La semana pasada se registraron dos enfrentamientos entre policías e indígenas en el área de Barro Blanco, sin reportarse heridos.
Los indígenas de la comarca Ngäbe Buglé continuarán defendiendo el área de Barro Blanco como herencia ancestral, el cual es centro de la discordia por la construcción del proyecto hidroeléctrico que aprovecha las aguas del río Tabasará, en el distrito de Tolé, provincia de Chiriquí.
1. "Los vigilantes de barro blanco"
Por Elio Núñez. 18 de mayo de 2014 - PANAMÁ
La semana pasada se registraron dos enfrentamientos entre policías e
indígenas en el área de Barro Blanco, sin reportarse heridos.
Los indígenas de la comarca Ngäbe Buglé continuarán defendiendo el
área de Barro Blanco como herencia ancestral, el cual es centro de la
discordia por la construcción del proyecto hidroeléctrico que
aprovecha las aguas del río Tabasará, en el distrito de Tolé, provincia
de Chiriquí.
Hace ya varias semanas, desde que el Movimiento 10 de Abril (M-10-
4) anunció que iniciaría acciones de protesta contra el proyecto, los
indígenas han acampado y se muestran vigilantes de las acciones que
asuman los agentes antidisturbios de la Policía Nacional que
custodian Barro Blanco.
Para llegar al campamento de este grupo de indígenas se deben
caminar 50 minutos por un terreno difícil, sobre una extensa
vegetación, hasta llegar al legendario río Tabasará. Y no solo ello, el
sendero improvisado está cubierto de enormes rocas, tierra arcillosa
y ramas secas que hacen trabajoso el trayecto.
Para encontrar a los activistas del M-10-4 hay que atravesar una
finca privada ubicada en el sector de Bella Vista de Tolé, frecuentada
por ganado, el que con cierto celo mira a cualquier extraño que
camine por los caminos abiertos con sus cascos.
NUBES DE MOSQUITOS
La travesía de reconocimiento que hizo el equipo de La Prensa
comenzó a las 7:00 de la noche del miércoles 7. Una linterna, mucho
2. repelente de mosquito y un guía fueron nuestros compañeros de
viaje, además de temer con qué nos encontraríamos en nuestro
trayecto.
Pese a la oscuridad, Ricardo, nuestro guía, conocía a ciegas el camino
para llegar al campamento indígena ubicado a pocos metros de la
margen izquierda del Tabasará, afluente que divide políticamente las
provincias de Chiriquí y Veraguas.
Mientras caminábamos, Ricardo hacía llamadas telefónicas a sus
contactos en el poblado para anunciarles nuestra llegada. Luego de
tanto andar, las luces reflectantes blancas, ubicadas en el
campamento de los policías, indicaban que ya estábamos cerca del
río. Caía una pertinaz lluvia que, acompañada del sudor, había
empapado toda nuestra ropas.
DAÑOS ECOLÓGICOS
Nuestro guía nos contaba sobre los perjuicios que están pasado los
ngäbes por la construcción del proyecto, y el daño que la obra había
ocasionado a los recursos naturales del lugar.
Llegamos a una pequeña quebrada. “Esperen, esperen”, gritó el guía,
mientras alumbraba una piedra de laja. “Miren el ojo de agua que hay
sobre esta laja, esa es agua de salud”, afirmó, mientras se agachaba
para refrescar sus manos.
Seguimos nuestro camino. Una barrera de ramas secas bloqueaba el
acceso al río, pero habíamos llegado a lo que parecía nuestro destino.
Las luces de más de cinco linternas, en lo alto de una colina,
indicaban que nos estaban esperando y que teníamos que cruzar el
río.
Pasaron unos minutos cuando se escuchó un ruido entre las aguas del
río. Era Manolo Miranda, uno de los líderes del M-10-4, quien
vistiendo suéter y ropa interior, cruzaba para encontrase con
nosotros y programar la visita al pueblo.
Miranda, coordinador del movimiento conservacionista, nos recibió
esa oscura noche, mientras se comunicaba con nuestro guía en su
lengua nativa, el cual le explicaba que queríamos ir al campamento.
Esa noche, la corriente del río era torrentosa y peligrosa, por lo que
decidimos esperar a que amaneciera y aprovechar la luz del día.
MÁS TROPIEZOS
El segundo día de visita se inició a las 7:00 de la mañana, Ricardo, el
guía, intentó cruzarnos al punto de concentración por otra vía de la
que recorrimos la noche anterior. Era una vía cubierta de piedras que
conecta el campamento con el poblado de Tolé, la cual recorreríamos
después en vehículo. No obstante, era un camino peligroso, angosto,
lodoso, casi inaccesible para el automóvil en el que viajábamos.
Eran las 11:00 de la mañana y no llegábamos aún a la mitad del viaje
hacia el caserío llamado Comunidad Cultural de Kiad. Allí llegaríamos
3. para cruzar finalmente el río Tabasará, y luego al campamento en
Barro Blanco. Tampoco fue posible cruzar por esa vía, la alternativa
siguió siendo el acceso por la finca privada en Bella Vista.
Cruzamos la finca otra vez, ahora bajo un inclemente sol, que ya
había secado el camino. En el lugar se notaba la devastación de
árboles y sacos con arena para levantar las antenas generadoras de
energía.
EL CAMPAMENTO
Llegamos al río, y allí encontramos una pareja de ngäbes, Carlos
Pérez y Bellini Jiménez, quienes nos daban la bienvenida a Barro
Blanco. El caudaloso río también nos recibía. Con mucho cuidado lo
cruzamos, para luego subir una loma pedregosa que nos llevaría
hasta el campamento.
Carlos y Bellini nos indicaban por donde caminar, mientras que un
grupo salía hacia el bosque donde se dedicaba a la tarea de cazar. Al
llegar al campamento el panorama era desolador, los únicos
habitantes eran los indígenas que habían salido de sus pueblos para
defender la tierra.
VIGILANTES
En el sitio operan cinco puestos de vigilancia improvisados, en los que
de dos a tres personas se turnan para no perder de vista a los
policías apostados en cuatro frentes, en la otra orilla del río. En estos
puntos de vigilancia vimos, incluso, niños, que siguiendo a sus padres
han dejado de ir a la escuela.
Las condiciones son precarias, cocinan en fogones de piedra, y
aunque la alimentación no es tan mala, se las arreglan para lograr
donaciones. No obstante, no revelaron quiénes son sus
patrocinadores.
Pasamos un día en el campamento y en su transcurso los indígenas
no apartaban la vista de los puestos policiales, aunque sacaban
tiempo para conversar y hasta contar chistes. Incluso, aprovechaban
el corto para jugar fútbol y para rezar ante una enorme cruz de
madera.
Este día, mientras una patrulla policial llegaba a los puestos de los
uniformados para distribuir sus alimentos, los indígenas se reunían
para conversar sobre su situación y armar estrategias de lucha.
PIEDRAS Y ´BIOMBOS´
Leonidas Carpintero es el encargado del primer puesto de vigilancia.
Desde que se dieron los primeros enfrentamientos en el lugar, no ha
regresado a su pueblo Quebrada de Caña, en Chiriquí.
Con su sombrero de paja y vistiendo una camisa rudimentaria,
Carpintero está preparado para la lucha de su pueblo. Un “biombo” y
una chácara cargada de piedras son sus “armas” de defensa.
4. Él sabe qué hacer una vez los policías ataquen. “Solo esperamos que
ellos pretendan agredirnos para nosotros actuar”, explicó el ngäbe
que ya pasa los 50 años.
El puesto que cubre solo lo protege un techo de pencas de palma
sostenido por ramas de árboles. Carpintero se sienta en un tronco,
mientras su compañero descansa sobre el suelo.
En el siguiente puesto está Pablo Carpintero y Víctor González.
Saludan tímidamente, pero prefieren callar. Ambos no revelan rasgos
indígenas, aunque dicen identificarse con la lucha del pueblo. El
puesto de estos hombres está justo frente al de los uniformados, y
hasta se puede decir que son vecinos.
El último puesto es en el que se halla Manolo Miranda, coordinador
del indigenista M-10-4, el único dirigente de los indígenas que
hallamos en el lugar.
Miranda descansaba dentro de una pequeña covacha excavada sobre
una roca, precisamente para protegerse de los fuertes aguaceros que
caen en la zona. Cerca a esta cueva han tendido una lona azul sobre
dos palos de bambú, que según los indígenas no los protege para
nada.
Llegaba la tarde en Barro Blanco y la lluvia no cesaba, y mientras los
custodios policiales corrían a guarecerse en sus trincheras, los
indígenas seguían vigilantes.
LA LUCHA CONTINÚA
Según Miranda, los indígenas se hallan en el lugar para defender la
comarca y no abandonarán la lucha hasta que se elimine el proyecto
hidroeléctrico. “Al terminarse el proyecto hidroeléctrico Barro Blanco,
se nos van a inundar las tierras, las partes productivas de nuestra
comunidad y todo eso”, afirmó el dirigente.
Contó que el pasado 17 de febrero la Autoridad Nacional de los
Servicios Públicos intentó desalojarlos de la comarca para que
ingresara la maquinaria de la empresa y así poder continuar talando
los bosques. A la fecha, dijo, tienen casi tres meses completos en el
campamento.
Dejó claro que continuarán en su lucha, basados en lo que establece
la Constitución Política de Panamá, que garantiza el derecho de las
tierras colectivas. “El gobierno actual no respeta la Constitución y
atenta contra la ciudadanía panameña”, esgrimió.
Muchos de sus compañeros de lucha se han retirado de Barro Blanco,
confesó Miranda, ya que necesitan ir a sus casas para alimentar a sus
animales y ver a sus familiares. “Ellos regresarán para continuar
nuestras acciones hasta que el Gobierno acepte que se violaron
procedimientos internos e internacionales”, alegó.
REPRESIÓN POLICIAL
5. Miranda está preocupado por la constante represión de la que son
víctimas por parte de la Policía Nacional, pero advierte de que no
renunciarán a la defensa de sus derechos. “Hemos sido agredidos con
perdigones, balas de goma y gases lacrimógenos; contamos con
pruebas”, dijo.
El temor de los residentes de esta comunidad es que los uniformados
pretendan llevar a cabo desalojos con ayuda de maquinarias de la
empresa encargada de la construcción de la hidroeléctrica, ya que se
han negado a vender los terrenos donde han vivido por años para dar
paso al proyecto.
La Prensa también conversó con los agentes policiales allí destacados.
Ellos solo manifestaron que están en el lugar haciendo su trabajo, y
que no tienen intención de atacar a nadie.
La obra la construye la empresa Generadora del Istmo S.A. (Genisa),
que ha informado que continuará con estricto apego a la Constitución
y a las leyes. Sus voceros afirmaron que los propietarios de estas
tierras serán indemnizados.
FUENTE:
La Prensa.
Por Elio Núñez.
14/05/2014
Imágen: Persistencia. Aunque la resistencia contra el proyecto de
Barro Blanco continúa, los indígenas del M-10-4 ven con algo de
resignación cómo se levantan las torres de la presa hidroeléctrica. LA
PRENSA/Ricardo Iturriaga.