“Que el Señor te mire con claridad
y te muestre su bondad” (Nm 6,25)
La claridad de esa Luz que disipa toda tiniebla,
de esa Luz que calienta toda frialdad,
de esa Luz que quema y aniquila rabias, rencores, odios ...
de esa Luz que desvela lo que resta oculto,
de esa Luz que conforta soledades.
Esa mirada misericordiosa que perdona
toda falta y mezquindad,
esa mirada acogedora que abraza heridas,
esa mirada tierna que envuelve las asperezas,
esa mirada silenciosa que nos habla desde el corazón,
esa mirada pacificadora que aplaca las iras.
Que el Señor nos muestre la claridad de su mirada
desde el clamor de los que no tienen nombre.
No caigamos en la indiferencia que humilla,
en la habitualidad que anestesia el ánimo
e impide descubrir la novedad,
en el cinismo que destruye.
Abramos nuestros ojos para mirar las miserias
del mundo, las heridas de tantos hermanos y
hermanas privados de la dignidad,
y sintámonos provocados
a escuchar su grito de auxilio.
Papa Francisco (MV 15)
Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
Mirada con claridad
1. La claridad de esa Luz que
disipa toda tiniebla,
de esa Luz que
calienta toda frialdad,
de esa Luz que quema y
aniquila rabias, rencores,
odios ...
de esa Luz que desvela lo
que resta oculto,
de esa Luz que conforta
soledades.
“Que el Señor te mire con claridad
y te muestre su bondad” (Nm 6,25)
2. Esa mirada misericordiosa
que perdona toda falta
y mezquindad,
esa mirada acogedora que
abraza heridas,
esa mirada tierna que
envuelve las asperezas,
esa mirada silenciosa que
nos habla desde el corazón,
esa mirada pacificadora que
aplaca las iras.
“Que el Señor te mire con claridad
y te muestre su bondad” (Nm 6,25)
3. Que el Señor nos muestre la claridad de su mirada
desde el clamor de los que no tienen nombre.
5. Sí, sois muchos los que,
en el barrio,
desgraciadamente,
vivís en la calle
y pedís caridad,
pero pocos los que,
educadamente,
tenéis la iniciativa
de regalar un “Buen día”
a los peatones que
vamos distraídos
con nuestras
preocupaciones.
6. Y yo espero ya tus
"Buenos días"
desde el anonimato
de tu rostro que escondes
con la cabeza baja,
ignoro bajo qué tipo
de vergüenza o de culpa
o sencillamente de
desesperanza.
7. Pero sé que tú también
me esperas y que,
reconociendo mis pasos,
ya eres capaz de formular
tus "Buenos días"
casi justo antes de que
pase por delante de ti,
yo de pie y tu tumbado
en el suelo.
8. Pero hoy, por fin
después de muchos meses,
nuestra rutina ha sido
diferente.
Cuando mis pasos han llegado
a la altura de tus ojos,
y ya habíamos formulado
nuestro "Buenos días",
has levantado la cabeza
y me has mirado.
9. Por primera vez en mucho tiempo nos hemos
mirado a los ojos y tu mirada, profunda, herida,
triste, me ha invitado a detenerme y, ahora sí, a
preguntar tu nombre.
10. Nos los hemos dicho
y he continuado
mi camino hacia
el trabajo con el
agradecimiento
de saber que tu mirada
tiene ahora un nombre
y un rostro que desea
también ser mirado
por alguien.
12. No caigamos en la indiferencia
que humilla, en la habitualidad
que anestesia el ánimo
e impide descubrir
la novedad, en el
cinismo que destruye.
Abramos nuestros ojos
para mirar las miserias
del mundo, las heridas
de tantos hermanos y
hermanas privados de la
dignidad, y sintámonos
provocados a escuchar
su grito de auxilio.
Papa Francisco (MV 15)
Textos: Mar Galceran
Imágenes: Montserrat Gudiol