El 90% de las flores que cultiva Kenia se dedican a la exportación, lo que ha convertido al país africano en el principal proveedor de Europa
La demanda aumenta debido a San Valentín y empeora las condiciones de los miles de recolectores: Esther ha cobrado tres euros por 16 horas de trabajo al día.
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La rosa menos romántica de San Valentín se cultiva en Kenia
1. La rosa menos romántica de San Valentín se cultiva en Kenia
En las últimas semanas, miles de recolectores de flores han cobrado
tres euros por dieciséis horas de trabajo al día para que Europa
disfrute de su San Valentín. / Fotografía:/ EFE/Xavi Fernández De
Castro
EFE (Jèssica Martorell) - Naivasha (Kenia). 13/02/2015. Desalambre
El 90% de las flores que cultiva Kenia se dedican a la exportación, lo
que ha convertido al país africano en el principal proveedor de Europa
La demanda aumenta debido a San Valentín y empeora las
condiciones de los miles de recolectores: Esther ha cobrado tres
euros por 16 horas de trabajo al día.
La sobreexplotación del suelo keniano tiene graves consecuencias:
sus tierras se dedican a cultivar flores en lugar de alimentos y daños
en la flora y fauna
Pocos saben que muchas de las rosas que este sábado regalarán para
decir "te quiero" tienen raíces kenianas y no muy románticas: en las
últimas semanas, miles de recolectores han cobrado tres euros por
dieciséis horas de trabajo al día para que Europa disfrute de su San
Valentín.
"Están explotando a la población de Kenia y destruyendo nuestra
tierra", asegura a Efe el ecologista y activista keniano Isaac Ouma,
que nació en Naivasha y ha visto en las últimas décadas cómo su
región se ha transformado con el único objetivo de cultivar flores
para abastecer a Europa.
2. En la actualidad, el 90% de las flores que crecen allí se exportan y
Kenia ya se ha convertido en el principal proveedor del viejo
continente, por delante de Etiopía, Ecuador y México.
Las orillas del lago Naivasha, el único de agua dulce en el Valle del
Rift (noroeste de Nairobi) donde conviven poblaciones de
hipopótamos y una diversa fauna avícola, son una ubicación ideal
para la floricultura por su clima y altitud. A tan solo unos metros de
los papiros y acacias que delimitan el lago, decenas de invernaderos
rompen la armonía estética del paisaje e invaden la región,
tradicionalmente dedicada a la pesca, agricultura y ganadería.
La industria de las flores se afianza año tras año como uno de los
pilares de la economía keniana –las exportaciones superaron los 440
millones de euros en 2013 y en la actualidad emplea a más de
500.000 trabajadores, en su mayoría mujeres–, pero con una
contrapartida: sobreexplota el suelo del que vive su población.
"Kenia recibe donaciones de comida del Programa Mundial de
Alimentos pese a tener en Naivasha un lago de agua dulce que nos
permitiría cultivar y alimentarnos. Pero preferimos aprovechar el
agua para cultivar flores y enviarlas a Europa. Es inmoral", denuncia
Ouma.
Tres euros por 16 horas de trabajo
Ahora, cuesta encontrar a alguien en esta zona que no trabaje en los
invernaderos. "No tenemos otra opción. No hay otro trabajo",
confiesa a Efe Esther, nombre ficticio de una mujer de 29 años que,
pese a trabajar siete años como recolectora de flores, teme perder su
empleo por hablar con periodistas.
Aunque las empresas garantizan a sus empleados el salario mínimo
interprofesional –que ronda los 7.000 chelines mensuales (67 euros)–
los trabajadores denuncian sus condiciones. "Normalmente
trabajamos diez horas diarias, pero en las últimas dos semanas
hemos trabajado hasta dieciséis. Y el salario ha sido el mismo. No es
justo, pero no tenemos alternativa", lamenta Esther. Ella es una de
las miles de mujeres que cortan, seleccionan y empaquetan las rosas
que, en un máximo de tres días, se venderán a precio de lujo en las
calles europeas.
John, que desde hace dos años es camionero en los invernaderos,
forma parte del sindicato de trabajadores y lucha por mejorar esta
situación. "Es muy injusto. Yo ya estoy buscando otro empleo, pero
no encuentro nada. Ahora intento conseguir dinero extra con otros
trabajos para poder sacar adelante a mi familia", cuenta a Efe.
3. Reacciones a los daños mediambientales
La presencia abrumadora de los invernaderos en Naivasha también
está provocando daños medioambientales: deforestación, bajo nivel
del agua en el lago, aumento de los asentamientos informales (donde
viven los trabajadores) y contaminación por fertilizantes y pesticidas.
La comunidad local es la que más sufre estas consecuencias: la pesca
se ha debilitado y las condiciones para el ganado y el cultivo son cada
vez peores.
Ante las críticas, las empresas han puesto en marcha varios
mecanismos para mitigar su impacto, como el reciclaje hidráulico con
el que reutilizan hasta un 30% del agua. "Al menos una vez al año
nuestro equipo acude a los invernaderos para supervisar su trabajo y
asegurar que realiza una producción sostenible", asevera a Efe Jane
Ngige, directora del Consejo de Flores de Kenia (KFC, en inglés), que
agrupa al 70% de las explotaciones del país.
Además, el KFC "tiene un sistema de certificación para garantizar un
ambiente de trabajo seguro que se ajuste a las leyes kenianas",
apunta.
Pese a la concienciación de los productores y sus esfuerzos por
conseguir la etiqueta de "respetuoso con el medioambiente", el
crecimiento imparable de la industria –alimentada por la enorme
demanda extranjera– sigue teniendo consecuencias inevitables para
la comunidad local. "Pueden decir que respetan los derechos de los
trabajadores y el medioambiente. Pero la realidad es otra", añade
John.