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Mi hermano Adrián.
En las afueras de un pueblo,
vivían mis padres, tenían a
Celia (yo) y a Raúl (mi primo)
que lo adoptaron al quedar
huérfano. Yo era muy
espabilada, ayudaba a mis
padres tanto en la casa como
en el campo. Mi madre quedó
embarazada. Un día la
acompañé al ginecólogo y allí vi
a un niño precioso, después
toqué la barriga de mi madre y
dije que quería un hermanito
como él y que se llamaría
Adrián.
Llegó el día que yo tanto
esperaba; el parto de mi madre.
Efectivamente fue un niño tal y
como yo quería. Al saberlo cogí
folios y los hice pedacitos
pequeños con el nombre de
Adrián. Después miré a mi perro
que los estaba oliendo y dije:
-¡Ya está aquí mi hermanito
Adrián!. Y seguidamente los tiré
todos hacia el techo.
Mi perro los iba cogiendo con sus
patas y moviendo el rabo saltando
de alegría como lo hacía yo.
Mi hermano Adrián, nació con una
enfermedad rara, que según él iba
creciendo la enfermedad
aumentaba, ni los médicos tenían
un diagnóstico claro. Lo único que
les aconsejaron fue que le dieran
mucho amor y que disfrutara del
aire puro y limpio. Mis padres
estaban optimistas ya que los dos
consejos que le habían dado los
médicos, los tenían en sus manos.
Todos los días mi familia y yo lo
sacábamos a pasear dándole cariño
y para que disfrutara de lo que la
naturaleza le regalaba.
Adrián, fue creciendo felizmente
y su enfermedad se había
quedado estable. Gracias a los
cuidados de la familia y de la
mascota. Todos los días mi
madre, él y mi perro salían a
pasear al bosque. Después
hacían una pausa para que
Adrián pudiera descansar; él se
tendía junto al perro y mi madre
le leía un libro de cuentos
infantiles que a él le gustaban
mucho. Después volvían a casa
y Adrián iba muy contento.
Adrián iba todos los días muy
contento al colegio. Mi perro
lo acompañaba al pueblo y lo
esperaba hasta que salía del
colegio para volver juntos a
casa. Un día Adrián salió muy
triste y furioso del colegio; el
perro le hacía fiestas pero él
no le hacía caso. Cuando
llegaron a casa abrió la
cartera tirándolo todo al suelo
con mucha rabia, mi padre le
regañó y le dijo que no lo
volviera a hacer más.
Después de la regañina de mi
padre, miró por la ventana y
vio que estaba lloviendo,
cogió su impermeable y sus
botas de agua y salió de la
casa corriendo, el perro lo
seguía, y él corría sin parar.
Cuando paró estaba metido
en un enorme charco de
agua, empezó a saltar, lo
hacía muy fuerte para
descargar toda su furia, y el
perro le ladraba sin parar,
pero él le decía que se fuera,
que lo dejara en paz.
Al oír los ladridos del perro, mi
madre salió y cogió a mi
hermano, lo metió en la casa;
le quitó la ropa, le secó el pelo
con una toalla y lo lió en una
manta para que entrara en
calor. Después fue a la cocina
para calentar un vaso de leche
y cuando volvió para dárselo,
vio un charco en el suelo,
Adrián se había orinado y
estaba ardiendo en fiebre. Mi
madre empezó a gritar:
-¡Mi niño, mi niño!

o
El médico le administró un
medicamento para quitar la
fiebre y después comunicó a
mis padres que debido a la
mojada, su enfermedad había
empeorado; que tenía que
hacer reposo absoluto. Le
recetó un tratamiento para que
la enfermedad se estacionara.
Mi primo Raúl y yo fuimos al
pueblo para comprarle unos
peluches. Adrián hacía reposo
siempre acompañado de su
mascota y los dos peluches que
le habíamos regalado Raúl y
yo.
Raúl y yo juntamos todos
nuestros ahorros para poder
comprar los dos peluches para
Adrián. Cuando llegamos a la
tienda, la dueña nos dijo que
nos los regalaba, después salió
su hija y nos explicó que por
culpa de su hermano, Adrián
salió así ese día del colegio.
A los pocos días, la niña fue a mi
casa para ayudar a Adrián con
las tareas para que no perdiera
el curso, y les dijo que iría
todos los días por la tarde a
ayudarle.
Tras unas semanas de reposo y con
la medicación, Adrián iba
recuperándose, pero aún tenía que
descansar. Un día estaba durmiendo
en el sofá con su inseparable perro;
yo entré en el salón y pensé que era
una imagen enternecedora y me eché
en el respaldo observando a mi
hermano. Después, fui a la cocina y le
dije a mi madre que por qué no hacía
esos pastelitos tan ricos que hacía
antes, para darle una sorpresa a mi
hermano.
Mi madre fue al pueblo y cuando
regresó, Adrián seguía dormido.
Se metió en la cocina, preparó los
pastelitos y los metió en el horno.
Al rato, llegó Adrián con el perro y
le preguntó que qué estaba
haciendo y ella le dijo que algo
especial. Él le pidió permiso para
invitar a su amiga y mi madre se
lo dio; después sacó los
pastelitos del horno y tanto a
Adrián como al perro, se les iban
los ojos detrás de la bandeja,
babeando. Pero ella les dijo que
no se podían comer calientes.
Unos meses después, Adrián
empeoró y el doctor nos dijo
que había que llevarlo a una
clínica cerca del mar; mis
padres se disgustaron, pero él
siguió diciendo que tan solo
tenían que pagar el viaje y la
comida de la familia, ya que los
gastos de la clínica y el
apartamento estaban pagados.
Mi padre lo despidió dándole
las gracias; y mi madre y yo,
vaciamos nuestros ahorros en
una mesa con dos
espectadores: Adrián y el perro.
Yo, despedí a mi familia que
partían hacia la clínica. Tras
horas conduciendo, pararon
para estirar las piernas, pero
Adrián se quedó en el coche.
Estaba feliz porque por fin iba
a conocer las olas del mar, pero
triste por mí, aunque tranquilo
porque la madre de su amiga le
aseguró que ellas me cuidarían
y me ayudarían en todo;
después miró a al perro y le dijo
que ya queda menos para ver
el mar.
Todos me echaban de menos,
pero fui yo la que decidí
quedarme para cuidar el campo
y no dejar desatendido el
negocio familiar. Cada día mis
padres, mi hermano y mi primo
iban a la playa; porque en la
clínica se lo habían
recomendado para que Adrián se
bañase y disfrutara de la brisa
del mar.
Un día Adrián les dijo que una ola
con mucha luz lo miraba todos
los días. Mis padres pensaron
que eran imaginaciones del niño.
En la orilla del mar estaba Adrián
comiendo un helado con el perro y
de pronto una inmensa ola lo cubrió.
Mis padres corrieron para ayudarlo;
fue increíble , estaba seco, ni una
gota de agua. En la clínica
explicaron lo sucedido. Los médicos
le hicieron varias pruebas, no
podían dar crédito. Éstos, les
dijeron a mis padres que regresaran
ya a casa porque su hijo estaba
totalmente curado. Telefonearon al
pueblo para dar la noticia, y cuando
llegaron; la tendera, su hija y yo le
habíamos hecho una fiesta de bien
venida. Y a raíz de ahí vivimos muy
felices todos juntos.
FIN
Trabajo realizado por:
Ángeles H.E.

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  • 2. En las afueras de un pueblo, vivían mis padres, tenían a Celia (yo) y a Raúl (mi primo) que lo adoptaron al quedar huérfano. Yo era muy espabilada, ayudaba a mis padres tanto en la casa como en el campo. Mi madre quedó embarazada. Un día la acompañé al ginecólogo y allí vi a un niño precioso, después toqué la barriga de mi madre y dije que quería un hermanito como él y que se llamaría Adrián.
  • 3. Llegó el día que yo tanto esperaba; el parto de mi madre. Efectivamente fue un niño tal y como yo quería. Al saberlo cogí folios y los hice pedacitos pequeños con el nombre de Adrián. Después miré a mi perro que los estaba oliendo y dije: -¡Ya está aquí mi hermanito Adrián!. Y seguidamente los tiré todos hacia el techo. Mi perro los iba cogiendo con sus patas y moviendo el rabo saltando de alegría como lo hacía yo.
  • 4. Mi hermano Adrián, nació con una enfermedad rara, que según él iba creciendo la enfermedad aumentaba, ni los médicos tenían un diagnóstico claro. Lo único que les aconsejaron fue que le dieran mucho amor y que disfrutara del aire puro y limpio. Mis padres estaban optimistas ya que los dos consejos que le habían dado los médicos, los tenían en sus manos. Todos los días mi familia y yo lo sacábamos a pasear dándole cariño y para que disfrutara de lo que la naturaleza le regalaba.
  • 5. Adrián, fue creciendo felizmente y su enfermedad se había quedado estable. Gracias a los cuidados de la familia y de la mascota. Todos los días mi madre, él y mi perro salían a pasear al bosque. Después hacían una pausa para que Adrián pudiera descansar; él se tendía junto al perro y mi madre le leía un libro de cuentos infantiles que a él le gustaban mucho. Después volvían a casa y Adrián iba muy contento.
  • 6. Adrián iba todos los días muy contento al colegio. Mi perro lo acompañaba al pueblo y lo esperaba hasta que salía del colegio para volver juntos a casa. Un día Adrián salió muy triste y furioso del colegio; el perro le hacía fiestas pero él no le hacía caso. Cuando llegaron a casa abrió la cartera tirándolo todo al suelo con mucha rabia, mi padre le regañó y le dijo que no lo volviera a hacer más.
  • 7. Después de la regañina de mi padre, miró por la ventana y vio que estaba lloviendo, cogió su impermeable y sus botas de agua y salió de la casa corriendo, el perro lo seguía, y él corría sin parar. Cuando paró estaba metido en un enorme charco de agua, empezó a saltar, lo hacía muy fuerte para descargar toda su furia, y el perro le ladraba sin parar, pero él le decía que se fuera, que lo dejara en paz.
  • 8. Al oír los ladridos del perro, mi madre salió y cogió a mi hermano, lo metió en la casa; le quitó la ropa, le secó el pelo con una toalla y lo lió en una manta para que entrara en calor. Después fue a la cocina para calentar un vaso de leche y cuando volvió para dárselo, vio un charco en el suelo, Adrián se había orinado y estaba ardiendo en fiebre. Mi madre empezó a gritar: -¡Mi niño, mi niño! o
  • 9. El médico le administró un medicamento para quitar la fiebre y después comunicó a mis padres que debido a la mojada, su enfermedad había empeorado; que tenía que hacer reposo absoluto. Le recetó un tratamiento para que la enfermedad se estacionara. Mi primo Raúl y yo fuimos al pueblo para comprarle unos peluches. Adrián hacía reposo siempre acompañado de su mascota y los dos peluches que le habíamos regalado Raúl y yo.
  • 10. Raúl y yo juntamos todos nuestros ahorros para poder comprar los dos peluches para Adrián. Cuando llegamos a la tienda, la dueña nos dijo que nos los regalaba, después salió su hija y nos explicó que por culpa de su hermano, Adrián salió así ese día del colegio. A los pocos días, la niña fue a mi casa para ayudar a Adrián con las tareas para que no perdiera el curso, y les dijo que iría todos los días por la tarde a ayudarle.
  • 11. Tras unas semanas de reposo y con la medicación, Adrián iba recuperándose, pero aún tenía que descansar. Un día estaba durmiendo en el sofá con su inseparable perro; yo entré en el salón y pensé que era una imagen enternecedora y me eché en el respaldo observando a mi hermano. Después, fui a la cocina y le dije a mi madre que por qué no hacía esos pastelitos tan ricos que hacía antes, para darle una sorpresa a mi hermano.
  • 12. Mi madre fue al pueblo y cuando regresó, Adrián seguía dormido. Se metió en la cocina, preparó los pastelitos y los metió en el horno. Al rato, llegó Adrián con el perro y le preguntó que qué estaba haciendo y ella le dijo que algo especial. Él le pidió permiso para invitar a su amiga y mi madre se lo dio; después sacó los pastelitos del horno y tanto a Adrián como al perro, se les iban los ojos detrás de la bandeja, babeando. Pero ella les dijo que no se podían comer calientes.
  • 13. Unos meses después, Adrián empeoró y el doctor nos dijo que había que llevarlo a una clínica cerca del mar; mis padres se disgustaron, pero él siguió diciendo que tan solo tenían que pagar el viaje y la comida de la familia, ya que los gastos de la clínica y el apartamento estaban pagados. Mi padre lo despidió dándole las gracias; y mi madre y yo, vaciamos nuestros ahorros en una mesa con dos espectadores: Adrián y el perro.
  • 14. Yo, despedí a mi familia que partían hacia la clínica. Tras horas conduciendo, pararon para estirar las piernas, pero Adrián se quedó en el coche. Estaba feliz porque por fin iba a conocer las olas del mar, pero triste por mí, aunque tranquilo porque la madre de su amiga le aseguró que ellas me cuidarían y me ayudarían en todo; después miró a al perro y le dijo que ya queda menos para ver el mar.
  • 15. Todos me echaban de menos, pero fui yo la que decidí quedarme para cuidar el campo y no dejar desatendido el negocio familiar. Cada día mis padres, mi hermano y mi primo iban a la playa; porque en la clínica se lo habían recomendado para que Adrián se bañase y disfrutara de la brisa del mar. Un día Adrián les dijo que una ola con mucha luz lo miraba todos los días. Mis padres pensaron que eran imaginaciones del niño.
  • 16. En la orilla del mar estaba Adrián comiendo un helado con el perro y de pronto una inmensa ola lo cubrió. Mis padres corrieron para ayudarlo; fue increíble , estaba seco, ni una gota de agua. En la clínica explicaron lo sucedido. Los médicos le hicieron varias pruebas, no podían dar crédito. Éstos, les dijeron a mis padres que regresaran ya a casa porque su hijo estaba totalmente curado. Telefonearon al pueblo para dar la noticia, y cuando llegaron; la tendera, su hija y yo le habíamos hecho una fiesta de bien venida. Y a raíz de ahí vivimos muy felices todos juntos.