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El hambre de Madrid José Aparicio Inglada
Autor: Jose Aparicio IngladaFecha:1818 Dimensiones:315 x 437 cm Técnica: Óleo sobre lienzo Museo: Municipal de Madrid (en depósito del Museo del Prado)
El autor José Aparicio  Inglada( Alicante, 1870-Madrid, 1838) es  uno de los mejores exponentes de la pintura neoclásica española.Se formó en la escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia y, después, en la de San Fernando de Madrid.  En 1876 obtuvo el premio de “primera clase” por el cuadro titulado Godoy presentando la Paz a Carlos IV, una alegoría sobre la Paz de Basilea, en tono laudatorio que le valió una pensión de 12.000 reales de vellón para continuar sus estudios – una especie de “master” -en Paris, ciudad en la que permaneció hasta 1807, y en la que visitó con frecuencia en taller de  Gerard David, el gran maestro del neoclasicismo francés.
En un primer plano aparece Godoy llevando de la mano a la Paz y presentándola a Carlos IV, sentado sobre un trono y próximo a él los atributos reales. La Paz es personificada como una mujer vestida con vaporosas telas blancas y que camina aligerada, rompiendo cierta rigidez compositiva. La Paz lleva una rama de olivo y próxima a ella un amorcillo quema las armas con un antorcha. Al fondo se vislumbra un campamento militar esbozado con una pincelada muy difuminada, sin apenas contornos, y con un tono azulado, simulando una lejanía. Mercurio, de espaldas y con caduceo, vuela hacia el cielo una vez que ha llevado el mensaje divino de la Paz; una Paz que acabará con la guerra gracias a la intervención de Godoy y la acogida del rey.
Como esa forma de pintar, aduladora del poder político absolutista, le fue bien, durante toda su vida se dedicó a la realización de obras de exaltación de la figura y la obra de los monarcas, en especial de Fernando VII. 	En Roma expuso  El rescate de cautivos en tiempos de Carlos III, que tuvo mucha aceptación. En la Ciudad Eterna fue encarcelado por negarse a jurar a José I como rey. 	A su regreso es nombrado pintor de cámara de Fernando VII.
Por su obra más conocida, Desembarco de Fernando VII en la isla de León, fue nombrado académico de mérito de la Academia de San Carlos de Valencia, en 1829 y, más tarde, director de la Academia de San Fernando.  	En 1827. José Aparicio pinta uno de sus cuadros más destacados que, por desgracia, desapareció, pudiendo tener una idea aproximada gracias al boceto que se conserva en el Museo Romántico.  Se representa la liberación del rey Fernando VII en el Puerto de Santa María por las tropas del duque de Angulema, en 1823. Fue uno de los cuadros más alabados de su momento al tener un amplio número de retratos, siendo una de las primeras obras de crónica pintadas en España. Las alabanzas llegaron incluso de la propia Casa Real, visitando el rey Fernando VII al pintor en su estudio.
En la composición podemos apreciar al monarca delante de un amplio grupo de personas que tienen casi todas la cabeza a la misma altura, isocefalia que recuerda a las pinturas y esculturas medievales. En el fondo aparece un edificio, con lo que el pintor consigue mayor profundidad espacial. El destacado dibujo y la limitación del colorido -empleando rojos, azules y blancos, fundamentalmente- caracterizan esta composición en la que sobresale la habilidad del maestro para conseguir la galería de retratos.
Su estilo es académico,  con un dibujo correcto paro demasiado frío y relamido . 	 En los temas tiende a las exageraciones  teatrales grandilocuentes, efectistas y  de zafio patrioterismo 	A  pesar de la fama que tuvo en su época es hoy considerado como un pintor mediocre, que triunfó al abrigo de una corte a la que adulaba.
¿En qué momento histórico se realiza el cuadro? Han pasado cuatro años desde la vuelta de Fernando VII a España después de la guerra de la Independencia.  El rey no acepta su papel de monarca constitucional y restaura el absolutismo monárquico.
Decreto de 4 de Mayo de 1814 “….declaro que mi Real ánimo es, no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes generales y extraordinarias ni de las ordinarias actualmente abiertas (...), sino el de declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, (...) como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos y guardarlos.”
	En el marco de una profunda crisis económica, en la que buena parte de la población pasa hambre, los liberales se oponen cada vez con más fuerza al régimen absolutista. 	Es preciso reforzar el prestigio real y, en ese contexto, se encarga a José Aparicio Inglada, pintor de Cámara y maestro de pintura del infante Francisco de Paula, un cuadro que sirva como propaganda de los valores de la monarquía.
Aparicio concibe un cuadro de gran impacto dramático, en el que trata de reflejar el carácter de un pueblo que rehúsa el sustento de sus opresores en ausencia de su rey. 	Cuando fue expuesto en la Academia de San Fernando tuvo un éxito extraordinario, siendo aplaudido por todos los miembros de la Corte y la Familia Real.  Salcedo Ruiz en su Historia de Españano dice  “ Llega a cotizarse por aquél entonces más que la Redención de Breda, de Velásquez”. “Sólo estaba reservado,Aparicio, a tu pincelhacer un retrato fieldel amor más acendrado;pues en tu cuadro, expresado,se ve con admiraciónque la española nación,guardando a Fernando ley,prefirió, antes que otro rey,el hambre y la desolación”.
El cuadro
En el cuadro encontramos a un grupo de soldados franceses ofreciendo alimentos a un grupo de madrileños encabezado por un anciano que recoge en su regazo a una mujer muerta mientras que un niño se apoya en su hombro. En una pilastra -donde observamos una inscripción con letras doradas en la que se proclama la fidelidad del pueblo madrileño al rey depuesto- un grupo de personajes como mondas y sobras mientras la figura de la izquierda rechaza el pan ofrecido por el militar. Al fondo, un majo se abalanza sobre los militares mientras su mujer le retiene por la capa, sosteniendo ella un bebé en sus brazos. 	Las figuras están tratadas de manera noble ya que el artista intenta poner de manifiesto la nobleza de los madrileños durante la reciente contienda.  En resumen, de una manera teatral y escenográfica, evoca los sufrimientos de la población madrileña en la Guerra de la Independencia.
En primer plano nos muestra a un grupo de famélicos personajes, desarrapados, alimentándose unos de sobras o despojos y otros desfallecidos o ya muertos. Un hombre rechaza el pan que unos soldados franceses les ofrecen. Al fondo, en segundo plano, un majo es retenido por su mujer de su intento de atacar a los militares.
Sigue de cerca el cuadro Ugolino y sus hijos de Fuseli
¿A qué momento histórico  hace referencia el cuadro? El título del óleo,  «El hambre en Madrid», hace referencia a la terrible hambruna que sufrió la capital entre 1811 y 1812 y que costó la vida de no menos de 25.000 personas de una población que por aquel entonces rondaba los 175.000 habitantes.   	Como consecuencia de la guerra, muchos cultivos fueron arrasados y otros  abandonados porque muchos jóvenes dejaron  el arado para tomar las armas. Por otra parte las requisas eran constantes , tanto por parte de los franceses como de los patriotas extranjeros.  Esto causó una espectacular subida de precios.
	Así, la fanega de trigo que costaba alrededor de 60 reales a comienzos de 1811 vio cómo su precio se disparaba hasta multiplicarse por nueve en la primavera de 1812, cuando alcanzó los 540 reales; teniendo en cuenta que de una fanega se obtenían unos cuarenta panes de dos libras – que era el peso usual de venta por entonces - resulta que la pieza de pan, el alimento fundamental y a veces casi único para gran parte de la población madrileña, salía por unos 12-13 reales, que era más de los que muchos madrileños recibían como jornal en un día.	La falta de víveres provocó además motines y revueltas y fueron varios los almacenes, tahonas y puestos de mercado asaltados y saqueados.
Uno más de los “desastres de la Guerra” que muestra Goya en algunos de sus grabados
Casi sitiada por las tropas inglesas y españolas, Madrid se fue convirtiendo en una ciudad fantasma, donde hombres, mujeres y niños morían en las calles de la forma más ignominiosa y miserable que se pueda imaginar, pero sin perder la dignidad, ya que las tropas francesas, impresionadas por lo que veían, intentaron socorrer a la población con lo poco que tenían y donde, como cuenta Mesonero Romanos , "mostrábanse sentidos y aterrorizados, y se apresuraban a contribuir con sus limosnas al socorro de los hambrientos moribundos; limosnas que, en algunas ocasiones solían estos rechazar, no sé si heroica o temerariamente, por venir de mano de sus enemigos; y en esta actitud es como nos los representa el famoso cuadro de Aparicio, titulado El Hambre de Madrid, al cual seguramente podrán hacerse objeciones muy fundadas bajo el aspecto artístico, pero que en cuanto al pensamiento general ofrece un gran carácter de verdad histórica, como así debió reconocerlo el pueblo de Madrid, que acudió a la exposición de este cuadro, verificada en el patio de la Academia de San Fernando el año de 1815". Ramón de Mesonero Romanos (Madrid, 1803 - 1882) Escritor y periodista español que captó como pocos la esencia del Madrid castizo y que en su “Memorías de un sesentón” narra algunos hechos de su niñez en plena guerra de la Independencia.
“Hombres, mujeres y niños de todas condiciones abandonando sus míseras viviendas, arrastrándose moribundos a la calle para implorar la caridad pública, para arrebatar siquiera no fuese más que un troncho de verdura, que en época normal se arroja al basurero; un pedazo de galleta enmohecida, una patata, un caldo que algún mísero tendero pudiera ofrecerles para dilatar por algunos instantes su extenuación y su muerte, una limosna de dos cuartos para comprar uno de los famosos bocadillos de cebolla con harina de almortas que vendían los antiguos barquilleros, o algunas castañas o bellotas, de que solíamos privarnos con abnegación los muchachos que íbamos a la escuela; este espectáculo de desesperación y de angustia; la vista de infinitos seres humanos espirando en medio de las calles y en pleno día; los lamentos de las mujeres y de los niños al lado de los cadáveres de sus padres y hermanos tendidos en las aceras, y que eran recogidos dos veces al día por los carros de las parroquias; aquel gemir prolongado, universal y lastimero de la suprema agonía de tantos desdichados, inspiraba a los escasos transeúntes, hambrientos igualmente, un terror invencible y daba a sus facciones el propio aspecto cadavérico. La misma atmósfera, impregnada de gases mefíticos, parecía extender un manto fúnebre sobre toda la población, a cuyo recuerdo solo, siento helarse mi imaginación y embotarse la pluma en mi mano”. 				Mesonero Romanos
Todo este pesar y tragedia terminó el 12 de agosto de 1812 al huir los franceses de Madrid y entrar el ejército aliado anglo-hispano-portugués, como consecuencia del resultado de la batalla de Arapiles, facilitando las comunicaciones y con ello la entrada de alimentos, lo que hizo que paulatinamente bajara el precio del pan, devolviendo a todos las esperanzas y las ganas de vivir una vez libres de la opresión, saliendo todos de sus casas para aclamar y saludar a sus salvadores: el ejército español, a los ingleses, a lord Wellington, a los  guerrilleros y al rey, nefasto por cierto, Fernando VII
En definitiva, desde 1818, año de su exposición, el cuadro El hambre de Madrid, a pesar de su mediocridad, pasó a se uno de los iconos del sufrimiento de la población española durante la Guerra de la Independencia.
http://www.museodelprado.es/enciclopedia

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El hambre de Madrid

  • 1. El hambre de Madrid José Aparicio Inglada
  • 2. Autor: Jose Aparicio IngladaFecha:1818 Dimensiones:315 x 437 cm Técnica: Óleo sobre lienzo Museo: Municipal de Madrid (en depósito del Museo del Prado)
  • 3. El autor José Aparicio Inglada( Alicante, 1870-Madrid, 1838) es uno de los mejores exponentes de la pintura neoclásica española.Se formó en la escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia y, después, en la de San Fernando de Madrid. En 1876 obtuvo el premio de “primera clase” por el cuadro titulado Godoy presentando la Paz a Carlos IV, una alegoría sobre la Paz de Basilea, en tono laudatorio que le valió una pensión de 12.000 reales de vellón para continuar sus estudios – una especie de “master” -en Paris, ciudad en la que permaneció hasta 1807, y en la que visitó con frecuencia en taller de Gerard David, el gran maestro del neoclasicismo francés.
  • 4. En un primer plano aparece Godoy llevando de la mano a la Paz y presentándola a Carlos IV, sentado sobre un trono y próximo a él los atributos reales. La Paz es personificada como una mujer vestida con vaporosas telas blancas y que camina aligerada, rompiendo cierta rigidez compositiva. La Paz lleva una rama de olivo y próxima a ella un amorcillo quema las armas con un antorcha. Al fondo se vislumbra un campamento militar esbozado con una pincelada muy difuminada, sin apenas contornos, y con un tono azulado, simulando una lejanía. Mercurio, de espaldas y con caduceo, vuela hacia el cielo una vez que ha llevado el mensaje divino de la Paz; una Paz que acabará con la guerra gracias a la intervención de Godoy y la acogida del rey.
  • 5. Como esa forma de pintar, aduladora del poder político absolutista, le fue bien, durante toda su vida se dedicó a la realización de obras de exaltación de la figura y la obra de los monarcas, en especial de Fernando VII. En Roma expuso El rescate de cautivos en tiempos de Carlos III, que tuvo mucha aceptación. En la Ciudad Eterna fue encarcelado por negarse a jurar a José I como rey. A su regreso es nombrado pintor de cámara de Fernando VII.
  • 6. Por su obra más conocida, Desembarco de Fernando VII en la isla de León, fue nombrado académico de mérito de la Academia de San Carlos de Valencia, en 1829 y, más tarde, director de la Academia de San Fernando. En 1827. José Aparicio pinta uno de sus cuadros más destacados que, por desgracia, desapareció, pudiendo tener una idea aproximada gracias al boceto que se conserva en el Museo Romántico. Se representa la liberación del rey Fernando VII en el Puerto de Santa María por las tropas del duque de Angulema, en 1823. Fue uno de los cuadros más alabados de su momento al tener un amplio número de retratos, siendo una de las primeras obras de crónica pintadas en España. Las alabanzas llegaron incluso de la propia Casa Real, visitando el rey Fernando VII al pintor en su estudio.
  • 7. En la composición podemos apreciar al monarca delante de un amplio grupo de personas que tienen casi todas la cabeza a la misma altura, isocefalia que recuerda a las pinturas y esculturas medievales. En el fondo aparece un edificio, con lo que el pintor consigue mayor profundidad espacial. El destacado dibujo y la limitación del colorido -empleando rojos, azules y blancos, fundamentalmente- caracterizan esta composición en la que sobresale la habilidad del maestro para conseguir la galería de retratos.
  • 8. Su estilo es académico, con un dibujo correcto paro demasiado frío y relamido . En los temas tiende a las exageraciones teatrales grandilocuentes, efectistas y de zafio patrioterismo A pesar de la fama que tuvo en su época es hoy considerado como un pintor mediocre, que triunfó al abrigo de una corte a la que adulaba.
  • 9. ¿En qué momento histórico se realiza el cuadro? Han pasado cuatro años desde la vuelta de Fernando VII a España después de la guerra de la Independencia. El rey no acepta su papel de monarca constitucional y restaura el absolutismo monárquico.
  • 10. Decreto de 4 de Mayo de 1814 “….declaro que mi Real ánimo es, no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes generales y extraordinarias ni de las ordinarias actualmente abiertas (...), sino el de declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, (...) como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos y guardarlos.”
  • 11. En el marco de una profunda crisis económica, en la que buena parte de la población pasa hambre, los liberales se oponen cada vez con más fuerza al régimen absolutista. Es preciso reforzar el prestigio real y, en ese contexto, se encarga a José Aparicio Inglada, pintor de Cámara y maestro de pintura del infante Francisco de Paula, un cuadro que sirva como propaganda de los valores de la monarquía.
  • 12. Aparicio concibe un cuadro de gran impacto dramático, en el que trata de reflejar el carácter de un pueblo que rehúsa el sustento de sus opresores en ausencia de su rey. Cuando fue expuesto en la Academia de San Fernando tuvo un éxito extraordinario, siendo aplaudido por todos los miembros de la Corte y la Familia Real. Salcedo Ruiz en su Historia de Españano dice “ Llega a cotizarse por aquél entonces más que la Redención de Breda, de Velásquez”. “Sólo estaba reservado,Aparicio, a tu pincelhacer un retrato fieldel amor más acendrado;pues en tu cuadro, expresado,se ve con admiraciónque la española nación,guardando a Fernando ley,prefirió, antes que otro rey,el hambre y la desolación”.
  • 14. En el cuadro encontramos a un grupo de soldados franceses ofreciendo alimentos a un grupo de madrileños encabezado por un anciano que recoge en su regazo a una mujer muerta mientras que un niño se apoya en su hombro. En una pilastra -donde observamos una inscripción con letras doradas en la que se proclama la fidelidad del pueblo madrileño al rey depuesto- un grupo de personajes como mondas y sobras mientras la figura de la izquierda rechaza el pan ofrecido por el militar. Al fondo, un majo se abalanza sobre los militares mientras su mujer le retiene por la capa, sosteniendo ella un bebé en sus brazos. Las figuras están tratadas de manera noble ya que el artista intenta poner de manifiesto la nobleza de los madrileños durante la reciente contienda. En resumen, de una manera teatral y escenográfica, evoca los sufrimientos de la población madrileña en la Guerra de la Independencia.
  • 15. En primer plano nos muestra a un grupo de famélicos personajes, desarrapados, alimentándose unos de sobras o despojos y otros desfallecidos o ya muertos. Un hombre rechaza el pan que unos soldados franceses les ofrecen. Al fondo, en segundo plano, un majo es retenido por su mujer de su intento de atacar a los militares.
  • 16. Sigue de cerca el cuadro Ugolino y sus hijos de Fuseli
  • 17. ¿A qué momento histórico hace referencia el cuadro? El título del óleo, «El hambre en Madrid», hace referencia a la terrible hambruna que sufrió la capital entre 1811 y 1812 y que costó la vida de no menos de 25.000 personas de una población que por aquel entonces rondaba los 175.000 habitantes. Como consecuencia de la guerra, muchos cultivos fueron arrasados y otros abandonados porque muchos jóvenes dejaron el arado para tomar las armas. Por otra parte las requisas eran constantes , tanto por parte de los franceses como de los patriotas extranjeros. Esto causó una espectacular subida de precios.
  • 18. Así, la fanega de trigo que costaba alrededor de 60 reales a comienzos de 1811 vio cómo su precio se disparaba hasta multiplicarse por nueve en la primavera de 1812, cuando alcanzó los 540 reales; teniendo en cuenta que de una fanega se obtenían unos cuarenta panes de dos libras – que era el peso usual de venta por entonces - resulta que la pieza de pan, el alimento fundamental y a veces casi único para gran parte de la población madrileña, salía por unos 12-13 reales, que era más de los que muchos madrileños recibían como jornal en un día. La falta de víveres provocó además motines y revueltas y fueron varios los almacenes, tahonas y puestos de mercado asaltados y saqueados.
  • 19. Uno más de los “desastres de la Guerra” que muestra Goya en algunos de sus grabados
  • 20. Casi sitiada por las tropas inglesas y españolas, Madrid se fue convirtiendo en una ciudad fantasma, donde hombres, mujeres y niños morían en las calles de la forma más ignominiosa y miserable que se pueda imaginar, pero sin perder la dignidad, ya que las tropas francesas, impresionadas por lo que veían, intentaron socorrer a la población con lo poco que tenían y donde, como cuenta Mesonero Romanos , "mostrábanse sentidos y aterrorizados, y se apresuraban a contribuir con sus limosnas al socorro de los hambrientos moribundos; limosnas que, en algunas ocasiones solían estos rechazar, no sé si heroica o temerariamente, por venir de mano de sus enemigos; y en esta actitud es como nos los representa el famoso cuadro de Aparicio, titulado El Hambre de Madrid, al cual seguramente podrán hacerse objeciones muy fundadas bajo el aspecto artístico, pero que en cuanto al pensamiento general ofrece un gran carácter de verdad histórica, como así debió reconocerlo el pueblo de Madrid, que acudió a la exposición de este cuadro, verificada en el patio de la Academia de San Fernando el año de 1815". Ramón de Mesonero Romanos (Madrid, 1803 - 1882) Escritor y periodista español que captó como pocos la esencia del Madrid castizo y que en su “Memorías de un sesentón” narra algunos hechos de su niñez en plena guerra de la Independencia.
  • 21. “Hombres, mujeres y niños de todas condiciones abandonando sus míseras viviendas, arrastrándose moribundos a la calle para implorar la caridad pública, para arrebatar siquiera no fuese más que un troncho de verdura, que en época normal se arroja al basurero; un pedazo de galleta enmohecida, una patata, un caldo que algún mísero tendero pudiera ofrecerles para dilatar por algunos instantes su extenuación y su muerte, una limosna de dos cuartos para comprar uno de los famosos bocadillos de cebolla con harina de almortas que vendían los antiguos barquilleros, o algunas castañas o bellotas, de que solíamos privarnos con abnegación los muchachos que íbamos a la escuela; este espectáculo de desesperación y de angustia; la vista de infinitos seres humanos espirando en medio de las calles y en pleno día; los lamentos de las mujeres y de los niños al lado de los cadáveres de sus padres y hermanos tendidos en las aceras, y que eran recogidos dos veces al día por los carros de las parroquias; aquel gemir prolongado, universal y lastimero de la suprema agonía de tantos desdichados, inspiraba a los escasos transeúntes, hambrientos igualmente, un terror invencible y daba a sus facciones el propio aspecto cadavérico. La misma atmósfera, impregnada de gases mefíticos, parecía extender un manto fúnebre sobre toda la población, a cuyo recuerdo solo, siento helarse mi imaginación y embotarse la pluma en mi mano”. Mesonero Romanos
  • 22. Todo este pesar y tragedia terminó el 12 de agosto de 1812 al huir los franceses de Madrid y entrar el ejército aliado anglo-hispano-portugués, como consecuencia del resultado de la batalla de Arapiles, facilitando las comunicaciones y con ello la entrada de alimentos, lo que hizo que paulatinamente bajara el precio del pan, devolviendo a todos las esperanzas y las ganas de vivir una vez libres de la opresión, saliendo todos de sus casas para aclamar y saludar a sus salvadores: el ejército español, a los ingleses, a lord Wellington, a los guerrilleros y al rey, nefasto por cierto, Fernando VII
  • 23. En definitiva, desde 1818, año de su exposición, el cuadro El hambre de Madrid, a pesar de su mediocridad, pasó a se uno de los iconos del sufrimiento de la población española durante la Guerra de la Independencia.