Los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios, a lo que respondió que ya estaba entre ellos, no se dejaría sentir como algo externo o visible. Jesús advirtió a sus discípulos que desearían ver su regreso pero no lo verían, y les dijo que no fueran tras falsas afirmaciones de su llegada, pues su regreso sería repentino e instantáneo como un relámpago, aunque antes tendría que sufrir y ser rechazado.