2. AUTOR:ADOLF
HITLER
Adolf Hitlera (Braunau am Inn, 20 de abril de 1889-Berlín, 30
de abril de 1945) fue el Führer —presidente— y canciller de
Alemania entre 1933 y 1945. Llevó al poder al Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi,b y lideró
un régimen totalitario durante el periodo conocido como
Tercer Reich o Alemania nazi. Además, fue quien dirigió a
Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, iniciada por él
con el propósito principal de cumplir sus planes
expansionistas en Europa.
Hitler se afilió al Partido Obrero Alemán, precursor del
Partido Nazi, en 1919, y se convirtió en líder de este en 1921.
En 1923, tras el pronunciamiento en la cervecería
Bürgerbräukeller de Múnich, Hitler intentó una insurrección,
conocida como el Putsch de Múnich, tras cuyo fracaso fue
condenado a cinco años de prisión. Durante su estancia en la
cárcel redactó la primera parte de su libro Mi lucha (en
alemán, Mein Kampf), en el cual expone su ideología junto
con elementos autobiográficos. Liberado ocho meses después,
en 1924, Hitler consiguió obtener creciente apoyo popular
mediante la exaltación del pangermanismo, el antisemitismo
y el anticomunismo, sirviéndose de su talento oratorio
apoyado por la eficiente propaganda nazi y las
concentraciones de masas cargadas de simbolismo.
Fue nombrado canciller imperial (Reichskanzler) en enero de
1933 y, un año después, a la muerte del presidente Paul von
Hindenburg, se autoproclamó Führer, asumiendo así el
mando supremo del Estado germano. Transformó la
República de Weimar en el Tercer Reich y gobernó con un
partido único basado en el totalitarismo y la autocracia de la
ideología nazi.
3. EL HOLOCAUSTO
El Holocausto es un hecho central para nuestra comprensión de la civilización
occidental, el estado nación y la sociedad burocrática moderna, así como la naturaleza
humana. Se trató del asesinato en masa premeditado de millones de civiles inocentes.
Impulsado por una ideología racista que consideraba a los judíos como “indeseables
parásitos” dignos solo de erradicación, los nazis implementaron el genocidio en una
escala sin precedentes. Eligieron a todos los judíos de Europa para la destrucción: los
enfermos y los sanos, los ricos y los pobres, los ortodoxos religiosos y los convertidos al
cristianismo, los ancianos y los jóvenes, incluso los niños.
Aproximadamente dos de cada tres judíos que vivían en Europa antes de la guerra
fueron asesinados en el Holocausto. Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó en
1945, habían muerto seis millones de judíos europeos; más de un millón de las víctimas
eran niños. Incluso estas estadísticas son engañosas, dado que la mayoría de los
sobrevivientes vivía en áreas de Europa no ocupadas por Alemania durante la guerra:
áreas del este de la Unión Soviética, Gran Bretaña, Bulgaria y estados neutrales como
España, Portugal, Suiza y Suecia. Decenas de miles de judíos también sobrevivieron en la
Europa bajo ocupación alemana escondidos o como prisioneros en campos de
concentración hasta la liberación. Los alemanes y sus colaboradores eran implacables a la
hora de capturar y matar a los judíos en las áreas de Europa que controlaban.
4. Adolf Hitler, el Führer (líder) del partido Nazi,
formuló y articuló las ideas que llegaron a conocerse
como la ideología nazi. Se consideraba a sí mismo un
pensador profundo y riguroso y estaba convencido
de que había encontrado la clave para comprender
un mundo extraordinariamente complejo. Creía que
las características, actitudes, habilidades y
comportamientos de una persona estaban
determinados por su presunta constitución racial.
Desde el punto de vista de Hitler, todos los grupos,
razas o pueblos (usaba esos términos
indistintamente) poseían rasgos inherentes e
inmutables que se transmitían de generación en
generación. Ningún individuo podía superar las
cualidades innatas de la raza. Toda la historia
humana podía explicarse en términos de la lucha de
razas.
Para formular su ideología de la raza, Hitler y los
nazis tomaron ideas de los darwinistas sociales
alemanes de fines del siglo XIX. Al igual que los
darwinistas sociales que los precedieron, los nazis
creían que los seres humanos se podían clasificar
colectivamente en “razas” y que cada una de esas
razas tenía características distintivas que se habían
transmitido genéticamente desde la primera
aparición de los humanos en tiempos prehistóricos.
Estas características heredadas no solo se
relacionaban con la apariencia externa y con la
estructura física, sino que también influían en la vida
mental, los modos de pensar, las habilidades
creativas y organizativas, la inteligencia, el gusto y la
valoración de la cultura, la fortaleza física y la
destreza militar.
Los nazis también adoptaron la visión de los
darwinistas sociales respecto a la teoría darwiniana de
la evolución respecto a la “supervivencia del más apto”.
Para los nazis, la supervivencia de una raza dependía
de su capacidad para reproducirse y multiplicarse, la
acumulación de tierras para mantener y alimentar a esa
población en crecimiento, y el cuidado en mantener la
pureza de su patrimonio genético para así preservar las
características “raciales” únicas con las que la
“naturaleza” la había dotado para que tuviera éxito en
la lucha por sobrevivir. Como cada “raza” buscaba
expandirse, y dada la finitud del espacio en la Tierra, la
lucha por la supervivencia se traducía “naturalmente”
en conquista violenta y confrontación militar. Por lo
tanto, la guerra -- incluso la guerra constante -- era
parte de la naturaleza, una parte de la condición
humana.
Para definir una raza, los darwinistas sociales
establecían estereotipos, tanto positivos como
negativos, de la apariencia, el comportamiento y la
cultura de los grupos étnicos, que supuestamente eran
invariables y estaban arraigados en la herencia
biológica, eran inmutables a lo largo del tiempo e
inmunes a cambios en el entorno, el desarrollo
intelectual o la socialización. Para los nazis, la
asimilación de un miembro de una raza por parte de
otra cultura o grupo étnico era imposible porque los
rasgos hereditarios originales no podían cambiar:
solamente se podían degenerar a través de la llamada
mezcla de razas.
5. GRUPOS
PERSEGUIDOS
Los nazis definían a los judíos como una “raza”. Los nazis,
quienes consideraban que la religión judía era irrelevante,
atribuyeron una amplia variedad de estereotipos negativos
sobre los judíos. Asimismo, atribuyeron el comportamiento
“judío” a una herencia inalterable, determinada biológicamente,
que impulsaba a la “raza judía”, al igual que otras razas, a
luchar por la supervivencia por medio de la expansión y a
expensas de otras razas.
El concepto ideológico de raza de los nazis, si bien clasificaba a
los judíos como el “enemigo” prioritario, también señalaba a
otros grupos para la persecución, el encarcelamiento y la
aniquilación. Esos grupos comprendían a romaníes (gitanos),
discapacitados, polacos, prisioneros de guerra soviéticos y
afroalemanes. Los nazis también identificaron como enemigos y
como un riesgo para la seguridad a los disidentes políticos,
testigos de Jehová, homosexuales y presuntos antisociales, ya
sea porque se oponían conscientemente al régimen nazi o
porque algún aspecto de su comportamiento no se ajustaba a las
percepciones nazis de las normas sociales. Buscaban eliminar a
los inconformistas nacionales y a las llamadas amenazas raciales
a través de una purga perpetua de la sociedad alemana.
Los nazis creían que las razas superiores no solo tenían el
derecho sino que tenían la obligación de sojuzgar e incluso
exterminar a las inferiores. Creían que esta lucha de razas era
coherente con las leyes de la naturaleza. Los nazis perseguían
una visión estratégica de una raza alemana dominante que
controlara a los pueblos sometidos, especialmente a los eslavos y
a los llamados asiáticos (nombre con el que se referían a los
pueblos de las zonas soviéticas del Asia Central y las
poblaciones musulmanas de la región del Cáucaso), a quienes
consideraban innatamente inferiores. Con fines
propagandísticos, los nazis solían enmarcar a esta visión
estratégica en términos de una cruzada para salvar a la
civilización occidental de estos bárbaros “orientales” o
“asiáticos” y sus líderes y organizadores judíos.
6. Para Hitler y otros líderes del movimiento nazi, el valor
último de un ser humano no yacía en su
individualidad, sino en su pertenencia a una
colectividad racialmente definida. El objetivo principal
de un colectivo racial era garantizar su propia
supervivencia. La mayoría de la gente estaría de
acuerdo en que los humanos tienen un instinto
individual de supervivencia, pero Hitler asumía que
había un instinto colectivo de supervivencia centrado
en la pertenencia a un grupo, un pueblo o una raza
(usando estos términos indistintamente). Para los nazis,
este instinto colectivo de supervivencia siempre
implicaba salvaguardar la pureza de la “raza” y la
lucha por el territorio contra las “razas” competidoras.
Según Hitler y otros, mantener la pureza de la raza era
importante porque la mezcla de razas con el tiempo
conduciría a la degradación y degeneración de una
raza hasta el punto de perder sus características
distintivas y, en efecto, perder la capacidad de
defenderse efectivamente y así quedar condenada a la
extinción. Hitler insistía en que el territorio era vital
porque el crecimiento de la población de una raza lo
requería. Hitler creía que, sin territorio nuevo para
sostener a una población en crecimiento, la raza
terminaría estancándose y finalmente desaparecería.
Los nazis también postularon la idea de una jerarquía
cualitativa de razas en la que no todas las razas eran
iguales. Hitler creía que los alemanes pertenecían a un
grupo superior de razas al que llamaba “ario”. Hitler
afirmaba que la raza “aria” alemana había sido mejor
dotada que las demás y que esa superioridad biológica
destinaba a los alemanes a estar al mando de un vasto
imperio en Europa Oriental.