tranquilidad, el progreso, el destrozamiento y físico del pueblo, nada significaban para sus instintos cavernarios y medioevales. ¿Defendían una tesis social? Se consolidó el gobierno por la explotación infame de los caciques engrandecidos a título gratuito? Hubo una representación medianamente proporcional de los diferentes grupos en el gobierno? No. Luchaban ventajosamente es verdad, pero a base de embustes y carameleos; exaltaban el sentimiento de las masas ingenuas e incultas, pero en esencia sólo perseguían una finalidad: la realización de los egoísmos de un número limitado, de un grupo, de una oligarquía desesperadamente ambiciosa.  Pero la democracia iba ser herida mortalmente por la reacción que encabezaban Berrío y Barrientos en el Norte, pues el general Plaza, quien quedó encargado del ejército gobiernista en esa región, fue sorprendido por Berrío. Plaza había dividido la tropa en Santa Rosa, e indicado la unión de la misma en Yarumal, con el objetivo de adelantar las operaciones militares. Pero Berrío y su gente eran muy conocedores de la topografía de esa montañosa región, y con maneras hábiles y circunstancias preparadas adrede para desorientar las fuerzas democráticas, arribaron sorpresivamente a Yarumal, lugar en donde se encontraban las huestes democráticas. Los liberales fueron sitiados y eliminados como ratones en sus nidos, y las fuerzas dizque defensoras de la Iglesia, hicieron proezas de crueldad y de sevicia. Ellos, dominadores de la región, superiores en cantidad y protegidos por la posición especial del sitiador, tenían que triunfar de razón y por fuerza. Después de esa desventurada lucha -2 de enero del 64- en que el valiente General Plaza perdió la vida, junto con lo más sobresaliente del ejército, las fuerzas democráticas sufrían otro descalabro en Higuerón. El 4 de enero del 64 llegó a Rionegro la infausta nueva de Yarumal; Bravo, que en su ciudad natal se encontraba, salió a la plaza pública, y como Córdoba, treinta y cinco años atrás, llevó el heroísmo y el entusiasmo a los corazones de sus conterráneos, al pronunciar una bella y conmovedora oración. Aspectos muy semejantes presentan las agitaciones revolucionarias de Córdoba y de Bravo: el primero fue a una muerte segura con un batallón de muchachos colegiales sin más técnica que su patriotismo -claro que lo acompañaban algunos veteranos-; y el segundo, después de la fatal noticia del Norte, y de estar suficientemente informado de la preponderancia del enemigo que tenía al frente, salió hacia Marinilla el mismo día, 4 de enero, o sea pocas horas después de la noticia de Yarumal. Nada más propio para designar el nombre de la tropa que acompañó a Bravo, que el de “galanteadores de la muerte”. Profundamente significativo fue y será el hecho que presentó el pueblo de Rionegro por segunda vez: los jóvenes rionegreros sin distingos sociales, de doce años en adelante, formaron en las filas liberales, para momentos después, ofrecer su sangre en aras de la democracia, de la causa del pueblo. El autor Muerte
  • 6. El joven Guillermo de Greiff le envió al presidente de la Academia Antioqueña de Historia que suscribe, la siguiente plegaria que el autor llevaba en el bolsillo que rompió la bala que le produjo la muerte en el combate de Cascajo. Dice el señor de Greiff que él no pudo hallar el escrito original, pero lo suplió la buena memoria de su abuela materna doña Magdalena Nicholls, viuda de don Jorge Bravo, quien es de suponerse lo hubiera aprendido literalmente en aquella época remota (1864). E. Gómez Barrientos. “Oye, Señor, esta oración sincera! Nunca abandones a tu humilde siervo. Mi mente inspire tu divino verbo. ¡Tu sacro fuego anime el cazón! Dé a mi brazo vigor tu fortaleza: Mi voluntad dirija Tu justicia: Tu pureza me libre de inmundicia, ¡Tu gracia, de temor y de aflicción!   Sólo el honor dirija mis acciones, El valor y la fe le den firmeza: Que jamás la traición y la bajeza Puedan, Señor, mi alma dominar. ¡Que la verdad, el bien y la belleza Sean para siempre el fin de mis acciones!  ¡Broten mis labios cantos y oraciones Que celebren Tu gloria sin cesar!   Que los sucesos prósperos o adversos No me lancen a torpe incontinencia: Vea siempre y doquier Tu Providencia, Y en bien o en mal alabe Tu Poder. Ni me turben el triunfo y la alegría, Ni el temor de la muerte me conmueva, Mas Tu Poder que aquí o allí me lleva  Reconozca y alabe por doquier”. Pascual Bravo. Repertorio Histórico, órgano de la Academia Antioqueña de Historia. Prohibida su reproducción total o parcial. La traducción a cualquier idioma está permitida estrictamente para usos pedagógicos y debe citarse la fuente. Reproduction in whole or in part is forbidden. Translation in any language is permitted strictly for pedagogic uses without permission written, and sources must be mention. Webmaster: webmaster@elmundo.com - Contáctenos en la Calle 53 #74-50 Barrio Los Colores en Medellín - Colombia - Teléfono (574) 2642800 Oración