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La visión
1. La visión
Una vez en que el beato Antonio se encontraba en una ciudad para predicar, fue
hospedado por una persona del lugar. Éste le asignó una habitación separada, para que
pudiera entregarse tranquilo al estudio y a la contemplación. Mientras rezaba, solo, en la
habitación, el propietario multiplicaba sus idas y venidas por su casa.
Mientras observaba con atención y devoción la habitación donde rezaba San
Antonio solo, ojeando a escondidas a través de una ventana, vio entre los brazos del beato
Antonio a un niño hermoso y alegre. El Santo lo abrazaba y lo besaba, contemplando su
rostro incesantemente. Aquel hombre, asombrado y extasiado por la belleza del niño,
pensaba por sus adentros de dónde habría venido un niño tan gracioso.
Aquel niño era el Señor Jesús. Y fue el mismo Niño Jesús quien reveló al beato
Antonio que el huésped los estaba observando. Después de una larga oración, acabada la
visión, el Santo llamó al propietario y le prohibió que revelara a nadie, mientras él
viviera, lo que había visto.