2. NIÑOS SIRIOS REFUGIADOS EN LÍBANO: LA HISTORIA DE RAED
05/11/2012
Raed tiene 10 años de edad y es
uno de los 60.000 niños sirios
refugiados
en Líbano. Ellos, como
muchas otras familias, tuvieron
que huir de la violencia en Siria en
busca de refugio en el Líbano hace
ya seis meses.
El padre de Raed se llama Ahmad,
él perdió su trabajo como
transportista
en Siria después de los primeros
enfrentamientos. Ahmad decidió
dejar su país y refugiarse en
Líbano para intentar encontrar
trabajo
y mantener a su familia, con la
esperanza de poder volver pronto.
Sin embargo, no fue así y seis
meses después no solo no ha
podido regresar a su hogar, sino
que su mujer y sus hijos también
tuvieron que abandonar Siria y
reunirse con él.
Laila, la madre de Raed explica
que
sus hijos tienen miedo: “No puedo
ir a ningún lado porque ellos
quieren
estar a mi lado todo el tiempo.
Incluso cuando estamos
durmiendo,
mi hija más pequeña, de 3 años
quiere dormir en mis brazos”. A
Raed cualquier ruido le recuerda a
los sonidos de bombardeos que
escuchaba cuando estaba en Siria.
Uno de sus últimos recuerdos fue
su escuela bombardeada pocos
minutos después de que él y sus
compañeros saliesen de clase: “Mi
escuela era grande y tenía paredes
azules”, recuerda Raed.
La familia de Ahmad vive en un
refugio alquilado en el valle de
Bekaa, en Líbano, y, aunque no es
una casa, ellos lo llaman “hogar”.
Hace unos meses Ahmad tuvo que
gastar todos sus ahorros en
arreglar
el techo porque estaba podrido y
tenía miedo de que cayese en
invierno. Sin embargo, el temor
persiste porque las paredes están
hechas de ladrillos viejos y la
lluvia
se cuela por las grietas. Toda la
ropa
de abrigo de la familia está
húmeda, las sábanas sucias y los
colchones empapados.
El tiempo húmedo y frío pone en
peligro la salud de Raed y sus
hermanos.
La temporada de invierno
dura al menos dos meses, y el área
de Bekaa, donde Raed y su familia
viven actualmente, es una delas
más frías en Líbano.
3. ISHMAEL BEAH, LA HISTORIA DE UN NIÑO SOLDADO
CEFE
27/01/2008 14:00
«En la guerra el alma se te cierra y
no sientes emociones, es como un
mecanismo de defensa, porque si
no te morirías de ver tanto horror.
Es la locura de la guerra », explica
Ishmael Beah, un ex niño soldado
de Sierra Leona que con sólo trece
años se vio obligado a luchar en
un conflicto que le arrebató la
familia y la niñez.
En enero de 1993 la guerra
sorprendió a Ishmael cuando
volvía con su hermano mayor y
unos amigos de un concurso de
hip-hop que se celebraba en
Mattru Jong, un pequeño pueblo
situado a unos veinticinco
kilómetros del suyo. Ya nunca
pudieron volver a casa.
Tras meses de huida desesperada,
Ishmael y sus compañeros
llegaron a un campamento de las
fuerzas del gobierno en busca de
ayuda
Sin embargo, en vez de una cama
y comida, les dieron balas y un
fusil. Sin quererlo, se habían
convertido en niños soldados.
“Tras un período de
adiestramiento de sólo una
semana empezamos a
participar activamente en la
guerra. La única opción que
teníamos era entrar en el ejército
y combatir o dejar que nos
persiguieran y mataran», relata
Ishmael. El ejército se convirtió
entonces en su única familia.
«Pero para ser parte de la familia
tienes que hacer lo que te dicen.
Por eso, si te piden que mates, has
de matar, y la violencia se
convierte en tu forma de vida»,
señala Ishmael.
Durante cerca de tres años las
armas formaron parte de la vida
de este joven hasta que Unicef le
sacó de la guerra y le trasladó a un
centro de rehabilitación para
niños soldados en Freetown, la
capital de Sierra Leona. Allí pudo
volver a la escuela, ayudar a otras
personas en su misma situación y
dar conferencias en otros países
sobre el drama de los niños
soldados, hasta convertirse
en embajador de Unicef.
Pese a su tormentoso pasado,
Ishmael, que se ha licenciado en
Ciencias Políticas, asegura que es
posible volver a llevar una vida
normal, aunque ello «requiere un
proceso largo».
«Nunca puedes olvidar, aunque
aprendes a vivir con los recuerdos
y a transformarlos para que no
sean una carga para ti. Son como
un recordatorio de lo importante
que es vivir en paz. Eso -arma- es
lo que he aprendido yo de esta
experiencia».
4. ZOHRA, LA PRIMERA ORQUESTA 100% FEMENINA DE AFGANISTÁN
Sábado, 21 de enero, 2017
La orquesta “Zohra”, compuesta
por jóvenes de entre 13 y 20 años,
muchas de ellas de familias
humildes, tocarán jueves y viernes
en la clausura del Foro Económico
Mundial que reúne cada invierno
en Suiza a unos 3.000 dirigentes
mundiales. Será el primer
concierto en el extranjero de esta
orquesta fundada unos meses
atrás en un país en guerra desde
hace casi 40 años.
Musicólogo y trompetista,
fundador del Instituto Nacional de
Música y padre de la orquesta
“Zohra” (Venus en árabe y en
persa), el doctor Ahmad Sarmast
ya fue víctima de un atentado. Y
es que desafía una doble
prohibición, ya que en Afganistán
se sigue relegando a las mujeres a
un segundo plano y la música es
considerada como una perversión.
“Para las afganas todo es muy
difícil, algunos padres siguen
prohibiendo sus hijas ir al
colegio”, explica Negina. “Para
ellos las niñas deben quedarse en
casa y hacer la limpieza”. “En mi
casa, con la excepción de mis
padres, todos se oponían”.
Desde entonces se rompieron los
vínculos familiares y los padres de
Negina se fueron de la provincia
de Kunar, en el este, para vivir con
la joven en Kabul. “Más vale eso
que morir”, cuenta ella. Uno de
sus tíos incluso amenazó con
matarla si la ve. “Nos
avergüenzas”, e soltó.
Negina aspira un día a obtener
una beca en el extranjero “para
estudiar, estudiar y volver como
directora de la orquesta nacional
de Afganistán”, lo que sería toda
una hazaña. “Aquí, si no te alzas
contra la sociedad, no
tienes futuro. Yo quiero abrir el
camino para otras”, arma Negina.
Las chicas de la orquesta Zohra se
dan cuenta de la ocasión que se
les presenta para cambiar de
destino. Algunas fueron niñas de
la calle, sin techo. En 2016, según
la oficina nacional de estadísticas,
sólo el 36 por ciento de las afganas
menores de 25 años fueron a la
escuela.
Zarifa, violinista de la orquesta,
arma: “Vivir en Afganistán en la
actualidad es temer cada minuto
por tu vida ¿Dónde y cuándo será
la próxima explosión? Como
música, el peligro es todavía
mayor”. Pero Zarifa, cuya madre
nunca fue a la escuela, está
convencida de que “su generación
debe cambiar la mentalidad del a
sociedad”.
5. HISTORIAS DE NIÑOS ESCLAVOS
10/06/2013
La esclavitud infantil sigue vigente
en todo el mundo, donde400
millones de niños trabajan todavía
en condiciones infrahumanas por un
salario indigno. Kong, Carlos,
Nagma, Cveti,…son nombres de
algunos de esos menores que en
diferentes partes del mundo viven
esclavizados por un trabajo que no
les pertenece.
Buscando tesoros
Kong es una niña de 11 años que
trabaja rebuscando pilas usadas y
otras piezas metálicas en un
vertedero de Camboya entre nubes
de moscas, aves rapaces, un hedor
insoportable y gases tóxicos de los
fuegos provocados para quemar los
desechos.
Niños de entre 7 y 11 años descalzos
pasean durante 12 horas diarias por
las montañas de desperdicios para
conseguir entre la basura cualquier
cosa susceptible de ser vendida. El
salario no llega al medio euro diario
cuando encuentran
algo y consiguen compradores.
Carlos come solamente si encuentra
esmeraldas
A miles de kilómetros de distancia,
Carlos, de12 años, trabaja con su
hermana pequeña y su padre
filtrando, con pala y tamices,
desechos de laminas de Muzo, a 90
kilómetros al norte de Bogotá,
capital de Colombia. Buscan
minúsculas esmeraldas o polvo de
ellas que se han escapado del filtro
de la mina. A diferencia de Kong,
Carlos no cobra nada por su trabajo,
depende de la suerte de encontrar
alguna fracción de estas piedras
preciosas.
Nagma cosía cuentas de vidrio
Nagma tiene 15 años y hoy se ríe y
disfruta con sus amigos en el
colegio. Pero dos años atrás, la vida
de esta niña de la India era
completamente distinta. Pasaba seis
horas al día cosiendo cuentas de
vidrio en telas en vez de estudiar. Su
sueldo, menos de un dólar por día,
ayudaba a mantener a su familia.
Nagma no ha olvidado todo lo que
vivió y por eso se ha convertido en
una gran activista en la lucha contra
el trabajo infantil. “Me gustaría
decirles a todos los padres: no
hagáis trabajar a vuestros hijos,
hacedles estudiar como yo. Yo
quiero tener éxito en la vida, y
vuestros hijos también, para que
mañana puedan ayudaros”, afirma.
Cveti sale a robar junto a su madre y
su hermana.
Cveti tiene 12 años y vive en un
pequeño pueblo cerca de Sofía,
Bulgaria. Todas las mañanas, Cveti
madruga emocionada, pero a
diferencia de la mayoría de las niñas
de su edad, la emoción no la
produce encontrarse con sus amigos
de la escuela. Cveti sale a robar. La
madre la lleva al tranvía, donde esta
niña búlgara se ha acostumbrado a
asaltar a los pasajeros y logra
obtener unas cuantas billeteras.
Cuando las autoridades la
incorporaron al programa de
protección de derechos del niño, la
joven contó que el dinero que
robaba estaba destinado a pagar el
casamiento que su padre tenía
planificado para ella.