2. Encontré a Jesús en el
desierto. Encontré a Dios
en un cactus con espinas.
Divisé a mi Señor, en
medio del calor intenso
y la aridez del rígido
suelo.
3. Él quiso hablarme, cuando el polvo cubría
mis ojos. Dios intentó detener mi paso,
cuando mis pies dolientes ardían.
Con el impulso inquieto y fugás de un
animalillo, me escondí en la soledad del
terreno impregnado de silencio.
5. Pero yo, seguí indiferente
a la propuesta que me hizo
Dios, yo continué mi
camino, a pesar del calor
del vasto desierto.
Me acogí a la sombra de
una palmera y allí, me
quedé dormida.
6. Desconectando el hilo que me
ataba al cielo, descarté la voz
de Dios, que nuevamente me
llamaba.
Aceleré a grandes pasos, el recorrido
incierto, e ignoré el quejido suave,
de Aquel que todo lo sabe.
8. Mi auto suficiencia controlaba
TODO A MI PASO, la poca brisa que
había, se fue con el sol naciente;
haciendo que mis tropiezos, se
tornaran en débiles pisadas.
9. Al encontrar a Dios al final
del desierto, Él me tomó de Su mano
y me llevó a caminar por tierra fértil.
Allí, donde los árboles aumentan
la brisa, donde el riachuelo invita
a tomar de sus aguas.
Allí, donde el resplandor del cielo,
no agoniza las almas.
¡El lugar que Dios tenia destinado para mí!
10. Con inmenso amor, me
sacó del destierro, me
invitó a ver la luz de Su
brillante destello. El Señor
me dio vida, me salvó de
la muerte. Ya no ignoro las súplicas de mi
Dios, cuando trata de buscar mi
atención; ya no camino sin
rumbo, como cuando andaba con
mis
ropas mugrientas, ni tampoco
escucho el sordo ruido del viento.
11. ¡El llamado insistente de Jesús,
me salvó la vida!
“Clemente y misericordioso es Jehova,
Lento para la ira, y grande en misericordia.
Bueno es Jehova para con todos,
Y sus misericordias sobre todas sus obras.”
Salmos 145:8-9
12. “Jehova te pastoreara siempre, y en las sequias saciara tu alma,
y dara vigor a tus huesos; y seras como huerto de riego, y como
manantial
de aguas, cuyas aguas nunca faltan.”
Isaías 58:11