El documento discute las afirmaciones de Máximo García Ruiz sobre la historia de la postura de la Iglesia sobre el aborto. Refuta sus afirmaciones citando varios escritos cristianos de los siglos II y III que condenan claramente el aborto, mostrando que la Iglesia primitiva lo consideraba homicidio y no era aceptado como en la cultura romana. Estos escritos muestran que la postura de la Iglesia sobre el aborto era definida mucho antes de lo afirmado por García Ruiz.
1. Falacias sobre el aborto (I)
El presidente del Consejo Evangélico de Madrid, Máximo García Ruiz, ha enviado
una carta a las iglesias que constituyen tal organismo, en la que adjunta un
documento sobre el aborto que hizo público en Internet y sobre el que se han
vertido acusaciones, por causa de la postura que en el mismo defiende.
Algunas de las afirmaciones que realiza en dicho documento carecen de fundamento
histórico y teológico, hasta el punto de que o son producto de la ignorancia o bien
de una tendenciosa predisposición, por la que quiere hacer decir a la historia y a la
teología lo que él quiere que digan.
En el terreno de la historia es sorprendente su afirmación de que hubo una ´cierta vaguedad a
lo largo de la historia hasta que en el siglo XX, dentro del seno de la Iglesia católica
especialmente, se elabora una doctrina de total rechazo.´ Y a continuación añade: ´Hasta la
celebración del poco ortodoxo Concilio de Viena en el año 1312, la Iglesia no consideraba el
aborto como un asesinato…´ Pero cuando todavía no he salido de mi estupor ante semejante
declaración, leo unas líneas más abajo otra que va más allá, cuando dice: ´Si, como algunas
corrientes propugnan, lo que se pretende es aproximarse a la práctica de la Iglesia primitiva,
constatamos que no fue otra que la del Imperio romano, que aceptaba el aborto como un
método de control de natalidad, tema absolutamente irrelevante dentro de la cultura romana.´
Me propongo, basándome en documentos históricos, refutar esas tesis, que considero
muy peligrosas si son dadas por buenas, sin antes haberlas sometido al escrutinio de la
investigación.
Haré uso del material histórico que está a disposición de cualquiera que quiera tomarse el
trabajo de contrastarlo.
En el siglo II circuló entre las iglesias un escrito al que se ha denominado Epístola
de Bernabé, cuya fecha de composición ha sido situada por eruditos católicos y protestantes a
inicios del siglo II o, como muy tarde, a mediados de dicho siglo. En cualquier caso, nos
encontramos ante uno de los escritos cristianos más antiguos, después de los del Nuevo
Testamento.
Por supuesto su autor no fue Bernabé y tampoco tiene autoridad canónica, aunque hubo
algunos, como Orígenes, que se la atribuyeron. Pero de lo que aquí se trata no es de dilucidar
ni su autoría ni su autoridad, sino simplemente constatar que en una fecha tan temprana, que
está a la vuelta de la esquina de la edad apostólica, ya aparece un pasaje en el que sin
paliativos se condena el aborto. Cuando se describe el ´camino de la luz´, entre otros
mandatos se especifica el siguiente: ´No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez
nacido, le quitarás la vida.´(1) En contraste, cuando se describe el camino opuesto, el del
maligno (literalmente ´del Negro´), una de sus características es que los que andan en el
mismo son ´…matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios…´(2)
Podemos pensar lo que queramos sobre tales enseñanzas, pero una cosa es innegable: Ya
están ahí en ambientes cristianos hacia el año 100 o como mucho 150.
Otro escrito, compuesto entres los años 125 y 150, es el Apocalipsis de Pedro, que
tuvo también sus partidarios para que fuera incluido en el canon, apareciendo de hecho en la
lista del Fragmento Muratoriano, aunque con la advertencia: ´Algunos no quieren que se lea en
la Iglesia´. Pues bien, en este escrito, al estilo de la Divina Comedia de Dante, hay una
descripción de los tormentos de los condenados, figurando entre los tales ´...las que habían
concebido fuera del matrimonio y se habían procurado aborto.´(3) Otra vez, podremos pensar
lo que queramos de semejante condena, pero, de nuevo, la evidencia es incontestable: El
2. aborto, lejos de ser aceptado en la Iglesia primitiva, como sugiere Máximo García, es
rotundamente condenado.
Un tercer escrito, cuya fecha de composición, a decir de los eruditos, no es posterior
al año 120, es la Doctrina de los doce apóstoles, o Didaché, cuyo contenido refleja la
vida y práctica de las comunidades cristianas de esa época, donde el vigor y la sencillez de la fe
aletea por todo el documento. Se trata de un pequeño tratado, de menor extensión que el
Sermón del Monte, que gozó de bastante reputación en los primeros siglos, hasta el punto de
que en algunas iglesias era considerado canónico. Pues bien, en el mismo se señala, respecto
al aborto, lo siguiente: ´…no matarás al hijo en el seno de su madre.´(4)
Si continuamos nuestro periplo por el siglo II nos encontramos con Atenágoras, un apologista
griego que escribió su Súplica a favor de los cristianos hacia el año 177, dirigida al emperador
Marco Aurelio. Atenágoras no es ningún fanático, pues el tono de su escrito es moderado;
tampoco es alguien que desconozca las corrientes filosóficas e ideológicas de su tiempo, pues
cita a los autores paganos contemporáneos.
Al defender a los cristianos de la acusación de que en sus cultos cometían crímenes rituales,
razona de la siguiente manera: ´Nosotros afirmamos que los que intentan el aborto cometen
un homicidio y tendrán que dar cuenta a Dios; entonces, ¿por qué razón habíamos de matar a
nadie? Porque no se puede pensar a la vez que lo que lleva la mujer en el vientre es un ser
viviente y objeto de la providencia de Dios y matar luego al que ya ha avanzado en la vida.´(5)
Es decir, para desmontar la acusación de crimen ritual lanzada calumniosamente contra los
cristianos, Atenágoras recurre al argumento de que los cristianos, al revés que el Derecho
romano, conciben al no nacido como un ser humano, siendo la conclusión evidente: si respetan
la vida del no nacido, ¿cómo no van a respetar la vida de cualquier ser humano ya nacido?
¿cómo van a participar en crímenes hacia nacidos si tienen por homicidio el aborto? Luego lo
que el Derecho romano toleraba, era condenable para los cristianos.
La conclusión, tras este examen documental de la literatura cristiana del siglo II, es
contundente: El aborto no es algo ambiguo ni aceptable, sino totalmente rechazable
para los cristianos de entonces.
3. Falacias sobre el aborto (II)
Aborto y cristianismo del siglo III
¿De dónde extrajeron los cristianos del siglo II sus conclusiones para condenar el
aborto, si fuera verdad lo que afirma Máximo García Ruiz de que ´…a excepción de
un solo pasaje, podríamos decir que circunstancial en el libro de Éxodo, no
encontramos en la Biblia más referencias que pudieran ofrecernos una
aproximación a este tema.´? ¿Cómo puede ser que aquellos cristianos tuvieran tan
meridianamente clara una cuestión que iba a contra corriente del pensamiento y
práctica del paganismo dominante de su tiempo, si además no tenían apoyo bíblico
que la sustentara?.
¿Elaboraron su postura anti-abortista a partir de la nada, ya que la Biblia, supuestamente,
nada tiene que decir al respecto? Pero esta hipótesis abre nuevos interrogantes insolubles.
Por ejemplo, si no había base bíblica y por tanto nada que permitiera construir una teología
definida sobre el no nacido, es previsible que hubiera habido una variedad de posturas sobre
esa cuestión, al ser el aborto una cuestión abierta. Sin embargo, lejos de hallar opiniones
en un sentido y en otro, vemos unanimidad de criterio en todos los escritores
cristianos del siglo II: El aborto es moralmente condenable. Además, si nada hay claro en la
Biblia al respecto ¿Les merecía la pena a aquellos cristianos complicarse la vida todavía más,
enfrentándose a la sociedad pagana con un asunto que chocaba frontalmente con la práctica
establecida? Son interrogantes que solamente pueden tener una respuesta coherente: Aquellos
cristianos ´no se sacaron nada de la manga´, ni tampoco eran masoquistas que querían sufrir
por sufrir, sino que simplemente llegaron a su concluyente rechazo del aborto porque así lo
dedujeron de la enseñanza de la Biblia.
Pero antes de entrar en el terreno bíblico, sigamos nuestro repaso a través de lo
que los autores cristianos de los primeros siglos pensaron sobre tan importante
asunto.
A finales del siglo II, año 197, Tertuliano (c. 155 - c. 220) escribió un tratado titulado El
testimonio del alma, en el que intenta dar una demostración razonada de la existencia de Dios,
a partir de la naturaleza del alma humana. En un momento dado afirma lo siguiente:
´El proceso entero de sembrar, formar y completar al embrión humano en el vientre está sin
duda regulado por algún poder, que ministra acorde a la voluntad de Dios, cualquiera que sea
el método empleado. Incluso la superstición de Roma, atendiendo cuidadosamente a esos
puntos, imaginó a la diosa Alemona que nutre al feto en el vientre, así como (las diosas) Nona
y Decima, llamadas según los más críticos meses de la gestación y Partula, que controla y
dirige el parto y Lucina, que trae al niño al nacimiento y a la luz del día. Nosotros, por nuestra
parte, creemos que los ángeles ofician de parte de Dios. El embrión, por consiguiente, tanto
más se convierte en ser humano en el útero cuanto su forma es completada. La ley de Moisés
(Éxodo 21:22), de hecho, castiga con la pena del talión al hombre que cause aborto, en vista
de que ya existe el rudimento de un ser humano, al que se imputa la condición de vida y
muerte, pues ya es susceptible de ambas cuestiones, aunque, por vivir todavía en la madre, en
su mayor parte comparte su propio estado con la madre´.(1)
Este pasaje es muy importante para entender el concepto que este escritor tenía en mente
sobre lo que hay en el vientre materno. Que se trata de un ser humano desde el principio,
hasta la misma superstición pagana involuntariamente lo afirmaba, al asignarle una diosa
cuidadora diferente en cada etapa de la gestación. Pero desde el punto de vista cristiano,
Tertuliano afirma que la cualidad humana ya está ahí desde el comienzo, supervisada por Dios,
en fase de desarrollo. Esa cualidad humana está sostenida por el texto de Éxodo 22:21, en el
4. 1) Enquiridión, 85
2) Enquiridión, 86
3) La Ciudad de Dios, XXII, 13
4) Commonitorium, 23