Este documento es un homenaje al Maestro Carlos Gaviria tras su fallecimiento. Resalta su compromiso con la libertad, la democracia y los derechos humanos, inspirado en pensadores como Bertrand Russell. Destaca su defensa de la justicia y el derecho más allá de lo legal positivo, basándose en valores como la libertad y la vida. Reconoce también su valentía para oponerse a estructuras opresivas del Estado a través de posiciones críticas y radicales, defendiendo incluso el delito político.
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"In memoriam Maestro Carlos Gaviria" palabras de Javier Giraldo
1. In memoriam Maestro Carlos Gaviria
Martes 5 de mayo de 2015, por Javier Giraldo M. , S.J. Desde los
Márgenes
Palabras en el homenaje al Maestro Carlos Gaviria Díaz celebrado en
la universidad Autónoma de Colombia el 4 de mayo de 2015
La prematura despedida del Maestro y amigo Carlos Gaviria, me llevó
a releer las reflexiones de otro gran maestro que tuvo con él no pocas
afinidades en sus principios, ideales y trayectorias: el filósofo inglés
Bertrand Russell:
Al finalizar el profundo texto del Credo del Hombre Libre, Russell
enfrenta así los retos que la muerte proyecta sobre el sentido de la
vida:
“La vida del ser humano es una larga marcha a través de la
oscuridad, rodeado de enemigos invisibles, atormentado por el
pesar y el cansancio, hacia una meta que pocos abrigan la
esperanza de alcanzar y donde nadie puede entretenerse
mucho tiempo. Uno a uno, a lo largo del camino, nuestros
camaradas desaparecen de nuestra vista, urgidos por las
órdenes silenciosas de la omnipotente Muerte. Breve es el
tiempo que tenemos para ayudarlos, para decidir su felicidad o
su desgracia. Sirva el nuestro para derramar la luz del sol en
su camino, para iluminar sus penas con el bálsamo de la
simpatía, para ofrecerles la pura alegría de un afecto
incansable, para infundirles fe en las horas de desesperación”
(…)
Pero enseguida, finalizando el texto de su Credo, el filósofo enfrenta
también la realidad de su propia muerte y concluye:
2. “Breve e impotente es la vida del ser humano; sobre él y su
estirpe se abate lenta y segura una suerte oscura y despiadada.
Ciega para el bien y el mal, indiferente ante la destrucción, la
omnipotente materia avanza en su implacable camino; para el
ser humano condenado hoy a perder lo más querido, mañana a
traspasar él mismo el umbral de la oscuridad, lo único que le
queda para amar, antes de que se abata el golpe, son los
pensamientos elevados que ennoblecen su pobre existencia;
desdeñando los cobardes terrores del esclavo del Destino,
reverenciar ante el altar lo que sus propias manos han creado;
impasible ante el imperio de los cambios, conservar la mente
libre de la tiranía caprichosa que rige su vida exterior;
orgullosamente desafiante ante las fuerzas irresistibles que sólo
por un momento toleran su conocimiento y su condena,
sostener solo, como un Atlante cansado pero inflexible, el
mundo que sus propios ideales han creado a despecho de la
marcha irresistible del poder inconsciente”.
Agnóstico como el Maestro Gaviria, Russell hizo también de su vida
un testimonio de amor comprometido con lo más humano de nuestra
humanidad. Varios rasgos y relaciones ligaron sus vidas.
En 1976 concluía en Roma la sesión final del Segundo Tribunal
Russell que enjuició y condenó a cuatro dictaduras de América Latina:
Brasil, Uruguay, Chile y Bolivia. En una de sus sesiones, que se
prolongaron entre 1974 y 1976, el Maestro Carlos Gaviria logró
acercarse al jurado y pedir que al menos fueran escuchados y
tomados en cuenta algunos conmovedores testimonios de víctimas de
la tortura en Colombia. En la sentencia final quedó esta referencia:
“Hay otros países de América Latina que nos han hecho llegar sus
palabras de aliento, de aplauso, de esperanza, que emanan de
ciudadanos liberales o de perseguidos, de desterrados; quizás de
hombres ilustres de la ciencia o de humildes desconocidos; de gentes
pertenecientes a fracciones políticas o a corrientes ideológicas
dispares que nos comunican sentimientos de ansia y expectación con
que, a millares de kilómetros de aquí, hombres que piensan y luchan;
que viven en la oscuridad de las cárceles o en la insidia de la
clandestinidad; en la amargura de la derrota o en la esperanza de la
victoria, y que esperan de nosotros una palabra que les estimule, les
ayude, les incite a combatir aún más a favor de los propios derechos
oprimidos, por la libertad aniquilada y por la independencia
defraudada y sacrificada.”
Esta experiencia de los tribunales de opinión, donde el derecho se
esforzaba y se sigue esforzando por recuperar sus conexiones con la
3. ética, ya muy esfumadas en el imperante derecho positivo, marcó los
comienzos de su experiencia como docente del Derecho en la
Universidad de Antioquia. Sus lazos con la tradición de los Tribunales
Russell, más tarde cristalizada en el Tribunal Permanente de los
Pueblos, se mantuvieron siempre activos. En una ocasión coincidimos
en el mismo avión y recuerdo que él se levantó de su puesto y me
expresó toda su voluntad de colaborar con la sesión del Tribunal
sobre la impunidad de crímenes de lesa humanidad que estaba en
preparación. El capítulo de la Liga Internacional por los Derechos y la
Liberación de los Pueblos, asociación hermana del Tribunal, que se
creó en Medellín, contó siempre con sus luces y asesoría.
Todos reconocemos que su docencia y su ejercicio del Derecho
estuvieron marcados por posiciones críticas que siempre relativizaron
el Derecho y la Ley y trataron de supeditarlos a principios éticos y
humanísticos.
Ya desde la Corte Constitucional redactó una sentencia magistral que
trazó con claridad y profundidad y con admirable pedagogía los
linderos entre los poderes del Estado y la libertad de las personas.
Con ocasión de una demanda contra la penalización del consumo
personal de drogas psicoactivas, contemplada en la Ley 30 de 1986,
Carlos Gaviria demostró, en la sentencia C-221 de 1994, que la
legislación desconocía y destruía el ámbito de la libertad personal.
Apasionado por los valores de la libertad y la democracia, se
constituyó en su aguerrido defensor, elaborando a través de sus
sentencias y salvamentos de votos una filosofía de la justicia y del
derecho en la que dichos conceptos y prácticas no encuentran sus
fundamentos en sí mismos sino en valores sustantivos, como son los
valores de la Libertad y de la Vida. En esto se identificó con la
profunda filosofía de Agnes Heller en su discernimiento que tituló:
“Más allá de la Justicia”.
Pero defender la Vida y La Libertad dentro de un Estado que destruye
con tranquilidad y recurriendo a perversas justificaciones millones de
vidas humanas, y que por otra parte esconde, bajo apariencias de
leyes democráticas, verdaderas formas de dictadura y de opresión
contra la inmensa mayoría de sus propios ciudadanos, implica
situarse en la oposición y la rebeldía frente a tales estructuras y
prácticas. El Maestro Gaviria lo hizo con coherencia y autenticidad,
con gallardía y valentía, sin renunciar a su lenguaje respetuoso por
las personas y por sus posiciones emotivas, pero enfrentando sin
temor los retos de la estigmatización y el ostracismo. Ya en una
ocasión había tenido que vivir la experiencia del exilio que
4. seguramente se afirmó como trasfondo retador de muchos de sus
discernimientos. En muchas ocasiones le escuchamos explicar con
elegancia convincente el sentido positivo de la radicalidad y de la
subversión. Su defensa ilustrada, jurídica y filosófica del Delito
Político, prácticamente desaparecido en la legislación nacional, fue
una demostración más de su sabiduría comprometida.
Tales posiciones me remiten nuevamente a la sabiduría de Bertrand
Russell, cuyo perfil ético siempre juzgué cercano al del Maestro
Gaviria. Cuando se defendía de acusaciones de falta de imparcialidad,
al iniciar el Tribunal sobre la Guerra de Vietnam, Russell afirmó: “no
se puede equiparar la opresión del agresor a la resistencia de la
víctima. Sólo quienes no pueden distinguir entre el levantamiento del
ghetto de Varsovia y la violencia de la Gestapo, o la lucha por la vida
de los partisanos yogoslavos, la resistencia en Noruega, la lucha
clandestina en Dinamarca y el Maquí francés de un lado, y los
ejércitos invasores nazis de otro, pueden dejar de enjuiciar los actos
de los Estados Unidos como moral y cualitativamente diferentes de
los actos de la resistencia vietnamita” (…) Debemos rechazar la
opinión de que sólo los indiferentes son imparciales. Debemos
repudiar el concepto degradado de la inteligencia egoista, la cual
confunde las mentes abiertas con las mentes vacías (…) No les voy a
ocultar la profunda admiración y la pasión que me inspira el pueblo
de Vietnam. Tenemos la misión de destaparlo todo y revelarlo todo.
Estoy convencido de que no hay mayor homenaje para este pueblo
que decir la verdad, fruto de una investigación profunda y rigurosa”.
Cómo echamos de menos en este momento crucial que vive
Colombia, talantes éticos como el del Maestro Gaviria, que lúcida y
valientemente encuadren el derecho de rebelión en la tradición
humanista universal; que aboguen por su recuperación constitucional
y que desnuden los intereses que se atrincheran en las simetrías
encubridoras y anti-éticas.
El Maestro Carlos Gaviria sostuvo hasta el final de su vida su posición
agnóstica frente a lo religioso. Su amplia erudición lo llevó a analizar
en profundidad muchas falencias y lecturas sesgadas y fanáticas de lo
religioso en la conflictiva historia humana, tributarias de dogmatismos
y gérmenes de violencia, e incluso los conflictos del cristianismo
histórico con las filosofías libertarias, humanistas y sociales de la
modernidad. Ello no le impidió, sin embargo, expresar muchas veces
su admiración por la ética cristiana. También en esto se acerca al
pensamiento de Bertrand Russell, quien multitud de veces defendió
con muchos fundamentos su posición agnóstica y en una entrevista
se expresó así: “Si por cristiano se entiende un ser humano que ame
5. a su prójimo, que sienta simpatía por los que sufren y que desee
ardientemente un mundo libre de las crueldades y abominaciones que
lo desfiguran en el presente, entonces, ciertamente, está justificado
que se me llame cristiano”.
El Maestro Carlos Gaviria ha entrado, con su muerte, en otra
dimensión de su existencia, marcada por lo que denominamos “el
pasado”, aunque no en un pasado que no vuelve más ni interactúa
con nuestro presente y con nuestro futuro. Con seguridad él
permanece y permanecerá actuante en nuestro presente y en nuestro
futuro, aunque haya ingresado en lo que Bertrand Russell llamó “el
mágico poder del pasado”, explicándolo así: “La belleza de sus
representaciones inmóviles y silenciosas es como la encantada pureza
del final del otoño, cuando las hojas, a las que un soplo hace caer,
aún presentan su gloria dorada hacia el cielo. El pasado no cambia ni
lucha; como Duncan, después de la fiebre intermitente de su vida,
duerme tranquilo; lo que era anhelo y ambición, lo que era vano y
transitorio, ha desaparecido, y las cosas que eran hermosas y eternas
brillan como las estrellas nocturnas”.
Toda palabra se queda corta para expresar el dolor humano por su
partida. Lo repito desde el fondo del corazón: HASTA SIEMPRE
MAESTRO!
Javier Giraldo Moreno, S. J.
Bogotá, 4 de mayo de 2015 -