Este documento describe el proceso de corrección de estilo en la edición de libros. Un corrector de estilo recibe el manuscrito editado y corrige errores ortográficos, léxicos y de construcción para mejorar la claridad y concisión del texto. La corrección de estilo también prepara el texto para su diseño. La presencia de un editor define el alcance del trabajo del corrector al complementar sus perspectivas. Un corrector debe establecer una relación de colaboración con el autor para mejorar el libro sin amenazar su estilo
1. Tomado de Esteves, Fernando y Patricia Piccolini: La edición de libros
en tiempos de cambio, México, Paidós, 2017.
La corrección
de estilo
~ MARÍA CRISTINA DUTTO
Junto con eleditory el dise~ador, :1rnrrector de estilo (o_
c~~rector
de originales) integra la celula bas1ca del proceso de edmon. Re-
cibe el original editado, enmienda los posibles errores ortográ~cos,
léxicos de construcción e ilación. Busca la concisión y la claridad
exposi¡iva, además de la adecuación a las norma~ y conv,e~ciones
lingüísticas. También prepara el texto para su puesta en pagma por
el diseñador. Si el libro tiene preedición, interviene desde antes de
la escritura. Al menos en el mundo ideal.
Editor, ¿estás?
El editor, en el sentido anglosajón dd término,1 es la persona que
lleva adelante el proyecto editorial. Interviene en el texto en busca
1 El inglés distingue entre publisher y editor, que no tienen equivale~cias en es-
pañol. El primero es la casa editora (empresa o institución) o qmen_esta a cargo de
ellaytomalas principales decisiones encuanto a quéycómo sepublica. Elsegundo
es la persona que se ocupa del editíng de una obra, esto es, de preparar el ongmal
para su publicación.
141
1421Maria Cristina Dutto
de su mejorversión y a menudo es quien convierte una idea en libro.
En diálogo con elautor, el editor señala en el texto excesos o déficits,
debilidades argumentales; sugiere potenciarfortalezas e incluso mo-
dificar la estructura. Su función se acerca a la coautoría en los libros
por encargo -manuales o textos escolares, libros prácticos y de di-
vulgación científica, por ejemplo-. El editor es responsable del libro
desde que se toma la decisión de publicarlo hasta que está impreso
y encuadernado.
La presencia o ausencia del·editor define en gran medida la fun-
ción del corrector, porque ambos tienen perspectivas complemen-
tarias. Uno se fija en la totalidad y otro en el detalle. Tras un buen
editing, la corrección de estilo de un original es una fu1:ción acotada
e inserta en una labor de equipo. Junto con el original, el corrector
recibirá pautas, tendrá con quién comentar las dificultades que en-
cuentre, a quién plantearle dudas y sugerencias, sabrá quién decide
en caso de discrepancia y contará con un árbitro si se produce un
conflicto con el autor o el diseñador.
Sin embargo, la ausencia del editor es uno de los problemas más
habituales de la producción editorial. No es que falte la persona en-
cargada de recibir el original, contratar a corrector, diseñador e im-
prenta, ajustar el cronograma, tramitarlos pagosybuscarsoluciones
a los imprevistos que se presenten en el proceso, sino que esta per-
sona no tiene con el libro más compromiso que el de un gestor. Con
frecuencia, tampoco mediará en los intercambios entre corrector y
autor, lo cual es bastante lógico, dado que muy probablemente no
haya leído el original ni tenga idea de su contenido. Esto es común
en instituciones, empresas y organismos internacionales, pero ocu-
rre también en grandes editoriales. No es raro que el corrector sea
la única persona, además del autor, qu.e ha leído el libro cuando este
sale de la imprenta.
Sin editor, el corrector es una figura con escasa contención, libra-
da a su buen (o mal) criterio y a lo que pueda acordar con el autor. Por
más que sea un excelente profesional, por más que esté dispuesto a
ocupar espacios que en principio no le corresponden y por los que
seguramente tampoco cobra, nunca podrá sustituir por completo al
editor ausente. No es cuestión de capacidad - el corrector de un libro
2. La corrección de estilo 1
143
puede ser editor de otro-, sino de perspectiva. Quien está atento a
las piedritas del camino no puede al mismo tiempo contemplar el
paisaje.
¿De qué autor estamos hablando:
La mayoría de los autores actuales no son escritores, si se entiende
por escritor a quien ha hecho de la escritura un oficio, que suele ser,
además, quienescribe por placer. Hayuna tendenciaa asociarla figu-
ra del escritor conladelautorliterario, aunque elgran cajón de sastre
dela no ficción tiene también sus profesionales, comolos periodistas
y los divulgadores científicos. Fuera de estos casos, los autores son,
por lo general, especialistas en determinada materia que escriben
para comunicar contenidos.
Corregir textos de autores que no son profesionales de la es-
critura suele implicar para el corrector más trabajo y más libertad.
Comúnmente estas personas escriben con menos conciencia de los
recursos lingüísticos que emplean y cometen más errores, pero al
mismo tiempo están más abiertas a la corrección, porque comunicar
sus contenidos de forma clara y eficaz les interesa más que defender
el modo que encontraron para expresarlos.
Nada de esto esgeneralizable, sin embargo. Cada autor, de ficción
o de no ficción, es único, como único es cada libro y única cada rela-
ción autor-corrector. Hay autores no escritores que escriben magní-
ficamente, novelistas consagrados que necesitan corrección fuerte,
autores incompetentes que defienden conuñas y dientes cada coma
m correcta, autores experimentados que aceptan de buengrado cual-
quier sugerencia que sirva para mejorar su texto...
El abanico de las posibles relaciones entre autor y corrector
abarca desde el intenso trabajo conjunto hasta la ausencia de todo
contacto, aunque lo más probable es que se entable una relación
niediada por el editor. El primer caso se da cuando el autor contrata
a.!_ corrector directamente, ya sea porque quiere trabajar el original
tes de presentarlo a la casa editora o porque está preparando una
tdición de autor. El extremo opuesto, de trato inexistente, es común
1441María Cristina Dutto
en revistas académicas yalgunos libros colectivos, enlos que eleditor
asume la responsabilidad porla corrección, solo consulta al autorlas
dudas conceptuales y a lo sumo le remite pruebas de página para su
aprobación final.
Fuera de estos extremos, es probable que, como forma de seguir
de cerca todo el proceso, el editor medie en el diálogo entre autor y
corrector: reciba las dudas de este y, si no puede resolverlas por sí
mismo,las remitaa aquel, recibalas respuestas,las evalúeylas trans-
mita. De todos-modos, como los editores suelen estar desbordados,
quizá más pronto que tarde abandonen esta mediación, en particu-
lar si autor y corrector muestran sintonía o tienen antecedentes de
trabajo conjunto exitoso. .
En su relación con el autor, la actitud del corrector es clave. Más
cuando tienen trato directo y muy especialmente cuando el libro es
el primero que el autor publica. Para un autor primerizo, lafigura del
corrector es amenazadora. Ha invertido mucho tiempo en elaborar
su original, lo ha escrito y reescrito, lo ha dado a leer a otros, le ha
hecho ajustes... Entonces llega el momento de publicarlo y aparece
una persona desconocida, sin formación en el tema, dispuesta amo-
dificar de un plumazo lo que le ha insumido tanto esfuerzo. Hay que
reconocer que es un miedo razonable.
En esta situación, el corrector debe mostrarle al autor que es un
aliado, no un adversario; que allí no hay competencia, sino servicio;
que ambos comparten el objetivo de que el libro salga lo mejor po-
sible. Incluso cuando la relación es mediada por el editor, el modo
de formular una observación o una sugerencia, la redacción de un
comentario al margen o una lista de dudas van a dar el tono. Sensi-
bilidad, respeto genuino y tacto pueden hacerla diferencia entre una
relaciónde colaboraciónproductivay una relación tensa que termine
perjudicando al libro.
Un caso particular, también para la corrección, son los libros
de autores múltiples -típicamente, aunque no solo, aquellos fruto de
congresos, simposios, etcétera-, en los que, además de corregir, es
preciso unificar. No se trata de disolver los estilos i~dividuales, sino
de que el resultado sea un libro y no una mera recopilación de artícu-
los. Por supuesto, esta pretensión no solo atañe al corrector, sino a
3. 1
La correcáón de estilo 145
todala célulaeditorial, en especialaleditor. Editaruna obracolectiva
no puede limitarse a invitar a los autores y escribir un prólogo. Se
requiere un editor verdaderamente involucrado en el proceso, que
intervenga en los textos, mantenga con los autores un diálogo exi-
gente y tome decisiones orientadas a los lectores.
Es recomendable que estos libros tengan preedición, o al menos
que los autores reciban pautas claras acerca del original que se pre-
tende. De este modo, al empezar a preparar su texto, tendrán claro
el propósito de la publicación, el tipo de lector, qué otros autores
participarán y sobre qué temas escribirán, de cuánto espacio dis-
ponen y también algunos criterios formales, corno el tipo de citas
bibliográficas que se ha decidido emplear (algo que es engorroso uni-
ficar después). Pueden afiadirse instrucciones para la titulación y la
numeración de títulos internos, indicaciones respecto al empleo de
formas de primera persona, la narración en presente histórico, el uso
de lenguaje inclusivo, etcétera. Que correctory diseñador participen
en la etapa de preedición y en la elaboración de las pautas ahorra
problemas y facilita la solución de los que se presenten.
¿Porqué de estilo? ¿Qué corrige un corrector?
Las personas ajenas al mundo editorial suelen asociar la corrección
exclusivamente con la ortografía, quizá porque también suele cir-
cunscribirse a la ortografía la idea de «escribir mal» o «no saber es-
cribir». La corrección ortográfica es imprescindible, sin duda, y exige
delcorrector formación y actualización,pero casi nunca es suficiente
para que un texto quede en condiciones de ser publicado.
A la inversa, no es raro que originales cuidados y sin ninguna
errata necesiten corrección fuerte. Para empezar, porque también
forman parte de la ortografía la puntuación y el uso adecuado de
mayúsculas, la escritura de cifras y símbolos, así como -ya en el te-
rreno de la ortotipografía- el uso convencional de comillas, cursivas
y otros diacríticos. Pero también el texto puede tener redundancias,
palabras mal empleadas o superfluas, muletillas, repeticiones, ambi-
güedades. Puede tener discordancias, cambios injustificados de voz
1461María Cristina Dutto
o de manejo del tiempo, gerundios mal usados, falta de cohesión en
las citas o referencias bibliográficas. Puede tener lapsus en fechas,
edades, nombres propios...
Cuando el corrector de estilo recibe un original que no ha tenido
editingprofesional, a esta tarea de adecuación a las normas ortográ-
ficas, gramaticales y de estilo deberá sumar otras que corresponden
a la esfera del editor, como asegurar la coherencia del texto y la ade-
cuación a sus destinatarios. En algunos casos, al corregir aparecerán
problemas de estructura u organización, desequilibrios en el trata-
miento de los temas, incongruencias argumentales, afirmaciones
contradictorias, cambios en el género del escrito, el estilo, el tono...
Resolver en la corrección problemas propios de la etapa de edi-
ting como mínimo alargará el proceso, pero muchas veces requerirá
devolverle el texto al autor para que haga los ajustes necesarios. De
ese modo se alterará el cronograma de trabajo, en perjuicio del libro
y de quienes participan en su producción.
Con frecuencia el término corrección de estilo despierta recelos:
¿acaso se va a destruir el estilo individual del autor?, ¿se va a des-
personalizar el texto, va a perder carácter en aras de la ortodoxia lin-
güística? En realidad, la buenacorrección no enmiendalas elecciones
legítimas de un autor; al contrario, las pule. Es decir, nunca modi-
fica un estilo competente ni un estilo intencionalmente incorrecto,
aunque no sean del gusto del corrector. En definitiva, un texto bien
corregido es más del estilo del autor que el original.
Cómo corrige un corrector
En la edición profesionalhay necesariamente dos correcciones: la de
estilo y la de pruebas -también llamada tipográfica o de páginas-, que
se hace sobre el texto ya diagramado. Algunos editores son partida-
rios de que la misma persona se encargue de ambas, mientras que
otros prefieren que intervengan dos correctores.
Las dos opciones tienen pros y contras. Quien corrigió estilo es-
tará familiarizado con la obra cuando llegue el momento de corregir
pruebas,lo que puede considerarse una ventaja, pero aveces está tan
4. La corrección de estilo l147
1
familiarizado que ya no es capaz de verlos problemas (algo similar a
lo que suele pasarles a los autores cuando entregan sus originales).
Sila corrección de estilo fue ardua, si insumió mucho tiempo, si tuvo
varias idas y vueltas, es aconsejable que de las pruebas se ocupe un
par de ojos descansados.
Hayciertos requisitosparaquelaintervenciónde dos correctores
en un libro sume y no reste. Uno es que ambos tengan la misma «bi-
blioteca»: formación similar, referencias y criterios comunes. Otro
es acordar que quien fija las pautas es el corrector de estilo. El correc-
tor de pruebas debe limitarse a detectar errores. Salvo que encuentre
problemas graves, no es momento de cuestionarlas decisiones de su
colega.
Para asegurarla unidad de criterios de corrección -tanto en estos
casos como cuando se tratade colecciones o series enlas que trabajan
varios correctores-, es recomendable elaborar una hoja de estilo que
consigne los criterios adoptados en casos dudosos (por ejemplo, pa-
labras que pueden escribirse de dos maneras, mayúsculas problemá-
ticas, uso de abreviaturas, preposiciones, aspectos ortotipográficos).
En la actualidad puede discutirse si es mejor corregirlas pruebas
sobre papel o sobre un archivo PDF. Los dos soportes tienen ventajas
e inconvenientes para el corrector, aunque los diseñadores suelen
preferir las pruebas en papel. Lo que difícilmente se discute a esta
altura es la ventaja de hacer la corrección de estilo en un procesador
de texto (Word,Open Office), porque de ~ste modo se abrevia el pro-
ceso y se reduce al mínimo la posibilidad de añadir nuevas erratas.
Por el contrario, corregir estilo sobre papel significa trabajar -y
hacer trabajar- mucho más. Habrá que indicar por escrito, caso.por
caso, cambios que en el procesador hasta podrían resolverse con re-
emplazos. Habrá que esmerarse para que los signos de corrección y
las indicaciones sean claros a fin de evitar que el diseñadorlos malin-
terprete. Los controles sistemáticos resultarán engorrosos («¿Este
nombre ya había aparecido?, ¿y cómo estaba escrito?»).
También trabajará más el diseñador, quien deberá levantar las
correcciones indicadas, en vez de recibirlas ya incorporadas en el ar-
chivo. Finalmente, el correctortendrá que controlar que eldiseñador
haya levantado bien las correcciones, y señalar las omisiones y los
1481 María Cristina Dutto
eventuales errores nuevos, que el diseñador levantará y el corrector
controlará... Mal negocio para todos.
Es recomendable corregir estilo sobre una copia del archivo ori-
ginal. Algunas editoriales llaman corrección cero a la operación _
de _
limpiar el archivo de caracteres no imprimibles innecesarios (tabu-
ladores, espacios múltiples, múltiples enter), acomodarla colocación
y el formato de llamadas, rayas (guiones largos), etcétera, y aplicar
estilos de párrafo - sin pensar en el diseño final del libro, sino en la
comodidad para leer en pantalla-. Puede ser útil guardar también
esta versión del texto.
Ahora sí se está en las mejores condiciones para empezar la co-
rrección de estilo. Si al editor o al autor les interesa saber con pre-
cisión qué se ha modificado, se puede trabajar normalmente y al
terminar hacer una comparación entre el archivo final y el archivo
con corrección cero, o bien usar el control de cambios (en este caso
es aconsejable ocultar las marcas durante el proceso).
El resultado de esta etapa suele ser un texto corregido de estilo
con algunas dudas o sugerencias para plantear al editor o al autor.
Resueltas estas, el archivo estará en condiciones de pasar a la etapa
de diseño.
El corrector puede hacer mucho para que la puesta en página
sea un proceso más rápido, más sencillo y con menos errores. Eso
implica, naturalmente, acordar criterios de trabajo con el diseñador,
en especial los relativos a la forma de entregar el archivo corregido.
Algunos diseñadores querrán el texto plano (sin formatos) con indi-
caciones. La mayoría preferirá que tenga estilos de párrafo aplicados
con rigurosidad. Otros agradecerán que algunos estilos tengan eti-
quetas (labels). Si correctory diseñador hacen un dúo afinado, ambos
trabajarán menos y, con mejores resultados.
Dilemas de la corrección
El corrector necesita una pequeña biblioteca de obras de consulta,
algunas de las cuales están disponibles en internet. Le servirán para
aclarar dudas y tomar decisiones, así como también para justificar
5. ~corrección deestilo 1
149
esas decisiones frente alautoro aleditorcuandoseanecesario. Toda
corrección debe serjustificable.
Las obras de laRealAcademiaEspañola(elDiccionariode lalengua
española, el Dicdonariopanhispánicode dudas, la Ortografía ylaNueva
gramática, así como los corpus) no pueden faltar en esa biblioteca.
Más allá de sus falencias, la RAE es la referencia más visible y exten-
dida en el ámbito del español y es muy aceptada como ai:itoridad por
los hispanohablantes, tanto que sus definiciones se utilizan incluso
como argumentos jur!dicos.
Esto no significa que la RAE sea la única referencia, ni la mejor,
ni que se haya de seguir sus criterios en toda circunstancia. Por
ejemplo, en el área de la ortotipografia, hay obras incomparable-
mente más completas y precisas (como las de José Martlnez de
Sousa, Jorge de Buen o Javier Bezos). En materia de vocabulario, el
Diccionario de la lengua española conserva, pese a los esfuerzos por
superarlo, un desequilibrio notorio en menoscabo del español de
América, claros sesgos ideológicos -pol!ticos, religiosos, sociocul-
turales-, asícomo rezago ydeficiencias en ladefiniciónde términos
científicos y técnicos. Las obras de la RAB son necesarias, pero no
suficientes.
Las decisiones del corrector dependerán en buena medida del
género dellibro, dela circulación prevista y del perfildellector(edad,
nivel educativo...). Por ejemplo, el lenguaje es mucho más libre en
unanovelaque enuninforme técnico; si ellibrosolovaa distribuirse
en elpaís donde se publica, podrá contenerlocalismos que deberían
evitarse si circularaen ámbitos más amplios; si los destinatarios son
profesionales de una disciplina, se podrá incluir jerga que sería in-
comprensible paralectores con otra formación.
Hasta dónde corregir es un dilema cotidiano que no admite res-
puestas universales, pero quizá sea útil marcar un par de límites.
El primero es que al corrector no le corresponde cambiar lo que no
es capaz de mejorar. Que determinada palabra o expresión le guste
más que la que usó el autor no es uncriterio pertinente: corresponde
al campo de la autoría, no de la corrección. En el extremo opuesto,
limitarse a corregir errores y guardarse las eventuales propuestas de
mejora implica confundir respeto con indiferencia.
150 1 Maria Cristina Dutto
La correcciónpatológica
Los correctores pueden aportar mucho para mejorar un libro, pero
también para malograrlo. Una forma de hacerlo es trabajar a regla-
mento. Perciben un evidente errorconceptual, pero no lo comunican
porque no son revisores de contenido. Perciben una contradicción
argumental, pero prefieren suponer que fue intencional. Perciben
que elautorsehaenredado enun problemade solución sencilla, pero
no se la sugieren porque no les corresponde.
A la inversa, hay correctores con vocación de autores a los que
les cuesta mantenerse en su papel. Estos sí se comprometen con
el libro en el que están trabajando, pero pretenden escribirlo a su
modo. Algunos, incluso, "después se jactan de «haber escrito» ellibro
que corrigieron, en alusión a lo mucho que modificaron el original
en el proceso. Esa afirmación nunca es justa. Aunque el original se
haya reescrito, aunque haya cambiado tanto que no se reconozca en
la versión corregida, la corrección solo pudo hacerse porque había
un texto previo, un original elaborado por alguien que definió los
contenidos, investigó, redactó.
Numerosos correctores, traductores y editores de ayer y de hoy
han sido también escritores. No hay ningún inconveniente; solo se
requiere conciencia clara de que se trata de funciones distintas, con
límites y relaciones definidos. Nada le impide al corrector escribir
sus propios textos, pero cuando corrige un texto ajeno no es autor.
Otros trabajan como si sus conocimientos fueran la medida de
todas las cosas. Si encuentran un término que ignoran, dan por sen-
tado que es un error; para evitar repeticiones recurren a presuntos
sinónimos que pueden tener otro alcance u otro registro; cambian
un nom,bre que desconocen por otro parecido porque suponen que
el autor lo escribió mal, sin siquierahacer una búsqueda en internet.
Quizá esta combinación de ineptitud y autosuficiencia sea la más
peligrosa de las patologías del oficio.
Para un corrector profesional, cada texto viene con novedades:
un problemaque nunca sele habíaplanteado, terminología nueva, un
detalle que comentar con colegas. Además, por más erudita que sea
una persona, siempre ignorará infinitamente más de lo que sabe.
6. 1
La corrección de estilo 1
151
La sintonía con el proyecto
La antipatía no es una patología, pero sí un posible obstáculo para
una buena corrección. Aunque sea extremadamente profesional, el
corrector no puede trabajar bien en un libro que detesta, que va con-
tra sus convicciones, que considera una estafa a los lectores o cuyo
autor es para él objeto de odio o desprecio. En este caso es esperable
una corrección insuficiente, que enmiende lo indispensable y se aho-
rre sugerencias de mejora. Sino es posible rechazareloriginal, al me-
nos la corrección depruebas debería estar en manos de otrapersona.
Esto no significa que al corrector tengan que gustarle todos los
libros en los que trabaja. Es posible que el tema no le interese, que
los detalles lo aburran o que la calidad de la escritura lo exaspere,
pero hasta ahí no hay conflicto. El conflicto se revela en el secreto
deseo de que al libro le vaya mal.
Participar en el proceso de edición implica un compromiso que
tiene también un componente emocional: es preciso desear que el
libro salga bien y tenga éxito, lo que exige un mínimo de solidaridad
o empatía con el proyecto, con la casa editora, con el tema, con el
enfoque, con el autor... Algo que convierta al corrector en partidario
del libro.
Bibliografía sugerida
MARTÍ NEZ de Sousa, José, Diccionario de bibliologíay ciencias afines, Gijón,
Trea, 2004.
PÉREZ Alonso, Paula, «El otro editor», en Leandro de Sagastizábal y Fer-
nando Esteves Fros (comps.), El mundo de la edición de libros, Buenos
Aires, Paidós, 2002.
PICCOLINI, Patricia, «La edición técnica», en Leandro de Sagastizábal y
Fernando Esteves Fros (comps.), El mundo de la edición de libros, Buenos
Aires, Paidós, 2002.
SENZ Bueno, Silvia, «"En un lugar de la Mancha..." Procesos de control
de calidad del texto, libros de estilo y políticas editoriales», en Pa-
nace@, vol. VI, nº 21-22, septiembre-diciembre de 2005. Disponible
1521Maria Cristina Dutto
en http://www.medtrad.org/panacea/IndiceGeneral/n_21-22_revisti-
lo_SenzBueno.pdf.
--, «La edición impresa, una cuestión de estilo», en Páginas de Guarda,
nº 2, 2006.
S HARPE, LeslieT. y Gunther, Irene, Manual de edición literariay noliteraria,
México, Fondo de Cultura Económica, 2005.