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Muerte de Chalcuchímac
Conocedor de los ataques que había sufrido su avanzada encabezada por Soto, Francisco
Pizarro sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que Chalcuchímac era el
que enviaba dichos informes a las tropas atahualpistas. Continuando el camino y estando
ya cerca del Cuzco, Diego de Almagro se presentó en el campamento de Pizarro y
continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese
mismo día a Jaquijahuana (Sacsahuana), donde acamparon (12 de noviembre de 1533).
(Busto Duthurburu, 2001, p. 218)
En el trayecto, ocurrió un hecho de mucha trascendencia: los belicosos cañaris, con su
caudillo Chilche, ofrecieron su apoyo a los españoles, quienes gustosos aceptaron. Esta
etnia, procedente del actual territorio de Ecuador, habían formado parte de las huestes de
Quizquiz, pero debido a un desacuerdo con este jefe, se plegaron en masa a los españoles.
Diego de Almagro y Hernando de Soto, convencieron a Francisco Pizarro, de que los
ataques de los atahualpistas en Vilcashuamán y en Vilcaconga eran producto de la
«infidencia de Chalcuchímac», pues de otro modo no se entendía que el enemigo
conociera el movimiento de los españoles al detalle. Pizarro sabía que, en realidad, había
sido la indisciplina de Soto la que había propiciado la muerte de los españoles en
Vilcaconga, al querer adelantarse a tomar el Cusco, pero disimuló, pues Soto era jefe de
una numerosa hueste y no convenía en esos instantes crear divisionismo entre ellos.
Los jefes españoles acordaron condenar a Chalcuchímac a morir en la hoguera. Por
intermedio de un intérprete, el cura Valverde trató de persuadir al capitán incaico a que
se hiciera cristiano, diciéndole que los que se bautizaban y creían en Jesucristo iban a la
gloria del paraíso, y los que no creían en él, iban al infierno. Mas Chalcuchímac se negó
a ser cristiano, diciendo que no sabía qué cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a su
dios Pachacámac para que, por intermedio del capitán Quizquiz, viniera a socorrerlo.
Chalcuchímac murió quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana, negándose en todo
momento a bautizarse como cristiano (12 de noviembre de 1533). Un cronista asevera
que «toda la gente de la tierra se alegró infinito de su muerte, porque era muy aborrecido
de todos por conocer lo cruel que era». Pizarro prometió que atraparía y haría lo mismo
con Quizquiz, el otro general atahualpista que continuaba en rebeldía.231 Al día siguiente
fue anunciada la visita de un príncipe quechua o cuzqueño al campamento español, lo
cual tomó por sorpresa a Pizarro.
Manco Inca se alía con los españoles
El 14 de noviembre de 1533, se presentó en el campamento de Francisco Pizarro, en
Jaquijahuana, Manco Inca, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cuzqueña (es decir, del
bando huascarista). Este personaje, llamado también Manco II, era uno de los hijos de
Huayna Cápac con la coya imperial, nacido probablemente en 1515, de modo que era
todavía muy joven. Había escapado de la matanza de nobles cuzqueños que los
atahualpistas hicieron en el Cuzco, durante la guerra civil, y desde esa época había
permanecido escondido. Ahora reaparecía, para ofrecer su apoyo a los españoles, en la
guerra común que enfrentaban contra las tropas atahualpistas de Quizquiz. Pizarro aceptó
gustoso esta alianza, y apresuró la marcha al Cusco, que según Manco, se hallaba
amenazada de ser incendiada por los quiteños.
Villanueva Sotomayor opina que los incas habían observado las costumbres de los
españoles, y que fatalmente, no pudieron aprovechar las debilidades de los mismos, por
las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de la presencia del
verdadero invasor. Y lo gráfica muy bien, diciendo que Manco Inca, sabía muy bien que
los españoles en día domingo, no comían carne roja y habiendo ido a pescar con unos
indios la «comida de los españoles del día de guardar», recibió a un chasqui que le avisaba
noticias del Cuzco. Regresó Manco Inca al campamento donde Francisco Pizarro para
decirle: «… dice que Quízquiz con su gente de guerra va a quemar el Cusco y que está ya
cerca, y he querido avisártelo para que pongas remedio».
Batalla de Anta
La adhesión de Manco Inca a los españoles, adicionó más tropas cuzqueñas al lado de
Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar
al Cuzco. Ya cerca de la ciudad imperial, se toparon con las huestes de Quizquiz, a las
que presentaron batalla en Anta. Los atahualpistas atacaron y lograron matar a 3 caballos
y a herir a muchos más; muchos españoles resultaron también heridos (se salvaban más
que nada por estar protegidos con corazas y cascos de metal), y llegaron incluso a
retroceder varios grupos de jinetes. Pero finalmente, viendo que era improbable ganar la
batalla, los hombres de Quizquiz se retiraron; tampoco quisieron defender el Cuzco, pues
vieron lo difícil que sería defender la ciudad imperial calle por calle. Cansados de una
larga campaña llevada tan lejos de su tierra, muchos de ellos querían solo volver a Quito.
Toma y saqueo del Cusco
Sin obstáculos, Pizarro entró al Cusco, junto con Manco Inca, la hueste española y los
aliados incas (huascaristas o cusqueños).
No hay duda que en el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al ser
tomada por los españoles, mermó significativamente la resistencia nativa, no sólo porque
allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para
los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
Pizarro llegó con su gente hasta la gran plaza cuadrada y, después de escudriñar sus
edificios, mandó a algunos peones para que los visitasen. Como no encontraron nada que
los llevase a desconfiar el gobernador tomó para sí el palacio de Casona, morada que fue
del inca Huayna Cápac. Almagro se apropió de otro palacio que daba a la plaza ubicado
junto al de su compañero. Gonzalo Pizarro hizo lo propio con el de Cora-Cora, mansión
edificada por el inca Túpac Yupanqui. Según explica el historiador José Antonio del
Busto; parece que a continuación los soldados pidieron permiso para saquear la ciudad y
el gobernador les concedió la gracia; por lo que los españoles entraron en los edificios de
piedra, algunos de los cuales habían sido incendiados por los atahualpistas pero la
mayoría se encontraba en buen estado. Dentro no hallaron tanto oro como quisieron
encontrar pero recogieron, en cambio, muchísima cantidad de plata y piedras preciosas,
chaquira reluciente, topos artísticos, cántaros metálicos y plumería multicolor. Después
visitaron los depósitos de ropa fina siguiendo por los depósitos de comida, de calzado, de
sogas de todos los tamaños, de armas ofensivas y defensivas, de barretas de cobre, los
depósitos de coca y de ají; encontraron, también, los depósitos de cuerpos desollados
usados para fabricar tambores de guerra.
Los españoles prosiguieron el saqueo hacia los barrios sacerdotales. Primero enrumbaron
al Acllahuasi o Casa de las Vírgenes, con la intención de violar a las vírgenes del Sol,
pero los atahualpistas se las habían llevado para librarlas de ser profanadas junto con el
oro y la plata del recinto. Enfadados y llenos de indignación, prosiguieron al Coricancha
esperando hallar allí "más oro que en todo el Cuzco junto". Se cuenta que los soldados
iban corriendo por las calles de muros pétreos rumbo al Templo del Sol cuando salió de
aquel el Víllac Umu o sumo sacerdote "lleno de santa ira" quien, tratando de cerrarles el
paso, les advirtió que para entrar al recinto sagrado se debía ayunar un año, además de
estar descalzo y con una carga sobre los hombros. Los españoles se detuvieron un instante
y alguien tradujo sus palabras. Al entender estas ideas, lanzaron una carcajada y se
precipitaron al interior del templo.
El oro y plata recolectados fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de «buen oro».
El quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 25.000
marcos: 170.000 «eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no
porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de
la mina.»
Proclamación de Manco Inca
Francisco Pizarro se apresuró en nombrar Sapa Inca a Manco Inca, por las razones que
nos explica Villanueva Sotomayor
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cuzco su alojamiento, porque tenía que
venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas
(principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el «Ombligo
del mundo». Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre
estaba en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Inca. Su permanencia era la
garantía del vínculo entre el Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie
de rehén. Si Pizarro no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los
curacas que estaban en esos momentos en el Cuzco, podían romper ese vínculo y actuar
a su manera. Tal vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quizquiz u organizar
de otro modo la resistencia.
Los nobles del Cusco no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro estaba
manipulando el gobierno del Imperio al nombrar como Sapa Inca primero a Túpac
Hualpa y luego a Manco Inca, manteniéndolos como rehenes, incluso. Para organizar
mejor la resistencia inca, bien pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo
Inca de entre las panacas reales y manejar el gobierno con más independencia, pero la
guerra civil ya había llegado a la capital del imperio. Lo cierto es que ni huascaristas ni
atahualpistas lo hicieron, con lo que se perdió la oportunidad de unir nuevamente al
Imperio y ofrecer a los españoles una resistencia más organizada y efectiva.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia sería el modo de combatir de
ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca;
los españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla.
Manco Inca fue proclamado Sapa Inca, pero a la vez vasallo de la corona española. Los
españoles lo llamaron Manco II, pues se enteraron que el primer Inca se llamaba también
Manco (Manco Cápac). Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje de Manco Inca un
día domingo saliendo de misa a la que había asistido junto con él. Los hizo salir a la plaza
al Sapa Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la «demanda y
requerimiento.» Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final
Pizarro abrazó a Manco Inca y este retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de
oro.
Batalla de Capi
Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército
con gente de Manco Inca que logró reunir «cinco mil guerreros». Pizarro ordenó a
Hernando de Soto, que apoyara a dicha tropa indígena con 50 de a caballo, saliendo del
Cuzco para presentar batalla a Quizquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su
campamento. En la localidad de Capi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió
victoriosa la tropa combinada de Manco Inca y los españoles, pero sin poder redondear
su triunfo. Luego de esta batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que
comandaba las tropas de Manco Inca, persiguió al ejército de Quizquiz, siendo derrotados
en esa persecución; en el Cuzco se recibió la noticia «que les habían muerto mil indios».
Entre tanto Manco Inca solicitó a los curacas «gente de guerra», y en menos de diez días,
tenía en el Cuzco un ejército de 10 mil guerreros.
Segunda batalla de Jauja
Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra
las tropas de Quizquiz. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca, que a la sazón
contaba con 25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en
movimiento, persiguiendo al general atahualpista, por la ruta de Vilcashuamán. Llegando
a Vilcashuamán, el ejército de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el
ejército de Quizquiz marchaba sobre Jauja. Esto preocupó sobremanera a la tropa
española, porque en Jauja, se encontraba la guarnición que había dejado Pizarro, durante
su avance sobre el Cuzco. No pudiendo cruzar el río Pampas en balsas, demoraron 20 días
en rehacer el puente destruido por los atahualpistas.
Mientras tanto, en Jauja se producía una cruenta batalla, entre el capitán Gabriel de Rojas
y Córdova y el general Quizquiz. El primero tenía a su mando 40 españoles, 20 de ellos
jinetes, y estaba apoyado por 3000 huancas, especialmente jaujinos, enemigos mortales
de los atahualpistas. Los españoles alinearon también en su bando a los indios yanaconas,
que por primera vez participaban como soldados. La alianza indo-española surtió efecto
y las tropas de Quizquiz tuvieron que retirarse sin lograr tomar Jauja.
Por su parte, los jinetes de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu
Inca, se apresuraron a ir en auxilio de los españoles de Jauja. Manco Inca y el resto de su
ejército, regresó al Cuzco.
Fundación española del Cusco
El 23 de marzo de 1534, Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad
del Cuzco con el título de «La Muy Noble y Gran Ciudad de Cuzco». Se hizo el acta de
fundación, extendida por el escribano Pedro Sancho de la Hoz, que firmaron Diego de
Almagro, Hernando de Soto, Juan Pizarro y el capitán Gabriel de Rojas y Córdova. Al
día siguiente se formó el primer Cabildo: como alcaldes ordinarios figuraban Francisco
Beltrán de Castro y Pedro de Candía; y como regidores, Juan Pizarro, Rodrigo Orgóñez,
Gonzalo Pizarro, Pedro del Barco, Juan de Valdivieso, Gonzalo de los Nidos, Francisco
Mexía y Diego Bazán.239 Como en toda ciudad española, se escogió la Plaza Mayor, el
sitio de la iglesia, y se procedió a hacerse el reparto de solares, tierras e indios, entre los
40 españoles que decidieron instalarse como vecinos.
Bajo el pretexto de «los enseñarán y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica»,
se entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos.
Pizarro favoreció a sus amigos en el reparto de solares, tierras y nativos. Ello disminuyó
la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los resentimientos entre
ellos.
Por ese tiempo llegó la noticia de que Pedro de Alvarado, el conquistador que actuó en
México y Guatemala, se hallaba proyectando una expedición al Perú, reuniendo barcos y
gente, con el evidente propósito de arrebatarle a Pizarro y a sus hombres la conquista del
imperio incaico. Esa fue una de las razones que impulsó a Pizarro la fundación del Cuzco,
a fin de que Alvarado no arguyera que la tierra carecía de dueño y que podía reclamar
derechos sobre ella. Pizarro envió también a Diego de Almagro a que bajara a la costa y
la tomara en posesión del rey de España. Luego, como ya vimos, envió a Hernando de
Soto con una partida de jinetes e indios aliados en persecución de Quizquiz. Por su parte,
Pizarro se alistó para regresar a Jauja, donde dejara una guarnición al mando de Alonso
de Riquelme; se proponía fundar allí una ciudad destinada a ser la capital de su
gobernación.
Fundación española de Jauja
Preocupado por la situación de Jauja, Francisco Pizarro, en compañía de Manco Inca y
de su ejército, salió del Cuzco con dirección al norte, en busca de Quizquiz. En el trayecto
encontró las señales de guerra que dejaron los atahualpistas en su retirada: puentes
quemados, campos de cultivo arrasados, tambos saqueados. En Vilcas, se enteró de que
Quízquiz y su ejército se hallaban en retirada hacia el norte, tras haber sido rechazados
por los españoles de Jauja y sus aliados huancas. Pero junto con esta noticia alentadora,
llegó otra preocupante: un hijo de Atahualpa bajaba desde Quito con un gran ejército de
indios caníbales, dispuesto a vengar la muerte de su padre. Pizarro le pidió entonces a
Manco Inca que avisara a los suyos el envío de un refuerzo de 2000 indios; luego continuó
a Jauja, donde entró el 20 de abril de 1534. Allí le recibió alborozado Riquelme, quien le
puso al tanto de los sucesos ocurridos.
El 25 de abril de 1534, Pizarro fundó la nueva ciudad española de Jauja, con el propósito
de convertirla en la capital de su gobernación. Se realizó el reparto de solares y demás
actos protocolares de la ocasión. En este ínterin llegaron los refuerzos del Cuzco,
consistente en otros 2000 indígenas, que se sumaron a los españoles.
Batalla de Maracaylla
Hernando de Soto y Paullu Inca, al frente de 20 españoles de a caballo y 3000 guerreros
incas, fueron en búsqueda de Quizquiz, alcanzándolo en Maracaylla, en donde se produjo
el enfrentamiento (posiblemente a fines de mayo de 1534). Villanueva, dice que el
enfrentamiento fue duro, aunque no de «cuerpo a cuerpo», ya que un ejército se
encontraba en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se
usaron en esta batalla, fueron la ballesta, flechas y «arcos como de piedra». Los españoles,
decidieron cruzar el río, mientras las tropas atahualpistas iniciaron la retirada del lugar,
siendo perseguidas por las tropas de Paullu Inca «hasta hacerlas ocultar en un monte».
Como no salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo
varios curacas comarcanos y miles de las tropas de Quizquiz, que se retiraron, siendo
perseguidos por Paullu Inca, «tres leguas». Maracaylla significó la derrota definitiva de
Quizquiz.
El ejército atahualpista se retiró a Tarma. Allí, el curaca lugareño le impidió la entrada al
pueblo, presentándole batalla. Quizquiz continuó entonces su retirada hacia Quito.
Conquista de Quito
Por su parte, Diego de Almagro recorría la costa. Cerca de la antigua ciudad chimú
de Chan Chan realizó la primera fundación de la ciudad de Trujillo.
Siguiendo más al norte, Almagro llegó a San Miguel de Tangarará (Piura), donde se
enteró que el capitán Sebastián de Belalcázar (que había quedado allí al frente de la
guarnición española), había partido rumbo a Quito, al frente de 200 hombres, atraído por
las inmensas riquezas que, según se decía, poseía esa región.
Belalcázar emprendió así, por su cuenta la conquista de Quito, donde se hallaba en pie de
guerra el general atahualpista Rumiñahui, que había levantado un numeroso y aguerrido
ejército de quiteños. Los cañaris, que hasta entonces formaban parte de la confederación
quiteña, se aliaron con los españoles, y juntos marcharon contra Rumiñahui. Se libró la
sangrienta batalla de Tiocajas o Teocaxas. En ella se revelaron los cañaris como
excelentes guerreros, convirtiéndose así en valiosos auxiliares de los españoles. Las
tropas hispano-cañaris lograron romper el cerco de los quiteños y maniobrando con la
caballería, atacaron al enemigo por la retaguardia, derrotándole. Rumiñahui se fortificó
en Riobamba, donde los españoles y cañaris le atacaron; aunque estos en un primer
momento fueron rechazados, luego contraatacaron dando un rodeo y capturaron la ciudad.
Otra victoria española se produjo en Pancallo, cerca de Ambato.
Es muy célebre un episodio de esta guerra, que cuenta que, estando Rumiñahui a punto
de ganar a las tropas españolas y cañaris, erupcionó el volcán Tungurahua (julio de 1534),
lo que causó que parte de su ejército, temiendo la ira divina, se desmoralizara y se retirara,
pudiendo así los españoles contraatacar y hacerse del triunfo.
Los quiteños se retiraron más hacia el norte. Rumiñahui, viendo que era imposible
defender la ciudad de Quito, la abandonó, llevándose sus riquezas y matando a las acllas
o vírgenes del sol, para evitar que cayeran en poder de los hispanos. Belalcázar ingresó a
Quito, encontrándola incendiada.
Rumiñahui, con los últimos restos de sus diezmadas tropas, puso todavía alguna
resistencia en Yurbo, hasta que se adentró en la selva y no se supo de él por algún tiempo.
Tras la retirada de Rumiñahui, Almagro y Benalcázar se encontraron cerca de Riobamba,
donde fundaron, en las llanuras de Cicalpa, cerca de la laguna de Colta, la ciudad de
Santiago de Quito (antecedente de la actual Quito), el 15 de agosto de 1534. Pero antes
de consolidar la conquista, los dos capitanes españoles se pusieron de acuerdo para
enfrentar otro peligro que se cernía: la presencia del adelantado Pedro de Alvarado, que
pretendía arrebatarles sus conquistas.
La expedición de Pedro de Alvarado
Efectivamente, una expedición de cuatro navíos, procedente de Guatemala y al mando
Pedro de Alvarado, había arribado a las costas del actual Ecuador, desembarcando
en Puerto Viejo, más precisamente en la Bahía de Caráquez, el 10 de febrero de 1534.,j
En total eran 500 soldados españoles, de los cuales 150 eran de a caballo, así como 2000
indios centroamericanos y considerable número de negros. Enrumbaron hacia Quito, a
través de una región tropical poblada de pantanos y maleza. Fue una de las más
desgraciadas expediciones de la conquista española. El hambre y el frío causaron grandes
estragos. Murieron 85 españoles y 6 mujeres castellanas; así como un crecido número de
indios auxiliares y negros esclavos, aunque nadie se preocupó en llevar la cuenta exacta.
La marcha por la cordillera fue igualmente penosa, en medio de la nieve que cegaba la
vista y en el preciso momento en que erupcionaba el volcán Cotopaxi. Pero Alvarado
insistió en su empeño de llegar a Quito y no torció de rumbo.
Preocupado Francisco Pizarro por la presencia de Pedro de Alvarado en el Perú, instruyó
a Diego de Almagro para que celebrase negociaciones con él. Almagro dejó a Sebastián
de Benalcázar como gobernador en Quito y fue al encuentro de Pedro de Alvarado. En el
trayecto, trabó un encuentro con los indios rebeldes, a quienes derrotó en la batalla de
Liriabamba.
El encuentro entre Almagro y Alvarado se produjo en Riobamba. En un principio se temió
un enfrentamiento bélico entre ambos, a tal punto que el intérprete de Almagro, el
célebre Felipillo, viendo que las fuerzas de Alvarado eran más numerosas, se pasó al
campamento de este y le ofreció su apoyo, llevando consigo a algunos curacas o caciques
indios. Pero ambos capitanes españoles optaron por celebrar conversaciones para
solucionar el problema de manera pacífica. Alvarado sostenía que la ciudad del Cuzco no
estaba incluida dentro de los límites de la gobernación de Pizarro, por lo que cualquiera
podía ir a marchar a conquistar esa ciudad y los territorios situados más al sur. Alvarado
se equivocaba, pero se dice que Almagro, al principio, quiso negociar con él una alianza
para ir a conquistar juntos las regiones situadas al sur del Cuzco. Pero luego de tres días
de conversaciones, Almagro notó que los títulos de Alvarado no estaban del todo claros,
por lo que optó por defender la causa de Pizarro. Almagro aprovechó también la ocasión
para ganarse a los soldados de Alvarado, quienes se pasaron a su bando. Pedro de
Alvarado, viendo que tenía las de perder, optó por transar con Almagro: decidió retornar
a Guatemala, dejando en el Perú a su tropa, buques y todo el parque, a cambio una crecida
suma de dinero: 100.000 pesos de oro. Esa compensación significaba el doble del oro
que recibió Francisco Pizarro en la repartición de Cajamarca. Por solo llegar hasta el Perú,
Alvarado recibió más oro que la que obtuvo por todas sus conquistas de Mesoamérica.135
El acuerdo se firmó el 26 de agosto de 1534.
Posteriormente, a principios de 1535, Alvarado se entrevistó con Pizarro en Pachacámac,
y recibió su pago en oro. Hubo festejos por este acontecimiento. Se dice que Pizarro, no
tan conforme con el abultado precio acordado, adulteró el oro con cobre. De todos modos,
para Pizarro y Almagro, fue un gran negocio haber adquirido las tropas, los navíos y los
pertrechos traídos por Pedro de Alvarado, pues con ellos podían consolidar la conquista.
 Busto Duthurburu, José Antonio del (2011). La conquista del Perú. Lima:
Empresa Editora El Comercio S. A. Colección de obras escogidas de José
Antonio del Busto. ISBN 978-612-306-077-0.
 Efrén Reyes, Óscar (1970). Brevísima historia del Ecuador (Desde sus
orígenes hasta nuestros días). Quito: Editorial ABC.
 Vargas Ugarte, Rubén (1981). Historia General del Perú 1 (3.ª edición). Lima:
Editor Carlos Milla Batres.

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  • 1. Muerte de Chalcuchímac Conocedor de los ataques que había sufrido su avanzada encabezada por Soto, Francisco Pizarro sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que Chalcuchímac era el que enviaba dichos informes a las tropas atahualpistas. Continuando el camino y estando ya cerca del Cuzco, Diego de Almagro se presentó en el campamento de Pizarro y continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día a Jaquijahuana (Sacsahuana), donde acamparon (12 de noviembre de 1533). (Busto Duthurburu, 2001, p. 218) En el trayecto, ocurrió un hecho de mucha trascendencia: los belicosos cañaris, con su caudillo Chilche, ofrecieron su apoyo a los españoles, quienes gustosos aceptaron. Esta etnia, procedente del actual territorio de Ecuador, habían formado parte de las huestes de Quizquiz, pero debido a un desacuerdo con este jefe, se plegaron en masa a los españoles. Diego de Almagro y Hernando de Soto, convencieron a Francisco Pizarro, de que los ataques de los atahualpistas en Vilcashuamán y en Vilcaconga eran producto de la «infidencia de Chalcuchímac», pues de otro modo no se entendía que el enemigo conociera el movimiento de los españoles al detalle. Pizarro sabía que, en realidad, había sido la indisciplina de Soto la que había propiciado la muerte de los españoles en Vilcaconga, al querer adelantarse a tomar el Cusco, pero disimuló, pues Soto era jefe de una numerosa hueste y no convenía en esos instantes crear divisionismo entre ellos. Los jefes españoles acordaron condenar a Chalcuchímac a morir en la hoguera. Por intermedio de un intérprete, el cura Valverde trató de persuadir al capitán incaico a que se hiciera cristiano, diciéndole que los que se bautizaban y creían en Jesucristo iban a la gloria del paraíso, y los que no creían en él, iban al infierno. Mas Chalcuchímac se negó a ser cristiano, diciendo que no sabía qué cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a su dios Pachacámac para que, por intermedio del capitán Quizquiz, viniera a socorrerlo. Chalcuchímac murió quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana, negándose en todo momento a bautizarse como cristiano (12 de noviembre de 1533). Un cronista asevera que «toda la gente de la tierra se alegró infinito de su muerte, porque era muy aborrecido de todos por conocer lo cruel que era». Pizarro prometió que atraparía y haría lo mismo con Quizquiz, el otro general atahualpista que continuaba en rebeldía.231 Al día siguiente fue anunciada la visita de un príncipe quechua o cuzqueño al campamento español, lo cual tomó por sorpresa a Pizarro. Manco Inca se alía con los españoles El 14 de noviembre de 1533, se presentó en el campamento de Francisco Pizarro, en Jaquijahuana, Manco Inca, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cuzqueña (es decir, del bando huascarista). Este personaje, llamado también Manco II, era uno de los hijos de Huayna Cápac con la coya imperial, nacido probablemente en 1515, de modo que era todavía muy joven. Había escapado de la matanza de nobles cuzqueños que los atahualpistas hicieron en el Cuzco, durante la guerra civil, y desde esa época había permanecido escondido. Ahora reaparecía, para ofrecer su apoyo a los españoles, en la guerra común que enfrentaban contra las tropas atahualpistas de Quizquiz. Pizarro aceptó gustoso esta alianza, y apresuró la marcha al Cusco, que según Manco, se hallaba amenazada de ser incendiada por los quiteños. Villanueva Sotomayor opina que los incas habían observado las costumbres de los españoles, y que fatalmente, no pudieron aprovechar las debilidades de los mismos, por
  • 2. las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de la presencia del verdadero invasor. Y lo gráfica muy bien, diciendo que Manco Inca, sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y habiendo ido a pescar con unos indios la «comida de los españoles del día de guardar», recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cuzco. Regresó Manco Inca al campamento donde Francisco Pizarro para decirle: «… dice que Quízquiz con su gente de guerra va a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para que pongas remedio». Batalla de Anta La adhesión de Manco Inca a los españoles, adicionó más tropas cuzqueñas al lado de Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar al Cuzco. Ya cerca de la ciudad imperial, se toparon con las huestes de Quizquiz, a las que presentaron batalla en Anta. Los atahualpistas atacaron y lograron matar a 3 caballos y a herir a muchos más; muchos españoles resultaron también heridos (se salvaban más que nada por estar protegidos con corazas y cascos de metal), y llegaron incluso a retroceder varios grupos de jinetes. Pero finalmente, viendo que era improbable ganar la batalla, los hombres de Quizquiz se retiraron; tampoco quisieron defender el Cuzco, pues vieron lo difícil que sería defender la ciudad imperial calle por calle. Cansados de una larga campaña llevada tan lejos de su tierra, muchos de ellos querían solo volver a Quito. Toma y saqueo del Cusco Sin obstáculos, Pizarro entró al Cusco, junto con Manco Inca, la hueste española y los aliados incas (huascaristas o cusqueños). No hay duda que en el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al ser tomada por los españoles, mermó significativamente la resistencia nativa, no sólo porque allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles. Pizarro llegó con su gente hasta la gran plaza cuadrada y, después de escudriñar sus edificios, mandó a algunos peones para que los visitasen. Como no encontraron nada que los llevase a desconfiar el gobernador tomó para sí el palacio de Casona, morada que fue del inca Huayna Cápac. Almagro se apropió de otro palacio que daba a la plaza ubicado junto al de su compañero. Gonzalo Pizarro hizo lo propio con el de Cora-Cora, mansión edificada por el inca Túpac Yupanqui. Según explica el historiador José Antonio del Busto; parece que a continuación los soldados pidieron permiso para saquear la ciudad y el gobernador les concedió la gracia; por lo que los españoles entraron en los edificios de piedra, algunos de los cuales habían sido incendiados por los atahualpistas pero la mayoría se encontraba en buen estado. Dentro no hallaron tanto oro como quisieron encontrar pero recogieron, en cambio, muchísima cantidad de plata y piedras preciosas, chaquira reluciente, topos artísticos, cántaros metálicos y plumería multicolor. Después visitaron los depósitos de ropa fina siguiendo por los depósitos de comida, de calzado, de sogas de todos los tamaños, de armas ofensivas y defensivas, de barretas de cobre, los depósitos de coca y de ají; encontraron, también, los depósitos de cuerpos desollados usados para fabricar tambores de guerra. Los españoles prosiguieron el saqueo hacia los barrios sacerdotales. Primero enrumbaron al Acllahuasi o Casa de las Vírgenes, con la intención de violar a las vírgenes del Sol, pero los atahualpistas se las habían llevado para librarlas de ser profanadas junto con el
  • 3. oro y la plata del recinto. Enfadados y llenos de indignación, prosiguieron al Coricancha esperando hallar allí "más oro que en todo el Cuzco junto". Se cuenta que los soldados iban corriendo por las calles de muros pétreos rumbo al Templo del Sol cuando salió de aquel el Víllac Umu o sumo sacerdote "lleno de santa ira" quien, tratando de cerrarles el paso, les advirtió que para entrar al recinto sagrado se debía ayunar un año, además de estar descalzo y con una carga sobre los hombros. Los españoles se detuvieron un instante y alguien tradujo sus palabras. Al entender estas ideas, lanzaron una carcajada y se precipitaron al interior del templo. El oro y plata recolectados fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de «buen oro». El quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 25.000 marcos: 170.000 «eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.» Proclamación de Manco Inca Francisco Pizarro se apresuró en nombrar Sapa Inca a Manco Inca, por las razones que nos explica Villanueva Sotomayor Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cuzco su alojamiento, porque tenía que venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas (principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el «Ombligo del mundo». Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre estaba en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Inca. Su permanencia era la garantía del vínculo entre el Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie de rehén. Si Pizarro no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que estaban en esos momentos en el Cuzco, podían romper ese vínculo y actuar a su manera. Tal vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quizquiz u organizar de otro modo la resistencia. Los nobles del Cusco no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro estaba manipulando el gobierno del Imperio al nombrar como Sapa Inca primero a Túpac Hualpa y luego a Manco Inca, manteniéndolos como rehenes, incluso. Para organizar mejor la resistencia inca, bien pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Inca de entre las panacas reales y manejar el gobierno con más independencia, pero la guerra civil ya había llegado a la capital del imperio. Lo cierto es que ni huascaristas ni atahualpistas lo hicieron, con lo que se perdió la oportunidad de unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles una resistencia más organizada y efectiva. El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia sería el modo de combatir de ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca; los españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla. Manco Inca fue proclamado Sapa Inca, pero a la vez vasallo de la corona española. Los españoles lo llamaron Manco II, pues se enteraron que el primer Inca se llamaba también Manco (Manco Cápac). Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje de Manco Inca un día domingo saliendo de misa a la que había asistido junto con él. Los hizo salir a la plaza al Sapa Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la «demanda y requerimiento.» Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a Manco Inca y este retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de oro.
  • 4. Batalla de Capi Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con gente de Manco Inca que logró reunir «cinco mil guerreros». Pizarro ordenó a Hernando de Soto, que apoyara a dicha tropa indígena con 50 de a caballo, saliendo del Cuzco para presentar batalla a Quizquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su campamento. En la localidad de Capi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa combinada de Manco Inca y los españoles, pero sin poder redondear su triunfo. Luego de esta batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca, persiguió al ejército de Quizquiz, siendo derrotados en esa persecución; en el Cuzco se recibió la noticia «que les habían muerto mil indios». Entre tanto Manco Inca solicitó a los curacas «gente de guerra», y en menos de diez días, tenía en el Cuzco un ejército de 10 mil guerreros. Segunda batalla de Jauja Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra las tropas de Quizquiz. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca, que a la sazón contaba con 25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en movimiento, persiguiendo al general atahualpista, por la ruta de Vilcashuamán. Llegando a Vilcashuamán, el ejército de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el ejército de Quizquiz marchaba sobre Jauja. Esto preocupó sobremanera a la tropa española, porque en Jauja, se encontraba la guarnición que había dejado Pizarro, durante su avance sobre el Cuzco. No pudiendo cruzar el río Pampas en balsas, demoraron 20 días en rehacer el puente destruido por los atahualpistas. Mientras tanto, en Jauja se producía una cruenta batalla, entre el capitán Gabriel de Rojas y Córdova y el general Quizquiz. El primero tenía a su mando 40 españoles, 20 de ellos jinetes, y estaba apoyado por 3000 huancas, especialmente jaujinos, enemigos mortales de los atahualpistas. Los españoles alinearon también en su bando a los indios yanaconas, que por primera vez participaban como soldados. La alianza indo-española surtió efecto y las tropas de Quizquiz tuvieron que retirarse sin lograr tomar Jauja. Por su parte, los jinetes de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu Inca, se apresuraron a ir en auxilio de los españoles de Jauja. Manco Inca y el resto de su ejército, regresó al Cuzco. Fundación española del Cusco El 23 de marzo de 1534, Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad del Cuzco con el título de «La Muy Noble y Gran Ciudad de Cuzco». Se hizo el acta de fundación, extendida por el escribano Pedro Sancho de la Hoz, que firmaron Diego de Almagro, Hernando de Soto, Juan Pizarro y el capitán Gabriel de Rojas y Córdova. Al día siguiente se formó el primer Cabildo: como alcaldes ordinarios figuraban Francisco Beltrán de Castro y Pedro de Candía; y como regidores, Juan Pizarro, Rodrigo Orgóñez, Gonzalo Pizarro, Pedro del Barco, Juan de Valdivieso, Gonzalo de los Nidos, Francisco Mexía y Diego Bazán.239 Como en toda ciudad española, se escogió la Plaza Mayor, el sitio de la iglesia, y se procedió a hacerse el reparto de solares, tierras e indios, entre los 40 españoles que decidieron instalarse como vecinos. Bajo el pretexto de «los enseñarán y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica», se entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos. Pizarro favoreció a sus amigos en el reparto de solares, tierras y nativos. Ello disminuyó la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los resentimientos entre ellos.
  • 5. Por ese tiempo llegó la noticia de que Pedro de Alvarado, el conquistador que actuó en México y Guatemala, se hallaba proyectando una expedición al Perú, reuniendo barcos y gente, con el evidente propósito de arrebatarle a Pizarro y a sus hombres la conquista del imperio incaico. Esa fue una de las razones que impulsó a Pizarro la fundación del Cuzco, a fin de que Alvarado no arguyera que la tierra carecía de dueño y que podía reclamar derechos sobre ella. Pizarro envió también a Diego de Almagro a que bajara a la costa y la tomara en posesión del rey de España. Luego, como ya vimos, envió a Hernando de Soto con una partida de jinetes e indios aliados en persecución de Quizquiz. Por su parte, Pizarro se alistó para regresar a Jauja, donde dejara una guarnición al mando de Alonso de Riquelme; se proponía fundar allí una ciudad destinada a ser la capital de su gobernación. Fundación española de Jauja Preocupado por la situación de Jauja, Francisco Pizarro, en compañía de Manco Inca y de su ejército, salió del Cuzco con dirección al norte, en busca de Quizquiz. En el trayecto encontró las señales de guerra que dejaron los atahualpistas en su retirada: puentes quemados, campos de cultivo arrasados, tambos saqueados. En Vilcas, se enteró de que Quízquiz y su ejército se hallaban en retirada hacia el norte, tras haber sido rechazados por los españoles de Jauja y sus aliados huancas. Pero junto con esta noticia alentadora, llegó otra preocupante: un hijo de Atahualpa bajaba desde Quito con un gran ejército de indios caníbales, dispuesto a vengar la muerte de su padre. Pizarro le pidió entonces a Manco Inca que avisara a los suyos el envío de un refuerzo de 2000 indios; luego continuó a Jauja, donde entró el 20 de abril de 1534. Allí le recibió alborozado Riquelme, quien le puso al tanto de los sucesos ocurridos. El 25 de abril de 1534, Pizarro fundó la nueva ciudad española de Jauja, con el propósito de convertirla en la capital de su gobernación. Se realizó el reparto de solares y demás actos protocolares de la ocasión. En este ínterin llegaron los refuerzos del Cuzco, consistente en otros 2000 indígenas, que se sumaron a los españoles. Batalla de Maracaylla Hernando de Soto y Paullu Inca, al frente de 20 españoles de a caballo y 3000 guerreros incas, fueron en búsqueda de Quizquiz, alcanzándolo en Maracaylla, en donde se produjo el enfrentamiento (posiblemente a fines de mayo de 1534). Villanueva, dice que el enfrentamiento fue duro, aunque no de «cuerpo a cuerpo», ya que un ejército se encontraba en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se usaron en esta batalla, fueron la ballesta, flechas y «arcos como de piedra». Los españoles, decidieron cruzar el río, mientras las tropas atahualpistas iniciaron la retirada del lugar, siendo perseguidas por las tropas de Paullu Inca «hasta hacerlas ocultar en un monte». Como no salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo varios curacas comarcanos y miles de las tropas de Quizquiz, que se retiraron, siendo perseguidos por Paullu Inca, «tres leguas». Maracaylla significó la derrota definitiva de Quizquiz. El ejército atahualpista se retiró a Tarma. Allí, el curaca lugareño le impidió la entrada al pueblo, presentándole batalla. Quizquiz continuó entonces su retirada hacia Quito. Conquista de Quito Por su parte, Diego de Almagro recorría la costa. Cerca de la antigua ciudad chimú de Chan Chan realizó la primera fundación de la ciudad de Trujillo.
  • 6. Siguiendo más al norte, Almagro llegó a San Miguel de Tangarará (Piura), donde se enteró que el capitán Sebastián de Belalcázar (que había quedado allí al frente de la guarnición española), había partido rumbo a Quito, al frente de 200 hombres, atraído por las inmensas riquezas que, según se decía, poseía esa región. Belalcázar emprendió así, por su cuenta la conquista de Quito, donde se hallaba en pie de guerra el general atahualpista Rumiñahui, que había levantado un numeroso y aguerrido ejército de quiteños. Los cañaris, que hasta entonces formaban parte de la confederación quiteña, se aliaron con los españoles, y juntos marcharon contra Rumiñahui. Se libró la sangrienta batalla de Tiocajas o Teocaxas. En ella se revelaron los cañaris como excelentes guerreros, convirtiéndose así en valiosos auxiliares de los españoles. Las tropas hispano-cañaris lograron romper el cerco de los quiteños y maniobrando con la caballería, atacaron al enemigo por la retaguardia, derrotándole. Rumiñahui se fortificó en Riobamba, donde los españoles y cañaris le atacaron; aunque estos en un primer momento fueron rechazados, luego contraatacaron dando un rodeo y capturaron la ciudad. Otra victoria española se produjo en Pancallo, cerca de Ambato. Es muy célebre un episodio de esta guerra, que cuenta que, estando Rumiñahui a punto de ganar a las tropas españolas y cañaris, erupcionó el volcán Tungurahua (julio de 1534), lo que causó que parte de su ejército, temiendo la ira divina, se desmoralizara y se retirara, pudiendo así los españoles contraatacar y hacerse del triunfo. Los quiteños se retiraron más hacia el norte. Rumiñahui, viendo que era imposible defender la ciudad de Quito, la abandonó, llevándose sus riquezas y matando a las acllas o vírgenes del sol, para evitar que cayeran en poder de los hispanos. Belalcázar ingresó a Quito, encontrándola incendiada. Rumiñahui, con los últimos restos de sus diezmadas tropas, puso todavía alguna resistencia en Yurbo, hasta que se adentró en la selva y no se supo de él por algún tiempo. Tras la retirada de Rumiñahui, Almagro y Benalcázar se encontraron cerca de Riobamba, donde fundaron, en las llanuras de Cicalpa, cerca de la laguna de Colta, la ciudad de Santiago de Quito (antecedente de la actual Quito), el 15 de agosto de 1534. Pero antes de consolidar la conquista, los dos capitanes españoles se pusieron de acuerdo para enfrentar otro peligro que se cernía: la presencia del adelantado Pedro de Alvarado, que pretendía arrebatarles sus conquistas. La expedición de Pedro de Alvarado Efectivamente, una expedición de cuatro navíos, procedente de Guatemala y al mando Pedro de Alvarado, había arribado a las costas del actual Ecuador, desembarcando en Puerto Viejo, más precisamente en la Bahía de Caráquez, el 10 de febrero de 1534.,j En total eran 500 soldados españoles, de los cuales 150 eran de a caballo, así como 2000 indios centroamericanos y considerable número de negros. Enrumbaron hacia Quito, a través de una región tropical poblada de pantanos y maleza. Fue una de las más desgraciadas expediciones de la conquista española. El hambre y el frío causaron grandes estragos. Murieron 85 españoles y 6 mujeres castellanas; así como un crecido número de indios auxiliares y negros esclavos, aunque nadie se preocupó en llevar la cuenta exacta. La marcha por la cordillera fue igualmente penosa, en medio de la nieve que cegaba la vista y en el preciso momento en que erupcionaba el volcán Cotopaxi. Pero Alvarado insistió en su empeño de llegar a Quito y no torció de rumbo. Preocupado Francisco Pizarro por la presencia de Pedro de Alvarado en el Perú, instruyó a Diego de Almagro para que celebrase negociaciones con él. Almagro dejó a Sebastián de Benalcázar como gobernador en Quito y fue al encuentro de Pedro de Alvarado. En el
  • 7. trayecto, trabó un encuentro con los indios rebeldes, a quienes derrotó en la batalla de Liriabamba. El encuentro entre Almagro y Alvarado se produjo en Riobamba. En un principio se temió un enfrentamiento bélico entre ambos, a tal punto que el intérprete de Almagro, el célebre Felipillo, viendo que las fuerzas de Alvarado eran más numerosas, se pasó al campamento de este y le ofreció su apoyo, llevando consigo a algunos curacas o caciques indios. Pero ambos capitanes españoles optaron por celebrar conversaciones para solucionar el problema de manera pacífica. Alvarado sostenía que la ciudad del Cuzco no estaba incluida dentro de los límites de la gobernación de Pizarro, por lo que cualquiera podía ir a marchar a conquistar esa ciudad y los territorios situados más al sur. Alvarado se equivocaba, pero se dice que Almagro, al principio, quiso negociar con él una alianza para ir a conquistar juntos las regiones situadas al sur del Cuzco. Pero luego de tres días de conversaciones, Almagro notó que los títulos de Alvarado no estaban del todo claros, por lo que optó por defender la causa de Pizarro. Almagro aprovechó también la ocasión para ganarse a los soldados de Alvarado, quienes se pasaron a su bando. Pedro de Alvarado, viendo que tenía las de perder, optó por transar con Almagro: decidió retornar a Guatemala, dejando en el Perú a su tropa, buques y todo el parque, a cambio una crecida suma de dinero: 100.000 pesos de oro. Esa compensación significaba el doble del oro que recibió Francisco Pizarro en la repartición de Cajamarca. Por solo llegar hasta el Perú, Alvarado recibió más oro que la que obtuvo por todas sus conquistas de Mesoamérica.135 El acuerdo se firmó el 26 de agosto de 1534. Posteriormente, a principios de 1535, Alvarado se entrevistó con Pizarro en Pachacámac, y recibió su pago en oro. Hubo festejos por este acontecimiento. Se dice que Pizarro, no tan conforme con el abultado precio acordado, adulteró el oro con cobre. De todos modos, para Pizarro y Almagro, fue un gran negocio haber adquirido las tropas, los navíos y los pertrechos traídos por Pedro de Alvarado, pues con ellos podían consolidar la conquista.  Busto Duthurburu, José Antonio del (2011). La conquista del Perú. Lima: Empresa Editora El Comercio S. A. Colección de obras escogidas de José Antonio del Busto. ISBN 978-612-306-077-0.  Efrén Reyes, Óscar (1970). Brevísima historia del Ecuador (Desde sus orígenes hasta nuestros días). Quito: Editorial ABC.  Vargas Ugarte, Rubén (1981). Historia General del Perú 1 (3.ª edición). Lima: Editor Carlos Milla Batres.