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Las cuatro estaciones de
Alucarda
Enrique Cruz
Alucarda
Pamela Valdivia García
Luis Antonio González Flores
México D.F.
Las cuatro estaciones de
Enrique Cruz
Primera edición en español (2016)
González Flores Luis
García Valdivia Pamela
Las cuatro estaciones de…Enrique Cruz/ González Luis y Valdivia Pamela
México, D.F. Alucarda Editorial, 2016.
50 p; 28x21.5 cms
ISBN: 978 607 28-0141-9
Editorial. 2.
Comentarios y sugerencias:
Alucarda_UNAM@hotmail.com
www.facebook.com/Alucarda
Teléfono: (55) 25932673 Fax: (55) 53443100
Diseño: Alexis Villalobos Pineda
Fotografía de portada: Alberto Rodríguez Reyes
Ilustraciones: Laura Gómez Rendón
Redacción: Luis González Flores / Pamela Valdivia García
Corrección: Victoria López Prieto / Montserrat Sánchez Maldonado
D.R. 2016, Alucarda Editorial, S.A. de C.V.
Av. Real del Boque, Mz 21, Lt 46, 54948, Estado de México
Teléfono: (55) 58315072 o 73
Correo electrónico: edicitorialalucarda_fesaragon@hotmail.com
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño
tipográfico y de portada-, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico,
sin el consentimiento por escrito del editor.
Impreso en México, D.F.
A Enrique Cruz por la esencia que ha marcado en el espíritu de sus alumnos
a lo largo de su trayectoria en la enseñanza.
Prólogo
Paradójicamente me resulta muy difícil escribir una cuartilla sobre un tema que me precio de conocer tan bien:
la persona con quien he convivido los últimos treinta años de mi vida, o sea la mitad de ella. De hecho, a veces
bromeo afirmando que podría ganar un concurso exhaustivo de preguntas o realizar un doctorado sobre Enrique Cruz.
Sin embargo, varias razones me hicieron dudar de escribir el presente texto. La primera y más inmediata, el temor a no
hacerle debida justicia al personaje en cuestión. Por otra parte, se trata de aportar algo sustancial a la historia de vida que
este texto antecede, ya que los jóvenes autores de la misma recopilaron y procesaron cuantiosa información de diversas
fuentes, comenzando por el propio interesado. Finalmente, mi punto de vista podría no cubrir las expectativas de los
lectores de las líneas que encontrarán a continuación, pues se nutre de vivencias muy personales que si acaso compartiría con
nuestro círculo más cercano.
Sin embargo, la petición de mi esposo me ha decidido a intentarlo, y buscar un enfoque que satisfaga los
requerimientos tanto del ámbito que abarca la presente publicación, como de la institución que la auspicia. Así,
me ocuparé un poco de los aspectos relacionados con su papel profesional, y específicamente de docente, mas
no en el sentido que podrían abordarlo sus numerosos alumnos y exalumnos a lo largo de varias décadas, o el
nutrido grupo de sus colegas que ha sabido cultivar. Lo haré, no como quien ha contemplado su labor de frente, sino -
y el símil no es gratuito- como lo he observado “tras bambalinas”. El lenguaje teatral viene a cuento por la sensación común
en ciertos maestros de excelencia, quienes consideran que dentro de sí llevan un actor frustrado, que anhela, al
fin de cada clase, el ansiado aplauso de su “público”. De lo primero que supe de Enrique, cuando lo conocí,
fue su actividad como profesor en la -entonces- ENEP Aragón. Más tarde, al poco tiempo de tratarlo me cautivó
su peculiar sentido del humor. Al comentárselo, me confesó, no sin cierto orgullo, cómo le servía de
herramienta para lograr captar el interés de sus estudiantes, facilitando la transmisión y fijación de conocimientos.
Además, otros elementos tampoco debían faltar en dichas labores: relacionar los temas estudiados con una utilidad más o
menos inmediata, mantenerse constantemente actualizado en la información manejada, y cuestionarla y criticarla de manera que
nada se convierta en dogma incuestionable. Todo ello enmarcado en un principio ético, no por básico menos raro al juzgar la
actividad docente: para explicar un tema al alumno resulta indispensable entenderlo plenamente uno mismo. Desde entonces
he visto desfilar, a veces sólo en sentido figurado, legiones de alumnos que recuerdan las lecciones del Prof. Cruz, e incluso ya
padres y abuelos conservan sus apuntes, en los casos más extremos, siempre atesorando sus enseñanzas relativas a las respectivas
carreras y a los aspectos más variados de la vida en general. Tantos estudiantes han disfrutado de su vocación que en los lugares más
insospechados nos llegamos a encontrar alumnos y exalumnos suyos, de la FES y muchas otras instituciones, que lo saludan y
recuerdan con auténtico cariño.
No quisiera terminar las anteriores divagaciones sin referirme a las cualidades que apuntalan la larga y
fructífera trayectoria de Enrique Cruz, mismas que en el terreno personal me precio de haber disfrutado
constantemente durante las pasadas tres décadas. Varias de ellas me remiten a las que hicieron de mi padre también un
maestro de excelencia y ameno conversador: su curiosidad inagotable, su dominio de temas de la más diversa índole,
su experiencia profesional en apoyo de su labor docente, y una generosidad hacia sus estudiantes que en ocasiones
raya en la abnegación.
Me considero privilegiado de constatarlas cotidianamente.
Lic. José Luis Sánchez Mora
Los orígenes de sus padres Ruperto Cruz Barajas y Juana García García
Sus abuelos paternos fueron Susano Cruz y Evarista Barajas. Ambos campesinos oriundos del estado de Jalisco, vivieron durante la etapa
de la Revolución Mexicana en un pequeño rancho llamado Paso Hondo, en el Municipio de Tlajomulco de Zúñiga, cercano a San Juan de
los Lagos.
De este enlace nacen tres hijos, Isidra Cruz Barajas y María Cruz Barajas, esta última fallecida a la edad de 20 años; además un tercero y
más joven, Ruperto, quien entablaría una sólida relación solamente con su hermana Isidra que perduraría a lo largo de su vida.
La familia materna de Enrique se conformaría del matrimonio entre Alfonso Juárez y Zeferina García. Ellos vivieron en un rancho llamado
Las Boquillas, a las orillas de la ciudad de Zacatecas aunque posteriormente se mudan a una casa ubicada en un barrio de la ciudad, en el
Barrio de las Haciendas, en la calle de Hacienda de Cinco Señores.
Doña Zeferina se distinguía por ser una persona emocionalmente inestable debido a que tuvo altibajos muy importantes en sus
relaciones emocionales con sus dos maridos. Los dos primeros, Luis y Juana se concibieron con su marido Juan García, que habría de morir
en una escaramuza en 1914, durante los inicios de la revolución mexicana. Sin embargo, al quedar viuda en el año de 1914 se va a vivir con
Alfonso, durante el periodo de 1921 a 1940, y con quien procrearía otros cuatro hijos.
María del Refugio, María del Carmen, Simón y Ezequiel, serían sus nombres. De todos ellos, debido a su personalidad fuerte e imposi-
tiva, Juana, segunda hija del primer matrimonio, sería una líder a quien todos obedecían y respetaban, por lo que la tutela de los demás
hermanos se encontró siempre a cargo de ella y de su madre.
A pesar de ello, es que producto de las fricciones y el carácter fuerte de todos los hermanos, se generan gran cantidad de conflictos entre
los miembros de la casa, mismos que incluso se consolidarían en alianzas de unos en contra de los otros grupos antagónicos que a la postre
se formaban.
Debido a estas diferencias es que Juana decide irse con Ruperto a vivir
a la Ciudad de México en el año de 1940, durante el llamado Milagro
Mexicano que caracterizaría al gobierno de Manuel Ávila Camacho.
Aquí, juntos establecen una bodega de frutas y legumbres en el famoso
barrio de la Merced. Al mismo tiempo se dedican a la exportación de piña y
mango hacia los Estados Unidos, amasando así, una buena fortuna gracias a las
posibilidades de crecimiento económico y de infraestructura en la capital del país.
Mientras la mayor de las hijas de Zeferina consolidaba su liderazgo por
medio de las aportaciones económicas que le hacía a su madre, misma
que se encargaba de repartirlo entre sus demás hijos. Una de ellas, María
del Refugio, a quien mejor conocían como Cuca, entabla al mismo
tiempo, una relación sentimental con un hombre casado del que tuvo dos hijos
llamados Epifanio, Arturo y Silvia, quien sería la menor de sus hijos.
Posteriormente, Cuca conoce a Cornelio Cerecero Terán, un maquinista de
la famosa locomotora apodada como La Burrita, una Hudson 4-6-4 hecha
por la American en Estados Unidos en el año de 1937. Él y su hermano,
Julio, conducían sobre las vías de los ferrocarriles que transitaban por el
estado de Aguascalientes a Zacatecas. Hoy, La Burrita se encuentra en el
Museo de Locomotoras de Aguascalientes, por la conmemoración de la
época del vapor.
Cornelio y María del Refugio procrean a José Luis Ramiro, pero al no
florecer su relación, Cuca se ve obligada a quedarse junto a sus hijos,
a vivir en la casa de su madre. En mayo de 1951, Juana visitaría a su
madre para llevarse la sorpresa de encontrar a María Del Refugio y la
precaria situación en la que esta se encontraba, por lo que la mayor le
sugiere la idea de llevarse a uno de sus hijos. Su hermana responde que
incluso podría quedarse con dos de ellos.
Juana se decide partir con el pequeño José Luis Ramiro, al convencer a su
hermana que no se sería posible hacerse cargo de dos de sus hijos. Así,
regresa a la Ciudad de México, ahora con un nuevo hijo, sin contar con papeles
legales y sin conocer el nombre de su pequeño, mientras dos de las
hermanas ejercerían la prostitución en Guadalajara, durante la década de los
años sesenta y setenta.
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La primavera
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Enrique Cruz García creció primero en el seno de una familia
conflictiva donde una vida ligada a los problemas de la
prostitución y los excesos afectarían profundamente a sus hermanos
en el transcurso de la niñez, por lo que la decisión que toma Juana,
a sus 36 años de edad y con pocas posibilidades de concebir,
sería la más afortunada para destino del pequeño José Luis.
El primer conflicto tiene lugar en el momento en que Juana
llega con su nuevo hijo a la Ciudad de México, para encontrarse
con un sorprendido Ruperto, que contaba con la edad de 50 años,
el cual no imaginó en ningún momento una situación siquiera
parecida. Fue difícil dar una explicación a quien, en primer lugar,
pedía haber tomado parte de algo tan importante como lo es el
cuidado, la manutención y la educación de un nuevo e inesperado hijo.
El 15 julio de 1949 marca la fecha del nacimiento de Enrique,
nombrado así ahora por sus padres adoptivos, con el apellido Cruz de parte
de su padre Ruperto y García, de Juana, cuyo cariño por su hijo sólo
incrementaría a lo largo de su vida, floreciendo así el inicio de una
relación enteramente maternal.
La convivencia que la nueva madre tendría con Enrique sería siempre
de total afecto, desde las tardes en que se la pasaba bordando hasta lo
momentos en que ambos escuchaban música clásica. Madre e hijo,
cuyo signo de ambos sería Tauro, tendrían un lazo especial, las
mismas actitudes y una forma muy parecida de ver las cosas que pasaban
a su alrededor, aunque en ello radica la causa de alguno que otro choque
entre ambos.
Una infancia en un mar de juegos
En aquella época disfrutaba de usar overoles, una de sus prendas
favoritas hasta ahora
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El hogar de Juana y Ruperto no contaba con una televisión, por lo que era la radio la que ambientaba con diversas entidades sonoras.
Entre canciones y anuncios se encontraba el de la Lotería Nacional con una pieza titulada Los millones de Arlequín, ballet del compositor
italiano Riccardo Drigo, que durante la época se usaba como tema en la transmisión de sus célebres programas.
Enrique, con ahora tres años de edad, comenzaría a tomar una dirección totalmente diferente a lo que podría haber sido de su vida.
El camino a seguir es ahora el de los trenes manuales, juguete que el pequeño empujaba con todo entusiasmo y que en ese momento era
bastante popular.
En casa se festejaban más los santos que los cumpleaños, por lo que al hijo de Juana y Ruperto, le correspondía el 15 de julio, día
de San Enrique. Al no haber más niños cercanos, no se consideraba necesario festejar con la presencia de payasos y ni siquiera
de pasteles. Se preparaba para la ocasión una comida convencional, por lo general un pan de naranja con betún que tampoco se
acompañaba con las tradicionales mañanitas.
Al no ser una familia con tanto dinero, en celebraciones como la de los Reyes Magos, del tradicional seis de enero, se llegaba a dar
el caso en el que el pequeño hijo único encontraba un sobre debajo del árbol de navidad con un billete de 50 pesos, pero éste ya era
dinero destinado para la compra de su ropa interior.
Enrique se caracterizaba por ser un niño que hacía todo lo que tenía que hacer, sin preguntar. Es por ello que cuando llegaba la
ansiada noche de enero, descansaba sin más preguntas ni inquietudes. Los mejores regalos que llegó a tener fueron unos patines y una
bicicleta, pero debido a la falta de amigos es que resulta siempre difícil para él, salir a probar sus nuevos juguetes.
Él vivió siempre rodeado de adultos, es así que gracias a su madre aprendería a cocinar, sobretodo unos buñuelos hechos con harina
de trigo propios del mes de diciembre. La capirotada era otro de sus platillos favoritos, misma que con un simbolismo religioso era
un plato habitual durante semana santa. La música clásica y las personas que se preocupaban por brindarle las mejores oportunidades,
complementaban lo que Enrique más disfrutaba de sus años de niñez.
Sus padrinos serían tan importantes como sus padres, Luis quien fue padrino de bautismo y Enrique, de primera comunión, lo estimaban
mucho al ayudarle siempre en momentos complicados con consejos que aún recuerda y que lo marcarían de por vida.
Sin embargo, una infancia entre atenciones de su madre, cariño y total parsimonia comienza a contrastar con la difícil y un
tanto lejana relación que tendría con su padre, y conflictiva con su abuela materna, Zeferina García, la única que Enrique conoció de sus
cuatro abuelos.
15
En el caso de Ruperto, el elemento que se fracturó fue el de la relación que ambos tenían con la mujer de la casa. Desde la llegada de
Enrique a casa, diversas cosas comienzan a cambiar, pues la atención de la mujer maternal de la casa inexorablemente iría hacia su
pequeño hijo. Ruperto veía en Juana el cariño de una madre, que aunque fuese más joven que él, la miraba como la continuación
de una figura materna que nunca tuvo.
Ella ahora en su papel de madre, debe decidir el dejar a su niño más adulto para atender de la mejor manera a Enrique, dando
lugar al mismo tiempo a una especie de antagonismo entre ambos, del que florece una relación poco unida y aunque siempre con
pequeñas dosis de empatía y afecto, fue hasta después de muchos años que terminando su carrera universitaria y con un buen trabajo,
Ruperto su actual padre termina por aceptar a su hijo.
Con Zeferina, su abuela materna, las cosas no fueron menos difíciles. Ella se caracterizaba por ser una mujer bastante problemática,
muy agredida durante su época de esposa, muy sufrida y maltratada por algunos de sus hijos, lo que provocaba que fuera una
persona rencorosa. Fue una relación extraña debido a que Juana había enseñado a su hijo a referirse a ella como su abuelita, cosa que
a ésta le molestaba bastante, por lo que siempre exigía que el pequeño le llamase “mamita”, a lo que él se negaba rotundamente.
A Juana le gustaba tener pájaros, disfrutaba de llevarles de comer por las mañanas después del desayuno, además de lavar sus
jaulas y ponerles algo de agua. Sin embargo, la abuela de Enrique, en venganza, llegaba a abrirles la jaula a los pájaros con la intención
de acusar a su nieto por sus travesuras de niño, a lo que la madre siempre convencida se decidía por castigar a su hijo.
Mientras los años de la niñez de Enrique maduran en su hogar, ubicado en la colonia Guadalupe Tepeyac, en la Delegación
Gustavo A. Madero al norte de la Ciudad de México, cerca del Gran Bazar Tepeyac, llega el momento de ingresar a la escuela primaria y
comenzar así, con una educación formal.
Reflejos dispares en casa
16
El pequeño niño solitario, intelectual, amante de libros
Enrique Cruz García ingresa a la educación primaria a la
edad de seis años, cursando la totalidad de la misma en
escuelas diferentes y vivencias distintas en cada una
de ellas, algunas, tal vez más alegres que otras en un
período que comprende de 1955 a 1960.
Los primeros tres años transcurrieron en una escuela cercana a
su hogar, después cursaría el cuarto y sexto grado en otra insti-
tución, llamada Alma de México.
Para él, la etapa inicial en la primaria no sería de lo más feliz de-
bido a ciertos problemas que sostenía con dos de sus profesoras
en el instituto.
Carmelita y Lupita, eran hermanas y al mismo tiempo
dirigíanlaescueladondeelpequeñoestudiantepasabalosrecesos
castigadodentrodeladirección,puesaunadeellasnolesimpatizaba.
Además, el patio no era tan espacioso para que los niños
jugasen de lo más cómodo junto a sus demás compañeros, así que
prácticamente salían a que los rayosdel sol los aturdieran, al
mismo tiempo platicaban y se mantenían sentados hasta que el
descanso terminara.
Algunos compañeros de Enrique llegaban con comida para
ingerir durante la media hora que las hermanas otorgaban
de recreo, pero a él jamás le prepararon alimento alguno y
tampoco le daban dinero en caso de sentir hambre, por lo que no
recuerda con afecto estos primeros años en la escuela.
Los primeros pasos en la escuela
El cuarto año de primaria dio al pequeño Enrique, que
hasta ese entonces era un niño solitario que no contaba con
amigos o sus primos para poder jugar, la grata experiencia de
conocer a su mejor y más entrañable amigo, Antonio.
Al contrario de lo que la mayoría de niños hacían con sus
compañeros de juegos, ambos no eran de los que salieran a ju-
gar o algo por el estilo pues se trataba más bien de una relación
de tipo intelectual.
A Toño le gustaba leer, la música y el teatro por lo que
disfrutaba escenificar con algunos de sus muñecos,
óperas y obras teatrales. Además, era muy talentoso para
dibujar los escenarios donde se llevaban a cabo sus grandes
espectáculos de dramaturgia a un precio de 20 centavos,
para que los demás chicos de la cuadra pudieran entrar y
presenciar los actos donde Toño hablaba, personificaba y
al mismo tiempo movía a sus títeres para encarnar
simpáticos actores en un juego de niños, sólo para los niños.
No obstante, es el quinto año el que más frutos formativos
trajo consigo, por lo que ésta representa una importante
etapa en la vida de Enrique Cruz, cargada de bastantes
influencias académicas. En este contexto, hubo educadores que
marcaron de forma significativa su futuro.
UnejemploeselmaestroVicente,profesormuymetódicoqueen
algunas ocasiones cuando los alumnos no cumplían con sus
exigencias, los tomaba de las patillas y las jalaba hasta ver
discernida su lección, toda una experiencia extremadamente
dolorosa para un niño de primaria.
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Con clases por la mañana y también la tarde, aquella rígida rutina en la que se contaba solamente con una hora para ir a casa y comer para
regresar a las aulas aproximadamente a las tres de la tarde y volver a salir a las cinco, constituía lo que eran turnos más largos pero a la vez
muy aprovechables debido al buen nivel con que contaba esta escuela primaria.
La maestra Julia hizo del quinto año el mejor en el sentido de que si para la década de los años 50, ella contaba con aproximadamente
60 años, eso quería decir que su infancia se había forjado bajo las influencia de la Revolución Mexicana. En alguna ocasión, la profesora
invitó a su casa a Enrique y mientras comían, éste dimensionaba al mismo tiempo todo lo que conlleva una verdadera vocación de
un maestro clásico. Gracias a todo lo aprendido de esta profesora, es que una de sus experiencias más formativas tenía lugar.
Con tan pocos años ya era amante de los libros, comenzando por los de la primaria como el de Literatura que adquirió para el sexto
nivel y que le permitió poseer una cultura más amplia, además de un libro de inglés de J. Hamilton Editorial Progreso de los años 50,
donde era posible encontrar diversas ilustraciones que para Enrique eran tan preciosas como las de una obra de arte, auténticos
libros de colección debido a la buena hechura y su vasto contenido, muy diferentes a los que actualmente se utilizan.
La obtención de material bibliográfico no era gratuita aún, la reforma se implementaría hasta febrero de 1959 por
decreto del ex presidente de México, Adolfo López Mateos; para ese entonces Enrique ya había salido de la primaria.
Es la escuela no. 56 ubicada en la colonia Agrícola Oriental en la delegación Iztacalco, donde cursa sus tres años de educación secundaria,
del año de 1962 a 1964. Durante este período es que conocería a una de sus mejores amigas y que al mismo tiempo era su vecina.
Ella, hermana de la secretaria de la secundaria, se dio cuenta de que Enrique iba al mismo colegio en el momento en que ambos bajaron
del camión en el mismo lugar. Para ese momento, él contaba ya con la edad de 13 años, y aunque su ahora compañera rondaba la misma
edad, la forma que empleaba para dirigirse a su vecino siempre fue de usted.
19
Una relación muy formal para un par de chicos adolescentes se justificaba con el hecho de que Enrique hubiese sido siempre de
los alumnos más altos en toda la escuela. En ese entonces, el joven adolescente aparentaba más de edad de los años que
realmente tenía, pues todos sus allegados le calculaban tres o incluso, cuatro años más.
A los 15 años de edad, Enrique Cruz ya tenía barba y bigote, circunstancia que lo obliga a comenzar a rasurarse, sobre todo ante
las constantes críticas de su entonces profesora de Literatura, la cual afirmaba que el vello facial le hacía ver sucio por lo que casi
a manera de ordenanza, debía quitárselo.
Este acontecimiento no sólo marca la edad en la que el joven adolescente comienza a afeitarse, sino el momento en que empieza a
portarse ya como un adulto. Esto debido a que al ser hijo único y contar con un par de padres cuya edad superaba a los de sus
compañeros de escuela, Enrique crecería prácticamente con sus abuelos por la edad que tenían sus padres adoptivos, hecho que lo impulsa a
desarrollar otro tipo de actitudes y mostrar más madurez ante los acontecimientos que como joven estudiante le afectan y que
al mismo tiempo configuran sus nuevas conductas.
A pesar de todo, aquel niño tímido, introvertido y con dificultades para convivir dentro de su entorno social, jamás imaginó la posibilidad
de ejercer en un futuro la profesión de docente, sin embargo comienza aquí a descubrir no solo una vocación sino además una nueva línea
de expresión, la cual le ayudaría a mejorar su forma de ser.
Desde aquellos juegos con sus primeros trenes manuales, él siempre soñó con ser un gran maquinista pero cuando entró a la escuela
vocacional en el año de 1966, solo se encuentra ahora ante dos caminos para su posterior desempeño profesional, la carrera de Contaduría
o la de Economía. Lo único que Enrique jamás querría ser en la vida era contador.
20
Al cumplir Enrique Cruz la edad de 16 años, su padre sufre de un infarto que lo deja en cama durante el largo período de un año,
además de una pierna en mal funcionamiento, pues tenía un coágulo que le había dañado de forma grave los nervios, circunstancia que lo
lleva a depender mucho de su esposa Juana y su hijo.
En esa época, la familia contaba con un negocio familiar de atención de autos, donde prácticamente las tareas del mismo exigían
que se cuidaran y vigilaran los coches, por lo que al momento de la enfermedad de Ruperto, es que el joven Enrique aprende a
manejar, a acomodar los coches y llevar a cabo de manera eficiente todo lo que demandara este nuevo trabajo.
Lo anterior representó para él, el hacerse cargo completamente del negocio, ya que su madre se dedicaba a las labores domésticas y
a la atención de su padre. Éste, al recuperarse y mejorar en su estado de salud, pudo regresar a la atención de autos. Es durante
este momento que él consigue su primer empleo y con ello empieza aún más a pensar como un adulto.
Años más tarde, comentaría con algunos compañeros de la carrera sobre lo preocupado que estuvo siempre por cosas de adultos,
responsabilidades en lugar de fiestas, deudas y deberes sociales y por supuesto, en el hogar.
No dejarse caer ante la adversidad, luchar, salir adelante ante cada obstáculo y comprender que todos cometemos errores pero
que justo eso es lo que ayuda a las personas a superarse, son las disposiciones con las que Enrique se forjó. El joven adolescente
procuró siempre el cumplimiento de sus más valiosos deberes.
Tan importante siempre fue su futuro, por lo que incluso en momentos de carencias económicas para la familia Cruz García, su
padrino lo apoyaba con el pago de su colegiatura. El tener una persona con semejante calidad moral, que lo quería, le ayudaba y
le apoyaba preparó a Enrique a soportar cualquier adversidad siempre con la mejor disposición.
Hacia un nuevo horizonte que temblase
L’ estate
23
Del sueño eterno de la juventud
Enrique Cruz viviría, al finalizar su etapa de niñez, casi veinte años en la colonia Morelos, cerca de Tepito, uno de los barrios más
antiguos de la Ciudad de México, entre las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza y conocido como una de
las zonas más peligrosas de la gran urbe. El pintoresco barrio bravo se caracterizaría durante estos años por ser un sitio frecuentado
por la venta de drogas y por supuesto, la delincuencia; además de un ambiente totalmente insano en cada una de sus calles.
A pesar de esto, lo intereses del joven adolescente se irían encaminando paulatinamente al trabajo con la iglesia y el estudio. Esto
alejaría a Enrique de las drogas pues al presenciar algunas de las consecuencias que estas tendrían con varios de sus allegados,
termina por no contemplarlas nunca dentro sus planes. Él, proveniente de una familia bastante religiosa, encontraría en un grupo
comunitario, una de sus grandes aficiones.
Es en una misa, mismas que la familia de Enrique presenciaba cada domingo, donde el cura propondría a los jóvenes que
contaban con la edad de quince años, en promedio, formar parte de un grupo que trabajara con la iglesia y cuyo objetivo se basaba
en establecer un círculo de estudio. En una de las juntas que organizaba el grupo, se propone a Enrique la exposición de un tema de su
elección. Para su sorpresa, la recepción de sus demás compañeros fue de total asombro y emoción por la forma en que éste enseña y la
claridad con la que lo hace.
Después de la brillante clase que imparte, se le otorgaría, además, la facultad de dirigir el círculo de estudio. En este momento, se
origina la vocación de Enrique Cruz por la docencia y la investigación, pues exponer ante personas con un nivel educativo más bajo, dio
pauta a que los demás jóvenes vieran en él a un líder que les resolvía muchos problemas, por lo que le respetarían y le admirarían.
24
El primer encuentro con las letras
Los tres años que Enrique Cruz cursó en la Escuela Secundaria no. 56, del año de 1962 a 1964, tuvieron frutos
sumamente substanciosos en su proceso de formación educativa. Sin embargo, el período que comprende el tercer y último año,
ha sido el más interesante. Esto se debe a haberse encontrado con buenos profesores de Literatura, que en ese momento,
influyeron en el gusto que el adolescente comienza a tomar por los libros, se trataba del florecimiento de una especie de cariño por ellos.
En aquellas clases, la dinámica consistía en inducir la lectura, pero de forma obligatoria, por lo que la influencia que esto representaba
para la vida de Enrique y sus nacientes hábitos de lectura, se ven reflejados en la costumbre que adquirió por llevar siempre un libro bajo
el brazo. A donde fuera, los ratos libres servían de encuentro con las letras y su narrativa.
Cuando menos un libro por semana él disfrutaba terminar. De igual manera, son los profesores de la materia de Química
quienes ejercen también un aporte positivo al aprendizaje del joven adolescente, mismo que se caracterizaría por ser una
persona competitiva en un entorno que apremiaba este tipo de actitudes. Una disciplina para memorizar y la facilidad
de mostrarse como un buen aprendiz, fueron elementos que ayudaron a evitarle la necesidad de llegar a la casa a estudiar,
o la de desvelarse en las noches por los mismos motivos. Ayudado por su inmejorable técnica para realizar resúmenes es
que aprende a escribir bien, a desarrollar su capacidad de síntesis, concentrarse y organizar sus conocimientos que
al mismo tiempo le facilitan más el aprendizaje.
La ruta cálida de lo lúdico
Durante esta etapa de su vida, él comienza a experimentar muchas de sus
más grandes aficiones, mismas que encontraría en la música y el cine.
Desde niño, se encontró ante la posibilidad de escuchar todas las
tardes, piezas sinfónicas de artistas como Tchaikovsky (el cual
inspiraría sus más profundos gustos musicales) y Chopin. Esto se debe a
que frente a su casa vivía una maestra que enseñaba ballet, por lo
que el ambiente acústico más frecuente durante aquella época era el de
la música clásica, con la que enseñaba a danzar a niñas de cinco o seis años.
En una ocasión, la talentosa instructora invitaría a Enrique a entrar a su casa
donde además le propondría la idea de estudiar para adquirir la habilidad de
tocar algún instrumento, en este caso, el piano.
El joven no se mostraba realmente interesado en ello, aunque su
gusto por escuchar música clásica iría incrementando con el pasar de los años.
Algunas de las charlas que más disfrutaba eran las que sostenía con
un amigo de la secundaria, también interesado en el tema. Además,
gustaría de algunos grupos de la época, sobre todo del emergente
movimiento de rock en español, donde Enrique Guzmán y César Costa
formaron parte de su reportorio.
En lo que respecta al cine, no tuvo la posibilidad de conocerlo debido a
ciertas dificultades económicas que siempre obstaculizaron el poder ir
y ver películas. Sin embargo, desde su temprana adolescencia,
ayudado por su altura y la barba que le comenzaba a salir, las cosas
serían más fáciles pues desde los quince años, pudo entrar a ver
las funciones que se dirigían hacia un público adulto.
Ahora, la frustración era para quien acompañara a Enrique al cine, pues-
to que por lo general, no corrían con la misma suerte y debían quedarse
en la puerta. Esto le permitió tener acceso al cine, y escapar un poco de casa, ya
sea a comer en la calle por las tardes, ver una película y regresar hasta
la noche, evitándose así de algunos conflictos.
25
26
Enrique dejaba la infancia atrás desde el momento en que comienza a experimentar diversos impulsos que al florecer dan cuenta
de la paulatina llegada de un cambio. La explosión hormonal y la autoexploración donde comienza a ejercer control sobre su cuerpo y
sus emociones, son las sensaciones que se revelan cómo los principales descubrimientos en ésta nueva etapa de su vida. Ya no esperaba
a que decidieran por él, sino que al contrario, la mejor opinión sería la de aquel que habita dentro suyo.
El sexo opuesto no le era indiferente en sus años de secundaria, sobre todo cuando Isabel llega a su vida, pues era ella su mejor amiga, su
compañera que durante ocho años sería una de las personas más interesantes que pudo conocer. Ellos tenían tantas cosas en común, como
su lugar de procedencia, el anhelo por superarse, la lectura y su preocupación por la sociedad, lo que les permitió crear un vínculo afectivo
muy fuerte entre ambos. Tanto le debía, que sintió la necesidad de aclarar su sentimiento hacia ella cuando Enrique se dio cuenta que en
realidad era homosexual.
El ahora joven se encontraba ante un racimo de inquietudes debido a su apenas descubierta orientación sexual, al mismo tiempo
fantaseaba con todas esas imágenes que llamaban su atención, situación que lo llevaba a preocuparse aún más por la realidad
que enfrentaría, inmersa en una época de los sesenta, donde México era un baúl cerrado en temas sobre la sexualidad en general, por lo
que pertenecer a un grupo social minoritario tomaba un carácter transgresor.
El concepto de homosexualidad no ha cambiado mucho en este país desde entonces, pues prevalecen algunos prejuicios
negativos a pesar de las reformas que se han hecho al respecto para el fomento de una sana y respetuosa convivencia. En este contexto,
el perfil de una persona con preferencias sexuales por su mismo género era el de una persona débil e indefensa. Enrique lo sabía y
tuvo que enfrentarse a esta situación justo en el momento en que llegaría su primer gran amor.
Versos al amor
27
Al tener que asumir esa perspectiva de vida es que él entra en un momento de quiebre que implicaba no solo romper con todas
las reglas hasta entonces establecidas por sus padres y la sociedad, sino además la responsabilidad de enfrentar los riesgos que
esta decisión le exigía, tratar de no devaluarse en ningún aspecto requiere de sabiduría y paciencia, todo consiste en ser
consciente de que el valor de una persona no radica en sus preferencias sexuales.
Es común que dentro de esta metamorfosis se encuentre la confrontación familiar y la dificultad que conlleva hablar con los padres.
Enrique lo experimentó en el momento en que sufría una ruptura con la persona más importante para él en esa etapa de su vida.
Raúl Aguilar, un pintor costarricense, le mostraría todo su apoyo y amor incondicional ante tan complicada situación, sin embargo,
el artista regresaría a su país dejando atrás un corazón fracturado y lleno de nostalgia.
En una ocasión donde la madre de Enrique ofrecía una reunión en casa, su hijo disfrutaba de la comida y las melodías que
amenizaban el momento, hasta que en un tris inesperado comenzó a entonarse una canción que fuera especial para él y para
su amado, por lo que sin más, las lágrimas comenzaron a brotar de lo más profundo de su corazón. Su madre le preguntó si la
tristeza que mostraba era por la causa de su amado y con una respuesta afirmativa le aseguraba a su madre que lo superaría
así como le acababa de aconsejar. Ella además le aclararía, que ya conocía la preferencia de Enrique pues como su mamá, nadie le conocía
mejor.
28
Al mismo tiempo en que la escuela mostraba una faceta amigable y productiva para la vida de Enrique Cruz García y el amor
daba sus primeros frutos, es que los asuntos familiares comienzan a trastocarse. Esta es la etapa en la que se originan y
agudizan algunos conflictos con Ruperto, su padre. La relación que ambos entablan sufre una ruptura cuando el tema de la
adopción sale a luz. A la edad de trece años se entera que efectivamente es hijo adoptivo, noticia que en primer momento recibe
con total incredulidad, sentimiento parecido al que percibió cuando, por ejemplo, se entera de la inexistencia de los Reyes Magos, algunos
años atrás.
Entendería que la razón por la que compartía una serie de facciones bastante semejantes a las de su madre, se debía a que en
realidad Juana, era su tía, hermana de su progenitora. En cambio, su padre se mostraba siempre ante él como un tipo distante y
casi lunático, situación que dificultaría la manera en que Enrique tendría que afrontar el conocimiento de su verdadera condición ante sus
padres.
Para ese entonces, Ruperto sacaba a conversación el tema siempre y cuando experimentara algún tipo de enojo hacia su hijo, a lo
que exclamaba: ¡es que tú, no eres mi hijo!, ¡lárgate de la casa!; gestos que dañaban de una u otra manera a Enrique. En cierto
modo, lo que alguna vez le afectaría se iba a convertir después en una especie de protección, pues cuando escucha tan seguido
sentencias bastante amenazantes, es que éstas perderían paulatinamente su impacto sobre el hijo de la familia Cruz.
Él ya no se mostraba interesado por las opiniones de su padre, ni mucho menos dispuesto a tomarlas en cuenta por lo que ante
su la explosividad, terminó por dejarlo siempre hablando solo. ¡Ahí nos vemos, adiós!, ahora exclama Enrique después de decirle
a Ruperto que con alguien así, no es posible entablar un diálogo, jamás esperó tanto para darse la vuelta y marcharse.
En lo que respecta a la relación con su madre, se empiezan a germinar una serie de conflictos situados en lo dócil que la
caracterizaba y el creciente ímpetu que Enrique desarrollaba durante la adolescencia, pues de repente empezaría a revelarse ante
muchas cosas que le rodeaban y que veía necesario cuestionar.
La solución vino muy rápido, ya que al conseguirse un empleo, Enrique comienza a ganar su propio dinero. A raíz de esto, en casa
no se le miraría como lo hacían con anterioridad debido a que los fines de semana siempre serían días ocupados con muchas
cosas que hacer fuera del hogar; por lo que la manera más efectiva de evitar un sinnúmero de problemas dentro de casa fueron
las visitas a museos, ir al cine, e incluso algunas salidas con los amigos.
Y arreciaba la tormenta
29
Los planes inmediatos para él eran los de ingresar, terminada su educación secundaria en 1965, a la vocacional de Ciencias
Sociales, perteneciente al Instituto Politécnico Nacional. La primera negativa llegaría de parte de su padre, al sostener éste,
que todo lo que podría haber hecho por su hijo lo había realizado ya, y que por lo mismo, se encontraba en ese momento, indispuesto a
sostener los gastos de Enrique Cruz.
A partir de aquí, el joven emprende el proyecto de trabajar para mantener así sus estudios. Todas las repercusiones que a raíz de
este hecho tendrían lugar, sin duda alguna fueron de carácter más positivo que negativo. Ganar su propio dinero, salirse de casa
y ser independiente son los elementos que llevan ahora a Enrique, a vivir su propia vida y a madurar siempre
fortalecido ante las adversidades.
Los años en la escuela vocacional transcurrieron entre actividades académicas por las tardes y además laborales por
las mañanas. Un nuevo mundo se abría ante las enormes expectativas de un joven ávido por salir a conocer el mundo, donde
el dinero fue la moneda de cambio de diversas experiencias, y sin depender de lo que podrían proveerle sus padres, podría asistir
a una fiesta, comprar una botella, y sobre todo, viajar.
El primero de estos viajes se produjo en un trabajo de una línea de autobuses. En el mismo, un día le avisaron de
la necesidad de ir a Querétaro, Guanajuato, Guadalajara y Morelia; por lo que partiría en los camiones de la empresa y sin
pagar costes de traslado, hoteles y gastos menores. Esto fue una invitación a viajar, debido al creciente gusto que tenía
por conocer lugares nuevos y personas diferentes, a lo que terminaría convirtiéndose en una afición que ha
prevalecido a lo largo de los años.
Uno de los viajes más importantes para Enrique fue el de su visita a la ciudad de Chicago. Se trató de un punto y aparte que le
cambiaría la vida en todos los sentidos, donde un ya adulto de 25 años, en medio de celebraciones con sus amigos por su reciente
cumpleaños, experimentaba el encontrarse con una sociedad distinta, una forma de vida liberal, y nuevas posibilidades de vivir
para una persona que desde la adolescencia sembraba las semillas de la búsqueda por su propia independencia.
Esta visita le permitió darse cuenta por primera vez del deseo de querer vivir con una persona, definitivamente dejar su casa, y
hacer su vida como persona y ya no como hijo de familia. En aquella estancia, Enrique estableció una relación tan seria que
le marcaría profundamente pues en ese momento se daba cuenta que la disfrutaba. Al gusto de convivir con una persona, hacer
las cosas juntos y crecer siempre se antepuso el miedo que tuvo por hacer realidad este deseo, el cual en sus años de juventud siempre
evadió.
El trabajo y su movimiento enriquecedor
30
En la ciudad de Chicago, el viaje más importante de su vida
L’ autunno
33
Enrique Cruz García es egresado del Instituto Politécnico
Nacional, el cual fue fundado en la Ciudad de México en 1936,
durante el periodo del Cardenismo. Del año de 1966 a 1968, en
pleno movimiento de estudiantes del politécnico y la univesidad
en contra del gobierno de Díaz Ordaz, cursa sus estudios en la escuela
vocacionaldeCienciasSociales.Eneseentonces,laduracióndelplande
estudios era de dos años, hasta que en 1971 cambia, convirtiéndose
así en un Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos.
Este instituto fue la primera alma mater para un joven Enrique
que por necesidad trabajaba en las mañanas y estudiaba por las
tardes,alternandoasíhorariosmientrastranscurrensusañosenlaahora
Vocacional 5, ubicada en la delegación Benito Juárez.
Posteriormente, es que al egresar de esta escuela, él se ve
ante la posibilidad de elegir entre dos carreras universitarias,
Economía y Contaduría son a la vez las dos caras de una
moneda que al aire definiría su destino y el de sus amigos. El
azar del volado habló, dejando a la carrera de Economía como la
elegida por la suerte, ante un joven cuya vocación no es todavía del
todo clara, pues para él lo importante era no estudiar Contaduría.
De 1970 a 1974, ingresa a la Escuela Superior de Economía, (ESE)
un centro de estudios de nivel superior, perteneciente a la rama
de Ciencias Sociales y Administrativas, situado en la delegación
Miguel Hidalgo.
El sentimiento de satisfacción por el acierto de haber elegido esta
carrera llegó casi enseguida, por lo que el ahora economista en
ciernes se sentía dichoso de haber salido ganando en aquel volado.
Desarrollo en el devenir profesional
La economía solo fue el primer paso de su trayectoria
34
Ser estudiante y a la vez pertenecer al campo laboral le abrió muchas puertas a Enrique, pues la idea de adquirir experiencia no le
fue opcional sino una necesidad, por lo que no le sería difícil enfrentarse al mundo competitivo después de sus estudios de
licenciatura. Además, en aquel entonces se pensaba que el propósito de una carrera era la de fortalecer la adquisición de habilidades
para el empleo profesional, por ello es que la mayoría de sus compañeros también se encontraban ante la misma situación.
Desde el año de 1969, él ya se encontraba en las filas del mercado laboral. Es en el Banco Nacional de México donde ejerce de
investigador y analista de crédito, hasta 1975, un año después de terminada su carrera. Durante sus años de estudiante, las
oportunidades laborales llegaban de parte de algunos profesores, su primer empleo enteramente relacionado con su campo profesional
fue con un maestro que ayudaba a muchos de sus compañeros de grupo, aproximadamente laboraban con él quince personas.
Al pedir trabajo, Enrique se encontró con que una de sus amigas había renunciado, por lo tanto, con este empleo comenzaría su paso
por el mundo laboral como economista.
Ante la nueva perspectiva que tenía al contar ya con un título profesional es que decidiría entrar de lleno a trabajar en algo
más relacionado con lo que sus estudios profesionales exigen, por lo que termina por renunciar al banco aunque eso
significara sacrificar un buen sueldo. Sin embargo, la motivación por hacerse de los méritos necesarios para mejorar su situación
financiera, es lo que lo lleva a tener varios empleos, primero en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en la Dirección
General de Tarifas, Terminales y Servicios Conexos; luego como jefe de la oficina de Estudios Regionales en la Secretaría de Trabajo
y Previsión Social. Posteriormente desempeñaría el cargo de jefe de la oficina de Personal Ocupado y Salarios en la Secretaria
de Programación y Presupuesto y también en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología como asesor técnico del área de
recursos humanos y capacitación.
En el año de 1983, aparece una convocatoria en el periódico Uno más uno, donde se hacía la promoción de un
concurso para la plaza de maestro en la carrera de Sociología. Para ese entonces, Enrique Cruz al encontrarse desempleado, decide
inscribirse con currículum en mano para presentar el correspondiente examen. A pesar de la negativa del coordinador, el cual
afirmó en ese momento que solo aplicaba para profesores que formaran parte de la comunidad UNAM, a los tres días terminan
comunicándose con él para ofrecerle su primera oportunidad como docente en el terreno profesional, con un paquete tan
redituable de 26 horas, es que éste se decide por comenzar a trabajar en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón (ENEP).
El camino de la Economía a la docencia
35
Enrique Cruz comenzó dando clases de Sociología un 1° de octubre de 1983. En aquella época las carreras pertenecientes al área
de Ciencias Sociales que ofrecía la multidisciplinaria de la UNAM del municipio de Nezahualcóyotl, (las licenciaturas en
Relaciones Internaciones, Periodismo y Comunicación Colectiva, y Sociología) compartían un tronco común de materias a cursar.
Lo que en un principio fue una invitación y un impulso totalmente osado, pues en ningún momento pasó por su
mente impartir clases, la cátedra universitaria terminó por representar un reto que acabó gustándole, además de que su desempeño
siempre calificado de manera positiva por sus alumnos, lo motivaría a tomar con cariño esta profesión.
Aprender del medio del trabajo y combinarlo con la labor docente fue lo que le permitió a Enrique Cruz tener una visión más amplia
del desenvolvimiento del mundo dentro y fuera de la universidad, situación que aprovechaba para compartírsela a sus alumnos como
experiencias enriquecedoras a la hora de buscar ellos una oportunidad afuera.
No obstante, esto dio lugar a diversos conflictos relacionados siempre con el problema de los horarios, sobre todo, algunas
circunstancias en las que un determinado trabajo exigía horas extra de cuatro a cinco días seguidos. Llegaba la hora de
tomar una decisión entre dar clases o ejercer en la Economía.Enrique resolvió sus dudas desde el primer contacto que tuvo
con sus alumnos ya que entendió que la profesión docente iba más lejos, que se trata también de un trabajo social.
También pudo darse cuenta que el trato que tenía con los estudiantes era de total respeto, por lo que no se consideraba así mismo sólo como
un maestro, sino como un guía, consejero o hermano mayor al cual buscaban y pedían asesorías y buenos consejos.
A pesar de las atareadas andanzas de Enrique entre las mañanas trabajando y las tardes impartiendo clases,
cuando algún alumno se acercaba y le pedía alguna sugerencia, él no se negaba pues cree firmemente en lo
importante que es escucharlos, por lo que acompañados de un café, múltiples pláticas se abrían a todo tipo de problemas,
familiares o existenciales pues para el maestro se trata de un sentido de responsabilidad hacia sus alumnos, con un trasfondo social.
Las materias que él disfruta impartir siempre han sido las relacionadas a la Historia, pues es la verdadera pasión de Enrique
y disfruta mucho de la relación que ésta tiene con diversas ramas del conocimiento social. Es debido a los constantes cambios
que los procesos de enseñanza experimentan, que su preparación académica va requiriendo de nuevos grados de especialización.
Consciente de ello es que cursa el grado de maestría en Enseñanza Superior por la UNAM ENEP Aragón del año de 1997 a 1998, una
maestría en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de 2003 a 2005 y el doctorado en Pedagogía por la FES Aragón, en 2008,
concluyendo en 2012.
La candidez que inspira al profesor universitario
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Metamorfosis de una joven facultad
Enrique ha crecido con la FES Aragón, a través de sus ojos la institución se ha convertido en una de educación superior de excelencia.
Cuando llegó a impartir clases en el año de 1983, la multidisciplinaria solo contaba con estudios en el grado de licenciatura, y sería hasta el
año de 2005 que luego de la aprobación de los diversos programas de posgrado por parte del Consejo Universitario toma el
carácter de Facultad.
Asimismo, Enrique presenciaría la creación de nuevas construcciones y edificaciones para la ampliación de aulas y especialidades,
además que gracias a la gran cantidad de empleos en los que ha formado parte, ha tenido la oportunidad de comparar la evolución que la
Facultad de Estudios Superiores Aragón, ha tenido con respecto a otras escuelas de educación superior de la UNAM, como
la FES Acatlán o la FES Zaragoza.
En su investigación doctoral hace énfasis precisamente en las fortalezas y debilidades que la FES Aragón presenta por sobre otras
escuelas. La tesis titulada “Uróboros y Edipo en Aragón. La endogamia académica y su trascendencia en la gestión. Un estudio de caso”,
supone un esfuerzo significativo por presentar un problema de suma importancia para especialistas de la educación superior.
La actualidad y los proyectos en potencia
Para Enrique Cruz, la labor del docente requiere de una constante actualización como herramienta de adaptación ante los distintos cambios
tecnológicos, ideológicos y generacionales que se presentan. El hombre de 66 años, considera que pese a su edad, la actitud que ha tomado
frente a sus alumnos siempre se basa en los más profundos principios de seriedad y profesionalismo. La adecuación que ha sabido
tener ante los cambios también históricos, ha sido la clave de su vigencia como profesor, al mismo tiempo es lo que lo ha mantenido
a flote, dócil y siempre consistente en sus metas profesionales.
Dentro de las aulas del doctorado, hace cinco años, Enrique se preguntaba si ya era tiempo de jubilarse aunque él tendría la
visión de ejercer todavía un plazo de diez años más. Para el maestro no se trata de tomar una actitud pretenciosa pues
considera a esta etapa de su vida como una de plena madurez intelectual y física que le permitirá posicionar todos los proyectos que
tiene en puerta con algunos compañeros de trabajo, personales, incluso el de la elaboración de una maestría en Historia con sus alumnos.
En el período del Dr. Narro Robles a cargo de la rectoría de la UNAM se implementó un proyecto que consistía en
rejuvenecer la planta docente de la universidad, por lo que los profesores con determinados años antigüedad estaban
invitados a dar paso a los jóvenes. El panorama para Enrique Cruz es positivo gracias a que podrá conservar su seguro de
gastos médicos mayores, esto lo ha llevado a tomar la decisión de comenzar a tramitar su jubilación, recién cumplidos sus 70 años de edad.
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Su dedicación y desempeño le hicieron acreedor al mérito universitario
L’ inverno
41
Dentro de todas las aventuras que emprende Enrique a lo largo de su vida se encuentra la creación de un pequeño establecimiento, que
él y una pareja que antecede a su esposo José Luis, consolidasen por algún tiempo. Éste oriundo de Guatemala llamado Manuel ayuda
a Enrique a materializar la apertura de una Boutique de ropa para hombre y para mujer en una asociación donde uno diseña y el otro se
dedica a coser.
Fue de manera repentina el descubrimiento de un talento casi innato para diseñar por parte de los dos, aunque la costura de prendas
constantemente se realizaba bajo la mano de obra de Manuel. El negocio ubicado en Paseo de la Reforma cerca de la fuente de la
Diana Cazadora en el entonces Distrito Federal, se establece hace ya treinta años, contarían con un grupo de trabajadores para la
realización de las diversas actividades que éste exigía.
Después de un tiempo la relación sentimental no progresó por lo que la Boutique pasaría a manos de quien ahora sería la ex
pareja de Enrique. La decisión fue propia y a pesar de ya no vender ropa, sigue dedicándose al diseño aunque solo para uso personal.
Sin embargo, al vivir esta experiencia, se da cuenta de sus habilidades para el diseño, pues al solicitar trabajo como profesor en
la universidad Jeannette Klein, escuela dedicada al tema de la moda, es aceptado para desempeñar como un historiador cuya tarea
era la de capacitar a los estudiantes en la materia en cuestión.
Él disfrutaba de la biblioteca del plantel y cuando contaba con ciertas horas libres iba y buscaba algún libro que lo llenara de ideas.
Cada libro aportaba en Enrique algún dato interesante y es por esto que la visitaba de manera tan constante que termina por hacerse
amigo de la bibliotecaria, la cual le permitía consultar el acervo allí mismo.
La moda y sus pasos por la versatilidad de la elegancia
Algún día de aquellos en lo que solía pasar el rato leyendo llegó a
él una alumna con ciertas dudas acerca de los diseños que creó para
un concurso de la universidad, a lo que el profesor le sugiere
realizarciertoscambios.Cuandolajovensepresentaalconcursologra
ganarlo. Para sorpresa de todos, gracias a aquel triunfo la solicitud
que tuvo Enrique por parte del alumndo creció gracias al ojo que
tenía para la moda.
Posteriormente desempeñaría el cargo de Coordinador de Carrera
el Instituto Yacatia, hoy desaparecido. Aquí, impartiría materias
entre las que se encontraba el diseño de modas con el objetivo de
inspirar a los nuevos diseñadores con las modificaciones que hacía
con ropa confeccionada en los siglos XVIII, XIX y XX, otorgándole
de cierta utilidad para nuestros días.
Existían jóvenes talentosas como lo era Alejandra, una alumna
que participó en una competencia efectuada en París, llevándose el
tercer lugar gracias a la aplicación de recursos tradicionales
mexicanos en sus diseños, como el escudo nacional bordado, el
ala del sombrero de charro en una falda y la blusa confeccionada
como un top que semeja la corbata del charro, ideas que a su vez
partierondelas aportacionesvistasenloscursosdelprofesorEnrique.
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43
Son treinta años los que Enrique Cruz García ha compartido al lado de su compañero de vida, José Luis Sánchez Mora. Treinta años
que constituyen un período de afecto mutuo en la vida de ambos. El camino que deciden tomar juntos fluye en un sendero de completa
felicidad entre lo hedónico y lo eudemónico. En su relación sentimental lo más importante son los intereses y necesidades conjuntas, que
como pareja han sabido confrontar.
No se trata de una relación conflictiva, pues Enrique no recuerda una sola ocasión donde la confrontación generara discrepancias mayores,
dicho sea de paso, nunca han buscado problemas entre sí, son conscientes del peligro de caer en lo absurdo. Cuando no hay una persona
que busque problematizar una relación y por lo mismo, no se tiene con quien discutir, simplemente se trata de llegar a acuerdos, se nego-
cia, y se aclaran los mal entendidos. Así define él su ética ante el amor, ya que así, las cosas han funcionado bien.
Es que recién entablada la relación que la pareja se comienza a plantear la posibilidad de adoptar un niño, aunque siempre considerando
los aspectos tanto positivos como negativos de una decisión así. Pronto se darían cuenta que no era una vía factible debido a que alguno
de los dos debería renunciar a su trabajo, es decir, dejar su papel de profesionista para desempeñar el rol de una madre.
Llevar al niño a la escuela, hacer la tarea con él, darle de comer y atender todas sus necesidades sin duda entusiasmaba a la joven pareja,
sin embargo, surgía a la vez un poco de miedo ya que ambos deseaban realizarse profesionalmente, iba a resultar complicado que alguno
de los dos renunciara a aquel deseo, ese sería quizá su principal obstáculo.
El sendero de los sueños cálidos
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Enrique y su esposo José Luis
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Grandes pérdidas en un
cielo estrellado
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Como todo en la vida hay ciclos que
simplemente terminan, sin embargo,
no hay forma en que la despedida de un
ser querido no resulte abrupta. Las dos
grandes pérdidas que Enrique Cruz ha
padecido de sobremanera, han sido las
de sus padres.
En lo que respecta a Ruperto, su padre,
el fatídico instante fue precedido por lo
que parecía ser un simple sueño, pues al
quedarse dormido ya no despertó.
En ese momento, el hombre que
alguna vez se había caracterizado por
ser muy activo y con mucha energía
se veía cada vez más decaído, como
una flor al comenzar a marchitar.
Fueron meses en lo que de cierta
forma la familia Cruz García
sabía que tenía que pasar en
algún momento, para que
en el año de 1980, hace
ya 35 años, Ruperto
suspirara un último
aliento.
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Enrique ve este acontecimiento hoy bajo la perspectiva del tiempo,
dando lugar al deseo, si se tuviese la posibilidad de elegir la
manera en que dejaremos este mundo, de descansar de forma similar a
la de su padre. Sin dolor alguno ni ninguna enfermedad crónica y larga,
simplemente marcharse mientras se está dormido. Al momento de
vestir a su papá para después llevarlo a la ceremonia de velación, fue que
miraría en él una expresión de felicdad, por estar durmiendo,
por estar tranquilo.
En el caso de Juana, su madre, las cosas fueron muy
violentas con respecto a su otra pérdida. En la casa de su hijo
ella sufriría un fatal accidente pues se caería para posteriormente
golpearse en la cabeza, provocándole un derrame cerebral, por
lo que fallece antes de que Enrique pudiese llegar a verla. Al ser
avisado de tan grave percance, haría el traslado desde la boutique que
tenía en Reforma para llegar a casa y encontrar a su mamá sin vida.
Sin embargo, el doctor que la atendió le comentó que Juana no había
sufrido pues el golpe había sido fuerte, lo que significaba que había
muerto instantáneamente.
En el caso de los dos, la pérdida fue muy difícil para un Enrique acos-
tumbrado a saludar a sus padres habitualmente, a llamarles por teléfono
y visitarlos siempre con el mismo entusiasmo. Fue después de cinco
días de la muerte de su padre que su hijo se da cuenta de lo acontecido,
ya que durante ese lapso él marcaba a su teléfono, el cual sonaba varias
veces sin ninguna contestación. Enrique se preguntaba dónde estaría su
padre que no contesta, se dio cuenta de que él ya no contestaba.
Tomar conciencia de que sus seres queridos ya no estaban junto a él,
fue sin duda lo más difícil para el profesor pues con su madre pasó
algo similar cuando al llegar a su hogar la saludaba y de una forma
casi automática, se paraba junto a las escaleras para gritarle que su hijo
estaba de vuelta. Después del sepulcro, Enrique se llegó a preguntar
qué es lo que estaba haciendo si ella, su mamá, no se encontraba en casa.La señora Juana García, su madre
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Para Enrique Cruz, el aprendizaje se cultiva todos los días. Una de sus más grandes preocupaciones ha sido que al momento de
realizar sus clases procure siempre que entre sí no sean exactamente iguales todo el tiempo, por lo que se dedica a leer cuando menos dos
periódicos diarios y ver la misma cantidad en noticiarios por la televisión, además de consultar internet, todo con el propósito de
mantenerse constantemente actualizado e informado.
Al mismo tiempo, disfruta de ir a conferencias y cursos de temas diversos relacionados con la Etnografía, educación, la sociedad de la
información y mesas redondas de autores como Heidegger, Habermas, Foucault, etc., con el propósito de contar en todo momento con
material para sus alumnos.
No obstante, considera que la sabiduría no es más que la experiencia, eso quiere decir que no es precisamente una cosa que se
aprende sino una cosa que se vive. Así es que entendió en la medida en que se fue volviendo grande, a ser más cauteloso, sin caer en una
actitud temerosa ante las situaciones. Esto significa que no se trata de hacer las cosas solamente porque más agradan, sino que además
es necesario tenerlo todo planeado, aprendizaje tomado principalmente de las enseñanzas de su madre, la cual le
aconsejaba no lanzarse a nada sin pensarlo ni analizarlo, por lo que la sabiduría consiste en hacer las cosas correctamente.
De vuelta al mar de la fe del porvenir
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La vida por sí misma representa el más grande reto de todos. Para él, su principal reto dentro de toda esta serie de sucesos que construyen
una historia de vida, ha sido el de proveerse de un suelo lo suficientemente bueno para vivir con la debida comodidad de un dulce hogar.
No obstante, para alguien que ha tenido cuatro empleos al mismo tiempo el fruto del trabajo tiene un valor el cual es incalculable. Enrique
Cruz García trabaja para vivir y ha vivido para trabajar.
Una de las necesidades más fuertes que ha tenido ha sido la de enfrentar graves padecimientos, primero la diabetes y también el
cáncer. En el año de 2006, cuando contaba con la edad de 56 años, es diagnosticado con esta enfermedad en la glándula prostática.
Una situación tan complicada que le lleva a preguntarse enseguida sobre las posibilidades de sobrevivencia que iba a tener. Este
cáncer apenas se encontraba en una fase inicial y por medio de una laboriosa operación es que solo necesitó de un lapso de quince días
para completar su fase de recuperación y reanudar sus actividades escolares.
En cuanto se le retiró la sonda que utilizaba para eliminar la orina, se reincorpora a sus actividades cotidianas, siempre convencido
que este nuevo reto efectivamente tenía una solución, eran circunstancias que se podían resolver y que le iban a permitir vivir siempre
con la firme convicción de no ceder ante las adversidades. Otro problema fue el de las medicinas, puesto que los precios eran
demasiado altos llegando a requerir al mes, aproximadamente de quince mil pesos solo para costearlas, así que vivir con una
condición adecuada de salud es el principal reto que ha tenido que enfrentar.
El diluvio donde la luna se esconde
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Es en el momento donde los alumnos evalúan las clases de un profesor, que Enrique Cruz se encuentra siempre durante los semestres
con las mismas observaciones: su clase es aburrida, es una persona bastante dispersa, habla mucho de él, es un maestro muy bueno, es
el mejor profesor, etc. Esto le llegó a representar un pequeño conflicto al cuestionarse sobre las medidas necesarias en cualquiera de
los dos casos, en el de una valoración positiva o negativa de su desempeño.
Llegó a la conclusión de que no es posible darle gusto a todas las personas, puesto que cada una tiene gustos y convicciones
distintas, a veces incluso hasta antagónicas. Por esto, está consciente que mucha gente lo recordará bajo una perspectiva que no es
del todo de su agrado. Para él resulta imposible resolver cuestiones que a nivel emotividad plantean si alguien te cae bien o mal.
A pesar de esto, no es una cuestión que se tome de lo más personal ya que no solamente los alumnos se refieren a él, sino
en general a todos los profesores.
No le es necesario caerle bien a todos, pero con que lo recuerden pocos alumnos entre cada uno de los grupos que tuvo a su
cargo, es realmente apremiante para quien se ha desempeñado siempre con verdadera vocación. Sin embargo es con Sara, una de sus
alumnas en la maestría, ha logrado entablar una cordial amistad, se saludan con el mayor de los gustos y además él conocería a su familia,
su marido y sus hijas.
Cumplidos 44 años de impartir clases le han hecho entender que el papel del maestro no es solo el de la persona que viene a
transmitir conocimientos, sino además el modelo de una persona que ha construido ante los ojos de sus alumnos.
Enrique Cruz García se daba cuenta que se conservaba mucho mejor gracias a que los jóvenes lo retroalimentan, el profesor es un
producto de las relaciones interpersonales que entabla con ellos siempre con madurez.
La amistad reverdece en pleno vendaval
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El mayor placer de la vida para Enrique es viajar y explorar, lugares la Universidad de Chicago o la Universidad de Ann Arbor en
Detroit, significaron mucho para él, no solo por ser de sus primeros viajes, sino por la reacción emocional que generó un hambre de
quedarse ahí sobre todo después de presenciar la majestuosidad de sus universidades, de sentir esas relaciones interpersonales
directas, la practicidad de sus acciones así como la eficiencia en todo lo que hacen, llegaría a causarle nostalgia por no poder
permanecer en esa imagen, en ese ambiente, a tal grado que ya en casa deprimido no salió de su cama por un día completo.
En dirección a Sudamérica, países como Brasil y Chile le permitieron ubicar un contraste cultural, culinario e ideológico
para distinguir las bondades y desventajas que nos hacían parecidos o diferentes. Un más cercano Costa Rica le generaba ese
sentido de permanencia pues la diversidad de flora y fauna así como el mosaico climatológico que se presenta a las limítrofes de
la capital costarricense hace de este país un lugar idóneo, poblado por gente cálida. Guatemala es el país más visitado por Enrique
ya que en alrededor de diez ocasiones ha aprovechado estos viajes para trasportar artesanías que después venderá, exportándolas
e importándolas de su país y de Guatemala respectivamente.
También emprendería travesías dentro de su país, comenzando por Zacatecas, sitio de recuerdos pues es la tierra que lo vio nacer, sus
primeras imágenes de niño fueron aquí, y ahora forman parte de la historia de sus sobrinos y los hijos de ellos. Mérida, Morelia y Xalapa
son lugares que él recuerda con mayor afecto y que gracias a sus bellezas coloquiales siempre buscará regresar.
Las playas del Caribe mexicano le causan especial admiración, pues a pesar de haber experimentado la divinidad de Río de
Janeiro en Brasil, el área costera de México brilla en otro color. También conectarse con sus raíces culturales hizo que el profesor, junto
con sus alumnos, visitase las zonas mayas como Tikal, que para él representa el lugar que más le ha impresionado en todos los viajes que
ha hecho en su vida.
Travesías donde la tierra late caliente
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Otro gozo de Enrique han sido los overoles pues los considera cómodos e ideales para viajar, ya que son frescos, ligeros y de cierta
forma, confortables, por lo que forman parte del uniforme obligatorio para sus fines de semana. Así mismo le gusta portarlos
cuando sale a caminar o a “chacharear” como él le llama, por estos lugares históricos de la Ciudad de México o la Lagunilla, la cual
visita constantemente ya que ahí encuentra libros, ropa o muebles impregndos de historia que tiene que ver con su infancia y que
lo llevan por un periplo de recuerdos.
Las caminatas terminan siempre con una selección de películas del cine clásico, a veces contemporáneo y al igual que lo hace con
los periódicos y los noticiarios, utiliza el cine como una herramienta de exposición para sus cursos y aunque no los puede acoplar
en alguna clase semanal regularmente los utiliza como material para con los maestros.
Sin embargo, un dulce hogar para él no se trata solo de una satisfacción sino también de la comodidad, la calidez de un ambiente lleno
de recuerdos y amor, así como la afición que presenta hacia los gatos, animales domesticados provenientes de la familia de los felinos
que tienen un peculiar significado, pues desde muy joven se hicieron presentes en su vida como animales que le resultan protectores.
El primer gato que tuvo se llamó Micifuz y llegó por parte de su madre con la que compartía este gusto y que posteriormente se lo
heredase. Así se fue creando todo un cariño que lo llevó a coleccionar más de cincuenta figuras de estos mininos hechas de
distintos materiales como la madera, cerámica, telas o barro y que provienen de los diferentes países que ha visitado.
También, a lo largo de su vida, Enrique ha tenido aproximadamente diecisiete gatos de los cuales el más querido y risueño es Odín,
un dorado de aproximadamente tres años de edad, robusto y muy cariñoso. El gusto por estos animales adorna los interiores de su
hogar junto con los distintos reconocimientos que el profesor obtuviera por el mérito a su desempeño como docente así como
otros regalos que recibió por parte de amigos y alumnos con el paso del tiempo.
53
Enrique Cruz vivió durante su niñez y parte de su juventud una experiencia muy cercana con la religión católica. Sin embargo, llegada la
edad de 17 años, se desentendería completamente de los asuntos espirituales y metafísicos. Cuestiones como la crucifixión de Cristo y la
simple idea de que Dios vino a morir por nosotros, se le parece un tanto absurda.
No encontró jamás una creencia religiosa que satisficiera sus necesidades, y eso le parecía enteramente anticuado. Las monjas y
sacerdotes que tuvo en su familia le ayudaron a no depender de un solo dogma por lo que al explorar alternativas como el budismo o
sectas protestantes, se daría cuenta que en esencia se puede ser alguien religioso pero sin tener ninguna religión declarada, es por lo
mismo que cree de cierta forma en la existencia de algún Dios.
Enrique Cruz García construye a lo largo de su vida tantas vivencias y anécdotas como le ha sido posible. A sus ya casi 67 años
de edad, la condición física que mantiene le ayuda a seguir ejerciendo una profesión tan amada para él, además de contar con
la firme convicción de proponerse nuevos proyectos y metas. Asimismo, se siente orgulloso de la vanidad que rodea su vida
pues a nadie más que a él le ha costado llegar hasta aquí, con 33 años de impartir clases en la Universidad Nacional Autónoma de México,
etapa de grandes experiencias.
La gran inspiración en la vida del profesor universitario es su relación de pareja, la cual le ha otorgado muchas de sus más dichosas
satisfacciones, lo que lo hace muy feliz en este sentido. Asimismo, el trabajo ha sido otra fuente de alegrías diversas, por lo que
siempre y cuando se encuentre en las posibilidades de ejercer de manera decente y profesional, seguirá en la enseñanza como
el profesor responsable y comprometido por formar a quienes construiremos el futuro del país.
La inspiración en la vida de Enrique Cruz
Puedo decir sin equivocación que he sido un hombre
afortunado. He tenido todo lo que un hombre podría
esperar en su existencia: Una familia que me dio todo lo
necesario para afrontar los retos de la vida, y que me
acompaña y apoya en los momentos en que la he
necesitado; ser miembro de la comunidad universitaria en la
FES Aragón que me ha permitido en 33 años formarme,
realizarme profesionalmente y como ser humano; y,
finalmente, el amor y el afecto de mis compañeros de trabajo,
de mis alumnos, y de mi esposo, que me ha acompañado los
últimos 30 años de mi vida. La suma de todas esas cosas me
permite sentirme pleno y de haber disfrutado los 67 años de
edad que he vivido.
Enrique Cruz García
54
Este libro se terminó de imprimir el día 6 de mayo de 2016
en Manuel Caballero 156, interior 6 colonia Obrera
C.P. 06800 Ciudad de México.
Facultad de Estudios Superiores Aragón
Universidad Nacional Autónoma de México
Las cuatro estaciones de Enrique Cruz
Alucarda
Aventurero, esposo y amante de la música clásica: Las
Cuatro Estaciones de Enrique Cruz García, al igual que
los cuatro conciertos compuestos por el italiano Antonio
Vivaldi “Le quattro stagioni”, muestran el desarrollo en
múltiples aspectos de la vida del profesor de economía y
sociología de la Facultad de Estudios Superiores Aragón.
La primavera de los primeros años de su vida; el verano de
su juventud; el otoño de su adultez y el invierno de estos,
sus años de madurez.
El propio Enrique, nos obsequia memorias de distintas
tonalidades en este libro biográfico, desde cuando de
pequeño, su abuela lo acusaba de dejar salir al
pajarito de mamá, causándole regaños por parte de ella,
hasta aquella en donde cuenta cómo fue que gracias a un
volado entre amigos, marcaría de manera decisiva su
formación profesional.
Las Cuatro Estaciones de Enrique Cruz invita a sumergir
al lector a una narración en prosa sobre la vida.

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Las Cuatro Estaciones de Enrique Cruz

  • 1. Las cuatro estaciones de Alucarda Enrique Cruz
  • 2.
  • 3. Alucarda Pamela Valdivia García Luis Antonio González Flores México D.F. Las cuatro estaciones de Enrique Cruz
  • 4. Primera edición en español (2016) González Flores Luis García Valdivia Pamela Las cuatro estaciones de…Enrique Cruz/ González Luis y Valdivia Pamela México, D.F. Alucarda Editorial, 2016. 50 p; 28x21.5 cms ISBN: 978 607 28-0141-9 Editorial. 2. Comentarios y sugerencias: Alucarda_UNAM@hotmail.com www.facebook.com/Alucarda Teléfono: (55) 25932673 Fax: (55) 53443100 Diseño: Alexis Villalobos Pineda Fotografía de portada: Alberto Rodríguez Reyes Ilustraciones: Laura Gómez Rendón Redacción: Luis González Flores / Pamela Valdivia García Corrección: Victoria López Prieto / Montserrat Sánchez Maldonado D.R. 2016, Alucarda Editorial, S.A. de C.V. Av. Real del Boque, Mz 21, Lt 46, 54948, Estado de México Teléfono: (55) 58315072 o 73 Correo electrónico: edicitorialalucarda_fesaragon@hotmail.com Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada-, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito del editor. Impreso en México, D.F.
  • 5. A Enrique Cruz por la esencia que ha marcado en el espíritu de sus alumnos a lo largo de su trayectoria en la enseñanza.
  • 6. Prólogo Paradójicamente me resulta muy difícil escribir una cuartilla sobre un tema que me precio de conocer tan bien: la persona con quien he convivido los últimos treinta años de mi vida, o sea la mitad de ella. De hecho, a veces bromeo afirmando que podría ganar un concurso exhaustivo de preguntas o realizar un doctorado sobre Enrique Cruz. Sin embargo, varias razones me hicieron dudar de escribir el presente texto. La primera y más inmediata, el temor a no hacerle debida justicia al personaje en cuestión. Por otra parte, se trata de aportar algo sustancial a la historia de vida que este texto antecede, ya que los jóvenes autores de la misma recopilaron y procesaron cuantiosa información de diversas fuentes, comenzando por el propio interesado. Finalmente, mi punto de vista podría no cubrir las expectativas de los lectores de las líneas que encontrarán a continuación, pues se nutre de vivencias muy personales que si acaso compartiría con nuestro círculo más cercano. Sin embargo, la petición de mi esposo me ha decidido a intentarlo, y buscar un enfoque que satisfaga los requerimientos tanto del ámbito que abarca la presente publicación, como de la institución que la auspicia. Así, me ocuparé un poco de los aspectos relacionados con su papel profesional, y específicamente de docente, mas no en el sentido que podrían abordarlo sus numerosos alumnos y exalumnos a lo largo de varias décadas, o el nutrido grupo de sus colegas que ha sabido cultivar. Lo haré, no como quien ha contemplado su labor de frente, sino - y el símil no es gratuito- como lo he observado “tras bambalinas”. El lenguaje teatral viene a cuento por la sensación común en ciertos maestros de excelencia, quienes consideran que dentro de sí llevan un actor frustrado, que anhela, al fin de cada clase, el ansiado aplauso de su “público”. De lo primero que supe de Enrique, cuando lo conocí, fue su actividad como profesor en la -entonces- ENEP Aragón. Más tarde, al poco tiempo de tratarlo me cautivó su peculiar sentido del humor. Al comentárselo, me confesó, no sin cierto orgullo, cómo le servía de herramienta para lograr captar el interés de sus estudiantes, facilitando la transmisión y fijación de conocimientos.
  • 7. Además, otros elementos tampoco debían faltar en dichas labores: relacionar los temas estudiados con una utilidad más o menos inmediata, mantenerse constantemente actualizado en la información manejada, y cuestionarla y criticarla de manera que nada se convierta en dogma incuestionable. Todo ello enmarcado en un principio ético, no por básico menos raro al juzgar la actividad docente: para explicar un tema al alumno resulta indispensable entenderlo plenamente uno mismo. Desde entonces he visto desfilar, a veces sólo en sentido figurado, legiones de alumnos que recuerdan las lecciones del Prof. Cruz, e incluso ya padres y abuelos conservan sus apuntes, en los casos más extremos, siempre atesorando sus enseñanzas relativas a las respectivas carreras y a los aspectos más variados de la vida en general. Tantos estudiantes han disfrutado de su vocación que en los lugares más insospechados nos llegamos a encontrar alumnos y exalumnos suyos, de la FES y muchas otras instituciones, que lo saludan y recuerdan con auténtico cariño. No quisiera terminar las anteriores divagaciones sin referirme a las cualidades que apuntalan la larga y fructífera trayectoria de Enrique Cruz, mismas que en el terreno personal me precio de haber disfrutado constantemente durante las pasadas tres décadas. Varias de ellas me remiten a las que hicieron de mi padre también un maestro de excelencia y ameno conversador: su curiosidad inagotable, su dominio de temas de la más diversa índole, su experiencia profesional en apoyo de su labor docente, y una generosidad hacia sus estudiantes que en ocasiones raya en la abnegación. Me considero privilegiado de constatarlas cotidianamente. Lic. José Luis Sánchez Mora
  • 8.
  • 9. Los orígenes de sus padres Ruperto Cruz Barajas y Juana García García Sus abuelos paternos fueron Susano Cruz y Evarista Barajas. Ambos campesinos oriundos del estado de Jalisco, vivieron durante la etapa de la Revolución Mexicana en un pequeño rancho llamado Paso Hondo, en el Municipio de Tlajomulco de Zúñiga, cercano a San Juan de los Lagos. De este enlace nacen tres hijos, Isidra Cruz Barajas y María Cruz Barajas, esta última fallecida a la edad de 20 años; además un tercero y más joven, Ruperto, quien entablaría una sólida relación solamente con su hermana Isidra que perduraría a lo largo de su vida. La familia materna de Enrique se conformaría del matrimonio entre Alfonso Juárez y Zeferina García. Ellos vivieron en un rancho llamado Las Boquillas, a las orillas de la ciudad de Zacatecas aunque posteriormente se mudan a una casa ubicada en un barrio de la ciudad, en el Barrio de las Haciendas, en la calle de Hacienda de Cinco Señores. Doña Zeferina se distinguía por ser una persona emocionalmente inestable debido a que tuvo altibajos muy importantes en sus relaciones emocionales con sus dos maridos. Los dos primeros, Luis y Juana se concibieron con su marido Juan García, que habría de morir en una escaramuza en 1914, durante los inicios de la revolución mexicana. Sin embargo, al quedar viuda en el año de 1914 se va a vivir con Alfonso, durante el periodo de 1921 a 1940, y con quien procrearía otros cuatro hijos. María del Refugio, María del Carmen, Simón y Ezequiel, serían sus nombres. De todos ellos, debido a su personalidad fuerte e imposi- tiva, Juana, segunda hija del primer matrimonio, sería una líder a quien todos obedecían y respetaban, por lo que la tutela de los demás hermanos se encontró siempre a cargo de ella y de su madre. A pesar de ello, es que producto de las fricciones y el carácter fuerte de todos los hermanos, se generan gran cantidad de conflictos entre los miembros de la casa, mismos que incluso se consolidarían en alianzas de unos en contra de los otros grupos antagónicos que a la postre se formaban.
  • 10. Debido a estas diferencias es que Juana decide irse con Ruperto a vivir a la Ciudad de México en el año de 1940, durante el llamado Milagro Mexicano que caracterizaría al gobierno de Manuel Ávila Camacho. Aquí, juntos establecen una bodega de frutas y legumbres en el famoso barrio de la Merced. Al mismo tiempo se dedican a la exportación de piña y mango hacia los Estados Unidos, amasando así, una buena fortuna gracias a las posibilidades de crecimiento económico y de infraestructura en la capital del país. Mientras la mayor de las hijas de Zeferina consolidaba su liderazgo por medio de las aportaciones económicas que le hacía a su madre, misma que se encargaba de repartirlo entre sus demás hijos. Una de ellas, María del Refugio, a quien mejor conocían como Cuca, entabla al mismo tiempo, una relación sentimental con un hombre casado del que tuvo dos hijos llamados Epifanio, Arturo y Silvia, quien sería la menor de sus hijos. Posteriormente, Cuca conoce a Cornelio Cerecero Terán, un maquinista de la famosa locomotora apodada como La Burrita, una Hudson 4-6-4 hecha por la American en Estados Unidos en el año de 1937. Él y su hermano, Julio, conducían sobre las vías de los ferrocarriles que transitaban por el estado de Aguascalientes a Zacatecas. Hoy, La Burrita se encuentra en el Museo de Locomotoras de Aguascalientes, por la conmemoración de la época del vapor. Cornelio y María del Refugio procrean a José Luis Ramiro, pero al no florecer su relación, Cuca se ve obligada a quedarse junto a sus hijos, a vivir en la casa de su madre. En mayo de 1951, Juana visitaría a su madre para llevarse la sorpresa de encontrar a María Del Refugio y la precaria situación en la que esta se encontraba, por lo que la mayor le sugiere la idea de llevarse a uno de sus hijos. Su hermana responde que incluso podría quedarse con dos de ellos. Juana se decide partir con el pequeño José Luis Ramiro, al convencer a su hermana que no se sería posible hacerse cargo de dos de sus hijos. Así, regresa a la Ciudad de México, ahora con un nuevo hijo, sin contar con papeles legales y sin conocer el nombre de su pequeño, mientras dos de las hermanas ejercerían la prostitución en Guadalajara, durante la década de los años sesenta y setenta. 10
  • 12.
  • 13. 13 Enrique Cruz García creció primero en el seno de una familia conflictiva donde una vida ligada a los problemas de la prostitución y los excesos afectarían profundamente a sus hermanos en el transcurso de la niñez, por lo que la decisión que toma Juana, a sus 36 años de edad y con pocas posibilidades de concebir, sería la más afortunada para destino del pequeño José Luis. El primer conflicto tiene lugar en el momento en que Juana llega con su nuevo hijo a la Ciudad de México, para encontrarse con un sorprendido Ruperto, que contaba con la edad de 50 años, el cual no imaginó en ningún momento una situación siquiera parecida. Fue difícil dar una explicación a quien, en primer lugar, pedía haber tomado parte de algo tan importante como lo es el cuidado, la manutención y la educación de un nuevo e inesperado hijo. El 15 julio de 1949 marca la fecha del nacimiento de Enrique, nombrado así ahora por sus padres adoptivos, con el apellido Cruz de parte de su padre Ruperto y García, de Juana, cuyo cariño por su hijo sólo incrementaría a lo largo de su vida, floreciendo así el inicio de una relación enteramente maternal. La convivencia que la nueva madre tendría con Enrique sería siempre de total afecto, desde las tardes en que se la pasaba bordando hasta lo momentos en que ambos escuchaban música clásica. Madre e hijo, cuyo signo de ambos sería Tauro, tendrían un lazo especial, las mismas actitudes y una forma muy parecida de ver las cosas que pasaban a su alrededor, aunque en ello radica la causa de alguno que otro choque entre ambos. Una infancia en un mar de juegos En aquella época disfrutaba de usar overoles, una de sus prendas favoritas hasta ahora
  • 14. 14 El hogar de Juana y Ruperto no contaba con una televisión, por lo que era la radio la que ambientaba con diversas entidades sonoras. Entre canciones y anuncios se encontraba el de la Lotería Nacional con una pieza titulada Los millones de Arlequín, ballet del compositor italiano Riccardo Drigo, que durante la época se usaba como tema en la transmisión de sus célebres programas. Enrique, con ahora tres años de edad, comenzaría a tomar una dirección totalmente diferente a lo que podría haber sido de su vida. El camino a seguir es ahora el de los trenes manuales, juguete que el pequeño empujaba con todo entusiasmo y que en ese momento era bastante popular. En casa se festejaban más los santos que los cumpleaños, por lo que al hijo de Juana y Ruperto, le correspondía el 15 de julio, día de San Enrique. Al no haber más niños cercanos, no se consideraba necesario festejar con la presencia de payasos y ni siquiera de pasteles. Se preparaba para la ocasión una comida convencional, por lo general un pan de naranja con betún que tampoco se acompañaba con las tradicionales mañanitas. Al no ser una familia con tanto dinero, en celebraciones como la de los Reyes Magos, del tradicional seis de enero, se llegaba a dar el caso en el que el pequeño hijo único encontraba un sobre debajo del árbol de navidad con un billete de 50 pesos, pero éste ya era dinero destinado para la compra de su ropa interior. Enrique se caracterizaba por ser un niño que hacía todo lo que tenía que hacer, sin preguntar. Es por ello que cuando llegaba la ansiada noche de enero, descansaba sin más preguntas ni inquietudes. Los mejores regalos que llegó a tener fueron unos patines y una bicicleta, pero debido a la falta de amigos es que resulta siempre difícil para él, salir a probar sus nuevos juguetes. Él vivió siempre rodeado de adultos, es así que gracias a su madre aprendería a cocinar, sobretodo unos buñuelos hechos con harina de trigo propios del mes de diciembre. La capirotada era otro de sus platillos favoritos, misma que con un simbolismo religioso era un plato habitual durante semana santa. La música clásica y las personas que se preocupaban por brindarle las mejores oportunidades, complementaban lo que Enrique más disfrutaba de sus años de niñez. Sus padrinos serían tan importantes como sus padres, Luis quien fue padrino de bautismo y Enrique, de primera comunión, lo estimaban mucho al ayudarle siempre en momentos complicados con consejos que aún recuerda y que lo marcarían de por vida. Sin embargo, una infancia entre atenciones de su madre, cariño y total parsimonia comienza a contrastar con la difícil y un tanto lejana relación que tendría con su padre, y conflictiva con su abuela materna, Zeferina García, la única que Enrique conoció de sus cuatro abuelos.
  • 15. 15 En el caso de Ruperto, el elemento que se fracturó fue el de la relación que ambos tenían con la mujer de la casa. Desde la llegada de Enrique a casa, diversas cosas comienzan a cambiar, pues la atención de la mujer maternal de la casa inexorablemente iría hacia su pequeño hijo. Ruperto veía en Juana el cariño de una madre, que aunque fuese más joven que él, la miraba como la continuación de una figura materna que nunca tuvo. Ella ahora en su papel de madre, debe decidir el dejar a su niño más adulto para atender de la mejor manera a Enrique, dando lugar al mismo tiempo a una especie de antagonismo entre ambos, del que florece una relación poco unida y aunque siempre con pequeñas dosis de empatía y afecto, fue hasta después de muchos años que terminando su carrera universitaria y con un buen trabajo, Ruperto su actual padre termina por aceptar a su hijo. Con Zeferina, su abuela materna, las cosas no fueron menos difíciles. Ella se caracterizaba por ser una mujer bastante problemática, muy agredida durante su época de esposa, muy sufrida y maltratada por algunos de sus hijos, lo que provocaba que fuera una persona rencorosa. Fue una relación extraña debido a que Juana había enseñado a su hijo a referirse a ella como su abuelita, cosa que a ésta le molestaba bastante, por lo que siempre exigía que el pequeño le llamase “mamita”, a lo que él se negaba rotundamente. A Juana le gustaba tener pájaros, disfrutaba de llevarles de comer por las mañanas después del desayuno, además de lavar sus jaulas y ponerles algo de agua. Sin embargo, la abuela de Enrique, en venganza, llegaba a abrirles la jaula a los pájaros con la intención de acusar a su nieto por sus travesuras de niño, a lo que la madre siempre convencida se decidía por castigar a su hijo. Mientras los años de la niñez de Enrique maduran en su hogar, ubicado en la colonia Guadalupe Tepeyac, en la Delegación Gustavo A. Madero al norte de la Ciudad de México, cerca del Gran Bazar Tepeyac, llega el momento de ingresar a la escuela primaria y comenzar así, con una educación formal. Reflejos dispares en casa
  • 16. 16 El pequeño niño solitario, intelectual, amante de libros Enrique Cruz García ingresa a la educación primaria a la edad de seis años, cursando la totalidad de la misma en escuelas diferentes y vivencias distintas en cada una de ellas, algunas, tal vez más alegres que otras en un período que comprende de 1955 a 1960. Los primeros tres años transcurrieron en una escuela cercana a su hogar, después cursaría el cuarto y sexto grado en otra insti- tución, llamada Alma de México. Para él, la etapa inicial en la primaria no sería de lo más feliz de- bido a ciertos problemas que sostenía con dos de sus profesoras en el instituto. Carmelita y Lupita, eran hermanas y al mismo tiempo dirigíanlaescueladondeelpequeñoestudiantepasabalosrecesos castigadodentrodeladirección,puesaunadeellasnolesimpatizaba. Además, el patio no era tan espacioso para que los niños jugasen de lo más cómodo junto a sus demás compañeros, así que prácticamente salían a que los rayosdel sol los aturdieran, al mismo tiempo platicaban y se mantenían sentados hasta que el descanso terminara. Algunos compañeros de Enrique llegaban con comida para ingerir durante la media hora que las hermanas otorgaban de recreo, pero a él jamás le prepararon alimento alguno y tampoco le daban dinero en caso de sentir hambre, por lo que no recuerda con afecto estos primeros años en la escuela. Los primeros pasos en la escuela
  • 17. El cuarto año de primaria dio al pequeño Enrique, que hasta ese entonces era un niño solitario que no contaba con amigos o sus primos para poder jugar, la grata experiencia de conocer a su mejor y más entrañable amigo, Antonio. Al contrario de lo que la mayoría de niños hacían con sus compañeros de juegos, ambos no eran de los que salieran a ju- gar o algo por el estilo pues se trataba más bien de una relación de tipo intelectual. A Toño le gustaba leer, la música y el teatro por lo que disfrutaba escenificar con algunos de sus muñecos, óperas y obras teatrales. Además, era muy talentoso para dibujar los escenarios donde se llevaban a cabo sus grandes espectáculos de dramaturgia a un precio de 20 centavos, para que los demás chicos de la cuadra pudieran entrar y presenciar los actos donde Toño hablaba, personificaba y al mismo tiempo movía a sus títeres para encarnar simpáticos actores en un juego de niños, sólo para los niños. No obstante, es el quinto año el que más frutos formativos trajo consigo, por lo que ésta representa una importante etapa en la vida de Enrique Cruz, cargada de bastantes influencias académicas. En este contexto, hubo educadores que marcaron de forma significativa su futuro. UnejemploeselmaestroVicente,profesormuymetódicoqueen algunas ocasiones cuando los alumnos no cumplían con sus exigencias, los tomaba de las patillas y las jalaba hasta ver discernida su lección, toda una experiencia extremadamente dolorosa para un niño de primaria. 17
  • 18. 18 Con clases por la mañana y también la tarde, aquella rígida rutina en la que se contaba solamente con una hora para ir a casa y comer para regresar a las aulas aproximadamente a las tres de la tarde y volver a salir a las cinco, constituía lo que eran turnos más largos pero a la vez muy aprovechables debido al buen nivel con que contaba esta escuela primaria. La maestra Julia hizo del quinto año el mejor en el sentido de que si para la década de los años 50, ella contaba con aproximadamente 60 años, eso quería decir que su infancia se había forjado bajo las influencia de la Revolución Mexicana. En alguna ocasión, la profesora invitó a su casa a Enrique y mientras comían, éste dimensionaba al mismo tiempo todo lo que conlleva una verdadera vocación de un maestro clásico. Gracias a todo lo aprendido de esta profesora, es que una de sus experiencias más formativas tenía lugar. Con tan pocos años ya era amante de los libros, comenzando por los de la primaria como el de Literatura que adquirió para el sexto nivel y que le permitió poseer una cultura más amplia, además de un libro de inglés de J. Hamilton Editorial Progreso de los años 50, donde era posible encontrar diversas ilustraciones que para Enrique eran tan preciosas como las de una obra de arte, auténticos libros de colección debido a la buena hechura y su vasto contenido, muy diferentes a los que actualmente se utilizan. La obtención de material bibliográfico no era gratuita aún, la reforma se implementaría hasta febrero de 1959 por decreto del ex presidente de México, Adolfo López Mateos; para ese entonces Enrique ya había salido de la primaria. Es la escuela no. 56 ubicada en la colonia Agrícola Oriental en la delegación Iztacalco, donde cursa sus tres años de educación secundaria, del año de 1962 a 1964. Durante este período es que conocería a una de sus mejores amigas y que al mismo tiempo era su vecina. Ella, hermana de la secretaria de la secundaria, se dio cuenta de que Enrique iba al mismo colegio en el momento en que ambos bajaron del camión en el mismo lugar. Para ese momento, él contaba ya con la edad de 13 años, y aunque su ahora compañera rondaba la misma edad, la forma que empleaba para dirigirse a su vecino siempre fue de usted.
  • 19. 19 Una relación muy formal para un par de chicos adolescentes se justificaba con el hecho de que Enrique hubiese sido siempre de los alumnos más altos en toda la escuela. En ese entonces, el joven adolescente aparentaba más de edad de los años que realmente tenía, pues todos sus allegados le calculaban tres o incluso, cuatro años más. A los 15 años de edad, Enrique Cruz ya tenía barba y bigote, circunstancia que lo obliga a comenzar a rasurarse, sobre todo ante las constantes críticas de su entonces profesora de Literatura, la cual afirmaba que el vello facial le hacía ver sucio por lo que casi a manera de ordenanza, debía quitárselo. Este acontecimiento no sólo marca la edad en la que el joven adolescente comienza a afeitarse, sino el momento en que empieza a portarse ya como un adulto. Esto debido a que al ser hijo único y contar con un par de padres cuya edad superaba a los de sus compañeros de escuela, Enrique crecería prácticamente con sus abuelos por la edad que tenían sus padres adoptivos, hecho que lo impulsa a desarrollar otro tipo de actitudes y mostrar más madurez ante los acontecimientos que como joven estudiante le afectan y que al mismo tiempo configuran sus nuevas conductas. A pesar de todo, aquel niño tímido, introvertido y con dificultades para convivir dentro de su entorno social, jamás imaginó la posibilidad de ejercer en un futuro la profesión de docente, sin embargo comienza aquí a descubrir no solo una vocación sino además una nueva línea de expresión, la cual le ayudaría a mejorar su forma de ser. Desde aquellos juegos con sus primeros trenes manuales, él siempre soñó con ser un gran maquinista pero cuando entró a la escuela vocacional en el año de 1966, solo se encuentra ahora ante dos caminos para su posterior desempeño profesional, la carrera de Contaduría o la de Economía. Lo único que Enrique jamás querría ser en la vida era contador.
  • 20. 20 Al cumplir Enrique Cruz la edad de 16 años, su padre sufre de un infarto que lo deja en cama durante el largo período de un año, además de una pierna en mal funcionamiento, pues tenía un coágulo que le había dañado de forma grave los nervios, circunstancia que lo lleva a depender mucho de su esposa Juana y su hijo. En esa época, la familia contaba con un negocio familiar de atención de autos, donde prácticamente las tareas del mismo exigían que se cuidaran y vigilaran los coches, por lo que al momento de la enfermedad de Ruperto, es que el joven Enrique aprende a manejar, a acomodar los coches y llevar a cabo de manera eficiente todo lo que demandara este nuevo trabajo. Lo anterior representó para él, el hacerse cargo completamente del negocio, ya que su madre se dedicaba a las labores domésticas y a la atención de su padre. Éste, al recuperarse y mejorar en su estado de salud, pudo regresar a la atención de autos. Es durante este momento que él consigue su primer empleo y con ello empieza aún más a pensar como un adulto. Años más tarde, comentaría con algunos compañeros de la carrera sobre lo preocupado que estuvo siempre por cosas de adultos, responsabilidades en lugar de fiestas, deudas y deberes sociales y por supuesto, en el hogar. No dejarse caer ante la adversidad, luchar, salir adelante ante cada obstáculo y comprender que todos cometemos errores pero que justo eso es lo que ayuda a las personas a superarse, son las disposiciones con las que Enrique se forjó. El joven adolescente procuró siempre el cumplimiento de sus más valiosos deberes. Tan importante siempre fue su futuro, por lo que incluso en momentos de carencias económicas para la familia Cruz García, su padrino lo apoyaba con el pago de su colegiatura. El tener una persona con semejante calidad moral, que lo quería, le ayudaba y le apoyaba preparó a Enrique a soportar cualquier adversidad siempre con la mejor disposición. Hacia un nuevo horizonte que temblase
  • 22.
  • 23. 23 Del sueño eterno de la juventud Enrique Cruz viviría, al finalizar su etapa de niñez, casi veinte años en la colonia Morelos, cerca de Tepito, uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de México, entre las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza y conocido como una de las zonas más peligrosas de la gran urbe. El pintoresco barrio bravo se caracterizaría durante estos años por ser un sitio frecuentado por la venta de drogas y por supuesto, la delincuencia; además de un ambiente totalmente insano en cada una de sus calles. A pesar de esto, lo intereses del joven adolescente se irían encaminando paulatinamente al trabajo con la iglesia y el estudio. Esto alejaría a Enrique de las drogas pues al presenciar algunas de las consecuencias que estas tendrían con varios de sus allegados, termina por no contemplarlas nunca dentro sus planes. Él, proveniente de una familia bastante religiosa, encontraría en un grupo comunitario, una de sus grandes aficiones. Es en una misa, mismas que la familia de Enrique presenciaba cada domingo, donde el cura propondría a los jóvenes que contaban con la edad de quince años, en promedio, formar parte de un grupo que trabajara con la iglesia y cuyo objetivo se basaba en establecer un círculo de estudio. En una de las juntas que organizaba el grupo, se propone a Enrique la exposición de un tema de su elección. Para su sorpresa, la recepción de sus demás compañeros fue de total asombro y emoción por la forma en que éste enseña y la claridad con la que lo hace. Después de la brillante clase que imparte, se le otorgaría, además, la facultad de dirigir el círculo de estudio. En este momento, se origina la vocación de Enrique Cruz por la docencia y la investigación, pues exponer ante personas con un nivel educativo más bajo, dio pauta a que los demás jóvenes vieran en él a un líder que les resolvía muchos problemas, por lo que le respetarían y le admirarían.
  • 24. 24 El primer encuentro con las letras Los tres años que Enrique Cruz cursó en la Escuela Secundaria no. 56, del año de 1962 a 1964, tuvieron frutos sumamente substanciosos en su proceso de formación educativa. Sin embargo, el período que comprende el tercer y último año, ha sido el más interesante. Esto se debe a haberse encontrado con buenos profesores de Literatura, que en ese momento, influyeron en el gusto que el adolescente comienza a tomar por los libros, se trataba del florecimiento de una especie de cariño por ellos. En aquellas clases, la dinámica consistía en inducir la lectura, pero de forma obligatoria, por lo que la influencia que esto representaba para la vida de Enrique y sus nacientes hábitos de lectura, se ven reflejados en la costumbre que adquirió por llevar siempre un libro bajo el brazo. A donde fuera, los ratos libres servían de encuentro con las letras y su narrativa. Cuando menos un libro por semana él disfrutaba terminar. De igual manera, son los profesores de la materia de Química quienes ejercen también un aporte positivo al aprendizaje del joven adolescente, mismo que se caracterizaría por ser una persona competitiva en un entorno que apremiaba este tipo de actitudes. Una disciplina para memorizar y la facilidad de mostrarse como un buen aprendiz, fueron elementos que ayudaron a evitarle la necesidad de llegar a la casa a estudiar, o la de desvelarse en las noches por los mismos motivos. Ayudado por su inmejorable técnica para realizar resúmenes es que aprende a escribir bien, a desarrollar su capacidad de síntesis, concentrarse y organizar sus conocimientos que al mismo tiempo le facilitan más el aprendizaje.
  • 25. La ruta cálida de lo lúdico Durante esta etapa de su vida, él comienza a experimentar muchas de sus más grandes aficiones, mismas que encontraría en la música y el cine. Desde niño, se encontró ante la posibilidad de escuchar todas las tardes, piezas sinfónicas de artistas como Tchaikovsky (el cual inspiraría sus más profundos gustos musicales) y Chopin. Esto se debe a que frente a su casa vivía una maestra que enseñaba ballet, por lo que el ambiente acústico más frecuente durante aquella época era el de la música clásica, con la que enseñaba a danzar a niñas de cinco o seis años. En una ocasión, la talentosa instructora invitaría a Enrique a entrar a su casa donde además le propondría la idea de estudiar para adquirir la habilidad de tocar algún instrumento, en este caso, el piano. El joven no se mostraba realmente interesado en ello, aunque su gusto por escuchar música clásica iría incrementando con el pasar de los años. Algunas de las charlas que más disfrutaba eran las que sostenía con un amigo de la secundaria, también interesado en el tema. Además, gustaría de algunos grupos de la época, sobre todo del emergente movimiento de rock en español, donde Enrique Guzmán y César Costa formaron parte de su reportorio. En lo que respecta al cine, no tuvo la posibilidad de conocerlo debido a ciertas dificultades económicas que siempre obstaculizaron el poder ir y ver películas. Sin embargo, desde su temprana adolescencia, ayudado por su altura y la barba que le comenzaba a salir, las cosas serían más fáciles pues desde los quince años, pudo entrar a ver las funciones que se dirigían hacia un público adulto. Ahora, la frustración era para quien acompañara a Enrique al cine, pues- to que por lo general, no corrían con la misma suerte y debían quedarse en la puerta. Esto le permitió tener acceso al cine, y escapar un poco de casa, ya sea a comer en la calle por las tardes, ver una película y regresar hasta la noche, evitándose así de algunos conflictos. 25
  • 26. 26 Enrique dejaba la infancia atrás desde el momento en que comienza a experimentar diversos impulsos que al florecer dan cuenta de la paulatina llegada de un cambio. La explosión hormonal y la autoexploración donde comienza a ejercer control sobre su cuerpo y sus emociones, son las sensaciones que se revelan cómo los principales descubrimientos en ésta nueva etapa de su vida. Ya no esperaba a que decidieran por él, sino que al contrario, la mejor opinión sería la de aquel que habita dentro suyo. El sexo opuesto no le era indiferente en sus años de secundaria, sobre todo cuando Isabel llega a su vida, pues era ella su mejor amiga, su compañera que durante ocho años sería una de las personas más interesantes que pudo conocer. Ellos tenían tantas cosas en común, como su lugar de procedencia, el anhelo por superarse, la lectura y su preocupación por la sociedad, lo que les permitió crear un vínculo afectivo muy fuerte entre ambos. Tanto le debía, que sintió la necesidad de aclarar su sentimiento hacia ella cuando Enrique se dio cuenta que en realidad era homosexual. El ahora joven se encontraba ante un racimo de inquietudes debido a su apenas descubierta orientación sexual, al mismo tiempo fantaseaba con todas esas imágenes que llamaban su atención, situación que lo llevaba a preocuparse aún más por la realidad que enfrentaría, inmersa en una época de los sesenta, donde México era un baúl cerrado en temas sobre la sexualidad en general, por lo que pertenecer a un grupo social minoritario tomaba un carácter transgresor. El concepto de homosexualidad no ha cambiado mucho en este país desde entonces, pues prevalecen algunos prejuicios negativos a pesar de las reformas que se han hecho al respecto para el fomento de una sana y respetuosa convivencia. En este contexto, el perfil de una persona con preferencias sexuales por su mismo género era el de una persona débil e indefensa. Enrique lo sabía y tuvo que enfrentarse a esta situación justo en el momento en que llegaría su primer gran amor. Versos al amor
  • 27. 27 Al tener que asumir esa perspectiva de vida es que él entra en un momento de quiebre que implicaba no solo romper con todas las reglas hasta entonces establecidas por sus padres y la sociedad, sino además la responsabilidad de enfrentar los riesgos que esta decisión le exigía, tratar de no devaluarse en ningún aspecto requiere de sabiduría y paciencia, todo consiste en ser consciente de que el valor de una persona no radica en sus preferencias sexuales. Es común que dentro de esta metamorfosis se encuentre la confrontación familiar y la dificultad que conlleva hablar con los padres. Enrique lo experimentó en el momento en que sufría una ruptura con la persona más importante para él en esa etapa de su vida. Raúl Aguilar, un pintor costarricense, le mostraría todo su apoyo y amor incondicional ante tan complicada situación, sin embargo, el artista regresaría a su país dejando atrás un corazón fracturado y lleno de nostalgia. En una ocasión donde la madre de Enrique ofrecía una reunión en casa, su hijo disfrutaba de la comida y las melodías que amenizaban el momento, hasta que en un tris inesperado comenzó a entonarse una canción que fuera especial para él y para su amado, por lo que sin más, las lágrimas comenzaron a brotar de lo más profundo de su corazón. Su madre le preguntó si la tristeza que mostraba era por la causa de su amado y con una respuesta afirmativa le aseguraba a su madre que lo superaría así como le acababa de aconsejar. Ella además le aclararía, que ya conocía la preferencia de Enrique pues como su mamá, nadie le conocía mejor.
  • 28. 28 Al mismo tiempo en que la escuela mostraba una faceta amigable y productiva para la vida de Enrique Cruz García y el amor daba sus primeros frutos, es que los asuntos familiares comienzan a trastocarse. Esta es la etapa en la que se originan y agudizan algunos conflictos con Ruperto, su padre. La relación que ambos entablan sufre una ruptura cuando el tema de la adopción sale a luz. A la edad de trece años se entera que efectivamente es hijo adoptivo, noticia que en primer momento recibe con total incredulidad, sentimiento parecido al que percibió cuando, por ejemplo, se entera de la inexistencia de los Reyes Magos, algunos años atrás. Entendería que la razón por la que compartía una serie de facciones bastante semejantes a las de su madre, se debía a que en realidad Juana, era su tía, hermana de su progenitora. En cambio, su padre se mostraba siempre ante él como un tipo distante y casi lunático, situación que dificultaría la manera en que Enrique tendría que afrontar el conocimiento de su verdadera condición ante sus padres. Para ese entonces, Ruperto sacaba a conversación el tema siempre y cuando experimentara algún tipo de enojo hacia su hijo, a lo que exclamaba: ¡es que tú, no eres mi hijo!, ¡lárgate de la casa!; gestos que dañaban de una u otra manera a Enrique. En cierto modo, lo que alguna vez le afectaría se iba a convertir después en una especie de protección, pues cuando escucha tan seguido sentencias bastante amenazantes, es que éstas perderían paulatinamente su impacto sobre el hijo de la familia Cruz. Él ya no se mostraba interesado por las opiniones de su padre, ni mucho menos dispuesto a tomarlas en cuenta por lo que ante su la explosividad, terminó por dejarlo siempre hablando solo. ¡Ahí nos vemos, adiós!, ahora exclama Enrique después de decirle a Ruperto que con alguien así, no es posible entablar un diálogo, jamás esperó tanto para darse la vuelta y marcharse. En lo que respecta a la relación con su madre, se empiezan a germinar una serie de conflictos situados en lo dócil que la caracterizaba y el creciente ímpetu que Enrique desarrollaba durante la adolescencia, pues de repente empezaría a revelarse ante muchas cosas que le rodeaban y que veía necesario cuestionar. La solución vino muy rápido, ya que al conseguirse un empleo, Enrique comienza a ganar su propio dinero. A raíz de esto, en casa no se le miraría como lo hacían con anterioridad debido a que los fines de semana siempre serían días ocupados con muchas cosas que hacer fuera del hogar; por lo que la manera más efectiva de evitar un sinnúmero de problemas dentro de casa fueron las visitas a museos, ir al cine, e incluso algunas salidas con los amigos. Y arreciaba la tormenta
  • 29. 29 Los planes inmediatos para él eran los de ingresar, terminada su educación secundaria en 1965, a la vocacional de Ciencias Sociales, perteneciente al Instituto Politécnico Nacional. La primera negativa llegaría de parte de su padre, al sostener éste, que todo lo que podría haber hecho por su hijo lo había realizado ya, y que por lo mismo, se encontraba en ese momento, indispuesto a sostener los gastos de Enrique Cruz. A partir de aquí, el joven emprende el proyecto de trabajar para mantener así sus estudios. Todas las repercusiones que a raíz de este hecho tendrían lugar, sin duda alguna fueron de carácter más positivo que negativo. Ganar su propio dinero, salirse de casa y ser independiente son los elementos que llevan ahora a Enrique, a vivir su propia vida y a madurar siempre fortalecido ante las adversidades. Los años en la escuela vocacional transcurrieron entre actividades académicas por las tardes y además laborales por las mañanas. Un nuevo mundo se abría ante las enormes expectativas de un joven ávido por salir a conocer el mundo, donde el dinero fue la moneda de cambio de diversas experiencias, y sin depender de lo que podrían proveerle sus padres, podría asistir a una fiesta, comprar una botella, y sobre todo, viajar. El primero de estos viajes se produjo en un trabajo de una línea de autobuses. En el mismo, un día le avisaron de la necesidad de ir a Querétaro, Guanajuato, Guadalajara y Morelia; por lo que partiría en los camiones de la empresa y sin pagar costes de traslado, hoteles y gastos menores. Esto fue una invitación a viajar, debido al creciente gusto que tenía por conocer lugares nuevos y personas diferentes, a lo que terminaría convirtiéndose en una afición que ha prevalecido a lo largo de los años. Uno de los viajes más importantes para Enrique fue el de su visita a la ciudad de Chicago. Se trató de un punto y aparte que le cambiaría la vida en todos los sentidos, donde un ya adulto de 25 años, en medio de celebraciones con sus amigos por su reciente cumpleaños, experimentaba el encontrarse con una sociedad distinta, una forma de vida liberal, y nuevas posibilidades de vivir para una persona que desde la adolescencia sembraba las semillas de la búsqueda por su propia independencia. Esta visita le permitió darse cuenta por primera vez del deseo de querer vivir con una persona, definitivamente dejar su casa, y hacer su vida como persona y ya no como hijo de familia. En aquella estancia, Enrique estableció una relación tan seria que le marcaría profundamente pues en ese momento se daba cuenta que la disfrutaba. Al gusto de convivir con una persona, hacer las cosas juntos y crecer siempre se antepuso el miedo que tuvo por hacer realidad este deseo, el cual en sus años de juventud siempre evadió. El trabajo y su movimiento enriquecedor
  • 30. 30 En la ciudad de Chicago, el viaje más importante de su vida
  • 32.
  • 33. 33 Enrique Cruz García es egresado del Instituto Politécnico Nacional, el cual fue fundado en la Ciudad de México en 1936, durante el periodo del Cardenismo. Del año de 1966 a 1968, en pleno movimiento de estudiantes del politécnico y la univesidad en contra del gobierno de Díaz Ordaz, cursa sus estudios en la escuela vocacionaldeCienciasSociales.Eneseentonces,laduracióndelplande estudios era de dos años, hasta que en 1971 cambia, convirtiéndose así en un Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos. Este instituto fue la primera alma mater para un joven Enrique que por necesidad trabajaba en las mañanas y estudiaba por las tardes,alternandoasíhorariosmientrastranscurrensusañosenlaahora Vocacional 5, ubicada en la delegación Benito Juárez. Posteriormente, es que al egresar de esta escuela, él se ve ante la posibilidad de elegir entre dos carreras universitarias, Economía y Contaduría son a la vez las dos caras de una moneda que al aire definiría su destino y el de sus amigos. El azar del volado habló, dejando a la carrera de Economía como la elegida por la suerte, ante un joven cuya vocación no es todavía del todo clara, pues para él lo importante era no estudiar Contaduría. De 1970 a 1974, ingresa a la Escuela Superior de Economía, (ESE) un centro de estudios de nivel superior, perteneciente a la rama de Ciencias Sociales y Administrativas, situado en la delegación Miguel Hidalgo. El sentimiento de satisfacción por el acierto de haber elegido esta carrera llegó casi enseguida, por lo que el ahora economista en ciernes se sentía dichoso de haber salido ganando en aquel volado. Desarrollo en el devenir profesional La economía solo fue el primer paso de su trayectoria
  • 34. 34 Ser estudiante y a la vez pertenecer al campo laboral le abrió muchas puertas a Enrique, pues la idea de adquirir experiencia no le fue opcional sino una necesidad, por lo que no le sería difícil enfrentarse al mundo competitivo después de sus estudios de licenciatura. Además, en aquel entonces se pensaba que el propósito de una carrera era la de fortalecer la adquisición de habilidades para el empleo profesional, por ello es que la mayoría de sus compañeros también se encontraban ante la misma situación. Desde el año de 1969, él ya se encontraba en las filas del mercado laboral. Es en el Banco Nacional de México donde ejerce de investigador y analista de crédito, hasta 1975, un año después de terminada su carrera. Durante sus años de estudiante, las oportunidades laborales llegaban de parte de algunos profesores, su primer empleo enteramente relacionado con su campo profesional fue con un maestro que ayudaba a muchos de sus compañeros de grupo, aproximadamente laboraban con él quince personas. Al pedir trabajo, Enrique se encontró con que una de sus amigas había renunciado, por lo tanto, con este empleo comenzaría su paso por el mundo laboral como economista. Ante la nueva perspectiva que tenía al contar ya con un título profesional es que decidiría entrar de lleno a trabajar en algo más relacionado con lo que sus estudios profesionales exigen, por lo que termina por renunciar al banco aunque eso significara sacrificar un buen sueldo. Sin embargo, la motivación por hacerse de los méritos necesarios para mejorar su situación financiera, es lo que lo lleva a tener varios empleos, primero en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en la Dirección General de Tarifas, Terminales y Servicios Conexos; luego como jefe de la oficina de Estudios Regionales en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Posteriormente desempeñaría el cargo de jefe de la oficina de Personal Ocupado y Salarios en la Secretaria de Programación y Presupuesto y también en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología como asesor técnico del área de recursos humanos y capacitación. En el año de 1983, aparece una convocatoria en el periódico Uno más uno, donde se hacía la promoción de un concurso para la plaza de maestro en la carrera de Sociología. Para ese entonces, Enrique Cruz al encontrarse desempleado, decide inscribirse con currículum en mano para presentar el correspondiente examen. A pesar de la negativa del coordinador, el cual afirmó en ese momento que solo aplicaba para profesores que formaran parte de la comunidad UNAM, a los tres días terminan comunicándose con él para ofrecerle su primera oportunidad como docente en el terreno profesional, con un paquete tan redituable de 26 horas, es que éste se decide por comenzar a trabajar en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón (ENEP). El camino de la Economía a la docencia
  • 35. 35 Enrique Cruz comenzó dando clases de Sociología un 1° de octubre de 1983. En aquella época las carreras pertenecientes al área de Ciencias Sociales que ofrecía la multidisciplinaria de la UNAM del municipio de Nezahualcóyotl, (las licenciaturas en Relaciones Internaciones, Periodismo y Comunicación Colectiva, y Sociología) compartían un tronco común de materias a cursar. Lo que en un principio fue una invitación y un impulso totalmente osado, pues en ningún momento pasó por su mente impartir clases, la cátedra universitaria terminó por representar un reto que acabó gustándole, además de que su desempeño siempre calificado de manera positiva por sus alumnos, lo motivaría a tomar con cariño esta profesión. Aprender del medio del trabajo y combinarlo con la labor docente fue lo que le permitió a Enrique Cruz tener una visión más amplia del desenvolvimiento del mundo dentro y fuera de la universidad, situación que aprovechaba para compartírsela a sus alumnos como experiencias enriquecedoras a la hora de buscar ellos una oportunidad afuera. No obstante, esto dio lugar a diversos conflictos relacionados siempre con el problema de los horarios, sobre todo, algunas circunstancias en las que un determinado trabajo exigía horas extra de cuatro a cinco días seguidos. Llegaba la hora de tomar una decisión entre dar clases o ejercer en la Economía.Enrique resolvió sus dudas desde el primer contacto que tuvo con sus alumnos ya que entendió que la profesión docente iba más lejos, que se trata también de un trabajo social. También pudo darse cuenta que el trato que tenía con los estudiantes era de total respeto, por lo que no se consideraba así mismo sólo como un maestro, sino como un guía, consejero o hermano mayor al cual buscaban y pedían asesorías y buenos consejos. A pesar de las atareadas andanzas de Enrique entre las mañanas trabajando y las tardes impartiendo clases, cuando algún alumno se acercaba y le pedía alguna sugerencia, él no se negaba pues cree firmemente en lo importante que es escucharlos, por lo que acompañados de un café, múltiples pláticas se abrían a todo tipo de problemas, familiares o existenciales pues para el maestro se trata de un sentido de responsabilidad hacia sus alumnos, con un trasfondo social. Las materias que él disfruta impartir siempre han sido las relacionadas a la Historia, pues es la verdadera pasión de Enrique y disfruta mucho de la relación que ésta tiene con diversas ramas del conocimiento social. Es debido a los constantes cambios que los procesos de enseñanza experimentan, que su preparación académica va requiriendo de nuevos grados de especialización. Consciente de ello es que cursa el grado de maestría en Enseñanza Superior por la UNAM ENEP Aragón del año de 1997 a 1998, una maestría en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de 2003 a 2005 y el doctorado en Pedagogía por la FES Aragón, en 2008, concluyendo en 2012. La candidez que inspira al profesor universitario
  • 36. 36 Metamorfosis de una joven facultad Enrique ha crecido con la FES Aragón, a través de sus ojos la institución se ha convertido en una de educación superior de excelencia. Cuando llegó a impartir clases en el año de 1983, la multidisciplinaria solo contaba con estudios en el grado de licenciatura, y sería hasta el año de 2005 que luego de la aprobación de los diversos programas de posgrado por parte del Consejo Universitario toma el carácter de Facultad. Asimismo, Enrique presenciaría la creación de nuevas construcciones y edificaciones para la ampliación de aulas y especialidades, además que gracias a la gran cantidad de empleos en los que ha formado parte, ha tenido la oportunidad de comparar la evolución que la Facultad de Estudios Superiores Aragón, ha tenido con respecto a otras escuelas de educación superior de la UNAM, como la FES Acatlán o la FES Zaragoza. En su investigación doctoral hace énfasis precisamente en las fortalezas y debilidades que la FES Aragón presenta por sobre otras escuelas. La tesis titulada “Uróboros y Edipo en Aragón. La endogamia académica y su trascendencia en la gestión. Un estudio de caso”, supone un esfuerzo significativo por presentar un problema de suma importancia para especialistas de la educación superior. La actualidad y los proyectos en potencia Para Enrique Cruz, la labor del docente requiere de una constante actualización como herramienta de adaptación ante los distintos cambios tecnológicos, ideológicos y generacionales que se presentan. El hombre de 66 años, considera que pese a su edad, la actitud que ha tomado frente a sus alumnos siempre se basa en los más profundos principios de seriedad y profesionalismo. La adecuación que ha sabido tener ante los cambios también históricos, ha sido la clave de su vigencia como profesor, al mismo tiempo es lo que lo ha mantenido a flote, dócil y siempre consistente en sus metas profesionales. Dentro de las aulas del doctorado, hace cinco años, Enrique se preguntaba si ya era tiempo de jubilarse aunque él tendría la visión de ejercer todavía un plazo de diez años más. Para el maestro no se trata de tomar una actitud pretenciosa pues considera a esta etapa de su vida como una de plena madurez intelectual y física que le permitirá posicionar todos los proyectos que tiene en puerta con algunos compañeros de trabajo, personales, incluso el de la elaboración de una maestría en Historia con sus alumnos. En el período del Dr. Narro Robles a cargo de la rectoría de la UNAM se implementó un proyecto que consistía en rejuvenecer la planta docente de la universidad, por lo que los profesores con determinados años antigüedad estaban invitados a dar paso a los jóvenes. El panorama para Enrique Cruz es positivo gracias a que podrá conservar su seguro de gastos médicos mayores, esto lo ha llevado a tomar la decisión de comenzar a tramitar su jubilación, recién cumplidos sus 70 años de edad.
  • 37. 37 Su dedicación y desempeño le hicieron acreedor al mérito universitario
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  • 41. 41 Dentro de todas las aventuras que emprende Enrique a lo largo de su vida se encuentra la creación de un pequeño establecimiento, que él y una pareja que antecede a su esposo José Luis, consolidasen por algún tiempo. Éste oriundo de Guatemala llamado Manuel ayuda a Enrique a materializar la apertura de una Boutique de ropa para hombre y para mujer en una asociación donde uno diseña y el otro se dedica a coser. Fue de manera repentina el descubrimiento de un talento casi innato para diseñar por parte de los dos, aunque la costura de prendas constantemente se realizaba bajo la mano de obra de Manuel. El negocio ubicado en Paseo de la Reforma cerca de la fuente de la Diana Cazadora en el entonces Distrito Federal, se establece hace ya treinta años, contarían con un grupo de trabajadores para la realización de las diversas actividades que éste exigía. Después de un tiempo la relación sentimental no progresó por lo que la Boutique pasaría a manos de quien ahora sería la ex pareja de Enrique. La decisión fue propia y a pesar de ya no vender ropa, sigue dedicándose al diseño aunque solo para uso personal. Sin embargo, al vivir esta experiencia, se da cuenta de sus habilidades para el diseño, pues al solicitar trabajo como profesor en la universidad Jeannette Klein, escuela dedicada al tema de la moda, es aceptado para desempeñar como un historiador cuya tarea era la de capacitar a los estudiantes en la materia en cuestión. Él disfrutaba de la biblioteca del plantel y cuando contaba con ciertas horas libres iba y buscaba algún libro que lo llenara de ideas. Cada libro aportaba en Enrique algún dato interesante y es por esto que la visitaba de manera tan constante que termina por hacerse amigo de la bibliotecaria, la cual le permitía consultar el acervo allí mismo. La moda y sus pasos por la versatilidad de la elegancia
  • 42. Algún día de aquellos en lo que solía pasar el rato leyendo llegó a él una alumna con ciertas dudas acerca de los diseños que creó para un concurso de la universidad, a lo que el profesor le sugiere realizarciertoscambios.Cuandolajovensepresentaalconcursologra ganarlo. Para sorpresa de todos, gracias a aquel triunfo la solicitud que tuvo Enrique por parte del alumndo creció gracias al ojo que tenía para la moda. Posteriormente desempeñaría el cargo de Coordinador de Carrera el Instituto Yacatia, hoy desaparecido. Aquí, impartiría materias entre las que se encontraba el diseño de modas con el objetivo de inspirar a los nuevos diseñadores con las modificaciones que hacía con ropa confeccionada en los siglos XVIII, XIX y XX, otorgándole de cierta utilidad para nuestros días. Existían jóvenes talentosas como lo era Alejandra, una alumna que participó en una competencia efectuada en París, llevándose el tercer lugar gracias a la aplicación de recursos tradicionales mexicanos en sus diseños, como el escudo nacional bordado, el ala del sombrero de charro en una falda y la blusa confeccionada como un top que semeja la corbata del charro, ideas que a su vez partierondelas aportacionesvistasenloscursosdelprofesorEnrique. 42
  • 43. 43 Son treinta años los que Enrique Cruz García ha compartido al lado de su compañero de vida, José Luis Sánchez Mora. Treinta años que constituyen un período de afecto mutuo en la vida de ambos. El camino que deciden tomar juntos fluye en un sendero de completa felicidad entre lo hedónico y lo eudemónico. En su relación sentimental lo más importante son los intereses y necesidades conjuntas, que como pareja han sabido confrontar. No se trata de una relación conflictiva, pues Enrique no recuerda una sola ocasión donde la confrontación generara discrepancias mayores, dicho sea de paso, nunca han buscado problemas entre sí, son conscientes del peligro de caer en lo absurdo. Cuando no hay una persona que busque problematizar una relación y por lo mismo, no se tiene con quien discutir, simplemente se trata de llegar a acuerdos, se nego- cia, y se aclaran los mal entendidos. Así define él su ética ante el amor, ya que así, las cosas han funcionado bien. Es que recién entablada la relación que la pareja se comienza a plantear la posibilidad de adoptar un niño, aunque siempre considerando los aspectos tanto positivos como negativos de una decisión así. Pronto se darían cuenta que no era una vía factible debido a que alguno de los dos debería renunciar a su trabajo, es decir, dejar su papel de profesionista para desempeñar el rol de una madre. Llevar al niño a la escuela, hacer la tarea con él, darle de comer y atender todas sus necesidades sin duda entusiasmaba a la joven pareja, sin embargo, surgía a la vez un poco de miedo ya que ambos deseaban realizarse profesionalmente, iba a resultar complicado que alguno de los dos renunciara a aquel deseo, ese sería quizá su principal obstáculo. El sendero de los sueños cálidos
  • 44. 44 Enrique y su esposo José Luis
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  • 46. Grandes pérdidas en un cielo estrellado 46 Como todo en la vida hay ciclos que simplemente terminan, sin embargo, no hay forma en que la despedida de un ser querido no resulte abrupta. Las dos grandes pérdidas que Enrique Cruz ha padecido de sobremanera, han sido las de sus padres. En lo que respecta a Ruperto, su padre, el fatídico instante fue precedido por lo que parecía ser un simple sueño, pues al quedarse dormido ya no despertó. En ese momento, el hombre que alguna vez se había caracterizado por ser muy activo y con mucha energía se veía cada vez más decaído, como una flor al comenzar a marchitar. Fueron meses en lo que de cierta forma la familia Cruz García sabía que tenía que pasar en algún momento, para que en el año de 1980, hace ya 35 años, Ruperto suspirara un último aliento.
  • 47. 47 Enrique ve este acontecimiento hoy bajo la perspectiva del tiempo, dando lugar al deseo, si se tuviese la posibilidad de elegir la manera en que dejaremos este mundo, de descansar de forma similar a la de su padre. Sin dolor alguno ni ninguna enfermedad crónica y larga, simplemente marcharse mientras se está dormido. Al momento de vestir a su papá para después llevarlo a la ceremonia de velación, fue que miraría en él una expresión de felicdad, por estar durmiendo, por estar tranquilo. En el caso de Juana, su madre, las cosas fueron muy violentas con respecto a su otra pérdida. En la casa de su hijo ella sufriría un fatal accidente pues se caería para posteriormente golpearse en la cabeza, provocándole un derrame cerebral, por lo que fallece antes de que Enrique pudiese llegar a verla. Al ser avisado de tan grave percance, haría el traslado desde la boutique que tenía en Reforma para llegar a casa y encontrar a su mamá sin vida. Sin embargo, el doctor que la atendió le comentó que Juana no había sufrido pues el golpe había sido fuerte, lo que significaba que había muerto instantáneamente. En el caso de los dos, la pérdida fue muy difícil para un Enrique acos- tumbrado a saludar a sus padres habitualmente, a llamarles por teléfono y visitarlos siempre con el mismo entusiasmo. Fue después de cinco días de la muerte de su padre que su hijo se da cuenta de lo acontecido, ya que durante ese lapso él marcaba a su teléfono, el cual sonaba varias veces sin ninguna contestación. Enrique se preguntaba dónde estaría su padre que no contesta, se dio cuenta de que él ya no contestaba. Tomar conciencia de que sus seres queridos ya no estaban junto a él, fue sin duda lo más difícil para el profesor pues con su madre pasó algo similar cuando al llegar a su hogar la saludaba y de una forma casi automática, se paraba junto a las escaleras para gritarle que su hijo estaba de vuelta. Después del sepulcro, Enrique se llegó a preguntar qué es lo que estaba haciendo si ella, su mamá, no se encontraba en casa.La señora Juana García, su madre
  • 48. 48 Para Enrique Cruz, el aprendizaje se cultiva todos los días. Una de sus más grandes preocupaciones ha sido que al momento de realizar sus clases procure siempre que entre sí no sean exactamente iguales todo el tiempo, por lo que se dedica a leer cuando menos dos periódicos diarios y ver la misma cantidad en noticiarios por la televisión, además de consultar internet, todo con el propósito de mantenerse constantemente actualizado e informado. Al mismo tiempo, disfruta de ir a conferencias y cursos de temas diversos relacionados con la Etnografía, educación, la sociedad de la información y mesas redondas de autores como Heidegger, Habermas, Foucault, etc., con el propósito de contar en todo momento con material para sus alumnos. No obstante, considera que la sabiduría no es más que la experiencia, eso quiere decir que no es precisamente una cosa que se aprende sino una cosa que se vive. Así es que entendió en la medida en que se fue volviendo grande, a ser más cauteloso, sin caer en una actitud temerosa ante las situaciones. Esto significa que no se trata de hacer las cosas solamente porque más agradan, sino que además es necesario tenerlo todo planeado, aprendizaje tomado principalmente de las enseñanzas de su madre, la cual le aconsejaba no lanzarse a nada sin pensarlo ni analizarlo, por lo que la sabiduría consiste en hacer las cosas correctamente. De vuelta al mar de la fe del porvenir
  • 49. 49 La vida por sí misma representa el más grande reto de todos. Para él, su principal reto dentro de toda esta serie de sucesos que construyen una historia de vida, ha sido el de proveerse de un suelo lo suficientemente bueno para vivir con la debida comodidad de un dulce hogar. No obstante, para alguien que ha tenido cuatro empleos al mismo tiempo el fruto del trabajo tiene un valor el cual es incalculable. Enrique Cruz García trabaja para vivir y ha vivido para trabajar. Una de las necesidades más fuertes que ha tenido ha sido la de enfrentar graves padecimientos, primero la diabetes y también el cáncer. En el año de 2006, cuando contaba con la edad de 56 años, es diagnosticado con esta enfermedad en la glándula prostática. Una situación tan complicada que le lleva a preguntarse enseguida sobre las posibilidades de sobrevivencia que iba a tener. Este cáncer apenas se encontraba en una fase inicial y por medio de una laboriosa operación es que solo necesitó de un lapso de quince días para completar su fase de recuperación y reanudar sus actividades escolares. En cuanto se le retiró la sonda que utilizaba para eliminar la orina, se reincorpora a sus actividades cotidianas, siempre convencido que este nuevo reto efectivamente tenía una solución, eran circunstancias que se podían resolver y que le iban a permitir vivir siempre con la firme convicción de no ceder ante las adversidades. Otro problema fue el de las medicinas, puesto que los precios eran demasiado altos llegando a requerir al mes, aproximadamente de quince mil pesos solo para costearlas, así que vivir con una condición adecuada de salud es el principal reto que ha tenido que enfrentar. El diluvio donde la luna se esconde
  • 50. 50 Es en el momento donde los alumnos evalúan las clases de un profesor, que Enrique Cruz se encuentra siempre durante los semestres con las mismas observaciones: su clase es aburrida, es una persona bastante dispersa, habla mucho de él, es un maestro muy bueno, es el mejor profesor, etc. Esto le llegó a representar un pequeño conflicto al cuestionarse sobre las medidas necesarias en cualquiera de los dos casos, en el de una valoración positiva o negativa de su desempeño. Llegó a la conclusión de que no es posible darle gusto a todas las personas, puesto que cada una tiene gustos y convicciones distintas, a veces incluso hasta antagónicas. Por esto, está consciente que mucha gente lo recordará bajo una perspectiva que no es del todo de su agrado. Para él resulta imposible resolver cuestiones que a nivel emotividad plantean si alguien te cae bien o mal. A pesar de esto, no es una cuestión que se tome de lo más personal ya que no solamente los alumnos se refieren a él, sino en general a todos los profesores. No le es necesario caerle bien a todos, pero con que lo recuerden pocos alumnos entre cada uno de los grupos que tuvo a su cargo, es realmente apremiante para quien se ha desempeñado siempre con verdadera vocación. Sin embargo es con Sara, una de sus alumnas en la maestría, ha logrado entablar una cordial amistad, se saludan con el mayor de los gustos y además él conocería a su familia, su marido y sus hijas. Cumplidos 44 años de impartir clases le han hecho entender que el papel del maestro no es solo el de la persona que viene a transmitir conocimientos, sino además el modelo de una persona que ha construido ante los ojos de sus alumnos. Enrique Cruz García se daba cuenta que se conservaba mucho mejor gracias a que los jóvenes lo retroalimentan, el profesor es un producto de las relaciones interpersonales que entabla con ellos siempre con madurez. La amistad reverdece en pleno vendaval
  • 51. 51 El mayor placer de la vida para Enrique es viajar y explorar, lugares la Universidad de Chicago o la Universidad de Ann Arbor en Detroit, significaron mucho para él, no solo por ser de sus primeros viajes, sino por la reacción emocional que generó un hambre de quedarse ahí sobre todo después de presenciar la majestuosidad de sus universidades, de sentir esas relaciones interpersonales directas, la practicidad de sus acciones así como la eficiencia en todo lo que hacen, llegaría a causarle nostalgia por no poder permanecer en esa imagen, en ese ambiente, a tal grado que ya en casa deprimido no salió de su cama por un día completo. En dirección a Sudamérica, países como Brasil y Chile le permitieron ubicar un contraste cultural, culinario e ideológico para distinguir las bondades y desventajas que nos hacían parecidos o diferentes. Un más cercano Costa Rica le generaba ese sentido de permanencia pues la diversidad de flora y fauna así como el mosaico climatológico que se presenta a las limítrofes de la capital costarricense hace de este país un lugar idóneo, poblado por gente cálida. Guatemala es el país más visitado por Enrique ya que en alrededor de diez ocasiones ha aprovechado estos viajes para trasportar artesanías que después venderá, exportándolas e importándolas de su país y de Guatemala respectivamente. También emprendería travesías dentro de su país, comenzando por Zacatecas, sitio de recuerdos pues es la tierra que lo vio nacer, sus primeras imágenes de niño fueron aquí, y ahora forman parte de la historia de sus sobrinos y los hijos de ellos. Mérida, Morelia y Xalapa son lugares que él recuerda con mayor afecto y que gracias a sus bellezas coloquiales siempre buscará regresar. Las playas del Caribe mexicano le causan especial admiración, pues a pesar de haber experimentado la divinidad de Río de Janeiro en Brasil, el área costera de México brilla en otro color. También conectarse con sus raíces culturales hizo que el profesor, junto con sus alumnos, visitase las zonas mayas como Tikal, que para él representa el lugar que más le ha impresionado en todos los viajes que ha hecho en su vida. Travesías donde la tierra late caliente
  • 52. 52 Otro gozo de Enrique han sido los overoles pues los considera cómodos e ideales para viajar, ya que son frescos, ligeros y de cierta forma, confortables, por lo que forman parte del uniforme obligatorio para sus fines de semana. Así mismo le gusta portarlos cuando sale a caminar o a “chacharear” como él le llama, por estos lugares históricos de la Ciudad de México o la Lagunilla, la cual visita constantemente ya que ahí encuentra libros, ropa o muebles impregndos de historia que tiene que ver con su infancia y que lo llevan por un periplo de recuerdos. Las caminatas terminan siempre con una selección de películas del cine clásico, a veces contemporáneo y al igual que lo hace con los periódicos y los noticiarios, utiliza el cine como una herramienta de exposición para sus cursos y aunque no los puede acoplar en alguna clase semanal regularmente los utiliza como material para con los maestros. Sin embargo, un dulce hogar para él no se trata solo de una satisfacción sino también de la comodidad, la calidez de un ambiente lleno de recuerdos y amor, así como la afición que presenta hacia los gatos, animales domesticados provenientes de la familia de los felinos que tienen un peculiar significado, pues desde muy joven se hicieron presentes en su vida como animales que le resultan protectores. El primer gato que tuvo se llamó Micifuz y llegó por parte de su madre con la que compartía este gusto y que posteriormente se lo heredase. Así se fue creando todo un cariño que lo llevó a coleccionar más de cincuenta figuras de estos mininos hechas de distintos materiales como la madera, cerámica, telas o barro y que provienen de los diferentes países que ha visitado. También, a lo largo de su vida, Enrique ha tenido aproximadamente diecisiete gatos de los cuales el más querido y risueño es Odín, un dorado de aproximadamente tres años de edad, robusto y muy cariñoso. El gusto por estos animales adorna los interiores de su hogar junto con los distintos reconocimientos que el profesor obtuviera por el mérito a su desempeño como docente así como otros regalos que recibió por parte de amigos y alumnos con el paso del tiempo.
  • 53. 53 Enrique Cruz vivió durante su niñez y parte de su juventud una experiencia muy cercana con la religión católica. Sin embargo, llegada la edad de 17 años, se desentendería completamente de los asuntos espirituales y metafísicos. Cuestiones como la crucifixión de Cristo y la simple idea de que Dios vino a morir por nosotros, se le parece un tanto absurda. No encontró jamás una creencia religiosa que satisficiera sus necesidades, y eso le parecía enteramente anticuado. Las monjas y sacerdotes que tuvo en su familia le ayudaron a no depender de un solo dogma por lo que al explorar alternativas como el budismo o sectas protestantes, se daría cuenta que en esencia se puede ser alguien religioso pero sin tener ninguna religión declarada, es por lo mismo que cree de cierta forma en la existencia de algún Dios. Enrique Cruz García construye a lo largo de su vida tantas vivencias y anécdotas como le ha sido posible. A sus ya casi 67 años de edad, la condición física que mantiene le ayuda a seguir ejerciendo una profesión tan amada para él, además de contar con la firme convicción de proponerse nuevos proyectos y metas. Asimismo, se siente orgulloso de la vanidad que rodea su vida pues a nadie más que a él le ha costado llegar hasta aquí, con 33 años de impartir clases en la Universidad Nacional Autónoma de México, etapa de grandes experiencias. La gran inspiración en la vida del profesor universitario es su relación de pareja, la cual le ha otorgado muchas de sus más dichosas satisfacciones, lo que lo hace muy feliz en este sentido. Asimismo, el trabajo ha sido otra fuente de alegrías diversas, por lo que siempre y cuando se encuentre en las posibilidades de ejercer de manera decente y profesional, seguirá en la enseñanza como el profesor responsable y comprometido por formar a quienes construiremos el futuro del país. La inspiración en la vida de Enrique Cruz
  • 54. Puedo decir sin equivocación que he sido un hombre afortunado. He tenido todo lo que un hombre podría esperar en su existencia: Una familia que me dio todo lo necesario para afrontar los retos de la vida, y que me acompaña y apoya en los momentos en que la he necesitado; ser miembro de la comunidad universitaria en la FES Aragón que me ha permitido en 33 años formarme, realizarme profesionalmente y como ser humano; y, finalmente, el amor y el afecto de mis compañeros de trabajo, de mis alumnos, y de mi esposo, que me ha acompañado los últimos 30 años de mi vida. La suma de todas esas cosas me permite sentirme pleno y de haber disfrutado los 67 años de edad que he vivido. Enrique Cruz García 54
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  • 56. Este libro se terminó de imprimir el día 6 de mayo de 2016 en Manuel Caballero 156, interior 6 colonia Obrera C.P. 06800 Ciudad de México. Facultad de Estudios Superiores Aragón Universidad Nacional Autónoma de México Las cuatro estaciones de Enrique Cruz Alucarda
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  • 58. Aventurero, esposo y amante de la música clásica: Las Cuatro Estaciones de Enrique Cruz García, al igual que los cuatro conciertos compuestos por el italiano Antonio Vivaldi “Le quattro stagioni”, muestran el desarrollo en múltiples aspectos de la vida del profesor de economía y sociología de la Facultad de Estudios Superiores Aragón. La primavera de los primeros años de su vida; el verano de su juventud; el otoño de su adultez y el invierno de estos, sus años de madurez. El propio Enrique, nos obsequia memorias de distintas tonalidades en este libro biográfico, desde cuando de pequeño, su abuela lo acusaba de dejar salir al pajarito de mamá, causándole regaños por parte de ella, hasta aquella en donde cuenta cómo fue que gracias a un volado entre amigos, marcaría de manera decisiva su formación profesional. Las Cuatro Estaciones de Enrique Cruz invita a sumergir al lector a una narración en prosa sobre la vida.