1. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
El día de Pentecostés
«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo
lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento
impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les
aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron
sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se
pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse» (Hch 2,1-4).
El segundo día de la fiesta de la Pascua el pueblo de Israel empieza a
contar los días que faltan para una nueva fiesta:
Pascua
«Cuando la hoz comience a cortar las
espigas comenzarás a contar estas
siete semanas. Y celebrarás en honor
Pentecostés
de YHWH tu Dios la fiesta de las
SEMANAS» (Dt 16,9-10)
Los judíos de habla griega dieron a esta fiesta de la
Semanas (SHAVUOT) el nombre de PENTECOSTÉS.
El don de la Ley en el Sinaí, 50 días después del cruce del
Mar Rojo, completa la acción salvadora de Dios, desde la
liberación de la esclavitud en Egipto hasta la libertad de
aceptar el señorío de Dios a través de su Alianza.
2. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Aparecieron unas lenguas como de fuego
En el marco de la fiesta de Pentecostés el libro de los Hechos relata cómo
los discípulos de Jesús reciben el Espíritu Santo. La escena evoca la
revelación de Dios en el Sinaí, en medio del fuego. La traducción aramea
(Targum) del Exodo recreaba de un modo muy semejante la escena:
«El primer mandamiento, cuando salía de la boca del Santo -¡Bendito sea
su Nombre!-, era como destellos, relámpagos y lámparas de fuego. Él
volaba y discurría en el aire de los cielos. Todo Israel lo veía y tenía
miedo por su causa. Luego volvía y se grababa en las dos tablas de la
Alianza. Gritaba entonces y decía a los hijos de Israel: «Pueblo mío, hijos
de Israel, yo soy YHWH vuestro Dios que os ha liberado y os ha hecho
salir, libres, del país de Egipto, de la casa de servidumbre de los
esclavos» (Targum de Ex 20,1).
Un pensador judío de Alejandría explicaba que en el Sinaí, al mismo tiempo que se revelaba
la Ley, el Espíritu Santo descendía sobre el pueblo. La sangre del sacrificio con el que se
sellaba la Alianza (Ex 24,4-6) era la unción para que el pueblo recibiera ese don de Dios:
«Una parte de la sangre era una sagrada unción en lugar del aceite de la justificación y de la
purificación perfecta; y si se ha de decir la verdad, a fin de que quienes la reciben, reciban el
Espíritu Santo y se conviertan en portadores del Espíritu Santo» (Filón, Cuestiones sobre el
Exodo II,33).
3. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Quedaron todos llenos del Espíritu Santo
El relato del libro de los Hechos también supone la realización de las
promesas proféticas:
«Ésta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de
aquellos días - oráculo de YHWH -: pondré mi Ley en su interior y
sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo» (Jer 31,33).
Porque el Espíritu Santo, que inspiraba a los profetas para que llamaran
al pueblo a cumplir la Alianza, finalmente sería derramado por Dios para
orientar a los hombres hacia la santidad, y para cambiarles el corazón:
«Les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo,
quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de
carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según
mis preceptos y observen y practiquen mis normas» (Ez 36,26-27).
El libro de los Hechos quiere mostrar que el Espíritu de Dios, que ha resucitado a Jesús
(Hech 2,32-33), es infundido por Dios para comenzar una Nueva Alianza, como en el Sinaí.
El poder del Espíritu de Dios ayuda a las personas a conducirse de un modo que va más
allá de sus posibilidades humanas, transformando sus corazones y permitiéndoles cumplir los
mandamientos de Dios escritos en la Ley.
4. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Seréis mis testigos
Pero el libro de los Hechos quiere mostrar, además, que en Pentecostés
se cumple también la promesa de Jesús antes de partir:
«Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y
seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los
confines de la tierra» (Hech 1,8).
La acción del Espíritu no está limitada a la santificación personal del que
lo recibe (Rom 8,5.10), sino que está destinada también a la misión.
• Los apóstoles no son los principales protagonistas de la misión. En los
Hechos el gran realizador del plan de Dios es el Espíritu Santo, con cuya
fuerza se va expandiendo la Palabra de Dios.
• Este libro no es sólo una crónica histórica. Ante todo quiere ser un
relato fundacional y ejemplar. Los sucesos definitorios de la identidad
eclesial son relatados como ideales inspiradores de actitudes básicas
para obrar en todos los tiempos.
• El libro no da recetas, pero sí muestra algunos indicios para descubrir
cómo actúa el Espíritu y cómo abre caminos nuevos.
• Cuando Pablo consiga llevar el Evangelio a Roma, el final del libro no
cierra la historia (28,30-31): queda predicando el Evangelio, como deben
seguir haciéndolo también los lectores de hoy.
5. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Llevados por el Espíritu
Los Hechos presentan al Espíritu Santo ante todo como fuerza de Dios
para intervenir en la historia. El Espíritu viene o se derrama sobre el
profeta o sobre el pueblo, dirige los pasos, elige, arrebata, dice, fortalece,
impulsa, impide, envía...
La acción del Espíritu fue decisiva en Felipe, Pedro y Pablo, porque
condujo a una apertura de la comunidad claramente universalista.
Esta apertura no se debió a una decisión meditada por los Apóstoles.
Al contrario, significó una auténtica conversión para ellos, en cuanto que
reconocieron que la actuación del Espíritu desbordaba sus cálculos y
rompía sus esquemas religiosos.
El plan de Dios puede ser desconcertante. Lo que parece una
desgracia se va a convertir en la gran oportunidad. Los compañeros
helenistas de Esteban tienen que escapar y en su huida van anunciando
el Evangelio por los territorios que atraviesan:
"Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la
Buena Nueva de la Palabra" (Hech 8,4).
6. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Nuevo Pentecostés en Samaría
En Samaría existe un judaísmo rechazado por la ortodoxia de Jerusalén.
Allí empieza a cumplirse el anuncio de Jesús: «Seréis mis testigos en
Jerusalén, toda Judea, Samaría y hasta los confines de la tierra» (1,8).
• A Felipe y los helenistas la fuerza de los acontecimientos y su
convicción interior los han llevado a franquear puertas antes no solo
cerradas, sino también prohibidas.
• Pero el evangelizador no actúa solo. El libro de Hechos hace ver que
una decisión tan importante se ha hecho en comunión eclesial y es
avalada por los apóstoles de Jerusalén:
«Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo» (8,17).
Se ha producido un nuevo Pentecostés: el de los samaritanos, como
en 2,1-11 había sucedido con los apóstoles judíos. El Espíritu Santo
confirma y fortalece a la comunidad a medida que va creciendo.
Este aval apostólico no sólo benefició a los samaritanos, que recibieron
el Espíritu, sino que fue ocasión de transformación para Juan y Pedro,
que se convienen también ellos en sus misioneros:
«Se volvieron a Jerusalén evangelizando muchos pueblos samaritanos»
(8,25).
7. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Acercando al excluido
Los helenistas que habían huido podrían encontrar en Antioquía, ciudad
cosmopolita, un ambiente más propicio que en Jerusalén. Pero Dios, que
detuvo a Felipe en Samaría, también lo impulsó a cambiar de ruta y
tomar el camino que baja a Gaza. Allí prepara su encuentro con un
etíope, que había venido a Jerusalén a adorar (Hech 8,27).
• El funcionario etíope no es un mero gentil: va leyendo al profeta Isaías.
Pero su condición de eunuco lo convierte en un excluido de la comunidad
cultual (Dt 23; Lv 21).
• El Espíritu puso a Felipe en el camino. Él nuevamente se muestra dócil
y cambia sus planes. Se acerca al extraño, escucha sus inquietudes,
acepta dejar su montura y subirse al carro del otro. Cambia Felipe, y
cambia también el etíope...
«Entonces Felipe, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a
anunciarle la Buena Nueva de Jesús» (8,35).
• Se repite lo acontecido en el camino de Emaús, cuando Jesús,
"empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó
lo que había sobre el Mesías en todas las Escrituras" (Lc 24,27).
• De esto trata la lectura de la Escritura en el Espíritu: ir descubriendo, a
la luz de la resurrección de Jesús, el sentido profundo y espiritual de la
historia de Salvación.
8. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Etiopía extiende sus manos hacia Dios
De esta manera, la fe del etíope como «temeroso de Dios» desemboca
en la fe pascual, a través del bautismo. El excluido según la letra de la
Ley es aceptado en el Israel renovado por el Espíritu. Así se cumple la
profecía de Isaías:
«Que el extranjero que se adhiera a YHWH no diga: ¡De cierto que
YHWH me separará de su pueblo! No diga el eunuco: ¡Soy un árbol seco!
Pues así dice YHWH : Respecto a los eunucos que guardan mis sábados
y eligen aquello que me agrada y se mantienen firmes en mi alianza, yo
he de darles en mi casa y en mis muros monumento y nombre mejor que
hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado» (56,3-5).
• El Espíritu que juntó los caminos de Felipe y del etíope los separa de
nuevo e impulsa a cada uno para ser en lugares diferentes misioneros del
Evangelio. Según el texto occidental de Hechos:
«el Espíritu Santo cayó sobre el eunuco», que «siguió gozoso su
camino» (8,39).
Una vez vuelto a la tierra patria, también fue el primero en anunciar el conocimiento del Dios
del Universo y la presencia vivificadora entre los hombres de nuestro Salvador. De este modo
se cumplía, gracias a él, la profecía que dice: «Etiopía se apresurará a extender sus manos
hacia Dios» (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica II,1,13).
9. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
El Pentecostés de los gentiles
Hechos 10,1-11,18 relata la llamada «conversión de Cornelio», pero en
realidad se trata de la conversión de Pedro. Su corazón se va abriendo a
la acción del Espíritu, supera sus prejuicios, acepta al extraño y afronta
las críticas de sus hermanos, que consideran innovadora su actitud.
• Es en Cesarea, en una casa donde sus tradiciones le impedían entrar,
donde Pedro cae en la cuenta del significado profundo de la visión que
había tenido en Jope: «A mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar
profano o impuro a ningún hombre» (10,28).
• Cuando Pedro anuncia el Evangelio a Cornelio y toda su casa, sus son
interrumpidas por la venida del Espíritu Santo. Tras el Pentecostés de los
judíos (2,1-11) y el de los samaritanos (8,17), ahora tiene lugar el
Pentecostés de los gentiles (10,44-48).
• La Iglesia tiene que ser dócil a la acción del Espíritu, que la antecede y
abre caminos. Pedro saca una conclusión audaz:
«No podemos negar el agua del bautismo a quienes han recibido el
Espíritu Santo igual que nosotros» (10,47).
• Toda decisión innovadora puede crear conflictos. Por eso el Espíritu
Santo, que es un principio de comunión, también puede desestabilizar.
Sacude rutinas cómodas, abriendo perspectivas más amplias.
10. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Por fidelidad al Espíritu
Los caminos de Dios son especialmente desconcertantes en el caso de
Pablo:
el perseguidor se va a convertir en evangelizador
y el cumplidor de la Ley va a llegar a ser el principal defensor del
Evangelio de la libertad.
La obra misionera de Pablo está dirigida por el Espíritu.
• Es él quien pide que se separe a Bernabé y Saulo para la obra a la que
los llama (13,2-4).
• Pero es también quien impide el plan lógico de Pablo de llegar a Efeso,
centro estratégico de la región de Asia Menor (16,6). También el de llegar
a la importante Bitinia (16,7). En cambio lo va empujando hacia el oeste,
de modo que llegue hasta Grecia (16,8), al corazón de lo distinto.
• Más tarde, Pablo tomaría una decisión trascendental: «Decidió Pablo en
el Espíritu ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya. Y decía:
después de estar allí, debo visitar también Roma» (19,21).
• Como antes Pablo emprendió el primer viaje desde Antioquía por
fidelidad al Espíritu, también ahora emprende este viaje decisivo que lo
llevará a Jerusalén y Roma por fidelidad al Espíritu, que «testifica que le
aguardan prisiones y tribulaciones» (20,22-23).
11. Pentecostés Transformados por el Espíritu de Dios
Los caminos del Espíritu
Es el Espíritu quien abre el camino de la Iglesia, no la Iglesia quien
planifica la acción del Espíritu, aunque su dispensación esté vinculada
también a los medios instituidos, como los sacramentos.
• Porque el Espíritu impulsa también a dar pasos audaces y, con
frecuencia, cuestiona convenciones muy arraigadas. Para escuchar al
Espíritu hay que escuchar al otro, sobre todo al otro diferente, al que nos
puede des-identificar porque tiene algo nuevo que decirnos.
• Evangelizar no es hacer publicidad, sino dar testimonio. Sólo puede
convertir quien está convertido. Las grandes conversiones que realiza el
Espíritu en los Hechos (Felipe, Pedro y Pablo) son las que conducen a
convertir a otros (el eunuco etíope, Cornelio y su familia, etc.).
• El Espíritu dice una relación necesaria a la comunidad: está en el origen
de opciones para construir una Iglesia más acogedora y universal y, al
mismo tiempo, impulsa siempre a mantener la comunión con los
hermanos que más dificultades pueden tener para comprender las
nuevas fronteras que se abren.
• El Espíritu de Dios, que dirige la Historia de la Salvación desde el inicio,
es ahora el Espíritu que envía el Resucitado (2,33), y su camino dice
relación con el camino que siguió el mismo Jesús.