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22/3/2020 Yuval Noah Harari: the world after coronavirus | Financial Times
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Vida y Arte
Yuval Noah Harari: El mundo después del coronavirus
La tormenta pasará. Pero las decisiones que tomemos ahora podrían cambiar los próximos años de nuestras vidas
Yuval Noah Harari 20 de marzo de 2020
La humanidad se enfrenta a una crisis global. Probablemente la crisis más grande
de nuestra generación. Las decisiones que las personas y los gobiernos tomen en
las próximas semanas posiblemente moldeen el nuevo mundo en el que viviremos
los próximos años. No solo afectarán nuestro sistema de salud sino también
nuestra economía, política y cultura. Debemos actuar de forma rápida y decisiva.
También deberíamos tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de nuestras
acciones. Cuando elegimos entre diferentes alternativas, debemos preguntarnos
dos cosas: cómo superar la amenaza inmediata y qué mundo habitaremos una vez
que la tormenta haya pasado.
Sí, esa es la buena noticia, la humanidad va a sobrevivir, la mayoría de nosotros
seguiremos vivos, pero seguramente habitemos un mundo diferente al de algunos
meses atrás.
Muchas medidas de emergencia "provisorias" se volverán parte de nuestra vida
cotidiana. Esa es la esencia de las emergencias. Las emergencias apuran los
procesos históricos de un empujón. En cuestión de horas, se toman decisiones que
en épocas normales llevarían años de debate.
El mayor riesgo es no hacer nada, por esa razón, tecnologías subdesarrolladas e
incluso peligrosas son insertadas al servicio de la sociedad. Países enteros sirven
de conejillos de india para experimentos sociales de gran escala: ¿Qué pasa cuando
todos trabajan desde casa y se comunican solo a la distancia? ¿Qué pasa cuando
escuelas y universidades solo ofrecen educación online? En tiempos normales, los
gobiernos, las empresas y el Ministerio de Educación nunca se pondrían de
acuerdo para hacer tal experimento. Pero ya no corren los tiempos normales.
En esta época de crisis nos enfrentamos a dos elecciones importantes. La primera
disyuntiva radica entre la vigilancia totalitarista y el empoderamiento ciudadano.
La segunda tiene que ver con el aislamiento nacionalista y la solidaridad global.
Vigilancia en piel propia
Para frenar la pandemia, poblaciones enteras deben seguir ciertas directrices. Hay
dos maneras posibles de lograr esa obediencia. Un método es que el gobierno
monitoree a las personas y castigue a quienes rompan las reglas. Hoy, por primera
vez en la historia de la humanidad, la tecnología nos permite monitorear a todas
las personas, todo el tiempo. Hace cincuenta años, el KGB no podía seguir lo que
hacían 130.000.000 ciudadanos soviéticos las 24 horas del día, mucho menos
procesar efectivamente toda la información que recolectaba. El KGB contaba con
agentes y analistas humanos, era imposible asignar un agente para cada
ciudadano, la vigilancia uno a uno no era una opción. Pero ahora, en vez de espías
de carne y hueso, los gobiernos cuentan con sensores omnipresentes y algoritmos
poderosos.
El Coliseo en Roma
[Sobre las fotografías]
Las imágenes que acompañan este artículo son de cámaras webs que apuntan a las calles desiertas de Italia. Las imágenes
fueron encontradas y editadas por Graziano Panfili, un fotografo viviendo en cuarentena.
Piazza Beato Roberto en Pescara © Graziano Panfili
En la batalla contra la pandemia del coronavirus, muchos gobiernos ya han
desplegado sus nuevas herramientas de vigilancia. El caso más notable es el de
China. Controlando de cerca los celulares de las personas, usando cientos de
millones de cámaras con reconocimiento facial, y obligando a la gente a que se
tome la temperatura y reporte su condición médica, las autoridades chinas
pueden identificar rápidamente quiénes son sospechosos de poseer el virus,
realizar un seguimiento de sus movimientos e identificar quiénes estuvieron en
contacto con ellos. Existe una variedad de aplicaciones móviles (apps) que
advierten a los ciudadanos en caso de que estén cerca de algún paciente infectado.
Este tipo de tecnología no es exclusiva del oriente asiático. El Primer Ministro de
Israel, Benjamin Netanyahu, recientemente autorizó a la Agencia Israelí de
Seguridad a utilizar tecnología de vigilancia anti-terrorista para localizar y hacer
un seguimiento de los pacientes con coronavirus. Cuando el subcomité
parlamentario pertinente se negó a brindar autorización, Netanyahu igual logró
pasar la medida bajo la caratula de "decreto de emergencia".
Aunque, a decir verdad, nada de esto suena a noticia. En los últimos años los
gobiernos y las empresas han estado utilizando tecnologías incluso más
sofisticadas para localizar, monitorear y manipular a las personas. Pero, si no
somos cuidadosos, la pandemia podría marcar un momento bisagra en la historia
de la práctica de la vigilancia. No solo porque podría normalizar el uso de
herramientas de vigilancia masivas en países que solían rechazarlas, sino que
también podría significar una transición dramática de la vigilancia "superficial" a
la vigilancia "orgánica".
Hasta ahora, cuando uno apretaba un link en la pantalla del celular, algún
organismo detrás de la pantalla estaba atento a ver qué era lo que captaba tu
atención en la web. Con el coronavirus, el foco de interés ciertamente cambió.
Ahora lo que se quiere saber es la temperatura del dedo que estás usando para
apretar el link y cuál es la presión sanguínea debajo de la epidermis.
Emergencia de postres
Uno de los problemas que enfrentamos a la hora de decidir qué opinamos sobre la
vigilancia es que ninguno de nosotros sabe exactamente cómo es que somos
vigilados ni cómo es que esa tecnología podría evolucionar en los próximos años.
La tecnología de vigilancia está siendo desarrollada a una velocidad sin límites, lo
que hace 10 años nos parecía salido de una película de ciencia ficción, hoy es
tecnología de uso cotidiano. Por ejemplo, piensen en un gobierno que dicta que
cada ciudadano debe usar un brazalete biométrico que monitoree la temperatura
corporal y el ritmo cardíaco las 24 horas. La información recolectada será
administrada y analizada por algoritmos del gobierno. Los algoritmos van a saber
antes que vos mismo si estás enfermo, también van a saber dónde estuviste y con
quién. Entonces, la cadena de infección podría reducirse drásticamente y hasta se
podría frenar el contagio en su totalidad. Un sistema de tal envergadura podría
frenar la pandemia en cuestión de días. Maravilloso, ¿no?
Lo malo es que, claro, esto legitimaría un nuevo sistema de vigilancia un poco
horrorizante. Pensemos en la actualidad: si yo doy click a un artículo de Clarín en
vez de a uno de Página 12, eso indica algo sobre mis creencias políticas y
posiblemente también sobre mi personalidad. Pero si en vez de eso, se
monitoreara mi temperatura corporal, mi presión sanguínea y mi frecuencia
cardíaca mientras miro un video en Youtube, se podría saber qué me hace reír, qué
me hace llorar y qué me hace enfurecer y llenarme de bronca.
Es crucial que recordemos que el enojo, la felicidad, el aburrimiento y el amor son
un fenómeno biológico... tal como lo son la fiebre y la tos. La misma tecnología que
detecta las tos puede detectar la risa. Si las corporaciones y gobiernos empiezan a
recolectar nuestra información biométrica en escala masiva, pueden llegar a
conocernos mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. No solo podrán
predecir nuestros sentimientos sino también manipularlos y vendernos lo que ellos
quieran —desde un producto hasta un candidato político.
El monitoreo biométrico haría que el hackeo a la base de datos de la Cambridge
Analytica parezca un plan pensado por Pedro Picapiedra.
Imagínense Corea del Norte en 2030, cuando cada ciudadano tenga que usar un
brazalete biométrico las 24 hs. Imaginen que un ciudadano coreano escucha el
discurso de El Gran Líder y el brazalete detecta signos de descontento... pobre de
él.
Vista de la Casa Universitaria en Lodi © Graziano Panfili
Playa de Porto San Giorgio, Mar Adriatico © Graziano Panfili
Por supuesto que también se podría considerar la vigilancia biométrica como una
medida temporal que se implementa en un estado de emergencia. Una vez que la
emergencia sea contenida, la medida desaparecerá. Pero las medidas temporales
tienen una tendencia desagradable a abusar de la hospitalidad y extender su
estadía, en especial porque siempre puede haber una nueva amenaza en el
horizonte. Por ejemplo, Isarel, mi país, se declaró en estado de emergencia
durante su Guerra de Independencia en 1948. Ese panorama justificó un amplio
rango de medidas temporales que iban desde censura a la prensa, confiscación de
tierras y regulaciones sobre cómo preparar el postre (...no es broma). La Guerra
de Independencia terminó hace tiempo pero Israel nunca se declaró fuera del
estado de emergencia y tampoco ha abolido muchas de las medidas "temporales"
que se tomaron en 1948 (el decreto de emergencia sobre los postres fue dado de
baja en 2011, gracias a Dios).
Incluso cuando las infecciones por coronavirus hayan disminuido a cero, algunos
gobiernos con hambre de datos podrían argumentar que necesitan mantener las
vigilancias biométricas por miedo a que se presente una segunda ola de
coronavirus, o porque hay una nueva mutación de Ebola en África, o porque hay
cualquier otra historia sobre una infección y la necesidad de mantener el
monitoreo para protegernos...
En los últimos años se ha peleado una gran batalla por tu privacidad, aunque tal
vez no lo sepas. Lo que sí es cierto es que la crisis del coronavirus podría ser el
punto de inflexión de esa batalla. Cuando a las personas se les dé a elegir entre
privacidad y salud, generalmente elegirán su salud.
La Policía del Jabón
Para ser sincero, la elección entre privacidad o salud es la verdadera raíz del
problema. Principalmente porque es una elección falsa. Podemos y deberíamos
poder disfrutar de nuestra privacidad y nuestra salud. Podemos elegir proteger
nuestra salud y frenar la pandemia, no por medio de una institución de vigilancia
totalitarista, sino a través del empoderamiento de los ciudadanos. En las últimas
semanas, Corea del Sur, Taiwán y Singapur orquestaron unos de los esfuerzos más
exitosos por contener el coronavirus. Estos países han hecho uso de aplicaciones
de seguimiento, pero principalmente se apoyaron en testeos, en informes
honestos, y en la buena disposición y cooperación de una población bien
informada.
El monitoreo centralizado y los castigos duros no son la única manera de hacer que
la gente cumpla las reglas. Cuando a la gente se le brinda información científica y
cuando las personas confían en las autoridades públicas que brindan esa
información, los ciudadanos pueden hacer lo correcto incluso si no tienen a Gran
Hermano vigilándolos todo el tiempo. Una población motivada y bien informada
suele ser más poderosa y efectiva que una población ignorante, controlada por
agentes policiales.
Piensen, por ejemplo, en el acto de lavarse las manos con jabón. Uno de los
mayores avances en la historia de la higiene humana. Esta acción tan simple salva
millones de vidas por año. Aunque hoy en día lo demos por sentado, no fue hasta el
Siglo 19 que los científicos descubrieron la importancia de utilizar agua y jabón
para lavarse las manos. Antes de eso, hasta los doctores y las enfermeras procedían
de una cirugía a otra sin lavarse las manos. Hoy, miles de millones de personas se
lavan las manos a diario, no porque le tengan miedo a la Policía del Jabón, sino
porque entienden su importancia. Me lavo las manos con jabón porque he
escuchado y aprendido sobre los virus y las bacterias, ahora entiendo que estos
pequeños organismos causan enfermedades y sé que el jabón puede deshacerse de
ellos.
El Palacio Real de Caserta
Costanera de Forte dei Marmi, en Versilia
Para alcanzar tal nivel de cumplimiento y cooperación, tiene que haber confianza.
Las personas tienen que poder confiar en la ciencia, en las autoridades públicas y
en los medios de comunicación. A lo largo de los últimos años, muchos políticos
irresponsables han ocasionado que disminuya la confianza de la gente en la
ciencia, las autoridades y los medios. Estos mismos irresponsables ahora podrían
verse tentados a tomar un atajo hacia el autoritarismo, argumentando que no se
puede confiar en que la gente va a hacer lo correcto.
Normalmente, una relación de confianza que viene en decadencia hace años no
puede reconstruirse de la noche a la mañana. Pero no estamos atravesando
tiempos normales. En momentos de crisis, las opiniones suelen cambiar. Podemos
discutir y estar enfrentados con algún familiar por años; pero cuando sucede una
emergencia, de repente descubrimos un reservorio de esperanza y cordialidad, y
nos apresuramos a brindar ayuda. En lugar de construir un régimen de vigilancia,
podríamos reconstruir la confianza de la gente en la ciencia, los medios y las
autoridades. Por supuesto que deberíamos hacer uso de las nuevas tecnologías,
pero estas tecnologías deberían contribuir al progreso y la mejora de los
ciudadanos. Estoy a favor de que se monitoree mi temperatura corporal y mi
presión sanguínea, siempre y cuando esa información no sea usada para crear un
régimen totalitario. Esa información debería darme la posibilidad de tomar
mejores decisiones para mí mismo.
Si yo pudiese monitorear mi condición médica las 24 horas del día, podría saber si
soy una amenaza para otras personas y también qué hábitos contribuyen a mi
salud. Si pudiese tener acceso y analizar estadísticas confiables sobre la expansión
del coronavirus, podría juzgar si el gobierno está diciendo la verdad y si está
adoptando las políticas correctas para combatir la pandemia. Cuando hablamos de
vigilancia, tenemos que recordar que la misma tecnología de vigilancia que los
gobiernos usan sobre los ciudadanos, también puede ser usada por los ciudadanos
para vigilar al gobierno.
Por ende, el coronavirus es un examen que nos pone a prueba a los ciudadanos. En
los días que vienen, cada uno de nosotros deberá tomar la decisión de confiar en la
información científica y los expertos de la salud en vez de dejarnos llevar por
teorías conspirativas insostenibles y políticos que solo buscan sacar provecho de la
situación. Si no tomamos la decisión correcta, podríamos terminar aceptando los
Términos y Condiciones para renunciar a nuestras libertades más preciadas,
pensando ingenuamente que esa es la única manera de salir de la emergencia.
Necesitamos un plan global
La segunda elección importante que debemos hacer es decidir entre el asilamiento
nacionalista o la solidaridad global. Estamos frente a dos problemas globales: una
es la pandemia y la otra es la crisis económica que se generó a raíz del mismo
coronavirus. La única manera de resolver estos problemas es mediante la
cooperación global.
Primero y principal, para vencer al virus necesitamos compartir información
globalmente. Esa es la ventaja que tenemos los humanos con respecto al virus. Un
coronavirus de China no le puede pasar información a un coronavirus de Estados
Unidos y explicarle cuál es el mejor método para infectar humanos. Pero en
nuestro caso, China puede enseñarle a Estados Unidos algunas lecciones valiosas
para enfrentar al virus. Lo que un doctor italiano descubre a la mañana en Milán
puede salvar vidas en Irán esa misma noche. Cuando el gobierno del Reino Unido
duda en la toma de decisiones, los gobernadores coreanos podrían aconsejarlo ya
que ellos se han enfrentado a un dilema similar hace no más de un mes. Pero para
que esto suceda necesitamos un espíritu de cooperación global y confianza.
“En los días que vienen, cada uno de nosotros deberá tomar la decisión
de confiar en la información científica y los expertos de la salud en vez de
dejarnos llevar por teorías conspirativas insostenibles y políticos que solo
buscan sacar provecho de la situación”.
Los países deberían estar dispuestos a compartir información abiertamente y tener
la humildad necesaria para pedir consejos. Y, por supuesto, poder confiar en la
información y las sugerencias que reciben. También necesitamos del esfuerzo
global para producir y distribuir equipo médico, en especial kits de testeo para
coronavirus y respiradores. En vez de que cada país trate de saciar sus propias
necesidades aferrándose a todo el equipamiento y los recursos que pueda acaparar,
se podría optar por un esfuerzo global colectivo que sin dudas aceleraría la
producción y lograría que el equipamiento necesario para salvar vidas se
distribuya de manera más justa.
En períodos de guerra, los países nacionalizan las industrias que son claves. En
este panorama, en vez de nacionalizar, los países deberían "humanizar" las
cadenas de producción cruciales. Un país rico que tenga pocos casos de infectados
debería estar dispuesto a enviar equipamiento valioso a un país más pobre con
muchos más casos; pudiendo confiar en que si las cosas empeoran para el país que
brindó ayuda, los demás países estarán dispuestos a ayudar y devolver el favor.
Hasta podríamos considerar un esfuerzo global similar para acomodar personal
médico. Los países menos afectados podrían enviar cuerpo médico a las regiones más
afectadas por la pandemia. Los médicos dispuestos a viajar no solo estarían brindando
ayuda para salvar miles de vidas, sin dudas también adquirirían experiencia invaluable
para el resto de sus trayectorias. Si más tarde el foco de la pandemia cambia, la ayuda
empezaría a fluir en dirección hacia la nueva zona de mayor riesgo.
La cooperación global también es de vital importancia para enfrentar la crisis
económica. Teniendo en cuenta la naturaleza global del sistema económico y las
cadenas de producción, si cada gobierno decide “hacer de las suyas” sin importarle
lo que esté pasando en el resto del mundo, solo obtendremos caos y una crisis aún
más aguda. Necesitamos un plan de acción global, y lo necesitamos rápido.
Otro requerimiento es llegar a un acuerdo global sobre la problemática de viajar.
Suspender todos los viajes internacionales por meses causará grandes
complicaciones, y probablemente estorbará la lucha contra el coronavirus. Los
países necesitan cooperar para habilitar, aunque sea, un número mínimo de
viajeros esenciales que puedan cruzar fronteras: científicos, doctores, periodistas,
políticos, empresarios. Esto se puede lograr si llegamos a un acuerdo global sobre
el análisis previo de quienes viajan. Si se puede otorgar la seguridad de que la
salud de los viajeros que están a bordo del avión fue minuciosamente
inspeccionada antes de que ellos emprendan el viaje, sería más fácil que los países
admitan la entrada de vuelos internacionales
El Duomo en Florencia
Torre San Giovanni en Lecce © Graziano Panfili
En la actualidad, por desgracia, los países no están enfocados en estas
problemáticas. La comunidad internacional ha sufrido una parálisis colectiva.
Parecería que no hay adultos en esta casa. Uno hubiese esperado que semanas
atrás ya hubiese habido una reunión de emergencia entre los líderes globales para
poder diseñar un plan de acción. Los líderes del G7 recién pudieron hacer una
videoconferencia la semana pasada, y el resultado no fue ningún plan concreto.
En crisis globales anteriores, como lo fue la crisis financiera del 2008 y el brote
epidémico de Ebola en 2014, Estados Unidos asumió el papel de líder global. Pero
la administración norteamericana actual ha renunciado al rol de líder. No solo
eso, también ha dejado muy en claro que solo le interesa la Grandeza de
Norteamericana, mucho más que el futuro de la humanidad. La administración
de Trump hasta ha abandonado a sus aliados más cercanos. Cuando prohibió la
entrada de todos los viajes provenientes de la Unión Europea, no se preocupó
siquiera por consultar a los líderes de la UE antes de tomar tan drástica medida. Y
además, escandalizó a la nación alemana cuando, supuestamente, ofreció mil
millones de dólares a una compañía farmacéutica de Alemania para comprar los
derechos de monopolio de una nueva vacuna contra el Covid-19.
Incluso si este gobierno estadounidense en algún momento cambia de rumbo y
decide optar por un plan de acción global, pocas personas seguirían a un líder que
no asume responsabilidad, que nunca admite sus errores, que sistemáticamente
echa la culpa a otros y que solo tiene elogios para sí mismo. Si el vacío dejado por
Estados Unidos no es asumido por otros países, será mucho más difícil frenar la
pandemia actual.
A pesar de todo, siempre hay que recordar que cada crisis también es una
oportunidad. Debemos tener esperanza de que la pandemia ayudará a que las
personas vean y comprendan que un mundo desunido es un grave peligro para la
especie humana.
Necesitamos tomar una decisión: ¿Tomamos la ruta del desacuerdo y la desunión o
iremos por el camino de la solidaridad global? Si optamos por la desunión, no solo se
prolongará la crisis, sino que probablemente se avecinen catástrofes peores en el futuro.
Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus,
también contra las pandemias y crisis futuras que puedan afectar a la humanidad en el
siglo 21.
Yuval Noah Harari es el autor de "Sapiens", "Homo Deus" y "21 lecciones para el
siglo 21".
Copyright © Yuval Noah Harari 2020
Traducción por Mercedes López, Mat. N° 496/01 –CTPSFPC, Argentina.

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  • 1. 22/3/2020 Yuval Noah Harari: the world after coronavirus | Financial Times Weekend long reads Vida y Arte Yuval Noah Harari: El mundo después del coronavirus La tormenta pasará. Pero las decisiones que tomemos ahora podrían cambiar los próximos años de nuestras vidas Yuval Noah Harari 20 de marzo de 2020 La humanidad se enfrenta a una crisis global. Probablemente la crisis más grande de nuestra generación. Las decisiones que las personas y los gobiernos tomen en las próximas semanas posiblemente moldeen el nuevo mundo en el que viviremos los próximos años. No solo afectarán nuestro sistema de salud sino también nuestra economía, política y cultura. Debemos actuar de forma rápida y decisiva. También deberíamos tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones. Cuando elegimos entre diferentes alternativas, debemos preguntarnos dos cosas: cómo superar la amenaza inmediata y qué mundo habitaremos una vez que la tormenta haya pasado. Sí, esa es la buena noticia, la humanidad va a sobrevivir, la mayoría de nosotros seguiremos vivos, pero seguramente habitemos un mundo diferente al de algunos meses atrás. Muchas medidas de emergencia "provisorias" se volverán parte de nuestra vida cotidiana. Esa es la esencia de las emergencias. Las emergencias apuran los procesos históricos de un empujón. En cuestión de horas, se toman decisiones que en épocas normales llevarían años de debate. El mayor riesgo es no hacer nada, por esa razón, tecnologías subdesarrolladas e incluso peligrosas son insertadas al servicio de la sociedad. Países enteros sirven de conejillos de india para experimentos sociales de gran escala: ¿Qué pasa cuando todos trabajan desde casa y se comunican solo a la distancia? ¿Qué pasa cuando escuelas y universidades solo ofrecen educación online? En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y el Ministerio de Educación nunca se pondrían de acuerdo para hacer tal experimento. Pero ya no corren los tiempos normales. En esta época de crisis nos enfrentamos a dos elecciones importantes. La primera disyuntiva radica entre la vigilancia totalitarista y el empoderamiento ciudadano. La segunda tiene que ver con el aislamiento nacionalista y la solidaridad global.
  • 2. Vigilancia en piel propia Para frenar la pandemia, poblaciones enteras deben seguir ciertas directrices. Hay dos maneras posibles de lograr esa obediencia. Un método es que el gobierno monitoree a las personas y castigue a quienes rompan las reglas. Hoy, por primera vez en la historia de la humanidad, la tecnología nos permite monitorear a todas las personas, todo el tiempo. Hace cincuenta años, el KGB no podía seguir lo que hacían 130.000.000 ciudadanos soviéticos las 24 horas del día, mucho menos procesar efectivamente toda la información que recolectaba. El KGB contaba con agentes y analistas humanos, era imposible asignar un agente para cada ciudadano, la vigilancia uno a uno no era una opción. Pero ahora, en vez de espías de carne y hueso, los gobiernos cuentan con sensores omnipresentes y algoritmos poderosos. El Coliseo en Roma [Sobre las fotografías] Las imágenes que acompañan este artículo son de cámaras webs que apuntan a las calles desiertas de Italia. Las imágenes fueron encontradas y editadas por Graziano Panfili, un fotografo viviendo en cuarentena.
  • 3. Piazza Beato Roberto en Pescara © Graziano Panfili En la batalla contra la pandemia del coronavirus, muchos gobiernos ya han desplegado sus nuevas herramientas de vigilancia. El caso más notable es el de China. Controlando de cerca los celulares de las personas, usando cientos de millones de cámaras con reconocimiento facial, y obligando a la gente a que se tome la temperatura y reporte su condición médica, las autoridades chinas pueden identificar rápidamente quiénes son sospechosos de poseer el virus, realizar un seguimiento de sus movimientos e identificar quiénes estuvieron en contacto con ellos. Existe una variedad de aplicaciones móviles (apps) que advierten a los ciudadanos en caso de que estén cerca de algún paciente infectado. Este tipo de tecnología no es exclusiva del oriente asiático. El Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, recientemente autorizó a la Agencia Israelí de Seguridad a utilizar tecnología de vigilancia anti-terrorista para localizar y hacer un seguimiento de los pacientes con coronavirus. Cuando el subcomité parlamentario pertinente se negó a brindar autorización, Netanyahu igual logró pasar la medida bajo la caratula de "decreto de emergencia". Aunque, a decir verdad, nada de esto suena a noticia. En los últimos años los gobiernos y las empresas han estado utilizando tecnologías incluso más sofisticadas para localizar, monitorear y manipular a las personas. Pero, si no somos cuidadosos, la pandemia podría marcar un momento bisagra en la historia
  • 4. de la práctica de la vigilancia. No solo porque podría normalizar el uso de herramientas de vigilancia masivas en países que solían rechazarlas, sino que también podría significar una transición dramática de la vigilancia "superficial" a la vigilancia "orgánica". Hasta ahora, cuando uno apretaba un link en la pantalla del celular, algún organismo detrás de la pantalla estaba atento a ver qué era lo que captaba tu atención en la web. Con el coronavirus, el foco de interés ciertamente cambió. Ahora lo que se quiere saber es la temperatura del dedo que estás usando para apretar el link y cuál es la presión sanguínea debajo de la epidermis. Emergencia de postres Uno de los problemas que enfrentamos a la hora de decidir qué opinamos sobre la vigilancia es que ninguno de nosotros sabe exactamente cómo es que somos vigilados ni cómo es que esa tecnología podría evolucionar en los próximos años. La tecnología de vigilancia está siendo desarrollada a una velocidad sin límites, lo que hace 10 años nos parecía salido de una película de ciencia ficción, hoy es tecnología de uso cotidiano. Por ejemplo, piensen en un gobierno que dicta que cada ciudadano debe usar un brazalete biométrico que monitoree la temperatura corporal y el ritmo cardíaco las 24 horas. La información recolectada será administrada y analizada por algoritmos del gobierno. Los algoritmos van a saber antes que vos mismo si estás enfermo, también van a saber dónde estuviste y con quién. Entonces, la cadena de infección podría reducirse drásticamente y hasta se podría frenar el contagio en su totalidad. Un sistema de tal envergadura podría frenar la pandemia en cuestión de días. Maravilloso, ¿no? Lo malo es que, claro, esto legitimaría un nuevo sistema de vigilancia un poco horrorizante. Pensemos en la actualidad: si yo doy click a un artículo de Clarín en vez de a uno de Página 12, eso indica algo sobre mis creencias políticas y posiblemente también sobre mi personalidad. Pero si en vez de eso, se monitoreara mi temperatura corporal, mi presión sanguínea y mi frecuencia cardíaca mientras miro un video en Youtube, se podría saber qué me hace reír, qué me hace llorar y qué me hace enfurecer y llenarme de bronca. Es crucial que recordemos que el enojo, la felicidad, el aburrimiento y el amor son un fenómeno biológico... tal como lo son la fiebre y la tos. La misma tecnología que detecta las tos puede detectar la risa. Si las corporaciones y gobiernos empiezan a recolectar nuestra información biométrica en escala masiva, pueden llegar a conocernos mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. No solo podrán
  • 5. predecir nuestros sentimientos sino también manipularlos y vendernos lo que ellos quieran —desde un producto hasta un candidato político. El monitoreo biométrico haría que el hackeo a la base de datos de la Cambridge Analytica parezca un plan pensado por Pedro Picapiedra. Imagínense Corea del Norte en 2030, cuando cada ciudadano tenga que usar un brazalete biométrico las 24 hs. Imaginen que un ciudadano coreano escucha el discurso de El Gran Líder y el brazalete detecta signos de descontento... pobre de él. Vista de la Casa Universitaria en Lodi © Graziano Panfili
  • 6. Playa de Porto San Giorgio, Mar Adriatico © Graziano Panfili Por supuesto que también se podría considerar la vigilancia biométrica como una medida temporal que se implementa en un estado de emergencia. Una vez que la emergencia sea contenida, la medida desaparecerá. Pero las medidas temporales tienen una tendencia desagradable a abusar de la hospitalidad y extender su estadía, en especial porque siempre puede haber una nueva amenaza en el horizonte. Por ejemplo, Isarel, mi país, se declaró en estado de emergencia durante su Guerra de Independencia en 1948. Ese panorama justificó un amplio rango de medidas temporales que iban desde censura a la prensa, confiscación de tierras y regulaciones sobre cómo preparar el postre (...no es broma). La Guerra de Independencia terminó hace tiempo pero Israel nunca se declaró fuera del estado de emergencia y tampoco ha abolido muchas de las medidas "temporales" que se tomaron en 1948 (el decreto de emergencia sobre los postres fue dado de baja en 2011, gracias a Dios). Incluso cuando las infecciones por coronavirus hayan disminuido a cero, algunos gobiernos con hambre de datos podrían argumentar que necesitan mantener las vigilancias biométricas por miedo a que se presente una segunda ola de coronavirus, o porque hay una nueva mutación de Ebola en África, o porque hay cualquier otra historia sobre una infección y la necesidad de mantener el monitoreo para protegernos...
  • 7. En los últimos años se ha peleado una gran batalla por tu privacidad, aunque tal vez no lo sepas. Lo que sí es cierto es que la crisis del coronavirus podría ser el punto de inflexión de esa batalla. Cuando a las personas se les dé a elegir entre privacidad y salud, generalmente elegirán su salud. La Policía del Jabón Para ser sincero, la elección entre privacidad o salud es la verdadera raíz del problema. Principalmente porque es una elección falsa. Podemos y deberíamos poder disfrutar de nuestra privacidad y nuestra salud. Podemos elegir proteger nuestra salud y frenar la pandemia, no por medio de una institución de vigilancia totalitarista, sino a través del empoderamiento de los ciudadanos. En las últimas semanas, Corea del Sur, Taiwán y Singapur orquestaron unos de los esfuerzos más exitosos por contener el coronavirus. Estos países han hecho uso de aplicaciones de seguimiento, pero principalmente se apoyaron en testeos, en informes honestos, y en la buena disposición y cooperación de una población bien informada. El monitoreo centralizado y los castigos duros no son la única manera de hacer que la gente cumpla las reglas. Cuando a la gente se le brinda información científica y cuando las personas confían en las autoridades públicas que brindan esa información, los ciudadanos pueden hacer lo correcto incluso si no tienen a Gran Hermano vigilándolos todo el tiempo. Una población motivada y bien informada suele ser más poderosa y efectiva que una población ignorante, controlada por agentes policiales. Piensen, por ejemplo, en el acto de lavarse las manos con jabón. Uno de los mayores avances en la historia de la higiene humana. Esta acción tan simple salva millones de vidas por año. Aunque hoy en día lo demos por sentado, no fue hasta el Siglo 19 que los científicos descubrieron la importancia de utilizar agua y jabón para lavarse las manos. Antes de eso, hasta los doctores y las enfermeras procedían de una cirugía a otra sin lavarse las manos. Hoy, miles de millones de personas se lavan las manos a diario, no porque le tengan miedo a la Policía del Jabón, sino porque entienden su importancia. Me lavo las manos con jabón porque he escuchado y aprendido sobre los virus y las bacterias, ahora entiendo que estos pequeños organismos causan enfermedades y sé que el jabón puede deshacerse de ellos.
  • 8. El Palacio Real de Caserta Costanera de Forte dei Marmi, en Versilia
  • 9. Para alcanzar tal nivel de cumplimiento y cooperación, tiene que haber confianza. Las personas tienen que poder confiar en la ciencia, en las autoridades públicas y en los medios de comunicación. A lo largo de los últimos años, muchos políticos irresponsables han ocasionado que disminuya la confianza de la gente en la ciencia, las autoridades y los medios. Estos mismos irresponsables ahora podrían verse tentados a tomar un atajo hacia el autoritarismo, argumentando que no se puede confiar en que la gente va a hacer lo correcto. Normalmente, una relación de confianza que viene en decadencia hace años no puede reconstruirse de la noche a la mañana. Pero no estamos atravesando tiempos normales. En momentos de crisis, las opiniones suelen cambiar. Podemos discutir y estar enfrentados con algún familiar por años; pero cuando sucede una emergencia, de repente descubrimos un reservorio de esperanza y cordialidad, y nos apresuramos a brindar ayuda. En lugar de construir un régimen de vigilancia, podríamos reconstruir la confianza de la gente en la ciencia, los medios y las autoridades. Por supuesto que deberíamos hacer uso de las nuevas tecnologías, pero estas tecnologías deberían contribuir al progreso y la mejora de los ciudadanos. Estoy a favor de que se monitoree mi temperatura corporal y mi presión sanguínea, siempre y cuando esa información no sea usada para crear un régimen totalitario. Esa información debería darme la posibilidad de tomar mejores decisiones para mí mismo. Si yo pudiese monitorear mi condición médica las 24 horas del día, podría saber si soy una amenaza para otras personas y también qué hábitos contribuyen a mi salud. Si pudiese tener acceso y analizar estadísticas confiables sobre la expansión del coronavirus, podría juzgar si el gobierno está diciendo la verdad y si está adoptando las políticas correctas para combatir la pandemia. Cuando hablamos de vigilancia, tenemos que recordar que la misma tecnología de vigilancia que los gobiernos usan sobre los ciudadanos, también puede ser usada por los ciudadanos para vigilar al gobierno. Por ende, el coronavirus es un examen que nos pone a prueba a los ciudadanos. En los días que vienen, cada uno de nosotros deberá tomar la decisión de confiar en la información científica y los expertos de la salud en vez de dejarnos llevar por teorías conspirativas insostenibles y políticos que solo buscan sacar provecho de la situación. Si no tomamos la decisión correcta, podríamos terminar aceptando los Términos y Condiciones para renunciar a nuestras libertades más preciadas, pensando ingenuamente que esa es la única manera de salir de la emergencia.
  • 10. Necesitamos un plan global La segunda elección importante que debemos hacer es decidir entre el asilamiento nacionalista o la solidaridad global. Estamos frente a dos problemas globales: una es la pandemia y la otra es la crisis económica que se generó a raíz del mismo coronavirus. La única manera de resolver estos problemas es mediante la cooperación global. Primero y principal, para vencer al virus necesitamos compartir información globalmente. Esa es la ventaja que tenemos los humanos con respecto al virus. Un coronavirus de China no le puede pasar información a un coronavirus de Estados Unidos y explicarle cuál es el mejor método para infectar humanos. Pero en nuestro caso, China puede enseñarle a Estados Unidos algunas lecciones valiosas para enfrentar al virus. Lo que un doctor italiano descubre a la mañana en Milán puede salvar vidas en Irán esa misma noche. Cuando el gobierno del Reino Unido duda en la toma de decisiones, los gobernadores coreanos podrían aconsejarlo ya que ellos se han enfrentado a un dilema similar hace no más de un mes. Pero para que esto suceda necesitamos un espíritu de cooperación global y confianza. “En los días que vienen, cada uno de nosotros deberá tomar la decisión de confiar en la información científica y los expertos de la salud en vez de dejarnos llevar por teorías conspirativas insostenibles y políticos que solo buscan sacar provecho de la situación”. Los países deberían estar dispuestos a compartir información abiertamente y tener la humildad necesaria para pedir consejos. Y, por supuesto, poder confiar en la información y las sugerencias que reciben. También necesitamos del esfuerzo global para producir y distribuir equipo médico, en especial kits de testeo para coronavirus y respiradores. En vez de que cada país trate de saciar sus propias necesidades aferrándose a todo el equipamiento y los recursos que pueda acaparar, se podría optar por un esfuerzo global colectivo que sin dudas aceleraría la producción y lograría que el equipamiento necesario para salvar vidas se distribuya de manera más justa. En períodos de guerra, los países nacionalizan las industrias que son claves. En este panorama, en vez de nacionalizar, los países deberían "humanizar" las cadenas de producción cruciales. Un país rico que tenga pocos casos de infectados debería estar dispuesto a enviar equipamiento valioso a un país más pobre con muchos más casos; pudiendo confiar en que si las cosas empeoran para el país que brindó ayuda, los demás países estarán dispuestos a ayudar y devolver el favor.
  • 11. Hasta podríamos considerar un esfuerzo global similar para acomodar personal médico. Los países menos afectados podrían enviar cuerpo médico a las regiones más afectadas por la pandemia. Los médicos dispuestos a viajar no solo estarían brindando ayuda para salvar miles de vidas, sin dudas también adquirirían experiencia invaluable para el resto de sus trayectorias. Si más tarde el foco de la pandemia cambia, la ayuda empezaría a fluir en dirección hacia la nueva zona de mayor riesgo. La cooperación global también es de vital importancia para enfrentar la crisis económica. Teniendo en cuenta la naturaleza global del sistema económico y las cadenas de producción, si cada gobierno decide “hacer de las suyas” sin importarle lo que esté pasando en el resto del mundo, solo obtendremos caos y una crisis aún más aguda. Necesitamos un plan de acción global, y lo necesitamos rápido. Otro requerimiento es llegar a un acuerdo global sobre la problemática de viajar. Suspender todos los viajes internacionales por meses causará grandes complicaciones, y probablemente estorbará la lucha contra el coronavirus. Los países necesitan cooperar para habilitar, aunque sea, un número mínimo de viajeros esenciales que puedan cruzar fronteras: científicos, doctores, periodistas, políticos, empresarios. Esto se puede lograr si llegamos a un acuerdo global sobre el análisis previo de quienes viajan. Si se puede otorgar la seguridad de que la salud de los viajeros que están a bordo del avión fue minuciosamente inspeccionada antes de que ellos emprendan el viaje, sería más fácil que los países admitan la entrada de vuelos internacionales El Duomo en Florencia
  • 12. Torre San Giovanni en Lecce © Graziano Panfili En la actualidad, por desgracia, los países no están enfocados en estas problemáticas. La comunidad internacional ha sufrido una parálisis colectiva. Parecería que no hay adultos en esta casa. Uno hubiese esperado que semanas atrás ya hubiese habido una reunión de emergencia entre los líderes globales para poder diseñar un plan de acción. Los líderes del G7 recién pudieron hacer una videoconferencia la semana pasada, y el resultado no fue ningún plan concreto. En crisis globales anteriores, como lo fue la crisis financiera del 2008 y el brote epidémico de Ebola en 2014, Estados Unidos asumió el papel de líder global. Pero la administración norteamericana actual ha renunciado al rol de líder. No solo eso, también ha dejado muy en claro que solo le interesa la Grandeza de Norteamericana, mucho más que el futuro de la humanidad. La administración de Trump hasta ha abandonado a sus aliados más cercanos. Cuando prohibió la entrada de todos los viajes provenientes de la Unión Europea, no se preocupó siquiera por consultar a los líderes de la UE antes de tomar tan drástica medida. Y además, escandalizó a la nación alemana cuando, supuestamente, ofreció mil millones de dólares a una compañía farmacéutica de Alemania para comprar los derechos de monopolio de una nueva vacuna contra el Covid-19. Incluso si este gobierno estadounidense en algún momento cambia de rumbo y decide optar por un plan de acción global, pocas personas seguirían a un líder que
  • 13. no asume responsabilidad, que nunca admite sus errores, que sistemáticamente echa la culpa a otros y que solo tiene elogios para sí mismo. Si el vacío dejado por Estados Unidos no es asumido por otros países, será mucho más difícil frenar la pandemia actual. A pesar de todo, siempre hay que recordar que cada crisis también es una oportunidad. Debemos tener esperanza de que la pandemia ayudará a que las personas vean y comprendan que un mundo desunido es un grave peligro para la especie humana. Necesitamos tomar una decisión: ¿Tomamos la ruta del desacuerdo y la desunión o iremos por el camino de la solidaridad global? Si optamos por la desunión, no solo se prolongará la crisis, sino que probablemente se avecinen catástrofes peores en el futuro. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus, también contra las pandemias y crisis futuras que puedan afectar a la humanidad en el siglo 21. Yuval Noah Harari es el autor de "Sapiens", "Homo Deus" y "21 lecciones para el siglo 21". Copyright © Yuval Noah Harari 2020 Traducción por Mercedes López, Mat. N° 496/01 –CTPSFPC, Argentina.