El documento analiza el amor en las telenovelas latinoamericanas. Explica que a pesar de parecer irreal e incoherente, el amor en las telenovelas logra conmover a la audiencia porque se enfoca en los sentimientos. Aunque el amor se ha modernizado un poco, sigue promoviendo el mismo sueño de amor y también el mismo castigo. El autor concluye que las telenovelas reflejan la identidad latinoamericana de expresar las emociones de forma pública y exagerada.
Humor Festival de Viña 2011: ¿Homofóbico y vulgar o parte de la idiosincrasia...
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Las telenovelas son 199 malas noticias y una sola buena al
final:¿Cómo es posible que en Latinoamérica dure tanto el
amor?
CAPÍTULO UNO: SI NO TE GUSTA SUFRIR, ¿PARA QUÉ TE
ENAM ORAS?
Los escritores de telenovelas estamos condenados a vivir
repetidamente esta escena: estás en una noche de tragos, en una
cena, en cualquier reunión, y alguien – maldita suerte – se
entera de que te ganas la vida escribiendo teleculebras. De
inmediato aparecen tres o cuatro dispuestos a contarte el relato
de una prima, una tía o de una amiga que es “toda una
telenovela”.
Se trata de la misma fantasía de la gente que sigue día a día las
telenovelas porque relatan historias “sacadas de la vida misma”.
Te cuento una: Thalía interpreta a una india huichola que
trabajaba en un mercado popular. Se la pasa entre gallinas y
verduras, yerbas y fritangas, pero jamás pierde el maquillaje, ni
el peinado. Tampoco pierde la inocencia. Sólo la entrega. A un
solo hombre, por supuesto. Al único: un muchacho rico que
soporta con paciencia la extraña tradición de los nombres
combinados: Luis Fernando, Ricardo Antonio, Rafael Augusto,
Daniel Alejandro. Durante doscientos capítulos, la india dejará
de ser india, descubrirá un padre secreto, heredará una fortuna,
quedará ciega de manera provisional, será víctima de un
secuestro, perderá y recuperará la memoria un par de veces,
será maltratada por una aristócrata frívola y envidiosa, pero
siempre- siempre seguirá amando a ese Luis Fernando o
Ricardo Antonio de turno. En el capítulo final habrá
matrimonio. Esa rara felicidad parece ser su único destino.
¿De qué amor hablamos cuando hablamos de telenovela? De
uno que no es como el nuestro y que sin embargo, se le parece.
Su aparente incoherencia e irrealidad puede ser también su
aparente coherencia o realismo: el sentido de la verdad y de la
mentira, en la telenovela, sólo está dado por su capacidad de
conmover a la audiencia. Lo real es lo profundamente inasible,
lo que se siente. Todo lo demás está puesto al servicio de esta
continua epopeya de los latidos. Este es el reino del amor: a
excepción de lo sensible, todo lo demás es simple apariencia. Lo
verosímil, en la telenovela, reside en los efectos. Es el
espectáculo del sentimiento. Es patetismo puro. Como nuestro
amor. Como nosotros. […]
El amor común, cotidiano, normalito, se nos hace deshonesto,
poca cosa. Sabemos que la vida está llena de grandes fracasos
por descubrir, de sufrimientos sublimes, de espantosos
sacrificios a la vuelta de la esquina. Sabemos que todos
podríamos ser aún más trágicos: la idea del exceso sentimental
sospecha – tal vez estás confundido – tal vez sólo es una siesta
afectiva. Si no merece ser contado en una telenovela entonces
no es amor.
CAPÍTULO DOS: TODO ES NUEVO Y NADA CAM BIA
En Extraña confesión publicada como folletín en 1884, Chejov
lleva a la joven y hermosa Olenka a preguntarse “¿Acaso sólo
son felices los que se casan por amor?”. Casi un siglo después,
Delia Fiallo – indiscutible reina del culebrón latinoamericano –
parece haberse dedicado, capítulo tras capítulo, a responder a
esa pregunta.”
Por décadas, el amor en la telenovela estaba asociado de manera
casi genética a la virginidad y al matrimonio. Todavía hay
gerentes de la televisión que insisten en asegurar que estos dos
elementos son esenciales para el éxito de cualquier producto. A
pesar de esta gerencia – responsable en buena parte de lo que
Carlos Monsiváis ha llamado la “dictadura del gusto” - , el amor
en la telenovela se ha modernizado y es más complejo, le ha
dado paso lentamente a cierta diversidad: ya no todas las
protagonistas son blancas, rubias ni muy cándidas. Y no todos
los galanes son ricos y dueños de haciendas. Ya no todos los
amores son a primera o segunda vista. Hay más miopía y
divorcios, más humor y menos diálogos congelados, menos
personajes que hablen solos, repitiendo siempre un parlamento
de este estilo: “¡Ay, Luisa Cristina! ¡Si yo pudiera decirte la
verdad, toda la verdad!. Ni modo. El público cambia. Ya son
otros los que gobiernan el control remoto del televisor. Hay que
estar a la altura de los tiempos. También las familias
disfuncionales tienen sueños de amor. […]
Cambia el amor, pero no demasiado. La industria sigue
promoviendo el mismo sueño y también, el mismo castigo. Se
trata de una apuesta seria y rentable: no en balde Televisa ha
gastado casi sesenta millones de dólares comprando derechos de
las obras de Delia Fiallo. Amor sinrating no dura. Si el rating va
bien, el amor es perfecto. Es parte de una tradición que nos
supera: en la novela de Chejov, la pobre Olenka termina
asesinada sobre la nieve. Con un puñal, su amante contesta a su
pregunta “¿Acaso sólo son felices los que se casan por amor?”.
CAPÍTULO TRES: QUE TODO EL M UNDO LO SEPA:
NUESTRO AM OR ES UN SECRETO
Lo que a muchos les irrita de las historias de amor en las
telenovelas, lo que tantos no toleran, es el final feliz. Pero el
final feliz es , probablemente, lo más intrascendente del cuento.
Ahí no está el suspenso. Nadie se sienta a ver una telenovela
esperando el final. En realidad, las telenovelas sólo se ven por el
mientras tanto, para sufrir antes de que se acaben, antes de
llegar a la inenarrable felicidad. Cuando no ha comenzado la
historia, cuando ni siquiera se ha transmitido el primer
capítulo, ya toda la audiencia conoce, o al menos intuye, el
final. Es parte del pacto. Ahora cuéntame: lo púnico que quiero
ver es cómo vas a llegar hasta ahí. Eso es el amor. Decía el
dramaturgo José Ignacio Cabrujas, gran renovador del género
en Venezuela, que la protagonista recibe 199 malas noticias y
sólo una buena, al final. Mientras tanto, debe soportar- con
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firmeza cardiaca – enterarse, cada día, de que su novio la
engaña con su mejor amiga, de que su madre en realidad no es
su madre o de que su hermana tiene un tumor en el páncreas.
El irritante final sólo es el diploma, la certificación, el descanso
que se merecen aquellos que han amado tanto.
La telenovela no puede renunciar a su esencia: ser un estuchito
de cursilerías. Lo único que podemos exigir es que estén bien
hechas. No podemos pedir que sean otra cosa. Porque la
cursilería, aunque a algunos les pese, es uno de los portaviones
de la identidad de América latina. Somos el continente de los
diminutivos. Los sentimientos que estallan en las telenovelas
tienen mucho de ese mismo impudor, respiran sobre la misma
importancia que tienen para nosotros las emociones. Hay
personajes, afuera y adentro de la pantalla, que gritan
públicamente su amor o su desamor, que pasan por los días
gastando diminutivos o aireando todo el tiempo los ámbitos
privados. Así también vivimos, en diferentes grados, la
experiencia amorosa. Es una intimidad convertida de pronto en
acto público, en chisme general, en angustia nacional. […]
¿Las telenovelas imitan nuestras vidas a nosotros imitamos las
telenovelas? Me temo que la respuesta ronda un clásico “ ni lo
uno ni lo otro, sino todo lo contrario”. En la telenovela como en
el amor, no existe un método de éxito. Hay algunos trucos,
intuiciones, ciertas reglas. Pero nada de eso garantiza una gran
audiencia: nunca nadie saber por dónde puede saltar el público.
[…]
ALBERTO BARRERA TYSZKA En revista Etiqueta Negra, Año
4, N°28, setiembre del 2005
Alberto José Barrera Tyszka (Caracas, 18 de febrero de 1960) es un
narrador, poeta, columnista y guionista venezolano. Ganador del
Premio Herralde de novela 2006.
Nació en Caracas (Venezuela) en 1960. Se Licenció en Letras por la
Universidad Central de Venezuela, de la que es profesor en la cátedra
de Crónicas. En la década de los años ochenta participó en los grupos
de poesía Tráfico y Guaire. Colaboraciones suyas han aparecido en
diversas antologías y publicaciones de España, México, Argentina,
Cuba y Venezuela. Articulista habitual desde 1996 en el periódico El
Nacional, y colaborador regular en la revista Letras Libres. Guionista
de telenovelas en Argentina, Colombia, México y Venezuela. Además,
tiene publicadas varias novelas, libros de cuentos y de poesía; junto
con la periodista Cristina Marcano es coautor de una biografía sobre
Hugo Chávez, que ha tenido gran impacto internacional.