Un día en Córdoba en febrero, cayó una nevada y la reina Romaiquía se puso a llorar porque nunca la dejaban ir a lugares donde nevara. El rey, para complacerla ya que en Córdoba rara vez nieva, mandó plantar almendros en la sierra de Córdoba para que cuando florecieran en febrero pareciera que estaban cubiertos de nieve y así cumplir el deseo de la reina de ver nieve.