Clasificaciones, modalidades y tendencias de investigación educativa.
La arquitectura religiosa del siglo XX en Latinoamérica
1. Semana 7 · La arquitectura religiosa actual
La arquitectura religiosa del siglo XX: Latinoamérica
Mapamundi católico, 2005
2. Latinoamérica es un continente tan vasto como desconocido; un conjunto
heterogéneo de países cuyo único denominador común es su origen latino y su
fe católica.
Si exceptuamos el libro de Fernando Pérez Oyarzun «Iglesias de la
modernidad en Chile: precedentes europeos y americanos» (1997) en el que
nos apoyaremos hoy, el estudio conjunto de su arquitectura religiosa apenas ha
sido abordado.
De hecho, hasta el IV Congreso Internacional de Arquitectura Religiosa
Contemporánea que se celebró en Puebla en 2015, nunca se había dado una
discusión amplia y abierta sobre las iglesias recientes. Y todavía queda mucho
por conocer.
4. Los cambios que experimentaron las iglesias católicas durante el siglo XX son
fruto de un complejo encuentro entre la radical renovación que se llevó a
cabo en la arquitectura moderna —como una de las respuestas al complejo
proceso de renovación de nuestra cultura— y los cambios producidos al
interior de la Iglesia Católica, incluyendo una nueva consciencia teológica,
una nueva interpretación de las fuentes bíblicas, y significativas modificaciones
en la praxis religiosa que expresa una nueva relación entre la fe y el mundo.
La Iglesia latinoamericana recibió y protagonizó, a su modo, tanto los procesos
de modernización del siglo XX como sus consecuencias al interior de la Iglesia
Católica, siendo fundamentales algunas de las reflexiones y consecuentes
documentos que se produjeron en ella con posterioridad al Concilio.
En este contexto examinaremos algunos rasgos específicos de la arquitectura
sacra en América Latina. Este análisis se realizará menos desde la idea de
«logro» que desde el intento por inventariar un conjunto de problemas que
durante el siglo XX la arquitectura religiosa ha debido de afrontar.
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6. Algunos de los ejemplos más notables de iglesias católicas construidas durante
el siglo XX son resultado de un fructífero encuentro entre las exploraciones
del arte y la cultura de vanguardia de comienzos de siglo, y la renovación del
culto que venía incubándose desde finales del siglo XIX.
En este sentido, debe recordarse que el retorno al contacto y el diálogo con
los artistas preocupó tanto a los papas Pablo VI como san Juan Pablo II.
Este encuentro significó, por un lado, la apertura y el interés de destacados
pensadores eclesiales por el arte moderno, específicamente por las
posibilidades que éste ofrecía de renovar la expresión de los misterios de la
Iglesia.
Por otra parte, algunos de estos artistas se manifestaron atraídos por el misterio
de lo sagrado, a pesar de su condición de no creyentes.
8. Los ecos de la reforma que se venía gestando al interior de la Iglesia Católica a
mediados del siglo XX llegaron a Latinoamérica por diversas vías: órdenes
monásticas, teólogos, liturgistas formados en Europa, etc.
Como en otras latitudes, atrajo también a una cantidad significativa de
arquitectos que vieron la oportunidad de renovar el lenguaje de la arquitectura
sacra o de hacer coincidir su propios intereses profesionales con uno de los
temas clásicos de la historia de la arquitectura.
Los mejores ejemplos se produjeron entre los años de la posguerra y mediados
de los años sesenta, coincidiendo con la promulgación de las normas
conciliares sobre la nueva liturgia. Una nueva liturgia que no era sólo una
nueva forma ritual, sino, sobre todo, la expresión de una nueva
espiritualidad. Y precisamente esta espiritualidad se trasluce en la mejor
arquitectura eclesiástica.
Sin embargo, liturgia y espiritualidad deben mezclarse con una serie de
procesos culturales, artísticos y específicamente arquitectónicos que ocurren en
esos mismos años, para comprender mejor sus resultados arquitectónicos.
Veámoslos.
10. Realizada entre 1942 y 1944 en Pampulha (Brasil) por Óscar Niemeyer, la
iglesia de San Francisco es una de las obras clásicas de esta época. La iglesia
forma parte del equipamiento de una nueva urbanización en las afueras de Belo
Horizonte, realizada alrededor de un lago artificial.
Algunos elementos deben tenerse en cuenta al analizarla: en primer lugar,
Niemeyer asumió el encargo a pesar de su relativa lejanía de la Iglesia.
Luego está la cuestión estructural: la exploración de las bóvedas-cáscaras
parabólicas incide en el problema de salvar una gran luz, favoreciendo la
opción de una nave única como dispositivo capaz de congregar a la asamblea
alrededor del altar.
Finalmente, la masiva inclusión de mosaicos de Cándido Portinari constituye
una contribución significativa a la discusión sobre síntesis de las artes que
marcaría la arquitectura de la década de 1940.
Las dificultades con la jerarquía eclesiástica a la hora de consagrar el
edificio pone de relieve hasta qué punto estas exploraciones no siempre eran
compartidas en el interior de la Iglesia.
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14. La catedral de Nuestra Señora Aparecida, realizada años más tarde en Brasilia
por el mismo arquitecto, parece concebida como una suerte de hito urbano de
carácter nacional, o incluso como una Sainte-Chapelle del siglo XX.
Su propuesta consiste en reducir la materia al mínimo y hacer de la
transparencia el elemento protagónico. Incluso el ángel suspendido sobre la
asamblea pareciera constituir una alusión contemporánea al gótico.
Al volumen unitario de planta circular se ingresa desde el subsuelo, en una
evidente búsqueda de la abstracción y de conservar la pureza del cuerpo
geométrico que no quiere ser alterado ni siquiera por un acceso. Ello muestra la
evolución de las ideas de Niemeyer desde Pampulha a Brasilia.
La distribución de la asamblea en un pequeño sector de la planta genera una
fuerte estetización de un espacio sagrado más concebido para ser contemplado
y gozado que para cumplir las funciones pastorales y litúrgicas.
15. Catedral de Nossa Senhora Aparecida
Oscar Niemeyer, Brasilia (Brasil), 1958/70
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18. Por su parte, tanto la iglesia de Cristo Obrero en Atlántida (Uruguay),
construida en 1952 por el arquitecto español Eladio Dieste, como la capilla de
Nuestra Señora de la Soledad en El Altillo de Coyoacán (México DF),
realizada por Enrique de la Mora y Felix Candela de 1956, tienen su punto de
arranque en la estructura, aunque ciertamente, ambas vayan más allá de ella.
En Nuestra Señora de la Soledad, De la Mora y Candela —autores de
numerosas iglesias en México, tanto juntos como separados— hacen que la
cubierta parabólica cumpla varias funciones: unificar el espacio interior
cuadrangular ordenado por la diagonal; focalizar la atención sobre el altar; y a
la vez, abrir una suerte de trascoro en el que se sitúan un notable conjunto de
vitrales, incorporados posteriormente.
El espacio litúrgico se hace sereno y dinámico, siendo capaz de construir una
ordenación de la asamblea que deja el altar en una posición absolutamente
central.
19. Nuestra Señora de la Soledad (o del Altillo)
Enrique de la Mora y Félix Candela, Coyoacán-México DF (México), 1956
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23. La iglesia de Cristo Obrero, que se levanta en una barriada del balneario
costero de Atlántida, plantea una cierta tensión entre innovación estructural e
innovación litúrgica.
En ella, Dieste pone la estructura al servicio de la construcción de una iglesia
con los medios económicos mínimos y que, por tanto, podía asociarse a un
galpón o una nave industrial.
Es el arte constructor de Dieste el que, a través de su precisión y del manejo de
la luz, le confiere un carácter sagrado.
El episodio del baptisterio junto al ingreso al que se desciende como símbolo
del rito sacramental, pone de relieve la consciencia espiritual y litúrgica del
autor, que construiría también dos iglesias más.
28. La iglesia de Nuestra Señora de Fátima (Eduardo Ellis y Claudio Caveri,
1958) está situada en el área norte de Buenos Aires (Argentina). Su comitente,
el padre Fidel Horacio Moreno, tenía conexiones directas con el Movimiento
Litúrgico.
El proyecto es fruto de una reflexión antropológica muy consciente que se
hace explícita en la publicación casi diez años más tarde de una serie de
ensayos de Caveri bajo el título de «El hombre a través de la arquitectura»
(1967).
La iglesia se ordena a partir de una planta central en cruz griega,
protagonizada por la luz que se mimetiza en una rica interrelación con los
espacios exteriores y los recintos anexos.
La reinterpretación de las iglesias coloniales altiplánicas que preocupaba a sus
autores es evidente en los exteriores. Todo ello está acompañado por una
espiritualidad del despojo que marca y enaltece el conjunto.
29. Nuestra Señora de Fátima
Eduardo Ellis y Claudio Caveri, Marínez-Buenos Aires (Argentina), 1958
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33. La capilla de las Madres Capuchinas Sacramentarias en Tlalpan (México
DF, 1960) fue un proyecto muy estimado por su autor, el arquitecto tapatío Luis
Barragán, quien lo realizó como una contribución a la comunidad monástica,
tanto en lo que se refiere al proyecto como a su construcción.
La capilla puede ser descrita como un intento por compatibilizar la retención y
minimalismo propio de una sensibilidad artística abstracta, con la tradición
colonial local que tanto atraía a Barragán, en el contexto tradicional como de
una capilla monástica.
Todos estos elementos se hacen presentes en el uso del color, tan caro a
Barragán, y el protagonismo de la luz, fundamental en muchas de las iglesias
y capillas latinoamericanas.
Este esfuerzo de abstracción, geográfica y culturalmente localizada, se resume
en el tríptico dorado situado tras el altar, fruto de la fructífera colaboración de
Barragán con el artista de origen alemán Mathias Goeritz.
34. Capilla de las Madres Capuchinas Sacramentarias
Luis Barragán, Tlalpan-México DF (México), 1960
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37. La iglesia del monasterio de Las Condes, a las afueras de Santiago de Chile,
es una obra de los arquitectos benedictinos Gabriel Guarda y Martín Correa.
Fue realizada durante el desarrollo del Concilio Vaticano II (1962/64).
Esta iglesia es fruto de una larga historia comenzada con un concurso
convocado diez años antes de su finalización.
Por otra parte, resume bien algunas de las convicciones que primaron en los
círculos eclesiásticos culturalmente sofisticados durante esos años:
minimalismo, abstracción, sinceridad constructiva, adecuación litúrgica,
cosmología...
En ella se sucedieron diversos arquitectos, por lo que el proceso de proyecto
resume, a su modo, algunas de las tendencias y tensiones de la arquitectura
local chilena.
Finalmente, recoge también la atención que Latinoamérica prestaba a algunas
de las elaboraciones europeas contemporáneas, entre las cuales destacan la obra
de Le Corbusier y la de Miguel Fisac.
38. Iglesia del monasterio benedictino de la Santísima Trinidad
Gabriel Guarda y Martín Correa, Las Condes-Santiago (Chile), 1962/64
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44. Comparada con la vitalidad y calidad de algunos de los edificios que hemos
visto, estaríamos tentados a señalar que la producción de los años posteriores
no alcanzó la misma intensidad ni la misma calidad de los años previos al
Concilio.
Esta es una hipótesis que, al menos, habría que discutir. Es difícil comparar un
puñado de iglesias señeras, relativamente excepcionales, con una realidad
masiva que tiene que habérselas con la vida cotidiana de toda una Iglesia.
Sin embargo, es posible examinar algunos ejemplos cualificados, surgidos en
ese contexto problemático al que el espíritu del Concilio Vaticano II ha debido
enfrentarse.
Ciertamente, las iglesias construidas en Latinoamérica en los años posteriores
al Concilio no son exclusivamente el resultado de éste. Ellas representan el a
veces lento —y no pocas veces difícil— proceso de asimilación de la teología
conciliar, el diálogo con el estado de la arquitectura en la segunda mitad del
siglo XX y los problemas de todo tipo —desde económicos a sociales o
urbanos— que cada una de esas construcciones ha debido encarar.
46. La abadía benedictina de San José, de Jesús Tenreiro Degwitz, fue levantada
en Güigüe (Venezuela) entre 1986 y 1990. Es un buen ejemplo de esa mirada
crítica sobre la arquitectura de vanguardia que se produce en la segunda mitad
del siglo XX.
El programa se despliega según un esquema de esvástica o molinete, abierto a
los cuatro puntos cardinales, del que la iglesia forma parte, buscando una
nueva relación de apertura con el contexto que lo rodea.
Más allá de rasgos externos como las ventanas circulares o los paños de
albañilería confinados por un cuidado hormigón, resuena el esfuerzo de
reinterpretar la tradición. De hecho, la recuperación de la tradición y el
diálogo con el pasado forman parte de su programa arquitectónico.
Con su planta longitudinal, esta iglesia propone una vuelta a la iglesia de naves,
que se sustenta, por una parte, en una actitud menos entusiasta frente a las
novedades litúrgicas, y por otra, en una nueva confianza acerca de las
posibilidades que puede ofrecer el conocimiento de la historia de la
arquitectura.
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49. La iglesia de Santa María de las Brisas fue el resultado de un concurso
ganado por Fernando Domeyko, y realizada entre 1995 y 2010.
Inicialmente encargada como una pequeña capilla, acabó siendo una iglesia de
tamaño significativo que sirve a un balneario de la zona central de Chile.
A su manera, también esta iglesia busca un diálogo con la tradición, pero lo
hace desde un aprecio por la arquitectura moderna tardía. Una cierta
monumentalidad e intemporalidad se ponen de manifiesto en su masividad y
en el cuidadoso uso del hormigón teñido.
El campanario exento se combina con un recorrido longitudinal a la manera de
un claustro extendido, que subraya la presencia de un bosquecillo de árboles
nativos al que la iglesia se arrima.
La planta ovalada, elegida por sus condiciones estructurales, acomoda en su
interior un esquema de crucero a través de la organización de la asamblea. Ésta
combina la localización cercana al altar por tres de sus lados con una
disposición axial tradicional que acentúa el sentido procesional.
50. Capilla de Santa María
Fernando Domeyko, Las Brisas (Chile), 1995-2010
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53. En las antípodas por contexto y por sensibilidad arquitectónica se encuentra la
capilla irónicamente denominada «Church-ita», proyectada por miembros
del colectivo Supersudaca en 2009.
Localizada en un área periférica de Talca (Chile), esta capilla responde a la
necesidad de disponer de un equipamiento religioso mínimo que,
frecuentemente, sirve también a otros propósitos. De hecho su interior puede
extenderse fácilmente hacia el exterior, ampliando su capacidad.
Concebida como una suerte de caparazón ligeramente elevado del suelo, el
volumen asume la informalidad constructiva que domina el barrio, a la vez que
intenta resistir los embates, no siempre amables, que sufren los espacios y
edificaciones comunitarios.
El interior fue definido por sus autores como «dominado por una luz de
esperanza», una luz que ingresa indirectamente y brilla en medio de un difícil
entorno.
57. Finalmente, la Capilla del Retiro, de Undurraga-Deves, resultó vencedora del
V Premio Internazionale di Architettura Sacra «Frate Sole» (Pavia, Italia,
2012).
Se trataba de proveer de un espacio de culto a una casa de retiros inserta dentro
del santuario dedicado a santa Juanita de Los Andes, situado en el extremo sur
del hermoso valle del río Aconcagua, en Chile.
Situada en un lugar un poco apartado del núcleo principal del conjunto, la
capilla se ubica bajo el nivel del suelo como una cripta, apareciendo al
exterior como un signo casi totalmente abstracto: un cuadrilátero de
hormigón posado sobre el suelo.
Como ocurría en la catedral de Brasilia, para entrar en ella se debe descender
por una rampa. El espacio interior, de gran quietud, se muestra como un
volumen misteriosamente suspendido y revestido en madera.
La luz penetra por los paños transparentes que llevan el límite de la nave más
allá del espacio interior, hasta una topografía artificial. Las contribuciones del
escultor José Vicente Gajardo contribuyen a dar densidad al conjunto.
62. En definitiva, más que como una suma de instrucciones, la herencia del
Concilio Vaticano II debería entenderse como un intento de renovación
radical del espíritu de la Iglesia, a fin de devolverla a sus fuentes más
auténticas. De hecho, sus propuestas han requerido una largo proceso de
asimilación que, tal vez, diste mucho de haber finalizado.
En lo que hace a la construcción de iglesias, esta tarea no debería incluir sólo
las dimensiones litúrgicas del problema, si no que deberían considerar las ideas
del Concilio como una totalidad articulada.
En este contexto, la constitución Sacrosanctum Concilium debería dialogar
con otros documentos conciliares tan importantes como Lumen Gentium, ya
que los templos que levantemos serán, a su manera, sacramentos de la
presencia de la Iglesia en el mundo.
Las nuevas iglesias latinoamericanas no surgirán como entidades abstractas
provenientes de un conjunto de normas. Más bien deberían ser el resultado de
una nueva espiritualidad en diálogo con la cultura y con las variadísimas
circunstancias culturales y pastorales en las que cada una de ellas se inserta.
63. Santuario de la Inmaculada Concepcion
Ignazio Jacometti, Cerro San Cristóbal, Santiago (Chile), 1904/08