2. Se presentan aquí quince obras de arquitectura
religiosa que comparten una característica
común: todas han sido construidas durante el
siglo XX en Galicia.
El siglo XX ha sufrido dos revoluciones que
afectaron directamente a la arquitectura
religiosa: el Movimiento Moderno y el
Movimiento Litúrgico. El primero tiene que ver
con la arquitectura, o lo que es lo mismo, con la
envolvente de los edificios; y el segundo con el
culto, es decir, con la vida que se desarrolla
dentro de ellos.
Estas dos revoluciones, al plantear sendas
peticiones
de
principio,
alteraron
significativamente la línea continua que venía
guiando la forma de construir iglesias hasta el
momento, introduciéndolas en una suerte de
vorágine revisionista de la que todavía no se
han podido sustraer. Esa es la razón por la que
los edificios que aquí se muestran aparecen tan
dispares. Tanto, que algunos no serían
reconocibles como iglesias si no hubiese una
cruz que los significase como tales.
La revolución arquitectónica afectó no sólo al
lenguaje artístico, sino a algo mucho más
profundo: los valores que la arquitectura refleja.
3. Así, alrededor de 1930, los conceptos de trascendencia, dignidad o
calidad, intrínsecos a la arquitectura religiosa, se vieron trastocados por una
alusión abstracta al espíritu de los tiempos, que impondría una arquitectura
económica, sincera y desmontable. Lo que sólo era una idea antes de las
grandes guerras, se convirtió en una necesidad después de ellas.
Las iglesias son espacios especialmente sensibles que acusan cualquier
mínimo movimiento cultural. La fragilidad de su aspecto, debido a su
sutilísimo programa, contrasta con la fortaleza que les confiere su milenaria
historia.
Sismógrafos de las vicisitudes del alma humana, estos espacios emocionantes
nos permiten revisitar un siglo convulso, así como constatar la maravillosa
capacidad de adaptación de la fe cristiana al discurrir de los tiempos. La
formas pueden cambiar, pero la esencia de la iglesia permanece inmutable:
una sala amplia y arreglada donde poder celebrar la cena pascual.
4. CAPILLA DEL COLEGIO DE SANTO ANGEL
Daniel Vázquez-Gulías ha sido un arquitecto poco
frecuentado por la crítica, acaso injustamente. Tras
un inicio profesional fulgurante —viajes por Europa
y China, primeros premios en los concursos para el
Gran Hotel del Balneario de la Toja (1899) y el
Centro Gallego en La Habana (1917)—,su actividad
se centró en la ciudad de Ourense. En esta pequeña
capital de provincia proyectará un edificio
verdaderamente singular: el Patronato del Santo
Ángel, una iniciativa benéfica, destinada a impartir
formación humana, cristiana y profesional a niñas
huérfanas en régimen de internado, que estaba
promovida por la señora Ángela Santa Marina de
Temes, más conocida como Angelita Varela
(1864/1956).
La obra, concebida como un recinto amurallado, se
nutre de diversas influencias, que van desde el
neomedievalismo francés al plateresco español.
7. TEMPLO VOTIVO DEL MAR
Antonio Palacios fue uno de los arquitectos
españoles más importantes del siglo XX. Nacido en O
Porriño en 1878, estudió arquitectura en Madrid,
donde construiría sus obras más significativas. A
pesar de su mentalidad cosmopolita, Palacios nunca
perdió el contacto con Galicia, y en el momento en
que el regionalismo se convirtió en moda
arquitectónica, sus referencias se volvieron locales.
Ese regionalismo se percibe muy bien en el Templo
Votivo del Mar. El edificio formaba parte de un
proyecto más ambicioso que incluía un internado
para huérfanos, y otros edificios asistenciales. Un
arco visigótico que se encontró en el lugar sirvió de
excusa para construir un nuevo templo almenado, a
la manera de las antiguas catedrales-fortaleza
gallegas.
Palacios emplea un lenguaje que quiere ser una
síntesis de muchas cosas.
8. Por una parte, es un lenguaje elemental, que utiliza
materiales sencillos, sin elaborar, encontrados al
azar, dentro de la dinámica del reciclaje. Por otra,
intenta que cada material sirva para lo que es —
soportar cargas, iluminar, aportar color— sin
violentar su naturaleza, es más, consiguiendo la
máxima expresión partiendo, precisamente, de esa
naturaleza. Una actitud inclusiva que bordea lo naïf
y lo kitsch, esquivándolos gracias a su potencia
expresiva y al oficio como constructor.
Particular atención merecen la cúpula nervada de
ladrillo y la colección de mosaicos que se encuentran
a su alrededor.
La brillantez visual de la iglesia, su economía de
medios, su cercanía estética con las gentes sencillas,
la posibilidad de incorporar en ella casi cualquier tipo
de imagen, lo adecuado del tratamiento de la luz
que crea ámbitos de celebración y de plegaria
personal, o la aparente continuidad con la tradición
plan métrica no exenta de hallazgos formales —
obsérvese la nave alternativa conformada por el
volumen de la entrada y el ábside del baptisterio—,
garantizan la vigencia de un espacio que no es de
ningún tiempo, y que es de todos a la vez.
9.
10. TEMPLO DE LA VERACRUZ
El Templo de la Veracruz fue proyectado por el
arquitecto Antonio Palacios y construido entre los
años 1940 y 1957. Es un edificio realmente
sorprendente por su originalidad plástica, pues
presenta
una
amalgama
de
formas
neorrománicas, neogóticas y bizantinas donde se
adivinan las influencias de Gaudí. La composición
culmina en una bella torre de 52 m de altura, en la
que se conjugan el expresionismo, el simbolismo y el
historicismo que identificaron la obra de este
arquitecto en los últimos años de su vida.
La iglesia no sólo pretendía ser un espléndido cofre
para el Lignum Crucis —una reliquia auténtica de la
Cruz de Cristo traída desde Tierra Santa—, sino
también condensar en un mismo espacio toda la
historia de la arquitectura gallega. Pese a su aspecto
exterior un tanto arqueológico e inclasificable —no
sin razón se han llegado a calificar las iglesias de
Palacios como dinosaurios palacio para Dios.
11. pétreos—, el interior es rico en perspectivas y
emocionante por el tratamiento que se hace
de la luz (paradójicamente, Palacios estaba
casi ciego cuando se comenzó a construir el
edificio).
La planta del templo es original y compleja, y
se articula en dos zonas: una nave principal de
planta centrada, que incluye en su cabecera
un ábside con deambulatorio; y una segunda
nave adosada a sus pies, rectangular.
Separando estos dos ámbitos se encuentra un
arco triunfal, que acoge al colegio de los
apóstoles dentro de una corona de luz.
Contrafuertes, torreones y arcos parabólicos
—ejecutados con la idea trinitaria de que de
tres puntos distintos surge un solo arco, el
parabólico—, son un ejemplo del afán
detallista, minucioso y virtuosista del
autor, duramente criticado en diversos
momentos por distintos círculos modernos.
Desde aquí nuestro recuerdo a Evaristo
Vaamonde, entonces párroco de O
Carballiño, y al constructor Adolfo Otero
Landeiro, que con imaginación económica y
voluntarismo perseverante, lograron levantar
este edificio.
12.
13. SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA
GUIA
Existe una cierta tendencia en la
historiografía contemporánea, derivada de la
aceptación acrítica de las posturas
predominantes entre los propagandistas de
la primera Modernidad, según la cual el
espíritu de los tiempos habría abocado
ineludiblemente la arquitectura hacia los
lenguajes abstractos, náuticos e industriales,
y todo aquél que se negase a asumirlo
quedaría tachado de heterodoxo, retrógrado
o involucionista. Si ya es difícil explicar la
arquitectura mundial con este esquema,
comprender la arquitectura gallega resulta
del todo imposible.
El arquitecto Manuel Gómez Román
participó desde su juventud en diversas
iniciativas de corte romántico que
pretendían recuperar los valores específicos
de Galicia dentro del estado español.
Persona de intensa vida política y social,
ejercida en épocas muy distintas, impulsó
con su arquitectura
14.
15.
16. IGLESIA DEL POBLADO MINERO
El asentamiento minero de Fontao, cerca de
Silleda, se estableció en 1954,cuando se
empezaron a explotar sus minas de wolframio.
Cesar Cort y Joaquín Basilio Bas planearon un
poblado completo que, además de las
viviendas de los trabajadores, incluía diversos
equipamientos complementarios: un campo
de fútbol, una escuela, viviendas para los
maestros, un cine y una iglesia.
Arquitectónicamente, la pieza resulta
excepcional en el contexto gallego, y
merecería una intervención cuidadosa para
volver a ponerla en funcionamiento.
17. La pureza de sus líneas, la rotundidad de
su implantación y la contundencia de su
espacio interior, así lo demuestran.
Situada en el límite oeste del
poblado, media entre ella y las viviendas
una campa que marca el espacio de
aproximación.
Un pórtico elemental (losa de hormigón y
pilares de acero laminado) de escala un
tanto confusa, sirve de atrio, conectando
el volumen de la iglesia con un campanario
concebido a modo de escultura. La
simplicidad del volumen se equilibra con la
textura de los paramentos rugosos, que
integra el edificio en el paisaje mediante la
vibración de la luz. Precisamente, el
espacio interior se ilumina a través de la
fachada sur, quebrada en diente de
sierra, mientras se cierra completamente
al norte. Hacia el oeste, el retablo se
identifica con el paisaje, visible tras una
inmensa cruz estructural. La sacristía se
encuentra bajo el altar, que así aprovecha
el acusado desnivel del terreno y justifica
la singular implantación del edificio.
18.
19. LA SANTA CRUZ
A principios de los años sesenta, un cura
joven y entusiasta, pidió al arquitecto
madrileño José Luis Fernández del Amo
que proyectase la iglesia de su recién
estrenada parroquia. Fernández del
Amo, muy vinculado a los ambiente
católicos y de vanguardia de su
tiempo, puso especial empeño en que el
edificio se integrara con la arquitectura
anónima de la montaña de Lugo.
El edificio es muy pequeño. La estructura
de su cubierta está formada por cerchas de
hierro, vistas, sobre las que se dispone un
entarimado de madera. El ambiente
interior es sobrio, digno y adecuado, tan
solo enriquecido por el brillo de sus
vidrieras. En los nudos inferiores de las
cerchas
se
colocaron
bombillas
desnudas, que aportan un aire muy
peculiar al espacio.
20. El material más abundante de la zona
es la pizarra, por lo que se utiliza tanto
en la cubierta como en los muros o en
el mismo pavimento. La torre —un
paralelepípedo simple con el hueco de
las campanas incrustado en el
ángulo— recuerda mucho a otras
arquitecturas del autor.
La resonancia de esta iglesia propició
el encargo de otras tres iglesias en
Galicia, si bien no tan brillantes como
esta. En 1991, Fernández del Amo
todavía consideraba A Cruz do
Incio, en su sencillez, como una de sus
obras más significativas.
21.
22. NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES
Esta iglesia es un proyecto muy personal
de un arquitecto aficionado al
simbolismo de los números,. El escaso
presupuesto y el inadecuado solar
disponible, aconsejaron la adopción de
una compleja trama triangular que sirvió
de pauta geométrica para ordenar el
conjunto. De hecho, se pretendía que no
existiesen referencias iconográficas
expresas a ninguna religión concreta, ya
que se suponía que el triángulo, por sí
mismo, condensaría todos las posibles
valencias simbólicas. El espacio interior
está dominado por un lucernario
hexagonal que subraya la presencia del
altar, en el que confluyen todas las líneas
de fuerza. Ningún obstáculo dificulta la
visión de los fieles.
23. La homogeneidad y la fuerza del
material, un hormigón armado
tratado con primor, neutralizan e
integran algunos detalles decorativos
que podrían parecer de dudoso gusto.
Sin duda, la buena conservación del
edificio cuarenta años después
evidencia la satisfacción de los fieles y
el acierto del arquitecto, que
además, donó sus honorarios para
ayudar a la edificación de esta iglesia.
24.
25. SANTA MARIA MAGDALENA
Por azares de la historia, el proyecto recayó
en Alfredo Alcalá Navarro, un arquitecto
manchego recién titulado, que empezó a
frecuentar a los curas obreros de la zona,
para los cuales construiría varios centros
parroquiales.
La escasez presupuestaria y la estética
povera demandada por sus clientes, le
llevaron a trabajar con materiales muy
básicos, como el bloque de hormigón visto
y la plancha de fibrocemento. El lujo habría
que buscarlo en la perfecta ejecución de los
procesos constructivos, en la adecuación de
la planta a la forma de la asamblea y en el
oportuno control ambiental.
26. Dentro de estos parámetros hay que
leer la iglesia de La Magdalena.
Tan sólo la puerta de madera aporta un
mínimo de convencionalidad a un
espacio que aspira a confundirse con
las naves industriales, quedando, de
esta forma, como un documento vivo
de una determinada época de la Iglesia
española.
27.
28. CONVENTO DE LAS MADRES CARMELITAS
DESCALZAS
Cuando en 1971 el crítico madrileño
Miguel Ángel Baldellóu publicó en la
revista Hogar y Arquitectura su famoso
artículo sobre la nueva arquitectura
gallega, se refirió al Convento de las
Carmelitas Descalzas de Ourense como
uno de los cinco edificios más
significativos del momento.
Como se sabe, las iglesias monásticas o
conventuales son templos específicos
que requieren un espacio para la plegaria
conjunta de la comunidad religiosa que lo
usa a diario. Este lugar se denomina coro
y debe estar apartado del pueblo y cerca
del altar. En el caso que nos ocupa, el
coro se encuentra ubicado tras una reja
de clausura donde está incrustado el
sagrario.
29. La zona destinada a los fieles se dispone
como un anfiteatro en torno al altar. El
espacio es cálido, recogido e invita a la
oración. La iluminación natural, suave y
difusa, proviene de un hueco alto cubierto
con planchas onduladas de
policarbonato, que en la fachada se
confunden con las láminas de
fibrocemento. El exterior es de un gris
blanquecino que presenta una notable
unidad cromática, muy evidente en las
fotografías aéreas. En ellas, el edificio
aparece como un foco de luz en el
barrio, donde las religiosas viven su vida de
oración, y de entrega a la adoración y al
sufrimiento, según el carisma místico de
Santa Teresa de Jesús. La perfecta
orientación de las celdas para asegurar el
óptimo asoleamiento y la ventilación, la
sinceridad constructiva de la arquitectura y
la falta de retórica en el lenguaje —la cruz
que preside el conjunto no es otra cosa que
un nudo estructural de la fachada—
, convierten esta hermética obra en un
referente inexcusable en la producción
religiosa gallega del siglo XX.
30.
31. LA SANTA CRUZ
•
La Santa Cruz es la última iglesia
importante que Miguel Fisac construyó
antes de su jubilación. Pese a su evidente
dureza visual —el complejo fue totalmente
realizado con hormigón armado in situ, a
excepción de la cubierta, que se ejecutó
con piezas prefabricadas del mismo
material—, este sorprendente edificio
posee una riqueza espacial poco corriente
y muy refinada.
Ya desde el atrio —ese ámbito intermedio
entre el exterior y el interiorque permite
purificar el espíritu, con el fin de prepararlo
para el encuentro con Dios—, todo el
conjunto está pensado como una sucesión de
recintos continuos, generados por unos
muros curvos que, entre otras cosas,
pretenden dispersar naturalmente el sonido.
La forma de abanico garantiza una visibilidad
perfecta del altar desde cualquier punto de la
nave.
32. • La aspiración del arquitecto a
lograr una obra de arte total se
manifiesta en el mobiliario litúrgico
que diseñó personalmente: el altar,
la sede, el ambón, la pila bautismal
y las de agua bendita, los bancos —
especialmente logrados en el
baptisterio—, etc. Un gran crucifijo
y una imagen de la Virgen María
con el Niño, realizadas en bronce
por los escultores Pablo Serrano y
José Luis Sánchez,
respectivamente, presiden el
espacio.
33.
34. LA RESURECCION DEL SEÑOR
• La iglesia parroquial de la Resurrección
del Señor tiene una historia compleja y
un tanto dramática. Se proyectó como
un equipamiento más, dentro de una
urbanización condicionada por el paso de
un oleoducto subterráneo que dividía el
barrio en diagonal. Su parcela lindaba
con la canalización, y el edificio lo acusó
en su planta.
José Antonio Corrales, un arquitecto
elegante y constructivista que resuelve con
aparente facilidad los problemas que
plantea la arquitectura, utilizó la
construcción metálica y su lógica expresión
formal como argumento para este edificio.
35.
36.
37. SAN PELAYO DE NAVIA
• Los vigueses que nacieron a finales de los
sesenta recuerdan la iglesia parroquial de
San Pelayo de Navia como una visión
insólita. Situada en un entorno rural, al
borde de una carretera por la que sólo se
pasaba en verano, cuando el atasco de la
playa obligaba a dar un rodeo, su estilizada
lámina de hormigón recuerda una tienda
de campaña. La metáfora no resulta del
todo inadecuada, si se piensa que los
israelitas, en el desierto, establecieron la
tienda del encuentro para que Moisés se
reuniera con Dios y le hablase cara a cara.
38.
39.
40. SANTISIMO CRISTO DE LA VICTORIA
•
Hay edificios que llaman inmediatamente la
atención y otros que necesitan ser utilizados
para comprender la brillantez de su forma.
Los primeros son muy apropiados para las
publicaciones especializadas, mientras que
los segundos los valoran sus usuarios. Casi
todos los arquitectos medianamente
dotados comienzan haciendo edificios
vistosos, y con el paso de los años, según van
adquiriendo experiencia, pasan a construir
los otros. Esta pequeña disertación viene a
cuento para introducir la obra de Francisco
Coello de Portugal Acuña, un arquitecto
andaluz que, tras descubrir a finales de los
años cincuenta su vocación como sacerdote
dominico y renunciar por ello al ejercicio de
la arquitectura, paradójicamente se
convertiría en el arquitecto español que ha
construido más iglesias y monasterios en
todo el mundo: desde Venezuela a Taiwán.
41. •
Fray Coello es un arquitecto radicalmente
moderno por su formación y por sus obras. Sus
amplios conocimientos teológicos, la
experiencia de la vida religiosa y su destreza
constructiva, harán que sus
planteamientos, inicialmente formales, se
decanten en unas iglesias tipo que responden
muy bien al día a día, sin perder por ello su
fuerza expresiva.
El tipo se apoya en una nave en abanico que hace
converger físicamente las miradas en el
altar, añadiendo una cierta sensación de
comunidad. A este espacio se le adosa la capilla
eucarística, también en abanico, que se conecta
con la nave principal mediante puertas correderas
o de vidrio, de modo que pueda quedar integrada
en ella visual y físicamente. Desde la entrada, la
cubierta se eleva hacia el altar, donde un
lucernario inunda de luz la mesa del
sacrificio, subrayando su centralidad.
El lenguaje de los paramentos es sobrio, incluso
brutalista. Coello gusta manejar el bloque de
hormigón aparejado en relieve. De esta forma, la
vibración de la luz anima el espacio que, de otra
forma, podría parecer trivial.
42.
43. SANTA MARIA DEL CAMINO
•
La celebración de la IV Jornada Mundial de la
Juventud en Santiago de Compostela (1989)
posibilitó que Iago Seara Morales construyera
dos de los espacios más significativos del
Monte del Gozo: el efímero estrado para la
Vigilia del Santo Padre con los Jóvenes (19 de
agosto), y la capilla de Santa María del Camino,
que se terminó para el Xacobeo’93.
El edificio está integrado en el Centro Europeo de
Peregrinación y Pastoral Juvenil Juan Pablo II. El
carácter cosmopolita de la intervención sirvió al
arquitecto para plantear un ejercicio de estilo, una
apuesta un tanto arriesgada que estaría justificada
por la singularidad de la ocasión.
La capilla se configura como un espacio cúbico y
hermético que abre una de sus caras para saludar
y acoger a los peregrinos, poco antes de que
comiencen a ver las torres de la catedral. Este
gesto simbólico requiere una cuidadosa
materialización constructiva.
44. •
Seara construye un armazón metálico al que
superpone placas prefabricadas de hormigón
armado. La fascinación que se respiraba en
aquella época por la obra del arquitecto
japonés Tadao Ando y por su magnífica
arquitectura religiosa, queda plasmada aquí
con la evidenciadel ritmo impuesto por los
anclajes de las piezas de hormigón. Todo en
esta obra respira teatralidad, si bien lo
ajustado de la escala y la calidez del interior
logran mitigar el efecto de una arquitectura
organizada mediante la superposición de
episodios aislados (la cruz recortada en la
fachada, la fuente sonora, el cortavientos de
acero, el hueco rasgado a ras de suelo, la
sacristía como pliegue, la luz cenital oculta
sobre el altar, el bello retablo abstracto de
pan de oro...). Sin duda, la elegancia adquirida
por el arquitecto en sus trabajos para el
mundo de la moda conviene al edificio
sacro, y será una tendencia que logrará
integrar con más naturalidad en la iglesia
parroquial de San Antonio de Pádua, también
en Santiago de Compostela, recientemente
concluida.