1. ANUNCIO
TEMA 1
LA FE Y LAS OBRAS
La fe es obra por la caridad y la caridad comienza en la fe que se cultiva con las
demás virtudes y se perfecciona en sí misma.
La «fe que actúa por el amor» (Gal 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de
pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cfr. Rm 12, 2; Col
3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Cor 5, 17).
Ahora es importante que al profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu
Santo– equivalga a creer en un solo Dios que es Amor (cfr. 1 Jn 4, 8):
+ Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra
salvación.
+ Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo.
+ Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del
retorno glorioso del Señor (cfr. SS Benedicto XVI, Porta Fidei 1). De tal modo
que el amor de Dios uno y Trino se ha manifestado ya en la historia de la
salvación, pero necesita ahora de nosotros para seguir haciéndose visible en la
historia de la humanidad actual.
«¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28).
Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creamos en el
que él ha enviado» (Jn 6, 29). Y Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino
para poder llegar de modo definitivo a la salvación (cfr. Porta Fidei 3).
El Año de la fe es una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la
caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la
caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Cor 13, 13). Y por su
parte el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir
que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o
una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de ustedes
les dice: “Vayan en paz, abrigence y sacience”, pero no les da lo necesario para
el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está
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2. muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame
esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18). La
fe sin la caridad y las obras no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento
constantemente a merced de la duda.
La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo
de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud.
(cfr. SS Benedicto XVI, Deus Caritas Est 1).
La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra
seguir su camino. En efecto, muchos católicos dedican sus vidas con amor a
quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender
y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro
mismo de Cristo entre los que sobresalen los enfermos.
Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del
Señor resucitado. «Cada vez que lo hiciste con uno de estos, mis hermanos
más pequeños, conmigo lo hiciste» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una
advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese
amor con el que él cuida de nosotros.
Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que
impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la
vida (cfr. Porta Fidei 14). Sostenidos por la fe, miramos con esperanza nuestro
compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva
en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Por lo que profesar la fe
con la boca indica, a su vez, que la fe debe de ser acompañada con el
testimonio y compromiso público.
La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él»
nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente
porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo
que se cree (cfr. Porta Fidei 10). La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con
toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor
la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y
fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso por lo que en la
actualidad necesitamos estar abiertos a esta efusión que hace fuerte la fe en el
amor y el amor en la fe.
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3. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se
recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo en el Espiritu. Nos hace
fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un
testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan
para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos
(cfr. Porta Fidei 7).
El amor debe de ser la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza
del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la
muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su
hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para
transformarla con el poder de su resurrección (cfr. Porta Fidei 13). En él, muerto
y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe
que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
En este año la invitación es a “buscar nuestra fe” como invitó el apostol Pablo a
Timoteo (cfr. 2. Tim. 2,22)
+ La fe es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre
nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros.
+ Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos
compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de
Cristo resucitado en el mundo.
+ Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de
los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son
capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida
verdadera, ésa que no tiene fin.
+ Que sea un momento para hacer cada vez más fuerte la relación con Cristo, el
Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un
amor auténtico y duradero.
+ Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la
Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cfr. Col 1, 24), son preludio de la
alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy
fuerte» (2 Cor 12, 10).
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4. TEMA 2
LA FE LLEVA A LA OBRA Y LA OBRA A JESUS
“Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: ‘Hijo, se te perdonan tus
pecados’… ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’”. Mc.2,5.11b.
INTRODUCCIÓN (Mc. 2,1-2)
El paralítico del episodio evangélico es un hombre hundido en la pasividad. No
puede moverse por sí mismo, se deja llevar por los demás. Vive atado a su
camilla, paralizado por una vida alejada de Dios, el Creador de la vida.
Se consideraba en general que la enfermedad provenía del pecado, y si un ser
humano enfermaba, se pensaba que necesariamente era un pecador, cuanto
más grave su enfermedad, tanto mayor el pecado, y tanto mayor el pecado que
se suponía habría cometido, desde el juicio y desde el prejuicio, y si no hubiera
sido su pecado, sería el de su familia o el de un antepasado.
LOS AMIGOS, SU FE HECHA ACCION (Mc.2,3-4)
Sus amigos o familiares deciden llevar al enfermo paralítico a Jesús. Saben que
Jesús tiene poder para curarlo porque creen en Él. Los cuatro amigos quieren
ayudar al paralítico. ¿Cómo llevarán a su amigo hasta Jesús? ¿En burro? ¿En
coche?... No. Lo llevan andando en una camilla. Uno sólo no puede llevar la
camilla, hacen falta cuatro personas para sujetar las dos puntas delanteras y las
dos traseras de la camilla. Se unen los cuatro y trabajan en equipo, sabiendo
que vale la pena. Están alegres de poder llevar a su amigo a Jesús. Creen que
Jesús puede curarlo y se ponen en marcha. Tienen fe en Jesús.
Los cuatro hombres del relato evangélico llegan a destrozarle la casa a Pedro
para llevarle a su amigo paralítico. Estaban dispuestos a correr riesgos, a cargar
con las consecuencias, deseaban con todo el corazón la curación de su amigo o
familiar. Esta actitud decidida y valiente, Jesús la observa y la califica de «fe».
De esta manera, el evangelista nos invita a compartir la fe de esos hombres y a
comprender que la fe no es una actitud que se queda solo en el corazón o en la
inteligencia, sino que se demuestra con obras, poniéndose en camino,
arriesgándose por amor.
Cuatro vecinos que lo quieren de verdad se movilizan con todas sus fuerzas
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5. para acercarlo a Jesús. No se detienen ante ningún obstáculo hasta que
consiguen llevarlo a «donde está él». Saben que Jesús puede ser el comienzo
de una vida nueva para su amigo. Jesús capta en el fondo de sus esfuerzos «la
fe que tienen en él». Jesús al ver su fe actuó con poder.
JESUS ANTE LA FE Y OBRA DE LA ACCION (Mc. 2, 5)
"Entró de nuevo en Cafarnaún; al poco tiempo había corrido la voz de que
estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya
sitio, y él les anunciaba la palabra." (Mc 2, 1-2) Ya no cabía nadie más y
entonces llegan los cuatro amigos con su amigo paralítico.
Por fin, llegan a la casa y ven que está llena de gente, no pueden entrar por la
puerta. ¿Qué hacen? ¿Se rinden? No... Buscan la forma de subir la camilla al
tejado de la casa. Se arriesgan, se esfuerzan de nuevo. Cuando ya están
encima del tejado. ¿Qué hacer? Antes, los tejados de las casas eran planos,
hechos de barro con paja; así que abren un agujero suficientemente grande para
que entre la camilla de su amigo paralítico. ¿Y ahora? No pueden lanzar a su
amigo por el agujero, tienen que ingeniárselas para bajarlo de alguna forma.
Quizás con unas sogas atadas a las puntas de la camilla, si cada uno sujeta un
extremo de la soga podrán ir bajándolo poco a poco hasta dejarlo en el suelo de
la casa donde está Jesús. ¡Lo consiguen! y dice la Palabra que lo colocan justo
delante de Jesús: "…y le pusieron en medio, delante de Jesús." (Lc 5,19). Hay
un refrán que dice "querer es poder" y desde luego estos cuatro hombres
querían llevar al paralítico hasta Jesús fuera como fuera y lo consiguieron.
Tus pecados te son perdonados
Antes que ocuparse en el cuerpo y aliviar los sufrimientos es necesario
preservar y limpiar el alma. Tan es así que lo primero que le dice al paralítico es:
“tus pecados te son perdonados”.
Jesús no comienza curando la enfermedad sino perdonando los pecados. Si
Jesús fuese sólo un mago, un curandero, podría curar a las personas por fuera;
más la misión de Jesús es poner remedio al desajuste que la humanidad lleva
por dentro y que se llama «pecado». Nosotros, seres creados por amor y para el
amor, imagen de Dios y regalo suyo al universo, nos hemos dejado vencer por el
egoísmo, por el odio, por el deseo de ser el centro de todo, y hemos arrinconado
al mismo Dios. Jesús viene para reparar todo eso, para sanar desde dentro,
desde la raíz, toda la maldad que nos domina.
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6. Por esto, la mejor noticia para el paralítico, la auténtica Buena Noticia que el
podía escuchar, era el perdón de sus pecados. Algunos de los presentes, los
más entendidos en la Ley de Moisés, hacen una reflexión acertada: Solo Dios
puede perdonar los pecados; si, Jesús perdona pecados, está afirmando que él
tiene el poder de Dios en la tierra.
NO TODOS CREEN, POR ESO NO OBRAN (Mc. 2,6-7)
Están «sentados». Se sienten maestros y jueces. No piensan en la alegría del
paralítico, ni aprecian los esfuerzos de quienes lo han traído hasta Jesús.
Hablan con seguridad. No se cuestionan su manera de pensar. Lo saben todo
acerca de Dios: Jesús «está blasfemando». Ya está en su corazón cerrado la
acusación para condenarlo a muerte; es una nueva alusión al misterio pascual.
Jesús no entra en discusiones teóricas sobre Dios. No hace falta. El vive lleno
de Dios. Y ese Dios que es sólo Amor lo empuja a despertar la fe, perdonar el
pecado y liberar la vida de las personas.
Jesús para escándalo de aquellos que eran especialistas en la Ley, presentes
en ese lugar, perdona al paralítico de sus pecados, y lo hace antes de curarlo,
esto es tal vez lo que enfureció mas a los escribas y los fariseos, pero ¿por qué
Jesús cura del pecado antes que de la parálisis?, porque son peores las
parálisis del corazón y el espíritu que la de los miembros corporales.
Tal vez nos cueste comprender esta realidad, tal vez nos cueste entender que
cuando tenemos el corazón paralizado, cuando nuestro espíritu se frena y no
puede avanzar; es mucho peor que la parálisis del cuerpo.
No ser capaz de amar, no ser capaz de servir a los demás es aún peor que no
poder caminar, y porque a veces no nos podemos mover por falta de
generosidad, por nuestro orgullo o por nuestro egoísmo, necesitamos de Jesús
que venga a ponernos de pie.
Es cierto que solo Dios puede perdonar los pecados, pero Jesús afirma que este
misterioso Hijo del Hombre que Él representa, que es Él mismo quien tiene ese
poder, y para afirmarlo y comprobarlo
LA AUTORIDAD DE JESUS (Mc. 2, 8-12)
Levántate; ponte de pie y camina
Las tres órdenes que da al paralítico lo dicen todo:
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7. + «Levántate»: ponte de pie; recupera tu dignidad; libérate de lo que paraliza tu
vida.
+ «Coge tu camilla»: enfréntate al futuro con fe nueva; estás perdonado de tu
pasado.
+ «Vete a tu casa»: aprende a convivir nuevamente desde el amor.
No es posible seguir a Jesús viviendo como «paralíticos» que no saben cómo
salir del inmovilismo, la inercia o la pasividad. Tal vez, necesitamos como nunca
reavivar en nuestras comunidades la celebración del perdón que Dios nos ofrece
en Jesús. Ese perdón puede ponernos de pie para enfrentarnos al futuro con
confianza y alegría nueva.
El perdón de Dios, recibido con fe en el corazón y celebrado con gozo junto a los
hermanos y hermanas, nos puede liberar de lo que nos bloquea interiormente.
El paralítico se pone en pie, recupera su dignidad, ahora es capaz de seguir por
sus propios medios los caminos que él elige, y no está sometido ya a lo que los
demás elijan por él, y tampoco estará excluido de la sociedad, podrá participar
de la vida nueva en el amor de Dios y manifestarla en su familia, en su
comunidad.
Jesús sanó al paralítico por completo, su cuerpo, su alma y su espíritu. Jesús
es el único que puede traernos este estado de gracia que lleva a la salvación. El
Hijo de Dios, puede curar todas las heridas de nuestra alma con su amor.
Es necesario formarnos en la fe, es necesario alimentar la fe, pero es necesario
también amar; llevar la fe a las obras, solo así tendra sentido seguir a Jesús y
amar con lsu profundiad.
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8. CELEBRACION
ESQUEMA DE HORA SANTA
1. EXPOSICION DEL SANTISIMO
2. LECTURA DEL EVANGELIO SEGUN SAN MARCOS 2,1-12.
3. MOMENTOS DE ORACION
+ El amor movido por la fe
Aquí está el amor de Dios movido por la fe. El amor de Dios que pide al Padre la
unidad, a pesar de estar palpando la existencia de la exclusion por la parálisis
interior y exterior, la incomprensión, la traición, la hostilidad y el rechazo.
Los amigos son el medio eficaz para que el paralítico vuelva a tener fe. La fe de
los amigos los lleva a poner al paralñitico frente a Jesús independientemente de
los esfuerzos y obstáculos que encuentren, el amor movido por la fe, no tiene
límite alguno.
Ante la fe hecha obras caigamos de rodillas y digamos al Señor:
← Aquí estoy, Señor, para que me prestes tus ojos cuando
trate de mirar al
← mundo.
← Aquí estoy para que me des fuerza para creer.
← Aquí estoy para dejarme lavar los pies por Ti.
← Aquí estoy dispuesto a vivir en unidad y fraternidad con
todos los hombres.
← Y sobre todo, aquí estoy, para decirte, balbuceando y
temblando, que quiero comprometerme contigo hasta el final
amando más y más. Ayúdame a levantar la camilla del que sufre
junto con la fe y decision de mis otros hermanos.
←
Queremos sentirnos más hermanos que nunca, Señor. Queremos vivir apiñados
por la fe, como un racimo que deja escapar su néctar para que lo saboreen los
que no pueden llegar a Tí por sus parálisis. Queremos sentir lo grande que es
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9. vivir en comunidad cargando la camilla con el paralítico hasta Tí.
Una comunidad donde todos trabajemos por los demás, donde todos seamos
piedras vivas que sostengamos la esquina de la camilla que tenemos
encomendada.
Tú quieres, Jesús, que todos seamos uno. Que nos sentemos alrededor de tu
mesa para escuchar tu palabra y repartir tu pan. Tú quieres que nos marque la
fuerza de tu Espíritu de amor. Tú quieres ser para nosotros el Centro y la Fuerza
de nuestras vidas.
Tú nos dijiste, Señor, que nadie tiene amor más fuerte que el que da la vida por
el amigo; danos la gracia de buscar fecundidad en nuestra relación familiar,
nuestra relación con los amigos, con la comunidad para que cuando sea
necesario trabajemos en equipo en favor del que sufre.
Por eso queremos repetirte:
El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de
Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava, rompiste mis
cadenas.
ORACIÓN
Estoy contigo, Señor, porque tu amor da sentido a mi alma.
Estoy contigo, porque eres mi salvación y mi esperanza.
Tú eres Señor: compasivo y justo, guardas a los humildes, levantas al abatido
y salvas la vida de los que se encuentran en peligro.
Por eso, aquí me tienes, Señor.
Porque quiero ser fiel a la voz de tu llamada,
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10. porque quiero ser seguidor de tu proyecto,
porque quiero vivir mi fe en comunidad,
porque quiero romper las cadenas que aprisionan
y seguirte con fidelidad hasta el final en el servicio.
+ Estar con Jesús
Con ello quiere enseñarnos que, hay unos momentos en la vida, a los que yo
llamo: “el sacramento del estar” que son esos momentos en los que solamente
se requiere guardar silencio, pero se necesita la presencia.
← Es ese momento, de dolor, en el que no podemos entrar.
← Ese momento, en que se necesita saber que alguien está a nuestro
← lado.
← Ese momento, en el que precisamos saborear que alguien nos
← ama en silencio.
Sumergidos en esta realidad recitemos lentamente:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;
tú que eres justo, pónme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú el Dios leal, me librarás.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
ORACIÓN
Eres lealtad para la humanidad entera,
eres la manifestación de la gloria de Dios al hombre,
eres la fuente de la vida y el camino de salvación.
Por eso estamos, ante Ti Señor, callados y desconcertados,
fascinados y atraídos por tu presencia,
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11. asombrados ante la grandeza y la valentía de tu vida,
en busca de lo verdadero y lo auténtico.
Que queremos vivir desde la verdad,
que queremos convertirnos,
queremos un cambio de corazón,
para ser fieles a las normas de vida que nos dejaste,
y coherentes a la hora de actuar.
+ Perdona nuestros pecados
Contempla a Jesús, percibe su intimidad, escucha lo que te dice, déjate
contagiar por sus sentimientos…
Síguelo en silencio. Pídele que te dé fuerza para acompañarlo en su pasión.
Dale gracias por haberte permitido vivir esta cercanía con Él de modo especial
desde tu misma pasión.
Pídele que te ayude a pasar junto a Él y su Madre las dificultades de tu vida y
dile que te contagie de su fe para llegar al amor y la resurrección.
Está claro que Jesús es un rey de misericordia, un Dios de bondad, por eso le
vamos a decir:
Misericordia, Dios mío por tu bondad,
por tu inmensa compasión,
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Devuélveme la gracia de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
ORACIÓN
Señor, en Ti ponemos nuestro barro quebrantado y nuestro amor,
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12. porque reconocemos, que tu inmensa ternura puede limpiar nuestro pecado.
Ante Ti, reconocemos nuestra condición de pecadores, nuestro egoísmo,
nuestro juego sucio…
Pero conocemos tu amor sin límites y tu ternura de Padre.
Por eso, nos ponemos ante Ti para decirte: Señor: hemos pecado y nos
sentimos avergonzados por el mal que hemos hecho.
Devuélvenos la alegría de la salvación; no tengas en cuenta nuestros fallos y
líbranos de volver a caer en la red de las tinieblas.
Crea en nosotros un corazón puro y renuévanos por dentro con espíritu firme.
+ Ahora estoy frente a Tí
Por la fe y acción de mis amigos ahora estoy frente a Tí, Señor, quiero confíar
en Ti y amarte.
En tus manos pongo mi destino, mi vida, mi forma de conducirme porque creo
en tu bondad y en tu misericordia.
Me has brindado tu perdón y al sentirme regenerado mi corazón ha saltado de
gozo.
Gracias por alentar mi vida aún en las horas más amargas y duras.
Mi alma desfallece, mis adversarios me insultan,
y todo el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios?
Aquí estamos contigo Señor. Tú conoces nuestro corazón y nuestra entraña
Ven, pronto, a rescatarnos y haznos sentir tu amor.
¡Qué fácil es tener fe cuando todo va bien! ¡Pero qué difícil resulta cuando Dios
calla!
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca
ninguno de los que creen el Él, sino que tengan vida eterna” (Juan 3, 15 – 17)
Él nos enseña a mirar con ojos nuevos. Él nos ha enseñado a descubrir vida.
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13. Él nos ha dicho con su voz las palabras más hermosas que se pueden escuchar.
Él dejaba una inmensa paz en nuestro corazón hecho pedazos y en nuestro
cuerpo herido salud.
Después de esto, ya no dudaré de mirar de frente la realidad, por dura que me
parezca. La contemplaré en silencio, sin prisas. Viendo a Cristo que sana el
corazón con el perdón de los pecados y devuelve la salud al cuerpo, reconoceré
que yo también debo pedir perdón, que debo fijarme en Él y, aunque me resulte
difícil, reconocerlo como mi Rey. Porque:
“El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles.
- En una actitud orante, piensa delante del Señor qué significa para tu vida
el que Cristo haya resucitado, pues sólo cuando este hecho tenga para ti
una resonancia especial podrás invitar a todos a gritar con el salmista:
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”
(Salmo 117)
La luz pascual ilumina nuestros rostros que permanecían oscuros. La Luz
pascual ha iluminado la fe dormida en tantos corazones. Y esa misma luz ha
llegado hasta nosotros para exclamar con Sto. Tomás: “Señor yo creo, pero
aumenta mi fe”.
Y es que, aunque nuestra vida está plagada de señales evidentes del amor de
Dios, los ojos de nuestras almas no están lo bastante claros para ver con nitidez.
Puede ser que las señales de la pasión sigan grabadas, todavía, en nuestros
corazones, pero lo que los demás esperan de nosotros son signos de fe que lo
demuestren. Ya que solemos tener una clase de fe cuando nos acercamos a
Dios y otra muy distinta para vivir entre los hombres, y lo que el Señor
Resucitado espera de nosotros es esa coherencia para que cualquiera que se
acerque a nuestra vida verifique por las obras que Cristo ha resucitado.
Y les aseguro que solamente el rostro que ha mirado a Cristo, sin cansarse, en
la pasión podrá ser portador de la luz pascual, pues en él se habrá grabado, sin
a penas darse cuenta, la gran bondad de Dios.
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14. “Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”
ORACION
Hoy, ayer, mañana y siempre, está el Señor actuando en nuestra vida. Él es el
amor derramado dentro de cada corazón. Él nos envía la gracia y el poder de su
Espíritu de vida.
Él es la piedra angular que tantos, siguen queriendo rechazar, sin darse cuenta
de que precisamente Él, y sólo Él, es el cimiento donde se apoyan nuestras
vidas.
Él es la fuerza, el soporte, el cimiento, el pilar y la firmeza donde se apoya cada
comunidad de creyentes. Él es el amor-fiel de Dios que sostiene al mundo y al
hombre.
Ante el Resucitado entenderemos que su plenitud y verdad superan cualquier
flaqueza, que las puertas del Reino están abiertas de par en par para el que
quiere encontrarse con Él.
Queremos vivir como resucitados desde la salida del sol hasta su ocaso, porque
sabemos que el Señor es nuestro guía, nuestro Camino, nuestra Verdad y
nuestra Vida.
El Señor es para nosotros esa inmensa alegría nacida del agua y del Espíritu y
esto nos mueve a vivir en una constante acción de gracias por esa gran
misericordia que ha tenido con cada uno de nosotros. Él ha llenado nuestras
vidas de dones y riquezas, Él nos ha regalado el don de la fe, del perdón, de la
perseverancia.
Por eso hoy le pedimos un corazón grande, que no se guarde tantos beneficios
para el sólo; que sepa compartirlos con los hermanos, que descubra que hay
mucho más gozo en dar que en recibir, que sepa abrirse con generosidad a la
novedad del evangelio y que tenga la seguridad de que el amor es el único
camino que lleva a la felicidad.
4. BENDICION CON EL SANTISIMO
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15. SOLIDARIDAD - FRATERNIDAD
1. SANAR LAS HERIDAS DEL ALMA ANTES QUE LAS DEL CUERPO
El Alma Está Enferma
Hay diferentes explicaciones de por qué el mundo está en la condición en la cual
se encuentra (violencia, tristeza, problemas familiares, etc.). ¡Los expertos no se
ponen de acuerdo!
Aquí tenemos un hombre enfermo – está paralizado. Al parecer, este es
simplemente un problema físico. Sin emargo, la manera en que Cristo lo trata
(v.5), indica que el problema no radicaba simplemente en el cuerpo, sino en el
alma.
Las manifestaciones de la enfermedad del alma son múltiples…
La Enfermedad del Alma es Espiritual
Psicólogos reconocen que el alma está enferma, pero lo explican en diferentes
maneras…
A veces una persona puede terminar paralizada, por una fuerte impresión
emocional, o algún problema psicológico.
Como creyentes, reconocemos el valor de la psicología. Sin embargo, es
interesante notar que Cristo no trató a este hombre simplemente como un caso
psicológico. Más bien, identificó el problema como lago espiritual –
específicamente el pecado.
¿Qué es el pecado…?
Cristo Puede Sanar el Alma
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16. Si entendemos que el problema fundamental del ser humano es el pecado, y
que el pecado ha afectado profundamente el alma, entonces la pregunta que
surge es, ¿hay alguna solución?
Los amigos de este hombre lo llevaron a Cristo. Cristo identificó la raíz del
problema – el pecado. Pero no se limitó a eso; procedió a perdonarle sus
pecados. Eso produjo una reacción hostil, por parte de los líderes religiosos.
Cristo se acomodó a ellos, y para enseñarles que Él tenía la autoridad para
perdonar al hombre su pecado, sanó al paralítico (evidenciando así, la realidad
del perdón de sus pecados).
Conclusión
¿Tienes alguna enfermedad del alma?
¿Será que esa enfermedad se debe al pecado?
Ven a Cristo, para que Él te perdone tus pecados, y sane tu enfermedad.
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17. 2. LLEVANDO UN AMIGO A JESUS
Nuestra tarea como creyentes es llevar personas a los pies de Cristo, para que
Él los pueda salvar. ¿Cómo lo hacemos? En Marcos 2,1-5 tenemos un ejemplo
de cuatro hombres que trajeron un amigo a Cristo. En este pasaje podemos ver
tres requisitos fundamentales, para llevar a una persona a Cristo.
Un Entendimiento de Su Necesidad
Los cuatro amigos sabían que el hombre estaba paralizado. Sabían:
+ Que el hombre no podía hacer nada para ayudarse a sí mismo – estaba
paralizado. ¡Así es todo pecador! No puede hacer nada para salvarse.
+ Que su situación era tan crítica que nadie más le podía ayudar (ningún
médico, curandero, sacerdote, etc.). ¡Así es con todo pecador! Nadie puede
ayudarle resolver su problema fundamental.
+ Que la única solución era llevarlo a Cristo. ¡Cristo es la única esperanza para
todo pecador!
Una Determinación de Ayudar
Analizar la condición del pecador es una cosa; pero eso en sí no lo va a salvar.
Para llevar alguien a Cristo, tiene que haber una determinación de hacerlo.
Estos hombres determinaron llevar su amigo a Cristo.
+ Tuvieron que establecer un plan de acción (cuándo reunirse, cómo llevarlo,
cuántas personas eran necesarias para cargarlo, etc.). Para llevar a alguien a
Cristo, también hay que pensar cómo hacerlo.
+ Tuvieron que resistir el desaliento. Cuando llegaron a la casa estaba llena; no
podían acercarse. Qué fácil desanimarse, y volver a casa con su amigo. Pero
estos hombres resistieron el desaliento. También, cuando intentamos llevar
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18. personas a Cristo, vamos a encontrar dificultades y obstáculos. ¡Hay que
perseverar!
+ Tuvieron que hacer un mayor esfuerzo (subiendo al techo, sacando las tejas,
cavando por el techo, bajando a su amigo). ¡Realmente fue algo insólito! A
veces, para llevar a alguien a Cristo hay que hacer un gran esfuerzo. Dios nos
puede dar creatividad (¡santificada!) para ver cómo llevar alguien a Cristo.
+ Tuvieron que incomodar a muchas personas. Al hacer el hueco en el techo,
incomodaron al dueño de la casa; incomodaron a los que estaban escuchando
abajo; etc. A veces, para llevar alguien a Cristo, hay que causar cierta
incomodidad a terceras personas.
Una Confianza en Cristo
Lo que motivó tanto a estos hombres era que confiaban en Cristo.
+ Confiaban que Cristo tenía el poder para sanar a su amigo (Lucas 5:17b).
Tenemos que creer que Cristo puede salvar a alguien; sino, no tendremos la
motivación de llevarle a Cristo.
+ Confiaban que Cristo iba a querer sanar a su amigo. Tenemos que creer que
Cristo desea salvar a alguien.
Conclusión
¿Tenemos compasión por nuestros amigos y/o familiares enfermos?
¿Entendemos la terrible condición en la cual están, sin Cristo?
¿Estamos dispuestos a hacer un esfuerzo para llevar a nuestros amigos a
Cristo?
¿Confiamos que Cristo puede y quiere salvarlos?
¿Por qué, entonces, no hacemos algo al respecto?
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