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UD 4: ESPAÑA EN LA ORBITA FRANCESA: EL REFORMISMO DE LOS PRIMEROS
BORBONES (1700 - 1788)
El siglo XVIII confirmó la pérdida de la influencia de la Monarquía Hispánica en Europa. La muerte
del último de los Austrias supuso la entronización de la dinastía de los Barbones, la unificación
política y la consolidación del absolutismo en todos los territorios de la monarquía. Los nuevos
monarcas intentaron modernizar la administración del Estado y los aspectos más tradicionales de la
sociedad, todo bajo la influencia de las nuevas ideas de la Ilustración.
0.- EJE CRONOLÓGICO:
0.1. LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
A lo largo del siglo se produjo un crecimiento demográfico moderado pero constante, que conocemos
gracias a los censos de población (censo de Aranda, 1768; censo de Floridablanca, 1787). Estos
recogen un aumento aproximado del 50 % de la población, de los 7 millones de habitantes en las
primeras décadas del siglo a los 10,5 millones a finales de siglo. El incremento fue mayor en las
regiones periféricas como Cataluña, Valencia o Cantabria, más dinámicas, que en las zonas más
estancadas del interior.
El crecimiento sostenido se explica porque, a pesar de las elevadas tasas de natalidad (42%0) y
mortalidad (38%0), retrocedió la mortalidad catastrófica, debido al fin de las epidemias de peste del
siglo XVII, a las mejoras en la producción de alimentos y a la ausencia de guerras, tras la de Sucesión.
Las mejoras sanitarias y urbanísticas llevadas a cabo por los Borbones también contribuyeron a este
crecimiento, aunque en menor medida.
Aun así, se produjeron brotes epidémicos (viruela, tifus ... ) y crisis demográficas periódicas, como
la de 1762-1765, causada por las malas cosechas, que dieron lugar a una crisis de subsistencia, y la
de la década de 1780, cuando se combinaron una crisis de subsistencia y una epidemia. El crecimiento
demográfico se concentró en las ciudades. Madrid pasó de unos 11000 habitantes a inicios de siglo a
180000 a finales; Barcelona superó los 100000 habitantes; Sevilla, los 90000, y Cádiz, los 70000.
1. LA GUERRA DE SUCESIÓN
En el año 1700 murió sin descendencia directa Carlos II, el último rey de la Casa de Austria. Ante la
evidencia de que el rey no iba a dejar ningún heredero a causa de sus problemas de salud, durante las
últimas décadas del siglo XVII, las principales potencias europeas desencadenaron una ofensiva
diplomática para ganarse la débil voluntad del monarca y colocar en el trono a un potencial aliado de
sus intereses.
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Los dos principales candidatos a ocupar el trono tenían relación dinástica con la Monarquía
Hispánica: Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, era también biznieto del rey Felipe IV, y
Carlos de Habsburgo, hijo del emperador germánico, era nieto de una hermana de Felipe IV. En su
testamento Carlos II designó como sucesor al candidato francés, que fue coronado en 1701 con el
título de Felipe V.
La elección de Felipe de Borbón, con derechos sucesorios al trono francés, rompió el principio del
equilibrio europeo que regía las relaciones internacionales. Subordinó la Corona española a la política
francesa, fortaleció el poder de los Barbones en Europa y provocó la lucha por la hegemonía europea
y por el control del comercio colonial americano.
Gran Bretaña, Holanda y Portugal temían el enorme poder que acumularían los Barbones en caso de
confirmarse una alianza entre París y Madrid, por lo que formaron la Alianza de La Haya, apoyaron
a Carlos de Habsburgo y declararon la guerra a Éspaña y Francia. De esta forma, la sucesión al trono
español pasó a ser un grave conflicto internacional
La cuestión sucesoria también dividió los territorios españoles peninsulares. Aunque al principio se
reconocieron los derechos al trono de Felipe V y fue jurado por las diversas Cortes de sus reinos, el
nuevo rey no tardó en despertar los recelos de la Corona de Aragón por las actitudes centralistas y
absolutistas de la nueva dinastía. La Corona de Aragón acabó respaldando al archiduque Carlos;
Castilla, en cambio, siguió apoyando a Felipe V.
1.1. El desarrollo de la guerra
La guerra de Sucesión, que comenzó en 1702, fue al mismo tiempo una contienda civil, pues enfrentó
a Castilla y a la Corona de Aragón, y un conflicto europeo, ya que en ella participaron varios países
del continente. Los primeros años del conflicto fueron favorables al bando austríaco, pero en 1707
este sufrió una importante derrota en la batalla de Almansa, que permitió al bando borbónico
recuperar el control del reino de Valencia y, poco después; el de Aragón. A partir de este momento,
solo Cataluña siguió luchando en el bando del archiduque Carlos.
En cambio, en el plano europeo, las fuerzas estuvieron muy equilibradas hasta 1711. Ese año la guerra
dio un giro definitivo, cuando el archiduque Carlos fue nombrado emperador germánico tras la muerte
de su hermano José l. Este nombramiento rompió la Alianza de La Haya, pues los demás países temían
que, si Carlos ganaba la guerra, el Imperio germánico y España se unieran bajo un solo monarca, se
reconstruyera el imperio de Carlos I y se desequilibrara el mapa europeo. Así, Gran Bretaña y
Holanda dieron por finalizadas las hostilidades y firmaron la paz.
Aun así, la guerra continuó en Barcelona y en otras zonas de Cataluña hasta el 11 de septiembre de
1714, cuando las tropas de Felipe V conquistaron la ciudad de Barcelona, que había estado sitiada
durante catorce meses. En 1715 conquistaron Mallorca.
La resistencia catalana se explica por su negativa a aceptar la supresión de sus fueros e instituciones,
tal y como les había ocurrido a Aragón y Valencia. Esta supresión fue recogida en los Decretos de
Nueva Planta, que se habían aprobado para estos territorios en 1707, y que se iban a promulgar para
Mallorca en 1715 y para Cataluña en 1716, una vez finalizada la guerra.
1.2. La Paz de Utrecht: el nuevo equilibrio europeo
La paz se firmó con el Tratado de Utrecht (1713), que reconoció a Felipe V como rey de España a
cambio de su renuncia explícita a sus derechos sucesorios sobre la Corona francesa y a las últimas
posesiones de España en Europa.
La principal consecuencia para España fue la pérdida de su papel predominante en Europa y en el
ámbito mediterráneo. Así, España cedió Gibraltar y Menorca, que pasaron a Gran Bretaña. También
abandonó Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña, que quedaron en poder de Austria, y Sicilia, que
entregó a Saboya. El nuevo mapa de Europa configurado con estos cambios territoriales restablecía
el equilibrio político continental, basado en la existencia de dos ejes de poder, situados en Viena y
París, lo suficientemente igualados como para evitar la hegemonía.
3
Gran Bretaña fue la verdadera potencia ganadora del conflicto, ya que, además de nuevas posesiones
territoriales, obtuvo privilegios comerciales con la América española, como la exclusividad de la trata
de esclavos y el derecho a enviar un navío anual para comerciar con las colonias americanas, que
sirvieron para romper el monopolio mantenido hasta entonces por la Corona española. Los británicos
recibieron un impulso para extender su imperio colonial por América, el Mediterráneo y Oriente.
2. LOS CAMBIOS INSTITUCIONALES
la España preborbónica se asentaba en el concepto de Imperio como conglomerado de reinos: cada
uno de los reinos hispánicos tenía su estructura económica y política, su legislación propia, sus
lenguas y costumbres. Felipe V se amparó en la rebelión de la Corona de Aragón para imponer los
Decretos de Nueva Planta; su objetivo era crear un Estado centralizado, fuerte y unido, y para ello
extendió al resto de los reinos españoles la organización castellana, sólo Navarra y las Vascongadas
conservaron sus fueros tradicionales. En 1707 se publicó el primer decreto que afectaba a Aragón y
Valencia, y que iba a sentar las bases de los restantes. El segundo Decreto apareció en 1716 para
Cataluña.
Las Baleares también se vieron afectadas por la Nueva Planta, aunque de manera más leve. A nivel
político desaparecieron las Cortes de la antigua Corona de Aragón, que eran la garantía de autonomía
frente al poder central; Felipe V las integró en un único organismo llamado Cortes Generales del
Reino. A nivel judicial, se crean las Audiencias como órganos de administración de justicia en
derecho criminal y civil bajo la autoridad del Capitán General.
2.1 Administración central. El objetivo de Felipe V era sustituir el sistema polisinodial por una
administración centralizada. Se organizó un gabinete similar al de Francia —con un Intendente
General de Hacienda y varios secretarios—, de modo que las Secretarías recogieron las funciones de
los Consejos. En 1707 fueron suprimidos los Consejos de Flandes, Italia y Aragón, mientras que
consejos como el de Hacienda, Guerra, Estado, Inquisición e Indias perdieron muchas de sus
atribuciones. El único consejo robustecido fue el Consejo de Castilla, que quedó como una especie
de Ministerio de Interior.
2.2 Administración territorial. Su reforma es parte de los Decretos de Nueva Planta. Los virreinatos
de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña se convirtieron en Capitanías Generales dirigidas por un
Capitán General, que ejercía su autoridad en las Audiencias. Para la administración provincial fueron
creadas las Intendencias —y con ellas la figura del Intendente—. Tenían funciones militares,
hacendísticas, en materia de justicia, policía y obras públicas. El Intendente era un puente entre el
Consejo de Castilla y los poderes locales, eran reclutados por el Rey a través de sus secretarios.
La creación de las intendencias contribuyó a la división administrativa de España en provincias, así
pues, aparece la primera división provincial moderna con 32 provincias, siendo cada una el ámbito
de una intendencia.
2.3 Administración local. Su reforma se realizó por medio de los Decretos de Nueva Planta en Aragón
y Cataluña, pero también alcanzó al País Vasco y Navarra. Se intentó adaptar el sistema municipal
de la Corona de Aragón —fundamentado en los Consells— al sistema castellano basado en los
Corregimientos; al frente de ellos estaba el Corregidor —representante del poder real que presidía
el Ayuntamiento—, acompañado por otros funcionarios como los regidores, que sustituían a los
Consellers; los Alcaldes sustituyeron también a los Justicias. Si los municipios eran grandes, el Rey
elegía los cargos, pero si eran pequeños eran propuestos por el Ayuntamiento.
2.4 La Hacienda. En materia hacendística Felipe V pretendía dos objetivos: contrarrestar el desigual
pago con que Castilla y Aragón contribuían al Erario Público y obtener mayores ingresos. Para ello,
dentro de la reforma de la Nueva Planta, estableció nuevos impuestos llamados el "catastro" en
Cataluña, el "equivalente" en Valencia, la “contribución real" en Aragón y la "talla" en Mallorca; por
estos impuestos se pagaba anualmente una cantidad distribuida entre los contribuyentes a partir de
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beneficios industriales, del comercio y del trabajo personal. Los resultados de la reforma de la
Hacienda con Felipe V fueron buenos, y el 10 octubre de 1749 Ensenada decidió dar un paso adelante
y promulgó una Real Cédula que aprobaba el Decreto de Única Contribución. Con él se pretendía
reducir a una sola contribución los impuestos personales y las llamadas rentas provinciales (alcabala,
cientos y millones), contribuyendo cada persona en proporción a sus recursos. Para conocer los
recursos de sus habitantes puso en marcha el Catastro de la Corona de Castilla, que fue completado
en 1754, mismo año en el que creó el Departamento de Hacienda. Para apoyar la reforma hacendística
se creó una especie de banco estatal, llamado Real Giro, con sede en Madrid, que se encargaba de
hacer las transferencias fuera de España. Sin embargo, una serie de protestas propiciaron la caída de
Ensenada del poder y con él paralizaron el proyecto de Única Contribución y el Real Giro.
Por otra parte, durante la primera mitad del siglo los monarcas pretendieron favorecer la economía
con una política mercantilista, que suponía la intervención del Estado para dirigir, proteger e impulsar
la actividad económica, sobre todo el comercio. En el marco de esta nueva política, se suprimieron
las aduanas internas con el objetivo de facilitar el comercio interior. Se reorganizó el monopolio del
comercio con América y se estimuló la creación de Compañías Privilegiadas de Comercio a las que
el Estado concedía, a cambio de dinero, el monopolio sobre algunas rutas o productos.
2.5 Reforma del ejército y de la armada. En 1704 el nuevo monarca inició la reforma del ejército:
se impuso el reclutamiento militar obligatorio para hombres entre 18 y 30 años, se sustituyeron los
Tercios por Regimientos al frente de los cuales estaba un coronel; los coroneles eran elegidos por el
Rey, mientras que los oficiales se elegían entre los caballeros y aquellos que vivieran noblemente, y
los sargentos eran elegidos entre el pueblo llano. Hubo otra reforma en 1734 por la cual el
reclutamiento forzoso se haría sólo cuando el ejército no se cubriese con voluntarios. En 1770 se
implantaron las quintas reales. Carlos III también trató de modernizar el ejército, y para ello tomó
como modelo Prusia.
Se enviaron oficiales para estudiar el sistema militar prusiano de Federico el Grande. Fundó la
Academia Militar de Ávila —infantería, caballería e ingenieros—. La artillería contó con una
Academia en Segovia fundada en 1764. Felipe V, a través de Patiño, sentó las bases de la reforma de
la armada que cristalizaría con el Marqués de la Ensenada, el cual amplió los astilleros en Cádiz,
Ferrol y Cartagena, donde creó tres arsenales reales. Se tendió a copiar los navíos franceses, grandes
y rápidos. A partir de 1750 Jorge Juan impulsó el modelo británico, sólido y con gran potencia de
fuego. En 1760 España contaba con 47 barcos y 21 fragatas, y a finales de siglo contábamos con más
de 200 barcos. Era la segunda armada más poderosa del mundo después de la británica.
3. LA POLÍTICA EXTERIOR: LOS PACTOS DE FAMILIA CON FRANCIA
Tras perder las posesiones europeas por el Tratado de Utrecht (1713), la monarquía borbónica vio
mermada su presencia en Europa. La preocupación de Felipe V se centró en mantener su influencia
en el Mediterráneo y recuperar las posesiones italianas que estaban en manos austríacas desde los
acuerdos de Utrecht. Tanto el rey como su segunda esposa, Isabel de Farnesio, ambicionaban recobrar
los territorios italianos, de donde procedía la reina, para legarlos a sus hijos Carlos y Felipe.
La influencia francesa en la política exterior se reforzó con los pactos de familia, tratados
internacionales que vinculaban los intereses españoles a los franceses. Como consecuencia de estos
pactos, España se enemistó con Gran Bretaña, pues rivalizaron por el dominio de las rutas atlánticas.
El Primer Pacto de Familia se firmó en El Escorial en 1733. Luis XV de Francia buscaba en España
un aliado para la guerra de Sucesión de Polonia contra Austria, a cambio de apoyar sus
reivindicaciones frente a Gran Bretaña sobre Gibraltar y Menorca, perdidas en el Tratado de Utrecht.
Asimismo, España pretendía Nápoles y Sicilia, posesiones austriacas, para el infante Carlos. La
conquista de estos dos territorios convirtió al hijo de Felipe V en Carlos VII, rey de Nápoles y de las
Dos Sicilias en 1734.
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El Segundo Pacto de Familia se firmó en Fointainebleau en 1743, en plena disputa entre España y
Gran Bretaña por la hegemonía naval en as colonias americanas. En Europa había estallado una guerra
de sucesión en Austria. Francia se comprometió de nuevo a ayudar a España contra Gran Bretaña, a
afianzar a Carlos VII en el trono de Nápoles y a garantizar los ducados de Parma y Plasencia para el
infante Felipe. Este fue proclamado duque por el Tratado de Aquisgrán, que puso fin a la guerra en
1748.
Durante el reinado de Fernando VI se siguió una estrategia de neutralidad. Pero esta postura no pudo
mantenerse mucho tiempo, ya que el expansionismo británico amenazaba los territorios americanos,
por lo que su sucesor, Carlos III, tuvo que acordar con el rey francés Luis XV el Tercer Pacto de
Familia, firmado en París en 1761. Como consecuencia de esta nueva alianza, participó en la guerra
de los Siete Años (1756-1763) con resultados desfavorables. Por la Paz de
París (1763) tuvo que ceder la península de Florida y los territorios norteamericanos al este del río
Misisipi a los británicos. A cambio, los franceses entregaron Luisiana a Carlos III. En 1783, la guerra
de Independencia estadounidense le permitió recuperar parte de Florida y Menorca.
3.1 Las reformas en la política exterior
Felipe V llevó a cabo reformas para modernizar la administración de la política exterior y la
diplomacia. Creó la Secretaría de Estado de Asuntos Extranjeros, que se hizo cargo de la diplomacia.
Asimismo, durante el siglo XVIII, la diplomacia española tuvo representantes en los principales
países (Francia, Portugal, Gran Bretaña, Estados Pontificios, etc.)
4.- LAS RELACIONES ENTRE IGLESIA Y ESTADO. LA EXPULSIÓN DE LA COMPAÑÍA
DE JESÚS
(JESUITAS)
El absolutismo llevó a los Borbones a querer controlar todos los asuntos que afectaban al reino,
incluidos los de la Iglesia. Este control se basaba en la doctrina del regalismo, que reafirmaba la
autoridad y las prerrogativas reales de la monarquía frente a los intereses eclesiásticos ligados a la
Santa Sede, lo que suponía un mayor control del Estado sobre la Iglesia.
Tanto Felipe V como Fernando VI intentaron afirmar sus regalías. Así, uno de los mayores logros
para la monarquía fue la firma del Concordato con la Santa Sede de 1753, que concedía a los reyes
españoles la prerrogativa de nombrar a la mayoría de los cargos eclesiásticos, lo que representaba un
importante incremento del poder real.
Expulsión de los Jesuitas 1767. Causas: Los jesuitas eran considerados agentes papales por su cuarto
voto de servicio al Papa, ocupando cargos en la enseñanza y las finanzas, en 1758 se les había
expulsado de Portugal y en 1764 de Francia. Además existía un conflicto de poder entre diferentes
grupos y jesuitas por los principales cargos de la administración. Recordar el problema de las
reducciones guaraníes con participación de jesuitas en 1754-6. El desencadenante final fue acusarles
de los motines de 1766. Desarrollo: Se formó una comisión presidida por Aranda para averiguar las
causas del motín de 1766, Campomanes redacta un informe en el que se acusa claramente a los
Jesuitas de ser los instigadores entre otras muchas acusaciones incluyendo el regicidio. En el fondo
los jesuitas fueron un cabeza de turco excepcional, era necesario culpar a alguien y para no enfrentarse
a la nobleza y al pueblo que también participaron culparon sólo a los jesuitas. Consecuencias: No
pudieron evitar que fueran sustituidos en sus cargos por otros religiosos como los Capuchinos, fueron
expulsados del territorio peninsular, y en 1777 de los territorios americanos.
5. CARLOS III Y EL DESPOTISMO ILUSTRADO
En 1759, Fernando VI murió sin descendencia, y la corona pasó a su hermanastro Carlos VII de
Nápoles, que renunció al trono italiano para ser proclamado rey con el nombre de Carlos III. Carlos
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III profundizó las reformas ya iniciadas por sus antecesores gracias a la aplicación del despotismo
ilustrado, con la ayuda de políticos y colaboradores ilustrados, como Aranda, Campomanes, Olavide,
Floridablanca o Jovellanos. El despotismo ilustrado era un absolutismo benefactor que, sin atentar
contra los fundamentos sociales y políticos del Antiguo Régimen, aplicaba reformas basadas en las
ideas ilustradas de racionalización y progreso para, bajo el lema de « Todo para el pueblo pero sin el
pueblo», promover el bienestar de los súbditos. Los objetivos prioritarios del reformismo borbónico
fueron la economía, la educación y la cultura.
Desde los inicios de su reinado, el moderado programa de reformas de Carlos 111 sufrió una fuerte
oposición por parte tanto de los grupos privilegiados como de las capas populares. En este contexto
se produjo en 1766 el motín de Esquilache, así conocido por el nombre del secretario de Hacienda de
Carlos 111, el italiano marqués de Esquilache que, entre diversas medidas modernizadoras, prohibió
el uso de la capa larga y el sombrero de ala ancha, pues el anonimato que proporcionaba esta
indumentaria facilitaba los actos delictivos. La aprobación de esta norma, en un contexto de carestía
de alimentos y de alza del precio del pan, provocó una revuelta popular en Madrid y otras ciudades.
Carlos III se vio obligado a aceptar la anulación de la norma, la bajada del precio de los alimentos y
el destierro de Esquilache.
5.1. El reformismo económico
Aunque en el siglo XVIII España siguió siendo un país económicamente atrasado respecto a las
transformaciones que se estaban realizando en Europa, la acción reformista de los Borbones y la
relativa paz de esta época contribuyeron a conseguir la estabilidad económica.
La agricultura tradicional, a la que se dedicaba en torno al 80 % de la población, era la principal fuente
de riqueza y trabajo, a pesar de su bajo rendimiento. Estaba condicionada por el régimen de propiedad
y explotación de la tierra, cuyo marco jurídico era de origen feudal. Por ello, el 65 % de los
campesinos eran arrendatarios, colonos o jornaleros.
Gran parte de las tierras cultivables eran latifundios mal aprovechados o sin explotar, tierras
amortizadas propiedad de la nobleza y la Iglesia, que las arrendaban para su cultivo, pero que, al estar
vinculadas a sus propietarios, no se podían vender ni comprar. Además, nobleza y clero recibían, a
través de impuestos y derechos señoriales, la mayor parte de la producción obtenida por los
campesinos, ingresos que no usaban para renovar las técnicas y aumentar la productividad de la
agricultura.
Los escasos excedentes de la agricultura limitaban la capacidad de compra y dificultaban los
intercambios. La industria tradicional, el taller artesanal, continuaba sometida al régimen gremial que
controlaba la producción y los precios, impidiendo la competencia y la introducción de nuevas
técnicas. Además la producción industrial era escasa; el sistema de transportes, deficiente, y debido
a la existencia de aduanas internas los intercambios quedaban circunscritos al ámbito local o
comarcal.
5.1.1 Los proyectos de reforma agraria
El principal problema de la agricultura española en el Antiguo Régimen radicaba en unos
rendimientos muy bajos que en épocas de inclemencias climáticas y malas cosechas, provocaban
crisis de subsistencias. Era una agricultura atrasada que utilizaba técnicas y métodos de cultivo aún
muy primitivos.
Una de las principales causas de este problema era el régimen de propiedad de la tierra. La mayor
parte de las tierras cultivables estaban amortizadas, es decir, sus titulares podían disponer libremente
de sus frutos o de las rentas que generasen, pero no podían desprenderse de ellas, venderlas o donarlas.
Por tanto, apenas había tierra en el mercado que pudiera ser adquirida por quien tuviera medios e
interés para mejorar su cultivo.
La mayor parte de las tierras amortizadas pertenecían a la Iglesia, a la nobleza y a los municipios.
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Gran parte de las tierras amortizadas estaban en manos de la IGLESIA (manos muertas) o de la
NOBLEZA (vinculadas a mayorazgos), quienes sólo explotaban directamente una pequeña parte,
arrendando el resto a campesinos en pequeñas parcelas.
Los campesinos no invertían en mejoras para incrementar la productividad por dos razones: porque
no tenían medios, debido a los numerosos impuestos y rentas que tenían que pagar (al Rey, a la Iglesia,
al señor), y porque no tenían interés en ello, ya que, al no ser la tierra de su propiedad, apenas se
beneficiaban de sus ganancias.
Además, un porcentaje significativo de tierra amortizada pertenecía a los MUNICIPIOS , como
“bienes de propios”, tierras de labor cedidas para su explotación a particulares a cambio del pago de
una renta al municipio, o como “bienes comunales”, la mayoría prados o bosques de aprovechamiento
común y gratuito por todos los vecinos.
En la segunda mitad del siglo XVIII, el incremento de los rendimientos agrícolas se convirtió en una
necesidad imperiosa en un contexto de crecimiento demográfico, pues la población aumentaba y con
ella la demanda de productos agrarios.
En época de Carlos III se adoptaron una serie de reformas para conseguirlo, la mayor parte tenía como
objetivo el ideal ilustrado de formar una clase de pequeños propietarios campesinos, motivados para
trabajar, interesados en la mejora de sus tierras, y buenos contribuyentes.
Algunas de las más importantes fueron:
1. El arrendamiento de tierras municipales a campesinos que tuvieran medios para trabajarlas. Fue
una medida insuficiente por estar limitada a ciertas zonas de Castilla, y fracasó en sus propósitos
por la corrupción de las oligarquías municipales encargadas de aplicarla.
2. Las colonizaciones de nuevas tierras, planificadas y financiadas por la Corona, entre las que
destacaron las de Sierra Morena, promovidas por el intendente Olavide: seis mil colonos
centroeuropeos fueron asentados en pueblos de nueva creación en Andalucía para repoblar tierras
vacías y acabar con el bandolerismo en Sierra Morena.
3. La mejora de los regadíos con la construcción de canales (Canal de Aragón, Canal de Castilla) y
pantanos.
4. La reducción de privilegios de la Mesta.
Sin embargo, todas las medidas fueron parciales e insuficientes, propias de un reformismo ilustrado
que pretendía adaptar las estructuras del Antiguo Régimen a las nuevas necesidades sin atentar contra
los intereses de los estamentos privilegiados.
Nunca se llevó a cabo una reforma profunda de las estructuras agrarias del país que implicaba una
desamortización de la tierra, pues el proyecto de Ley Agraria que la proponía, redactado finalmente
por Jovellanos bajo el nombre de Informe al expediente de la ley agraria, llegó tarde, en 1794, en el
reinado de Carlos IV, cuando el temor a la revolución ya impedía cualquier reforma.
5.1.2 las reformas en la producción industrial
Carlos III intentó profundizar las reformas iniciadas por sus predecesores para incentivar y
modernizar la producción industrial y el comercio. En el siglo XVIII aún pervivían los talleres
artesanales organizados por gremios que defendían sus intereses y regulaban la competencia entre
ellos, fijando los precios, la calidad de las materias primas y el diseño de los artículos, y que impedían
la libre creación de nuevos talleres. Este control dificultaba las innovaciones y la expansión de la
industria.
Las medidas tomadas durante el reinado de Carlos III para limitar los privilegios gremiales, que
culminaron con la libertad para ejercer cualquier oficio en 1790, ayudaron a desarrollar algunas
manufacturas e impulsaron nuevas formas productivas, como las fábricas de indianas.
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En Cataluña se produjo una expansión de las manufacturas de indianas, pues existía una industria
textil al margen del control gremial. Dicha industria se había beneficiado de la prohibición de la
monarquía de importar tejidos de algodón en el primer tercio del siglo XVIII.
Las fábricas de indianas supusieron un cambio en el sistema de producción textil artesanal, ya que
sirvieron de base para las primeras fábricas de tejidos a gran escala. Los primeros telares mecánicos
se introdujeron en 1780, gracias a la inversión de capitales procedentes del comercio o de la
agricultura de exportación. Además de un gran crecimiento económico, esto supuso que se iniciara
en Cataluña el proceso de industrialización de España.
Por otro lado, las manufacturas reales o Reales Fábricas, que elaboraban productos para la Corte
(porcelanas, tapices, sedas, armas ... ), tuvieron como fin evitar la importación de artículos de lujo, si
bien su beneficio económico muchas
veces fue insignificante.
5.1.3 El comercio interior y colonial
La economía española, basada en la agricultura de autoconsumo, impedía el desarrollo comercial. El
comercio interior se basaba en el intercambio de los excedentes agrarios por la producción de los
talleres artesanales en un ámbito local o comarcal. El bajísimo nivel de vida de la mayor parte de la
población bloqueaba la expansión de los intercambios, que, además, eran dificultados por la precaria
e insegura red de caminos.
La política de reforma del comercio se concretó en una serie de medidas de carácter liberalizador,
como la supresión de las aduanas interiores o la libertad de precios y de circulación del grano (1765).
En cuanto al comercio colonial, durante buena parte del siglo la Casa de Contratación siguió teniendo
su monopolio, que ejercía desde el puerto de Cádiz. Este comercio se regía por el pacto colonial: las
colonias eran proveedoras de metales preciosos y productos de plantación (azúcar, cacao, algodón,
café ...) y compraban las manufacturas y los artículos que les enviaba España (tejidos, aceite, vino ...
).
Aun así, el comercio con América estaba controlado en gran parte por capital extranjero y la mayor
parte de sus beneficios se dedicaba a la importación de mercancías europeas, dada la poca capacidad
productiva de la industria española. La revitalización del comercio colonial era básica para reactivar
la economía. Por ello, fue muy importante el avance de la marina para asegurar las flotas y hacer
frente a la competencia británica y a los ataques de los piratas.
Asimismo, siguiendo con la política reformista liberalizadora, se introdujo progresivamente la
libertad de comercio con América, desde el fin del monopolio del puerto de Cádiz en 1765 hasta la
libertad total para todos los puertos españoles y americanos decretada en 1778.
La liberalización del comercio propició un auge del tráfico colonial y una prosperidad inusitada en
algunas zonas. Fue el caso de Cataluña, que vio incrementar el comercio, especialmente de productos
autóctonos como el aguardiente, las indianas o el vino. Aun así, las guerras de fin de siglo permitieron
que británicos y norteamericanos se apoderaran del comercio americano, cuyo control España ya no
volvió a recuperar.
Por lo demás, el comercio exterior con Europa se limitó a la exportación de lana castellana, a la que
se sumaron productos mediterráneos como el vino, el aguardiente y los frutos secos.
5.1.4 Las infraestructuras y las comunicaciones
Otro motivo de preocupación era la precariedad de la red de caminos. Las vías más comunes eran los
caminos carreteros, para el paso de carretas, y los de herraduras, para las personas a pie o a caballo.
Durante el reinado de Carlos III se llevó a cabo un plan de caminos con el objetivo de facilitar el
comercio interior. Se diseñó una red radial con centro en Madrid, cuyo objetivo era enlazar la capital
con Andalucía, Cataluña, Valencia y Galicia. Se construyeron numerosos tramos de nuevas vías y se
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mejoraron otras con caminos anchos y generalmente pavimentados para el paso de todo tipo de
carruajes. Sin embargo, al ser una red radial, no se solucionaron los problemas de comunicación en
los caminos secundarios que unían el interior de las provincias, ni entre unas regiones y otras, por lo
que quedaron muchas zonas mal comunicadas, lo que perjudicó el comercio entre ellas.
6. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA
La Ilustración fue un movimiento cultural e ideológico que se difundió por Europa durante el siglo
xvm. La característica básica de esta nueva corriente de pensamiento era una ilimitada confianza en
la razón. Ni la autoridad, ni la tradición, ni la revelación pueden sustituir a la razón. Los ilustrados
creían que los hombres, conducidos por su inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que para
ellos era la base de la felicidad. Por ello se mostraban firmes partidarios de la educación y del
progreso.
La entrada en España de las ideas ilustradas fue lenta y difícil. Su difusión, en la primera mitad del
siglo, estuvo obstaculizada por la ausencia de una amplia burguesía, el conservadurismo de los medios
intelectuales universitarios y el enorme peso de la Iglesia. No obstante, se fueron introduciendo
lentamente hasta madurar en la segunda mitad.
6.1 La primera Ilustración: novadores y proyectistas
Existió una protoilustración encabezada por los llamados novatores o novadores, como se denominó
a un grupo minoritario de pensadores y científicos españoles de finales del siglo XVII y comienzos
del XVIII. Se trataba de un movimiento de renovación cultural, asentado principalmente en
disciplinas científicas elementales como la medicina y la química. Se fraguó en ciudades como
Madrid, Zaragoza, Sevilla o Valencia. Los proyectistas constituyeron una corriente de pensamiento
dentro de la Ilustración, heredera del arbitrismo del Siglo de Oro.
Se caracterizó por su talante reflexivo y un espíritu optimista fruto de la mejora económica y
demográfica de España, y por el deseo de emular los logros de otras potencias europeas. Sus
propuestas se concretaron en proyectos a largo plazo en torno a la recuperación económica del
Imperio español durante los reinados de Fernando VI y de Carlos III.
Aproximadamente después de la guerra de Sucesión y hasta mediados de siglo se habla de una nueva
etapa que puede considerarse como una primera Ilustración. Sus protagonistas fueron un grupo de
intelectuales que cultivaron principalmente el ensayo y la historia, el pensamiento político, social y
económico, y la ciencia.
Entre los que atendieron el género ensayístico e histórico debemos citar a Benito Jerónimo Feijoo y
a Gregorio Mayans. El primero abordó los temas que preocupaban al país, divulgó el pensamiento de
otros, censuró la superstición y llamó la atención sobre el atraso de las universidades. Mayans, por su
parte, defendió un enfoque crítico de la historia, apelando a la necesidad de acudir a las fuentes. En
el ámbito político, social y económico destacó Jerónimo de Ustáriz, que planteó diferentes análisis
para conocer la realidad económica de España y aplicar nuevas soluciones.
Entre los representantes del mundo de la ciencia, sobresalieron Antonio de Ulloa, fundador del Museo
de Ciencias Naturales de Madrid, y Jorge Juan, creador del Real Observatorio Astronómico. Ambos
participaron, como hacían los científicos de otros países, en una expedición científica y política al
continente americano.
6.2 La plena Ilustración
En la segunda mitad del siglo XVIII, la Ilustración alcanzó mayor desarrollo y la plena madurez
durante el reinado de Carlos III. Se abrió paso con dificultad y fue un movimiento minoritario.
10
Prosperó en aquellos lugares en los que ya existía una infraestructura adecuada (bibliotecas, imprenta,
comunicaciones con el exterior, centros de enseñanza superior, un sector terciario desarrollado, etc.),
más frecuente en los núcleos del litoral peninsular que en el interior de la Península.
Los autores ilustrados reflexionaron sobre la manera de mejorar la situación global del país,
potenciaron el estudio de las disciplinas científicas, diseñaron reformas urbanas, revalorizaron el
trabajo y atendieron cuestiones económicas. Destacaron diversos focos:
• Asturias y la cornisa cantábrica. Recogieron la herencia de Benito Feijoo.
• Sus dos principales figuras fueron Pedro Rodríguez de Campomanes, ministro con Carlos III, y
Gaspar Melchor de Jovellanos, preocupado por la situación de la enseñanza y por solucionar el
problema agrario español, que ejerció su actividad principalmente durante el reinado de Carlos IV.
• Guipúzcoa. Se creó la primera Sociedad Económica de Amigos del País a instancias de los
Caballeritos de Azcoitia ( conde de Peñaflorida, José de Eguía, etc.).
• Valencia. Su punto de partida fue el grupo de los novadores y Gregorio Mayans. A él pertenecieron
Jorge Juan y Antonio José Cabanilles, director del Jardín Botánico de Madrid.
• Barcelona. Las nuevas ideas fueron difundidas por la Academia de Buenas Letras y la Junta de
Comercio de Barcelona. La figura más relevante es Antonio de Campmany.
• Sevilla. Se formó un nutrido grupo de ilustrados en tomo a Pablo de Olavide.
• Galicia. Los autores ilustrados surgieron en la universidad de Santiago de Compostela y los puertos
marítimos.
• España interior. De la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y de las aulas de la
Universidad de Salamanca salieron prominentes intelectuales (José Cadalso y el poeta Meléndez
Valdés); Madrid atrajo a ilustrados de otras partes de España.
6.3 El despotismo ilustrado
Durante la segunda mitad del siglo XVIII algunos monarcas absolutistas, influidos por las ideas de la
Ilustración que se difundían por Europa, intentaron llevarlas a la práctica.
Esta nueva manera de gobernar se conoce como despotismo ilustrado. Sin abandonar los principios
esenciales del absolutismo monárquico, la nueva teoría procuraba una justificación inédita, esta vez
racional, del poder del monarca.
Su lema, «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», ponía de manifiesto el hecho de que los monarcas
ilustrados no renunciaban a su soberanía absoluta y seguían concentrando todos los poderes del
Estado. Sin embargo, consideraron que la finalidad esencial de la monarquía era lograr la felicidad y
el bienestar de sus súbditos.
Para conseguirlo debían ejercer un correcto gobierno e intervenir en las actividades económicas con
el objetivo de estimular la producción y aumentar la riqueza del reino y, por tanto, de sus habitantes.
De esta manera actuaron monarcas como José II de Austria, Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia
y, también, Carlos III de España. En 1759 accedió al trono español Carlos III, hermanastro de
Fernando VI, que había fallecido sin descendencia.
6.4. El nuevo concepto de educación
A mediados del siglo XVIII la enseñanza presentaba un atraso muy acusado:
• La enseñanza primaria era muy deficiente y los métodos de enseñanza rutinarios y alejados de todo
lo que significase observación y experimentación. Los mejores colegios pertenecían a la Compañía
de Jesús, y su expulsión facilitó el control de la Corona en la enseñanza:
• La enseñanza secundaria recibió un impulso con la reorganización del seminario de nobles y la
fundación de los reales estudios de San Isidro en Madrid.
11
• Las universidades escapaban al control de la monarquía debido a sus privilegios. Los estudios
universitarios fueron renovados a partir del plan de estudios de Pablo Olavide (1769), que defendió
que la enseñanza superior debía ser un servicio público, con el objetivo de formar individuos para el
servicio del Estado. Su proyecto incorporó nuevos saberes de carácter científico (Biología, Física,
Geometría, Matemáticas), que completaban los tradicionales de Derecho, Filosofía, Teología y
Medicina.
Su reforma universitaria también afectó a los colegios mayores (Salamanca, Valladolid y Alcalá de
Henares), concebidos como centros de reclutamiento para los altos cargos de la Administración.
A imitación de Francia, los reyes fundaron academias con el objetivo de actuar como organismos de
discusión científica y de codificación de las ciencias. En 1713 se fundó la Real Academia de la
Lengua; en 1738, la Real Academia de la Historia; y en 1744, la de Bellas Artes de San Femando.
También se crearon el jardín botánico y el observatorio astronómico en Madrid. Otras decisiones
relacionadas con la modernización de la enseñanza fueron la creación de la Academia de Artillería,
la Librería Real, antecedente de la Biblioteca Nacional, y el Gabinete Real de Máquinas, presidido
por el canario Agustín de Betancourt.
Como consecuencia del interés científico del momento, el marino Alejandro Malaspina llevó a cabo
una de las expediciones más destacadas del periodo: un viaje por numerosos territorios españoles en
América, Asia y Oceanía con un equipo de dibujantes, botánicos y cartógrafos.
6.5. Las Sociedades Económicas de Amigos del País
Las Sociedades Económicas de Amigos del País aparecieron en España en la segunda mitad del siglo
XVIII con el propósito de contribuir a la difusión de los conocimientos científicos, técnicos y de las
nuevas ideas de la Ilustración.
La primera fue la Sociedad Bascongada de Amigos del País, fundada en 1763 a instancias del conde
de Peñaflorida. Proliferaron en numerosas provincias, como centros de carácter cultural y económico,
pretendiendo el desarrollo económico de una comarca o una región. Las sociedades económicas
fomentaron la educación, las ciencias útiles, la creación de bibliotecas y el estudio de problemas del
comercio, la industria y la agricultura. La mayoría de sus integrantes fueron nobles y clérigos
(sectores privilegiados) interesados en el adelanto material y técnico de la nación, sin cuestionar en
ningún momento los pilares del Antiguo Régimen.
A lo largo del reinado de Carlos III se constituyeron más de sesenta sociedades, algunas tan
desatacadas como la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, establecida por el
mismo monarca en 1775.
6.6. La prensa periódica
La prensa periódica fue un agente fundamental de la propagación del pensamiento ilustrado. En la
primera mitad del siglo xvm surgieron numerosas publicaciones periódicas, todas de vida efímera y
fruto de iniciativas particulares. En 1738 se publicó el Mercurio histórico y político, que imitaba otro
impreso en La Haya y que recogía noticias destacadas del extranjero.
En la segunda mitad de la centuria las publicaciones periódicas fueron más importantes y duraderas.
Algunas de las más destacadas fueron El pensador (1767), que difundió los principios de la
Ilustración; El censor (1781), caracterizado por sus críticas a los propietarios ociosos y las riquezas
de la Iglesia; y el Correo de Madrid, transmisor de conocimientos prácticos y del pensamiento de
numerosos intelectuales europeos (Descartes, Newton, Rousseau, etc.). Estas publicaciones
dispusieron de pocos suscriptores; si Madrid fue el centro más activo en las actividades periodísticas,
en el resto de las provincias españolas la acogida fue muy reducida.

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Unidad 4

  • 1. 1 UD 4: ESPAÑA EN LA ORBITA FRANCESA: EL REFORMISMO DE LOS PRIMEROS BORBONES (1700 - 1788) El siglo XVIII confirmó la pérdida de la influencia de la Monarquía Hispánica en Europa. La muerte del último de los Austrias supuso la entronización de la dinastía de los Barbones, la unificación política y la consolidación del absolutismo en todos los territorios de la monarquía. Los nuevos monarcas intentaron modernizar la administración del Estado y los aspectos más tradicionales de la sociedad, todo bajo la influencia de las nuevas ideas de la Ilustración. 0.- EJE CRONOLÓGICO: 0.1. LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA A lo largo del siglo se produjo un crecimiento demográfico moderado pero constante, que conocemos gracias a los censos de población (censo de Aranda, 1768; censo de Floridablanca, 1787). Estos recogen un aumento aproximado del 50 % de la población, de los 7 millones de habitantes en las primeras décadas del siglo a los 10,5 millones a finales de siglo. El incremento fue mayor en las regiones periféricas como Cataluña, Valencia o Cantabria, más dinámicas, que en las zonas más estancadas del interior. El crecimiento sostenido se explica porque, a pesar de las elevadas tasas de natalidad (42%0) y mortalidad (38%0), retrocedió la mortalidad catastrófica, debido al fin de las epidemias de peste del siglo XVII, a las mejoras en la producción de alimentos y a la ausencia de guerras, tras la de Sucesión. Las mejoras sanitarias y urbanísticas llevadas a cabo por los Borbones también contribuyeron a este crecimiento, aunque en menor medida. Aun así, se produjeron brotes epidémicos (viruela, tifus ... ) y crisis demográficas periódicas, como la de 1762-1765, causada por las malas cosechas, que dieron lugar a una crisis de subsistencia, y la de la década de 1780, cuando se combinaron una crisis de subsistencia y una epidemia. El crecimiento demográfico se concentró en las ciudades. Madrid pasó de unos 11000 habitantes a inicios de siglo a 180000 a finales; Barcelona superó los 100000 habitantes; Sevilla, los 90000, y Cádiz, los 70000. 1. LA GUERRA DE SUCESIÓN En el año 1700 murió sin descendencia directa Carlos II, el último rey de la Casa de Austria. Ante la evidencia de que el rey no iba a dejar ningún heredero a causa de sus problemas de salud, durante las últimas décadas del siglo XVII, las principales potencias europeas desencadenaron una ofensiva diplomática para ganarse la débil voluntad del monarca y colocar en el trono a un potencial aliado de sus intereses.
  • 2. 2 Los dos principales candidatos a ocupar el trono tenían relación dinástica con la Monarquía Hispánica: Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, era también biznieto del rey Felipe IV, y Carlos de Habsburgo, hijo del emperador germánico, era nieto de una hermana de Felipe IV. En su testamento Carlos II designó como sucesor al candidato francés, que fue coronado en 1701 con el título de Felipe V. La elección de Felipe de Borbón, con derechos sucesorios al trono francés, rompió el principio del equilibrio europeo que regía las relaciones internacionales. Subordinó la Corona española a la política francesa, fortaleció el poder de los Barbones en Europa y provocó la lucha por la hegemonía europea y por el control del comercio colonial americano. Gran Bretaña, Holanda y Portugal temían el enorme poder que acumularían los Barbones en caso de confirmarse una alianza entre París y Madrid, por lo que formaron la Alianza de La Haya, apoyaron a Carlos de Habsburgo y declararon la guerra a Éspaña y Francia. De esta forma, la sucesión al trono español pasó a ser un grave conflicto internacional La cuestión sucesoria también dividió los territorios españoles peninsulares. Aunque al principio se reconocieron los derechos al trono de Felipe V y fue jurado por las diversas Cortes de sus reinos, el nuevo rey no tardó en despertar los recelos de la Corona de Aragón por las actitudes centralistas y absolutistas de la nueva dinastía. La Corona de Aragón acabó respaldando al archiduque Carlos; Castilla, en cambio, siguió apoyando a Felipe V. 1.1. El desarrollo de la guerra La guerra de Sucesión, que comenzó en 1702, fue al mismo tiempo una contienda civil, pues enfrentó a Castilla y a la Corona de Aragón, y un conflicto europeo, ya que en ella participaron varios países del continente. Los primeros años del conflicto fueron favorables al bando austríaco, pero en 1707 este sufrió una importante derrota en la batalla de Almansa, que permitió al bando borbónico recuperar el control del reino de Valencia y, poco después; el de Aragón. A partir de este momento, solo Cataluña siguió luchando en el bando del archiduque Carlos. En cambio, en el plano europeo, las fuerzas estuvieron muy equilibradas hasta 1711. Ese año la guerra dio un giro definitivo, cuando el archiduque Carlos fue nombrado emperador germánico tras la muerte de su hermano José l. Este nombramiento rompió la Alianza de La Haya, pues los demás países temían que, si Carlos ganaba la guerra, el Imperio germánico y España se unieran bajo un solo monarca, se reconstruyera el imperio de Carlos I y se desequilibrara el mapa europeo. Así, Gran Bretaña y Holanda dieron por finalizadas las hostilidades y firmaron la paz. Aun así, la guerra continuó en Barcelona y en otras zonas de Cataluña hasta el 11 de septiembre de 1714, cuando las tropas de Felipe V conquistaron la ciudad de Barcelona, que había estado sitiada durante catorce meses. En 1715 conquistaron Mallorca. La resistencia catalana se explica por su negativa a aceptar la supresión de sus fueros e instituciones, tal y como les había ocurrido a Aragón y Valencia. Esta supresión fue recogida en los Decretos de Nueva Planta, que se habían aprobado para estos territorios en 1707, y que se iban a promulgar para Mallorca en 1715 y para Cataluña en 1716, una vez finalizada la guerra. 1.2. La Paz de Utrecht: el nuevo equilibrio europeo La paz se firmó con el Tratado de Utrecht (1713), que reconoció a Felipe V como rey de España a cambio de su renuncia explícita a sus derechos sucesorios sobre la Corona francesa y a las últimas posesiones de España en Europa. La principal consecuencia para España fue la pérdida de su papel predominante en Europa y en el ámbito mediterráneo. Así, España cedió Gibraltar y Menorca, que pasaron a Gran Bretaña. También abandonó Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña, que quedaron en poder de Austria, y Sicilia, que entregó a Saboya. El nuevo mapa de Europa configurado con estos cambios territoriales restablecía el equilibrio político continental, basado en la existencia de dos ejes de poder, situados en Viena y París, lo suficientemente igualados como para evitar la hegemonía.
  • 3. 3 Gran Bretaña fue la verdadera potencia ganadora del conflicto, ya que, además de nuevas posesiones territoriales, obtuvo privilegios comerciales con la América española, como la exclusividad de la trata de esclavos y el derecho a enviar un navío anual para comerciar con las colonias americanas, que sirvieron para romper el monopolio mantenido hasta entonces por la Corona española. Los británicos recibieron un impulso para extender su imperio colonial por América, el Mediterráneo y Oriente. 2. LOS CAMBIOS INSTITUCIONALES la España preborbónica se asentaba en el concepto de Imperio como conglomerado de reinos: cada uno de los reinos hispánicos tenía su estructura económica y política, su legislación propia, sus lenguas y costumbres. Felipe V se amparó en la rebelión de la Corona de Aragón para imponer los Decretos de Nueva Planta; su objetivo era crear un Estado centralizado, fuerte y unido, y para ello extendió al resto de los reinos españoles la organización castellana, sólo Navarra y las Vascongadas conservaron sus fueros tradicionales. En 1707 se publicó el primer decreto que afectaba a Aragón y Valencia, y que iba a sentar las bases de los restantes. El segundo Decreto apareció en 1716 para Cataluña. Las Baleares también se vieron afectadas por la Nueva Planta, aunque de manera más leve. A nivel político desaparecieron las Cortes de la antigua Corona de Aragón, que eran la garantía de autonomía frente al poder central; Felipe V las integró en un único organismo llamado Cortes Generales del Reino. A nivel judicial, se crean las Audiencias como órganos de administración de justicia en derecho criminal y civil bajo la autoridad del Capitán General. 2.1 Administración central. El objetivo de Felipe V era sustituir el sistema polisinodial por una administración centralizada. Se organizó un gabinete similar al de Francia —con un Intendente General de Hacienda y varios secretarios—, de modo que las Secretarías recogieron las funciones de los Consejos. En 1707 fueron suprimidos los Consejos de Flandes, Italia y Aragón, mientras que consejos como el de Hacienda, Guerra, Estado, Inquisición e Indias perdieron muchas de sus atribuciones. El único consejo robustecido fue el Consejo de Castilla, que quedó como una especie de Ministerio de Interior. 2.2 Administración territorial. Su reforma es parte de los Decretos de Nueva Planta. Los virreinatos de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña se convirtieron en Capitanías Generales dirigidas por un Capitán General, que ejercía su autoridad en las Audiencias. Para la administración provincial fueron creadas las Intendencias —y con ellas la figura del Intendente—. Tenían funciones militares, hacendísticas, en materia de justicia, policía y obras públicas. El Intendente era un puente entre el Consejo de Castilla y los poderes locales, eran reclutados por el Rey a través de sus secretarios. La creación de las intendencias contribuyó a la división administrativa de España en provincias, así pues, aparece la primera división provincial moderna con 32 provincias, siendo cada una el ámbito de una intendencia. 2.3 Administración local. Su reforma se realizó por medio de los Decretos de Nueva Planta en Aragón y Cataluña, pero también alcanzó al País Vasco y Navarra. Se intentó adaptar el sistema municipal de la Corona de Aragón —fundamentado en los Consells— al sistema castellano basado en los Corregimientos; al frente de ellos estaba el Corregidor —representante del poder real que presidía el Ayuntamiento—, acompañado por otros funcionarios como los regidores, que sustituían a los Consellers; los Alcaldes sustituyeron también a los Justicias. Si los municipios eran grandes, el Rey elegía los cargos, pero si eran pequeños eran propuestos por el Ayuntamiento. 2.4 La Hacienda. En materia hacendística Felipe V pretendía dos objetivos: contrarrestar el desigual pago con que Castilla y Aragón contribuían al Erario Público y obtener mayores ingresos. Para ello, dentro de la reforma de la Nueva Planta, estableció nuevos impuestos llamados el "catastro" en Cataluña, el "equivalente" en Valencia, la “contribución real" en Aragón y la "talla" en Mallorca; por estos impuestos se pagaba anualmente una cantidad distribuida entre los contribuyentes a partir de
  • 4. 4 beneficios industriales, del comercio y del trabajo personal. Los resultados de la reforma de la Hacienda con Felipe V fueron buenos, y el 10 octubre de 1749 Ensenada decidió dar un paso adelante y promulgó una Real Cédula que aprobaba el Decreto de Única Contribución. Con él se pretendía reducir a una sola contribución los impuestos personales y las llamadas rentas provinciales (alcabala, cientos y millones), contribuyendo cada persona en proporción a sus recursos. Para conocer los recursos de sus habitantes puso en marcha el Catastro de la Corona de Castilla, que fue completado en 1754, mismo año en el que creó el Departamento de Hacienda. Para apoyar la reforma hacendística se creó una especie de banco estatal, llamado Real Giro, con sede en Madrid, que se encargaba de hacer las transferencias fuera de España. Sin embargo, una serie de protestas propiciaron la caída de Ensenada del poder y con él paralizaron el proyecto de Única Contribución y el Real Giro. Por otra parte, durante la primera mitad del siglo los monarcas pretendieron favorecer la economía con una política mercantilista, que suponía la intervención del Estado para dirigir, proteger e impulsar la actividad económica, sobre todo el comercio. En el marco de esta nueva política, se suprimieron las aduanas internas con el objetivo de facilitar el comercio interior. Se reorganizó el monopolio del comercio con América y se estimuló la creación de Compañías Privilegiadas de Comercio a las que el Estado concedía, a cambio de dinero, el monopolio sobre algunas rutas o productos. 2.5 Reforma del ejército y de la armada. En 1704 el nuevo monarca inició la reforma del ejército: se impuso el reclutamiento militar obligatorio para hombres entre 18 y 30 años, se sustituyeron los Tercios por Regimientos al frente de los cuales estaba un coronel; los coroneles eran elegidos por el Rey, mientras que los oficiales se elegían entre los caballeros y aquellos que vivieran noblemente, y los sargentos eran elegidos entre el pueblo llano. Hubo otra reforma en 1734 por la cual el reclutamiento forzoso se haría sólo cuando el ejército no se cubriese con voluntarios. En 1770 se implantaron las quintas reales. Carlos III también trató de modernizar el ejército, y para ello tomó como modelo Prusia. Se enviaron oficiales para estudiar el sistema militar prusiano de Federico el Grande. Fundó la Academia Militar de Ávila —infantería, caballería e ingenieros—. La artillería contó con una Academia en Segovia fundada en 1764. Felipe V, a través de Patiño, sentó las bases de la reforma de la armada que cristalizaría con el Marqués de la Ensenada, el cual amplió los astilleros en Cádiz, Ferrol y Cartagena, donde creó tres arsenales reales. Se tendió a copiar los navíos franceses, grandes y rápidos. A partir de 1750 Jorge Juan impulsó el modelo británico, sólido y con gran potencia de fuego. En 1760 España contaba con 47 barcos y 21 fragatas, y a finales de siglo contábamos con más de 200 barcos. Era la segunda armada más poderosa del mundo después de la británica. 3. LA POLÍTICA EXTERIOR: LOS PACTOS DE FAMILIA CON FRANCIA Tras perder las posesiones europeas por el Tratado de Utrecht (1713), la monarquía borbónica vio mermada su presencia en Europa. La preocupación de Felipe V se centró en mantener su influencia en el Mediterráneo y recuperar las posesiones italianas que estaban en manos austríacas desde los acuerdos de Utrecht. Tanto el rey como su segunda esposa, Isabel de Farnesio, ambicionaban recobrar los territorios italianos, de donde procedía la reina, para legarlos a sus hijos Carlos y Felipe. La influencia francesa en la política exterior se reforzó con los pactos de familia, tratados internacionales que vinculaban los intereses españoles a los franceses. Como consecuencia de estos pactos, España se enemistó con Gran Bretaña, pues rivalizaron por el dominio de las rutas atlánticas. El Primer Pacto de Familia se firmó en El Escorial en 1733. Luis XV de Francia buscaba en España un aliado para la guerra de Sucesión de Polonia contra Austria, a cambio de apoyar sus reivindicaciones frente a Gran Bretaña sobre Gibraltar y Menorca, perdidas en el Tratado de Utrecht. Asimismo, España pretendía Nápoles y Sicilia, posesiones austriacas, para el infante Carlos. La conquista de estos dos territorios convirtió al hijo de Felipe V en Carlos VII, rey de Nápoles y de las Dos Sicilias en 1734.
  • 5. 5 El Segundo Pacto de Familia se firmó en Fointainebleau en 1743, en plena disputa entre España y Gran Bretaña por la hegemonía naval en as colonias americanas. En Europa había estallado una guerra de sucesión en Austria. Francia se comprometió de nuevo a ayudar a España contra Gran Bretaña, a afianzar a Carlos VII en el trono de Nápoles y a garantizar los ducados de Parma y Plasencia para el infante Felipe. Este fue proclamado duque por el Tratado de Aquisgrán, que puso fin a la guerra en 1748. Durante el reinado de Fernando VI se siguió una estrategia de neutralidad. Pero esta postura no pudo mantenerse mucho tiempo, ya que el expansionismo británico amenazaba los territorios americanos, por lo que su sucesor, Carlos III, tuvo que acordar con el rey francés Luis XV el Tercer Pacto de Familia, firmado en París en 1761. Como consecuencia de esta nueva alianza, participó en la guerra de los Siete Años (1756-1763) con resultados desfavorables. Por la Paz de París (1763) tuvo que ceder la península de Florida y los territorios norteamericanos al este del río Misisipi a los británicos. A cambio, los franceses entregaron Luisiana a Carlos III. En 1783, la guerra de Independencia estadounidense le permitió recuperar parte de Florida y Menorca. 3.1 Las reformas en la política exterior Felipe V llevó a cabo reformas para modernizar la administración de la política exterior y la diplomacia. Creó la Secretaría de Estado de Asuntos Extranjeros, que se hizo cargo de la diplomacia. Asimismo, durante el siglo XVIII, la diplomacia española tuvo representantes en los principales países (Francia, Portugal, Gran Bretaña, Estados Pontificios, etc.) 4.- LAS RELACIONES ENTRE IGLESIA Y ESTADO. LA EXPULSIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (JESUITAS) El absolutismo llevó a los Borbones a querer controlar todos los asuntos que afectaban al reino, incluidos los de la Iglesia. Este control se basaba en la doctrina del regalismo, que reafirmaba la autoridad y las prerrogativas reales de la monarquía frente a los intereses eclesiásticos ligados a la Santa Sede, lo que suponía un mayor control del Estado sobre la Iglesia. Tanto Felipe V como Fernando VI intentaron afirmar sus regalías. Así, uno de los mayores logros para la monarquía fue la firma del Concordato con la Santa Sede de 1753, que concedía a los reyes españoles la prerrogativa de nombrar a la mayoría de los cargos eclesiásticos, lo que representaba un importante incremento del poder real. Expulsión de los Jesuitas 1767. Causas: Los jesuitas eran considerados agentes papales por su cuarto voto de servicio al Papa, ocupando cargos en la enseñanza y las finanzas, en 1758 se les había expulsado de Portugal y en 1764 de Francia. Además existía un conflicto de poder entre diferentes grupos y jesuitas por los principales cargos de la administración. Recordar el problema de las reducciones guaraníes con participación de jesuitas en 1754-6. El desencadenante final fue acusarles de los motines de 1766. Desarrollo: Se formó una comisión presidida por Aranda para averiguar las causas del motín de 1766, Campomanes redacta un informe en el que se acusa claramente a los Jesuitas de ser los instigadores entre otras muchas acusaciones incluyendo el regicidio. En el fondo los jesuitas fueron un cabeza de turco excepcional, era necesario culpar a alguien y para no enfrentarse a la nobleza y al pueblo que también participaron culparon sólo a los jesuitas. Consecuencias: No pudieron evitar que fueran sustituidos en sus cargos por otros religiosos como los Capuchinos, fueron expulsados del territorio peninsular, y en 1777 de los territorios americanos. 5. CARLOS III Y EL DESPOTISMO ILUSTRADO En 1759, Fernando VI murió sin descendencia, y la corona pasó a su hermanastro Carlos VII de Nápoles, que renunció al trono italiano para ser proclamado rey con el nombre de Carlos III. Carlos
  • 6. 6 III profundizó las reformas ya iniciadas por sus antecesores gracias a la aplicación del despotismo ilustrado, con la ayuda de políticos y colaboradores ilustrados, como Aranda, Campomanes, Olavide, Floridablanca o Jovellanos. El despotismo ilustrado era un absolutismo benefactor que, sin atentar contra los fundamentos sociales y políticos del Antiguo Régimen, aplicaba reformas basadas en las ideas ilustradas de racionalización y progreso para, bajo el lema de « Todo para el pueblo pero sin el pueblo», promover el bienestar de los súbditos. Los objetivos prioritarios del reformismo borbónico fueron la economía, la educación y la cultura. Desde los inicios de su reinado, el moderado programa de reformas de Carlos 111 sufrió una fuerte oposición por parte tanto de los grupos privilegiados como de las capas populares. En este contexto se produjo en 1766 el motín de Esquilache, así conocido por el nombre del secretario de Hacienda de Carlos 111, el italiano marqués de Esquilache que, entre diversas medidas modernizadoras, prohibió el uso de la capa larga y el sombrero de ala ancha, pues el anonimato que proporcionaba esta indumentaria facilitaba los actos delictivos. La aprobación de esta norma, en un contexto de carestía de alimentos y de alza del precio del pan, provocó una revuelta popular en Madrid y otras ciudades. Carlos III se vio obligado a aceptar la anulación de la norma, la bajada del precio de los alimentos y el destierro de Esquilache. 5.1. El reformismo económico Aunque en el siglo XVIII España siguió siendo un país económicamente atrasado respecto a las transformaciones que se estaban realizando en Europa, la acción reformista de los Borbones y la relativa paz de esta época contribuyeron a conseguir la estabilidad económica. La agricultura tradicional, a la que se dedicaba en torno al 80 % de la población, era la principal fuente de riqueza y trabajo, a pesar de su bajo rendimiento. Estaba condicionada por el régimen de propiedad y explotación de la tierra, cuyo marco jurídico era de origen feudal. Por ello, el 65 % de los campesinos eran arrendatarios, colonos o jornaleros. Gran parte de las tierras cultivables eran latifundios mal aprovechados o sin explotar, tierras amortizadas propiedad de la nobleza y la Iglesia, que las arrendaban para su cultivo, pero que, al estar vinculadas a sus propietarios, no se podían vender ni comprar. Además, nobleza y clero recibían, a través de impuestos y derechos señoriales, la mayor parte de la producción obtenida por los campesinos, ingresos que no usaban para renovar las técnicas y aumentar la productividad de la agricultura. Los escasos excedentes de la agricultura limitaban la capacidad de compra y dificultaban los intercambios. La industria tradicional, el taller artesanal, continuaba sometida al régimen gremial que controlaba la producción y los precios, impidiendo la competencia y la introducción de nuevas técnicas. Además la producción industrial era escasa; el sistema de transportes, deficiente, y debido a la existencia de aduanas internas los intercambios quedaban circunscritos al ámbito local o comarcal. 5.1.1 Los proyectos de reforma agraria El principal problema de la agricultura española en el Antiguo Régimen radicaba en unos rendimientos muy bajos que en épocas de inclemencias climáticas y malas cosechas, provocaban crisis de subsistencias. Era una agricultura atrasada que utilizaba técnicas y métodos de cultivo aún muy primitivos. Una de las principales causas de este problema era el régimen de propiedad de la tierra. La mayor parte de las tierras cultivables estaban amortizadas, es decir, sus titulares podían disponer libremente de sus frutos o de las rentas que generasen, pero no podían desprenderse de ellas, venderlas o donarlas. Por tanto, apenas había tierra en el mercado que pudiera ser adquirida por quien tuviera medios e interés para mejorar su cultivo. La mayor parte de las tierras amortizadas pertenecían a la Iglesia, a la nobleza y a los municipios.
  • 7. 7 Gran parte de las tierras amortizadas estaban en manos de la IGLESIA (manos muertas) o de la NOBLEZA (vinculadas a mayorazgos), quienes sólo explotaban directamente una pequeña parte, arrendando el resto a campesinos en pequeñas parcelas. Los campesinos no invertían en mejoras para incrementar la productividad por dos razones: porque no tenían medios, debido a los numerosos impuestos y rentas que tenían que pagar (al Rey, a la Iglesia, al señor), y porque no tenían interés en ello, ya que, al no ser la tierra de su propiedad, apenas se beneficiaban de sus ganancias. Además, un porcentaje significativo de tierra amortizada pertenecía a los MUNICIPIOS , como “bienes de propios”, tierras de labor cedidas para su explotación a particulares a cambio del pago de una renta al municipio, o como “bienes comunales”, la mayoría prados o bosques de aprovechamiento común y gratuito por todos los vecinos. En la segunda mitad del siglo XVIII, el incremento de los rendimientos agrícolas se convirtió en una necesidad imperiosa en un contexto de crecimiento demográfico, pues la población aumentaba y con ella la demanda de productos agrarios. En época de Carlos III se adoptaron una serie de reformas para conseguirlo, la mayor parte tenía como objetivo el ideal ilustrado de formar una clase de pequeños propietarios campesinos, motivados para trabajar, interesados en la mejora de sus tierras, y buenos contribuyentes. Algunas de las más importantes fueron: 1. El arrendamiento de tierras municipales a campesinos que tuvieran medios para trabajarlas. Fue una medida insuficiente por estar limitada a ciertas zonas de Castilla, y fracasó en sus propósitos por la corrupción de las oligarquías municipales encargadas de aplicarla. 2. Las colonizaciones de nuevas tierras, planificadas y financiadas por la Corona, entre las que destacaron las de Sierra Morena, promovidas por el intendente Olavide: seis mil colonos centroeuropeos fueron asentados en pueblos de nueva creación en Andalucía para repoblar tierras vacías y acabar con el bandolerismo en Sierra Morena. 3. La mejora de los regadíos con la construcción de canales (Canal de Aragón, Canal de Castilla) y pantanos. 4. La reducción de privilegios de la Mesta. Sin embargo, todas las medidas fueron parciales e insuficientes, propias de un reformismo ilustrado que pretendía adaptar las estructuras del Antiguo Régimen a las nuevas necesidades sin atentar contra los intereses de los estamentos privilegiados. Nunca se llevó a cabo una reforma profunda de las estructuras agrarias del país que implicaba una desamortización de la tierra, pues el proyecto de Ley Agraria que la proponía, redactado finalmente por Jovellanos bajo el nombre de Informe al expediente de la ley agraria, llegó tarde, en 1794, en el reinado de Carlos IV, cuando el temor a la revolución ya impedía cualquier reforma. 5.1.2 las reformas en la producción industrial Carlos III intentó profundizar las reformas iniciadas por sus predecesores para incentivar y modernizar la producción industrial y el comercio. En el siglo XVIII aún pervivían los talleres artesanales organizados por gremios que defendían sus intereses y regulaban la competencia entre ellos, fijando los precios, la calidad de las materias primas y el diseño de los artículos, y que impedían la libre creación de nuevos talleres. Este control dificultaba las innovaciones y la expansión de la industria. Las medidas tomadas durante el reinado de Carlos III para limitar los privilegios gremiales, que culminaron con la libertad para ejercer cualquier oficio en 1790, ayudaron a desarrollar algunas manufacturas e impulsaron nuevas formas productivas, como las fábricas de indianas.
  • 8. 8 En Cataluña se produjo una expansión de las manufacturas de indianas, pues existía una industria textil al margen del control gremial. Dicha industria se había beneficiado de la prohibición de la monarquía de importar tejidos de algodón en el primer tercio del siglo XVIII. Las fábricas de indianas supusieron un cambio en el sistema de producción textil artesanal, ya que sirvieron de base para las primeras fábricas de tejidos a gran escala. Los primeros telares mecánicos se introdujeron en 1780, gracias a la inversión de capitales procedentes del comercio o de la agricultura de exportación. Además de un gran crecimiento económico, esto supuso que se iniciara en Cataluña el proceso de industrialización de España. Por otro lado, las manufacturas reales o Reales Fábricas, que elaboraban productos para la Corte (porcelanas, tapices, sedas, armas ... ), tuvieron como fin evitar la importación de artículos de lujo, si bien su beneficio económico muchas veces fue insignificante. 5.1.3 El comercio interior y colonial La economía española, basada en la agricultura de autoconsumo, impedía el desarrollo comercial. El comercio interior se basaba en el intercambio de los excedentes agrarios por la producción de los talleres artesanales en un ámbito local o comarcal. El bajísimo nivel de vida de la mayor parte de la población bloqueaba la expansión de los intercambios, que, además, eran dificultados por la precaria e insegura red de caminos. La política de reforma del comercio se concretó en una serie de medidas de carácter liberalizador, como la supresión de las aduanas interiores o la libertad de precios y de circulación del grano (1765). En cuanto al comercio colonial, durante buena parte del siglo la Casa de Contratación siguió teniendo su monopolio, que ejercía desde el puerto de Cádiz. Este comercio se regía por el pacto colonial: las colonias eran proveedoras de metales preciosos y productos de plantación (azúcar, cacao, algodón, café ...) y compraban las manufacturas y los artículos que les enviaba España (tejidos, aceite, vino ... ). Aun así, el comercio con América estaba controlado en gran parte por capital extranjero y la mayor parte de sus beneficios se dedicaba a la importación de mercancías europeas, dada la poca capacidad productiva de la industria española. La revitalización del comercio colonial era básica para reactivar la economía. Por ello, fue muy importante el avance de la marina para asegurar las flotas y hacer frente a la competencia británica y a los ataques de los piratas. Asimismo, siguiendo con la política reformista liberalizadora, se introdujo progresivamente la libertad de comercio con América, desde el fin del monopolio del puerto de Cádiz en 1765 hasta la libertad total para todos los puertos españoles y americanos decretada en 1778. La liberalización del comercio propició un auge del tráfico colonial y una prosperidad inusitada en algunas zonas. Fue el caso de Cataluña, que vio incrementar el comercio, especialmente de productos autóctonos como el aguardiente, las indianas o el vino. Aun así, las guerras de fin de siglo permitieron que británicos y norteamericanos se apoderaran del comercio americano, cuyo control España ya no volvió a recuperar. Por lo demás, el comercio exterior con Europa se limitó a la exportación de lana castellana, a la que se sumaron productos mediterráneos como el vino, el aguardiente y los frutos secos. 5.1.4 Las infraestructuras y las comunicaciones Otro motivo de preocupación era la precariedad de la red de caminos. Las vías más comunes eran los caminos carreteros, para el paso de carretas, y los de herraduras, para las personas a pie o a caballo. Durante el reinado de Carlos III se llevó a cabo un plan de caminos con el objetivo de facilitar el comercio interior. Se diseñó una red radial con centro en Madrid, cuyo objetivo era enlazar la capital con Andalucía, Cataluña, Valencia y Galicia. Se construyeron numerosos tramos de nuevas vías y se
  • 9. 9 mejoraron otras con caminos anchos y generalmente pavimentados para el paso de todo tipo de carruajes. Sin embargo, al ser una red radial, no se solucionaron los problemas de comunicación en los caminos secundarios que unían el interior de las provincias, ni entre unas regiones y otras, por lo que quedaron muchas zonas mal comunicadas, lo que perjudicó el comercio entre ellas. 6. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA La Ilustración fue un movimiento cultural e ideológico que se difundió por Europa durante el siglo xvm. La característica básica de esta nueva corriente de pensamiento era una ilimitada confianza en la razón. Ni la autoridad, ni la tradición, ni la revelación pueden sustituir a la razón. Los ilustrados creían que los hombres, conducidos por su inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que para ellos era la base de la felicidad. Por ello se mostraban firmes partidarios de la educación y del progreso. La entrada en España de las ideas ilustradas fue lenta y difícil. Su difusión, en la primera mitad del siglo, estuvo obstaculizada por la ausencia de una amplia burguesía, el conservadurismo de los medios intelectuales universitarios y el enorme peso de la Iglesia. No obstante, se fueron introduciendo lentamente hasta madurar en la segunda mitad. 6.1 La primera Ilustración: novadores y proyectistas Existió una protoilustración encabezada por los llamados novatores o novadores, como se denominó a un grupo minoritario de pensadores y científicos españoles de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. Se trataba de un movimiento de renovación cultural, asentado principalmente en disciplinas científicas elementales como la medicina y la química. Se fraguó en ciudades como Madrid, Zaragoza, Sevilla o Valencia. Los proyectistas constituyeron una corriente de pensamiento dentro de la Ilustración, heredera del arbitrismo del Siglo de Oro. Se caracterizó por su talante reflexivo y un espíritu optimista fruto de la mejora económica y demográfica de España, y por el deseo de emular los logros de otras potencias europeas. Sus propuestas se concretaron en proyectos a largo plazo en torno a la recuperación económica del Imperio español durante los reinados de Fernando VI y de Carlos III. Aproximadamente después de la guerra de Sucesión y hasta mediados de siglo se habla de una nueva etapa que puede considerarse como una primera Ilustración. Sus protagonistas fueron un grupo de intelectuales que cultivaron principalmente el ensayo y la historia, el pensamiento político, social y económico, y la ciencia. Entre los que atendieron el género ensayístico e histórico debemos citar a Benito Jerónimo Feijoo y a Gregorio Mayans. El primero abordó los temas que preocupaban al país, divulgó el pensamiento de otros, censuró la superstición y llamó la atención sobre el atraso de las universidades. Mayans, por su parte, defendió un enfoque crítico de la historia, apelando a la necesidad de acudir a las fuentes. En el ámbito político, social y económico destacó Jerónimo de Ustáriz, que planteó diferentes análisis para conocer la realidad económica de España y aplicar nuevas soluciones. Entre los representantes del mundo de la ciencia, sobresalieron Antonio de Ulloa, fundador del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, y Jorge Juan, creador del Real Observatorio Astronómico. Ambos participaron, como hacían los científicos de otros países, en una expedición científica y política al continente americano. 6.2 La plena Ilustración En la segunda mitad del siglo XVIII, la Ilustración alcanzó mayor desarrollo y la plena madurez durante el reinado de Carlos III. Se abrió paso con dificultad y fue un movimiento minoritario.
  • 10. 10 Prosperó en aquellos lugares en los que ya existía una infraestructura adecuada (bibliotecas, imprenta, comunicaciones con el exterior, centros de enseñanza superior, un sector terciario desarrollado, etc.), más frecuente en los núcleos del litoral peninsular que en el interior de la Península. Los autores ilustrados reflexionaron sobre la manera de mejorar la situación global del país, potenciaron el estudio de las disciplinas científicas, diseñaron reformas urbanas, revalorizaron el trabajo y atendieron cuestiones económicas. Destacaron diversos focos: • Asturias y la cornisa cantábrica. Recogieron la herencia de Benito Feijoo. • Sus dos principales figuras fueron Pedro Rodríguez de Campomanes, ministro con Carlos III, y Gaspar Melchor de Jovellanos, preocupado por la situación de la enseñanza y por solucionar el problema agrario español, que ejerció su actividad principalmente durante el reinado de Carlos IV. • Guipúzcoa. Se creó la primera Sociedad Económica de Amigos del País a instancias de los Caballeritos de Azcoitia ( conde de Peñaflorida, José de Eguía, etc.). • Valencia. Su punto de partida fue el grupo de los novadores y Gregorio Mayans. A él pertenecieron Jorge Juan y Antonio José Cabanilles, director del Jardín Botánico de Madrid. • Barcelona. Las nuevas ideas fueron difundidas por la Academia de Buenas Letras y la Junta de Comercio de Barcelona. La figura más relevante es Antonio de Campmany. • Sevilla. Se formó un nutrido grupo de ilustrados en tomo a Pablo de Olavide. • Galicia. Los autores ilustrados surgieron en la universidad de Santiago de Compostela y los puertos marítimos. • España interior. De la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y de las aulas de la Universidad de Salamanca salieron prominentes intelectuales (José Cadalso y el poeta Meléndez Valdés); Madrid atrajo a ilustrados de otras partes de España. 6.3 El despotismo ilustrado Durante la segunda mitad del siglo XVIII algunos monarcas absolutistas, influidos por las ideas de la Ilustración que se difundían por Europa, intentaron llevarlas a la práctica. Esta nueva manera de gobernar se conoce como despotismo ilustrado. Sin abandonar los principios esenciales del absolutismo monárquico, la nueva teoría procuraba una justificación inédita, esta vez racional, del poder del monarca. Su lema, «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», ponía de manifiesto el hecho de que los monarcas ilustrados no renunciaban a su soberanía absoluta y seguían concentrando todos los poderes del Estado. Sin embargo, consideraron que la finalidad esencial de la monarquía era lograr la felicidad y el bienestar de sus súbditos. Para conseguirlo debían ejercer un correcto gobierno e intervenir en las actividades económicas con el objetivo de estimular la producción y aumentar la riqueza del reino y, por tanto, de sus habitantes. De esta manera actuaron monarcas como José II de Austria, Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia y, también, Carlos III de España. En 1759 accedió al trono español Carlos III, hermanastro de Fernando VI, que había fallecido sin descendencia. 6.4. El nuevo concepto de educación A mediados del siglo XVIII la enseñanza presentaba un atraso muy acusado: • La enseñanza primaria era muy deficiente y los métodos de enseñanza rutinarios y alejados de todo lo que significase observación y experimentación. Los mejores colegios pertenecían a la Compañía de Jesús, y su expulsión facilitó el control de la Corona en la enseñanza: • La enseñanza secundaria recibió un impulso con la reorganización del seminario de nobles y la fundación de los reales estudios de San Isidro en Madrid.
  • 11. 11 • Las universidades escapaban al control de la monarquía debido a sus privilegios. Los estudios universitarios fueron renovados a partir del plan de estudios de Pablo Olavide (1769), que defendió que la enseñanza superior debía ser un servicio público, con el objetivo de formar individuos para el servicio del Estado. Su proyecto incorporó nuevos saberes de carácter científico (Biología, Física, Geometría, Matemáticas), que completaban los tradicionales de Derecho, Filosofía, Teología y Medicina. Su reforma universitaria también afectó a los colegios mayores (Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares), concebidos como centros de reclutamiento para los altos cargos de la Administración. A imitación de Francia, los reyes fundaron academias con el objetivo de actuar como organismos de discusión científica y de codificación de las ciencias. En 1713 se fundó la Real Academia de la Lengua; en 1738, la Real Academia de la Historia; y en 1744, la de Bellas Artes de San Femando. También se crearon el jardín botánico y el observatorio astronómico en Madrid. Otras decisiones relacionadas con la modernización de la enseñanza fueron la creación de la Academia de Artillería, la Librería Real, antecedente de la Biblioteca Nacional, y el Gabinete Real de Máquinas, presidido por el canario Agustín de Betancourt. Como consecuencia del interés científico del momento, el marino Alejandro Malaspina llevó a cabo una de las expediciones más destacadas del periodo: un viaje por numerosos territorios españoles en América, Asia y Oceanía con un equipo de dibujantes, botánicos y cartógrafos. 6.5. Las Sociedades Económicas de Amigos del País Las Sociedades Económicas de Amigos del País aparecieron en España en la segunda mitad del siglo XVIII con el propósito de contribuir a la difusión de los conocimientos científicos, técnicos y de las nuevas ideas de la Ilustración. La primera fue la Sociedad Bascongada de Amigos del País, fundada en 1763 a instancias del conde de Peñaflorida. Proliferaron en numerosas provincias, como centros de carácter cultural y económico, pretendiendo el desarrollo económico de una comarca o una región. Las sociedades económicas fomentaron la educación, las ciencias útiles, la creación de bibliotecas y el estudio de problemas del comercio, la industria y la agricultura. La mayoría de sus integrantes fueron nobles y clérigos (sectores privilegiados) interesados en el adelanto material y técnico de la nación, sin cuestionar en ningún momento los pilares del Antiguo Régimen. A lo largo del reinado de Carlos III se constituyeron más de sesenta sociedades, algunas tan desatacadas como la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, establecida por el mismo monarca en 1775. 6.6. La prensa periódica La prensa periódica fue un agente fundamental de la propagación del pensamiento ilustrado. En la primera mitad del siglo xvm surgieron numerosas publicaciones periódicas, todas de vida efímera y fruto de iniciativas particulares. En 1738 se publicó el Mercurio histórico y político, que imitaba otro impreso en La Haya y que recogía noticias destacadas del extranjero. En la segunda mitad de la centuria las publicaciones periódicas fueron más importantes y duraderas. Algunas de las más destacadas fueron El pensador (1767), que difundió los principios de la Ilustración; El censor (1781), caracterizado por sus críticas a los propietarios ociosos y las riquezas de la Iglesia; y el Correo de Madrid, transmisor de conocimientos prácticos y del pensamiento de numerosos intelectuales europeos (Descartes, Newton, Rousseau, etc.). Estas publicaciones dispusieron de pocos suscriptores; si Madrid fue el centro más activo en las actividades periodísticas, en el resto de las provincias españolas la acogida fue muy reducida.