1. Jorge Orejuela
Matemáticas y Ciencias Naturales
Jorge Orejuela se define más que como un biólogo, como un administrador del
medio ambiente y un amante innato de la conservación y la biodiversidad. Este
hombre manizaleño que podría pasar por extranjero debido a su barba blanca, esa
que hace recordar a Papa Noel, sus casi 1metro con 85 centímetros de altura y
esa sonrisa que demuestra la felicidad que le produce vivir rodeado de tanta
naturaleza con olor a orquídea. “Me siento feliz con mi vida, de hecho pagaría por
hacer lo que hago”, dice feliz el profesor Orejuela, desde una oficina ubicada en
frente del río Cali y rodeada de un color verde atrayente.
Cuando Jorge Orejuela comienza a hablar lo hace de una forma encantadora.
Recuerda una a una sus experiencias y empieza por la infancia. Dice haber sido
un niño pleno, creció en un barrio de su natal Manizales llamado Campohermoso,
en donde estudió su bachillerato y se destacó como un ‘buen estudiante’. Cuenta
que viene de una familia citadina, clase media, de padres educadores a quienes
les dijo que quería ser químico y científico.
Aprendió inglés en el Colombo Americano y así
obtuvo una beca del Laspau (Latin American
Scholarship Program of American Universities,
por sus siglas en inglés), un programa de becas
de las universidades americanas para
latinoamericanos. Llegó a California, Los Ángeles,
e ingresó al Occidental Collage, “una Universidad
que me impresionó por tener alrededor de 1.600
estudiantes y un grupo de 700 profesores”,
recuerda. En ese ambiente de una universidad
muy acogedora y pequeña estudió Biología,
después de iniciar con Química.
Se enamoró de su Biología del alma, gracias a un
profesor llamado Martín Morton, quien estudiaba
la fisiología ambiental y tenía un curso en las altas
montañas de la Sierra Nevada de California. “Él
me invitó a que fuera parte de su equipo
investigador. Eso implicaba irme cuatro meses a
vivir en una carpa y a trabajar en su proyecto de investigación. Fui y estudiamos
2. aves migratorias. Estuve el primer año fascinado con ese sistema y sobre todo
enamorado con el ejemplo que él nos daba, pues se fue con su familia - esposa y
cuatro hijos-. Era increíble como un científico podía ser padre de familia y trabajar
animando a un grupo de investigadores. Me parecía una persona extraordinaria,
todo un ejemplo a seguir”, explica el profesor Orejuela, quien se encontraba en
ese momento tratando de definir su orientación profesional.
Sus primeros trabajos los hizo al lado de Martín Morton, en lo que para Orejuela
es uno de los sitios más bellos del planeta. Era el Parque Yosemite de California,
el más antiguo de los EE.UU. y el cual cubre un área de 3.081 km² y se extiende a
través de las laderas orientales de la cadena montañosa de Sierra Nevada
(Estados Unidos). Un parque visitado por más de 3 millones de personas cada
año, denominado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1984 y reconocido
internacionalmente por sus acantilados de granito, saltos de agua, ríos cristalinos,
bosques de sequoias gigantes y la gran diversidad biológica (cerca del 95% del
área del parque está denominada zona salvaje).
“Yosemite es uno de los hábitat más grandes y menos fragmentado en esta Sierra
Nevada. Posee una gran diversidad de plantas y animales. El parque tiene en
promedio una elevación de 600 a 4000 metros y contiene cinco zonas principales
de vegetación: área boscosa de robles, vegetación de baja y alta montaña,
vegetación subalpina y alpina. De las 7.000 especies de plantas de California,
cerca del 50% se encuentran en Sierra Nevada, y más del 20% dentro del Parque
Yosemite”, expone Jorge Orejuela, resumiendo su experiencia en uno de sus
lugares favoritos.
Le produjeron tanto encanto las aves, que decidió realizar una Maestría en la
misma Universidad. Su tutor nuevamente fue el doctor Morton y su proyecto de
grado se basó en una investigación, que como él dice no es nada práctica para la
vida, pero que distingue los dialectos en las vocalizaciones de unas aves, con la
idea de ir más allá de sus propias voces.
3. Jorge Orejuela, ganador de un premio otorgado por la
prestigiosa National Geographic
El director del Jardín Botánico de Cali, se hizo acreedor al premio National Geographic Society /
Buffet de Liderazgo en Conservación. ¿Cómo y porqué lo logró?
Luego de rastrearlo a través de varios celulares de repicar incesante, su esposa Ana María me
rescató de la timbradera y me dijo con acento valluno: "Ya se lo paso".
Yo había leído la noticia que apareció el 11 de diciembre de 2007 donde reseñaba que el Director
del Jardín Botánico de Cali y un atlético hombre de ciencia de la República Democrática del Congo,
llamado Inogwabini Bila-Isia, habían ganado el premio National Geographic Society / Buffet de
Liderazgo en Conservación. Lo recibieron en Washington dos días después.
Conocer a un hombre que lleva tres décadas empeñado en detener el cataclismo natural de la
tierra será un gran honor, le dije a la voz cálida y efusiva que me citó para el viernes a las 9:00 de la
mañana en el mismísimo jardín del edén, y muchas gracias, doctor, allá nos vemos.
Si el Jardín Botánico José Celestino Mutis, de Bogotá, es pulmón evidente en medio de la ciudad
polucionada, este reino de naturaleza viva parecía estar a orillas del Río Cali, al occidente de la
capital del Valle del Cauca. Así lo deduje del mapa que bajé al consultar guiado por una mariposa
la página web www.jardinbotanicodecali.com, y aperado del cual me subí al taxi, dispuesto a
orientar al conductor que, como yo, iba por esos lados por primera vez.
Y sí. Subimos por la Avenida Colombia hasta el Zoológico de Cali, y ya solo era cuestión de buscar
la bocatoma del río que sacia la sed del 20 por ciento de la población urbana de esa ciudad. "Y un
puente verde", como dijo un informante providencial, que nos ahorró el extravío. Nos dijimos
hasta pronto con el taxista, más exactamente hasta más tarde, y ahí estoy yo, solo frente a un
letrero que me invita a dar el primer paso de esta historia de salvación de nuestro deteriorado
mundo: "Cuida las materas y las plantas, ellas embellecen nuestro entorno".
Cruzo el puente. Se oye el sonido del río limpio, veo que corre afanado sin saber lo que le espera
aguas abajo. Varias mujeres lavan ropa y bañan niños, un hombre está sentado en la mitad de la
corriente con los ojos cerrados en un húmedo samsara. Del puente para allá hay como 500 metros
hasta el aviso que instala el colibrí y que expresa: "Bienvenidos: Jardín Botánico de Cali: un lugar
para aprender a amar la naturaleza".
Y yo que soy de esa corriente, cuando alrededor es verde todo y flirtean las mariposas mientras
estalla el trino de pájaros que no conozco y pasan raudas las siluetas del bosque, me rindo al
4. embeleso. Y no sé discernir entre el sendero que lleva al Centro de Visitantes o al puesto de Arte y
Cultura. "¿Dónde está Jorge Orejuela?", interrogo a dos agentes de la Policía Ambiental que
brotan de la manigua, más perdido que el hijo de Lindbergh, y ambos me señalan con sus índices
el polo opuesto, donde queda la oficina del JB.
Recojo mis pasos y llego a la dirección que parece de mentiras, "Ave 2ª Oeste # 22B-140", por si
alguien quiere guiarse no por las señas que he dado sino por la nomenclatura de esta casa, al pie
de la hidroeléctrica sede de EPSA. Hay revuelo de camarógrafos y periodistas. Y es el mismo Jorge
Enrique Orejuela Gartner quien me pregunta qué vamos a hacer, si tiene que irse ya con ellos a
grabar un capítulo de Cuentos verdes, que no es un programa de la Nena Jiménez sino un
reconocido espacio ecológico de Telepacífico. Todos mirando nidos
Resulta manizaleño aunque puede pasar por gringo. Alto, con una barba blanca que me recuerda a
Hemingway, camisa gris, pantalón crema y zapatos color melao-de-caña-rica-tu-dulzura. Su rostro
apuesto justifica muchos años después porqué se ganó el concurso del Bebé Maizena. Me invita a
que nos tomemos un tinto antes de alcanzar a los hombres de la TV, que ya se han internado a
través de estas doce hectáreas de cielo verde y silvestre. Lo circundan Ana María, mucho gusto, y
Miguel Tascón, un Administrador de Empresas vertido a la vocación de la naturaleza, ambos sus
verdaderas manos en el manejo del Jardín Botánico de Cali.
Y Jorge Orejuela comienza a hablar con un encanto seductor del que ya me ha advertido Ana
María, quien lo define como un hombre obstinado y optimista, "para quien todo es barato, está
cerquita y es maravilloso". Algo más que sus ojos claros, verdes para más señas, ha heredado de
sus antepasados alemanes, que trasegaron por las minas de oro de Supía y Marmato, sembrando
una familia que se radicó en Riosucio, Caldas. Aclara que de ese árbol que se desgajó por años y
tierras, él pertenece a la llamada "Rama 5", marcada con el signo del agricultor. Aunque su
experiencia en ese sentido sirvió más bien para retornarlo a su vida científica.
La infancia que pasó en un barrio oráculo llamado Campohermoso, del que procede también
Humberto de La Calle, fue sencilla y feliz, volcada en una actitud que le quedó para toda la vida:
ser un buen estudiante. Los padres del colegio de Nuestra Señora lo destinaron rápidamente a la
tonsura, pero el hombre se salvó de milagro, entre otras razones, porque su familia no lo ubicaba
ni quería como cura.Y para no hacer de esta nota, entretejida a través de la historia que él me
relata a lo largo de un tinto finito y de una biografía más sabia y amorosa que escribió Ana María
para un periódico de la familia, un recorrido por todos los resquicios de la vida de Jorge Orejuela,
es preferible fijarse en los aciertos.Aprendió inglés en el Colombo Americano, por ejemplo. Y así
pudo obtener una beca por un año en los Estados Unidos, adonde volvería para estudiar su
Biología del alma. Pregrado, Maestría y Doctorado los cursó becado, y no retornó a su patria sino
hasta convertirse en un angelado Ornitólogo, con una esposa y una hija norteamericanas.
Comenzaba la década de los 70. Fichado por la Universidad del Valle, "fue el primer profesor que
nos hizo creer que sí éramos capaces de hacer algo importante -escribe Ana María, su ex alumna
bióloga-: nos entusiasmó a tal punto que en pocos meses estábamos todos mirando nidos,
5. escupiendo nombres científicos en latín y siguiendo pájaros por la ciudad".Regresó a los Estados
Unidos, y entendió que allá la dicha del estudiante que había sido estaba perdida para el hombre
que quería ser. Volvió solo a Colombia, pues también su esposa atendió los llamados de su tierra, y
se sumergió en una experiencia que lo marcaría. Financiado por el World Wildlife Fund (WWF-US),
se dedicó a identificar áreas importantes para la conservación en Colombia. Y su empeño fructificó
cuando pudo unir los esfuerzos de su patrocinador y de la FES (Fundación para la Educación
Superior), para crear en Nariño la primera reserva natural privada de Colombia: La Planada.
Allí fue feliz y productivo. Allí entendió, sobre todo, que no se trata de conservar extensas zonas
de valor biológico sino que ello sea posible bajo la acción de comunidades humanas que puedan
vivir dignamente. Naturaleza y cultura. Comenzaba el peregrinaje de 25 años que lo llevaría en el
tránsito de Biólogo a Ambientalista. Los diez años que pasó en Nariño le dejaron más
conocimiento de las aves nativas y de las orquídeas silvestres, pero sobre todo la compañía de su
esposa, Ana María, con quien tiene dos hijas y un hijo, que disfrutaron como peluches a los ojos de
anteojos y que se mueven por la naturaleza como ardillas curiosas. Cortos verdes
Miguel Tascón ha vuelto con la noticia que ya todo está listo para la grabación de Cuentos verdes.
Jorge Orejuela me ha narrado su vida de largometraje fantástico en un tiempo de corto. Ha
relatado su experiencia de establecer parques nacionales naturales en la Isla Gorgona y en la
Ensenada de Utría, en el Chocó; su amor por la cuenca del Río Calima; la vida en su casa del
Municipio de Ricaurte al estilo de Daktari o la usanza de Tarzán; su experiencia en la Universidad
Autónoma de Occidente, que le ha prohijado el sueño de este jardín. A estas alturas pienso que a
este hombre le van a brotar en cualquier momento flores por los ojos y pájaros y mariposas por la
boca. A lo mejor descubro que no es un hombre sino un árbol tierno y que no tiene pies sino raíces
que andan.
Comenzamos el ascenso hacia el área del Jardín Botánico de Cali, este reducto de bosque seco
tropical en la cuenca media del Río Cali que fluye desde Los Farallones, y que es su empeño de
ahora. Su sueño es verlo lleno de estudiantes, de gente que viene a conocer y a aprender en esta,
una de las 100.000 áreas protegidas alrededor del mundo, y que sin embargo, solo comprenden el
12 por ciento de la superficie terrestre. En muy poco tiempo, las aves desaparecerán a una
velocidad cien veces mayor que la de la naturaleza. Entonces, por tener el agua feliz como la de
este río, habrá guerras como las hubo y hay por el petróleo.
Frente a la cámara, Jorge Orejuela cuenta su euforia porque este premio, al que lo postuló el
reconocido ecologista de la conservación Stuart L. Pimm, su compañero en la Universidad Estatal
de Nuevo México, pero sobre todo su amigo de asombros y descubrimientos en la Península de
Yucatán, le servirá para potenciar la ayuda que necesita para que el Jardín Botánico de Cali sea el
verdadero espacio verde de una ciudad que necesita revivir como la sucursal del cielo.
Antes de emprender el regreso hacia el puente, el taxi, el bullicio de Cali, tomo mis últimas notas.
Una mariposa de tonalidades inverosímiles se posa en mi libreta. Jorge Orejuela abre los ojos.
6. Sonríe. Recuerdo las palabras de Ana María: "Las arrugas de admiración que marcan su frente se
harán cada día más profundas, pues todo le asombra y le fascina como si fuera la primera vez que
lo ve". Desde el jardín
Cuando abrió su puerta, el 11 de febrero de 2005, el Jardín Botánico de Cali completaba solo otra
etapa en su condición de sueño radicado en la cabeza de científicos y académicos, que lideraba
Jorge Orejuela, profesor de la Universidad Autónoma de Occidente. El Departamento
Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (DAGMA) había financiado un proyecto de
planificación y manejo del jardín. En mayo de 2001 se creó la Fundación Jardín Botánico de Cali.
Con proyecto y Fundación, solo faltaba el jardín.
En diciembre de 2002, la Empresa de Energía del Pacífico (EPSA) le entregó a la Fundación, en
calidad de comodato, un predio de verdor irrepetible, en plena Comuna Uno cuyas casas se
asoman en los cerros, levantadas por el descomunal crecimiento demográfico de los habitantes de
recursos escasos. Entre los años 2003 y 2005, el Jardín Botánico de Cali adecuó su infraestructura
básica educativa y de atención a los visitantes. Lo respaldaron entidades como TCC, la Cámara de
Comercio de Cali, Cementos del Valle, Manuelita, Wyeth, La Caleñita. La Fundación Jardín Botánico
de Cali "es una organización privada, sin ánimo de lucro, dedicada a la conservación de la
biodiversidad con énfasis en la flora y fauna de Cali y del Valle del Cauca mediante actividades de
investigación, educación ambiental, horticultura y uso sostenible de los recursos naturales". Su
máximo órgano de dirección es la Asamblea General, conformada por cerca de 50 miembros
fundadores. La Junta Directiva está integrada por 15 miembros, ocho de los cuales son
instituciones. Cuatro del sector privado: la Universidad Autónoma de Occidente, la Cámara de
Comercio de Cali, Cartón Colombia y la Fundación Zoológica de Cali; cuatro del sector público: la
Alcaldía de Cali, el Concejo Municipal, la Gobernación del Valle del Cauca y la Asamblea
Departamental. Los otros siete integrantes son personas naturales, como Jorge: quijotes que
buscan devolver a la tierra lo que cada día le quitamos y darle a Cali un enorme jardín.
7. El premio que lo hace orgulloso
Jorge Orejuela cuenta con euforia como su gran amigo, compañero en la Universidad Estatal
de Nuevo México -donde realizó su doctorado en Biología- y reconocido ecologista de la
conservación Stuart L. Pimm, lo postuló al Premio National Geographic Society apoyado por
recursos de la Fundación Buffet: un reconocimiento otorgado a un latinoamericano por su
liderazgo en conservación en América Latina. “Solo tres latinos hemos sido merecedores al
premio desde su creación: el primero fue un guatemalteco, el segundo un nicaraguense y en
el 2007 fui yo”, dice con orgullo.
Cuando le entregaron el diploma, la junta
directiva del premio reseñaba tres aspectos
por los que destacaron al investigador
Jorge Orejuela. El primero y más
importante fue por promover la
conservación de la biodiversidad en áreas
de especial interés en Colombia. “Se
centraron en trabajos que realicé a través
de la investigación sobre recursos
biológicos y culturales y señalaban algunas
áreas que ameritaban ser conservadas a perpetuidad y promovidas como proyectos de
conservación y desarrollo, entre ellas destacaron el proyecto de la reserva natural La Planada,
en Nariño, Otro es la Ensenada de Utría en el Chocó, un sitio recomendado para conservación
y que eventualmente se convirtió en Parque Nacional, manejado por el Ministerio del Medio
Ambiente. La Isla de Gorgona, valorada por sus recursos de biodiversidad como un área
protegida oficialmente. Bahía Málaga, un lugar en donde viven personas afrodescendientes y
donde está el refugio de vida silvestre para conservación de ballenas jorobadas”, explica Jorge
Orejuela.
El segundo aspecto que tuvieron en cuenta fue su trabajo en promoción y aspectos de
educación para la conservación. Una buena parte de su vida, el profesor Orejuela ha estado
vinculado al sector universitario, primero como profesor visitante en la Occidental College (Los
Ángeles, USA), en la Universidad del Valle, en donde según su esposa Ana María, "fue el
primer profesor que nos hizo creer en lo que hacíamos, y sobre todo nos entusiasmó a tal
punto que en pocos meses estábamos todos mirando nidos y siguiendo pájaros por toda la
ciudad”. Luego se vinculó a la Universidad Tecnológica de Pereira, UTP, y posteriormente y
desde hace 11 años trabaja como jefe del Departamento de Ciencias Ambientales de la
Universidad Autónoma de Occidente, UAO.
Como tercer y último punto, el investigador Orejuela fue destacado por su trabajo en lo que
tiene que ver con sus planes futuros, sus proyectos y su visión de la conservación de zonas de
interés nacional. “El premio destacaba no solo el trabajo hecho en el pasado, sino era un
estimulo para el trabajo en el futuro. Es como una forma de generar un prestigio que antes no
existía de la designación”, asevera.
Como ganador recibió un premio de 25.000 dólares en una ceremonia en la National
8. Geographic Society en Washington y obviamente el reconocimiento a su aporte en la
promoción y práctica de la conservación en su país. En palabras del presidente de la
Conservation Trust, Thomas Lovejoy, "los ganadores son una fuente de inspiración,
defensores de la conservación, que sirven como modelos y mentores en sus comunidades"
EN LA PAGINA WEB DE “NATIONAL GEOGRAPHIC” SE PUEDE ENCONTRAR UN BREVE
RESUMEN DE LA LABOR DE JORGE OREJUELA Y COMO SU TRABAJO LO HIZO
ACREEDOR DE SU PINCIPAL PREMIO:
http://www.nationalgeographic.com/explorers/bios/jorge-orejuela/