1. Los precursores de la danza moderna.
La primera etapa de la revolución dancística planteó los extremos apasionados
de todo rompimiento; se llamó a sí misma danza moderna en oposición al ballet
clásico tradicional, y se circunscribió más bien a la innovación en los aspectos
del movimiento corporal y la temática de la danza.
Isadora Duncan fue la primera en rebelarse contra el ballet clásico y recuperar
para la danza la naturalidad del ritmo y el movimiento. Envuelta en un peplo que
traslucía su bello cuerpo, improvisaba sola para expresar en movimiento los
pensamientos, emociones y estados anímicos que la caracterizaron como una
artista excepcional. Pensaba que la danza debía ser el lenguaje natural del
alma, puesto que constituía un tejido que conectaba lo espiritual y lo corporal, lo
físico y lo psíquico. Por ello, a lo largo de su vida insistió en enseñar a los
jóvenes a moverse sin cortapisas, a evidenciar en sus movimientos su propio
yo, liberando los sentimientos e impulsos interiores que podían provocarles una
melodía o un poema; creía que de este modo las formas dancísticas estallarían
al infinito, pues no hay dos sujetos que sientan igual ni con similar intensidad. La
danza que generaría esta nueva mirada sería simple en cuanto a la concepción
del movimiento, pero poseería una gran capacidad de comunicación debido a la
fuerza expresiva del cuerpo.
En el mismo periodo en que Isadora asombraba al mundo occidental, Europa
central se constituyó en un laboratorio experimental de las nuevas ideas
derivadas de las vanguardias artísticas. Esta experimentación adquirió forma en
2. el expresionismo alemán que, antes de sucumbir abruptamente por la
dominación nazi, consolidó una teoría y práctica dancística que daría enormes
frutos.
Los trabajos sobre la experiencia teatral del gesto y la relación del movimiento
con la música fueron ampliamente utilizados por los bailarines. François
Delsarte, el precursor olvidado, como lo llama Bourcier, realizó un análisis
minucioso del gesto, que le permitió establecer una íntima relación entre gestos
y estados emocionales. Este análisis fue clave para el posterior desarrollo de la
danza moderna, que subraya la estrecha correspondencia entre la intensidad del
movimiento y de la emoción. Su aplicación se observa en la idea de que la
extensión del movimiento corporal está en relación directa con la fuerza del
sentimiento que lo motiva; el trabajo de Delsarte mostró que todos los
sentimientos tienen un correlato corporal, de modo que entre acción-reacción
hay una correspondencia: el gesto refuerza el sentimiento y viceversa.
Asimismo se encuentran las aportaciones del sistema conocido como Eurritmia,
desarrollado por Émile Jacques-Dalcroze. Este sistema proponía una
interrelación de tal naturaleza entre el aprendizaje de la música y el movimiento
corporal, que convirtió el ritmo musical en experiencia rítmica. Su idea básica se
puede resumir así: la música provoca, en el cerebro del que la percibe,
sensaciones peculiares que estimulan a su vez movimientos que pueden ser
expresivos. Jacques-Dalcroze se propuso desarrollar el sentido rítmico mediante
la transposición de los sonidos en movimientos corporales