Isabel Flores de Oliva fue la primera santa de América. Nacida en Lima en 1586, tomó el hábito de terciaria dominica a los 20 años y dedicó su vida a cuidar enfermos y niños y a la práctica ascética. Durante su vida fue venerada por sus visiones místicas y milagros atribuidos, y fue canonizada por la Iglesia Católica, declarándola patrona de Lima, Perú y más tarde de América y otras regiones.