Este documento discute el cambio en el enfoque de la atención médica de "curar" a "cuidar". Curar se refiere a eliminar la causa de una enfermedad, mientras que cuidar implica una participación personal con el paciente a través de la compasión y el apoyo emocional. El cuidado integra tanto la capacidad profesional como la implicación personal con el paciente. Al centrarse en el cuidado en lugar de solo curar, los profesionales médicos pueden comprender mejor al paciente de manera holística.
1. De “curar” a “cuidar”
La palabra “curar” se refiere a la eliminación de la causa de una molestia o de una
enfermedad, a la interrupción radical y al cambio del proceso natural de la
enfermedad. Desde este punto de vista, curar da al paciente la oportunidad de
recuperar el estado de salud de que gozaba antes de aparecer la enfermedad, y hasta
incluso mejorarlo.
El vocablo cuidar, en cambio, expresa la implicación personal del trabajador de la
salud con la persona que sufre, implicación que se expresa mediante la compasión, la
premura, el estímulo animador y el apoyo emotivo.
En estos últimos tiempos asistimos al fenómeno de la exigencia de integrar los dos
aspectos de la asistencia, curar y cuidar. En el concepto de cuidar están
comprendidas tanto la capacidad profesional y la preparación científica como la
implicación personal que lleva a centrarse en la persona del enfermo, cuyas
experiencias, aunque no podemos penetrar en ellas personalmente, sí pueden
tocarnos profundamente porque compartimos la misma humanidad.
Parafraseando al filósofo Kant, podríamos decir que, si una competencia profesional
sin calidad moral de la vida está vacía, un servicio de la salud incompetente está a su
vez ciego. Atender al paciente será, por consiguiente, un acto sintético en el que la
inteligencia tiene su cometido del mismo modo que el corazón.
La americana Carol Gilligan escribió un libro significativo, In a different voice, en el
que expresa de manera muy significativa la exigencia de esa síntesis. La voz diferente
de la que habla esta autora está constituida en el mundo de la salud por el
acercamiento a las personas con una actitud de participación más que de
alejamiento, de sintonía y de compasión más que de racionalidad abstracta.
Una voz que resalta lo primordial de la persona, su singularidad, en cuanto pide que
se le tome en consideración por sí misma. Una voz pronunciada a lo largo de los
siglos especialmente por las mujeres, pero que no es sólo de las mujeres, aunque
nuestra tradición la haya limitado a ellas.
Al pasar de curar a cuidar se supera el comportamiento profesional basado sólo en
los derechos del enfermo y en los deberes de quienes les atienden. Es decir, se llega a
hacer experiencia de lo que quiere decir ponerse a la escucha del llamado que llega
de la condición especial vivida por la persona en situación de enfermedad.
Al responder a ese llamado, por tanto, se hace algo más que el simple «deber». En lo
concreto de una relación humana se ponen en práctica no sólo las reglas que
2. estructuran la profesión, sino que se da más profundamente forma a la propia
identidad moral de personas.
Cuidar nos ayuda a comprender más adecuadamente el sentido del «acercamiento
global u holístico» al enfermo. No se trata sólo de tomar consciencia de las diferentes
dimensiones de la persona, sino de saberlas relacionar entre sí, partiendo del
convencimiento de que lo que hiere al cuerpo de un individuo hiere asimismo a su
alma.
Se trata de comprender la doble ruptura producida por la enfermedad: dentro de
una persona la ruptura entre el cuerpo y el espíritu; fuera, la ruptura entre la
persona enferma y el mundo que la rodea. Uniendo el mal físico a la biografía de los
sentimientos, se supera la barrera de la soledad del paciente.
La nueva medicina - semejante en esto a la buena medicina de ayer y de siempre -
comienza por la escucha, que permite establecer quién es la persona que debe ser
curada, cuál es su mundo moral, cómo articula la búsqueda de la felicidad, cuáles son
sus preferencias, en qué consiste la vida y la muerte para este determinado
individuo.
Una fábula mitológica de la antigüedad latina cuyo protagonista se llamaba
“Cuidado” nos ayuda a comprender mejor. Mientras atravesaba un torrente, Cuidado
vio el fango arcilloso y lo recogió pensando darle forma. Cuando reflexionaba en lo
que había hecho, se le acercó Júpiter y Cuidado le pidió que infundiera su espíritu de
vida en lo que acababa de plasmar. Júpiter acogió la petición. Cuando Cuidado quiso
poner su propio nombre a esta criatura, Júpiter se opuso y exigió que se le pusiera el
suyo, pues él le había infundido el espíritu.
Mientras discutían, pasó Tierra, quien a su vez pretendía el derecho de poner su
nombre al nuevo ser por haberle dado una parte de su cuerpo. Para resolver el
asunto, se pidió el parecer de Saturno, famoso por su devoción a la causa de la
justicia. Y Saturno respondió: «Tú, Júpiter, que has dado el espíritu a este ser, cuando
muera recibirás su espíritu. Tú, Tierra, que le has dado el cuerpo, al final de su vida
recibirás su cuerpo. Pero durante toda su existencia esta criatura le será confiada a
Cuidado por haberle dado forma. En cuanto al nombre, este nuevo ser se llamará
"hombre", ya que ha sido sacado del "humus", de la tierra».
La profunda sabiduría que encierra este mito puede ser fácilmente aplicada a la
relación entre profesionales de la salud y enfermos. Durante su experiencia de
enfermedad, se confía el enfermo a las atenciones de los profesionales de la salud
para que le cuiden, es decir, para que le ayuden a mantenerse completo, a recuperar
la humanidad perdida, a salir de la soledad, a encontrar un sentido...