miles de residentes —indígenas, ribereños y habitantes de la ciudad de Altamira— continúa en deterioro. Sus comunidades y modos de vida están siendo irreversiblemente afectados y sus derechos humanos, sistemáticamente violados a causa de la construcción de la hidroeléctrica. Cuando la noche se vuelve día
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Vidas sin retorno: Algunas historias detrás de la construcción de la represa Belo Monte
1. Vidas sin retorno: Algunas historias detrás de la construcción
de la represa Belo Monte
10/02/14 Por María José Veramendi Villa
Al iniciar el descenso en avión hacia la ciudad de Altamira
(Pará, Brasil), la oscuridad de la noche se interrumpe por las
fuertes luces de los canteros, ubicados a pocos kilómetros de
esa ciudad, y donde se realizan las obras de construcción de la
represa Belo Monte. Desde ese momento, el panorama se
torna desolador.
En un reciente viaje a la zona pude constatar cómo la situación de los
miles de residentes —indígenas, ribereños y habitantes de la ciudad
de Altamira— continúa en deterioro. Sus comunidades y modos de
vida están siendo irreversiblemente afectados y sus derechos
humanos, sistemáticamente violados a causa de la construcción de la
hidroeléctrica. Cuando la noche se vuelve día
Desde el avión, las luces provenientes de los canteros son sólo
destellos momentáneos. Pero para las comunidades indígenas y
ribereñas cercanas a ellos, esas luces han significado un cambio
radical en su forma de vida. El señor José Alexandre vive con su
familia en Arroz Cru, comunidad ribereña ubicada en la margen
izquierda (ribera o lado izquierdo de un río o arroyo) de la Volta
Grande del río Xingú(municipio de Vitoria do Xingu), frente al cantero
de obras Pimental. Su vida entera ha transcurrido en ese lugar, con la
caza y pesca como actividades principales. Sin embargo, todo cambió
desde que inició la construcción de la represa.
La fuerza de las luces que iluminan el cantero es tal que ya no es
posible pescar ni cazar como antes. Asustados por la luz y las
explosiones, los animales no se asoman más. José Alexandre se ha
visto obligado a vivir del trabajo agrícola de sus hijos: un giro radical
en su modo de subsistencia. La noche, que antes era verdaderamente
2. penumbra, ahora está permanentemente iluminada…Las estrellas ya
no se ven igual.
Pero eso no es todo. A medida que la construcción avance, la Volta
Grande del río será cerrada con diques y con ello su caudal se
reducirá drásticamente. José Alexandre tendrá entonces que dejar su
hogar para reubicarse muy probablemente en una zona urbana.
Aunque recibirá un pago por su tierra, ¿cuánto es suficiente?, ¿es
posible compensar la pérdida de su hogar, vida y cultura?
Ante la inminente salida de su territorio, José Alexandre vivió otro
doloroso proceso: los cuerpos enterrados en el cementerio de la
comunidad, entre ellos los de sus seres queridos, fueron exhumados
hace algunas semanas para ser trasladados al cementerio
de Altamira.
Cuando los muertos ya no son nuestros
El cementerio de la comunidad de Santo Antonio es ahora propiedad
del Consorcio Constructor de Belo Monte (CCBM). El camposanto era
lo único que quedaba de esa comunidad. Sus habitantes tuvieron que
dejarla por estar enclavada entre los canteros de las obras.
En el lugar se colocó un letrero con el siguiente texto:
Comunicado
Interdicción de Cementerio
Norte Energía informa a los moradores de la Villa Santo Antonio y
comunidades vecinas que el cementerio de la Villa Santo Antonio será
restringido por la Prefectura de Vitória de Xingu a partir del 1 de
enero de 2012, estando prohibido todo y cualquier entierro en el
local. El entierro que sea necesario en el periodo de la interdicción y
hasta la construcción del nuevo cementerio será realizado en el
cementerio municipal de Altamira.
3. Los fallecimientos que ocurran a partir de esa fecha deberán ser
comunicados a Norte Energía a los teléfonos […] para las debidas
providencias. El letrero, colocado en el tiempo en el que se estaba
discutiendo el reasentamiento de la comunidad, parece una
prohibición a morir.
Foto: Letrero puesto por Norte Energía en el cementerio de San
Antonio. Crédito: Movimiento XingúVivo para Siempre
Ahora es posible ver en cada tumba una estaca de madera con las
siglas de la represa y un número de registro a manera de inventario.
Demás está decir que el proceso de reasentamiento e indemnización
fue seriamente cuestionado, siendo los antiguos moradores de Santo
Antonio los más perjudicados y cuyo modo de vida fue destruido.
Cuando se pierde todo vínculo con el hogar
Toda su vida se dedicó a pescar. Ahora sus días transcurren con
bolsas de cemento de aproximadamente 50 kilos a cuestas y fuertes
dolores de espalda. A raíz del inicio de obras de la represa Belo
Monte, Élio se vio forzado a dejar su hogar en la comunidad de San
Antonio y a mudarse a Altamira, donde ahora trabaja en la industria
de la construcción para subsistir. En Altamira, Élio vive en casa de
unos amigos, en un cuarto que le cedieron por caridad. Tras salir de
Santo Antonio, su familia se separó y cada quien buscó sus propios
medios de sustento. Élio ha perdido contacto con sus amigos y con el
resto de su comunidad. Con profunda tristeza reconoce no saber
dónde ni cómo viven.
Son algunas de las miles de historias
Como éstas hay miles de historias en torno a la construcción de Belo
Monte. Son historias de muerte, destrucción y desplazamiento
forzoso. Describen familias separadas, culturas y tradiciones
pérdidas, tierras abandonadas; daños a la vida, a la salud y al
ambiente; y la criminalización de defensores, movimientos sociales y
víctimas. Narran la impunidad. Son el fiel reflejo de las violaciones de
derechos humanos perpetradas por un Estado que supuestamente
persigue el desarrollo, pero que lo hace a toda costa y, en particular,
a costa de miles de vidas que jamás volverán a ser las mismas.
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