5. El Espíritu Santo fecundará las
entrañas de María; por eso su hijo no
será solamente un hombre enviado por
Dios para ser su heraldo en la tierra,
sino el mismo Hijo de Dios, que se
hará hombre en su seno.
En el Bautismo de Jesús en el río
Jordán volverá a manifestarse el
mismo Espíritu Santo, cuando
descienda sobre él en forma de
paloma.
El Espíritu Santo se manifiesta así
como la fuerza que mueve a Jesús en
su vida pública.
6. Tras la muerte de Jesús
en la cruz todo parecía
haber términado.
Pero, poco tiempo
después, tiene lugar algo
inesperado:
"Se llenaron todos de Espíritu
Santo y empezaron a hablar
en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía
manifestarse" (Hech 2, 4).
Es el comienzo de
la Iglesia.
Además, "los mismos apóstoles
y otros de su generación
pusieron por escrito el mensaje
de la salvación inspirados por el
Espíritu Santo" (Vaticano II, DV
7).
El Espíritu Santo es la
Palabra que sale a
nuestro encuentro en
los escritos del Antiguo
y del Nuevo
Testamento.
7. En nuestros días, el
Espíritu Santo sigue
llevando a cabo
calladamente la obra de
santificación de los
discípulos de Jesucristo y
guiando a la Iglesia hasta
su consumación en el
reino de los cielos.
Cuando se celebra la
Eucaristía, al imponer el
sacerdote sus manos
sobre el pan y el vino,
invoca al Espíritu Santo
diciendo:
“Te pedimos
que santifiques
estos dones con
la efusión de tu
Espíritu, de
manera que
sean para
nosotros
Cuerpo y
Sangre de
Jesucristo,
nuestro Señor".
Lo mismo podríamos
decir de los restantes
sacramentos.
8. San Ireneo resumirá toda
esta acción del Espíritu
Santo en la Iglesia
diciendo:
“Donde está la Iglesia,
allí está el Espíritu de
Dios, y donde está el
Espíritu de Dios, allí está
la Iglesia y toda gracia.
El Espíritu es la verdad;
alejarse de la Iglesia
significa rechazar al
Espíritu...y por eso
excluirse de la vida”.
9. Oh Dios, que por el misterio
de Pentecostés santificas a
tu Iglesia, extendida por
todas las naciones, derrama
los dones de tu Espíritu
sobre todos los confines de
la tierra y no dejes de realizar
hoy aquellas mismas
maravillas que obraste en los
comienzos de la predicación
evangélica. Por N.S.J. Amén.