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Árbol genealógico
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El comienzo
Durante siglos, el nombre cosaco infundió terror en el corazón de la gente de
Asia central, y la familia Varinski era la encarnación de los despiadados
conquistadores que asesinaron, mutilaron y violaron.
Aún hoy, los Varinski residen en las estepas de Rusia. Son conocidos por sus
habilidades de búsqueda, demostrándose a sí mismos una y otra vez capaces de
descubrir las debilidades de sus enemigos. Ellos dejan un rastro de sangre, fuego y
muerte adonde quieran que vayan. Terribles rumores giran en torno a ellos, rumores
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que dicen que Konstantine Varinski, fundador de la tribu de los Varinski, hizo un
pacto con el diablo y, por supuesto, eso es totalmente cierto.
Hace cientos de años, Konstantine Varinski, un magnífico guerrero de gran
crueldad, un hombre conducido por sus ansias de poder, vagó por las estepas. A
cambio de su habilidad para darles caza a sus enemigos y matarlos, él prometió su
alma al diablo. Para sellar el pacto, le prometió el icono de su familia, una sola
pintura dividida en cuatro imágenes de la Madonna.
Para obtener la pieza sagrada, el corazón de su hogar, él mató a su propia
madre…y condenó su alma.
Antes de morir, ella lo atrajo hacia sí y habló en su oído.
Konstantine no prestó atención a su profecía. Ella era, después de todo, una
simple mujer. Él no creyó que sus agonizantes palabras tuvieran el poder de cambiar
el futuro y aun más importante, Konstantine no haría nada para poner en peligro su
pacto con el diablo.
Pero aunque él no confesó la profecía que su madre hizo, el diablo supo que
Konstantine era un mentiroso y un embaucador. Él sospechaba del engaño de
Konstantine, y comprendió el poder de la sangre y la familia, y las palabras
moribundas de una madre. Así que para asegurarse de retener a los Varinski y sus
servicios, secretamente cortó una pequeña parte del centro del icono, y la dio a una
pobre tribu de trotamundos, prometiéndoles que les daría suerte.
Entonces, mientras Konstantine bebía para celebrar el trato, en un fogonazo de
fuego el diablo dividió las Madonas y las arrojó hacia los cuatro confines de la Tierra.
Para Konstantine Varinski y cada uno de los siguientes Varinski, el diablo legó
la habilidad de cambiar por voluntad en un animal de caza. No podían ser
asesinados en batalla excepto por otro demonio, y cada hombre era inusualmente
longevo, manteniéndose fuerte como un roble en la vejez. A causa de su batalla;
destreza, entereza y de su habilidad para tomar decisiones, se volvieron ricos,
respetados y temidos en Rusia.
A través de zares, Bolcheviques, e incluso presidentes, mantuvieron su
complejo de guerreros, fueron a donde se les pagara por ir, y, con su intachable
ferocidad, aplastaron revueltas y exigieron obediencia.
Se llamaban a sí mismos La Oscuridad.
Sólo podían engendrar varones, un problema de mucha exultación para ellos.
Tomaban a sus mujeres con crueldad, y en sus impecables casas tenían un torniquete
equipado con un cascabel. Allí las mujeres que habían sido impregnadas por el
negligente apareamiento de los Varinski depositaban a sus recién nacidos hijos. Cada
mujer hacía sonar el cascabel y huía, dejando al niño para que fuera acogido por los
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hombres Varinski en su hogar. Ellos aclamaban el nacimiento de un nuevo demonio,
y lo criaban para ser un despiadado guerrero digno del nombre Varinski.
Ningún Varinski se enamoraría…
Hasta que uno muriera.
Ninguno se casaría…
Hasta que uno muriera.
Ningún Varinski huiría del complejo y su forma de vida…
Hasta que uno muriera.
Por primera vez, aparecieron grietas en el sólido fundamento del pacto con el
diablo.
El cielo tomó nota.
Y el infierno también.
Capítulo 1
-¡Pasa el vodka! Quiero hacer un brindis -los chicos Wilder gritaron, pero
Konstantine Wilder, descendiente de una larga línea de guerreros, no sería disuadido
por las malas maneras de su prole de dudosa reputación.
Ellos refunfuñarían y sus invitados deberían sonreír, pero todo el mundo de la
pequeña ciudad de montaña de Blythe, Washington, esperaba que él diera un
discurso durante una de las celebraciones de la familia Wilder. Sus palabras eran tan
parte de sus ocasiones especiales como las mesas de picnic repletas de manjares
como kasha y tabaka, y otros americanos como los perritos calientes y mazorcas de
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maíz, como la música rusa y el baile, como las partidas de póker, como la buena
compañía.
Él no los defraudaría.
Andando a zancadas ante la llameante fogata, ocupó su lugar como centro de
atención. Su voz irrumpió a través del grupo de invitados.
-Mi mujer y yo huimos de la madre Rusia con los demonios del infierno tras
nuestros talones. Vinimos a esta tierra de leche y miel -movió sus manos para abarcar
la larga extensión de su valle-. Y aquí hemos prosperado. Cultivamos uvas, las
mejores de Washington. Tenemos nuestro propio jardín. Nuestra propia cabra.
Nuestras propias gallinas. Más importante, criamos a nuestros hijos.
La gente de Blythe se removió en sus asientos para sonreír a sus hijos,
manteniéndose juntos como tres corderos para el sacrificio.
-Jasha ha crecido fuerte, alto y apuesto, como yo -como Konstantine más de lo
que ninguna de esas gentes pudiera imaginar o entender. Un lobo-. Él tiene-¡es el
cabecilla!-su propia compañía de vinos en Napa, California, y usa las uvas de su
padre para hacer buen vivo -Konstantine elevó una botella de la mesa y la enseñó a
todos la etiqueta-. Él es elegante. Es adinerado. Es el mayor, mi hijo primogénito, aún
así, a la edad de treinta y cuatro…
-Aquí viene -dijo Jasha por la comisura de sus labios.
-No le tiene respeto a su padre, cuyo oído es excelente.
-Lo siento, papá -sin embargo, Jasha plantó sus pies a la altura de sus hombros
en el suelo y cruzó sus brazos sobre su pecho.
Konstantine no estaba impresionado por la disculpa o la postura. Vio el
destello rojo en lo más profundo de los ojos dorados de Jasha.
-Aun así, a su edad de treinta y cuatro, está soltero.
Rurik codeó a Jasha lo suficientemente fuerte como para zarandearlo de lado.
-Me parte el corazón. Quizás alguna de vosotras, jóvenes señoritas, consentiría
casarse con él. La semana que viene, hablad conmigo. Haremos los arreglos -
Konstantine asintió, satisfecho al tachar un elemento de su lista mental.
Casar a mi hijo mayor.
Precedió con su siguiente víctima.
-Rurik es un aventurero.
-Un arqueólogo, papá -dijo Rurik.
-Arqueólogo, aventurero-veo las películas de Indiana Jones. Son lo mismo -
Konstantine descartó las objeciones de Rurik con un gesto de su recia mano-. Rurik
es listo, muy listo, con muchos grados sutiles. También es apuesto, como su padre.
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Los ojos de Rurik, del color del brandy, su suave pelo marrón, y sus perfectos
músculos lo hacían una presa para las señoritas. Incluso su padre podría decirlo.
-No es tan rico como su hermano. Aún así cuando yo muera, recibirá su parte
de mi tierra aquí en la preciosa Cordillera de las Cascadas, así que tendrá dinero para
el matrimonio. Menciono esto porque aún, a la edad de treinta y tres…
Con un sonoro puñetazo, Jasha golpeó a Rurik en el hombro.
-…él está soltero. Me rompe el corazón. Quizás alguna de vosotras, jóvenes
señoritas consentiría casarse con él. La semana que viene hablad conmigo. Haremos
los arreglos.
Los hombres de Blythe se reían, pero las mujeres estaban evaluando a sus
hijos. Cierto, Blythe era un pequeño pueblo de sólo 250 personas incluyendo las
granjas de la periferia, así que algunas mujeres eran muy jóvenes y otras habían
pasado la edad fértil, y no pocas tenían piernas como troncos de árboles y la piel
como la corteza. Pero los chicos ya habían estado fuera, por el vasto mundo, por más
de diez años y ni siquiera habían traído a casa una esposa, y situaciones
desesperadas requieren medidas desesperadas.
Konstantine quería mecer a un nieto antes de morir.
Si todo hubiera resultado tal y como Zorana y él planearon treinta y cinco años
atrás, cuando vinieron a ese país, él podría hablar ahora de Adrik…
Sus invitados se callaron mientras esperaban, viendo su pena, respetando su
angustia.
Adrik estaba perdido para ellos. Perdido en el pecado de su propia alma.
Perdido en el aliciente del pacto.
Konstantine dio un largo y tembloroso respiro. Cuadró sus hombros, y
expulsó con firmeza el dolor en su pecho. Con una ancha sonrisa, hizo un ademán
hacia Firebird.
-Y finalmente, tenemos a nuestra propia hija. Hoy celebramos, no sólo el Día
de la Independencia de los Estados Unidos, sino el vigésimo primer cumpleaños de
Firebird.
Incluso después de todos esos años, no podía creérselo. Por cientos de años,
nadie en su familia había engendrado a una hija. Sin embargo, él sí. Su propia niña,
su bebé, su milagro.
El amor y la gratitud afloraron en su pecho con tanta fuerza, que apenas podía
hablar mientras la miraba, tan bonita, con el pelo rubio que ella insistió en cortar en
una poco femenina medida, y ojos azules tan brillantes y decididos. Siempre
decidida, su hija. Decidida al dar sus primeros pasos tras sus hermanos, decidida al
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entrenarse en su gimnasio, decidida al caminar otra vez después de que las
irregulares barras se rompieran, finalizando sus sueños.
Aunque aquella noche sus ojos no estaban tan brillantes.
Había crecido durante su último año de preparación en la universidad. Ahora
era una mujer, con sus silencios y misterios de mujer.
¿Cómo había ocurrido?
-Mi Firebird, ella es preciosa, y más inteligente que sus hermanos.
Ambos golpearon los hombros de Firebird, pero dulcemente. Sus hermanos
siempre eran tiernos con Firebird.
-Consiguió becas para cuatro universidades -Konstantine alzó cuatro dedos
para enfatizarlo-. Fue a Brown, una escuela de mucho prestigio, y finalizó en sólo tres
años con un graduado en programación de software y otro en japonés -golpeó su
pecho con orgullo-. Ahora, os preguntaréis: ¿qué tiene de bueno tanta educación en
una mujer?
Su audiencia volvió a reír.
-No lo sé. ¿Qué hombre quiere una mujer más inteligente que él? -inquirió.
-Ahora es lo que todo hombre tiene -dijo Zorana.
El estruendo de las risas del público cogió a Konstantine por sorpresa, y
consideró su respuesta hasta que el tumulto se hubiera apaciguado. Entonces,
agitando su cabeza, dijo:
-Ya veis lo que sufro. Dos hijos solteros, una hija inteligente, y una esposa
impertinente. Seguramente soy el hombre más explotado de todos.
-Pobre chico -Sharon Sabrás, esposa de River Sabrás un inmigrante de Europa
oriental, no mostró ninguna simpatía por la mella en el orgullo masculino de
Konstantine.
Ah, pero ella lo conocía demasiado bien. Su orgullo varonil no dependía de los
elogios o los ánimos. Él sabía quién era.
-Creo que mi hija debería estar en casa ahora, pero mi esposa, Zorana, se niega
dice que debemos desearle lo mejor y soltar a nuestra pequeña Firebird para que
vuele libre. Algún día ella regresará con sus inquietudes disipadas -intentó sonreír a
Firebird, para demostrarle que decía en serio cada palabra, aunque su corazón se
estaba rompiendo.
Ella respondió a su sonrisa y articuló:
-Gracias, papá.
Sus ambiciones eran su culpa. Suya y de sus hermanos. Ella siempre los había
envidiado, deseando un estado salvaje que nadie pudiera domar. Pero ellos tenían
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talentos que ella no compartía, y aunque Konstantine la había sostenido en su rodilla,
desde su nacimiento y llamado su pequeño milagro, ella estaba descontenta.
-Así que -él apuntó con su dedo a sus invitados- aunque Firebird tiene
veintiún años y una buena edad para casarse, no la ofrezco como esposa. Así que,
chicos, no la miréis.
Ellos lo hicieron, sin embargo. La miraban, y la deseaban. Los leñadores, los
granjeros, los rancheros, los artistas-todos querían a su Firebird.
Ella no miró a ninguno de ellos a su favor, pero se mantuvo de pie con una
mano presionada contra su espalda y otra descansando en su estómago, mirando a
su padre con ojos pacientes y tristes.
¿Qué está mal con esta chica?
Pero ese no era el momento de peguntárselo.
-Con todas mis bendiciones, tengo que darle las gracias a Zorana -él alzó su
mano, y con una sonrisa, Zorana se unió a él.
Su esposa era pequeña, de sólo poco más de metro cincuenta y cinco, de
huesos delicados, pelo oscuro tan negro como las alas de un mirlo, brillantes ojos
castaños, y un espíritu ardiente. Era más joven que él, pero la primera vez que la vio,
lo había embelesado. Nunca se había recobrado, y la amaba como ningún hombre en
la historia hubiera amado a una mujer.
Ahora tenía cincuenta y un años, y seguía adorándola. Envolvió sus hombros
con su brazo, bajó la vista hacia ella, y se vio reflejado en sus ojos. En ellos, él era un
buen hombre. Un gran hombre. Su hombre.
Habló más para ella que para su público:
-Esta mujer, por ella merece la pena morir, pero mucho mejor que eso-es una
mujer por la que vale la pena vivir -besó los labios sonrientes de Zorana. Entonces
alzó la mirada a la gente reunida alrededor de sus mesas, amigos y extraños, sus
invitados. Su voz se alzó-. Zorana, mis hijos y yo agradecemos a los Estados Unidos
de América, que nos permitió inmigrar desde Rusia hasta este lugar donde podemos
ser una familia americana normal y poseer esta tierra y crecer fuertes, y tener
riqueza, salud y seguridad, y tener muchos buenos amigos que vienen a celebrar el
Día de la Independencia con nosotros.
La multitud estaba en silencio; entonces alguien comenzó a aplaudir. Y todos
ellos hicieron lo mismo, poniéndose en pie y aclamándolo.
Desde lejos, Konstantine casi podía escuchar a sus viejos enemigos aullando
de furia y frustración, y sonrió: Esta vida, la vida que había creado, era perfecta.
Hizo un ademán con la mano, y todos se apresuraron a llenar sus vasos de
vodka, vino, e incluso agua. Alzando su vaso, brindó con sus invitados y su familia.
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-¡Za vast!
-¡Se te saluda! -contestaron, y todos bebieron, incluso la señorita Mabel Joyce,
la profesora solterona; incluso Lisa, la loca herbolaria del New Age con sólo un
nombre; y especialmente el viejo doctor que se había olvidado del cumpleaños de
Firebird porque había estado demasiado borracho para andar.
Después Jasha y Rurik encendieron los cohetes que iluminaron los cielos-y sus
insensatos hijos prendieron fuego a la pradera. Así que guiaron a los vecinos
mientras corrían a través de la hierba, llevando cubos de agua y riéndose a gritos.
Para cuando la excitación había desaparecido y el fuego extinto, los vecinos
estaban recogiendo para volver a casa y rememorando los problemas que los chicos
Wilder habían creado cuando eran más jóvenes.
Los vecinos no tenían ni idea.
La señorita Joyce renqueó hacia Zorana, besó su mejilla y dijo:
-Bueno, familia, es siempre una aventura cuando os visito, pero para esta vieja
mujer es hora de marchar.
-Visítanos de nuevo pronto -Zorana sólo tenía dieciséis años cuando se había
mudado con Konstantine a los Estados Unidos, y su acento era casi imperceptible-.
Echamos de menos tus visitas.
La señorita Joyce rió socarronamente.
-Estaba aquí cada semana cuando tus hijos estaban en la escuela. Esta noche
me ha traído recuerdos -miró a los chicos, aún cubiertos de hollín y sonriendo a
Firebird-. Casi abandono mi puesto como profesora.
-Por suerte para nosotros, nadie cogería el puesto -Jasha abrazó los hombros
de su antigua profesora.
-Por vuestra culpa. Los Demonios Wilder. Los peores niños en el estado -la
voz de la señorita Joyce sonó con orgullo.
Por treinta años en el pequeño pueblo de Blythe, había sido la profesora desde
el sétimo curso al duodécimo. Así que cuando el hijo mayor de Konstantine había
entrado en séptimo curso, la maestra de la escuela primaria había suspirado de
alivio, y la señorita Joyce se había armado de valor para la batalla.
Afortunadamente, ella había tenido mucha experiencia enseñando-para
entonces había dado clases por once años en un instituto en el canal de navegación
de Houston, y después del incidente con un estudiante involucrando un cuchillo que
resultó en su estancia por seis meses en el hospital, ella había venido a Blythe y
comenzado a enseñar. Ninguna profesora quería instruir a cuarenta niños de
diferentes edades en una sola clase, así que la señorita Joyce había continuado al
pasar los sesenta y cinco. Decía que enseñar la mantenía joven, y posiblemente fuera
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cierto. Sólo cuando Firebird se hubo graduado y la señorita Joyce retirado, había
desarrollado una joroba de anciana y empezado a usar bastón.
Pero sus ojos resplandecían tan brillantes como siempre.
-¿Necesitas que alguien te acerque a casa? -preguntó Rurik-. Puedo llevarte.
-Sólo estás intentando librarte de limpiar -dijo Firebird-. Yo la llevaré.
Los dos empezaron a discutir, pero la señorita Joyce alzó una mano y se hizo
un silencio casi mágico-. La familia Szarvas me trajo. Volveré con ellos.
-Tengo que aprender cómo hacer eso de la mano -murmuró Konstantine.
-Es demasiado tarde para ti, Hubov maya -Zorana palmeó su mejilla-. Déjanos
ayudar a River y Sharon Szarvas cargar a sus invitados. Algunos de ellos son de lo
peor con la bebida.
Los Szarvas eran artistas-Sharon pintaba paisajes impresionantes; River y su
hija, Meadow, creaban preciosos y magníficos objetos de cristal-y cada noche el suelo
de su laberíntica casa y su garaje estaban llenos de sacos de dormir y catres ya que
otros artistas, jóvenes y viejos, venían a aprender y servir como aprendices a los pies
de sus maestros. Éstos usaban todo su dinero para pagar la comida, mantas, calor y
profesores para sus estudiantes.
Eran buena gente.
Aquella noche habían traído cinco estudiantes. Cinco cuyos ojos se habían
iluminado al ver las mesas repletas. Los tres chicos y dos mujeres que habían
hablado incesantemente sobre su arte. Habían comido su propio peso en blini. Y
había bebido-demasiado.
En esos momentos Konstantine lanzaba un delgado, pálido, lacio e
inconsciente joven sobre su hombro y lo trasladaba a la oxidada furgoneta
Volkswagen.
Sharon y Zorana anduvieron detrás, sus manos llenas de cestas y mantas,
charlando sobre el día, el pueblo y el tiempo.
River caminó con Konstantine.
-A veces los chicos no tienen talento, pero lo quieren tan miserablemente que
vienen y se quedan con nosotros con la esperanza de que se les pegue. Y eso está
bien-probablemente cogerán un poco de ella.
Konstantine asintió. Ese chico no llegaría a sesenta kilogramos estando
empapado, pero era suficientemente pesado para hacer suspirar a Konstantine. Debo
estar envejeciendo.
-Este joven -River señaló con la cabeza al hombre encima del hombro de
Konstantine- ha estado con nosotros por una semana. No ha hecho nada en todo el
tiempo, sólo mira a todos creando y aprendiendo. Sharon y yo pensamos que era uno
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de esos, aquellos sin talento. Pero no creerías lo que hizo anoche. No puedo esperar a
enseñártelo
-¿Enseñármelo? -Konstantine no tuvo el aliento para decir nada más.
-Justo antes de desmayarse me dijo que era un regalo para Zorana -River
sacudió su cabeza-. Es impresionante. Extraordinario.
Un cosquilleo se disparó por las manos de Konstantine donde él tocó al joven.
Extraño. Perturbador.
-Déjalo aquí -River abrió la puerta de la furgoneta-. Este chico está chiflado
por Firebird.
Konstantine depositó al mustio chico en el suelo enmoquetado.
River recogió algo envuelto en una toalla del asiento frontal.
-Venga.
Caminaron alrededor del fuego y las sobras apiladas en las fuentes.
Sharon y Zorana los siguieron, picadas por la curiosidad.
-¡Mirad! -River colocó el objeto sobre la mesa y tiró de las toallas.
El aún húmedo trozo de barro estaba formado en una estatua de Firebird. El
artista la había capturado mientras estaba de pie con una mano en su cadera, la otra
en su estómago, mirando a los niños jugar.
-Dios mío -Zorana se echó atrás-. Dios mío. Es…Firebird.
-Es perfecta -Konstantine cubrió la estatua con la toalla-. ¡Es hermosa!
Ellos no lo entendían. Ninguna de las personas allí, los americanos, entendían.
Zorana era gitana. Era supersticiosa. Su gente no daba vida a los trozos de barro, y
esa estatua…esa estatua era impresionante. Verosímil.
Espeluznante.
Zorana se echó en los brazos de Firebird.
-¿Es como yo, mamá? No lo veo -Firebird abrazó a su madre y susurró en su
oído-. Está bien, mamá. Está bien.
Zorana deslizó un brazo alrededor de la cintura de su hija. Era tan pequeña al
lado de Firebird, de piel y ojos oscuros cuando ella era pálida y rubia, y permitió que
Firebird la reconfortara. Le dijo a River:
-Cuando tu chico se despierte, dale las gracias por su arte.
River asintió. Él era un artista. Veía cosas que la mayoría de los hombres no
veía. Entendía cosas que la mayoría de los hombres no entendía… pero no
comprendía por qué la familia Wilder odiaba esa estatua.
Los vecinos de las granjas circundantes, del restaurante chino del pueblo, de la
única hamburguesería drive-in en ochenta kilómetros, se alinearon para despedirse.
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Konstantine estrechó las manos de todos, tan feliz de que hubieran venido, de
que cada uno fuera testigo de su hogar, de su familia, de su vida allí en América.
El sacerdote católico Padre Ambrose dejó de jugar al póker a regañadientes y
se unió a la fila. Era un sacerdote ambulante, deambulando por las carreteras del
oeste de Washington y dando la Misa en los salones y patios traseros de pequeños
pueblos. Era un buen hombre.
Konstantine lo respetaba. Konstantine lo temía. Poniendo sus manos tras su
espalda, le hizo una reverencia al sacerdote.
El Padre Ambrose rió.
-Desearía que todos los católicos fueran tan respetuosos como tú, Konstantine
Wilder. Algún día te cogeré y llevaré a la misa.
-No aún -el reverendo Geisler, el ministro congregacionalista, lo apartó a un
lado-. Cuando salga a la luz, es mío.
El padre Ambrose le devolvió el empujón riendo.
-Sólo estás interesado en su diezmo, protestante egocéntrico.
El reverendo Doreen, ministro de la Nueva Era, caminó tras ellos.
-Todo el mundo sabe que Konstantine está aún en la Eght.
Los dos hombres rodaron sus ojos.
Pero los tres eran pastores de mundo, y Konstantine se inclinaba ante ellos,
pero no les cogía las manos.
Por fin, la fiesta estaba finalizada. Las últimas luces traseras de los coches
habían desaparecido en la carretera. El polvo se desvaneció. La familia se quedó de
pie sola alrededor de la hoguera mientras las llamas se apagaban en una gran caída
de brasas rojas.
Un fino hilo de humo conectó la tierra con los cielos. El carmesí brilló bañando
sus rostros, y Konstantine sintió el primer ruido en su estómago, ese instinto animal
que presagiaba problemas.
Pero habían vivido allí por tanto tiempo. Tanto tiempo. Estaban a salvo allí.
-¿Somos una familia normal americana? ¡Papá, tienes agallas!
Konstantine permitió que la risa de Rurik lo reconfortara.
-¿Qué? -extendió sus manos al máximo-. Somos una familia normal americana.
-Sí, si las familias normales americanas plantan uvas, hablan ruso y se
transforman en animales salvajes a voluntad -Jasha estaba adusto, serio.
-Bueno -Konstantine se encogió de hombros-. No muchos americanos hablan
ruso.
Zorana deslizó su brazo alrededor de su cintura y lo apretó.
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-No me convierto en ningún animal salvaje por voluntad, y soy parte de esta
familia -Firebird le sonrió con su vieja y descarada sonrisa, aquella que había estado
echando de menos desde que volvió de la universidad-. ¿Y tú, mamá?
-No, no me transformo, tampoco.
-Una vez al mes las dos os convertís en osos -murmuró Jasha.
-No hablamos de eso. Son problemas de mujeres -Konstantine taladró con la
mirada a sus indisciplinados hijos.
-Como la colada -dijo Rurik.
-Oh, hombre. Estás en un buen problema -Jasha se apartó del camino.
Konstantine también pensaba así.
Pero Zorana no le dio ninguna cachetada a Rurik. En cambio miró a
Konstantine y dijo:
-No hablaste sobre Adrik.
El dolor acuchilló el corazón de Konstantine, pero respondió con paso seguro:
-Adrik está muerto para nosotros.
-No -Zorana agitó su cabeza.
-Muerto para nosotros -repitió. Su familia lo observó, todos doliéndose por la
pérdida de su hermano. Pero Konstantine era el patriarca. Tenía que permanecer
fuerte.
Adrik lo había desobedecido. Se había regodeado en su poder de cambio, y ese
cambio lo había llevado a lo profundo del corazón del demonio.
Qué bien conocía Konstantine ese corazón. A veces, por la noche, se sentía
como si aún viviera allí.
Todo indicio de sol había desaparecido. La luna ocultó su cara, y las estrellas
brillaron como pequeños trozos de cristal roto en un cielo de terciopelo negro.
Los Wilder se quedaron solos en la inmensidad del bosque fundamental.
Solos…y aún sus hermanos y hermanas se agitaban en la maleza. La brisa
desordenaba las ramas de los árboles, y los cedros perfumaban el aire gélido.
Zorana rompió el agarre de Konstantine. Dio la espalda a su familia y se paró
con sus manos apretadas fuertemente.
-Odio esa cosa.
-¿Qué cosa? -Jasha no lo había visto.
-Mamá, déjalo estar -Firebird sintió la inexactitud también.
-No está bien -Zorana lanzó lejos las toallas de la figura que el joven artista
había hecho-. No está bien -en el súbito frenesí de la acción, atacó a la blanda arcilla,
destrozándola con sus puños.
-No, mamá. ¡No! -Firebird capturó el brazo de su madre.
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Y todos se congelaron.
Nadie supo por qué. Sólo sabían que algo había ocurrido.
O algo estaba a punto de ocurrir.
Lentamente, Zorana se giró y encaró las brasas, y ella era…diferente. Una
extraña.
Su voz, cuando habló, era baja, profunda, suave.
No era la suya. No la de su esposa. No la de Zorana.
-Cada uno de mis cuatro hijos debe encontrar uno de los iconos de los Varinski.
-¿Cuatro…hijos? -Konstantine miró a los chicos. A sus dos hijos y a su hija…y
pensó en el único hijo perdido, Adrik.
-Sólo su amor puede traer las piezas sagradas a casa -los ojos de Zorana eran
negros-y salvajes-. Uno realizará lo imposible. Y el amado de la familia será corrompido por
la traición…y saltará al fuego.
Zorana estaba en trance.
Antes de casarse con Konstantine, había sido la Única, la mujer de su tribu que
veía el futuro. Pero desde que la había tomado y alejado de su gente, nunca había
tenido una visión.
Ahora era como si todas las profecías reprimidas la estuvieran rebasando.
Zorana alzó su mano y, uno por uno, señaló a sus hijos.
-El ciego puede ver, y los hijos de Oleg Varinski nos han encontrado.
Jasha se enderezó y, como si pudiera controlar las mareas, dijo:
-Madre, para esto de una vez.
Estúpido muchacho.
Ella no lo escuchó. Ahora ella no era de esa tierra.
-Nunca estaréis a salvo, ellos harán lo que sea para destruiros y mantener el pacto
intacto.
Su dedo se fijó y apuntó a Konstantine.
-Si los Wilder no rompen el pacto con el diablo antes de tu muerte, irás al infierno y
estarás separado por siempre de tu amada Zorana...
-Mamá, ¿por qué estás diciendo esto? ¿Por qué hablas de ti como si no
estuvieras? –la voz de Firebird se tambaleó al borde de la histeria.
-Y tú, mi amor -los ojos de Zorana se llenaron de lágrimas, y por primera vez,
Konstantine se dio cuenta de que no se había ido, sólo allí, y ella sabía exactamente lo
que estaba diciendo-. Ya no eres de esta tierra. Estás muriendo.
Lágrimas de respuesta brotaron en sus ojos. No podía respirar por el peso de
su pesar. Como un gato asilvestrado, el persistente dolor en su pecho hundió sus
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garras en su carne y la rasgó desde los huesos. Luces brillantes de colores
relampaguearon en su cerebro.
Y como un gran roble caído, cayó estrepitosamente al suelo.
Capítulo 2
Toda su vida, Ana Smith había seguido las reglas. Cuando ella se ría, se cubría
la boca con la mano para amortiguar el sonido. Cuando ella lloraba, lo hacía en la
privacidad de su apartamento. No usaba malas palabras excepto para ese momento
cuando dejaba caer la cazuela y la lasaña se desparramaba por todas partes, y aún
entonces, ella estaba sola.
Desde luego, ella sola, y siempre sola.
Vestía apropiadamente, primero para una mecanógrafa, luego para una
secretaría, después para la asistente ejecutiva del presidente de Wilder Wines.
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Entonces, ¿qué hacía ella conduciendo de California a Washington, por propia
iniciativa, adornada con su nueva ropa inapropiada, a entregar unos papeles
importantes a la casa vacacional de su jefe en la costa?
¿Qué más daba? Ella estaba enamorada. Enamorada de Jasha Wilder.
Si. ¿Quién no?
Él era alto, cerca de dos metros. Que estaba bien, porque ella media metro
ochenta y tres con sus pies enfundados en calcetas. O en sus orgullosos pies1
, como
su amiga Celia Kim decía. Él tenía la cara de un ángel caído. Pelo negro, oscuras
cejas; largas, oscuras y rizadas pestañas que enmarcaban sus ojos con una muy
peculiar sombra dorada, y un tatuaje que se ondulaba en un brazo desde el hombro
hasta la muñeca. El tatuaje se retorcía como dos serpientes trepando juntas, oscuras y
misteriosas contra su piel curtida; era estúpido, pero la hacían sentir como si tuvieran
algo extraordinariamente en común. No es que ella alguna vez quisiera explicarle a él
lo que era-o lo que podría ser.
Los ojos, el tatuaje, y la altura lo hacían parecer peligroso, algo que no era, al
menos mientras no te le opusieras en sus negocios.
Entonces lo conseguía a su modo, cada vez.
Tenía una nariz prominente, y una boca sonriente con los dientes más
hermosos, brillantes y blancos que Ann alguna vez hubiera visto.
Lo más importante, al menos para ella, era su cuerpo. Perfecto. Amplios
hombros que se estrechaban hasta un trasero esculpido, que hacía a sus dedos picar
por apretarlo. O ellos, dependiendo de cómo se considerara la cuestión.
Ella veía sus piernas desnudas cada día cuando él entraba en la pequeña
oficina, sudando de su carrera, y podría declarar que sus pantorrillas y muslos
merecían ser lamidos. Repetidamente. Por ella, si tuviera estómago y otro trabajo
para irse.
No es que no pudiera tenerlo, era una excelente asistente administrativa, y
otras bodegas y restaurantes de Napa Valley le habían hecho ofertas.
Ella rechazó a todos ellos. Jasha Wilder operaba sólo una empresa y ella estaba
interesada sólo en Jasha Wilder.
Era la razón por la que ella estaba aquí, conduciendo a lo largo de la autopista
101, que se aferraba a los acantilados a lo largo de la costa, dos carriles traicioneros
entre el furioso océano y el bosque principal, y algunas veces sumergidos entre el
océano furioso y el acantilado rocoso.
1
She was six feet in her stocking feet. Or her stalking feet, as her friend Celia Kim said: Inglés original. No
supimos cómo traducir esta frase.
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Desde la pequeña ciudad de Washington que había pasado veinticinco millas
atrás, no había visto una sola casa o carro, nada más que unas vagas gaviotas
luchando contra el viento. Ella sabía que tenía razón; cuando Jasha compro aquel
lugar, compro el terreno a veinte millas en esa dirección. Dijo que le gustaba estar
solo, pero el aislamiento había comenzado a alimentarse de ella. ¿Qué ocurriría si su
coche se estropeaba?
Pero ella tenía su teléfono celular, en su bolso, con batería completa, y de
todos modos su coche no se descompondría. El Miata era nuevo y deportivo, justo el
automóvil ideal para su nueva imagen. Al igual que la ropa nueva, el nuevo corte, el
nuevo maquillaje, la corrección láser de los ojos y los nuevos pechos- vale, Jasha le
pagaba bien, muy bien, pero no había sido capaz de ponerse nuevos pechos, pero
aun así, había comprado un Wonderbra que se las ponía de maravilla. ¡Era una
nueva Ann!
Bajó la ventana para dejar al viento agitar su pelo que le llegaba al hombro, y
presionando sobre el acelerador, decidió dar una batida por las curvas como un
conductor de anuncio publicitario.
¡No lo intenten en casa!
El viento entraba fuertemente a través de la ventana, lanzando
ingeniosamente una hebra en su boca. Lo escupió. Y otra hebra entró en sus ojos.
Parpadeó. Abrió un ojo a tiempo de ver una curva, viniendo rápidamente, y dio un
viraje brusco. Con un repugnante rechinar, los neumáticos dejaron el pavimento y
sobre el estrecho arcén. Presa del pánico, ella pisó el acelerador. El coche perdió el
control. Las ramas pegaban a un lado del espejo.
Logró guiar el coche de vuelta a la carretera y disminuyó la marcha a un lento
avance, agitada, y tan, tan alegre de que nadie la hubiera visto ponerse en ridículo.
Tomando un largo aliento, volvió a su antigua, razonable y legal velocidad, y la
mantuvo a través de la curvas.
Comprobó el cuentakilómetros. Todavía tenía otras cinco millas que recorrer
antes de que llagara a la salida de la casa de Jasha. Entonces lo vería, y le explicaría
sobre la llamada telefónica y los documentos, y como sería demasiado tarde, él la
tendría que dejar quedarse. Llevaba un casual pantalón de lino, con la camisola
ajustada color calabaza que dejaba sus brazos al descubierto- muy bien torneados
después del entrenamiento en el gimnasio- y acentuaba su estrecha cintura.
Pero era mucho más fácil ser valiente y pensar en seducir a Jasha cuando
estaba en Napa, rodeada por las vides, autobuses turísticos, hoteles caros y
civilización. No allí sobre aquella costa salvaje, luchado contra el viento que soplaba
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ráfagas del océano, viendo azotar las ramas cada vez con mayor vigor, mirando los
jirones de nubes grises rasgar a través del plateado cielo azul.
Si ella no hubiera estado mirando el kilometraje, se habría saltado la entrada a
la finca de Jasha.
Altos rododendros la ocultaban y una vez que ella freno precipitadamente y
torció en la esquina, se encontró en un camino de grava tan estrecho, que si se
encontraba con otro coche uno tendría que ceder el paso. Su hermoso nuevo carro
golpeó de bache en bache, y con indignación recordó la cuenta que recibió de la
compañía de pavimentación.
Y Jasha había firmado el cheque para pagarles.
Pasados sesenta metros, pasó entre dos pilares de piedra encabezados por
leones gruñendo. De repente conducía sobre asfalto. Aquí el bosque era tupido,
profundamente verde, antiguo y noble.
El camino tomo una amplia curva, girando al oeste hasta que ella pensó que
podría conducir a sobre el océano.
Entonces ella lo hizo.
Los árboles de separaron y muy por debajo, el Océano Pacifico fue revelado en
un extenso recorrido de la vista, glorioso, salvaje, en un alboroto. Ana frenó en una
parada. Salió, y respiró el aire salado. Cuando salió de Napa, el canal del clima no
había dicho nada de una tormenta, pero venía. Podía sentirlo en sus huesos y en su
corazón, y se deleitó con el azote del viento, la ferocidad de las olas contra la base del
acantilado.
Ésta era la forma en que Jasha la hacía sentir. Loca, mala y peligrosa para
conocer. En su secreto corazón de corazones, ella encabezaba una banda de la calle,
luchaba con los SEAL de la Navy, espiaba para la CIA, y mató a Bill2 una y otra vez.
Se rió en voz alta. Como si la Srita. Ann Smith pudiera hacer cualquiera de
esas cosas.
Su diversión se desvaneció, pero la determinación levantó su barbilla. Tal vez
no era glamurosa, pero una vez que ella tuviera a Jasha Wilder, lo mantendría, que
era más de lo que Meghan Nakamura había sido capaz de hacer. Ann quería que él la
mirara, la viera, le dijera, “Querida, yo no podría vivir sin ti”, en lugar de, “Ann,
cuando hallas terminado la catalogación de las pinot, envía rosas a Jennifer Chávez, y
una nota pidiendo disculpas en mi nombre acerca de su gato.”
-¿Cuál es el problema con su gato?
-Tenía una reacción alérgica.
-¿A qué?
-A mí.
2
Refiriéndose a la película ‘Kill Bill’ De Quentin Tarantino.
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-¿No le gustan los gatos?- Ann pensó en Kresley, su viejo gato.
-Muy sabrosos.
Ella rió inciertamente.
Pero no estaba segura de que bromeara.
Cuando la casa estuvo a la vista, redujo la velocidad, a sabiendas de lo que
Jasha había dicho sobre su casa- que era un castillo construido antes de siglo XX, por
un barón maderero como un grandioso gesto de cortejo a la mujer de sus sueños. Ella
no había quedado impresionada, y él vivió en un espléndido aislamiento hasta el
final de sus días.
Jasha la compró en subasta, desnudó el interior, y renovó completamente todo
el acabado, después confió en Ann para elegir el mobiliario, accesorios, componentes
y equipos. Se sentía como si se tratara de su casa, y su corazón golpeaba en
anticipación…
El camino se ensanchó. Los árboles se apartaron. El castillo entró a la vista.
Ella frenó de golpe.
Esto no era lo que había esperado. No en absoluto.
En su mente, se había imaginado un palacio, del tipo de Cenicienta, auque
quizás los techos no serían de un odioso tono azul.
En cambio, el lugar era alto y estrecho, saliendo en carrera hacía las nubes
como el símbolo primitivo de un pene. Achicaba los poderosos árboles a su
alrededor, y se asentaba muy cerca al borde del acantilado. A su mirada estupefacta,
parecía un monstruo, el último de su especie, suspendido en el borde del suicidio
solitario. El viento había arruinado cada toque de suavidad en la piedra gris, dejando
las superficies rugosas, desnudas y tristes. Gárgolas ciegas miraban fijamente desde
las esquinas, sobre cada uno de los tres niveles, y los picos de la azotea de pizarra
gris como mechones capturados de nubes que ondearon y se desvanecieron.
El amplio pórtico delantero era una vasta extensión de pizarra a un paso de la
tierra, con columnas de granito que soportaban la frente Neandertal de una azotea.
Ann se dijo que cuando el sol saliera, la casa se vería mejor.
El sol salió.
La casa no se veía mejor.
Rayos dorados disparados desde el oeste, y destellando sobre los cristales,
convirtiendo en huecos vacíos a la vista, y las sombras crecieron más claramente.
Ann buscó alrededor de la casa, mirando por alguna señal de Jasha, pero
nadie se movió en la hierba o entre los arbustos dentro del paseo circular antes de la
casa, y ni siquiera los rayos de sol podían penetrar las sombras bajo los árboles que la
rodeaban. El estacionamiento estaba detrás de la casa, tal vez estaba él allí. O quizás
había ido a la ciudad, o salió a correr. Podría estar en todas partes- pero ella estaba
allí, y allí se quedaría.
Condujo hacia el pórtico. Frenó, agarró el volante, y tomó un profundo
aliento.
Esto es lo que ella quería. Esto era para lo que se había preparado, había
comprado, había soñado. Si se volvía atrás nunca se lo perdonaría.
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Si se volvía atrás, ella no merecía ser feliz.
Ella podía hacerlo.
Puso el freno de emergencia-siempre ponía el freno de emergencia, incluso a
nivel de terreno, ya que era responsable hacerlo. Levantó su maletín de cuero-un
regalo de Jasha- y su bolso del asiento de pasajero. Cuando ella apretó el paso, el
viento azotó la puerta del coche, con tal decisión que ella temió por los goznes. Con
la cadera empujó la puerta, hizo saltar el maletero con el control de la llave, y extrajo
su maleta-grande, pesada y completamente cargada. La tomó con ambas manos, y
todos sus músculos recién adquiridos con el entrenamiento del gimnasio, la
levantaron fuera del maletero. Dio gracias a Dios por el equipaje con ruedas, ya que
la arrastró por la acera y hacia la entrada.
El viento la empujó de lado, le enredó el pelo, agarró su camisola. Escuchó las
olas a lo lejos, más enojadas que antes. El aire olía como salmuera y algas, y a hojas
perennes y a páramo.
Y como ella caminaba –primero un pie, luego otro pie, y después otro pie- el
castillo surgió encima de ella. Las sombras la abrazaron. Cuando dio un paso en el
embaldosado del pórtico, se paró. Parpadeó, dejando a sus ojos adaptarse a la luz
variable.
Allí estaba protegida de brutal viento, aun así tembló en la fresca, cruda
atmósfera.
Arrastró su maleta encima del paseo individual, y las ruedas se agitaron
cuando las hizo rodar sobre la losa de pizarra gris. La puerta de entrada surgió ante
ella; la había ordenado ella misma al excéntrico artista, y sabía que era de nogal
negro con caoba brasileña. Sin embargo no podía ver nada del grano de la madera o
su brillo, y las aldabas con forma de cabeza de león, de cobre, eran sólo un destello en
la oscuridad. Encontrado el pequeño botón sobre el adorno, lo presionó.
El repiqueteo sonó en su interior.
Nadie contestó.
Tocó de nuevo, entonces cautelosamente intentó con la gran asa de hierro.
Estaba cerrado.
Jasha no estaba en casa.
Ella podría volver ahora. Diciéndose a si misma que intentara el plan para otro
día.
Pero nunca habría otro día, sabía eso. Era ahora o nunca. Así que arrastró los
pies por las llaves, en su llavero, y encontró la que habría de abrir la cerradura.
Ella era, después de todo, la ayudante administrativa de Jasha. Había sido
testigo de su voluntad. Ella llamaba a su madre por su nombre de pila. Incluso
todavía mantenía la llave de su caja de seguridad. Tenía todo el derecho de usar la
llave de la casa que él le había dado.
Introdujo la llave en la cerradura, la giró. La puerta se abrió fácilmente,
silenciosamente. Examino el vestíbulo- y soltó un suspiro de alivio.
Mejor. Esto era mejor. No brutal y aplastante, sino cálido y civilizado. El techo
se elevaba lejos, por encima de su cabeza, y cuando chasqueó en la luz, miles de
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prismas bailaron a través de las cremosas pálidas paredes. Un prisma toco sobre la
luz del sistema de seguridad; conteniendo el aliento, dejó caer su bolso y llaves sobre
la mesa de la puerta. Apresurándose hacía el panel de control.
Ella golpeó el código.
- ¿Jasha? ¿Sr. Wilder?- llamó ella.
No hubo respuesta.
Bien. Lo esperaría dentro.
Arrastro la maleta a través del umbral. Como cerró la sustancial puerta detrás
de ella, admiró el juego de ventanas de todos lados. Eran del siglo diecinueve, con
cristal emplomado de una de las grandes casas sobre la costa oriental. Ella los había
encontrado, y se alegraba al ver que eran tan elegantes como el precio había
indicado.
Cada panel había sido cortado en forma de diamante, luego puesto en caoba, y
capturaban, reflejaban y dividían la luz en destellos de color.
Impaciente ahora por ver el interior que había decorado desde lejos, anduvo
adelante.
El vestíbulo abierto era la gran sala. Alfombras orientales en rojo y oro se
sobreponían en el piso de dura madera. Cálidos tonos y texturas predominaban en
las paredes. Un gran piano pequeño de cola en brillante ébano, en una esquina, y las
pinturas eran unos chapoteos brillantes, de alegres colores, enmarcados en el mismo
ébano brillante. Una agrupación simple de cómodos muebles formaban los asientos
en el área alrededor de la gran chimenea que se elevaba hacia el techo del segundo
piso, donde el fuego registraba ahora alegres troncos quemados.
Ella había diseñado la sala, y esto era un triunfo personal.
La escalera curva se elevaba suavemente hacía la galería del segundo piso.
Caminó hacia los pies de ésta y llamó,
- ¿Jasha?
Fue a la entrada de su estudio, después a la cocina.
– ¿Sr. Wilder?
Nada más que el silencio le contestó. Él no estaba allí. Entonces estaba afuera.
Corriendo probablemente, impermeable a la intemperie, sus piernas fuertes que
cubrían millas. Decía que correr le despejaba la mente. Y le dijo que debería
intentarlo, y la invitó a ello.
Ella le contestó que su mente estaba bastante clara.
No se iba a poner pantalones cortos y correr con él. La mitad del tiempo él se
quitaba la camisa y lucia un rastro de bello negro bajo su esternón, sobre los
músculos ondulantes, y el exótico tatuaje que se ondulaba cuando movía sus brazos.
Siempre que él llegaba de correr, ella deseaba lamer las gotas de sudor sobre su
pezón, y pasar las manos sobre sus músculos para comprobar si ellos realmente eran
tan sólidos como se miraban.
¿Correr con él? Si, claro. Ella hiperventilaría antes de que fueran mas lejos del
aparcamiento. Era bastante malo que mantuviera un banco con pesas en la oficina, y
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las levantara después de largas horas de trabajo, y cuando decía sentir el cuello
rígido.
Así que ella estaba sola en esa casa, esperando en ascuas a que llegase su
primer amante.
Frotó las palmas de sus manos sobre el pantalón.
Él no sabía que era su primer amante, o incluso que era su amante en absoluto.
Era su tarea explicar su plan. Había pensado en poner una presentación en
PowerPoint, después de todo, las conferencias eran algo que ellos usaban y
entendían ampliamente.
Pero una breve contemplación a la escena, le recordó la humillante conferencia
sobre la reproducción, abstinencia, y el pecado dado por la vieja hermana Teresa en
octavo grado, y Ann apresuradamente había regresado a su esquema- un
esclarecedor debate llevado a cabo en circunstancias seductoras.
Entonces el que él no estuviera aquí era una cosa buena, porque le daba
tiempo para refrescar su largo camino y poner en práctica dicha circunstancia
seductora.
Ya sabía qué habitación planificaba tomar- la principal. La de Jasha.
Ella era valiente. Ella era valiente.
¿Entonces por qué iba de puntillas arrastrando su maleta, escogiendo ir tan
silenciosamente como ella podía, y de puntillas regresaba a las escaleras?
Porque ella había pasado toda su vida esperando entre bastidores, queriendo
desesperadamente encontrar el amor para ella, y ahora ella pisaba el escenario y
exigía la atención…
Y obtendría la atención de la única manera que podría. Con fantásticas
ropas… o sin ropas.
Bruscamente las nubes cubrieron el sol. La luz desapareció. El viento golpeó la
casa con una ráfaga que sacudió las ventanas, y la lluvia salpicaba contra el cristal.
La tormenta estaba aquí.
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Capítulo 3
El Extraño había vuelto. Había salido de detrás de la gran cueva de roca del
borde del acantilado. Él, sólo muy de vez en cuando, corría con la manada de lobos,
pero cuando lo hacía, siempre salía de la cueva como una especie de perro
domesticado. Pero no actuaba como un perrito—si lo hiciera, la manada lo asesinaría.
En su lugar, el Extraño hacía cabriolas, grande, apuesto, sus ojos dorados
enmarcados por negras pestañas. Tenía amplios hombros y una marca de dos
serpientes que se enroscaban por sus patas delanteras hacia abajo. El sol moteado
brillaba en el pelaje negro y plateado del Extraño, mientras se evadía por el bosque,
sus músculos se tensaban con fuerza. Desafió al viento con su velocidad y gracia.
Líder lo odiaba, porque la joven hembra con el suave pelo castaño observaba
al Extraño, sus ojos húmedos relucientes. Estaría en celo pronto, y estaba dejando
claro que cuando lo estuviese, correría con el Extraño.
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Pero el Extraño nunca le devolvía la mirada a la hembra. Corría en el extremo
de la manada, manteniendo su mirada fija hacia el frente, nunca desafiando la
autoridad del Líder.
Pero si quisiera, podría.
Líder lo sabía, así que seguía trotando, sus sentidos afinados con el Extraño,
con sus movimientos, con los sonidos de su respiración jadeante y el ruido sordo de
sus patas en el suelo.
Porque esos sentidos le decía que algo no estaba bien con el macho.
Algo…malo.
Esa era la única razón por la que Líder nunca desafiaba al Extraño. No porque
el Extraño pudiera ganar, sino por la fetidez de algo peor que la muerte aferrada a su
piel. Algo desafortunado. Algo perdido, quemado…desesperado.
Una maldición. O tal vez un pacto con la sombra que merodeaba justo afuera
de la visión del Extraño…
Aquel día, mientras el Extraño corría, una sombría y amarga furia corría con
él.
La tormenta estaba llegando. La tormenta estaba allí.
Líder la temía, en esta ocasión, la tormenta no era meramente viento fustigante
y lluvia fría. Líder podía sentir un fuego en la tierra, como si un gran presente fuera a
venir a su tierra, y todo lo que él conocía sería pronto maldito y retorcido.
El Extraño llevaba la tormenta en su piel, en su corazón.
La marca en su pata se movía, y sus ojos…brillaban en la oscura luz del
bosque.
Ese era el motivo por el que el Líder no pudo darse cuenta de la fragancia
humana y ponerse en acción.
Entonces era demasiado tarde. El humano dio un paso de detrás del árbol y
apuntó.
Líder lo vio, se giró para proteger a su hembra—y la explosión asesina
estremeció el bosque. Empujado por una mano invisible, Líder voló por los aires. Se
incorporó nada más tocar suelo, listo para pelear. Preparado para correr. Dolorido.
Pero el Extraño corrió hacia el humano.
Éste apuntó con el cañón de su arma.
El Extraño brincó, y en mitad del salto, cambió.
El pelo desapareció de su piel. Su cuerpo se alargó. Sus patas frontales se
convirtieron en brazos. Su cara se transformó en algo horrible. Humano.
Una fuerte ráfaga de viento sacudió los árboles y lo azotó como una explosión.
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El primer humano gritó. Alzó el arma sobre su cabeza y, en un movimiento
nervioso, disparó.
El Extraño lo golpeó en un lateral. Los humanos rodaron por el suelo. El
cartucho brilló y rugió. Por encima de sus cabezas, las ramas se quebraron y trocitos
e hilos flotaron como copos de nieve.
El Extraño se puso en pie, aferrando el arma. Lo agitó en un círculo. Lo lanzó
contra una roca. Astillas de roca y musgo volaron. El arma se quebró en dos.
El primer humano se incorporó y corrió.
El Extraño, aún en pie, miró al Líder y habló.
Líder no entendía el habla humana, pero comprendió al hombre. Lo
reconoció—estaba desnudo, con oscuro pelo en su cabeza y cejas también oscuras;
largas y rizadas pestañas que enmarcaban unos familiares ojos dorados, y un tatuaje
que se deslizaba por un brazo desde su hombro a su muñeca que coincidía con las
marcas del pelaje del Extraño.
—¿Estás bien? -preguntó.
Líder miró hacia abajo. La sangre manaba de su pecho. Su carne ardía como el
fuego. Su hembra alfa lo lamió, y Líder supo que no iba a morir.
Inclinó la cabeza.
—No debes preocuparte por él jamás —el humano cambió de nuevo.
Más lentamente esta vez, como si el esfuerzo le costara. Pero cuando se hubo
transformado, era un lobo. Un lobo incorrecto. Un lobo maldito. Pero un lobo.
Entonces corrió tras el humano.
Líder llevó a su manada a la profundidad del bosque, y se escondió. De los
humanos, del Extraño, y de la fragancia que ahora había reconocido.
La fragancia de la maldición.
La tormenta estalló.
Qué apropiado.
Ann había llegado a la casa de Jasha. Por supuesto, una tormenta no prevista
la iba a dejar allí atrapada. Era más de lo que se merecía.
Subió las escaleras y entró en la habitación sin tropezarse o tirar nada, y
mientras deshacía su maleta y colgaba sus ropas en el armario, se anotó unos puntos
por su coordinación, por sus aptitudes para desempacar, por no hundir su nariz en el
traje de Jasha y aspirar su fragancia… Nop, tenía que quitarse esos puntos. Olfatear
su manga mientras colgaba su abrigo era hacer trampas.
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Mientras trabajaba, se mantenía en tensión, escuchando y esperando aquel
susurro que la avisaba de que Jasha ya estaba en casa. Nada. Incluso fue de nuevo a
la parte superior de las escaleras, pero él no estaba allí.
Su activa imaginación creó el escenario—había ido a dar un paseo por los
bosques, había tropezado y roto su pierna. O mejor aún, había sido atacado por un
puma, había peleado contra él, y estaba incluso llamándola…
Y ella…detectaba su aflicción y buscaba a través de la noche hasta encontrarlo,
limpiarlo y vendarle las heridas, construía una camilla a partir de árboles jóvenes, lo
traía a rastras a casa, y lo atendía…Desafortunadamente, no se podía convencer a sí
misma de esa historia.
No porque Jasha pudiera haberse herido. Era un temerario—hacía rappell,
paracaidismo, había participado en el Ironman Triathlon 3
una vez, pero el
entrenamiento le quitaba mucho tiempo del surfing. Había estado con una escayola
tres semanas después de ese accidente de esquí.
Ella era el problema. Las heridas la hacían desmayarse, y de todos modos,
¿por qué no usaría ella su móvil para pedir ayuda?
Inmediatamente, en su imaginación, se vio a si misma vestida como Scarlett
O’Hara—pero ahí seguía estando ese asqueroso problema con la sangre.
Nop. Si Jasha supiera lo que es bueno para él, se mantendría sano y salvo.
Algo que ella sabía con seguridad—si estaba sano, llegaría para la cena—Jasha
nunca se perdía una comida. Y si ella se daba prisa, podría ducharse y estar vestida
con su vestido cruzado de seda blanca y negra, el que se abrochaba con un solo botón
de corte imperio.
Su amiga Celia lo había llamado el vestido perfecto para dejar sin sentido.
Ann se ocupó de darle la razón, a cada paso que daba, la raja de la falda se
abría mostrando su muslo, y cuando pensó en la mano bronceada de Jasha
deslizándose por su pierna, su piel comenzó a picarle. Pero, como Celia tuvo la
amabilidad de señalar, sólo las monjas de las carmelitas que vivían cerca de la playa
impedían que Ann fuera la virgen más vieja de California, y tenía que hacer algo al
respecto.
En una repentina y violenta prisa, Ann se enfundó el vestido, un par de
panties tan minúsculos que no eran más que elástico y encaje, y tacones de aguja de
Betsey Jonson con una suela de fuerte madera que añadía más de dos centímetros a
su estatura, y corrió al baño.
3
El Ironman es la prueba más exigente del Triatlón. Consta de 3.800 m de natación, 180 km de ciclismo y
42,2 km de trote. La carrera tiene un tiempo límite de 17 h, un tiempo promedio de 12 horas, y el tiempo
récord actual es de 8:04:08. El campeonato mundial se lleva a cabo en Hawai cada año.
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La lujosa ducha revestida de azulejos de cobre le dio la bienvenida. Fijó el
modo normal de ducha con el champú y el gel de Jasha—hechos especialmente para
él, sin perfume, como él requería. Tan pronto como terminó, corrió a la puerta
cerrada y escuchó, entonces abrió una rendija y escuchó de nuevo.
Nada. Ningún sonido. No estaba aún allí.
Su corazón se aceleró mientras se secaba con la toalla.
Solía avergonzarla, el modo en que lo deseaba y codiciaba cuando él estaba
cerca. A menudo le preocupaba que él se diese cuenta de cómo tartamudeaba cuando
se ponía demasiado cerca o cómo se sonrojaba cuando la miraba.
Pero él no se percataba. Para Jasha, ella era un altamente eficiente método de
archivar papeles, escribir la correspondencia, y hacer llamadas telefónicas. Cuando se
fue, dejó Vinos Wilder a sus manos, y cuando sus ejecutivos se quejaron, los fulminó
con la mirada y dijo:
—Pues Ann hace un mejor trabajo que vosotros.
Por supuesto que lo hacía. Tenía que demostrar algo.
Tenía que demostrar todo—ella había tenido miedo de vivir, hasta hacía seis
meses, cuando había sido pillada por sorpresa por un golpe que le hizo ver el hecho
de que Jasha ni siquiera sabía dos factores básicos sobre ella.
Estaba viva. Y era una mujer.
Ella sabía todo sobre él, incluyendo que a él le gustaban las mujeres bonitas
seguras de sí mismas. Así que ella se propuso la intención de rehacerse a sí misma.
Y lo había conseguido.
Se echó hacia atrás el pelo con un resplandor, una escurridiza masa de hebras,
y se puso el maquillaje—no demasiado, porque ella no era particularmente
habilidosa aún, pero suficiente colorete para evitar su piel blanquecina y suficiente
rimel para oscurecer sus pestañas y hacer más azules sus ojos.
Pero si se iba a desnudar para un hombre, tenía un asunto más del que
preocuparse…
Se giró de modo que su espalda quedara hacia el espejo, y frunció el ceño ante
su distintiva marca de nacimiento. A lo largo de los años, no se había desteñido.
Había pensado en quitársela, pero la idea de enseñársela a un doctor que haría
preguntas y se mostraría incrédulo, vería más de lo que Ann quería…no podía
explicar la marca. Porque, ¿cómo explica uno lo imposible?
Con rapidez, usó su esponja del maquillaje para cubrirla. Por último, se puso
los panties, el vestido, y los zapatos.
Se miró a sí misma en el espejo.
¿Cómo se podía ver tan guapa, y sentirse aún como el León Cobarde?
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Ok. Iba a ir al salón, a coger un vaso de vino, posar artísticamente frente al
fuego, y esperar a que llegara Jasha. Podía hacerlo. Todo lo que tenía que hacer era
bajar las escaleras…
Por encima del estruendo de la tormenta, escuchó un disparo que provenía de
fuera.
Conocía ese sonido. Se había criado en los suburbios de Los Ángeles.
Un disparo.
Corriendo hacia la ventana, se agazapó bien bajo y se colocó a un lado.
Cautelosamente, separó las cortinas y echó un vistazo fuera.
La ventana daba a la parte delantera de la casa. Los rayos del sol de la tarde
eran difuminados por el humo de las nubes de la tormenta. El viento arrastraba la
lluvia. Los relámpagos parpadeaban a través de las ramas de los cedros, pinos y
rododendros, proyectándolos en lóbregas sombras de negro y blanco.
Podía ver el brillo del mojado del techo de su coche, pero a nadie en la
carretera o el jardín, ningún destello de pistola o señal de movimiento bajo el
frondoso bosque.
Pero eso era la naturaleza salvaje. Alguien debería estar cazando.
Dejó caer las cortinas—y escuchó un grito alto y distante, entonces otro
disparo.
Se inclinó hacia atrás separándose de la ventana y se arrodilló en el suelo.
Por unos largos minutos, no escuchó nada.
Finalmente, miró fuera de nuevo, y observó largamente al suelo bajo los
árboles.
Un disparo y un grito humano. ¿Se suponía que las panteras gritaban? ¿Había
alguien disparado a una pantera?
¿Había panteras en Washington?
Su impresión sobre el castillo ominoso y lúgubre de Jasha cambió—estaba
enclavada en el interior, a salvo de los elementos, de las bestias, de un loco con una
pistola. A lo mejor era por eso por lo que Jasha amaba ese lugar; una vez dentro, él
podía bajar la guardia que ella sentía a su alrededor.
Con dificultad, abrió la puerta del dormitorio.
Alguien se movía escaleras abajo. Alguien—o algo.
Escuchó unos suaves resoplidos interrumpidos por gruñidos repetidos.
¿Había puesto ella la alarma?
No, no lo había hecho. Y alguien en el bosque tenía una pistola.
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¿Alguien que no era Jasha—alguien loco, un Theodore Kaczynski4
—lo había
alcanzado con un disparo y entrado en su casa?
Se sentía estúpida. Exageradamente dramática. Era la sencilla Ann Smith,
asistente administrativa e idiota. Nunca le había pasado nada angustioso. Ahora ella
paladeaba el terror. Quitándose sus tacones de aguja, cogió uno en cada mano
mientras caminaba silenciosamente por el pasillo. Se paró en la galería.
Escuchaba gruñidos. Jadeos.
¿Tenía Jasha un perro?
Echó un vistazo por encima de la barandilla.
Sí—un perro se mantenía erguido de cara al fuego parpadeante. Era alto en
sus hombros, largo y demacrado, podía pesar fácilmente setenta kilos, con un pelaje
plata y negro que relucía con el rojo y dorado de las llamas. Estaba gruñendo, un
constante, bajo y definido ruido sordo de desagrado brotando de las profundidades
de su pecho.
Ann no tenía miedo a los perros, pero nunca había escuchado un ruido tan
amenazante en su vida.
Entonces el perro giró su cabeza, y su hocico puntiagudo, su mejilla con
cicatrices, y sus colmillos blancos la hicieron escurrirse hacia atrás hasta tocar la
pared.
Un lobo. Un lobo erguido ante el fuego.
Su corazón latía tan fuerte que el sonido era un estruendo en sus oídos.
¿Cómo había entrado un lobo en la casa? ¿Estaba la puerta de atrás abierta?
¿Había entrado rompiendo una ventana?
¿Dónde estaba Jasha? Si entraba, podría ser herido.
Se movió sigilosamente y miró por la barandilla, escudriñando cada ángulo de
la habitación.
Ninguna señal de su jefe, pero aunque los gruñidos del lobo habían cesado,
ella sabía que era peligroso. Un asesino. Un depredador.
Mientras se retiraba, su clara mentalidad de planificación que la hacía una
asistente administrativa tan valiosa entró en acción. Volver a mi habitación. Cerrar la
puerta. Llamar a Jasha al móvil y avisarle del peligro. Llamar entonces al 911 para que
traigan al servicio de animales…
Frenó su retirada, y miró atentamente.
El lobo parecía distinto ahora.
4
Theodore John Kaczynski, también conocido con el sobrenombre de Unabomber, es un matemático Americano
que llevó a cabo una campaña de terrorismo usando bombas para denunciar la sociedad moderna tecnológica.
Envió 16 bombas a objetivos incluyendo universidades y aerolíneas, acabando con la vida de 3 personas e
hiriendo a otras 23.
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Cerró los ojos y apretó. Los abrió de nuevo.
Soy alérgica a algo. El nuevo olor del coche… El jabón de Jasha…Tengo que serlo.
Porque estoy alucinando.
En realidad, no.
Él se veía…más grande. Sus hombros musculosos habían perdido pelo, y sus
orejas…sus orejas crecían peladas y redondas, y se deslizaban hacia abajo por su
cabeza.
El lobo había comenzado a…había comenzado a parecerse a un hombre.
El hombre había comenzado a parecerse a Jasha.
Capítulo 4
Oh, sí. Ann estaba definitivamente chiflada. La tensión de venir aquí para
enfrentar a Jasha le había causado la rotura de la poca cordura que quedaba.
Ahora el susto arrancó su sensatez. Sin hacer ruido sobre la madera dura, y
arrastrada por la misma fascinación que siempre la molestaba en la presencia de
Jasha, caminó hacia la cima de las escaleras.
El lobo estaba de pie sobre sus patas traseras. Erguido, como un hombre.
Su sangre se revolvió. Su piel se puso sensible. El aire en la casa se puso
espeso y acalorado.
Ella reconoció las señales. Él era Jasha. Que...esa cosa realmente era Jasha.
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La piel se retiró a la cima de su cabeza y se hizo el pelo negro, negro de Jasha
con una raya prematura de plata sobre cada lado. Su piel absorbió el pelaje, y ella vio
su brazo derecho, y su tatuaje distintivo... Ella irrumpió en un sudor ligero.
Él estaba desnudo. Desnudo. Absolutamente sin cubrir.
Y al parecer ella era la pervertida más extraña que alguna vez anduvo sobre la
tierra, porque aún en medio de su locura, ella encontró su desnudez bien formada y
fascinante. Ella quiso cerrar sus ojos, suspirar y darse una advertencia severa sobre
los peligros que ella afrontaba.
Pero como ella se movía poco a poco hacia abajo, ella no podía arriesgarse a
cerrar sus ojos, y no se atrevió a respirar profundamente.
No tropieces, Ann.
No hagas un ruido, Ann.
La transición ocurría despacio, y una o dos veces, ello—él—gimió como si el
crecimiento y el cambio le dolieran. Las patas se hacían manos, manos grandes con
los dedos largos de Jasha, y él usó aquellos dedos para hacer retroceder su pelo en un
gesto que ella reconoció como uno de exasperación y preocupación.
Con cada paso hacia abajo de la escalera, su incredulidad congelada se hizo la
certeza... y miedo. El hombre que ella adoraba era un lobo. Una bestia. Algo
incrédulo, antinatural.
Ella atrae a la gente mala. Ella siempre atraía a la gente mala.
Pero Jasha no era malo. Él no podría serlo. Ella no podría resistirlo.
Pero…pero aquí estaba ella. Finalmente ella había estado trabajando con sus
nervios para perseguir sus sueños sólo para encontrar que éste se había vuelto su
peor pesadilla, y ella estaba atrapada en la casa con él. Con eso.
Jasha.
Piensa.
Sus llaves estaban en la mesa final de la puerta.
Él no la había notado aún.
Si ella pudiese obtener de las escaleras a sus llaves, pudiese abrir la puerta y
correr a su automóvil delante de él... Ella podría marcharse, y por primera vez ella no
se preocuparía por el límite de velocidad.
Ella conduciría como si su vida dependiera de ello— y eso hizo.
Cinco pasos al fondo.
Él no la había notado todavía.
Ella deseaba volver a su apartamento, agarrar a Kresley, y correr lo más lejos
posible. Ella nunca miraría hacia atrás. Nunca.
Pero primero tuvo que sacar a sus llaves. Abrir la puerta. Iniciar su
automóvil...
Y al igual que en sus pesadillas, la cosa en la gran sala levantó la cabeza y
olfateó. Su cabeza se volvió lentamente en su dirección. La miraba.
Casi humano. La cosa era casi humana. Sólo que profundamente en sus ojos
dorados, un resplandor rojo quemó.
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-Ann-su profunda voz sonaba áspera, como si tuviera un resfriado. Parecía
humano de nuevo.
Se parecía Jasha, el hombre que ella amaba.
Su mirada fija en la pequeña mancha roja oscura en la esquina de su boca.
Sangre.
Caminó hacia ella. Desnudo. Gloriosamente desnudo como ella siempre había
soñado, y ahora ella no se atrevió a tomarse el tiempo necesario para comprobar y
ver si los rumores eran verdad.
Porque él tenía sangre en su cara.
Sangre.
-Eres un poco tonta-dijo—, ¿qué haces aquí?
Ella gritó y con toda su fuerza, ella tiró primero un zapato y luego el otro.
Él esquivó el primero. El segundo lo atrapó de lleno en el pecho. El tacón de
aguja le dio un golpe a su esternón. Ella oyó cuando él gruñó. Le vio tambalearse
hacia atrás, y el borbotón de sangre.
Ella corrió. Ella corrió tan fuerte que patino ante la puerta. Agarró las llaves.
Sus palmas sudorosas resbalaron en la manecilla de la puerta.
En cualquier segundo y él la tendría.
La puerta pesada giró hacia ella. El viento barrió a través de la puerta,
tomando aliento. Ella corrió hacia el porche.
Detrás de ella, ella oyó un gruñido. Con terror, ella miro atrás—y lo vio.
La transformación estaba revirtiéndose.
Inexorablemente, Jasha se estaba convirtiendo en lobo una vez más.
Los colmillos...y garras...y una inteligente, mirada vengativa, una mirada roja-
encendida fijamente en ella.
Usando cada onza de coraje que poseía, ella corrió, agarró la puerta, y la cerró
de golpe.
Permita Sr. Hombre Lobo camine a través de eso.
Mientras ella corría hacia el coche, revisó las llaves. Con la lluvia y el viento
abofeteándole su rostro, mientras aclaraba su cerebro— ¿De qué sirve aclarar su
cerebro?
Todo en lo que ella creía—todo lo que ella conocía como verdadero—fue
vencido por la realidad de esa cosa en la casa.
Jasha.
Las luces del Miata se encendieron cuando ella abrió la puerta con el remoto.
Ella resbaló en el asiento y golpeó su rodilla en la palanca de dirección. Sabía que
debía dolerle la herida. Apenas podía sentirlo. No ahora. No todavía. No tenía
tiempo.
Ella cerró de golpe la puerta. Mirando la casa. Intentado conseguir la llave en
la ignición. Tratando de nuevo.
Su mano se agitaba demasiado fuerte como para hacer la conexión.
Ella miró a la casa nuevamente—y vio el lobo brincar a través de la puerta
delantera. El glorioso, caro, vidrio emplomado se pulverizó hacia el exterior mientras
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su elegante cuerpo se arqueaba a través de él, la cabeza extendida, dientes
desnudados.
Mágicamente, su mano se sostuvo y la llave resbaló en la ignición. Ella
encendió el automóvil; nunca había oído un sonido tan maravilloso como el de su
motor encendido.
Ella puso su pie en el suelo. El coche brincó adelante y ella se movió alrededor
del círculo con el entusiasmo y la pericia de un conductor en el Grand Prix.
La lluvia bajaba por el parabrisas. Ella chapuceó con los limpiadores, los
mantuvo...en el modo intermitente. Cuando los limpiadores resbalaron
pausadamente por el parabrisas, ella maldijo el nuevo automóvil, los nuevos
controles, y el deseo que la había traído aquí.
Debería haberlo sabido mejor. Era huérfana, abandonada y sola, marcada por
el mal, fue rechazada por el Todopoderoso. La Hermana María Magdalena la había
instado a aceptar su destino y vivir su vida, pero Ann se había revelado.
Ahora ella juró que ella le daría gracias a Dios si ella vivía—especialmente
desde que ella no se había puesto su cinturón del asiento ni siquiera.
Entonces miró por el espejo retrovisor.
El lobo corrió por el césped detrás del coche.
Al infierno con el cinturón de seguridad.
Él no podría cogerla. Sabía que era imposible. Los lobos no podían moverse
más rápido que un coche.
Pero los hombres no se convertían en lobos, tampoco. Quizá Jasha era un
jodido Transformer. Quizá él iba a convertirse en un gigante robot mecanizado y
caminar sobre ella y su coche.
Ella mantuvo su atención en el camino, conduciendo lo más rápidamente que
hubiera conducido alguna vez en su vida.
El viento sacudía el pequeño Miata. Rayos y truenos destellaban con fisuras.
Su pelo goteó en sus ojos. Sus manos resbalaron sobre el volante, de la lluvia, del
sudor inducido por el miedo. Ella entornó su mirada a través del borroso parabrisas,
mientras tomaba las curvas tortuosas con demasiada rapidez, viendo pasar los
destellos de las rocas pasando el claro del bosque, entonces, condujo al interior
nuevamente, los árboles pasaron sobre ella. Pronto ella bordearía las rocas
nuevamente. Necesitaba concentrarse, para recordar la ruta que solo había
atravesado una vez...
Y sin advertir el peligro, el camino subía, entonces bajaba, luego subió. El
automóvil había despegado. Ella había despegado. Con el impacto de una
mandíbula rompiéndose, las ruedas pegaron el asfalto. La bolsa de aire explotó en
su cara, sofocándola en blanco durante un momento vital.
Cuando menguó, ella desesperadamente lo apartó. Entonces ella podría ver.
El automóvil se encabezó recto—pero el camino se curvó. Se curvaba a la izquierda,
y por delante vio nada más que lluvia y nubes al borde del acantilado.
Ella presionó de golpe los frenos. El automóvil derrapó sobre el agua, las
ruedas traseras deslizándose de lado.
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Por fin dejó de deslizarse. Ella estaba en el mando.
Pero demasiado tarde. Demasiado tarde. Las gomas traseras se inclinaron
sobre el precipicio. La mitad del coche colgaba sobre el acantilado, encima de las
piedras y el océano. El tren de aterrizaje gritó cuando raspó el asfalto.
Ella iba a morir.
El panel lateral golpeó algo. Algo grande. Una roca. Un tronco del árbol.
Algo. El metal crujió. El coche se detuvo. Tan de repente que ella resbaló hacia el
asiento del pasajeros. Ella perdió su agarre en la rueda. Sus piernas se enredaron
con la consola.
No podía moverse. El hedor del metal caliente y el caucho ardiente llenó su
nariz. Ella todavía estaba viva—y si quería continuar de esa manera tenía que salir.
Tenía que salir antes de que ardiera.
Ella puso el freno de emergencia, y cerró sus ojos.
Teniendo cuidado de no cambiar repentinamente su peso de lugar, agarró la
manija y abrió la puerta. Todo su cuidado fue desperdiciado; el viento la cogió de
golpe. Ella sostuvo su respiración, esperando lo inevitable y caer.
Nada.
A distancia ella notó que su mano era ahora firme como una piedra.
En alguna parte en este paseo salvaje, ella había superado el terror.
Ella resbaló sus piernas hacia afuera, movió poco a poco su extremo a lo largo
del asiento, entonces gradualmente estaba de pie.
El coche colgado allí, suspendido sobre el acantilado, que descansa sobre las
llantas delanteras y el marco.
Ella caminó fuera de él. Retrocedió, esperando para arriesgarse.
El Miata permanecía inmóvil.
Ella estaba sola sobre la vereda de un camino privado. Su nuevo coche esta
inservible, testimonio de su mala conducción, y una ventaja para Jasha porque que
estaba indefensa y a pie. Ella estaba descalza, la lluvia la azotaba, y—ella enfrentó el
camino por el que había venido—nada tenía sentido, especialmente el lobo que era
Jasha.
Ella se tenía que esconder.
En un lado del camino, el océano rasgaba la base del precipicio. En el otro, el
bosque primitivo surgió, oscuro y espeso, ramas que azotan en el viento. Ella no
quería entrar allí.
Entonces en la distancia, un lobo aulló.
Él venía por ella.
Ann corrió a toda velocidad por el camino hacia el bosque.
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Capítulo 5
Los árboles se cerraban alrededor de Ann, amortiguando la ya tenue luz,
protegiéndola del azote del viento y la lluvia. Sus pies descalzos se hundieron en el
suelo húmedo. El aroma condimentado de pino se acumulaba en las corrientes de
aire, y por un segundo, se sintió protegida, absorbida por la naturaleza.
Entonces el relámpago golpeó y el trueno resonó. La lluvia y el viento
golpearon con renovada fuerza, y se oyó el aullido de un lobo, luego otro y otro más.
Sonaba como si una jauría completa la acechara.
Probablemente así era. Los amigotes de Jasha.
Su falso sentido de seguridad fue arrancado. Se quitó de la cara el cabello
empapado, y sus manos aparecieron manchadas de negro. Su rimel estaba
arruinado. Su vestido estaba arruinado. Sus sueños estaban arruinados. Su vida…
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Mientras andaba, las agujas de pino se deslizaban bajo sus pies, y escuchaba el
gruñir de los árboles a la vez que combatían el viento.
Detrás de ella, el aullido solitario de un lobo, y algo en el sonido, una nota de
furia y frustración la alertaron. Ese era Jasha.
¿Qué era él? No era algún hombre lobo de leyenda; la luna controlaba a esas
bestias. Él era… otra cosa.
Un relámpago parpadeó, convirtiendo las enormes rocas en largas caras que
sonreían y se burlaban. Corrió, buscando el mejor lugar para resguardarse, sabiendo
que ningún lugar sería lo suficientemente bueno. Estaba perdida de la civilización.
Probablemente moriría por el contacto… o a manos de Jasha.
Patas. Lo que fuera.
Un arroyo atravesaba su camino, y un recuero de Niña Exploradora, enterrado
hace mucho tiempo emergió… Jasha no podría rastrearla si caminaba a través del
agua.
Entró. El agua fría alivio sus sensibles pies. Trató de darse prisa, pero las
piedras grandes y lisas cubiertas de musgo resbalaban bajo sus pies. Se forzó
prestando atención al suave andar de las patas de un lobo. Pero no oyó nada. Por
unos minutos imaginó que se había salvado.
Entonces lo oyó. Un chapoteo río abajo y el lento sonido en aumento del correr
de un animal en el agua.
La había encontrado. Él estaba ahí.
No tenía a donde ir.
Escapó, fuera del agua, por un camino entre dos grandes rocas. El camino se
estrechada, y por un horrible momento, pensó que había llegado a un callejón sin
salida. Pero se deslizó a través de una grieta entre las rocas y frente a ella el bosque se
abría. Estaba en un prado, vacío, excepto por una inmensa cicuta. Su tronco era
amplio y su copa tocaba las nubes.
Echó a correr entre la hierba corta. La lluvia salpicaba su rostro. La tormenta
enfureció, reuniendo su fuerza hasta que con un solo golpe estruendoso, un
relámpago desgarró la cicuta. Pudo sentir el calor, se tapó los oídos, olió el azufre….
y cayó de rodillas. Las aves volaron libres, llorando su angustia a los cielos, y las
ardillas se dispersaron desconcertadas.
Mientras observaba con horror, el vengativo viento tomaba y tiraba del árbol.
Despacio, muy lentamente, la cicuta se inclinó hacia el final distante del prado. Sus
raíces se asieron a la tierra bajo sus pies. Pero no fue suficiente, fueron arrancadas
dejando un grandioso y amplio círculo que tomó la hierba verde y las nubes de
suciedad y las elevó hasta lo alto en el cielo. Las ennegrecidas ramas de sacudieron
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en protesta, pero inevitablemente la gravedad tomó el control y el árbol golpeó tan
fuerte el suelo que éste se agitó bajo los pies de Ann. Ahora, como el resto de los
animales salvajes, se levantó para huir. Huir de la naturaleza. Huir de Jasha. Huir
para sobrevivir… Correteó al otro lado de la tierra recién expuesta. Imaginando que
de algún modo podría encontrar una manera de esconderse entre las ramas rotas
donde Jasha no pudiera encontrarla.
Entonces un lobo aulló, haciendo añicos sus esperanzas. Aterrada, se deslizó
en un terrón de tierra, y cayó al suelo, dio un vistazo detrás de ella, y lo vio, no al
lobo acercándose a través de la brecha en las rocas, sino un destello dorado, y a una
mujer mirándola.
Una pintura. Una miniatura. ¿En un mosaico de cerámica?
Ann parpadeó. Extendió su mano. Curvó los dedos alrededor de la pequeña
pieza de arcilla pulida.
El ruido de la tormenta se desvaneció.
Levantó la imagen de la suciedad, la limpió, y la miró detenidamente.
Era antigua. Muy antigua. La pintura era poco natural, estilizada, sin embargo
había sido grabada en el mosaico y los colores brillaban como si fueran nuevos. La
virgen María sostenía al niño Jesús, mientras José estaba de pie a su derecha, y sus
aureolas destellaban con hojas doradas. Su túnica era rojo cereza, el fondo era
dorado, y sus ojos…sus ojos eran grandes y oscuros, llenos de sabiduría y
compasión.
El corazón de Ann se elevó. No iba a darse por vencida. No iba a morir.
Apretó tan fuerte el mosaico que los bordes le hicieron un corte en la palma y una
gota de sangre se dibujó en una esquina rota. Se puso de pie y corrió de nuevo
dirigiéndose al bosque.
Por encima, las nubes grises crecieron con renovada vida. El trueno retumbó
malignamente. En tanto que alcanzaba el círculo de árboles, dio un vistazo detrás de
ella, vio al lobo saltando al otro lado del prado, su inteligente mirada se fijó en ella.
La adrenalina la golpeó. Su corazón dio un brinco en su pecho. Tenía treinta
segundos para escapar y frente ella vio la tierra salvaje cubierta de ramas rotas,
gruesos troncos y remolinos de musgo. Disparada por la intención de escalar a la
seguridad, corrió hacia un grupo de enormes rocas, pero cuando dio el primer paso
para subir, algo la golpeó en un costado.
Jasha.
El lobo.
Lo que eso fuera.
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Cayó en una pila de hojas, rodó una y otra vez, y cuando volvió en si, puso
toda su fuerza en su brazo y lo golpeó en la cara con la pintura.
Con un aullido el lobo dio un salto atrás. Este bloqueó su brazo mientras ella
se preparaba para acertar otro golpe. El mosaico húmedo voló de su mano, y se
encontró a si misma nariz con nariz con un lobo gruñón.
Se sentó a horcajadas sobre ella, su cuerpo temblaba con furia, sus colmillos
blancos estaban descubiertos, en sus ojos ambarinos, en lo profundo de sus pupilas,
algo rojo resplandeció.
El pecho de Ann subía y bajaba luchando por respirar, mientras la mirada del
lobo vagaba hacia abajo. Lentamente, inclinó la cabeza y su lengua la recorrió desde
la base de la garganta hasta su barbilla. De nuevo. Y una vez más.
Cerró los ojos. ¿Los lobos lavaban a su presa antes de comerla? Esperaba que
en cualquier momento sus dientes se cerraran sobre su traquea y la aplastaran. Para
luego desgarrarle la garganta y arrastrar su cuerpo al bosque, donde nunca la
encontrarían.
Pero, Oh Dios, su larga caricia se sentía casi…. erótica, y contra su voluntad su
palpitante corazón cambió de ritmo. Él la olfateó bajo la oreja, un gentil toque que la
preparó para un pequeño mordisco. Podía sentir su respiración sobre la vena de su
cuello, y se tensó de nuevo esperando…. pero él besó la comisura de su labio.
Estaba confundida. Se sentía humano, pero cuando abrió los ojos, esperaba ver
a un lobo, y vio a Jasha.
Jasha, con sus intensos ojos dorados, su generosa boca, y una nueva marca roja
en su mejilla.
Se arrodilló sobre ella, sonrió y preguntó:
-¿Quién te envió?
-¿Qué?-¿qué es lo que quería decir? Ella no lo sabía, no lo entendía.
-¿Quién te envió?-su voz era suave, cálida pero con un filo que la quemaba
como brandy puro.
-¿Por qué me seguiste hasta aquí?
-Yo… yo vine por que el trato internacional se va a disolver a menos que firme
los papeles, los traje. Están en el maletín. En la casa-oh Dios. Sus ojos eran tan
dorados, tan intensos. Y su mirada vagaba…. Ann bajó la vista sobre ella.
Estaba salpicada de lodo, mojada hasta los huesos. Su vestido de seda estaba
arruinado, y el corpiño completamente blanco mostraba todo, la forma de sus senos,
el color de sus pezones, el hecho de que estaba helada…. y excitada. La falda cruzada
estaba aplastada en sus muslos, a la vez que ella observaba, Jasha colocó su mano en
su rodilla y lentamente la deslizó hasta su muslo.
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Su respiración se atascó.
Todavía estaba asustada. Aterrada. ¿Cómo podía no estarlo? Pero mezclado
con ese sentimiento tan poco familiar, estaba más nueva, estaba excitada. Estaba
necesitada. Estaba lista.
¿Cómo era posible, mientras los relámpagos brillaban en el cielo, y la lluvia
salpicaba su rostro, que pudiera desear a un hombre, un monstruo, como Jasha?
Pero lo deseaba.
Ann era una criatura de instintos. O tal vez de locura. No lo sabía. Lo único
que sí sabia era que él presionó su palma contra su vientre, y deseó que su mano se
moviera más abajo.
-Refresca mi memoria-Jasha olió el cabello sobre su frente-. ¿Dónde se inició el
trato internacional?
-En Ucrania.
-Por supuesto-se rió con voz ronca–. Eres una inocente. Por supuesto que lo
eres. Como el Diablo. Como el cazador ilegal. Como mi propia madre.
Ann no entendía de lo que estaba hablando, o de quién estaba hablando.
–No vine para herirte. ¿Cómo puedes pensar que te haría daño cuando…?
-¿Me amas? ¿Me amas, pequeña Ann?
-¡¡No!!
-Sí, sí lo haces.
-Tú no sabes eso- él no sabía eso, ¿o sí?
-Por supuesto que lo sé. Te conozco mejor que tú misma. Soy una bestia, ¿lo
recuerdas? Tengo instintos que ningún simple humano puede igualar.
Se estaba burlando de ella ¿verdad? Él no podía tener instintos, ¿o sí? No de
esa clase. No del tipo que le ayudarían a ver dentro de su alma.
-¿Todavía me amas, ahora que has visto lo que soy?
-No te amo-¿todavía lo amaba? No podía saberlo. Solamente sabía que su
toque la había cambiado de una chiquilla aterrorizada a una mujer necesitada, que a
pesar de sus miedos y cansancio, su indispuesto cuerpo lo deseaba. Ahora-. ¿Vas a
matarme?
-¿Matarte?-sus dorados ojos se estrecharon. Sus pupilas cambiaron, y por un
segundo sus ojos destellaron en rojo-. Sí. Voy a matarte, una y otra y otra vez.
Era una amenaza que la mente de Ann no podía comprender… pero su cuerpo
sabía perfectamente bien lo que quería decir.
Ella tomó sus muñecas y las retorció, tratando de moverlo a un lado.
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Tonta. Él la superaba por unos cuarenta muy musculosos kilos. No podía
moverlo. Pero no podía soportar patearlo, tampoco. Incluso ahora, no podía herir a
Jasha.
-¿Qué es lo que piensas Ann? ¿Qué podría desgarra tu garganta?-su mano se
deslizó dentro de sus minúsculos panties. Su dedo se deslizó entre sus labios,
encontró su clítoris, y lo acarició con un toque lento, casi imperceptible.
Pero la única persona que la había tocado ahí…había sido ella, y cada
movimiento le punzaba los nervios, como el ataque de una serpiente. Olvidó quién
había sido, no tenía pasado o futuro, y se convirtió en alguien que vivía el presente y
el ahora.
-¿Estás pensando en el suelo frío contra tu espalda y la lluvia salpicando tu
rostro?-le canturreaba suavemente como si ella fuera un ave silvestre a la que había
atraído a su destrucción.
Cada uno de los sentidos de Ann se intensificó, abrazando la esencia de la
tierra, de la lluvia fría, de la naturaleza salvaje alrededor de ella…de lo salvaje en él.
-¿O cada fibra de tu ser está concentrada entre tus piernas? ¿Tus nervios se
tensan mientras esperas que deslice mi dedo dentro de ti?
Jasha estaba leyéndole la mente. Se estaba burlando de ella.
-Tal vez sólo un poco. Tal vez por completo.
-¡Deja de reírte de mí!
Mostró sus dientes. No eran para nada colmilludos, pero sí muy blancos.
–Nunca he estado más lejos de reírme como ahora. Mírame.
Ann contempló su rostro, severo e intenso, de ojos dorados que resplandecían
bajo la luz tenue, donde ella lo había golpeado, un parche de piel escarlata sobre su
mejilla.
-No. Dije que me miraras.
Sobresaltada, se dio cuenta de lo que él quería. Había evitado que su mirada
viajara por el cuerpo desnudo agachado sobre ella. ¿Por qué? ¿Por miedo al lobo?
¿O por miedo al hombre y a lo que exigiría?
Tomó un respiro para darse valor; luego, deslizó su mirada por sus hombros,
tan anchos que bloqueaban la lluvia; abajo, su pecho tenía una franja delgada de pelo
negro rizado. Un tatuaje se enroscaba a lo largo de su musculoso brazo, oscuro y
enigmático.
Tenía un moretón en el pectoral izquierdo y en medio de su pecho un pequeño
pinchazo ensangrentado. Parecía como si una flecha lo hubiera golpeado, o no, no
una flecha. El tacón de aguja de su zapato.
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Se mordió el labio. Debería estar complacida con ella misma. Se la había
puesto difícil. Y él se lo merecía.
Pero ella había llorado cuando la mamá de Bambi murió. Se tapó los ojos
cuando vio “Cazafantasmas”. Era una blanda y una gallina, y había herido a Jasha,
realmente lo había herido. Tocó la ensangrentada marca con la punta de sus dedos,
una rápida palmada cargada de disculpas.
–Lo siento. Me asusté y yo…ummm.
-Tienes un buen brazo-desechó impacientemente su disculpa–. Ahora deja de
dar excusas y “mírame”.
Podía sentir el calor irradiando sobre ella; era la única cosa que evitaba que
tiritara de frío mientras el viento aullaba entre las rocas y los relámpagos estallaban
en el aire. Bajó la vista hacia el escultural abdomen de Jasha…su erección estaba
pálida, profundamente hinchada, y más larga que…bueno, en las revistas
simplemente no se veían así de grande.
-Tócame.
-¿Qué?
-Tócame.
Él estaba furioso con la vida, con la naturaleza, con ella; y una mujer lista haría
lo que había ordenado.
¿Pero tocar su erección? ¿Cuando antes no había tenido el valor para hacer
algo más que estrechar su mano?
Él debió haber leído la negación en su rostro, porque la mano en sus panties la
apretó más fuerte y su dedo acarició en círculos la entrada a su vagina.
El placer fue tan inesperado, tan intenso, que se encontró a si misma arrasada,
sus brazos estirados a sus costados, apretando puñados de hojas caídas del año
pasado, como si la ley de la gravedad hubiera sido revocada y la tierra amenazara
con lanzarla libre.
-Tócame-le repitió
Ann miró sus manos, les quitó el polvo, luego las alzó y tomó sus hombros.
Sus músculos se movieron, una sensación tan fascinante como había imaginado,
Jasha dio un respiro en señal de aprobación. Entonces arrastró una de sus manos
hacia su pecho.
La mano entre sus piernas estaba quieta. Quizás para burlarse de ella
anticipadamente. Tal vez por que la manera en que acarició su pezón, lo rodeó, y lo
pellizcó, le hicieron perder la capacidad de moverse. Mientras sus pezones se
tensaban, Ann escuchó la respiración de Jasha rasgando su garganta.
Así que no estaba tan indefensa como pensaba.
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Excepto que sí lo estaba, ahora que había comenzado a tocarlo, no podía parar.
Amaba la sensación de su piel cálida, amaba el darse cuenta que este casi humano
podía haberla dejado hecha polvo, pero que ella tenía poder sobre él si no lo tocaba.
Si no…
Jasha liberó su mano de los panties, agarró sus dedos, y los envolvió alrededor
de su pene.
-Ahí-dijo con voz ronca-. Tócame.
El calor que él irradiaba se originaba ahí. Quería sacar su mano antes de que la
abrumara con lujuria… pero luego él usó su mano para acariciarlo. Su voz era áspera
mientras decía:
-Esta no es una señal de burla, Ann. Esta es una señal de excitación. Tú
corriste. Te perseguí. Estabas aterrada. Ahora… ya no estás asustada.
-Sí lo estoy-dijo rápidamente. Sería una tonta si no estuviera asustada, y ella
no era ninguna idiota. Ella había corrido. Él la había perseguido. Él estaba
intentando… Poseerla aquí y ahora. Y sabía sin ninguna duda que, sin importar los
argumentos que diera o lo alto que gritara, él la haría suya.
Entonces soltó la mano de Ann.
Encontró que no podía, ¿no quería?, retirarla y estar correctamente indignada.
En cambio, usó su pulgar para encontrar una sedosa gota de semen en la punta, y la
esparció en pequeños círculos
Su aliento silbó entre sus dientes, y por un segundo temió que lo hubiera
conducido a su forma lobuna de nuevo.
Pero no. Él todavía seguía siendo humano.
Y su cuerpo todavía era fascinante.
Jasha inclinó su cabeza y le habló suavemente al oído:
-¿Sabias que un lobo puede oler la excitación de una hembra?
Quitando la mano, se volteó y lo miró a los ojos.
–No, no puedes.
Él olió el cabello detrás de su oreja. Se rió, una risa profunda y ronca.
-Conozco tu aroma tan bien como el mío. Conozco tus estados de humor.
Conozco tu ciclo. Incluso conozco a tu gato.
-No-él no podía saber que lo había deseado todo el tiempo todos los días. Eso
era desasido humillante.
-Sí. Y sé que cuando hago esto-su mano se deslizó dentro de sus panties de
nuevo-el olor del miedo se retira y el dulce aroma de la excitación se eleva hasta mi
cabeza y me vuelve medio loco.
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-He estado excitada antes, y siempre me has parecido bastante sensato-
respondió sarcásticamente.
-Pero nunca por mí. No era verdaderamente yo quien te excitaba-rió entre
dientes de nuevo, y su dedo revolvió el vello sobre su clítoris.
Ann cerró los ojos, capturando la sensación dentro de ella. Su pequeño
arranque de sentido común se desvaneció, y sus labios apenas se movieron mientras
decía:
-¿Por quién más entonces?-
-Por el hombre de tus sueños que no existe. Por que yo no soy el hombre de
tus sueños-tal como le había advertido su dedo se deslizó completamente dentro de
ella-. Soy tu peor pesadilla.
Capítulo 6
¿Cómo, sabía Jasha que Ann había pensado exactamente eso? Era parte lobo,
parte hombre… ¿también leía mentes?
Entonces se frotó fuertemente con el talón de su mano. La acarició dentro y
fuera, y tan seguro como que él se había transformado, ella también cambió. Se
convirtió en una criatura hecha de pasión y encendida por un fuego interior.
Enterró sus talones en el suelo. Su espalda se arqueó. Se elevó a sí misma,
presionándose contra él, frotando sus caderas contra su mano.
Abruptamente, él apartó su dedo y le arrancó las braguitas. Alzándose sobre
sus rodillas, se movió hasta quedar entre sus piernas. Sus ojos cerrados, su cuello en
tensión, y su expresión de exquisita agonía. Mantuvo sus muslos en sus palmas y
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presionó la longitud de su erección contra la parte más suave de su cuerpo. En tanto
se mecía una y otra vez, su humedad aumentaba. No por la lluvia, sino por el
tortuoso placer que él forzaba en ella.
Entonces… oh, Dios… su pene exploró, y casi se deslizó en su interior.
Excepto porque no se deslizó… su cuerpo se resistió. Resistió y la informó, con
demasiada claridad, cuán dolorosa seria su unión.
Ella gimoteó. No pudo evitarlo. Era una cobarde nata, y él...él era un lobo.
Se estremeció. Abrió sus ojos y la fulminó con la mirada.
—Virgen—susurró.
—¿Y qué? — le devolvió ella la mirada.
—Bueno— la bajó al suelo—. Soy un bárbaro, hijo de bárbaros, un
depredador...
—Un asesino— aventuró ella las palabras como un desafió, deseando que las
negara.
En la profundidad de sus ojos dorados, vio una llamarada roja de instinto
asesino.
—Sí, un asesino.
Un relámpago brilló y un trueno retumbó, recordándole…como si fuera a
olvidar…dónde estaba, y por qué. Revivió vívidamente los ojos amarillos del lobo, la
terrorífica persecución...la sangre en su boca. La había perseguido a través de la
tormenta que rugía a su alrededor, derribando árboles y sacudiendo la tierra. Había
dejado los signos de civilización atrás, y su primera vez sería en los bosques, en el
suelo con un hombre que podría en cualquier momento volverse y matarla… o que
podría darle el mayor placer que una mujer hubo conocido jamás.
Sus dientes castañetearon con un repentino frío, e intentó apartarlo fuera bajo
él.
Pero él capturó su cuerpo.
—¿Estás asustada, Ann?—canturreó mientras se situaba entre sus piernas—.
Deberías estarlo. Porque lo que quiero de ti no es tu muerte, sino tu rendición.
Cuando habló así, sus labios moviéndose contra su cuello, la dejó demasiado
nerviosa.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que no te voy a quitar tu virginidad—alzando su cabeza,
sonrió, y sus dientes brillaron blancos y afilados.
—Vas a entregármela.
—¡No!— durante tres años, había sido su asistente administrativa, y nunca lo
había visto fracasar en ningún desafío.
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—Te juro que sí.
—¡No...lo...haré!— dirigió el talón de su mano a su nariz.
Apenas en tiempo, él se apartó.
Ella golpeó su mejilla. Su mano se deslizó hacia arriba para darle a en el ojo.
Él cogió muñeca, y todo el semblante de hombre civilizado desapareció.
—Es la tercera vez en el día de hoy que has descargado algún golpe en mí.
Desde el día en que me convertí en adulto, ha sido el doble que alguna otra vez.
Cogiendo su otra mano, él las subió por encima de su cabeza y las inmovilizó
con una suya.
Por primera vez, ella sintió el peso de un hombre: pesado, musculoso, duro. Él
la sostuvo abajo, manteniéndola en donde pudiera hacerle todo lo que quisiera.
—No más secretos—con su mano libre, aflojó el botón que mantenía su
corpiño unido. Como si estuviera desenvolviendo un regalo, apartó las dos mitades
de su cuerpo.
La expresión de su rostro la hizo tragar nerviosamente.
Se veía tan hambriento como el gran lobo malo.
Pero cuando ahuecó un pecho en su mano y situó su boca en el otro, era tan
dulce como un susurro. Era más de un respiro que de tacto, y cada nervio en su
cuerpo suspiró en respuesta.
La tierra se meció bajo ella. Su cuerpo la calentó por encima. La lluvia caía
directamente en su cara. Todo en ese momento era primario, intenso...primitivo. Era
la víctima de la furia de la naturaleza. Era un sacrificio para las necesidades de Jasha.
Todavía un sacrificio servicial: cada vez que su lengua trazaba círculos en su pezón,
ella cedía aún más.
La incomodidad de la excitación no dispuesta y la humedad entre sus piernas
crecieron, y se retorció bajó él, luchando por liberarse antes de que entregara lo que
él quería.
Todo.
Presionó su mejilla contra su clavícula y rió entre dientes.
—Envuelve tus piernas alrededor de mis caderas y estarás más cómoda.
¿Y abrirse a él aún más? Ya estaba incómoda con ese nivel de intimidad—e
incómoda era quedarse corta.
—¿Cuán tonta crees que soy?
Él elevó su cabeza de su pecho. La lluvia caía suavemente. Su cabello goteó, y
el agua descansó en su rostro. Detrás de él, un relámpago zigzagueó tan brillante,
que una imagen de él abrasó sus retinas. Sonrió, pero esa sonrisa le decía demasiado
claramente a ella que esa era otra batalla que tenía intención de ganar.
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—Nunca he pensado que tú seas tonta. Pero creo…sé…que después de que
esto termine, harás lo que te ordene. Ann...
Incluso el modo en que decía su nombre había cambiado. En la oficina, él lo
usaba igual que a un mueble útil, como ‘El archivador’ o ‘La fotocopiadora’. Ahora
ese tono cálido era persistente con la única vocal, con la consonante doble,
transformando un nombre que ella siempre había considerado sin brillo en uno
exótico y tentador.
Él usaba su voz para poseerla.
Besó cada uno de sus párpados cerrados, entonces puso sus labios sobre los de
ella.
Sus ojos se abrieron sorprendidos.
Jasha y Ann estaban desnudos, tan cerca como una mujer y un hombre podían
estar, y todavía no se habían besado. Cuántas veces había soñado con un único beso,
intenso, profundo, inmediato...
¡Qué equivocada había estado! Él saboreó sus labios tan suavemente como
había saboreado sus pechos. Acarició con su lengua la comisura de sus labios, y
cuando ella se negó a abrirlos, volvió a acariciarlos con un ritmo que hacía eco al
estruendo del trueno y los latidos de la tierra... ¿o era su corazón el que ella
escuchaba?
Notó que sus párpados se desfallecían. Trató de enfocar su frente
insoportablemente grande (grande desde ese ángulo, por lo menos) pero no
consiguió centrarse en el interés de su rostro. No cuando su lengua se deslizó tan
hábilmente entre sus labios y acarició el interior de su boca, o cuando sus dedos
rozaron sus lóbulos (¿cuándo había liberado sus manos?) o cuando susurró:
—Ann, sal fuera a jugar.
¿Salir fuera a jugar? ¿Qué significaba?
Pero él respondió a su pregunta inmediatamente, cuando la punta de su
lengua se enroscó con la suya, cuando lo siguió, y él tiró de ella hacia su boca y la
dejó...explorar.
Apretó sus muñecas fuertemente, sus dedos trazando círculos por sus huesos,
tendones y músculos. Una mujer sensata se daría cuenta de que un hombre tan
grande como ese podría dominarla en el acto del amor.
Pero él no estaba dominando; estaba seduciendo, y era bueno en eso. Cuando
abrió sus ojos de nuevo, su boca volvía a deambular por sus pechos.
Y ella había envuelto sus piernas alrededor de su cintura.
Él había ganado.
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Pero ella no había perdido. Con cada uno de sus movimientos, también
ganaba.
No tenía pensado darle su aprobación o su permiso, sin embargo sus manos
irresistiblemente se arrastraron hasta sus hombros, saboreando la extensión de piel
suave sobre cálidos músculos. Cuando sus dedos se enredaron con el sedoso rizo de
su cuello, él se congeló, y por un momento todo lo que ella pudo sentir era su tibia
respiración contra su húmedo pecho.
—Tócame un poco más—su voz no era alta, pero ella la oyó por encima del
trueno. Tirando de su pezón dentro de su boca, mamó con fuerza, asaltando sus
sentidos con sus labios y lengua hasta que perdió la timidez y soltó un gemido
desmayado.
Un gemido delator.
Entonces él hundió ligeramente sus dientes en su carne, arañando las frágiles
terminaciones nerviosas.
Sus dedos se agarraron firmemente a su pelo, tirando con fuerza. Y cuando
ella llegó a acostumbrarse a su boca en su pecho, él lo supo de algún modo...y se
movió, besando el camino hacia debajo de su caja torácica, a través de su vientre,
tirante de anticipación, y entre sus piernas. La lamió, un lobo reclamando a su pareja
con placer. Empujó su lengua en su cuerpo, imitando el coito. Tiernamente chupó su
clítoris, y cuando ella luchó contra la furia de la pasión, él la sostuvo y la forzó a
aceptar sus atenciones.
Ella no estaba inconsciente; sabía lo que estaba haciendo, pero él conjuró un
orgasmo más allá de lo que se había imaginado jamás. Un glorioso espasmo siguió a
otro. Su frágil control se desmoronó por completo. Todos los gemidos que había
retenido no pudieron ser reprimidos por más tiempo. Se tensó, luchó, jadeó,
consciente de su cuerpo, del suelo embaldosado, de la tormenta, del crujido del
trueno en sus oídos, y de Jasha.
—Jasha...
—¿Qué?—trepó por su cuerpo, agarró sus hombros y los masajeó con sus
grandes manos—. ¿Qué? Ann, dime qué debería hacer.
Él lo hizo sonar como si fuera a hacer lo que ella quisiera, cuando de hecho él
no sólo la había perseguido y mantenido cautiva en su cuerpo; también la había
forzado a renunciar a su voluntad.
—Jasha, por favor.
—¿Qué?—usó su muslo para mantener el torrente del clímax que arrasaba por
sus venas. Besó su oreja, y su voz era sensible, tierna y animosa.
—Dime, Ann. ¿Qué quieres?
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La historia de los Varinski: una familia de guerreros rusos

  • 2. Anoiss Traducciones El comienzo Durante siglos, el nombre cosaco infundió terror en el corazón de la gente de Asia central, y la familia Varinski era la encarnación de los despiadados conquistadores que asesinaron, mutilaron y violaron. Aún hoy, los Varinski residen en las estepas de Rusia. Son conocidos por sus habilidades de búsqueda, demostrándose a sí mismos una y otra vez capaces de descubrir las debilidades de sus enemigos. Ellos dejan un rastro de sangre, fuego y muerte adonde quieran que vayan. Terribles rumores giran en torno a ellos, rumores
  • 3. Anoiss Traducciones que dicen que Konstantine Varinski, fundador de la tribu de los Varinski, hizo un pacto con el diablo y, por supuesto, eso es totalmente cierto. Hace cientos de años, Konstantine Varinski, un magnífico guerrero de gran crueldad, un hombre conducido por sus ansias de poder, vagó por las estepas. A cambio de su habilidad para darles caza a sus enemigos y matarlos, él prometió su alma al diablo. Para sellar el pacto, le prometió el icono de su familia, una sola pintura dividida en cuatro imágenes de la Madonna. Para obtener la pieza sagrada, el corazón de su hogar, él mató a su propia madre…y condenó su alma. Antes de morir, ella lo atrajo hacia sí y habló en su oído. Konstantine no prestó atención a su profecía. Ella era, después de todo, una simple mujer. Él no creyó que sus agonizantes palabras tuvieran el poder de cambiar el futuro y aun más importante, Konstantine no haría nada para poner en peligro su pacto con el diablo. Pero aunque él no confesó la profecía que su madre hizo, el diablo supo que Konstantine era un mentiroso y un embaucador. Él sospechaba del engaño de Konstantine, y comprendió el poder de la sangre y la familia, y las palabras moribundas de una madre. Así que para asegurarse de retener a los Varinski y sus servicios, secretamente cortó una pequeña parte del centro del icono, y la dio a una pobre tribu de trotamundos, prometiéndoles que les daría suerte. Entonces, mientras Konstantine bebía para celebrar el trato, en un fogonazo de fuego el diablo dividió las Madonas y las arrojó hacia los cuatro confines de la Tierra. Para Konstantine Varinski y cada uno de los siguientes Varinski, el diablo legó la habilidad de cambiar por voluntad en un animal de caza. No podían ser asesinados en batalla excepto por otro demonio, y cada hombre era inusualmente longevo, manteniéndose fuerte como un roble en la vejez. A causa de su batalla; destreza, entereza y de su habilidad para tomar decisiones, se volvieron ricos, respetados y temidos en Rusia. A través de zares, Bolcheviques, e incluso presidentes, mantuvieron su complejo de guerreros, fueron a donde se les pagara por ir, y, con su intachable ferocidad, aplastaron revueltas y exigieron obediencia. Se llamaban a sí mismos La Oscuridad. Sólo podían engendrar varones, un problema de mucha exultación para ellos. Tomaban a sus mujeres con crueldad, y en sus impecables casas tenían un torniquete equipado con un cascabel. Allí las mujeres que habían sido impregnadas por el negligente apareamiento de los Varinski depositaban a sus recién nacidos hijos. Cada mujer hacía sonar el cascabel y huía, dejando al niño para que fuera acogido por los
  • 4. Anoiss Traducciones hombres Varinski en su hogar. Ellos aclamaban el nacimiento de un nuevo demonio, y lo criaban para ser un despiadado guerrero digno del nombre Varinski. Ningún Varinski se enamoraría… Hasta que uno muriera. Ninguno se casaría… Hasta que uno muriera. Ningún Varinski huiría del complejo y su forma de vida… Hasta que uno muriera. Por primera vez, aparecieron grietas en el sólido fundamento del pacto con el diablo. El cielo tomó nota. Y el infierno también. Capítulo 1 -¡Pasa el vodka! Quiero hacer un brindis -los chicos Wilder gritaron, pero Konstantine Wilder, descendiente de una larga línea de guerreros, no sería disuadido por las malas maneras de su prole de dudosa reputación. Ellos refunfuñarían y sus invitados deberían sonreír, pero todo el mundo de la pequeña ciudad de montaña de Blythe, Washington, esperaba que él diera un discurso durante una de las celebraciones de la familia Wilder. Sus palabras eran tan parte de sus ocasiones especiales como las mesas de picnic repletas de manjares como kasha y tabaka, y otros americanos como los perritos calientes y mazorcas de
  • 5. Anoiss Traducciones maíz, como la música rusa y el baile, como las partidas de póker, como la buena compañía. Él no los defraudaría. Andando a zancadas ante la llameante fogata, ocupó su lugar como centro de atención. Su voz irrumpió a través del grupo de invitados. -Mi mujer y yo huimos de la madre Rusia con los demonios del infierno tras nuestros talones. Vinimos a esta tierra de leche y miel -movió sus manos para abarcar la larga extensión de su valle-. Y aquí hemos prosperado. Cultivamos uvas, las mejores de Washington. Tenemos nuestro propio jardín. Nuestra propia cabra. Nuestras propias gallinas. Más importante, criamos a nuestros hijos. La gente de Blythe se removió en sus asientos para sonreír a sus hijos, manteniéndose juntos como tres corderos para el sacrificio. -Jasha ha crecido fuerte, alto y apuesto, como yo -como Konstantine más de lo que ninguna de esas gentes pudiera imaginar o entender. Un lobo-. Él tiene-¡es el cabecilla!-su propia compañía de vinos en Napa, California, y usa las uvas de su padre para hacer buen vivo -Konstantine elevó una botella de la mesa y la enseñó a todos la etiqueta-. Él es elegante. Es adinerado. Es el mayor, mi hijo primogénito, aún así, a la edad de treinta y cuatro… -Aquí viene -dijo Jasha por la comisura de sus labios. -No le tiene respeto a su padre, cuyo oído es excelente. -Lo siento, papá -sin embargo, Jasha plantó sus pies a la altura de sus hombros en el suelo y cruzó sus brazos sobre su pecho. Konstantine no estaba impresionado por la disculpa o la postura. Vio el destello rojo en lo más profundo de los ojos dorados de Jasha. -Aun así, a su edad de treinta y cuatro, está soltero. Rurik codeó a Jasha lo suficientemente fuerte como para zarandearlo de lado. -Me parte el corazón. Quizás alguna de vosotras, jóvenes señoritas, consentiría casarse con él. La semana que viene, hablad conmigo. Haremos los arreglos - Konstantine asintió, satisfecho al tachar un elemento de su lista mental. Casar a mi hijo mayor. Precedió con su siguiente víctima. -Rurik es un aventurero. -Un arqueólogo, papá -dijo Rurik. -Arqueólogo, aventurero-veo las películas de Indiana Jones. Son lo mismo - Konstantine descartó las objeciones de Rurik con un gesto de su recia mano-. Rurik es listo, muy listo, con muchos grados sutiles. También es apuesto, como su padre.
  • 6. Anoiss Traducciones Los ojos de Rurik, del color del brandy, su suave pelo marrón, y sus perfectos músculos lo hacían una presa para las señoritas. Incluso su padre podría decirlo. -No es tan rico como su hermano. Aún así cuando yo muera, recibirá su parte de mi tierra aquí en la preciosa Cordillera de las Cascadas, así que tendrá dinero para el matrimonio. Menciono esto porque aún, a la edad de treinta y tres… Con un sonoro puñetazo, Jasha golpeó a Rurik en el hombro. -…él está soltero. Me rompe el corazón. Quizás alguna de vosotras, jóvenes señoritas consentiría casarse con él. La semana que viene hablad conmigo. Haremos los arreglos. Los hombres de Blythe se reían, pero las mujeres estaban evaluando a sus hijos. Cierto, Blythe era un pequeño pueblo de sólo 250 personas incluyendo las granjas de la periferia, así que algunas mujeres eran muy jóvenes y otras habían pasado la edad fértil, y no pocas tenían piernas como troncos de árboles y la piel como la corteza. Pero los chicos ya habían estado fuera, por el vasto mundo, por más de diez años y ni siquiera habían traído a casa una esposa, y situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Konstantine quería mecer a un nieto antes de morir. Si todo hubiera resultado tal y como Zorana y él planearon treinta y cinco años atrás, cuando vinieron a ese país, él podría hablar ahora de Adrik… Sus invitados se callaron mientras esperaban, viendo su pena, respetando su angustia. Adrik estaba perdido para ellos. Perdido en el pecado de su propia alma. Perdido en el aliciente del pacto. Konstantine dio un largo y tembloroso respiro. Cuadró sus hombros, y expulsó con firmeza el dolor en su pecho. Con una ancha sonrisa, hizo un ademán hacia Firebird. -Y finalmente, tenemos a nuestra propia hija. Hoy celebramos, no sólo el Día de la Independencia de los Estados Unidos, sino el vigésimo primer cumpleaños de Firebird. Incluso después de todos esos años, no podía creérselo. Por cientos de años, nadie en su familia había engendrado a una hija. Sin embargo, él sí. Su propia niña, su bebé, su milagro. El amor y la gratitud afloraron en su pecho con tanta fuerza, que apenas podía hablar mientras la miraba, tan bonita, con el pelo rubio que ella insistió en cortar en una poco femenina medida, y ojos azules tan brillantes y decididos. Siempre decidida, su hija. Decidida al dar sus primeros pasos tras sus hermanos, decidida al
  • 7. Anoiss Traducciones entrenarse en su gimnasio, decidida al caminar otra vez después de que las irregulares barras se rompieran, finalizando sus sueños. Aunque aquella noche sus ojos no estaban tan brillantes. Había crecido durante su último año de preparación en la universidad. Ahora era una mujer, con sus silencios y misterios de mujer. ¿Cómo había ocurrido? -Mi Firebird, ella es preciosa, y más inteligente que sus hermanos. Ambos golpearon los hombros de Firebird, pero dulcemente. Sus hermanos siempre eran tiernos con Firebird. -Consiguió becas para cuatro universidades -Konstantine alzó cuatro dedos para enfatizarlo-. Fue a Brown, una escuela de mucho prestigio, y finalizó en sólo tres años con un graduado en programación de software y otro en japonés -golpeó su pecho con orgullo-. Ahora, os preguntaréis: ¿qué tiene de bueno tanta educación en una mujer? Su audiencia volvió a reír. -No lo sé. ¿Qué hombre quiere una mujer más inteligente que él? -inquirió. -Ahora es lo que todo hombre tiene -dijo Zorana. El estruendo de las risas del público cogió a Konstantine por sorpresa, y consideró su respuesta hasta que el tumulto se hubiera apaciguado. Entonces, agitando su cabeza, dijo: -Ya veis lo que sufro. Dos hijos solteros, una hija inteligente, y una esposa impertinente. Seguramente soy el hombre más explotado de todos. -Pobre chico -Sharon Sabrás, esposa de River Sabrás un inmigrante de Europa oriental, no mostró ninguna simpatía por la mella en el orgullo masculino de Konstantine. Ah, pero ella lo conocía demasiado bien. Su orgullo varonil no dependía de los elogios o los ánimos. Él sabía quién era. -Creo que mi hija debería estar en casa ahora, pero mi esposa, Zorana, se niega dice que debemos desearle lo mejor y soltar a nuestra pequeña Firebird para que vuele libre. Algún día ella regresará con sus inquietudes disipadas -intentó sonreír a Firebird, para demostrarle que decía en serio cada palabra, aunque su corazón se estaba rompiendo. Ella respondió a su sonrisa y articuló: -Gracias, papá. Sus ambiciones eran su culpa. Suya y de sus hermanos. Ella siempre los había envidiado, deseando un estado salvaje que nadie pudiera domar. Pero ellos tenían
  • 8. Anoiss Traducciones talentos que ella no compartía, y aunque Konstantine la había sostenido en su rodilla, desde su nacimiento y llamado su pequeño milagro, ella estaba descontenta. -Así que -él apuntó con su dedo a sus invitados- aunque Firebird tiene veintiún años y una buena edad para casarse, no la ofrezco como esposa. Así que, chicos, no la miréis. Ellos lo hicieron, sin embargo. La miraban, y la deseaban. Los leñadores, los granjeros, los rancheros, los artistas-todos querían a su Firebird. Ella no miró a ninguno de ellos a su favor, pero se mantuvo de pie con una mano presionada contra su espalda y otra descansando en su estómago, mirando a su padre con ojos pacientes y tristes. ¿Qué está mal con esta chica? Pero ese no era el momento de peguntárselo. -Con todas mis bendiciones, tengo que darle las gracias a Zorana -él alzó su mano, y con una sonrisa, Zorana se unió a él. Su esposa era pequeña, de sólo poco más de metro cincuenta y cinco, de huesos delicados, pelo oscuro tan negro como las alas de un mirlo, brillantes ojos castaños, y un espíritu ardiente. Era más joven que él, pero la primera vez que la vio, lo había embelesado. Nunca se había recobrado, y la amaba como ningún hombre en la historia hubiera amado a una mujer. Ahora tenía cincuenta y un años, y seguía adorándola. Envolvió sus hombros con su brazo, bajó la vista hacia ella, y se vio reflejado en sus ojos. En ellos, él era un buen hombre. Un gran hombre. Su hombre. Habló más para ella que para su público: -Esta mujer, por ella merece la pena morir, pero mucho mejor que eso-es una mujer por la que vale la pena vivir -besó los labios sonrientes de Zorana. Entonces alzó la mirada a la gente reunida alrededor de sus mesas, amigos y extraños, sus invitados. Su voz se alzó-. Zorana, mis hijos y yo agradecemos a los Estados Unidos de América, que nos permitió inmigrar desde Rusia hasta este lugar donde podemos ser una familia americana normal y poseer esta tierra y crecer fuertes, y tener riqueza, salud y seguridad, y tener muchos buenos amigos que vienen a celebrar el Día de la Independencia con nosotros. La multitud estaba en silencio; entonces alguien comenzó a aplaudir. Y todos ellos hicieron lo mismo, poniéndose en pie y aclamándolo. Desde lejos, Konstantine casi podía escuchar a sus viejos enemigos aullando de furia y frustración, y sonrió: Esta vida, la vida que había creado, era perfecta. Hizo un ademán con la mano, y todos se apresuraron a llenar sus vasos de vodka, vino, e incluso agua. Alzando su vaso, brindó con sus invitados y su familia.
  • 9. Anoiss Traducciones -¡Za vast! -¡Se te saluda! -contestaron, y todos bebieron, incluso la señorita Mabel Joyce, la profesora solterona; incluso Lisa, la loca herbolaria del New Age con sólo un nombre; y especialmente el viejo doctor que se había olvidado del cumpleaños de Firebird porque había estado demasiado borracho para andar. Después Jasha y Rurik encendieron los cohetes que iluminaron los cielos-y sus insensatos hijos prendieron fuego a la pradera. Así que guiaron a los vecinos mientras corrían a través de la hierba, llevando cubos de agua y riéndose a gritos. Para cuando la excitación había desaparecido y el fuego extinto, los vecinos estaban recogiendo para volver a casa y rememorando los problemas que los chicos Wilder habían creado cuando eran más jóvenes. Los vecinos no tenían ni idea. La señorita Joyce renqueó hacia Zorana, besó su mejilla y dijo: -Bueno, familia, es siempre una aventura cuando os visito, pero para esta vieja mujer es hora de marchar. -Visítanos de nuevo pronto -Zorana sólo tenía dieciséis años cuando se había mudado con Konstantine a los Estados Unidos, y su acento era casi imperceptible-. Echamos de menos tus visitas. La señorita Joyce rió socarronamente. -Estaba aquí cada semana cuando tus hijos estaban en la escuela. Esta noche me ha traído recuerdos -miró a los chicos, aún cubiertos de hollín y sonriendo a Firebird-. Casi abandono mi puesto como profesora. -Por suerte para nosotros, nadie cogería el puesto -Jasha abrazó los hombros de su antigua profesora. -Por vuestra culpa. Los Demonios Wilder. Los peores niños en el estado -la voz de la señorita Joyce sonó con orgullo. Por treinta años en el pequeño pueblo de Blythe, había sido la profesora desde el sétimo curso al duodécimo. Así que cuando el hijo mayor de Konstantine había entrado en séptimo curso, la maestra de la escuela primaria había suspirado de alivio, y la señorita Joyce se había armado de valor para la batalla. Afortunadamente, ella había tenido mucha experiencia enseñando-para entonces había dado clases por once años en un instituto en el canal de navegación de Houston, y después del incidente con un estudiante involucrando un cuchillo que resultó en su estancia por seis meses en el hospital, ella había venido a Blythe y comenzado a enseñar. Ninguna profesora quería instruir a cuarenta niños de diferentes edades en una sola clase, así que la señorita Joyce había continuado al pasar los sesenta y cinco. Decía que enseñar la mantenía joven, y posiblemente fuera
  • 10. Anoiss Traducciones cierto. Sólo cuando Firebird se hubo graduado y la señorita Joyce retirado, había desarrollado una joroba de anciana y empezado a usar bastón. Pero sus ojos resplandecían tan brillantes como siempre. -¿Necesitas que alguien te acerque a casa? -preguntó Rurik-. Puedo llevarte. -Sólo estás intentando librarte de limpiar -dijo Firebird-. Yo la llevaré. Los dos empezaron a discutir, pero la señorita Joyce alzó una mano y se hizo un silencio casi mágico-. La familia Szarvas me trajo. Volveré con ellos. -Tengo que aprender cómo hacer eso de la mano -murmuró Konstantine. -Es demasiado tarde para ti, Hubov maya -Zorana palmeó su mejilla-. Déjanos ayudar a River y Sharon Szarvas cargar a sus invitados. Algunos de ellos son de lo peor con la bebida. Los Szarvas eran artistas-Sharon pintaba paisajes impresionantes; River y su hija, Meadow, creaban preciosos y magníficos objetos de cristal-y cada noche el suelo de su laberíntica casa y su garaje estaban llenos de sacos de dormir y catres ya que otros artistas, jóvenes y viejos, venían a aprender y servir como aprendices a los pies de sus maestros. Éstos usaban todo su dinero para pagar la comida, mantas, calor y profesores para sus estudiantes. Eran buena gente. Aquella noche habían traído cinco estudiantes. Cinco cuyos ojos se habían iluminado al ver las mesas repletas. Los tres chicos y dos mujeres que habían hablado incesantemente sobre su arte. Habían comido su propio peso en blini. Y había bebido-demasiado. En esos momentos Konstantine lanzaba un delgado, pálido, lacio e inconsciente joven sobre su hombro y lo trasladaba a la oxidada furgoneta Volkswagen. Sharon y Zorana anduvieron detrás, sus manos llenas de cestas y mantas, charlando sobre el día, el pueblo y el tiempo. River caminó con Konstantine. -A veces los chicos no tienen talento, pero lo quieren tan miserablemente que vienen y se quedan con nosotros con la esperanza de que se les pegue. Y eso está bien-probablemente cogerán un poco de ella. Konstantine asintió. Ese chico no llegaría a sesenta kilogramos estando empapado, pero era suficientemente pesado para hacer suspirar a Konstantine. Debo estar envejeciendo. -Este joven -River señaló con la cabeza al hombre encima del hombro de Konstantine- ha estado con nosotros por una semana. No ha hecho nada en todo el tiempo, sólo mira a todos creando y aprendiendo. Sharon y yo pensamos que era uno
  • 11. Anoiss Traducciones de esos, aquellos sin talento. Pero no creerías lo que hizo anoche. No puedo esperar a enseñártelo -¿Enseñármelo? -Konstantine no tuvo el aliento para decir nada más. -Justo antes de desmayarse me dijo que era un regalo para Zorana -River sacudió su cabeza-. Es impresionante. Extraordinario. Un cosquilleo se disparó por las manos de Konstantine donde él tocó al joven. Extraño. Perturbador. -Déjalo aquí -River abrió la puerta de la furgoneta-. Este chico está chiflado por Firebird. Konstantine depositó al mustio chico en el suelo enmoquetado. River recogió algo envuelto en una toalla del asiento frontal. -Venga. Caminaron alrededor del fuego y las sobras apiladas en las fuentes. Sharon y Zorana los siguieron, picadas por la curiosidad. -¡Mirad! -River colocó el objeto sobre la mesa y tiró de las toallas. El aún húmedo trozo de barro estaba formado en una estatua de Firebird. El artista la había capturado mientras estaba de pie con una mano en su cadera, la otra en su estómago, mirando a los niños jugar. -Dios mío -Zorana se echó atrás-. Dios mío. Es…Firebird. -Es perfecta -Konstantine cubrió la estatua con la toalla-. ¡Es hermosa! Ellos no lo entendían. Ninguna de las personas allí, los americanos, entendían. Zorana era gitana. Era supersticiosa. Su gente no daba vida a los trozos de barro, y esa estatua…esa estatua era impresionante. Verosímil. Espeluznante. Zorana se echó en los brazos de Firebird. -¿Es como yo, mamá? No lo veo -Firebird abrazó a su madre y susurró en su oído-. Está bien, mamá. Está bien. Zorana deslizó un brazo alrededor de la cintura de su hija. Era tan pequeña al lado de Firebird, de piel y ojos oscuros cuando ella era pálida y rubia, y permitió que Firebird la reconfortara. Le dijo a River: -Cuando tu chico se despierte, dale las gracias por su arte. River asintió. Él era un artista. Veía cosas que la mayoría de los hombres no veía. Entendía cosas que la mayoría de los hombres no entendía… pero no comprendía por qué la familia Wilder odiaba esa estatua. Los vecinos de las granjas circundantes, del restaurante chino del pueblo, de la única hamburguesería drive-in en ochenta kilómetros, se alinearon para despedirse.
  • 12. Anoiss Traducciones Konstantine estrechó las manos de todos, tan feliz de que hubieran venido, de que cada uno fuera testigo de su hogar, de su familia, de su vida allí en América. El sacerdote católico Padre Ambrose dejó de jugar al póker a regañadientes y se unió a la fila. Era un sacerdote ambulante, deambulando por las carreteras del oeste de Washington y dando la Misa en los salones y patios traseros de pequeños pueblos. Era un buen hombre. Konstantine lo respetaba. Konstantine lo temía. Poniendo sus manos tras su espalda, le hizo una reverencia al sacerdote. El Padre Ambrose rió. -Desearía que todos los católicos fueran tan respetuosos como tú, Konstantine Wilder. Algún día te cogeré y llevaré a la misa. -No aún -el reverendo Geisler, el ministro congregacionalista, lo apartó a un lado-. Cuando salga a la luz, es mío. El padre Ambrose le devolvió el empujón riendo. -Sólo estás interesado en su diezmo, protestante egocéntrico. El reverendo Doreen, ministro de la Nueva Era, caminó tras ellos. -Todo el mundo sabe que Konstantine está aún en la Eght. Los dos hombres rodaron sus ojos. Pero los tres eran pastores de mundo, y Konstantine se inclinaba ante ellos, pero no les cogía las manos. Por fin, la fiesta estaba finalizada. Las últimas luces traseras de los coches habían desaparecido en la carretera. El polvo se desvaneció. La familia se quedó de pie sola alrededor de la hoguera mientras las llamas se apagaban en una gran caída de brasas rojas. Un fino hilo de humo conectó la tierra con los cielos. El carmesí brilló bañando sus rostros, y Konstantine sintió el primer ruido en su estómago, ese instinto animal que presagiaba problemas. Pero habían vivido allí por tanto tiempo. Tanto tiempo. Estaban a salvo allí. -¿Somos una familia normal americana? ¡Papá, tienes agallas! Konstantine permitió que la risa de Rurik lo reconfortara. -¿Qué? -extendió sus manos al máximo-. Somos una familia normal americana. -Sí, si las familias normales americanas plantan uvas, hablan ruso y se transforman en animales salvajes a voluntad -Jasha estaba adusto, serio. -Bueno -Konstantine se encogió de hombros-. No muchos americanos hablan ruso. Zorana deslizó su brazo alrededor de su cintura y lo apretó.
  • 13. Anoiss Traducciones -No me convierto en ningún animal salvaje por voluntad, y soy parte de esta familia -Firebird le sonrió con su vieja y descarada sonrisa, aquella que había estado echando de menos desde que volvió de la universidad-. ¿Y tú, mamá? -No, no me transformo, tampoco. -Una vez al mes las dos os convertís en osos -murmuró Jasha. -No hablamos de eso. Son problemas de mujeres -Konstantine taladró con la mirada a sus indisciplinados hijos. -Como la colada -dijo Rurik. -Oh, hombre. Estás en un buen problema -Jasha se apartó del camino. Konstantine también pensaba así. Pero Zorana no le dio ninguna cachetada a Rurik. En cambio miró a Konstantine y dijo: -No hablaste sobre Adrik. El dolor acuchilló el corazón de Konstantine, pero respondió con paso seguro: -Adrik está muerto para nosotros. -No -Zorana agitó su cabeza. -Muerto para nosotros -repitió. Su familia lo observó, todos doliéndose por la pérdida de su hermano. Pero Konstantine era el patriarca. Tenía que permanecer fuerte. Adrik lo había desobedecido. Se había regodeado en su poder de cambio, y ese cambio lo había llevado a lo profundo del corazón del demonio. Qué bien conocía Konstantine ese corazón. A veces, por la noche, se sentía como si aún viviera allí. Todo indicio de sol había desaparecido. La luna ocultó su cara, y las estrellas brillaron como pequeños trozos de cristal roto en un cielo de terciopelo negro. Los Wilder se quedaron solos en la inmensidad del bosque fundamental. Solos…y aún sus hermanos y hermanas se agitaban en la maleza. La brisa desordenaba las ramas de los árboles, y los cedros perfumaban el aire gélido. Zorana rompió el agarre de Konstantine. Dio la espalda a su familia y se paró con sus manos apretadas fuertemente. -Odio esa cosa. -¿Qué cosa? -Jasha no lo había visto. -Mamá, déjalo estar -Firebird sintió la inexactitud también. -No está bien -Zorana lanzó lejos las toallas de la figura que el joven artista había hecho-. No está bien -en el súbito frenesí de la acción, atacó a la blanda arcilla, destrozándola con sus puños. -No, mamá. ¡No! -Firebird capturó el brazo de su madre.
  • 14. Anoiss Traducciones Y todos se congelaron. Nadie supo por qué. Sólo sabían que algo había ocurrido. O algo estaba a punto de ocurrir. Lentamente, Zorana se giró y encaró las brasas, y ella era…diferente. Una extraña. Su voz, cuando habló, era baja, profunda, suave. No era la suya. No la de su esposa. No la de Zorana. -Cada uno de mis cuatro hijos debe encontrar uno de los iconos de los Varinski. -¿Cuatro…hijos? -Konstantine miró a los chicos. A sus dos hijos y a su hija…y pensó en el único hijo perdido, Adrik. -Sólo su amor puede traer las piezas sagradas a casa -los ojos de Zorana eran negros-y salvajes-. Uno realizará lo imposible. Y el amado de la familia será corrompido por la traición…y saltará al fuego. Zorana estaba en trance. Antes de casarse con Konstantine, había sido la Única, la mujer de su tribu que veía el futuro. Pero desde que la había tomado y alejado de su gente, nunca había tenido una visión. Ahora era como si todas las profecías reprimidas la estuvieran rebasando. Zorana alzó su mano y, uno por uno, señaló a sus hijos. -El ciego puede ver, y los hijos de Oleg Varinski nos han encontrado. Jasha se enderezó y, como si pudiera controlar las mareas, dijo: -Madre, para esto de una vez. Estúpido muchacho. Ella no lo escuchó. Ahora ella no era de esa tierra. -Nunca estaréis a salvo, ellos harán lo que sea para destruiros y mantener el pacto intacto. Su dedo se fijó y apuntó a Konstantine. -Si los Wilder no rompen el pacto con el diablo antes de tu muerte, irás al infierno y estarás separado por siempre de tu amada Zorana... -Mamá, ¿por qué estás diciendo esto? ¿Por qué hablas de ti como si no estuvieras? –la voz de Firebird se tambaleó al borde de la histeria. -Y tú, mi amor -los ojos de Zorana se llenaron de lágrimas, y por primera vez, Konstantine se dio cuenta de que no se había ido, sólo allí, y ella sabía exactamente lo que estaba diciendo-. Ya no eres de esta tierra. Estás muriendo. Lágrimas de respuesta brotaron en sus ojos. No podía respirar por el peso de su pesar. Como un gato asilvestrado, el persistente dolor en su pecho hundió sus
  • 15. Anoiss Traducciones garras en su carne y la rasgó desde los huesos. Luces brillantes de colores relampaguearon en su cerebro. Y como un gran roble caído, cayó estrepitosamente al suelo. Capítulo 2 Toda su vida, Ana Smith había seguido las reglas. Cuando ella se ría, se cubría la boca con la mano para amortiguar el sonido. Cuando ella lloraba, lo hacía en la privacidad de su apartamento. No usaba malas palabras excepto para ese momento cuando dejaba caer la cazuela y la lasaña se desparramaba por todas partes, y aún entonces, ella estaba sola. Desde luego, ella sola, y siempre sola. Vestía apropiadamente, primero para una mecanógrafa, luego para una secretaría, después para la asistente ejecutiva del presidente de Wilder Wines.
  • 16. Anoiss Traducciones Entonces, ¿qué hacía ella conduciendo de California a Washington, por propia iniciativa, adornada con su nueva ropa inapropiada, a entregar unos papeles importantes a la casa vacacional de su jefe en la costa? ¿Qué más daba? Ella estaba enamorada. Enamorada de Jasha Wilder. Si. ¿Quién no? Él era alto, cerca de dos metros. Que estaba bien, porque ella media metro ochenta y tres con sus pies enfundados en calcetas. O en sus orgullosos pies1 , como su amiga Celia Kim decía. Él tenía la cara de un ángel caído. Pelo negro, oscuras cejas; largas, oscuras y rizadas pestañas que enmarcaban sus ojos con una muy peculiar sombra dorada, y un tatuaje que se ondulaba en un brazo desde el hombro hasta la muñeca. El tatuaje se retorcía como dos serpientes trepando juntas, oscuras y misteriosas contra su piel curtida; era estúpido, pero la hacían sentir como si tuvieran algo extraordinariamente en común. No es que ella alguna vez quisiera explicarle a él lo que era-o lo que podría ser. Los ojos, el tatuaje, y la altura lo hacían parecer peligroso, algo que no era, al menos mientras no te le opusieras en sus negocios. Entonces lo conseguía a su modo, cada vez. Tenía una nariz prominente, y una boca sonriente con los dientes más hermosos, brillantes y blancos que Ann alguna vez hubiera visto. Lo más importante, al menos para ella, era su cuerpo. Perfecto. Amplios hombros que se estrechaban hasta un trasero esculpido, que hacía a sus dedos picar por apretarlo. O ellos, dependiendo de cómo se considerara la cuestión. Ella veía sus piernas desnudas cada día cuando él entraba en la pequeña oficina, sudando de su carrera, y podría declarar que sus pantorrillas y muslos merecían ser lamidos. Repetidamente. Por ella, si tuviera estómago y otro trabajo para irse. No es que no pudiera tenerlo, era una excelente asistente administrativa, y otras bodegas y restaurantes de Napa Valley le habían hecho ofertas. Ella rechazó a todos ellos. Jasha Wilder operaba sólo una empresa y ella estaba interesada sólo en Jasha Wilder. Era la razón por la que ella estaba aquí, conduciendo a lo largo de la autopista 101, que se aferraba a los acantilados a lo largo de la costa, dos carriles traicioneros entre el furioso océano y el bosque principal, y algunas veces sumergidos entre el océano furioso y el acantilado rocoso. 1 She was six feet in her stocking feet. Or her stalking feet, as her friend Celia Kim said: Inglés original. No supimos cómo traducir esta frase.
  • 17. Anoiss Traducciones Desde la pequeña ciudad de Washington que había pasado veinticinco millas atrás, no había visto una sola casa o carro, nada más que unas vagas gaviotas luchando contra el viento. Ella sabía que tenía razón; cuando Jasha compro aquel lugar, compro el terreno a veinte millas en esa dirección. Dijo que le gustaba estar solo, pero el aislamiento había comenzado a alimentarse de ella. ¿Qué ocurriría si su coche se estropeaba? Pero ella tenía su teléfono celular, en su bolso, con batería completa, y de todos modos su coche no se descompondría. El Miata era nuevo y deportivo, justo el automóvil ideal para su nueva imagen. Al igual que la ropa nueva, el nuevo corte, el nuevo maquillaje, la corrección láser de los ojos y los nuevos pechos- vale, Jasha le pagaba bien, muy bien, pero no había sido capaz de ponerse nuevos pechos, pero aun así, había comprado un Wonderbra que se las ponía de maravilla. ¡Era una nueva Ann! Bajó la ventana para dejar al viento agitar su pelo que le llegaba al hombro, y presionando sobre el acelerador, decidió dar una batida por las curvas como un conductor de anuncio publicitario. ¡No lo intenten en casa! El viento entraba fuertemente a través de la ventana, lanzando ingeniosamente una hebra en su boca. Lo escupió. Y otra hebra entró en sus ojos. Parpadeó. Abrió un ojo a tiempo de ver una curva, viniendo rápidamente, y dio un viraje brusco. Con un repugnante rechinar, los neumáticos dejaron el pavimento y sobre el estrecho arcén. Presa del pánico, ella pisó el acelerador. El coche perdió el control. Las ramas pegaban a un lado del espejo. Logró guiar el coche de vuelta a la carretera y disminuyó la marcha a un lento avance, agitada, y tan, tan alegre de que nadie la hubiera visto ponerse en ridículo. Tomando un largo aliento, volvió a su antigua, razonable y legal velocidad, y la mantuvo a través de la curvas. Comprobó el cuentakilómetros. Todavía tenía otras cinco millas que recorrer antes de que llagara a la salida de la casa de Jasha. Entonces lo vería, y le explicaría sobre la llamada telefónica y los documentos, y como sería demasiado tarde, él la tendría que dejar quedarse. Llevaba un casual pantalón de lino, con la camisola ajustada color calabaza que dejaba sus brazos al descubierto- muy bien torneados después del entrenamiento en el gimnasio- y acentuaba su estrecha cintura. Pero era mucho más fácil ser valiente y pensar en seducir a Jasha cuando estaba en Napa, rodeada por las vides, autobuses turísticos, hoteles caros y civilización. No allí sobre aquella costa salvaje, luchado contra el viento que soplaba
  • 18. Anoiss Traducciones ráfagas del océano, viendo azotar las ramas cada vez con mayor vigor, mirando los jirones de nubes grises rasgar a través del plateado cielo azul. Si ella no hubiera estado mirando el kilometraje, se habría saltado la entrada a la finca de Jasha. Altos rododendros la ocultaban y una vez que ella freno precipitadamente y torció en la esquina, se encontró en un camino de grava tan estrecho, que si se encontraba con otro coche uno tendría que ceder el paso. Su hermoso nuevo carro golpeó de bache en bache, y con indignación recordó la cuenta que recibió de la compañía de pavimentación. Y Jasha había firmado el cheque para pagarles. Pasados sesenta metros, pasó entre dos pilares de piedra encabezados por leones gruñendo. De repente conducía sobre asfalto. Aquí el bosque era tupido, profundamente verde, antiguo y noble. El camino tomo una amplia curva, girando al oeste hasta que ella pensó que podría conducir a sobre el océano. Entonces ella lo hizo. Los árboles de separaron y muy por debajo, el Océano Pacifico fue revelado en un extenso recorrido de la vista, glorioso, salvaje, en un alboroto. Ana frenó en una parada. Salió, y respiró el aire salado. Cuando salió de Napa, el canal del clima no había dicho nada de una tormenta, pero venía. Podía sentirlo en sus huesos y en su corazón, y se deleitó con el azote del viento, la ferocidad de las olas contra la base del acantilado. Ésta era la forma en que Jasha la hacía sentir. Loca, mala y peligrosa para conocer. En su secreto corazón de corazones, ella encabezaba una banda de la calle, luchaba con los SEAL de la Navy, espiaba para la CIA, y mató a Bill2 una y otra vez. Se rió en voz alta. Como si la Srita. Ann Smith pudiera hacer cualquiera de esas cosas. Su diversión se desvaneció, pero la determinación levantó su barbilla. Tal vez no era glamurosa, pero una vez que ella tuviera a Jasha Wilder, lo mantendría, que era más de lo que Meghan Nakamura había sido capaz de hacer. Ann quería que él la mirara, la viera, le dijera, “Querida, yo no podría vivir sin ti”, en lugar de, “Ann, cuando hallas terminado la catalogación de las pinot, envía rosas a Jennifer Chávez, y una nota pidiendo disculpas en mi nombre acerca de su gato.” -¿Cuál es el problema con su gato? -Tenía una reacción alérgica. -¿A qué? -A mí. 2 Refiriéndose a la película ‘Kill Bill’ De Quentin Tarantino.
  • 19. Anoiss Traducciones -¿No le gustan los gatos?- Ann pensó en Kresley, su viejo gato. -Muy sabrosos. Ella rió inciertamente. Pero no estaba segura de que bromeara. Cuando la casa estuvo a la vista, redujo la velocidad, a sabiendas de lo que Jasha había dicho sobre su casa- que era un castillo construido antes de siglo XX, por un barón maderero como un grandioso gesto de cortejo a la mujer de sus sueños. Ella no había quedado impresionada, y él vivió en un espléndido aislamiento hasta el final de sus días. Jasha la compró en subasta, desnudó el interior, y renovó completamente todo el acabado, después confió en Ann para elegir el mobiliario, accesorios, componentes y equipos. Se sentía como si se tratara de su casa, y su corazón golpeaba en anticipación… El camino se ensanchó. Los árboles se apartaron. El castillo entró a la vista. Ella frenó de golpe. Esto no era lo que había esperado. No en absoluto. En su mente, se había imaginado un palacio, del tipo de Cenicienta, auque quizás los techos no serían de un odioso tono azul. En cambio, el lugar era alto y estrecho, saliendo en carrera hacía las nubes como el símbolo primitivo de un pene. Achicaba los poderosos árboles a su alrededor, y se asentaba muy cerca al borde del acantilado. A su mirada estupefacta, parecía un monstruo, el último de su especie, suspendido en el borde del suicidio solitario. El viento había arruinado cada toque de suavidad en la piedra gris, dejando las superficies rugosas, desnudas y tristes. Gárgolas ciegas miraban fijamente desde las esquinas, sobre cada uno de los tres niveles, y los picos de la azotea de pizarra gris como mechones capturados de nubes que ondearon y se desvanecieron. El amplio pórtico delantero era una vasta extensión de pizarra a un paso de la tierra, con columnas de granito que soportaban la frente Neandertal de una azotea. Ann se dijo que cuando el sol saliera, la casa se vería mejor. El sol salió. La casa no se veía mejor. Rayos dorados disparados desde el oeste, y destellando sobre los cristales, convirtiendo en huecos vacíos a la vista, y las sombras crecieron más claramente. Ann buscó alrededor de la casa, mirando por alguna señal de Jasha, pero nadie se movió en la hierba o entre los arbustos dentro del paseo circular antes de la casa, y ni siquiera los rayos de sol podían penetrar las sombras bajo los árboles que la rodeaban. El estacionamiento estaba detrás de la casa, tal vez estaba él allí. O quizás había ido a la ciudad, o salió a correr. Podría estar en todas partes- pero ella estaba allí, y allí se quedaría. Condujo hacia el pórtico. Frenó, agarró el volante, y tomó un profundo aliento. Esto es lo que ella quería. Esto era para lo que se había preparado, había comprado, había soñado. Si se volvía atrás nunca se lo perdonaría.
  • 20. Anoiss Traducciones Si se volvía atrás, ella no merecía ser feliz. Ella podía hacerlo. Puso el freno de emergencia-siempre ponía el freno de emergencia, incluso a nivel de terreno, ya que era responsable hacerlo. Levantó su maletín de cuero-un regalo de Jasha- y su bolso del asiento de pasajero. Cuando ella apretó el paso, el viento azotó la puerta del coche, con tal decisión que ella temió por los goznes. Con la cadera empujó la puerta, hizo saltar el maletero con el control de la llave, y extrajo su maleta-grande, pesada y completamente cargada. La tomó con ambas manos, y todos sus músculos recién adquiridos con el entrenamiento del gimnasio, la levantaron fuera del maletero. Dio gracias a Dios por el equipaje con ruedas, ya que la arrastró por la acera y hacia la entrada. El viento la empujó de lado, le enredó el pelo, agarró su camisola. Escuchó las olas a lo lejos, más enojadas que antes. El aire olía como salmuera y algas, y a hojas perennes y a páramo. Y como ella caminaba –primero un pie, luego otro pie, y después otro pie- el castillo surgió encima de ella. Las sombras la abrazaron. Cuando dio un paso en el embaldosado del pórtico, se paró. Parpadeó, dejando a sus ojos adaptarse a la luz variable. Allí estaba protegida de brutal viento, aun así tembló en la fresca, cruda atmósfera. Arrastró su maleta encima del paseo individual, y las ruedas se agitaron cuando las hizo rodar sobre la losa de pizarra gris. La puerta de entrada surgió ante ella; la había ordenado ella misma al excéntrico artista, y sabía que era de nogal negro con caoba brasileña. Sin embargo no podía ver nada del grano de la madera o su brillo, y las aldabas con forma de cabeza de león, de cobre, eran sólo un destello en la oscuridad. Encontrado el pequeño botón sobre el adorno, lo presionó. El repiqueteo sonó en su interior. Nadie contestó. Tocó de nuevo, entonces cautelosamente intentó con la gran asa de hierro. Estaba cerrado. Jasha no estaba en casa. Ella podría volver ahora. Diciéndose a si misma que intentara el plan para otro día. Pero nunca habría otro día, sabía eso. Era ahora o nunca. Así que arrastró los pies por las llaves, en su llavero, y encontró la que habría de abrir la cerradura. Ella era, después de todo, la ayudante administrativa de Jasha. Había sido testigo de su voluntad. Ella llamaba a su madre por su nombre de pila. Incluso todavía mantenía la llave de su caja de seguridad. Tenía todo el derecho de usar la llave de la casa que él le había dado. Introdujo la llave en la cerradura, la giró. La puerta se abrió fácilmente, silenciosamente. Examino el vestíbulo- y soltó un suspiro de alivio. Mejor. Esto era mejor. No brutal y aplastante, sino cálido y civilizado. El techo se elevaba lejos, por encima de su cabeza, y cuando chasqueó en la luz, miles de
  • 21. Anoiss Traducciones prismas bailaron a través de las cremosas pálidas paredes. Un prisma toco sobre la luz del sistema de seguridad; conteniendo el aliento, dejó caer su bolso y llaves sobre la mesa de la puerta. Apresurándose hacía el panel de control. Ella golpeó el código. - ¿Jasha? ¿Sr. Wilder?- llamó ella. No hubo respuesta. Bien. Lo esperaría dentro. Arrastro la maleta a través del umbral. Como cerró la sustancial puerta detrás de ella, admiró el juego de ventanas de todos lados. Eran del siglo diecinueve, con cristal emplomado de una de las grandes casas sobre la costa oriental. Ella los había encontrado, y se alegraba al ver que eran tan elegantes como el precio había indicado. Cada panel había sido cortado en forma de diamante, luego puesto en caoba, y capturaban, reflejaban y dividían la luz en destellos de color. Impaciente ahora por ver el interior que había decorado desde lejos, anduvo adelante. El vestíbulo abierto era la gran sala. Alfombras orientales en rojo y oro se sobreponían en el piso de dura madera. Cálidos tonos y texturas predominaban en las paredes. Un gran piano pequeño de cola en brillante ébano, en una esquina, y las pinturas eran unos chapoteos brillantes, de alegres colores, enmarcados en el mismo ébano brillante. Una agrupación simple de cómodos muebles formaban los asientos en el área alrededor de la gran chimenea que se elevaba hacia el techo del segundo piso, donde el fuego registraba ahora alegres troncos quemados. Ella había diseñado la sala, y esto era un triunfo personal. La escalera curva se elevaba suavemente hacía la galería del segundo piso. Caminó hacia los pies de ésta y llamó, - ¿Jasha? Fue a la entrada de su estudio, después a la cocina. – ¿Sr. Wilder? Nada más que el silencio le contestó. Él no estaba allí. Entonces estaba afuera. Corriendo probablemente, impermeable a la intemperie, sus piernas fuertes que cubrían millas. Decía que correr le despejaba la mente. Y le dijo que debería intentarlo, y la invitó a ello. Ella le contestó que su mente estaba bastante clara. No se iba a poner pantalones cortos y correr con él. La mitad del tiempo él se quitaba la camisa y lucia un rastro de bello negro bajo su esternón, sobre los músculos ondulantes, y el exótico tatuaje que se ondulaba cuando movía sus brazos. Siempre que él llegaba de correr, ella deseaba lamer las gotas de sudor sobre su pezón, y pasar las manos sobre sus músculos para comprobar si ellos realmente eran tan sólidos como se miraban. ¿Correr con él? Si, claro. Ella hiperventilaría antes de que fueran mas lejos del aparcamiento. Era bastante malo que mantuviera un banco con pesas en la oficina, y
  • 22. Anoiss Traducciones las levantara después de largas horas de trabajo, y cuando decía sentir el cuello rígido. Así que ella estaba sola en esa casa, esperando en ascuas a que llegase su primer amante. Frotó las palmas de sus manos sobre el pantalón. Él no sabía que era su primer amante, o incluso que era su amante en absoluto. Era su tarea explicar su plan. Había pensado en poner una presentación en PowerPoint, después de todo, las conferencias eran algo que ellos usaban y entendían ampliamente. Pero una breve contemplación a la escena, le recordó la humillante conferencia sobre la reproducción, abstinencia, y el pecado dado por la vieja hermana Teresa en octavo grado, y Ann apresuradamente había regresado a su esquema- un esclarecedor debate llevado a cabo en circunstancias seductoras. Entonces el que él no estuviera aquí era una cosa buena, porque le daba tiempo para refrescar su largo camino y poner en práctica dicha circunstancia seductora. Ya sabía qué habitación planificaba tomar- la principal. La de Jasha. Ella era valiente. Ella era valiente. ¿Entonces por qué iba de puntillas arrastrando su maleta, escogiendo ir tan silenciosamente como ella podía, y de puntillas regresaba a las escaleras? Porque ella había pasado toda su vida esperando entre bastidores, queriendo desesperadamente encontrar el amor para ella, y ahora ella pisaba el escenario y exigía la atención… Y obtendría la atención de la única manera que podría. Con fantásticas ropas… o sin ropas. Bruscamente las nubes cubrieron el sol. La luz desapareció. El viento golpeó la casa con una ráfaga que sacudió las ventanas, y la lluvia salpicaba contra el cristal. La tormenta estaba aquí.
  • 23. Anoiss Traducciones Capítulo 3 El Extraño había vuelto. Había salido de detrás de la gran cueva de roca del borde del acantilado. Él, sólo muy de vez en cuando, corría con la manada de lobos, pero cuando lo hacía, siempre salía de la cueva como una especie de perro domesticado. Pero no actuaba como un perrito—si lo hiciera, la manada lo asesinaría. En su lugar, el Extraño hacía cabriolas, grande, apuesto, sus ojos dorados enmarcados por negras pestañas. Tenía amplios hombros y una marca de dos serpientes que se enroscaban por sus patas delanteras hacia abajo. El sol moteado brillaba en el pelaje negro y plateado del Extraño, mientras se evadía por el bosque, sus músculos se tensaban con fuerza. Desafió al viento con su velocidad y gracia. Líder lo odiaba, porque la joven hembra con el suave pelo castaño observaba al Extraño, sus ojos húmedos relucientes. Estaría en celo pronto, y estaba dejando claro que cuando lo estuviese, correría con el Extraño.
  • 24. Anoiss Traducciones Pero el Extraño nunca le devolvía la mirada a la hembra. Corría en el extremo de la manada, manteniendo su mirada fija hacia el frente, nunca desafiando la autoridad del Líder. Pero si quisiera, podría. Líder lo sabía, así que seguía trotando, sus sentidos afinados con el Extraño, con sus movimientos, con los sonidos de su respiración jadeante y el ruido sordo de sus patas en el suelo. Porque esos sentidos le decía que algo no estaba bien con el macho. Algo…malo. Esa era la única razón por la que Líder nunca desafiaba al Extraño. No porque el Extraño pudiera ganar, sino por la fetidez de algo peor que la muerte aferrada a su piel. Algo desafortunado. Algo perdido, quemado…desesperado. Una maldición. O tal vez un pacto con la sombra que merodeaba justo afuera de la visión del Extraño… Aquel día, mientras el Extraño corría, una sombría y amarga furia corría con él. La tormenta estaba llegando. La tormenta estaba allí. Líder la temía, en esta ocasión, la tormenta no era meramente viento fustigante y lluvia fría. Líder podía sentir un fuego en la tierra, como si un gran presente fuera a venir a su tierra, y todo lo que él conocía sería pronto maldito y retorcido. El Extraño llevaba la tormenta en su piel, en su corazón. La marca en su pata se movía, y sus ojos…brillaban en la oscura luz del bosque. Ese era el motivo por el que el Líder no pudo darse cuenta de la fragancia humana y ponerse en acción. Entonces era demasiado tarde. El humano dio un paso de detrás del árbol y apuntó. Líder lo vio, se giró para proteger a su hembra—y la explosión asesina estremeció el bosque. Empujado por una mano invisible, Líder voló por los aires. Se incorporó nada más tocar suelo, listo para pelear. Preparado para correr. Dolorido. Pero el Extraño corrió hacia el humano. Éste apuntó con el cañón de su arma. El Extraño brincó, y en mitad del salto, cambió. El pelo desapareció de su piel. Su cuerpo se alargó. Sus patas frontales se convirtieron en brazos. Su cara se transformó en algo horrible. Humano. Una fuerte ráfaga de viento sacudió los árboles y lo azotó como una explosión.
  • 25. Anoiss Traducciones El primer humano gritó. Alzó el arma sobre su cabeza y, en un movimiento nervioso, disparó. El Extraño lo golpeó en un lateral. Los humanos rodaron por el suelo. El cartucho brilló y rugió. Por encima de sus cabezas, las ramas se quebraron y trocitos e hilos flotaron como copos de nieve. El Extraño se puso en pie, aferrando el arma. Lo agitó en un círculo. Lo lanzó contra una roca. Astillas de roca y musgo volaron. El arma se quebró en dos. El primer humano se incorporó y corrió. El Extraño, aún en pie, miró al Líder y habló. Líder no entendía el habla humana, pero comprendió al hombre. Lo reconoció—estaba desnudo, con oscuro pelo en su cabeza y cejas también oscuras; largas y rizadas pestañas que enmarcaban unos familiares ojos dorados, y un tatuaje que se deslizaba por un brazo desde su hombro a su muñeca que coincidía con las marcas del pelaje del Extraño. —¿Estás bien? -preguntó. Líder miró hacia abajo. La sangre manaba de su pecho. Su carne ardía como el fuego. Su hembra alfa lo lamió, y Líder supo que no iba a morir. Inclinó la cabeza. —No debes preocuparte por él jamás —el humano cambió de nuevo. Más lentamente esta vez, como si el esfuerzo le costara. Pero cuando se hubo transformado, era un lobo. Un lobo incorrecto. Un lobo maldito. Pero un lobo. Entonces corrió tras el humano. Líder llevó a su manada a la profundidad del bosque, y se escondió. De los humanos, del Extraño, y de la fragancia que ahora había reconocido. La fragancia de la maldición. La tormenta estalló. Qué apropiado. Ann había llegado a la casa de Jasha. Por supuesto, una tormenta no prevista la iba a dejar allí atrapada. Era más de lo que se merecía. Subió las escaleras y entró en la habitación sin tropezarse o tirar nada, y mientras deshacía su maleta y colgaba sus ropas en el armario, se anotó unos puntos por su coordinación, por sus aptitudes para desempacar, por no hundir su nariz en el traje de Jasha y aspirar su fragancia… Nop, tenía que quitarse esos puntos. Olfatear su manga mientras colgaba su abrigo era hacer trampas.
  • 26. Anoiss Traducciones Mientras trabajaba, se mantenía en tensión, escuchando y esperando aquel susurro que la avisaba de que Jasha ya estaba en casa. Nada. Incluso fue de nuevo a la parte superior de las escaleras, pero él no estaba allí. Su activa imaginación creó el escenario—había ido a dar un paseo por los bosques, había tropezado y roto su pierna. O mejor aún, había sido atacado por un puma, había peleado contra él, y estaba incluso llamándola… Y ella…detectaba su aflicción y buscaba a través de la noche hasta encontrarlo, limpiarlo y vendarle las heridas, construía una camilla a partir de árboles jóvenes, lo traía a rastras a casa, y lo atendía…Desafortunadamente, no se podía convencer a sí misma de esa historia. No porque Jasha pudiera haberse herido. Era un temerario—hacía rappell, paracaidismo, había participado en el Ironman Triathlon 3 una vez, pero el entrenamiento le quitaba mucho tiempo del surfing. Había estado con una escayola tres semanas después de ese accidente de esquí. Ella era el problema. Las heridas la hacían desmayarse, y de todos modos, ¿por qué no usaría ella su móvil para pedir ayuda? Inmediatamente, en su imaginación, se vio a si misma vestida como Scarlett O’Hara—pero ahí seguía estando ese asqueroso problema con la sangre. Nop. Si Jasha supiera lo que es bueno para él, se mantendría sano y salvo. Algo que ella sabía con seguridad—si estaba sano, llegaría para la cena—Jasha nunca se perdía una comida. Y si ella se daba prisa, podría ducharse y estar vestida con su vestido cruzado de seda blanca y negra, el que se abrochaba con un solo botón de corte imperio. Su amiga Celia lo había llamado el vestido perfecto para dejar sin sentido. Ann se ocupó de darle la razón, a cada paso que daba, la raja de la falda se abría mostrando su muslo, y cuando pensó en la mano bronceada de Jasha deslizándose por su pierna, su piel comenzó a picarle. Pero, como Celia tuvo la amabilidad de señalar, sólo las monjas de las carmelitas que vivían cerca de la playa impedían que Ann fuera la virgen más vieja de California, y tenía que hacer algo al respecto. En una repentina y violenta prisa, Ann se enfundó el vestido, un par de panties tan minúsculos que no eran más que elástico y encaje, y tacones de aguja de Betsey Jonson con una suela de fuerte madera que añadía más de dos centímetros a su estatura, y corrió al baño. 3 El Ironman es la prueba más exigente del Triatlón. Consta de 3.800 m de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de trote. La carrera tiene un tiempo límite de 17 h, un tiempo promedio de 12 horas, y el tiempo récord actual es de 8:04:08. El campeonato mundial se lleva a cabo en Hawai cada año.
  • 27. Anoiss Traducciones La lujosa ducha revestida de azulejos de cobre le dio la bienvenida. Fijó el modo normal de ducha con el champú y el gel de Jasha—hechos especialmente para él, sin perfume, como él requería. Tan pronto como terminó, corrió a la puerta cerrada y escuchó, entonces abrió una rendija y escuchó de nuevo. Nada. Ningún sonido. No estaba aún allí. Su corazón se aceleró mientras se secaba con la toalla. Solía avergonzarla, el modo en que lo deseaba y codiciaba cuando él estaba cerca. A menudo le preocupaba que él se diese cuenta de cómo tartamudeaba cuando se ponía demasiado cerca o cómo se sonrojaba cuando la miraba. Pero él no se percataba. Para Jasha, ella era un altamente eficiente método de archivar papeles, escribir la correspondencia, y hacer llamadas telefónicas. Cuando se fue, dejó Vinos Wilder a sus manos, y cuando sus ejecutivos se quejaron, los fulminó con la mirada y dijo: —Pues Ann hace un mejor trabajo que vosotros. Por supuesto que lo hacía. Tenía que demostrar algo. Tenía que demostrar todo—ella había tenido miedo de vivir, hasta hacía seis meses, cuando había sido pillada por sorpresa por un golpe que le hizo ver el hecho de que Jasha ni siquiera sabía dos factores básicos sobre ella. Estaba viva. Y era una mujer. Ella sabía todo sobre él, incluyendo que a él le gustaban las mujeres bonitas seguras de sí mismas. Así que ella se propuso la intención de rehacerse a sí misma. Y lo había conseguido. Se echó hacia atrás el pelo con un resplandor, una escurridiza masa de hebras, y se puso el maquillaje—no demasiado, porque ella no era particularmente habilidosa aún, pero suficiente colorete para evitar su piel blanquecina y suficiente rimel para oscurecer sus pestañas y hacer más azules sus ojos. Pero si se iba a desnudar para un hombre, tenía un asunto más del que preocuparse… Se giró de modo que su espalda quedara hacia el espejo, y frunció el ceño ante su distintiva marca de nacimiento. A lo largo de los años, no se había desteñido. Había pensado en quitársela, pero la idea de enseñársela a un doctor que haría preguntas y se mostraría incrédulo, vería más de lo que Ann quería…no podía explicar la marca. Porque, ¿cómo explica uno lo imposible? Con rapidez, usó su esponja del maquillaje para cubrirla. Por último, se puso los panties, el vestido, y los zapatos. Se miró a sí misma en el espejo. ¿Cómo se podía ver tan guapa, y sentirse aún como el León Cobarde?
  • 28. Anoiss Traducciones Ok. Iba a ir al salón, a coger un vaso de vino, posar artísticamente frente al fuego, y esperar a que llegara Jasha. Podía hacerlo. Todo lo que tenía que hacer era bajar las escaleras… Por encima del estruendo de la tormenta, escuchó un disparo que provenía de fuera. Conocía ese sonido. Se había criado en los suburbios de Los Ángeles. Un disparo. Corriendo hacia la ventana, se agazapó bien bajo y se colocó a un lado. Cautelosamente, separó las cortinas y echó un vistazo fuera. La ventana daba a la parte delantera de la casa. Los rayos del sol de la tarde eran difuminados por el humo de las nubes de la tormenta. El viento arrastraba la lluvia. Los relámpagos parpadeaban a través de las ramas de los cedros, pinos y rododendros, proyectándolos en lóbregas sombras de negro y blanco. Podía ver el brillo del mojado del techo de su coche, pero a nadie en la carretera o el jardín, ningún destello de pistola o señal de movimiento bajo el frondoso bosque. Pero eso era la naturaleza salvaje. Alguien debería estar cazando. Dejó caer las cortinas—y escuchó un grito alto y distante, entonces otro disparo. Se inclinó hacia atrás separándose de la ventana y se arrodilló en el suelo. Por unos largos minutos, no escuchó nada. Finalmente, miró fuera de nuevo, y observó largamente al suelo bajo los árboles. Un disparo y un grito humano. ¿Se suponía que las panteras gritaban? ¿Había alguien disparado a una pantera? ¿Había panteras en Washington? Su impresión sobre el castillo ominoso y lúgubre de Jasha cambió—estaba enclavada en el interior, a salvo de los elementos, de las bestias, de un loco con una pistola. A lo mejor era por eso por lo que Jasha amaba ese lugar; una vez dentro, él podía bajar la guardia que ella sentía a su alrededor. Con dificultad, abrió la puerta del dormitorio. Alguien se movía escaleras abajo. Alguien—o algo. Escuchó unos suaves resoplidos interrumpidos por gruñidos repetidos. ¿Había puesto ella la alarma? No, no lo había hecho. Y alguien en el bosque tenía una pistola.
  • 29. Anoiss Traducciones ¿Alguien que no era Jasha—alguien loco, un Theodore Kaczynski4 —lo había alcanzado con un disparo y entrado en su casa? Se sentía estúpida. Exageradamente dramática. Era la sencilla Ann Smith, asistente administrativa e idiota. Nunca le había pasado nada angustioso. Ahora ella paladeaba el terror. Quitándose sus tacones de aguja, cogió uno en cada mano mientras caminaba silenciosamente por el pasillo. Se paró en la galería. Escuchaba gruñidos. Jadeos. ¿Tenía Jasha un perro? Echó un vistazo por encima de la barandilla. Sí—un perro se mantenía erguido de cara al fuego parpadeante. Era alto en sus hombros, largo y demacrado, podía pesar fácilmente setenta kilos, con un pelaje plata y negro que relucía con el rojo y dorado de las llamas. Estaba gruñendo, un constante, bajo y definido ruido sordo de desagrado brotando de las profundidades de su pecho. Ann no tenía miedo a los perros, pero nunca había escuchado un ruido tan amenazante en su vida. Entonces el perro giró su cabeza, y su hocico puntiagudo, su mejilla con cicatrices, y sus colmillos blancos la hicieron escurrirse hacia atrás hasta tocar la pared. Un lobo. Un lobo erguido ante el fuego. Su corazón latía tan fuerte que el sonido era un estruendo en sus oídos. ¿Cómo había entrado un lobo en la casa? ¿Estaba la puerta de atrás abierta? ¿Había entrado rompiendo una ventana? ¿Dónde estaba Jasha? Si entraba, podría ser herido. Se movió sigilosamente y miró por la barandilla, escudriñando cada ángulo de la habitación. Ninguna señal de su jefe, pero aunque los gruñidos del lobo habían cesado, ella sabía que era peligroso. Un asesino. Un depredador. Mientras se retiraba, su clara mentalidad de planificación que la hacía una asistente administrativa tan valiosa entró en acción. Volver a mi habitación. Cerrar la puerta. Llamar a Jasha al móvil y avisarle del peligro. Llamar entonces al 911 para que traigan al servicio de animales… Frenó su retirada, y miró atentamente. El lobo parecía distinto ahora. 4 Theodore John Kaczynski, también conocido con el sobrenombre de Unabomber, es un matemático Americano que llevó a cabo una campaña de terrorismo usando bombas para denunciar la sociedad moderna tecnológica. Envió 16 bombas a objetivos incluyendo universidades y aerolíneas, acabando con la vida de 3 personas e hiriendo a otras 23.
  • 30. Anoiss Traducciones Cerró los ojos y apretó. Los abrió de nuevo. Soy alérgica a algo. El nuevo olor del coche… El jabón de Jasha…Tengo que serlo. Porque estoy alucinando. En realidad, no. Él se veía…más grande. Sus hombros musculosos habían perdido pelo, y sus orejas…sus orejas crecían peladas y redondas, y se deslizaban hacia abajo por su cabeza. El lobo había comenzado a…había comenzado a parecerse a un hombre. El hombre había comenzado a parecerse a Jasha. Capítulo 4 Oh, sí. Ann estaba definitivamente chiflada. La tensión de venir aquí para enfrentar a Jasha le había causado la rotura de la poca cordura que quedaba. Ahora el susto arrancó su sensatez. Sin hacer ruido sobre la madera dura, y arrastrada por la misma fascinación que siempre la molestaba en la presencia de Jasha, caminó hacia la cima de las escaleras. El lobo estaba de pie sobre sus patas traseras. Erguido, como un hombre. Su sangre se revolvió. Su piel se puso sensible. El aire en la casa se puso espeso y acalorado. Ella reconoció las señales. Él era Jasha. Que...esa cosa realmente era Jasha.
  • 31. Anoiss Traducciones La piel se retiró a la cima de su cabeza y se hizo el pelo negro, negro de Jasha con una raya prematura de plata sobre cada lado. Su piel absorbió el pelaje, y ella vio su brazo derecho, y su tatuaje distintivo... Ella irrumpió en un sudor ligero. Él estaba desnudo. Desnudo. Absolutamente sin cubrir. Y al parecer ella era la pervertida más extraña que alguna vez anduvo sobre la tierra, porque aún en medio de su locura, ella encontró su desnudez bien formada y fascinante. Ella quiso cerrar sus ojos, suspirar y darse una advertencia severa sobre los peligros que ella afrontaba. Pero como ella se movía poco a poco hacia abajo, ella no podía arriesgarse a cerrar sus ojos, y no se atrevió a respirar profundamente. No tropieces, Ann. No hagas un ruido, Ann. La transición ocurría despacio, y una o dos veces, ello—él—gimió como si el crecimiento y el cambio le dolieran. Las patas se hacían manos, manos grandes con los dedos largos de Jasha, y él usó aquellos dedos para hacer retroceder su pelo en un gesto que ella reconoció como uno de exasperación y preocupación. Con cada paso hacia abajo de la escalera, su incredulidad congelada se hizo la certeza... y miedo. El hombre que ella adoraba era un lobo. Una bestia. Algo incrédulo, antinatural. Ella atrae a la gente mala. Ella siempre atraía a la gente mala. Pero Jasha no era malo. Él no podría serlo. Ella no podría resistirlo. Pero…pero aquí estaba ella. Finalmente ella había estado trabajando con sus nervios para perseguir sus sueños sólo para encontrar que éste se había vuelto su peor pesadilla, y ella estaba atrapada en la casa con él. Con eso. Jasha. Piensa. Sus llaves estaban en la mesa final de la puerta. Él no la había notado aún. Si ella pudiese obtener de las escaleras a sus llaves, pudiese abrir la puerta y correr a su automóvil delante de él... Ella podría marcharse, y por primera vez ella no se preocuparía por el límite de velocidad. Ella conduciría como si su vida dependiera de ello— y eso hizo. Cinco pasos al fondo. Él no la había notado todavía. Ella deseaba volver a su apartamento, agarrar a Kresley, y correr lo más lejos posible. Ella nunca miraría hacia atrás. Nunca. Pero primero tuvo que sacar a sus llaves. Abrir la puerta. Iniciar su automóvil... Y al igual que en sus pesadillas, la cosa en la gran sala levantó la cabeza y olfateó. Su cabeza se volvió lentamente en su dirección. La miraba. Casi humano. La cosa era casi humana. Sólo que profundamente en sus ojos dorados, un resplandor rojo quemó.
  • 32. Anoiss Traducciones -Ann-su profunda voz sonaba áspera, como si tuviera un resfriado. Parecía humano de nuevo. Se parecía Jasha, el hombre que ella amaba. Su mirada fija en la pequeña mancha roja oscura en la esquina de su boca. Sangre. Caminó hacia ella. Desnudo. Gloriosamente desnudo como ella siempre había soñado, y ahora ella no se atrevió a tomarse el tiempo necesario para comprobar y ver si los rumores eran verdad. Porque él tenía sangre en su cara. Sangre. -Eres un poco tonta-dijo—, ¿qué haces aquí? Ella gritó y con toda su fuerza, ella tiró primero un zapato y luego el otro. Él esquivó el primero. El segundo lo atrapó de lleno en el pecho. El tacón de aguja le dio un golpe a su esternón. Ella oyó cuando él gruñó. Le vio tambalearse hacia atrás, y el borbotón de sangre. Ella corrió. Ella corrió tan fuerte que patino ante la puerta. Agarró las llaves. Sus palmas sudorosas resbalaron en la manecilla de la puerta. En cualquier segundo y él la tendría. La puerta pesada giró hacia ella. El viento barrió a través de la puerta, tomando aliento. Ella corrió hacia el porche. Detrás de ella, ella oyó un gruñido. Con terror, ella miro atrás—y lo vio. La transformación estaba revirtiéndose. Inexorablemente, Jasha se estaba convirtiendo en lobo una vez más. Los colmillos...y garras...y una inteligente, mirada vengativa, una mirada roja- encendida fijamente en ella. Usando cada onza de coraje que poseía, ella corrió, agarró la puerta, y la cerró de golpe. Permita Sr. Hombre Lobo camine a través de eso. Mientras ella corría hacia el coche, revisó las llaves. Con la lluvia y el viento abofeteándole su rostro, mientras aclaraba su cerebro— ¿De qué sirve aclarar su cerebro? Todo en lo que ella creía—todo lo que ella conocía como verdadero—fue vencido por la realidad de esa cosa en la casa. Jasha. Las luces del Miata se encendieron cuando ella abrió la puerta con el remoto. Ella resbaló en el asiento y golpeó su rodilla en la palanca de dirección. Sabía que debía dolerle la herida. Apenas podía sentirlo. No ahora. No todavía. No tenía tiempo. Ella cerró de golpe la puerta. Mirando la casa. Intentado conseguir la llave en la ignición. Tratando de nuevo. Su mano se agitaba demasiado fuerte como para hacer la conexión. Ella miró a la casa nuevamente—y vio el lobo brincar a través de la puerta delantera. El glorioso, caro, vidrio emplomado se pulverizó hacia el exterior mientras
  • 33. Anoiss Traducciones su elegante cuerpo se arqueaba a través de él, la cabeza extendida, dientes desnudados. Mágicamente, su mano se sostuvo y la llave resbaló en la ignición. Ella encendió el automóvil; nunca había oído un sonido tan maravilloso como el de su motor encendido. Ella puso su pie en el suelo. El coche brincó adelante y ella se movió alrededor del círculo con el entusiasmo y la pericia de un conductor en el Grand Prix. La lluvia bajaba por el parabrisas. Ella chapuceó con los limpiadores, los mantuvo...en el modo intermitente. Cuando los limpiadores resbalaron pausadamente por el parabrisas, ella maldijo el nuevo automóvil, los nuevos controles, y el deseo que la había traído aquí. Debería haberlo sabido mejor. Era huérfana, abandonada y sola, marcada por el mal, fue rechazada por el Todopoderoso. La Hermana María Magdalena la había instado a aceptar su destino y vivir su vida, pero Ann se había revelado. Ahora ella juró que ella le daría gracias a Dios si ella vivía—especialmente desde que ella no se había puesto su cinturón del asiento ni siquiera. Entonces miró por el espejo retrovisor. El lobo corrió por el césped detrás del coche. Al infierno con el cinturón de seguridad. Él no podría cogerla. Sabía que era imposible. Los lobos no podían moverse más rápido que un coche. Pero los hombres no se convertían en lobos, tampoco. Quizá Jasha era un jodido Transformer. Quizá él iba a convertirse en un gigante robot mecanizado y caminar sobre ella y su coche. Ella mantuvo su atención en el camino, conduciendo lo más rápidamente que hubiera conducido alguna vez en su vida. El viento sacudía el pequeño Miata. Rayos y truenos destellaban con fisuras. Su pelo goteó en sus ojos. Sus manos resbalaron sobre el volante, de la lluvia, del sudor inducido por el miedo. Ella entornó su mirada a través del borroso parabrisas, mientras tomaba las curvas tortuosas con demasiada rapidez, viendo pasar los destellos de las rocas pasando el claro del bosque, entonces, condujo al interior nuevamente, los árboles pasaron sobre ella. Pronto ella bordearía las rocas nuevamente. Necesitaba concentrarse, para recordar la ruta que solo había atravesado una vez... Y sin advertir el peligro, el camino subía, entonces bajaba, luego subió. El automóvil había despegado. Ella había despegado. Con el impacto de una mandíbula rompiéndose, las ruedas pegaron el asfalto. La bolsa de aire explotó en su cara, sofocándola en blanco durante un momento vital. Cuando menguó, ella desesperadamente lo apartó. Entonces ella podría ver. El automóvil se encabezó recto—pero el camino se curvó. Se curvaba a la izquierda, y por delante vio nada más que lluvia y nubes al borde del acantilado. Ella presionó de golpe los frenos. El automóvil derrapó sobre el agua, las ruedas traseras deslizándose de lado.
  • 34. Anoiss Traducciones Por fin dejó de deslizarse. Ella estaba en el mando. Pero demasiado tarde. Demasiado tarde. Las gomas traseras se inclinaron sobre el precipicio. La mitad del coche colgaba sobre el acantilado, encima de las piedras y el océano. El tren de aterrizaje gritó cuando raspó el asfalto. Ella iba a morir. El panel lateral golpeó algo. Algo grande. Una roca. Un tronco del árbol. Algo. El metal crujió. El coche se detuvo. Tan de repente que ella resbaló hacia el asiento del pasajeros. Ella perdió su agarre en la rueda. Sus piernas se enredaron con la consola. No podía moverse. El hedor del metal caliente y el caucho ardiente llenó su nariz. Ella todavía estaba viva—y si quería continuar de esa manera tenía que salir. Tenía que salir antes de que ardiera. Ella puso el freno de emergencia, y cerró sus ojos. Teniendo cuidado de no cambiar repentinamente su peso de lugar, agarró la manija y abrió la puerta. Todo su cuidado fue desperdiciado; el viento la cogió de golpe. Ella sostuvo su respiración, esperando lo inevitable y caer. Nada. A distancia ella notó que su mano era ahora firme como una piedra. En alguna parte en este paseo salvaje, ella había superado el terror. Ella resbaló sus piernas hacia afuera, movió poco a poco su extremo a lo largo del asiento, entonces gradualmente estaba de pie. El coche colgado allí, suspendido sobre el acantilado, que descansa sobre las llantas delanteras y el marco. Ella caminó fuera de él. Retrocedió, esperando para arriesgarse. El Miata permanecía inmóvil. Ella estaba sola sobre la vereda de un camino privado. Su nuevo coche esta inservible, testimonio de su mala conducción, y una ventaja para Jasha porque que estaba indefensa y a pie. Ella estaba descalza, la lluvia la azotaba, y—ella enfrentó el camino por el que había venido—nada tenía sentido, especialmente el lobo que era Jasha. Ella se tenía que esconder. En un lado del camino, el océano rasgaba la base del precipicio. En el otro, el bosque primitivo surgió, oscuro y espeso, ramas que azotan en el viento. Ella no quería entrar allí. Entonces en la distancia, un lobo aulló. Él venía por ella. Ann corrió a toda velocidad por el camino hacia el bosque.
  • 35. Anoiss Traducciones Capítulo 5 Los árboles se cerraban alrededor de Ann, amortiguando la ya tenue luz, protegiéndola del azote del viento y la lluvia. Sus pies descalzos se hundieron en el suelo húmedo. El aroma condimentado de pino se acumulaba en las corrientes de aire, y por un segundo, se sintió protegida, absorbida por la naturaleza. Entonces el relámpago golpeó y el trueno resonó. La lluvia y el viento golpearon con renovada fuerza, y se oyó el aullido de un lobo, luego otro y otro más. Sonaba como si una jauría completa la acechara. Probablemente así era. Los amigotes de Jasha. Su falso sentido de seguridad fue arrancado. Se quitó de la cara el cabello empapado, y sus manos aparecieron manchadas de negro. Su rimel estaba arruinado. Su vestido estaba arruinado. Sus sueños estaban arruinados. Su vida…
  • 36. Anoiss Traducciones Mientras andaba, las agujas de pino se deslizaban bajo sus pies, y escuchaba el gruñir de los árboles a la vez que combatían el viento. Detrás de ella, el aullido solitario de un lobo, y algo en el sonido, una nota de furia y frustración la alertaron. Ese era Jasha. ¿Qué era él? No era algún hombre lobo de leyenda; la luna controlaba a esas bestias. Él era… otra cosa. Un relámpago parpadeó, convirtiendo las enormes rocas en largas caras que sonreían y se burlaban. Corrió, buscando el mejor lugar para resguardarse, sabiendo que ningún lugar sería lo suficientemente bueno. Estaba perdida de la civilización. Probablemente moriría por el contacto… o a manos de Jasha. Patas. Lo que fuera. Un arroyo atravesaba su camino, y un recuero de Niña Exploradora, enterrado hace mucho tiempo emergió… Jasha no podría rastrearla si caminaba a través del agua. Entró. El agua fría alivio sus sensibles pies. Trató de darse prisa, pero las piedras grandes y lisas cubiertas de musgo resbalaban bajo sus pies. Se forzó prestando atención al suave andar de las patas de un lobo. Pero no oyó nada. Por unos minutos imaginó que se había salvado. Entonces lo oyó. Un chapoteo río abajo y el lento sonido en aumento del correr de un animal en el agua. La había encontrado. Él estaba ahí. No tenía a donde ir. Escapó, fuera del agua, por un camino entre dos grandes rocas. El camino se estrechada, y por un horrible momento, pensó que había llegado a un callejón sin salida. Pero se deslizó a través de una grieta entre las rocas y frente a ella el bosque se abría. Estaba en un prado, vacío, excepto por una inmensa cicuta. Su tronco era amplio y su copa tocaba las nubes. Echó a correr entre la hierba corta. La lluvia salpicaba su rostro. La tormenta enfureció, reuniendo su fuerza hasta que con un solo golpe estruendoso, un relámpago desgarró la cicuta. Pudo sentir el calor, se tapó los oídos, olió el azufre…. y cayó de rodillas. Las aves volaron libres, llorando su angustia a los cielos, y las ardillas se dispersaron desconcertadas. Mientras observaba con horror, el vengativo viento tomaba y tiraba del árbol. Despacio, muy lentamente, la cicuta se inclinó hacia el final distante del prado. Sus raíces se asieron a la tierra bajo sus pies. Pero no fue suficiente, fueron arrancadas dejando un grandioso y amplio círculo que tomó la hierba verde y las nubes de suciedad y las elevó hasta lo alto en el cielo. Las ennegrecidas ramas de sacudieron
  • 37. Anoiss Traducciones en protesta, pero inevitablemente la gravedad tomó el control y el árbol golpeó tan fuerte el suelo que éste se agitó bajo los pies de Ann. Ahora, como el resto de los animales salvajes, se levantó para huir. Huir de la naturaleza. Huir de Jasha. Huir para sobrevivir… Correteó al otro lado de la tierra recién expuesta. Imaginando que de algún modo podría encontrar una manera de esconderse entre las ramas rotas donde Jasha no pudiera encontrarla. Entonces un lobo aulló, haciendo añicos sus esperanzas. Aterrada, se deslizó en un terrón de tierra, y cayó al suelo, dio un vistazo detrás de ella, y lo vio, no al lobo acercándose a través de la brecha en las rocas, sino un destello dorado, y a una mujer mirándola. Una pintura. Una miniatura. ¿En un mosaico de cerámica? Ann parpadeó. Extendió su mano. Curvó los dedos alrededor de la pequeña pieza de arcilla pulida. El ruido de la tormenta se desvaneció. Levantó la imagen de la suciedad, la limpió, y la miró detenidamente. Era antigua. Muy antigua. La pintura era poco natural, estilizada, sin embargo había sido grabada en el mosaico y los colores brillaban como si fueran nuevos. La virgen María sostenía al niño Jesús, mientras José estaba de pie a su derecha, y sus aureolas destellaban con hojas doradas. Su túnica era rojo cereza, el fondo era dorado, y sus ojos…sus ojos eran grandes y oscuros, llenos de sabiduría y compasión. El corazón de Ann se elevó. No iba a darse por vencida. No iba a morir. Apretó tan fuerte el mosaico que los bordes le hicieron un corte en la palma y una gota de sangre se dibujó en una esquina rota. Se puso de pie y corrió de nuevo dirigiéndose al bosque. Por encima, las nubes grises crecieron con renovada vida. El trueno retumbó malignamente. En tanto que alcanzaba el círculo de árboles, dio un vistazo detrás de ella, vio al lobo saltando al otro lado del prado, su inteligente mirada se fijó en ella. La adrenalina la golpeó. Su corazón dio un brinco en su pecho. Tenía treinta segundos para escapar y frente ella vio la tierra salvaje cubierta de ramas rotas, gruesos troncos y remolinos de musgo. Disparada por la intención de escalar a la seguridad, corrió hacia un grupo de enormes rocas, pero cuando dio el primer paso para subir, algo la golpeó en un costado. Jasha. El lobo. Lo que eso fuera.
  • 38. Anoiss Traducciones Cayó en una pila de hojas, rodó una y otra vez, y cuando volvió en si, puso toda su fuerza en su brazo y lo golpeó en la cara con la pintura. Con un aullido el lobo dio un salto atrás. Este bloqueó su brazo mientras ella se preparaba para acertar otro golpe. El mosaico húmedo voló de su mano, y se encontró a si misma nariz con nariz con un lobo gruñón. Se sentó a horcajadas sobre ella, su cuerpo temblaba con furia, sus colmillos blancos estaban descubiertos, en sus ojos ambarinos, en lo profundo de sus pupilas, algo rojo resplandeció. El pecho de Ann subía y bajaba luchando por respirar, mientras la mirada del lobo vagaba hacia abajo. Lentamente, inclinó la cabeza y su lengua la recorrió desde la base de la garganta hasta su barbilla. De nuevo. Y una vez más. Cerró los ojos. ¿Los lobos lavaban a su presa antes de comerla? Esperaba que en cualquier momento sus dientes se cerraran sobre su traquea y la aplastaran. Para luego desgarrarle la garganta y arrastrar su cuerpo al bosque, donde nunca la encontrarían. Pero, Oh Dios, su larga caricia se sentía casi…. erótica, y contra su voluntad su palpitante corazón cambió de ritmo. Él la olfateó bajo la oreja, un gentil toque que la preparó para un pequeño mordisco. Podía sentir su respiración sobre la vena de su cuello, y se tensó de nuevo esperando…. pero él besó la comisura de su labio. Estaba confundida. Se sentía humano, pero cuando abrió los ojos, esperaba ver a un lobo, y vio a Jasha. Jasha, con sus intensos ojos dorados, su generosa boca, y una nueva marca roja en su mejilla. Se arrodilló sobre ella, sonrió y preguntó: -¿Quién te envió? -¿Qué?-¿qué es lo que quería decir? Ella no lo sabía, no lo entendía. -¿Quién te envió?-su voz era suave, cálida pero con un filo que la quemaba como brandy puro. -¿Por qué me seguiste hasta aquí? -Yo… yo vine por que el trato internacional se va a disolver a menos que firme los papeles, los traje. Están en el maletín. En la casa-oh Dios. Sus ojos eran tan dorados, tan intensos. Y su mirada vagaba…. Ann bajó la vista sobre ella. Estaba salpicada de lodo, mojada hasta los huesos. Su vestido de seda estaba arruinado, y el corpiño completamente blanco mostraba todo, la forma de sus senos, el color de sus pezones, el hecho de que estaba helada…. y excitada. La falda cruzada estaba aplastada en sus muslos, a la vez que ella observaba, Jasha colocó su mano en su rodilla y lentamente la deslizó hasta su muslo.
  • 39. Anoiss Traducciones Su respiración se atascó. Todavía estaba asustada. Aterrada. ¿Cómo podía no estarlo? Pero mezclado con ese sentimiento tan poco familiar, estaba más nueva, estaba excitada. Estaba necesitada. Estaba lista. ¿Cómo era posible, mientras los relámpagos brillaban en el cielo, y la lluvia salpicaba su rostro, que pudiera desear a un hombre, un monstruo, como Jasha? Pero lo deseaba. Ann era una criatura de instintos. O tal vez de locura. No lo sabía. Lo único que sí sabia era que él presionó su palma contra su vientre, y deseó que su mano se moviera más abajo. -Refresca mi memoria-Jasha olió el cabello sobre su frente-. ¿Dónde se inició el trato internacional? -En Ucrania. -Por supuesto-se rió con voz ronca–. Eres una inocente. Por supuesto que lo eres. Como el Diablo. Como el cazador ilegal. Como mi propia madre. Ann no entendía de lo que estaba hablando, o de quién estaba hablando. –No vine para herirte. ¿Cómo puedes pensar que te haría daño cuando…? -¿Me amas? ¿Me amas, pequeña Ann? -¡¡No!! -Sí, sí lo haces. -Tú no sabes eso- él no sabía eso, ¿o sí? -Por supuesto que lo sé. Te conozco mejor que tú misma. Soy una bestia, ¿lo recuerdas? Tengo instintos que ningún simple humano puede igualar. Se estaba burlando de ella ¿verdad? Él no podía tener instintos, ¿o sí? No de esa clase. No del tipo que le ayudarían a ver dentro de su alma. -¿Todavía me amas, ahora que has visto lo que soy? -No te amo-¿todavía lo amaba? No podía saberlo. Solamente sabía que su toque la había cambiado de una chiquilla aterrorizada a una mujer necesitada, que a pesar de sus miedos y cansancio, su indispuesto cuerpo lo deseaba. Ahora-. ¿Vas a matarme? -¿Matarte?-sus dorados ojos se estrecharon. Sus pupilas cambiaron, y por un segundo sus ojos destellaron en rojo-. Sí. Voy a matarte, una y otra y otra vez. Era una amenaza que la mente de Ann no podía comprender… pero su cuerpo sabía perfectamente bien lo que quería decir. Ella tomó sus muñecas y las retorció, tratando de moverlo a un lado.
  • 40. Anoiss Traducciones Tonta. Él la superaba por unos cuarenta muy musculosos kilos. No podía moverlo. Pero no podía soportar patearlo, tampoco. Incluso ahora, no podía herir a Jasha. -¿Qué es lo que piensas Ann? ¿Qué podría desgarra tu garganta?-su mano se deslizó dentro de sus minúsculos panties. Su dedo se deslizó entre sus labios, encontró su clítoris, y lo acarició con un toque lento, casi imperceptible. Pero la única persona que la había tocado ahí…había sido ella, y cada movimiento le punzaba los nervios, como el ataque de una serpiente. Olvidó quién había sido, no tenía pasado o futuro, y se convirtió en alguien que vivía el presente y el ahora. -¿Estás pensando en el suelo frío contra tu espalda y la lluvia salpicando tu rostro?-le canturreaba suavemente como si ella fuera un ave silvestre a la que había atraído a su destrucción. Cada uno de los sentidos de Ann se intensificó, abrazando la esencia de la tierra, de la lluvia fría, de la naturaleza salvaje alrededor de ella…de lo salvaje en él. -¿O cada fibra de tu ser está concentrada entre tus piernas? ¿Tus nervios se tensan mientras esperas que deslice mi dedo dentro de ti? Jasha estaba leyéndole la mente. Se estaba burlando de ella. -Tal vez sólo un poco. Tal vez por completo. -¡Deja de reírte de mí! Mostró sus dientes. No eran para nada colmilludos, pero sí muy blancos. –Nunca he estado más lejos de reírme como ahora. Mírame. Ann contempló su rostro, severo e intenso, de ojos dorados que resplandecían bajo la luz tenue, donde ella lo había golpeado, un parche de piel escarlata sobre su mejilla. -No. Dije que me miraras. Sobresaltada, se dio cuenta de lo que él quería. Había evitado que su mirada viajara por el cuerpo desnudo agachado sobre ella. ¿Por qué? ¿Por miedo al lobo? ¿O por miedo al hombre y a lo que exigiría? Tomó un respiro para darse valor; luego, deslizó su mirada por sus hombros, tan anchos que bloqueaban la lluvia; abajo, su pecho tenía una franja delgada de pelo negro rizado. Un tatuaje se enroscaba a lo largo de su musculoso brazo, oscuro y enigmático. Tenía un moretón en el pectoral izquierdo y en medio de su pecho un pequeño pinchazo ensangrentado. Parecía como si una flecha lo hubiera golpeado, o no, no una flecha. El tacón de aguja de su zapato.
  • 41. Anoiss Traducciones Se mordió el labio. Debería estar complacida con ella misma. Se la había puesto difícil. Y él se lo merecía. Pero ella había llorado cuando la mamá de Bambi murió. Se tapó los ojos cuando vio “Cazafantasmas”. Era una blanda y una gallina, y había herido a Jasha, realmente lo había herido. Tocó la ensangrentada marca con la punta de sus dedos, una rápida palmada cargada de disculpas. –Lo siento. Me asusté y yo…ummm. -Tienes un buen brazo-desechó impacientemente su disculpa–. Ahora deja de dar excusas y “mírame”. Podía sentir el calor irradiando sobre ella; era la única cosa que evitaba que tiritara de frío mientras el viento aullaba entre las rocas y los relámpagos estallaban en el aire. Bajó la vista hacia el escultural abdomen de Jasha…su erección estaba pálida, profundamente hinchada, y más larga que…bueno, en las revistas simplemente no se veían así de grande. -Tócame. -¿Qué? -Tócame. Él estaba furioso con la vida, con la naturaleza, con ella; y una mujer lista haría lo que había ordenado. ¿Pero tocar su erección? ¿Cuando antes no había tenido el valor para hacer algo más que estrechar su mano? Él debió haber leído la negación en su rostro, porque la mano en sus panties la apretó más fuerte y su dedo acarició en círculos la entrada a su vagina. El placer fue tan inesperado, tan intenso, que se encontró a si misma arrasada, sus brazos estirados a sus costados, apretando puñados de hojas caídas del año pasado, como si la ley de la gravedad hubiera sido revocada y la tierra amenazara con lanzarla libre. -Tócame-le repitió Ann miró sus manos, les quitó el polvo, luego las alzó y tomó sus hombros. Sus músculos se movieron, una sensación tan fascinante como había imaginado, Jasha dio un respiro en señal de aprobación. Entonces arrastró una de sus manos hacia su pecho. La mano entre sus piernas estaba quieta. Quizás para burlarse de ella anticipadamente. Tal vez por que la manera en que acarició su pezón, lo rodeó, y lo pellizcó, le hicieron perder la capacidad de moverse. Mientras sus pezones se tensaban, Ann escuchó la respiración de Jasha rasgando su garganta. Así que no estaba tan indefensa como pensaba.
  • 42. Anoiss Traducciones Excepto que sí lo estaba, ahora que había comenzado a tocarlo, no podía parar. Amaba la sensación de su piel cálida, amaba el darse cuenta que este casi humano podía haberla dejado hecha polvo, pero que ella tenía poder sobre él si no lo tocaba. Si no… Jasha liberó su mano de los panties, agarró sus dedos, y los envolvió alrededor de su pene. -Ahí-dijo con voz ronca-. Tócame. El calor que él irradiaba se originaba ahí. Quería sacar su mano antes de que la abrumara con lujuria… pero luego él usó su mano para acariciarlo. Su voz era áspera mientras decía: -Esta no es una señal de burla, Ann. Esta es una señal de excitación. Tú corriste. Te perseguí. Estabas aterrada. Ahora… ya no estás asustada. -Sí lo estoy-dijo rápidamente. Sería una tonta si no estuviera asustada, y ella no era ninguna idiota. Ella había corrido. Él la había perseguido. Él estaba intentando… Poseerla aquí y ahora. Y sabía sin ninguna duda que, sin importar los argumentos que diera o lo alto que gritara, él la haría suya. Entonces soltó la mano de Ann. Encontró que no podía, ¿no quería?, retirarla y estar correctamente indignada. En cambio, usó su pulgar para encontrar una sedosa gota de semen en la punta, y la esparció en pequeños círculos Su aliento silbó entre sus dientes, y por un segundo temió que lo hubiera conducido a su forma lobuna de nuevo. Pero no. Él todavía seguía siendo humano. Y su cuerpo todavía era fascinante. Jasha inclinó su cabeza y le habló suavemente al oído: -¿Sabias que un lobo puede oler la excitación de una hembra? Quitando la mano, se volteó y lo miró a los ojos. –No, no puedes. Él olió el cabello detrás de su oreja. Se rió, una risa profunda y ronca. -Conozco tu aroma tan bien como el mío. Conozco tus estados de humor. Conozco tu ciclo. Incluso conozco a tu gato. -No-él no podía saber que lo había deseado todo el tiempo todos los días. Eso era desasido humillante. -Sí. Y sé que cuando hago esto-su mano se deslizó dentro de sus panties de nuevo-el olor del miedo se retira y el dulce aroma de la excitación se eleva hasta mi cabeza y me vuelve medio loco.
  • 43. Anoiss Traducciones -He estado excitada antes, y siempre me has parecido bastante sensato- respondió sarcásticamente. -Pero nunca por mí. No era verdaderamente yo quien te excitaba-rió entre dientes de nuevo, y su dedo revolvió el vello sobre su clítoris. Ann cerró los ojos, capturando la sensación dentro de ella. Su pequeño arranque de sentido común se desvaneció, y sus labios apenas se movieron mientras decía: -¿Por quién más entonces?- -Por el hombre de tus sueños que no existe. Por que yo no soy el hombre de tus sueños-tal como le había advertido su dedo se deslizó completamente dentro de ella-. Soy tu peor pesadilla. Capítulo 6 ¿Cómo, sabía Jasha que Ann había pensado exactamente eso? Era parte lobo, parte hombre… ¿también leía mentes? Entonces se frotó fuertemente con el talón de su mano. La acarició dentro y fuera, y tan seguro como que él se había transformado, ella también cambió. Se convirtió en una criatura hecha de pasión y encendida por un fuego interior. Enterró sus talones en el suelo. Su espalda se arqueó. Se elevó a sí misma, presionándose contra él, frotando sus caderas contra su mano. Abruptamente, él apartó su dedo y le arrancó las braguitas. Alzándose sobre sus rodillas, se movió hasta quedar entre sus piernas. Sus ojos cerrados, su cuello en tensión, y su expresión de exquisita agonía. Mantuvo sus muslos en sus palmas y
  • 44. Anoiss Traducciones presionó la longitud de su erección contra la parte más suave de su cuerpo. En tanto se mecía una y otra vez, su humedad aumentaba. No por la lluvia, sino por el tortuoso placer que él forzaba en ella. Entonces… oh, Dios… su pene exploró, y casi se deslizó en su interior. Excepto porque no se deslizó… su cuerpo se resistió. Resistió y la informó, con demasiada claridad, cuán dolorosa seria su unión. Ella gimoteó. No pudo evitarlo. Era una cobarde nata, y él...él era un lobo. Se estremeció. Abrió sus ojos y la fulminó con la mirada. —Virgen—susurró. —¿Y qué? — le devolvió ella la mirada. —Bueno— la bajó al suelo—. Soy un bárbaro, hijo de bárbaros, un depredador... —Un asesino— aventuró ella las palabras como un desafió, deseando que las negara. En la profundidad de sus ojos dorados, vio una llamarada roja de instinto asesino. —Sí, un asesino. Un relámpago brilló y un trueno retumbó, recordándole…como si fuera a olvidar…dónde estaba, y por qué. Revivió vívidamente los ojos amarillos del lobo, la terrorífica persecución...la sangre en su boca. La había perseguido a través de la tormenta que rugía a su alrededor, derribando árboles y sacudiendo la tierra. Había dejado los signos de civilización atrás, y su primera vez sería en los bosques, en el suelo con un hombre que podría en cualquier momento volverse y matarla… o que podría darle el mayor placer que una mujer hubo conocido jamás. Sus dientes castañetearon con un repentino frío, e intentó apartarlo fuera bajo él. Pero él capturó su cuerpo. —¿Estás asustada, Ann?—canturreó mientras se situaba entre sus piernas—. Deberías estarlo. Porque lo que quiero de ti no es tu muerte, sino tu rendición. Cuando habló así, sus labios moviéndose contra su cuello, la dejó demasiado nerviosa. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir que no te voy a quitar tu virginidad—alzando su cabeza, sonrió, y sus dientes brillaron blancos y afilados. —Vas a entregármela. —¡No!— durante tres años, había sido su asistente administrativa, y nunca lo había visto fracasar en ningún desafío.
  • 45. Anoiss Traducciones —Te juro que sí. —¡No...lo...haré!— dirigió el talón de su mano a su nariz. Apenas en tiempo, él se apartó. Ella golpeó su mejilla. Su mano se deslizó hacia arriba para darle a en el ojo. Él cogió muñeca, y todo el semblante de hombre civilizado desapareció. —Es la tercera vez en el día de hoy que has descargado algún golpe en mí. Desde el día en que me convertí en adulto, ha sido el doble que alguna otra vez. Cogiendo su otra mano, él las subió por encima de su cabeza y las inmovilizó con una suya. Por primera vez, ella sintió el peso de un hombre: pesado, musculoso, duro. Él la sostuvo abajo, manteniéndola en donde pudiera hacerle todo lo que quisiera. —No más secretos—con su mano libre, aflojó el botón que mantenía su corpiño unido. Como si estuviera desenvolviendo un regalo, apartó las dos mitades de su cuerpo. La expresión de su rostro la hizo tragar nerviosamente. Se veía tan hambriento como el gran lobo malo. Pero cuando ahuecó un pecho en su mano y situó su boca en el otro, era tan dulce como un susurro. Era más de un respiro que de tacto, y cada nervio en su cuerpo suspiró en respuesta. La tierra se meció bajo ella. Su cuerpo la calentó por encima. La lluvia caía directamente en su cara. Todo en ese momento era primario, intenso...primitivo. Era la víctima de la furia de la naturaleza. Era un sacrificio para las necesidades de Jasha. Todavía un sacrificio servicial: cada vez que su lengua trazaba círculos en su pezón, ella cedía aún más. La incomodidad de la excitación no dispuesta y la humedad entre sus piernas crecieron, y se retorció bajó él, luchando por liberarse antes de que entregara lo que él quería. Todo. Presionó su mejilla contra su clavícula y rió entre dientes. —Envuelve tus piernas alrededor de mis caderas y estarás más cómoda. ¿Y abrirse a él aún más? Ya estaba incómoda con ese nivel de intimidad—e incómoda era quedarse corta. —¿Cuán tonta crees que soy? Él elevó su cabeza de su pecho. La lluvia caía suavemente. Su cabello goteó, y el agua descansó en su rostro. Detrás de él, un relámpago zigzagueó tan brillante, que una imagen de él abrasó sus retinas. Sonrió, pero esa sonrisa le decía demasiado claramente a ella que esa era otra batalla que tenía intención de ganar.
  • 46. Anoiss Traducciones —Nunca he pensado que tú seas tonta. Pero creo…sé…que después de que esto termine, harás lo que te ordene. Ann... Incluso el modo en que decía su nombre había cambiado. En la oficina, él lo usaba igual que a un mueble útil, como ‘El archivador’ o ‘La fotocopiadora’. Ahora ese tono cálido era persistente con la única vocal, con la consonante doble, transformando un nombre que ella siempre había considerado sin brillo en uno exótico y tentador. Él usaba su voz para poseerla. Besó cada uno de sus párpados cerrados, entonces puso sus labios sobre los de ella. Sus ojos se abrieron sorprendidos. Jasha y Ann estaban desnudos, tan cerca como una mujer y un hombre podían estar, y todavía no se habían besado. Cuántas veces había soñado con un único beso, intenso, profundo, inmediato... ¡Qué equivocada había estado! Él saboreó sus labios tan suavemente como había saboreado sus pechos. Acarició con su lengua la comisura de sus labios, y cuando ella se negó a abrirlos, volvió a acariciarlos con un ritmo que hacía eco al estruendo del trueno y los latidos de la tierra... ¿o era su corazón el que ella escuchaba? Notó que sus párpados se desfallecían. Trató de enfocar su frente insoportablemente grande (grande desde ese ángulo, por lo menos) pero no consiguió centrarse en el interés de su rostro. No cuando su lengua se deslizó tan hábilmente entre sus labios y acarició el interior de su boca, o cuando sus dedos rozaron sus lóbulos (¿cuándo había liberado sus manos?) o cuando susurró: —Ann, sal fuera a jugar. ¿Salir fuera a jugar? ¿Qué significaba? Pero él respondió a su pregunta inmediatamente, cuando la punta de su lengua se enroscó con la suya, cuando lo siguió, y él tiró de ella hacia su boca y la dejó...explorar. Apretó sus muñecas fuertemente, sus dedos trazando círculos por sus huesos, tendones y músculos. Una mujer sensata se daría cuenta de que un hombre tan grande como ese podría dominarla en el acto del amor. Pero él no estaba dominando; estaba seduciendo, y era bueno en eso. Cuando abrió sus ojos de nuevo, su boca volvía a deambular por sus pechos. Y ella había envuelto sus piernas alrededor de su cintura. Él había ganado.
  • 47. Anoiss Traducciones Pero ella no había perdido. Con cada uno de sus movimientos, también ganaba. No tenía pensado darle su aprobación o su permiso, sin embargo sus manos irresistiblemente se arrastraron hasta sus hombros, saboreando la extensión de piel suave sobre cálidos músculos. Cuando sus dedos se enredaron con el sedoso rizo de su cuello, él se congeló, y por un momento todo lo que ella pudo sentir era su tibia respiración contra su húmedo pecho. —Tócame un poco más—su voz no era alta, pero ella la oyó por encima del trueno. Tirando de su pezón dentro de su boca, mamó con fuerza, asaltando sus sentidos con sus labios y lengua hasta que perdió la timidez y soltó un gemido desmayado. Un gemido delator. Entonces él hundió ligeramente sus dientes en su carne, arañando las frágiles terminaciones nerviosas. Sus dedos se agarraron firmemente a su pelo, tirando con fuerza. Y cuando ella llegó a acostumbrarse a su boca en su pecho, él lo supo de algún modo...y se movió, besando el camino hacia debajo de su caja torácica, a través de su vientre, tirante de anticipación, y entre sus piernas. La lamió, un lobo reclamando a su pareja con placer. Empujó su lengua en su cuerpo, imitando el coito. Tiernamente chupó su clítoris, y cuando ella luchó contra la furia de la pasión, él la sostuvo y la forzó a aceptar sus atenciones. Ella no estaba inconsciente; sabía lo que estaba haciendo, pero él conjuró un orgasmo más allá de lo que se había imaginado jamás. Un glorioso espasmo siguió a otro. Su frágil control se desmoronó por completo. Todos los gemidos que había retenido no pudieron ser reprimidos por más tiempo. Se tensó, luchó, jadeó, consciente de su cuerpo, del suelo embaldosado, de la tormenta, del crujido del trueno en sus oídos, y de Jasha. —Jasha... —¿Qué?—trepó por su cuerpo, agarró sus hombros y los masajeó con sus grandes manos—. ¿Qué? Ann, dime qué debería hacer. Él lo hizo sonar como si fuera a hacer lo que ella quisiera, cuando de hecho él no sólo la había perseguido y mantenido cautiva en su cuerpo; también la había forzado a renunciar a su voluntad. —Jasha, por favor. —¿Qué?—usó su muslo para mantener el torrente del clímax que arrasaba por sus venas. Besó su oreja, y su voz era sensible, tierna y animosa. —Dime, Ann. ¿Qué quieres?