El Padre Juan le pidió a la Hermana Magdalena que lo ayudara a bañarse. Mientras lo lavaba, él guió su mano hacia sus genitales y le dijo que ahí guardaba la llave del cielo. Luego abusó sexualmente de ella, diciéndole que esto la salvaría. La Hermana Magdalena le contó emocionada lo sucedido a la Sor María, quien reconoció que el Padre Juan era un depredador sexual.