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EL ANTIGUO RÉGIMEN.
ELEMENTOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y POLÍTICOS.
La denominación de Antiguo Régimen fue ideada por los revolucionarios liberales para
hacer referencia al sistema sociopolítico anterior, con el objeto de contraponerlo a una
nueva sociedad y política emergentes a partir del de fines del siglo XVIII. En realidad se
trata de un conjunto de usos y costumbres en todos los terrenos, desde las formas
productivas a la organización del Estado, que habían estado vigentes durante siglos.
Podemos decir que la gestación del A.R. se remonta en España a tres siglos antes de su
desaparición.
CARACTERÍSTICAS DE LA ESPAÑA DEL A.R.
Sobre un régimen señorial de origen medieval y que perduró en los señoríos se
estableció una estructura estatal monárquica centralizadora y con pretensiones de
absolutismo.
Durante el A.R. todo señorío reunía poder sobre tierras y personas, esto es, dominio
territorial y derechos jurisdiccionales. Si el titular de ese señorío era el rey, se decía que
portaba parte de los realengos, si se trataba de un eclesiástico, el señorío era de
abadengo,
Y si el titular era un noble, era un señorío solariego.
Cada señor para evitar que su riqueza se fragmentara la transmitía al primogénito,
gracias a la institución del mayorazgo.
Los lugares de señorío poseían tres tipos de derecho:
1. Los de propiedad, que generaban a sus propietarios las rentas a abonar por quienes las
disfrutaban.
2. Los de jurisdicción que permitían a quienes lo detentaban ejercer funciones
administrativas y judiciales en los lugares.
3. Los de señorío, que daban derecho a percibir prestaciones definidas como rentas
señoriales (pesca, uso de hornos, molinos caza...).
Si bien existió una pluralidad de instituciones administrativas, estas estuvieron
marcadas desde el siglo XV por la creciente intervención de los monarcas como
consecuencia de la aplicación de la doctrina de la superioridad del poder del rey, así se
fueron creando organismos como la Hacienda, la Audiencia, o el Consejo Real. El
reforzamiento de la autoridad monárquica también se vio reflejado en la generalización
del nombramiento de corregidores, la supresión de convocatorias de Cortes o el control
del episcopado y la Inquisición. Con todo ello se va estableciendo una monarquía
centralizadora, absolutista, que mantiene una concepción sacralizada de la misma.
LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA, ECONÓMICA Y SOCIAL DEL SIGLO XVIII.
La realidad demográfica, económica y social de la España del siglo XVIII se puede
abordar con más fiabilidad que la de siglos anteriores gracias a la abundancia de
documentación. Entre esta destacan por su rigurosidad y su carácter sistemático los
inventarios de población (censos de 1717, 1768, 1787, 1797) y de propiedades
(Catastro de Ensenada iniciado en 1749), realizados por la monarquía.
1. Demografía.
A principios del siglo XVIII, la población española era de unos 7,5 millones de
habitantes. La crisis demográfica del siglo anterior, los constantes conflictos militares,
la hambruna, epidemias y la continua emigración hacia América habían impedido el
crecimiento. Sin embargo, a lo largo de este siglo, la estabilidad política y económica
alcanzada permitió un moderado crecimiento, que se situaba ya en los 10,5 millones de
habitantes a finales de 1797, debido a la desaparición de la peste y las epidemias, no
1
sólo por la mejor alimentación, sino también por las mejoras en las viviendas; en las
condiciones higiénicas y sanitarias.
El crecimiento no fue uniforme, el mayor crecimiento correspondió al litoral
mediterráneo (Valencia y Cataluña) favorecido por las mejores comunicaciones y una
mayor accesibilidad al mercado tanto de importación de víveres como de exportación de
la propia producción.
2. La economía.
2.1.AGRICULTURA.
Entre el 80% y 90% de la población se dedicaban el siglo XVIII a actividades agrícolas
y ganaderas. Estas seguían desarrollándose en un marco jurídico y social de tipo feudal
que condicionaba el régimen de propiedad y la forma de explotación. Había un claro
predominio de la propiedad señorial. El 65% de los campesinos no eran propietarios,
sino colonos o jornaleros. La proporción de estos últimos se disparaba en el sur
peninsular, mientras que en el norte abundaban los medianos propietarios.
La mayoría de la renta agraria iba a manos de la nobleza y el clero. En su mayoría la
nobleza se hizo absentista y se desplazó desde sus señoríos a la Corte.
En el siglo XVIII no se cuestionó la esencia feudal de esta estructura agraria ni las
desigualdades sociales que originaba. Como mucho, los ilustrados llegaron a plantear la
reforma de aquellos aspectos de la propiedad agraria que le daban carácter inamovible e
impedían unas condiciones de mayor rentabilidad. Por otro lado criticaron el carácter
perpetuo de muchos de los tributos señoriales; criticaron el carácter inalienable de
muchas propiedades que impedía su libre venta y el acceso a la propiedad de la
burguesía.
Esta estructura de la propiedad contribuía a mantener el atraso técnico de las
explotaciones agrícolas. El secano predominaba sobre el regadío. El barbecho era el
sistema habitual para la regeneración del suelo y se seguía usando el arado romano. Los
rendimientos eran bajos, lo que, frecuentemente, ocasionaba crisis de subsistencia.
Pero el siglo XVIII aportó novedades como la ampliación de tierras de cultivo con la
roturación de áreas boscosas o pantanosas. Aunque siguió predominando el cultivo de
cereales, en las áreas próximas al litoral mediterráneo se desarrollaron cultivos de fácil
comercialización como: la vid, el olivo o el almendro; en las zonas húmedas del norte se
empezaron a difundir los cultivos de origen americano, como el maíz y la patata.
2.2.COMERCIO.
La economía española del siglo XVIII, basada en la agricultura de autoconsumo,
impedía el desarrollo de la actividad comercial. Los excedentes agrarios eran
intercambiados en un ámbito local o comarcal por la producción realizada en los
talleres artesanos. El bajo nivel de vida de la mayoría de la población bloqueaba la
expansión de los intercambios que, además, eran dificultados por la precaria red de
caminos, la inseguridad de éstos, la presencia de multitud de aduanas entre señoríos y
reinos diferentes, o las restricciones municipales o reales a la libertad de comercio.
El comercio con América continuó monopolizado por el puerto de Cádiz, en gran parte
controlado por capitales extranjeros y en su mayoría destinados a la reexportación de
productos que no habían sido elaborados en España. A partir de 1778 se decretó la
libertad de comercio con América de todos los puertos y ello provocó un auge del
tráfico colonial. El comercio exterior con Europa se limitó a la exportación de lana
castellana, a la que se sumaron el vino, el aguardiente y los frutos secos.
2.3.TALLERES ARTESANALES Y FÁBRICAS INDIANAS.
Los talleres artesanales se organizaban en gremios que defendían sus intereses y
regulaban la competencia entre ellos: fijaban los precios, la calidad de las materias
primas, impedían la libre creación de nuevos talleres. Este control dificultaba las
2
innovaciones y entorpecía la expansión de un sector que se mantenía a base de la débil
demanda. En tiempos de Carlos III se tomaron algunas medidas para limitar sus
privilegios y facilitar la expansión de nuevas manufacturas, como las fábricas de
indianas .Algunas de las nuevas manufacturas habían sido introducidas por la Corona
con el fin de evitar la importación de artículos de lujo para la Corte (porcelana,
vidriería, tapices...) En Cataluña se desarrolló el sector algodonero. Gracias al decreto
de libertad comercial pudieron importarse telas blancas o estampadas (las indianas),
que sirvieron de base a las primeras fábricas de tejidos, surgidas gracias a la inversión
de capitales procedentes del comercio o de la agricultura de exportación.
3. Los estamentos.
La sociedad española del siglo XVIII mantenía la composición tradicional en tres
estados o estamentos (nobleza, clero y estado llano). Pero el sistema estamental
empezaba a tambalearse y a dar síntomas de haber llegado a su fin. Un principio de
cambio social nacía de la aparición, todavía modesta, de una clase social burguesa,
pero el factor más decisivo de cambio fue la actitud crítica, desde el punto de vista de la
razón, hacia esta organización social.
La nobleza y el clero son los dos estamentos que contaban con toda clase de
privilegios, como la exención de impuestos o el cobro de otros en beneficio propio, y en
sus manos se concentraba la mayor parte de las propiedades En el estamento
nobiliario en realidad había una profunda dualidad interna, pues si bien los privilegios
jurídicos eran siempre los mismos para todos, la realidad económica podía llegar a
marcar enormes diferencias. Dentro del clero también se daban marcadas diferencias
entre el bajo y alto clero.
Por otra parte se encontraba el estado llano que representaba el 95% de la población,
pero dentro de este porcentaje había profundas diferencias, ya que estaba integrado por
campesinos, artesanos, comerciantes, funcionarios...
LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES.
En 1700 murió sin descendencia Carlos II después de haber proclamado como heredero
a Felipe de Anjou. Esta decisión abrió un conflicto sucesorio pues el archiduque Carlos
de Habsburgo se consideraba con los mismos derechos al trono que el francés.
En 1701 Felipe V realizaba su entrada en Madrid, recibiendo distinta acogida según el
reino:
En Castilla fue bien recibido ya que se relacionaba el absolutismo borbónico con un
centralismo que repartiría los esfuerzos fiscales de la Corona, concentrados hasta
entonces en Castilla.
En Aragón, sobre todo en Cataluña, había un fuerte estado de opinión antifrancés ya que
se temía que el modelo absolutista debilitara los derechos forales. Aun así las Cortes de
Barcelona juraron al nuevo rey a cambio de una licencia para comerciar con América.
La sucesión se planteó como un problema internacional que afectaba a la geoestrategia
europea de aquel momento.
La posible unión con la Corona francesa era inaceptable para Inglaterra y Austria lo que
les llevó a constituir en 1701 en la Haya la Gran Alianza contra Luís XIV y declararon
la guerra a los Borbones. En España la corona de Aragón acabó respaldando al
archiduque Carlos, mientras Castilla permanecía fiel a Felipe V.
La guerra comenzó en 1702 y tuvo un desarrollo irregular hasta su finalización en 1714.
El año de su inicio Inglaterra ocupó Gibraltar, que desde entonces permanece bajo soberanía británica. Los
primeros años de conflicto fueron favorables al bando austriaco, pero en 1707 sufrió una
aparatosa derrota en Almansa y a partir de entonces solo Cataluña permaneció bajo el
3
control austriaco. La guerra dio un giro definitivo cuando en 1711 el archiduque Carlos
fue elegido emperador de Alemania y la Alianza de la Haya se rompió ante el temor de
ayudar a reconstruir el imperio de Carlos I.
En 1713 se firmó la paz con el Tratado de Utrecht, en el que se reconocía a Felipe V
como rey de España a cambio de su renuncia a sus derechos al trono francés y de la
cesión de varias posesiones, con lo que se reducía la influencia en el ámbito europeo y
mediterráneo. Además, se hicieron concesiones a Inglaterra que limitaban el monopolio
comercial (navío de permiso y asiento de negros).
Una vez en el trono Felipe V planteó la reforma administrativa e institucional del Estado
según los cánones establecidos por Luis XIV en Francia: un poder central decisorio, una
ley, un territorio.
El resultado de la Guerra de Sucesión facilitó la tarea, ya que la oposición de la corona
de Aragón le permitió promulgar los Decretos de Nueva Planta, por los que se
aplicaría el sistema legal, administrativo y fiscal de Castilla a los territorios de Aragón.
En 1707, tras la batalla de Almansa quedaron abolidos los fueros de Valencia y Aragón.
En 1715, la medida se aplicó a Mallorca y en 1716 a Cataluña.
El régimen foral solo subsistió en los territorios Vasco-navarros que defendió al
candidato francés en el conflicto.
La centralización se aplicó en todos los ámbitos:
• El régimen fiscal se instauró con un sistema de contribución única siguiendo el
modelo de Castilla.
• El sistema jurídico quedó organizado en torno a las audiencias, se implantó el
cuerpo legislativo de Castilla y el castellano se convirtió en la lengua de la
Administración de justicia.
• El poder político fue el último pilar de centralización, con la creación de las
capitanías generales (con atribuciones militares y políticas) y de la figura del
intendente como puente entre los poderes municipales y el rey. Además los
miembros del Consejo de Aragón se integraron en el de Castilla.
• En el ámbito local, los ayuntamientos tenían alcaldes y regidores nombrados por
el rey entre los miembros de la baja nobleza.
• El absolutismo regio supuso la decadencia de las Cortes. Tras suprimir las
Cortes particulares, se crearon las primeras Cortes comunes a todas las
provincias de la monarquía, pero solo se convocaban de forma protocolaria para
que juraran los futuros herederos.
A las reuniones de las Cortes solo asistían los representantes del tercer estado, es decir
los procuradores enviados por los consejos municipales, ya que los miembros del clero
y de la nobleza se desentendieron de ellas. Estos estamentos -nobleza y clero-
continuaron controlando amplios territorios como señoríos jurisdiccionales.
En el transcurso del siglo, y por influencia de la ilustración europea, se fue abriendo
paso la idea de un absolutismo benefactor, bajo el lema “Todo para el pueblo pero sin el
pueblo”. Este despotismo ilustrado intentó implantarse en España por los sucesores de
Felipe V; primero tímidamente por Fernando VI y después de forma más enérgica por
Carlos III.
Carlos III sucedió a su hermano cuando ya llevaba años ejerciendo como rey de Nápoles
y Sicilia y conocía las corrientes ilustradas europeas. A través de ministros como
Ensenada, Esquilache, Campomanes, Aranda, Floridablanca y Olavide
intentó aplicar algunas reformas en la sociedad española. (*)
A pesar de la moderación con que se plantearon las reformas, estas fueron recibidas con
hostilidad por las clases privilegiadas, especialmente la baja nobleza y el bajo clero, que
4
supieron manipular el tradicionalismo y el fanatismo de las clases populares y sentaron
las bases de un absolutismo ultracatólico, que a lo largo del siglo XIX y bajo la forma
del carlismo, se enfrentó al liberalismo.
El escaso respaldo social que obtuvieron estas reformas se localizó en medios urbanos
y burgueses y se difundió a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País,
que contribuyeron a crear un clima de debate que heredaron las tertulias, los ateneos y
otros círculos políticos y culturales del siglo XIX.
El proyecto más ambicioso del reformismo ilustrado fue la universalización de los
impuestos por encima de los privilegios estamentales. Se intentó infructuosamente que
la nobleza y el clero contribuyeran en la medida de sus propiedades lo que levantó una
violenta oposición. El Catastro de Ensenada, un inventario de la propiedad rústica en la
España del siglo XVIII realizado con fines fiscales, quedó en el olvido.
Se aplicaron medidas destinadas a incentivar la economía, se promovieron nuevas
colonizaciones en áreas semidespobladas y se plantearon los graves problemas
derivados del desigual reparto de las tierras.
Se defendió la honorabilidad de todos los trabajos manuales gracias a una declaración
real en la que se rechazaba la calificación de algunos oficios como viles. Asimismo, se
patrocinó la creación de manufacturas reales para abastecer las necesidades suntuarias y
militares de la monarquía. Por último, se logró abrir el comercio americano a todos los
puertos del país, rompiendo el monopolio que ejercía Cádiz.
En el ámbito ideológico, sólo algunos de los reformistas, como Olavide, participaron del
espíritu laico; en su mayoría fueron fervientes católicos aunque abominaban del rigor
inquisitorial. El conde de Aranda arremetió contra la Inquisición, pero esta institución
continuó actuando, procesando a personalidades tan destacadas como Olavide. Por otro
lado, el absolutismo regio entró en conflicto con la autonomía eclesiástica, al pretender
aplicar de forma estricta las regalías de la Corona. En el curso de estos enfrentamientos,
los jesuitas fueron expulsados en 1767 al ser considerados los inductores del motín de
Esquilache.
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supieron manipular el tradicionalismo y el fanatismo de las clases populares y sentaron
las bases de un absolutismo ultracatólico, que a lo largo del siglo XIX y bajo la forma
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El escaso respaldo social que obtuvieron estas reformas se localizó en medios urbanos
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que contribuyeron a crear un clima de debate que heredaron las tertulias, los ateneos y
otros círculos políticos y culturales del siglo XIX.
El proyecto más ambicioso del reformismo ilustrado fue la universalización de los
impuestos por encima de los privilegios estamentales. Se intentó infructuosamente que
la nobleza y el clero contribuyeran en la medida de sus propiedades lo que levantó una
violenta oposición. El Catastro de Ensenada, un inventario de la propiedad rústica en la
España del siglo XVIII realizado con fines fiscales, quedó en el olvido.
Se aplicaron medidas destinadas a incentivar la economía, se promovieron nuevas
colonizaciones en áreas semidespobladas y se plantearon los graves problemas
derivados del desigual reparto de las tierras.
Se defendió la honorabilidad de todos los trabajos manuales gracias a una declaración
real en la que se rechazaba la calificación de algunos oficios como viles. Asimismo, se
patrocinó la creación de manufacturas reales para abastecer las necesidades suntuarias y
militares de la monarquía. Por último, se logró abrir el comercio americano a todos los
puertos del país, rompiendo el monopolio que ejercía Cádiz.
En el ámbito ideológico, sólo algunos de los reformistas, como Olavide, participaron del
espíritu laico; en su mayoría fueron fervientes católicos aunque abominaban del rigor
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continuó actuando, procesando a personalidades tan destacadas como Olavide. Por otro
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Antiguo régimen y centralismo borbónico.

  • 1. EL ANTIGUO RÉGIMEN. ELEMENTOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y POLÍTICOS. La denominación de Antiguo Régimen fue ideada por los revolucionarios liberales para hacer referencia al sistema sociopolítico anterior, con el objeto de contraponerlo a una nueva sociedad y política emergentes a partir del de fines del siglo XVIII. En realidad se trata de un conjunto de usos y costumbres en todos los terrenos, desde las formas productivas a la organización del Estado, que habían estado vigentes durante siglos. Podemos decir que la gestación del A.R. se remonta en España a tres siglos antes de su desaparición. CARACTERÍSTICAS DE LA ESPAÑA DEL A.R. Sobre un régimen señorial de origen medieval y que perduró en los señoríos se estableció una estructura estatal monárquica centralizadora y con pretensiones de absolutismo. Durante el A.R. todo señorío reunía poder sobre tierras y personas, esto es, dominio territorial y derechos jurisdiccionales. Si el titular de ese señorío era el rey, se decía que portaba parte de los realengos, si se trataba de un eclesiástico, el señorío era de abadengo, Y si el titular era un noble, era un señorío solariego. Cada señor para evitar que su riqueza se fragmentara la transmitía al primogénito, gracias a la institución del mayorazgo. Los lugares de señorío poseían tres tipos de derecho: 1. Los de propiedad, que generaban a sus propietarios las rentas a abonar por quienes las disfrutaban. 2. Los de jurisdicción que permitían a quienes lo detentaban ejercer funciones administrativas y judiciales en los lugares. 3. Los de señorío, que daban derecho a percibir prestaciones definidas como rentas señoriales (pesca, uso de hornos, molinos caza...). Si bien existió una pluralidad de instituciones administrativas, estas estuvieron marcadas desde el siglo XV por la creciente intervención de los monarcas como consecuencia de la aplicación de la doctrina de la superioridad del poder del rey, así se fueron creando organismos como la Hacienda, la Audiencia, o el Consejo Real. El reforzamiento de la autoridad monárquica también se vio reflejado en la generalización del nombramiento de corregidores, la supresión de convocatorias de Cortes o el control del episcopado y la Inquisición. Con todo ello se va estableciendo una monarquía centralizadora, absolutista, que mantiene una concepción sacralizada de la misma. LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA, ECONÓMICA Y SOCIAL DEL SIGLO XVIII. La realidad demográfica, económica y social de la España del siglo XVIII se puede abordar con más fiabilidad que la de siglos anteriores gracias a la abundancia de documentación. Entre esta destacan por su rigurosidad y su carácter sistemático los inventarios de población (censos de 1717, 1768, 1787, 1797) y de propiedades (Catastro de Ensenada iniciado en 1749), realizados por la monarquía. 1. Demografía. A principios del siglo XVIII, la población española era de unos 7,5 millones de habitantes. La crisis demográfica del siglo anterior, los constantes conflictos militares, la hambruna, epidemias y la continua emigración hacia América habían impedido el crecimiento. Sin embargo, a lo largo de este siglo, la estabilidad política y económica alcanzada permitió un moderado crecimiento, que se situaba ya en los 10,5 millones de habitantes a finales de 1797, debido a la desaparición de la peste y las epidemias, no 1
  • 2. sólo por la mejor alimentación, sino también por las mejoras en las viviendas; en las condiciones higiénicas y sanitarias. El crecimiento no fue uniforme, el mayor crecimiento correspondió al litoral mediterráneo (Valencia y Cataluña) favorecido por las mejores comunicaciones y una mayor accesibilidad al mercado tanto de importación de víveres como de exportación de la propia producción. 2. La economía. 2.1.AGRICULTURA. Entre el 80% y 90% de la población se dedicaban el siglo XVIII a actividades agrícolas y ganaderas. Estas seguían desarrollándose en un marco jurídico y social de tipo feudal que condicionaba el régimen de propiedad y la forma de explotación. Había un claro predominio de la propiedad señorial. El 65% de los campesinos no eran propietarios, sino colonos o jornaleros. La proporción de estos últimos se disparaba en el sur peninsular, mientras que en el norte abundaban los medianos propietarios. La mayoría de la renta agraria iba a manos de la nobleza y el clero. En su mayoría la nobleza se hizo absentista y se desplazó desde sus señoríos a la Corte. En el siglo XVIII no se cuestionó la esencia feudal de esta estructura agraria ni las desigualdades sociales que originaba. Como mucho, los ilustrados llegaron a plantear la reforma de aquellos aspectos de la propiedad agraria que le daban carácter inamovible e impedían unas condiciones de mayor rentabilidad. Por otro lado criticaron el carácter perpetuo de muchos de los tributos señoriales; criticaron el carácter inalienable de muchas propiedades que impedía su libre venta y el acceso a la propiedad de la burguesía. Esta estructura de la propiedad contribuía a mantener el atraso técnico de las explotaciones agrícolas. El secano predominaba sobre el regadío. El barbecho era el sistema habitual para la regeneración del suelo y se seguía usando el arado romano. Los rendimientos eran bajos, lo que, frecuentemente, ocasionaba crisis de subsistencia. Pero el siglo XVIII aportó novedades como la ampliación de tierras de cultivo con la roturación de áreas boscosas o pantanosas. Aunque siguió predominando el cultivo de cereales, en las áreas próximas al litoral mediterráneo se desarrollaron cultivos de fácil comercialización como: la vid, el olivo o el almendro; en las zonas húmedas del norte se empezaron a difundir los cultivos de origen americano, como el maíz y la patata. 2.2.COMERCIO. La economía española del siglo XVIII, basada en la agricultura de autoconsumo, impedía el desarrollo de la actividad comercial. Los excedentes agrarios eran intercambiados en un ámbito local o comarcal por la producción realizada en los talleres artesanos. El bajo nivel de vida de la mayoría de la población bloqueaba la expansión de los intercambios que, además, eran dificultados por la precaria red de caminos, la inseguridad de éstos, la presencia de multitud de aduanas entre señoríos y reinos diferentes, o las restricciones municipales o reales a la libertad de comercio. El comercio con América continuó monopolizado por el puerto de Cádiz, en gran parte controlado por capitales extranjeros y en su mayoría destinados a la reexportación de productos que no habían sido elaborados en España. A partir de 1778 se decretó la libertad de comercio con América de todos los puertos y ello provocó un auge del tráfico colonial. El comercio exterior con Europa se limitó a la exportación de lana castellana, a la que se sumaron el vino, el aguardiente y los frutos secos. 2.3.TALLERES ARTESANALES Y FÁBRICAS INDIANAS. Los talleres artesanales se organizaban en gremios que defendían sus intereses y regulaban la competencia entre ellos: fijaban los precios, la calidad de las materias primas, impedían la libre creación de nuevos talleres. Este control dificultaba las 2
  • 3. innovaciones y entorpecía la expansión de un sector que se mantenía a base de la débil demanda. En tiempos de Carlos III se tomaron algunas medidas para limitar sus privilegios y facilitar la expansión de nuevas manufacturas, como las fábricas de indianas .Algunas de las nuevas manufacturas habían sido introducidas por la Corona con el fin de evitar la importación de artículos de lujo para la Corte (porcelana, vidriería, tapices...) En Cataluña se desarrolló el sector algodonero. Gracias al decreto de libertad comercial pudieron importarse telas blancas o estampadas (las indianas), que sirvieron de base a las primeras fábricas de tejidos, surgidas gracias a la inversión de capitales procedentes del comercio o de la agricultura de exportación. 3. Los estamentos. La sociedad española del siglo XVIII mantenía la composición tradicional en tres estados o estamentos (nobleza, clero y estado llano). Pero el sistema estamental empezaba a tambalearse y a dar síntomas de haber llegado a su fin. Un principio de cambio social nacía de la aparición, todavía modesta, de una clase social burguesa, pero el factor más decisivo de cambio fue la actitud crítica, desde el punto de vista de la razón, hacia esta organización social. La nobleza y el clero son los dos estamentos que contaban con toda clase de privilegios, como la exención de impuestos o el cobro de otros en beneficio propio, y en sus manos se concentraba la mayor parte de las propiedades En el estamento nobiliario en realidad había una profunda dualidad interna, pues si bien los privilegios jurídicos eran siempre los mismos para todos, la realidad económica podía llegar a marcar enormes diferencias. Dentro del clero también se daban marcadas diferencias entre el bajo y alto clero. Por otra parte se encontraba el estado llano que representaba el 95% de la población, pero dentro de este porcentaje había profundas diferencias, ya que estaba integrado por campesinos, artesanos, comerciantes, funcionarios... LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES. En 1700 murió sin descendencia Carlos II después de haber proclamado como heredero a Felipe de Anjou. Esta decisión abrió un conflicto sucesorio pues el archiduque Carlos de Habsburgo se consideraba con los mismos derechos al trono que el francés. En 1701 Felipe V realizaba su entrada en Madrid, recibiendo distinta acogida según el reino: En Castilla fue bien recibido ya que se relacionaba el absolutismo borbónico con un centralismo que repartiría los esfuerzos fiscales de la Corona, concentrados hasta entonces en Castilla. En Aragón, sobre todo en Cataluña, había un fuerte estado de opinión antifrancés ya que se temía que el modelo absolutista debilitara los derechos forales. Aun así las Cortes de Barcelona juraron al nuevo rey a cambio de una licencia para comerciar con América. La sucesión se planteó como un problema internacional que afectaba a la geoestrategia europea de aquel momento. La posible unión con la Corona francesa era inaceptable para Inglaterra y Austria lo que les llevó a constituir en 1701 en la Haya la Gran Alianza contra Luís XIV y declararon la guerra a los Borbones. En España la corona de Aragón acabó respaldando al archiduque Carlos, mientras Castilla permanecía fiel a Felipe V. La guerra comenzó en 1702 y tuvo un desarrollo irregular hasta su finalización en 1714. El año de su inicio Inglaterra ocupó Gibraltar, que desde entonces permanece bajo soberanía británica. Los primeros años de conflicto fueron favorables al bando austriaco, pero en 1707 sufrió una aparatosa derrota en Almansa y a partir de entonces solo Cataluña permaneció bajo el 3
  • 4. control austriaco. La guerra dio un giro definitivo cuando en 1711 el archiduque Carlos fue elegido emperador de Alemania y la Alianza de la Haya se rompió ante el temor de ayudar a reconstruir el imperio de Carlos I. En 1713 se firmó la paz con el Tratado de Utrecht, en el que se reconocía a Felipe V como rey de España a cambio de su renuncia a sus derechos al trono francés y de la cesión de varias posesiones, con lo que se reducía la influencia en el ámbito europeo y mediterráneo. Además, se hicieron concesiones a Inglaterra que limitaban el monopolio comercial (navío de permiso y asiento de negros). Una vez en el trono Felipe V planteó la reforma administrativa e institucional del Estado según los cánones establecidos por Luis XIV en Francia: un poder central decisorio, una ley, un territorio. El resultado de la Guerra de Sucesión facilitó la tarea, ya que la oposición de la corona de Aragón le permitió promulgar los Decretos de Nueva Planta, por los que se aplicaría el sistema legal, administrativo y fiscal de Castilla a los territorios de Aragón. En 1707, tras la batalla de Almansa quedaron abolidos los fueros de Valencia y Aragón. En 1715, la medida se aplicó a Mallorca y en 1716 a Cataluña. El régimen foral solo subsistió en los territorios Vasco-navarros que defendió al candidato francés en el conflicto. La centralización se aplicó en todos los ámbitos: • El régimen fiscal se instauró con un sistema de contribución única siguiendo el modelo de Castilla. • El sistema jurídico quedó organizado en torno a las audiencias, se implantó el cuerpo legislativo de Castilla y el castellano se convirtió en la lengua de la Administración de justicia. • El poder político fue el último pilar de centralización, con la creación de las capitanías generales (con atribuciones militares y políticas) y de la figura del intendente como puente entre los poderes municipales y el rey. Además los miembros del Consejo de Aragón se integraron en el de Castilla. • En el ámbito local, los ayuntamientos tenían alcaldes y regidores nombrados por el rey entre los miembros de la baja nobleza. • El absolutismo regio supuso la decadencia de las Cortes. Tras suprimir las Cortes particulares, se crearon las primeras Cortes comunes a todas las provincias de la monarquía, pero solo se convocaban de forma protocolaria para que juraran los futuros herederos. A las reuniones de las Cortes solo asistían los representantes del tercer estado, es decir los procuradores enviados por los consejos municipales, ya que los miembros del clero y de la nobleza se desentendieron de ellas. Estos estamentos -nobleza y clero- continuaron controlando amplios territorios como señoríos jurisdiccionales. En el transcurso del siglo, y por influencia de la ilustración europea, se fue abriendo paso la idea de un absolutismo benefactor, bajo el lema “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Este despotismo ilustrado intentó implantarse en España por los sucesores de Felipe V; primero tímidamente por Fernando VI y después de forma más enérgica por Carlos III. Carlos III sucedió a su hermano cuando ya llevaba años ejerciendo como rey de Nápoles y Sicilia y conocía las corrientes ilustradas europeas. A través de ministros como Ensenada, Esquilache, Campomanes, Aranda, Floridablanca y Olavide intentó aplicar algunas reformas en la sociedad española. (*) A pesar de la moderación con que se plantearon las reformas, estas fueron recibidas con hostilidad por las clases privilegiadas, especialmente la baja nobleza y el bajo clero, que 4
  • 5. supieron manipular el tradicionalismo y el fanatismo de las clases populares y sentaron las bases de un absolutismo ultracatólico, que a lo largo del siglo XIX y bajo la forma del carlismo, se enfrentó al liberalismo. El escaso respaldo social que obtuvieron estas reformas se localizó en medios urbanos y burgueses y se difundió a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País, que contribuyeron a crear un clima de debate que heredaron las tertulias, los ateneos y otros círculos políticos y culturales del siglo XIX. El proyecto más ambicioso del reformismo ilustrado fue la universalización de los impuestos por encima de los privilegios estamentales. Se intentó infructuosamente que la nobleza y el clero contribuyeran en la medida de sus propiedades lo que levantó una violenta oposición. El Catastro de Ensenada, un inventario de la propiedad rústica en la España del siglo XVIII realizado con fines fiscales, quedó en el olvido. Se aplicaron medidas destinadas a incentivar la economía, se promovieron nuevas colonizaciones en áreas semidespobladas y se plantearon los graves problemas derivados del desigual reparto de las tierras. Se defendió la honorabilidad de todos los trabajos manuales gracias a una declaración real en la que se rechazaba la calificación de algunos oficios como viles. Asimismo, se patrocinó la creación de manufacturas reales para abastecer las necesidades suntuarias y militares de la monarquía. Por último, se logró abrir el comercio americano a todos los puertos del país, rompiendo el monopolio que ejercía Cádiz. En el ámbito ideológico, sólo algunos de los reformistas, como Olavide, participaron del espíritu laico; en su mayoría fueron fervientes católicos aunque abominaban del rigor inquisitorial. El conde de Aranda arremetió contra la Inquisición, pero esta institución continuó actuando, procesando a personalidades tan destacadas como Olavide. Por otro lado, el absolutismo regio entró en conflicto con la autonomía eclesiástica, al pretender aplicar de forma estricta las regalías de la Corona. En el curso de estos enfrentamientos, los jesuitas fueron expulsados en 1767 al ser considerados los inductores del motín de Esquilache. 5
  • 6. supieron manipular el tradicionalismo y el fanatismo de las clases populares y sentaron las bases de un absolutismo ultracatólico, que a lo largo del siglo XIX y bajo la forma del carlismo, se enfrentó al liberalismo. El escaso respaldo social que obtuvieron estas reformas se localizó en medios urbanos y burgueses y se difundió a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País, que contribuyeron a crear un clima de debate que heredaron las tertulias, los ateneos y otros círculos políticos y culturales del siglo XIX. El proyecto más ambicioso del reformismo ilustrado fue la universalización de los impuestos por encima de los privilegios estamentales. Se intentó infructuosamente que la nobleza y el clero contribuyeran en la medida de sus propiedades lo que levantó una violenta oposición. El Catastro de Ensenada, un inventario de la propiedad rústica en la España del siglo XVIII realizado con fines fiscales, quedó en el olvido. Se aplicaron medidas destinadas a incentivar la economía, se promovieron nuevas colonizaciones en áreas semidespobladas y se plantearon los graves problemas derivados del desigual reparto de las tierras. Se defendió la honorabilidad de todos los trabajos manuales gracias a una declaración real en la que se rechazaba la calificación de algunos oficios como viles. Asimismo, se patrocinó la creación de manufacturas reales para abastecer las necesidades suntuarias y militares de la monarquía. Por último, se logró abrir el comercio americano a todos los puertos del país, rompiendo el monopolio que ejercía Cádiz. En el ámbito ideológico, sólo algunos de los reformistas, como Olavide, participaron del espíritu laico; en su mayoría fueron fervientes católicos aunque abominaban del rigor inquisitorial. El conde de Aranda arremetió contra la Inquisición, pero esta institución continuó actuando, procesando a personalidades tan destacadas como Olavide. Por otro lado, el absolutismo regio entró en conflicto con la autonomía eclesiástica, al pretender aplicar de forma estricta las regalías de la Corona. En el curso de estos enfrentamientos, los jesuitas fueron expulsados en 1767 al ser considerados los inductores del motín de Esquilache. 5