1. Ahora,
que te miro,
casi sorprendido,
no te veo.
¡Qué fue de ti!,
de tu sonrisa fresca,
casi franca,
como el manantial blanco
donde jure:
las nubes y sus formas,
la luna adormecida,
y la tierra toda para ti.
2. Ahora,
que te miro,
casi perplejo,
no te veo.
¡Qué fue de las alondras!,
tal vez nunca existieron,
quizá algo más alumbrado por la fantasía,
esa gran embustera,
la farsa enfermiza donde se adormece tu mirada,
ungida de falsas expectativas,
tentadora,
poseída por el recuerdo, siempre amargo,
de un tiempo anterior
donde el mundo era luz
y no un trágico fraude.
3. Ahora,
que te miro,
casi cano,
no te veo.
¡Qué fue de ti!,
de tu palabra,
de ese verso fogoso,
del aliento primaveral
que todo lo inundaba,
esplendoroso lo ocupaba
y me acogía,
casi silencioso,
en tu pecho y en tus manos
y ahora,
ya casi transparente,
te miro y no te veo.