1. Así fue cómo a la ballena se le formó su garganta
Informáronme que hace muchísimo tiempo, mi querido niño, había una ballena en el mar;
comía peces. Se comía al cazón y al tiburón, al pez cuchillo y al pez martillo, al rodaballo y
al gallo, al salmón y al pez escorpión, y hasta a la larguirretorcida y vueltimovida anguila.
Todos los peces que encontraba en la mar entera se los comía con la boca: ¡así! Hasta que
por fin en todo el mar sólo quedó un pececillo, que era un pececillo astuto que nadaba un
poco por detrás de la oreja derecha de la ballena para estar fuera de peligro. Entonces la
ballena se puso de pie sobre su cola y dijo:
-¡Tengo hambre!
Con voz débil y astuta, le contestó el pececillo astuto:
-¡Noble y generoso cetáceo! ¿Has comido hombre alguna vez?
-No – respondió la ballena-. ¿Cómo sabe?
-Está muy bueno- dijo el pececillo astuto-. Aunque algo correoso.
-Entonces tráeme algunos- replicó la ballena, mientras con la cola espumeó el mar.
-Para una comida, con uno es suficiente- le contestó el pez astuto. Si nadas hasta la latitud
Cincuenta Norte y longitud Cuarenta Oeste (es una coordenada mágica), encontrarás
sentado sobre una balsa, en mitad del mar, llevando encima sólo unos pantalones de lona
azul, unos tirantes (no olvides lo de los tirantes, mi querido niño) y un cuchillo, a un
marinero náufrago que, es de justicia prevenirte, es de sagacidad y recursos infinitos.
Por tanto la ballena nadó y nadó, todo lo rápido que pudo hasta la latitud Cincuenta Norte y
la longitud Cuarenta Oeste, y sobre una balsa, en mitad del mar, llevando encima sólo unos
pantalones de lona azul, unos tirantes (especialmente debes recordar lo de los tirantes, mi
querido niño) y un cuchillo, vio a un marinero náufrago y solitario que tenía las puntas de
los pies metidas en el agua y dejaba así una estela. (Su madre le había dado permiso para ir
a remar; si no, no lo habría hecho pues era un hombre de sagacidad y recursos infinitos).
Entonces la ballena abrió la
boca echándola hacia atrás,
hacia atrás, casi hasta tocar
con ella la cola y se tragó al
marinero náufrago con la
balsa sobre la que estaba
sentado, los pantalones de
lona azul, los tirantes (que no
debes olvidar) y el cuchillo.
Se lo tragó todo y lo llevó a
su alacena interior, cálida y
oscura; entonces se relamió
los labios… ¡así! y dio tres
vueltas sobre la cola.
Pero en cuanto el marinero,
que era un hombre de
2. sagacidad y recursos infinitos, se dio cuenta de que estaba realmente dentro de la alacena
interior, cálida y oscura de la ballena, pisoteó, saltó, aporreó y topeteó, se encabritó y bailó,
golpeteó y resonó, pegó y mordió, brincó y se arrastró, circuló y aulló, a la pata coja anduvo
y se cayó, gritó y suspiró, gateó y se desgañitó, caminó y rebrincó, y bailó danzas marineras
donde no era el lugar apropiado, con lo cual la ballena se sintió verdaderamente de lo más
infeliz. (¿Has olvidado los tirantes?)
La ballena le dijo entonces al pez astuto: - Este hombre es muy correoso y además me está
dando hipo. ¿Qué puedo hacer?
-Dile que salga- contestó el pez astuto.
-Nanay- replicó el marinero. Ni mucho menos lo haré así. Llévame a mi costa natal, a los
blancos riscos de Albión, y luego pensaré en ello.
Dicho eso empezó a bailar más que antes.
-Harías bien en llevarlo a su costa – le dijo el pez astuto a la ballena-. Ya te advertí que es
hombre de sagacidad y recursos infinitos.
Por tanto, la ballena, nadó, nadó y nadó, con las dos aletas y la cola, con toda la fuerza que
le permitía el hipo; cuando finalmente avistó los riscos blancos de Albión y la costa natal del
marinero, se lanzó en medio de la playa, abrió, abrió y abrió la boca y dijo:
-Transbordo para Winchester, Ashuelot, Nashua, Keene y estaciones de la vía de Fitchburg.
En cuanto dijo <
<u comida he limitado>>.
Pues el marinero era un hiberniano, que así llamaban los romanos a los irlandeses. Salió
pisando los guijarros de la playa y se fue a casa con su madre, que le había dado permiso
para meter las puntas de los pies en el agua dejando una estela; luego se casó y vivió feliz a
partir de entonces. Lo mismo le sucedió a la ballena. Pero desde ese día, el enrejado de la
garganta, que no pudo toser hacia fuera ni tragar hacia dentro, sólo le permitió comer peces
pequeñísimos; y ésa fue la razón de que las ballenas de hoy no coman hombres, niños ni
niñas.
El pequeño pez astuto, que tenía miedo de que la ballena estuviera enfadada con él, se fue y
se escondió en el barro del fondo mismo del ecuador.
El marinero se llevó el cuchillo a casa. Cuando salió y empezó a caminar sobre los guijarros
llevaba puestos los pantalones de lona azul. Los tirantes, como ya sabéis, como atadura de la
reja; y éste es el fin de la historia