El documento discute varios mitos sobre las relaciones de pareja y el matrimonio. Argumenta que una relación feliz se basa en la bondad, comunicación y respeto mutuo, no en la fusión total o dependencia del otro para la felicidad. También señala que los hijos no necesariamente unen más a una pareja ya debilitada y que un buen matrimonio es deseable pero no imprescindible para tener una vida plena.
Los mitos sobre las relaciones de pareja. paola yahid
1.
2.
La amistad supone un clima en el cual todos los
sentimientos y emociones se pueden expresar
con total libertad, no afecta a la vida del otro lo
que uno opine o sienta sobre temas importantes.
En el matrimonio la proximidad física constante y
las responsabilidades compartidas dictan la
necesidad de algún grado de reserva emocional.
Si la amistad es una relación en la cual lo que se
puede comunicar va de “A a Z”, en el matrimonio
sería más conveniente que fuera de “A a W”.
3.
El matrimonio no es un tiempo romántico, es una relación
práctica y seria. Quererse puede aprenderse y ponerse en
práctica durante el matrimonio. Aunque la educación
romántica de la sociedad occidental suponga que es una
química que “aparece” y no se puede hacer nada para que
prospere y se mantenga en el tiempo.
Las diferencias económicas, de status social, de educación
son importantes a la larga, aunque en un primer momento
de enamoramiento se crea que pueden ser eliminadas o al
menos superadas. Cuando la pasión decrece pueden
convertirse en fuente de conflictos y desamor.
Una relación feliz se basa en conductas como:
bondad, amabilidad, consideración, comunicación, ajuste
de los hábitos de cada uno, participación conjunta en
varias actividades, consenso en
valores, reciprocidad, respeto muto.
4.
Que uno de los miembros tenga una aventura no es algo
que sólo ocurre cuando hay problemas en la pareja. Hay
muchas razones y sólo algunas son reflejo de conflicto o
fallos en la pareja. Puede que haya falta de afectividad o
deficiencias en las relaciones sexuales que hagan más
probable la infidelidad; pero hay otras como la
curiosidad, o simplemente que se dé la oportunidad y no
se dice que no, que no tienen que ver con fallos en la
pareja.
Otras veces son causas individuales las que llevan a uno
de los miembros de la pareja a engañar al otro. Por
ejemplo querer demostrarse a uno mismo que se sigue
siendo atractivo y deseable.
El sexo fuera de la pareja afecta siempre a la relación y es
la primera causa de divorcio; pero no siempre significa el
fin de la misma, sin ayuda terapéutica continúan unidas el
35% de las parejas.
5.
La “sinceridad total” en una pareja puede ser mortal a
veces. Por ejemplo, aunque hay una gran variedad en
la forma en como se relacionan las parejas, no suele
aceptarse con serenidad el hecho de que la pareja
informe de una infidelidad. Confesar puede ayudar al
infiel a encontrarse mejor y a poder perdonarse a sí
mismo, y suele sorprenderse mucho de que su pareja
no valore su “sinceridad y honestidad” y le eche en
cara el engaño, reaccionando con mucha emotividad.
Tampoco es tan raro que ocurra lo que recoge el
tópico de que “el interesado/a” es el último en
enterarse. Si la persona confía realmente en su pareja
y piensa que él/ella no le engañaría es frecuente que
no se dé cuenta de lo que ocurre, aunque todos los
que les rodean estén enterados.
6.
Decir todo lo que le pasa
a uno por la cabeza
tampoco tiene mucho
sentido. Por ejemplo, si
se ve a una mujer muy
atractiva y el marido le
dice a la esposa que
piensa que le apetecería
acostarse con
ella, posiblemente reciba
un buen rapapolvo, por
un pensamiento que en
ningún momento ha
creído que tuviera
trascendencia.
7.
Este mito surge de la falacia romántica que supone
que la pareja ideal consiste en una fusión total, dos
convertidos en uno solo, todo lo hacen juntos y van
juntos a todas partes.
Se trata de decidir individualmente pensando
conjuntamente, no se es que haya que pedir permiso
para una actividad individual, pero hay que tener en
cuenta los compromisos previos de la pareja y darle
prioridad, ya que hay una responsabilidad con esa
persona con la que se convive y a la que afectan las
decisiones que uno tome.
Insistir en hacer todo juntos supone una presión
perjudicial sobre ambos componentes de la pareja y
sobre la relación. No tener actividades compartidas
es negativo para la cohesión.
8.
Estar absolutamente seguro de la devoción de
la pareja puede llevar a una sutil falta de
respeto, si se piensa que no es necesario
hacer nada para seguir conquistando al otro.
Si se considerase que el cónyuge puede
atraer a otras personas seguramente se
aumentarán las muestras de interés y afecto
para que eso no suceda. Una ligera
“inseguridad” ayuda a mantenerse más
cuidadoso del aspecto físico, más atento y
respetuoso con el otro.
9.
No es responsabilidad del cónyuge hacer feliz a su
pareja, porque ni siquiera uno mismo es responsable
de su propia felicidad. Por ejemplo, dejar que el
disfrute sexual sea solamente responsabilidad del
hombre es un error que carga a uno con una tarea
que depende de los dos.
Por otro lado, si uno tiene la idea de que el otro debe
hacerle feliz su actitud será sentarse y esperar.
La felicidad es un producto que surge de la actividad
que uno hace, aunque no siempre la misma actividad
produce el mismo efecto, porque depende de muchos
factores. La persona que quiere sentirse feliz se hace
responsable de sus propios sentimientos y de la
búsqueda de actividades placenteras.
10.
Aunque los hijos suelen suponer una fuente
de gran satisfacción para un matrimonio bien
avenido; las responsabilidades de educar y
criar un hijo aumentan la presión sobre la
pareja. Si la pareja tiene problemas, la falta
de sueño y de tiempo para el trabajo o el ocio
sólo empeorarán una relación ya debilitada.
Suponer que la pareja puede sentirse más
unida por tener un hijo es un gran error.
11.
Este mito está relacionado con el mito del
amor romántico, pero además le añade la
“necesidad” del otro, si no se vive en pareja
no valen de nada el resto de los éxitos
profesionales y personales, u otras relaciones
importantes.
Un buen matrimonio es muy deseable y ayuda
a tener una vida plena, pero no es
imprescindible. La idea de que el matrimonio
lo es “todo” genera mucho sufrimiento
innecesario.