El psicólogo le entregó un papel al autor para demostrarle que sus explosiones de ira dejan marcas imborrables como las arrugas en el papel. Aunque se intente reparar el daño, las palabras dichas con enojo quedan grabadas en el corazón de la gente, así como las arrugas permanecen en el papel una vez estrujado. El autor aprendió a ser más comprensivo y paciente para evitar lastimar a otros con sus palabras.