2. San Francisco de Asís
San Francisco dio a su orden el
nombre de "Frailes Menores" por
humildad, pues quería que sus
hermanos fuesen los siervos de
todos y buscasen siempre los sitios
más humildes.
Recorría campos y pueblos
invitando a la gente a amar
más a Jesucristo, y repetía
siempre: 'El Amor no es
amado". La gente le escuchaba
con especial cariño y se
admiraba de lo mucho que sus
palabras influían en los
corazones para entusiasmarlos
por Cristo y su Verdad. Sus
palabras eran reflejo de su vida
en imitación a Jesús, decía:
"El que ama verdaderamente a
su enemigo no se apena de las
injurias que éste le
provoca, sino que sufre por
amor de Dios a causa del
pecado que arrastra el alma
que lo ofendió. Y le manifiesta
su amor con obras".
San Francisco insistía en que
llamasen a los leprosos "mis
hermanos cristianos" y los
enfermos no dejaban de
apreciar esta profunda
delicadeza. Les decía a los
frailes: ¨Todos los hermanos
procuren ejercitarse en buenas
obras, porque está escrito: 'Haz
siempre algo bueno para que el
diablo te encuentre ocupado'.
3. Juan XXIII
Siempre espontáneo y
cercano en el trato con la
población y con el clero.
Se le veía rezando con frecuencia en la catedral, se
paraba por las calles para hablar con la gente sencilla,
como los gondoleros, visitaba las parroquias,
administraba las primeras comuniones en colegios e
institutos, iba a ver a los enfermos pobres de los
hospitales y especialmente a los sacerdotes enfermos o
ancianos, acudía a la cárcel para estar con los
prisioneros y recibía a los personajes famosos en la
política, las ciencias o las artes que visitaban Venecia y
acababa por hacerse amigo suyo, dado su espíritu
paternal y bondadoso.